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El Catoblepas, número 38, abril 2005
  El Catoblepasnúmero 38 • abril 2005 • página 9
polémica

Respuesta a David Alvargonzález indice de la polémica

Joaquín Robles López

Sobre filosofía de la religión

David Alvargonzález en un breve escrito publicado en esta revista (http://nodulo.org/ec/2005/n037p15.htm) ha tenido la amabilidad de detenerse a explicar lo que, según su criterio, constituirían sendos errores en mi interpretación de su artículo «El problema de la verdad de las religiones del paleolítico» del libro Filosofía y cuerpo publicado por Ediciones Libertarias. Estos dos errores míos serían: en primer lugar, la interpretación de su tesis como psicologista. En segundo lugar, el haber extraído la consecuencia de que no sería posible una verdadera filosofía materialista de la religión si se asume la tesis central de su artículo.

Para aclarar o «comentar» el primero de mis errores, Alvargonzález dice que los teriántropos no suponen de modo necesario la existencia de una proyección animista y que, como consecuencia, no son alucinaciones (ni individuales ni colectivas) sino «composiciones» de dos de los ejes del Espacio Antropológico: el circular y el angular. Y que, por tanto, el núcleo de la religión es un mixtum compositum circular-angular. Para argumentar esta posición suya Alvargonzález recurre a un ejemplo tomado del recinto categorial de la química indicando que «'componer' no es 'proyectar'. Cuando decimos que dos elementos químicos se componen para dar lugar a un tercero, no decimos que el componente 'A', pongamos el Carbono, se refleje o se proyecte en 'B', pongamos el Oxígeno. Decimos que ambos se componen y el resultado no es ni Carbono ni Oxígeno sino, pongamos, monóxido de carbono o dióxido de carbono según las circunstancias».

Pero este ejemplo, como el del banquete, que viene a continuación, deja sin mencionar una circunstancia, que David, incomprensiblemente, parece no haber tomado en consideración, que se nos antoja vital: la inexistencia de los teriántropos.

Porque la composición de carbono y oxígeno en monóxido o dióxido es el resultado, bien de operaciones (de un químico) químicas, bien anantrópicas bajo determinadas condiciones, que dan lugar al monóxido o al dióxido, «objetivos» y bien reales, sujetos, por lo demás, a los principios de la química (por ejemplo el de conservación de la masa). Sin embargo los teriántropos son figuras del «arte parietal» (y sólo en este sentido son objetivas) que, en modo alguno pueden considerarse como algo más que alucinaciones (o verdaderas apariencias falaces) del sujeto que las pintó. Y si en la composición del monóxido o del dióxido no hallamos sino principios objetivos que explican la composición misma de un ente real y objetivo ¿qué principios podemos representarnos como fundamento de la composición angular-circular de los teriántropos? En un próximo artículo podría aclararnos qué tipo de composición es esa de los teriántropos que no implica «proyección» con otros ejemplos que, aunque sean menos abundantes que los que nos describe, podrían ser más precisos.

Me parece que si David concede, como es natural, que los teriántropos no existen (ni existieron), entonces sólo nos queda saber si los tales son proyecciones de animal a humano o de humano a animal. Es decir: si el «artista» quiso dotar a un humano de partes objetivamente animales «no humanas» o bien quiso dotar al animal no humano de partes específicamente humanas. Y decimos «proyecciones» pero podríamos haber dicho «imaginaciones» o «alucinaciones».

Y es aquí en donde ponemos el psicologismo, inadvertido por su autor, como consecuencia necesaria de incluir en la génesis de las religiones (en el núcleo) la composición de los dos ejes. Y no «sociologismo» ni otros reduccionismos. Porque si los teriántropos no son contenidos fenomenológicos «más que pintados», ¿cómo ver esta composición sino como aquellas «ideas facticias» (ficticias), falsas, de Descartes?

Los teriántropos son delirios porque no existen aunque sí existan sus partes composibles. Supongo que David no pretende hacernos creer que un teriántropo es homologable al dióxido de carbono o a un banquete de bodas por el mero hecho de que se componen de elementos diferenciables en regressus. Veamos: si no he entendido mal El animal divino (y es posible que no sea así y más si cabe, cuando alguien como Alvargonzález, cuyo extraordinario conocimiento del Materialismo Filosófico es indudable y admirable, lo sugiere) hay alguna condición o requisito que debe cumplir un contenido dado (emic) fenomenológicamente para poder ser señalado como núcleo de la religión: «Esto es tanto como exigir que el núcleo de las religiones, no sólo tenga un contenido real, sino también que esta realidad (cuyos criterios, idealistas o materialistas, ya no dependen de la filosofía de la religión, sino de la Ontología) pueda ponerse en correspondencia con los contenidos fenomenológicos que, a su vez, piden ajustarse a ese tipo de realidad (según el argumento ontológico religioso)» (Gustavo Bueno, El animal divino, pág. 151, cursivas nuestras).

Pues bien, esta condición (necesaria, no suficiente) no puede darse en los teriántropos salvo que, ontología mediante, se postule su existencia real y objetiva, que es tanto como decir que el pintor de teriántropos era una especie de Antonio López de las cavernas. Pero Alvargonzález, consciente, claro está, de la inexistencia de tales teriántropos, ha introducido en el núcleo de la religión estos componentes mitológicos con el argumento de una relación sinecoide entre aspectos etológicos y ecológicos con aspectos mitológicos, sin la cual, las relaciones de hombres y animales no podrían llamarse propiamente religiosas y ha pretendido (o al menos así lo parece en esta última intervención suya) dejar intacta la parte gnoseológica al tiempo que se defendía de mi acusación de psicologismo. (En rigor mi segundo «error» no es sino consecuencia del primero, o el primero del segundo, como David prefiera.)

Pero esto no es posible dado que el requisito o condición necesaria (no suficiente) no puede cumplirse desde las premisas de Alvargonzález dado que esta relación sinecoide introducida por él no puede ser un contenido fenomenológico «capaz de ajustarse a la realidad». O dicho en otras palabras: el resultado de esa relación sinecoide es una figura imaginaria, irreal, que no cumple con el requisito que Bueno considera imprescindible para hablar de núcleo de la religión porque los teriántropos no existen. Entonces, si Alvargonzález considera correctos los criterios de la parte gnoseológica acerca de esas condiciones que debe cumplir una teoría (filosófica y materialista) sobre el núcleo de la religión ¿no debería haber dicho, entonces, que, desde esas mismas coordenadas, no podemos encontrar ningún núcleo, en lugar de ampliarlo (con esta relación sinecoide) «circularmente»?

Y si lo ha hecho efectivamente, ¿no será a costa de comprometer muy seriamente la parte gnoseológica incumpliendo la condición necesaria (aunque no suficiente)? Que Alvargonzález suscriba ampliamente muchos de los análisis de la parte gnoseológica (en especial «la diferencia, e incluso la incompatibilidad, entre Filosofía de la religión y Teología» y «entre Filosofía de la religión y ciencias de la religión») no le libra de mi diagnóstico, puesto que no compromete a estas partes «a simple vista» pero lo hace, y mucho, cuando observamos que si no podemos establecer un núcleo y, por tanto, tampoco el desenvolvimiento de un cuerpo a través de un curso, tampoco podemos entonces hablar de verdadera filosofía materialista de la religión sino de otra cosa que ya no tendrá sentido poner en correspondencia con la Teología o con las Ciencias de la religión, por mucho que Alvargonzález insista en lo acertado de los análisis de Bueno.

Y no se trata de defender «la doctrina», esto es, la «filosofía verdadera», sino de establecer la conexión entre las condiciones exigibles a una verdadera filosofía materialista de la religión y la parte ontológica en donde estas condiciones se cumplen. Por otra parte, si David Alvargonzález tiene razón –siempre es posible que así sea– tampoco parece exagerado decir que esa verdadera filosofía de la religión sería otra cosa. «Otra cosa» en la que los psicólogos tendrían mucho más que decir que nosotros.

Por último debo lamentar que Alvargonzález haya inferido que «Joaquín Robles pretende que yo desconozco las relaciones internas que hay entre la primera parte, gnoseológica, de El animal divino y la segunda parte, ontológica», porque no es verdad. En todo caso –y asumiendo mi posible equivocación– yo sólo he «pretendido» que David no ha querido o no ha podido sacar estas conclusiones que se derivan de esas relaciones internas entre ambas partes, no que las desconozca. Sin perjuicio de que yo las haya sacado de mala manera o injustificadamente. Cosa que, por lo demás, he querido aclarar en este artículo. Pero en ningún caso he hecho referencia a una supuesta falta de comprensión por su parte de El animal divino.

Todo lo contrario: considero, y así lo dije en mi crónica del congreso de Murcia, que David Alvargonzález ha hecho unas observaciones muy importantes a esta obra de Gustavo Bueno. Observaciones que sólo es posible hacer desde un conocimiento muy preciso y competente, no sólo de El animal divino, sino del Materialismo Filosófico en su conjunto. Vaya esto por delante.

Pero no puedo evitar pensar que sus tesis suponen una rectificación que, con independencia de que su autor quiera dar el paso o no, comprometen incluso el propio concepto de eje angular del Espacio Antropológico (como también han visto Ongay y Tresguerres) y, como quedó dicho, la parte gnoseológica de El animal divino. Al menos hasta que David Alvargonzález nos muestre cómo es posible mantener la impostura originaria de los teriántropos, como núcleo de la religión, con la existencia de una verdadera filosofía materialista de ésta, con otros argumentos. O al menos nos conceda que las condiciones exigibles a una verdadera teoría filosófica materialista de la religión, según su criterio, son otras bien distintas a las indicadas por Bueno en el libro citado. Pero no veo cómo mantener estas condiciones y su tesis al mismo tiempo.

 

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