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El Catoblepas, número 38, abril 2005
  El Catoblepasnúmero 38 • abril 2005 • página 22
polémica

Segundos comentarios a Joaquín Robles indice de la polémica

David Alvargonzález

Sobre psicologismo y filosofía materialista de la religión

Joaquín Robles en su respuesta a mis comentarios insiste en interpretar mis propuestas en materia de filosofía de la religión como una forma de psicologismo, y también insiste en afirmar que, de ser ciertas mis posiciones, la filosofía materialista de la religión quedaría arruinada. Yo agradezco mucho su respuesta porque mis primeros comentarios estaban hechos frente a unas declaraciones suyas muy claras pero también muy breves y, sin embargo, ahora, su nuevo texto me permite entender mejor sus objeciones.

En cuanto a la primera objeción, como ya comenté, hay muchas cosas falsas (si se evalúan desde el presente) que no son alucinaciones ni tienen una génesis alucinatoria sino que son, sencillamente, «errores necesarios» (metalépticamente) cuando se analizan desde un punto de vista histórico.

Lamento sinceramente la imprecisión de los ejemplos utilizados en mis anteriores comentarios. Valga como justificación que esos ejemplos (los óxidos del carbono y la ceremonia del banquete) estaban calculados para poder diferenciar entre «componer» y «proyectar», y no estaban pensados para distinguir entre «componer cosas falsas (consideradas desde el presente)» y «componer cosas verdaderas». Por supuesto, se pueden poner también ejemplos para establecer esta segunda diferencia. Pongamos por caso la composición de un modelo tecnológico como pueda ser una esfera armilar geocéntrica en tiempos de Ptolomeo. El artefacto no tiene una génesis alucinatoria sino que es fruto de una composición de partes (las esferas que representan la Tierra, el Sol, la Luna y los cinco planetas conocidos entonces, las armilas en donde están uncidas esas esferas, el eje, &c.) que están dispuestas de un modo y no de otro. Desde la mecánica de Newton sabemos que ese artefacto no tiene un correlato con la realidad puesto que hay razones dinámicas muy importantes para considerar que el sistema solar es heliocéntrico. Por tanto, desde el presente, la esfera armilar geocéntrica es una composición falsa que, diríamos, «no tiene correlato real», aunque sus partes sí lo tengan (como también tienen correlato real las partes de los teriántropos y zoomorfos fantásticos). Sin embargo, nadie supone que es fruto de una alucinación sino que la interpretamos como un «error históricamente necesario» (metalépticamente) pues sabemos, por la historia de la astronomía, que era muy difícil que los sistemas heliocéntricos griegos (como el de Aristarco de Samos) se hubieran abierto paso en un primer momento porque generaban más problemas de los que resolvían (al no contar con el principio de la inercia, al no poder resolver el paralaje esperado de la estrellas, &c.). Este es un ejemplo de cómo la composición de cosas que consideramos falsas desde el presente no implica automáticamente que su génesis sea meramente psicológica, alucinatoria, como si fuera un proceso de proyección mental.

Si decimos estas cosas acerca de la esfera armilar geocéntrica también las podemos decir acerca de los modelos cosmológicos plano-hemisféricos de China o de las culturas de Sumer y Akkad, o de los sistemas filosóficos de la metafísica presocrática y, en general, de todas las composiciones que hoy consideramos falsas pero que tuvieron su razón de ser en su contexto histórico. Por ejemplo, el atomismo de Leucipo y Demócrito no tiene una génesis alucinatoria a pesar de que sus átomos metafísicos tampoco tienen correlato real (incluso podríamos decir que están mucho más alejados de la realidad fenomenológica que los teriántropos o zoomorfos fantásticos). Yo hago mías todas las consideraciones de Gustavo Bueno acerca de la racionalidad de los mitos y de las creencias expuestas en La Metafísica presocrática, y en su breve ensayo «El concepto de creencia y la idea de creencia» en El Catoblepas. Y, por eso, porque las construcciones falsas (desde el presente) no son, sin embargo, alucinaciones, hablo de verdad en sentido histórico trascendental y de verdad en sentido «histórico interno». Ahora bien, desde el presente, ni los númenes del Paleolítico superior, ni los sistemas cosmológicos plano-hemisféricos, ni la esfera armilar geocéntrica, ni el atomismo de Demócrito (&c.) son íntegramente verdaderos.

La esfera armilar geocéntrica no es verdadera desde el presente, no es verdadera en un sentido absoluto, pero sí es verdadera en sentido histórico, en cuanto «fase histórica necesaria» (metalépticamente). Es una construcción realizada por composición de partes y no tiene una génesis alucinatoria. Y lo mismo con los demás ejemplos. Si los astrónomos griegos y latinos partidarios del geocentrismo se equivocaron en el modo de componer los astros, los hombres del Paleolítico se equivocaron a la hora de valorar la inteligencia, la conducta y otros rasgos de ciertos animales, o bien se equivocaron al valorar la naturaleza de los sujetos de otros grupos humanos a los que consideraron animales o númenes. Entre nuestros «contemporáneos primitivos», los ejemplos de estas situaciones de confusión fueron también abundantes y no hace falta pensar en que su génesis sea alucinatoria. No resulta raro dado que esos animales y esos grupos humanos no habían sido dominados todavía del todo. Los teriántropos y teriomorfos son un indicio de que el hombre del Paleolítico superior vivía en un estado de relativa confusión (cuando se evalúa desde hoy), lo mismo que la esfera armilar geocéntrica es la prueba de la confusión que da lugar, por ejemplo, en parte, al sistema de Aristóteles. Cuando los animales se domestican, o desaparecen, o se vencen y se doblegan, los grupos humanos del Neolítico rectifican muchos aspectos falsos propios de aquélla situación y desaparece la religión primaria. Cuando las observaciones astronómicas mejoran en precisión (valorada frente a Hiparco o Ptolomeo) es cuando se empiezan a abrir paso los sistemas heliocéntricos (Copérnico, Kepler). Todos estos procesos compositivos y estas rectificaciones pueden ser entendidos y explicados sin caer en psicologismo alguno. La esfera geocéntrica, la teoría de Demócrito y las pinturas parietales son cultura objetiva. La Psicología no estudia la cultura objetiva sino, a lo sumo, la cultura subjetual. Si los hombres del Paleolítico hubieran tenido una concepción acerca de sus relaciones con los animales como la que tenemos nosotros hoy (desde la Etología y la Psicología animal) no habría habido religión primaria en el Paleolítico, como no puede haberla ahora. En la diferencia entre aquélla situación y la presente están los componentes falsos (desde hoy) de las religiones primarias (sean estos componentes los que sean: yo he aventurado la hipótesis que me parece más plausible, pero caben otras). Esos componentes serán falsos desde hoy, pero «necesarios históricamente» (metalécpticamente) y trascendentales en su época (y, por tanto, no exclusivamente «psicológicos»). Esos componentes tienen que estar en el núcleo porque sin ellos no habría habido religión primaria. Yo no reduzco la institución cultural suprasubjetiva de la religión (ni en su génesis ni en su estructura) a factores etológicos o psicológicos. Curiosamente, es la teoría angular pura sobre el origen de las religiones la que corre más riesgos de caer en un etologismo porque tiene que sacar la religión de las relaciones etológicas y ecológicas entre los grupos humanos y los animales pero, a la vez, no puede componer esas relaciones con nada que no sea angular. Con todo, es posible una teoría angular pura que no caiga en el etologismo.

Como soy consciente de que estos comentarios son incompletos, pero tampoco quiero alargarme más, quedo pendiente de todas las cuestiones que Joaquín Robles quiera seguir planteando sobre este asunto.

La segunda cuestión tratada por Joaquín Robles es la de las condiciones que debe cumplir una verdadera filosofía de la religión materialista. Yo no creo que la filosofía materialista de la religión sea posible sólo si la religión (primaria, suponemos) es verdadera en sentido absoluto. Por tanto, si se interpreta que éste es el criterio que exige Gustavo Bueno en su libro, entonces es evidente que mi propuesta no lo cumple. Si lo que se exige para que haya filosofía materialista de la religión es que haya verdadera religión (es decir, algo que sea verdaderamente religión), entonces mi propuesta sí lo cumple pues yo nuca he negado que la religión primaria sea una verdadera religión. Si lo que se pide es que la religión primaria sea religión verdadera en un sentido histórico trascendental o en el sentido que yo he llamado «histórico interno», entonces mi propuesta sí cumple el criterio.

El criterio que Joaquín Robles cita es el que aparece en la página 151 de El animal divino: «Esto es tanto como exigir que el núcleo de las religiones, no sólo tenga un contenido real, sino también que esta realidad (cuyos criterios, idealistas o materialistas, ya no dependen de la filosofía de la religión, sino de la Ontología) pueda ponerse en correspondencia con los contenidos fenomenológicos que, a su vez, piden ajustarse a ese tipo de realidad (según el argumento ontológico religioso)» (cursivas de Joaquín Robles). Este texto se puede interpretar de muchas maneras de acuerdo con los criterios de exigencia que pongamos a esa «correspondencia» y a esos «contenidos fenomenológicos» de los que se habla. El numen compuesto de aspectos circulares y angulares del que yo hablo es una realidad supraindividual cultural y esa realidad puede ponerse en «correspondencia» con animales humanos o no humanos reales percibidos «fenomenológicamente» (lo cual permite que sea confusamente) por ciertos grupos de humanos paleolíticos. Si el texto se interpreta así, entonces mi propuesta cumple este criterio; si se insiste en exigir la verdad total y absoluta del núcleo de las religiones primarias, entonces, evidentemente, no lo cumple. No sé si esto aclara suficientemente lo que Joaquín Robles pregunta pero, por supuesto, si no fuera suficiente quedo a su disposición para ulteriores aclaraciones.

Más allá de esta discusión sobre el criterio que debe cumplir una verdadera filosofía de la religión, yo creo que mi trabajo trata de dar una explicación filosófica de cuál es el proceso que conduce al surgimiento de la religión, a través de la idea filosófica de «inversión antropológica», trata de entender de un modo histórico filosófico cuáles son las condiciones en las que es posible la religión en cada fase, y trata de explicar los procesos de transformación de las religiones primarias en secundarias. Mi trabajo discrimina diferentes modos de hablar de la verdad de las religiones. Yo creo que estas tareas, de acuerdo con la tradición, pueden considerarse propias de la filosofía de la religión. Si, además, están hechas desde los presupuestos del materialismo ontológico y gnoseológico (géneros de materialidad, espacio antropológico, inversión antropológica, cultura objetiva, distinción alfa/beta, figuras dialécticas, racionalidad de mitos y creencias, &c., &c.) entonces podrán considerarse dentro de la tradición del materialismo en filosofía de la religión. Yo no veo por qué tendríamos que dejar todas estas tareas en manos de los psicólogos.

Por último, si finalmente Joaquín Robles admitiese que mi análisis no es necesariamente psicologista, entonces podrá coincidir conmigo también en que la distinción entre filosofía de la religión y Teología de la primera parte de El animal divino, y el análisis gnoseológico de las ciencias de la religión quedan intactos. Incluso, aunque siguiera considerándome un teórico psicologista, ¿por qué se habría de dejar a los psicólogos la tarea de realizar el análisis gnoseológico y la clasificación de las ciencias de la religión y de la Teología?

Gijón, 9 de abril de 2005

 

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