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El Catoblepas, número 39, mayo 2005
  El Catoblepasnúmero 39 • mayo 2005 • página 18
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Intelectuales:
¡Es hora de ser constructivos!

Sigfrido Samet Letichevsky

Con palabras y con dibujos, los intelectuales suelen difundir creencias erróneas y por lo tanto destructivas. Los líderes de opinión deberán evitar sembrar cizaña, y procurar ser más constructivos

«¿Por qué creo que nosotros, los intelectuales, podemos ayudar? Sencillamente porque nosotros, los intelectuales, hemos hecho el más terrible daño durante miles de años. Los asesinatos en masa en nombre de una idea, de una doctrina, una teoría o una religión, fueron obra nuestra, invención nuestra, de los intelectuales. Sólo con que consiguiésemos dejar de enfrentar a unos hombres con otros –a menudo con las mejores intenciones– ganaríamos mucho.»
Karl Popper, En busca de un mundo mejor.

Destructividad e ideología

Ludwig von Mises escribió: «Las masas, el conjunto de hombres comunes, no conciben ideas, ni verdaderas ni falsas. Se limitan a elegir entre las elaboradas por los líderes intelectuales de la humanidad. Pero su elección es decisiva y determina el curso de la historia. Nada puede atajar el desastre cuando la mayoría prefiere doctrinas nocivas.» (ref. 1, pág. 1021)

En Alemania, el nazismo triunfó cuando penetró en la universidad y fue apoyado por intelectuales tan notables como Heidegger y Carl Schmitt. Por supuesto que hubo un contexto que impulsó a los alemanes a buscar «soluciones» desesperadas y disparatadas. A la derrota de 1918 se sumó la humillación del Tratado de Versalles. Y la crisis de 1930 (también desatada por funestos errores de ingleses y norteamericanos) agregó la desesperación cotidiana. Estas circunstancias influyeron a muchos líderes de opinión para luego condicionar a sus seguidores.

En la Argentina de 1973, los líderes intelectuales que impulsaron a la clase media a reescribir la historia retrospectivamente y apoyar a Perón, fueron Félix Luna (su libro El 45), Solanas y Gettino (su película «La hora de los hornos»), la publicación de la correspondencia Perón-Cooke, algunos otros, como Arturo Jauretche, y el efecto catalítico de la muerte por la policía de Felipe Vallese, militante de la incipiente Juventud Peronista. Los izquierdistas olvidaron el slogan de 1945 y comienzos de 1946 («Perón nazi») y la experiencia de su gobierno fascista (no nazi, porque no se lo permitían las condiciones; pero si Hitler hubiera triunfado, ¡ay de los judíos argentinos!, porque Perón era realmente nazi, más de lo que se sospechaba en 1945 (ref. 2) y decidieron creer que su populismo era «progresista».

Por eso creo que tiene mucha razón Antonio Muñoz Molina al escribir: «Uno de los ingredientes de los desastres del siglo XX ha sido la ceguera y la escandalosa tontería de la mayor parte de sus inteligencias más célebres, de sus minorías más preparadas (...). Algunos de los más venenosos psicópatas del terrorismo político –Abimael Guzmán, Pol Pot– han disfrutado de una magnífica educación universitaria (...). Ahora, igual que entonces, hay enconados crustáceos que llaman coherencia a la cerril determinación de no aprender nunca nada.» (ref. 3.)

La agresividad es una característica esencial de los animales (incluyendo al humano). En su forma destructiva es perjudicial para la convivencia, pero en su aspecto de acometividad es excelente para el crecimiento individual, y sólo quienes la poseen en alto grado pueden contribuir al progreso colectivo. Pero todos tenemos frustraciones, sentimientos de injusticias (reales o imaginadas) y pulsiones violentas. Es socialmente inaceptable manifestar individualmente estas pulsiones violentas. Para volverlas aceptables hay que generalizarlas mediante alguna ideología. La ideología es el pretexto y no se la elige por su veracidad (coincidencia con la realidad). Hannah Arendt escribió: «Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino sólo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte.» (ref.4, pág. 437.)

Una vez aceptada una ideología, ninguna barbaridad parecerá excesiva si ésta la «justifica. En el medioevo se quemaba vivos a «herejes» y «brujas», a veces en gran número, y con gran entusiasmo popular. Los nazis aceptaron la existencia de razas superiores e inferiores, el darwinismo social que justifica la supervivencia de los más fuertes a costa de los mas débiles, y la violencia como instrumento político (para los comunistas eran los «burgueses» los enemigos a exterminar). Con esta ideología y la convicción de que los judíos no eran siquiera humanos, sino parásitos, causantes de todos los males, fue sólo un paso más proceder a exterminarlos, como se hace con las chinches y otros parásitos (incluso el gas que usaron, Zyklon B, se usaba normalmente para exterminar parásitos).

Es la ideología lo que canaliza la energía agresiva de los seres humanos hacia fines destructivos. Creada por intelectuales y digerida para las masas por líderes de opinión. Tratan de excitar la ira de las masas para, montando sobre ella, acaudillarla y conquistar el poder político.

Desde que Perón fue depuesto en 1955, hasta su regreso a Argentina el 20 de Junio de 1973 y su muerte el 1º de Julio de 1974, imprimió a su movimiento «giros a la izquierda» y «giros a la derecha». Muchas personas se preguntaban si Perón era realmente de izquierda, o de derecha. Una lectura atenta de «El Presidente que no fue» (Ref.5) permite concluir que lo único que le importaba era el poder. Utilizó a la izquierda, y particularmente a las «formaciones especiales» (guerrilleros) para dinamitar al gobierno del general Lanusse, para atraerse al electorado «de izquierda», la ambigüedad para tranquilizar a otros, y la derecha (incluyendo pistoleros contratados) para liquidar a la izquierda (a la que no necesitaba una vez instalado en el poder, y sabiendo que su potencial destructivo se volvería contra él). La muerte le impidió concluir esta tarea, que pasó a manos del «brujo» López Rega y luego a los militares golpistas de 1976.

En casos extremos los intelectuales hacen tanto daño como llegaron a hacer en Alemania nazi o en la Rusia soviética. Pero con mucha más frecuencia, sin llegar al genocidio, dañan la vida de la gente a la que pretenden ayudar. Veamos un par de ejemplos:

«Huérfanos de Keynes»

«¿Cuáles fueron las razones del éxito de Keynes después de 1945 y cuáles las de su marginación en las dos últimas décadas?», pregunta Mario Trinidad (ref. 6). Vincula la aceptación de Keynes a objetivos de los socialdemócratas por un lado, e intereses de los conservadores por el otro. Y el desprestigio del keynesianismo lo atribuye al «notable éxito alcanzado por la agenda liberal». Creo que los objetivos o deseos no explican en absoluto el éxito inicial. En cambio, el éxito liberal implica el fracaso del keynesianismo, aunque no es su causa.

Dice más adelante que «la izquierda gobernante ha dejado en general de mirar hacia Keynes en busca de soluciones, y aunque sigue confiando en el presupuesto del Estado para llevar a cabo sus programas (...)». Si el Estado mantiene el equilibrio presupuestario, lo más probable es que actualmente no pueda cumplir sus planes sociales, que son los que mantienen la fidelidad del electorado. Si los cumple sin preocuparse por el déficit, producirá inflación. Y la inflación distorsiona los indicadores del mercado (los precios) por lo que encauza erróneamente la asignación de recursos, lo que produce inevitablemente despilfarro de capital (=medios de producción).

En pocas palabras, el aumento del gasto estatal o «solución keynesiana» no sólo no soluciona nada, sino que agrava los problemas. El abandono del keynesianismo quedó consagrado en 1974 con la adjudicación del Premio Nóbel de Economía a F. A. Hayek. El primer «keynesiano» –mucho antes de Keynes– fue Hitler. Desde 1933 hizo construir carreteras y rearmar al país. Con estos gastos estatales, acabó con el paro en un par de años. Hitler no se preocupaba por el déficit. Ya lo cubriría mediante el saqueo de toda Europa. Von Mises escribió (ref. 1, pág. 935): «Keynes no aportó ninguna idea original; se limitó a vestir con nuevos ropajes las falacias inflacionistas, mil veces refutadas por los economistas.»

Pero entonces, ¿por qué el «keynesianismo» tuvo éxito entre 1945 y 1970?

En 1945 Europa estaba destruida por la Segunda Guerra Mundial. Las necesidades eran enormes. Había gran experiencia tecnológica y organizativa, pero se vivía en la pobreza. Durante la guerra se desarrollaron muchos productos y procesos (polietileno, nylon, poliuretanos, radar, aviones a reacción, etc. y poco después vendrían la informática y la biología molecular) y se disponía de petróleo abundante y barato que, aplicados a la producción civil abrirían nuevos y enormes mercados. Para poner a Europa en marcha, faltaba capital, y éste llegó con el Plan Marshall. El crecimiento de la economía europea fue vertiginoso (sobre todo en el país más destruido, Alemania, gracias a la política liberal de Ludwig Ehrard). El aumento del gasto estatal contribuyó, como decía Keynes, a «cebar la bomba». El fuerte ritmo de crecimiento económico llenaba las arcas estatales y aumentaba el nivel de vida de todos los ciudadanos, sin producir déficits.

El aumento del gasto estatal sólo puede desatascar la economía en circunstancias muy excepcionales: en Europa la posguerra fue como pasar repentinamente de la edad media a la contemporánea.

Finalmente, dice Mario Trinidad: «olvidar alegremente a Keynes significa olvidar también algunas verdades permanentes (...) como es la de que la redistribución de la rente hacia las capas inferiores de la sociedad es uno de los motores esenciales del progreso económico».

Cuando de habla de «redistribución» de la renta, está implícito que alguna vez fue «distribuida». Pero esto es falso. El trabajo (junto con la tierra y el capital) es uno de los factores de producción. Se lo paga según a oferta y la demanda. Con la tecnificación y automatización, el trabajo muscular ha perdido casi todo su valor (lo cual ha hecho posible el progreso laboral de la mujer, que, intelectualmente, es igual al hombre). Hay demanda de personas con conocimientos, y se paga muy bien a quienes dominan ciertas ramas (informática, electrónica, biología molecular, nanotecnología, etc.) de las que hay mucha demanda y relativamente poca oferta (y cuya aplicación, al aumentar la productividad, hace bajar los precios, con lo que eleva el nivel de vida de todos).

A mi parecer, Trinidad confunde la causa con el efecto. El aumento del nivel de vida es consecuencia del progreso económico, y no a la inversa.

Supongamos que el Gobierno obligase a todos los empresarios a aumentar las retribuciones de todos los trabajadores. ¿Cuáles serían las consecuencias? En primer lugar, se estancaría o retrocedería la productividad, ya que las mejoras serían una gracia, y no consecuencia de esfuerzos o méritos. Los empresarios aumentarían los precios de venta debido al aumento de sus costos laborales. De modo que los aumentos resultarían ilusorios y además producirían inflación, con las consecuencias que ya hemos mencionado.

Las únicas mejoras genuinas son las que se deben al aumento de la productividad.

Como hecho positivo, vale la pena mencionar que Comisiones Obreras, el Fondo Social Europeo y el Ministerio de Trabajo, están organizando cursos gratuitos para trabajadores, de varias tecnologías y de idioma inglés. Adquirir conocimientos es el camino hacia el aumento de la productividad y del nivel de vida de todos. También ayuda a la formación de pequeñas empresas la concesión de microcréditos, que en España se han multiplicado por 40 en cuatro años (Ref. 7). En cambio, el apoyar falsas ilusiones, como acabamos de comentar, tiene un efecto paralizador, y si realmente se aplican, tienden a destruir la economía y a empobrecer a todos. (Así se hizo en Argentina. De 1946 a 1949, la inflación coexistió con mejoras reales de nivel de vida. La mejora se debió a la destrucción de capitales y terminó cuando se acabaron estos. Dicha política preparó las condiciones para el reciente desastre económico, aún no superado).

También con dibujos se destruye

Aún mediante viñetas o caricaturas, suele difundirse creencias equivocadas. Andrés Rábago («El Roto») es un talentoso dibujante. Con unas pocas líneas es capaz de plasmar ideas en imágenes. Pero, lamentablemente, muy a menudo sus ideas son erróneas. Cuatro de sus dibujos nos servirán para poner en evidencia las creencias subyacentes,

El Roto, Andrés Rábago, en El País, Madrid, 26 de junio de 2004

1) «¡Llegar a rico me costó lo vuestro!» Parte de la creencia de que el valor es producido (exclusivamente) por el trabajo, que generaría una renta que es «repartida» entre el empresario y los trabajadores. Si el empresario es próspero, será porque se apropia de lo que corresponde a los trabajadores («plusvalía»). Pero el valor depende de la oferta y la demanda. Extraer petróleo cuesta hoy lo mismo que hace un año, pero vale más porque aumenta más la demanda que la oferta.. Quienes tienen los conocimientos adecuados son muy bien pagados, a pesar de lo cual, para la teoría del valor-trabajo, son igualmente explotados. «Explotación» tiene dos significados y se utiliza indiscriminadamente. Se explota a alguien cuando se abusa de él (aquí tiene un sentido ético que causa indignación hacia quien lo hace). Para la Economía (según Marx-Rodbertus-Ricardo) es un concepto teórico –la apropiación de la plusvalía– independiente de la riqueza o pobreza del «explotado».

El Roto, Andrés Rábago, en El País, Madrid, 6 de julio de 2004

2) Si los trabajadores despedidos pudieran comprar pisos con sus indemnizaciones, quiere decir que estas serían muy grandes. Pero lo que hace de esta viñeta un disparate, es el balance: el empresario pierde la fábrica y el solar, para recuperar lo que él mismo había pagado como indemnización: ¡brillante negocio!.

El Roto, Andrés Rábago, en El País, Madrid, 22 de febrero de 2005

3) Presenta la productividad como una abstracción que, encima, exige sacrificios. La productividad depende del capital (equipamiento adecuado) y de la formación técnica del personal. Su objetivo es obtener más productos por unidad de capital y por hora-hombre de personal. La consecuencia es el descenso de los precios, es decir, la mejora del nivel de vida de todos. La justificación de la revolución social fue la supuesta mayor productividad del socialismo respecto del capitalismo (y la experiencia mostró que fue muy inferior).

El Roto, Andrés Rábago, en El País, Madrid, 22 de junio de 2004

4) Aquí «El Roto» quiere hacer una ironía (si no se acaba con la especulación, es porque no se quiere). Pero no debe ser tan fácil. Los precios no pueden subir indefinidamente, porque a medida que suben hay menos compradores capaces de pagarlo. Sin embargo, a más de un año de gobierno de izquierdas, los precios de los pisos siguen subiendo. (ref. 8.)

En España el mercado de alquiler es casi inexistente. Si se abriera, disminuiría la demanda de compra y bajarían los precios de venta y de alquiler. Los propietarios que mantienen pisos desalquilados, pierden mucho dinero. Pero no quieren correr riesgos excesivos (que no se les pague, que no se les devuelva su propiedad al vencimiento del contrato, que se le ocasione daños graves). Si se garantizaran los derechos de los propietarios, habría mucha más oferta de alquiler.

A «El Roto» le parece axiomático que «hay que acabar con la especulación». Durante las guerras se subordinan los intereses individuales a los de la nación en peligro. En esas condiciones, suelen escasear los alimentos, y quienes aumentan los precios aprovechando la escasez, minan el esfuerzo colectivo. Pero en tiempo de paz el abastecimiento es normal y los precios los fija el mercado. El monopolio es muy raro, porque siempre aparecen competidores que producen lo mismo, y, más aún, quienes encuentras reemplazantes (que suelen ser mejores y más baratos). Todo el que planifica para el futuro es un especulador, ya que nadie sabe qué sucederá mañana. Los fabricantes de reglas de cálculo tal vez pensarían en 1945 seguir aumentando su producción. Pero poco después las calculadoras electrónicas –mejores y más baratas– volvieron inútiles a las reglas de cálculo. Los fabricantes perdieron tanto sus fuentes de ingresos como el capital invertido. El especulador arriesga su dinero buscando ganancias. Gracias a él hay innovaciones continuamente y bajan los precios (salvo en aquellos bienes de los que hay más demanda que oferta. (La especulación se discute en detalle en ref. 9, que tiene el interés adicional de haber sido escrito en Octubre de 2003, es decir, durante el gobierno del PP.) «La especulación en busca del lucro es la fuerza que mueve el mercado y la que impulsa la producción» (ref. 1, pág. 397). Y la que optimiza la asignación de recursos de la sociedad.

Cosas similares encontramos en una columna de Juan José Millás (ref.10). Millás es un buen escritor, tiene un excelente manejo del lenguaje. Pero me parece sorprendente su interpretación de la realidad.

Escribe de niños que «Han venido al mundo para que un pederasta capitalista con los dos pies en la tierra se mee en ellos antes de abandonarlos en un contenedor». Hay muchos pederastas; continuamente se descubren bandas en Internet. Pero ¿los pederastas socialistas son mejores que los capitalistas? ¿Por qué asocia «capitalistas» a una descripción tan repugnante? No se comprende, a menos que quiera, mediante un malabarismo verbal, transferir el asco y el horror que suscitan los pederastas al capitalismo, que nada tiene que ver. Los muchos religiosos pederastas que se ha denunciado en Canadá y en EE.UU., no son precisamente capitalistas.

En el último párrafo dice: «Mira lo que sería tuyo si te dedicaras a especular con la vivienda, con el pan, con las patatas. Mira lo que sería tuyo (...) si estudiaras empresariales en vez de matricularte en Filosofía y Letras...»

El tráfico de esclavos es imposible, no sólo porque está prohibido: desapareció por antieconómico. En el sur de EE.UU. los utilizaban en la cosecha del algodón, porque resistían el calor mejor que los blancos. Ahora el sur se industrializó gracias a la instalación de aire acondicionado en las fábricas. El aumento de capital invertido per capita junto con la contratación de trabajadores libres y de mejor nivel cultural que los esclavos, aumentan la productividad y los salarios (esto es una de las cosas que se aprenden en Empresariales).

No puedo imaginar como haría Millás para especular con el pan y las patatas. Hay tantos productores con los que competir, que es difícil mantenerse en el mercado, aunque uno se conforme con ganancias muy modestas. En cambio, sí lo imagino especulando con pisos. Tal vez tenga uno comprado hace 20 años por, digamos, cinco millones de pesetas. Actualmente valdría en el mercado fácilmente 50 millones. Ese enorme aumento se debe (por no repetir lo dicho acerca de una viñeta de «El Roto») a que hay una gran cantidad de especuladores que compran todos los pisos que salen a la venta. Si por cualquier motivo, tuviera que vender su piso ¿lo venderá por los cinco millones que le costó, o por los cincuenta millones que vale hoy?

Referencias

  1. Ludwig von Mises, La acción humana, Unión Editorial, 1995 (6ª edición).
  2. «El Presidente perón era Odessa». Ricardo Herren, La aventura de la Historia, Abril 2002.
  3. Antonio Muñoz Molina, «No aprender nunca», El País, 23-7-1997.
  4. Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo (1951). Ed. Taurus, 1998.
  5. Miguel Bonasso, El Presidente que no fue (1997). Ed. Planeta Argentina.
  6. Mario Trinidad, «Huérfanos de Keynes», El País, 27-3-2005.
  7. El País, 10-3-2005.
  8. Julio Rodríguez López, «El retorno del debate sobre política de vivienda», El País, 22-6-2004.
  9. Sigfrido Samet, «Especulación y corrupción» (26 de octubre de 2003). No publicado en su momento, lo reproducimos como apéndice a este texto.
  10. Juan José Millás, «Ven», El País, 15-4-05.

Especulación y corrupción

Sigfrido Samet Letichevsky

No hay burbuja inmobiliaria. Los precios se han disparado por causas evidentes y no por acción de siniestros personajes. Lo fundamental es el desarrollo del mercado de alquiler, que sólo se logrará dando garantías jurídicas a los propietarios. En la CAM fue necesario repetir las elecciones por la torpeza del PSOE y nada se gana con calumniar a los diputados que pusieron en evidencia la mezquindad de la lucha por el poder. Nada se ha robado a los madrileños, puesto que su voluntad también se expresa en la elección del 26/10. En cuanto a la unidad de la izquierda, no hay lo qué unir, ya que izquierda y derecha no son, en opinión del autor, categorías políticas. Es imprescindible modificar la Ley Electoral, que perjudica al ciudadano, al candidato, y contiene una contradicción jurídica

1. Especulación inmobiliaria

Los precios de la vivienda se han casi duplicado en cinco años(1). Han absorbido ampliamente la capacidad de pago de buena parte de los salarios españoles(1)(2). Es un problema grave, sobre todo para los jóvenes.

Los izquierdistas lo atribuyen a la especulación. Así, Luis García Montero escribió (3): «La izquierda puede explicar ahora que vivimos hipotecados por culpa de la especulación inmobiliaria...» Hasta el finado Vázquez Montalbán (4) comentando el 1º debate de investidura de la CAM, terminó diciendo: «Debate interesante para todos los que no se expliquen la carestía de la vivienda. Lo hubieran entendido inmediatamente». Si no lo entendió Vázquez Montalbán, debe ser porque ese debate no era el lugar adecuado para encontrar la explicación. Y Simancas dice (5): «Impediré la especulación por ley», refiriéndose a los terrenos, que son tal vez el principal factor en el costo de las viviendas. Enrique Múgica (6) dice que los ayuntamientos, independientemente del partido político que tenga mayoría en ellos, subasta los terrenos que le pertenecen para financiarse (y para ello, cuanto más alto resulte el precio, mejor). Por otra parte, hay en Madrid 300.000 viviendas vacías (7), el 10% del total.

Si las viviendas vacías se alquilaran, influirían en el sentido de hacer bajar los alquileres (además de solucionar el problema de la vivienda a buena parte de los que lo sufren). En otros países europeos, la mayoría de los ciudadanos alquila, pero en España el mercado de alquiler es casi inexistente. Quien mantiene un piso vacío, está pagando impuestos y perdiendo alquileres. Nadie se infligiría estos perjuicios sin motivo, que es la falta de garantías jurídicas en caso de impago. Los programas del PP, PSOE e IU coinciden en reconocerlo (8). Dar estas garantías a los propietarios estimularía el mercado de alquiler y solucionaría una parte del problema. Por otro lada, La Caixa creará una sociedad inmobiliaria (9) para construir pìsos de alquiler a precios asequibles, para menores de 30 años y mayores de 65. Esta limitación de edades sugiere que se trata de una obra social, aunque dicen que «los beneficios que obtenga la empresa, que primero empezaría a operar en Cataluña, se reinvertirían con el mismo objetivo en un período de 15 años». Si aún alquilando a precios asequibles ven posibilidad de obtener beneficios, será, probablemente, porque sus servicios jurídicos pueden darle garantías que no están al alcance de los ciudadanos particulares.

¿Por qué sube el precio de la vivienda? Pues por la misma razón por la que suben todos los precios cuando suben: porque la demanda es mayor que la oferta. En España, en los últimos cuatro años, se a construido el 40% de todas las viviendas de la UE (2) y, no obstante el enorme aumento de precios, se venden con toda facilidad (y, digamos de paso, que se ven colas de compradores en los estancos, en el correo y en los supermercados, donde la gente compra frenéticamente).

La superficie de la tierra es constante, mientras que la población crece. En otras palabras, la oferta de tierra no aumenta; los compradores sí. La tendencia general de los precios tiene que ser necesariamente al alza.

Los precios en Inglaterra, Francia y Alemania, eran superiores a los de España. Con el Mercado Común aumenta la tendencia a nivelarse(1). Según Martín Ferrán (10) el 30% de los compradores son extranjeros. Es un sustancial aumento de la demanda. Los bajos intereses bancarios favorecen la tendencia a comprar. Al mismo tiempo, la incertidumbre y bajo rendimiento de la Bolsa, hace que muchos inversores transfieran sus ahorros a la vivienda, como refugio seguro y más rentable. Los elevados costos de transacción «desincentivan a la parte de estos demandantes que sean especuladores, entendiendo por tales a los compradores de corto plazo que quieren realizar ganancias con rapidez»(1). No se puede esperar, por lo tanto, que los precios bajen, aunque si que se estabilicen relativamente o suban con más lentitud. Será debido a la falta de capacidad de compra de la mayoría y a haberse alcanzado el nivel medio europeo de precios. Es imprescindible desarrollar el mercado de alquiler.

Las propuestas de exigir que los ayuntamientos vendan tierras por concurso y no por subasta, son muy razonables (6)(5). Pero si actualmente las subastas sirven para financiar a los ayuntamientos, quiere decir que si vendieran a precios menores (que los precios de mercado) tendrían que aumentar los impuestos (a menos que estén incurriendo en gastos innecesarios, prescindibles, lo cual mostraría graves deficiencias de gestión). Si se aumentan los impuestos, habría que estudiar cuidadosamente su incidencia en los ciudadanos y en las empresas (pues podría suceder que sea peor el remedio que la enfermedad).

En la venta de terrenos, como la venta o alquiler de viviendas a menos del precio de mercado («protegida») se debe, como recomiendan los Defensores del Pueblo (11) asegurar «el acceso a colectivos como minusválidos, mujeres con cargas familiares, inmigrantes y víctimas del terrorismo». El ofrecer bienes por debajo del precio de mercado es una subvención que, de buen grado, paga toda la sociedad. Pero no se puede extender demasiado porque una mitad de la sociedad no aceptaría hacerse cargo de los gastos de la otra, sobre todo tratándose de personas jóvenes y sanas. Esta resistencia emerge sobre todo en comunidades pequeñas y en épocas de escasez (circunstancias en las que no basta con apelar a entes abstractos («el Estado») para ocultar que todos los ciudadanos sacrifican parte de sus ingresos para mantener a los no productivos). Seidman cuenta (12, pg.204) que a fines de 1937, durante la guerra civil: «En un mitin de organizaciones campesinas del centro peninsular afiliadas a la CNT, un delegado de Toledo consideró que el apoyo a los improductivos –es decir, viudas, huérfanos, impedidos físicos y ancianos– fue la cuestión que provocó mayor división entre los socios».

Si «impedir la especulación por ley» significa vender suelo público a menos del valor de mercado (sin subasta), constituirá, como se acaba de decir, una subvención. Y las subvenciones no pueden ser generales; son necesariamente excepciones. Si significa penalizar «la retención especulativa del suelo»(5) conviene recordar que la fijación coactiva de precios siempre ha fracasado y da lugar al mercado negro. Fue un importante factor en la derrota de la República en la guerra civil. Citando nuevamente a Seidman (12, pág. 219): «No obstante, la lealtad de muchos trabajadores urbanos disminuyó a medida que los controles gubernamentales se volvían incapaces de evitar el alza de los costes alimentarios. El Presidente de la República informó de que en Valencia y Cataluña la promulgación de los controles de precio dio como resultado la desaparición total de los alimentos de los mercados.»

Naturalmente, el control riguroso de los inmuebles es mucho más fácil que el de los bienes muebles. Pero, precisamente por eso, las amenazas de expropiación son mucho más graves porque afectan el derecho de propiedad. Cuando esto sucede, los capitales emigran y la economía se resquebraja.

De lo dicho podemos concluir que:

  1. En la CAM no hay burbuja inmobiliaria.
  2. No es probable que los precios de los pisos caigan, pero si que se modere su crecimiento.
  3. Se puede desarrollar el mercado de alquiler, modificando la legislación y su aplicación. Si este mercado casi no existe, es porque el derecho de propiedad no está debidamente garantizado. Cuando esto se haga, las nuevas generaciones tendrán vivienda sin necesidad de comprarla.
  4. La «especulación» no ha tenido ningún papel significativo en los rápidos aumentos de precios de los pisos en los últimos años.

2. Especulación, en general

La mayoría de los españoles son propietarios de sus viviendas. Algunos se ven abocados a venderlas (por trasladarse a otra ciudad o país, por necesitar un piso más grande o más pequeño, &c.). Pensemos, no en millonarios ni financieros, sino en cualquier ciudadano modesto, que podría ser yo, o el lector. Si Ud. va a vender su piso (que tal vez compró hace 10 o hace 20 años) ¿lo vendería al precio al que lo compró, o al precio actual de mercado? Aunque le hayan dado el doble de papeles de los que Ud. pagó, con esos papeles podría, en el mejor de los casos, comprar un piso igual al que acaba de vender (si compra rápidamente, porque si espera, no le alcanzará el dinero y tendrá pérdidas). Si Ud. vende a precio de mercado ¿es por eso un «especulador»?

Para que la «especulación» sea un delito, tiene que ir acompañada de monopolio. Si un solo individuo dispusiera de todas las vacas, tendría el monopolio de la fabricación de zapatos de cuero. Pero, además de que esto es imposible, la gente usaría zapatos de plástico (que la tecnología permite hoy fabricar con una calidad igual a aún mejor que los de cuero). Los monopolios suelen durar muy poco tiempo. En el siglo XIX el ferrocarril tenía en EE.UU. el monopolio del transporte de mercancías y los portes resultaban muy caros. Eso mismo estimuló el desarrollo del transporte por carreteras y el costo descendió, dando un fuerte impulso al comercio entre mercados distantes.

«Especulación» es lo que hace todo empresario al planificar su producción para un futuro impredecible, corriendo riesgos. Tal vez en 1940 los fabricantes de las famosas reglas de cálculo Nestler planeaban vender cada vez más unidades en todo el mundo; pero cuando apareció la calculadora electrónica de bolsillo, desaparecieron las reglas de cálculo. Suiza era famosa por su industria relojera, pero la aparición de los relojes digitales, precisos y baratos, terminó con la industria de relojes mecánicos. La especulación es la forma que adopta la economía compleja para asignar capitales para sostener su crecimiento y para correr riesgos en investigación e innovación, preparando un futuro mejor para todos. En Bolsa, quien invierte en empresas de riesgo espera obtener una rentabilidad mayor; pero también el riesgo es mayor y muchos han perdido todo lo que tenían. Los que aceptan correr riesgos son quienes hacen posible nuevas actividades y nuevos productos que, cuando tienen éxito, mejoran la vida de todos. Microsoft tuvo que financiarse, en sus comienzos, con bonos basura. Como tuvo éxito, resultó un gran negocio, además de que hizo posible que todos nos comunicáramos por Internet, leyéramos periódicos electrónicos, y utilizáramos la informática para abaratar todos los aspectos de la producción y administración, mejorando los niveles y calidad de vida. Esa función de la especulación la han mostrado economistas como Hayek y von Mises (13) . Ya en 1871 escribió Carl Menger (14, pg.280, nota 6): «De lo dicho se desprende también la gran importancia que tienen para la economía humana los mercados, ferias, bolsas y, en general, todos los puntos de concentración del comercio. Sin estas instituciones, en el marco de unas relaciones comerciales complejas, sería prácticamente imposible llegar a una formación económica de los precios. La especulación que se desarrolla en estos centros tiene el resultado de impedir formaciones no económicas de precios (sea cual fuera la causa que podría producirlas) o al menos debilitar sus nocivas consecuencias para la economía».

(La economía de la URSS fue un desbarajuste porque los precios eran fijados por una oficina central, ya que no existía un mercado que los estableciera. Esa formación «no económica» de precios implica el despilfarro del capital (medios de producción) con graves consecuencias para la sociedad).

No solo el empresario: toda persona creativa es un especulador. Hace pocos años estudiaban Matemáticas los pocos chiflados que encontraban placer en ella y ningún padre (salvo alguno tan especulador como para intuir el posible futuro) se habría esforzado en influir a sus hijos para que siguieran esta carrera. Hoy, además de apreciarse más la belleza estética y la emoción intelectual que producen las matemáticas, es una disciplina imprescindible para todas las ciencias y tecnologías, civiles y militares.

Pero si los precios galopantes de los pisos no se deben a la «especulación» y si además la especulación no es delito ni pecado sino una virtud de la que depende nuestro futuro, ¿qué sucedió en la Comunidad de Madrid después del pasado 25 de Mayo?

3. Elecciones en la C.A.M.

«Sobre todo, uno tiene que desechar la idea de que se puede satisfacer a las masas con conceptos ideológicos. La comprensión constituye una plataforma poco firme para las masas. La única emoción estable es el odio».Adolfo Hitler (1926)

Los políticos no son todos corruptos, como suele decirse; en este y en otros sentidos son similares a cualquier otro sector de la ciudadanía. Su rasgo distintivo es que disfrutan con el ejercicio del poder, con el prestigio que este otorga, y con otros beneficios asociados. Aquellos que utilizan su puesto para enriquecerse ilícitamente (utilizando información privilegiada, traficando su influencia para trámites o negocios, o recibiendo comisiones ilícitas de proveedores del Estado, comunidades o ayuntamientos) son tan delincuentes (o más) que quienes hacen cosas similares en empresas privadas.

El objetivo de los partidos políticos es atraer votos para lograr el poder. Formulan su política, no debido a sus «ideas», sino como medio para obtener votos. Y no pretenden conseguir sus cargos para realizar políticas preconcebidas (según determinada ideología) sino que ejecutan políticas para conservar sus puestos (15). Esto es así, y es lo lógico y lo correcto. «Indignarse» porque la política funcione de esa manera, es propio de ingenuos o de hipócritas. Teniendo en cuenta este marco conceptual y sabiendo que el diputado Eduardo Tamayo fue crucial en la elección de Zapatero como líder del PSOE (para lo cual tuvo que cambiar el destinatario inicial de su voto), es coherente aceptar como verdadera su afirmación de que se le había prometido cierta cuota de poder en la CAM. También se puede suponer que Zapatero y Simancas no tenían la intención de perjudicarlo incumpliendo lo pactado. Pero el partido más votado resultó ser el PP. La única posibilidad del PSOE de acceder al poder, era pactar con IU. Lamentablemente IU no se conformó con el 7% a que le daba derecho los votos aportados: exigió el 50%, sabiéndose imprescindible.(El 28-5-03, antes de la rebelión de Tamayo Y Sáez, dirigí un E-mail a «El País», señalando la actitud chantajista de IU (16)). La FSM cedió al chantaje y por eso no pudo cumplir con Tamayo y su grupo.

Lo más suave que se dijo de Tamayo y Sáez, fue llamarlos «tránsfugas». ¿Lo son? Ellos, al sentirse ninguneados por la FSM, reaccionaron no asistiendo a la votación de investidura. Zapatero los expulsó de inmediato. Yo creo que hubiera sido más prudente hablar con ellos. Y ponerse los pantalones frente a IU. Se les podía haber ofrecido el 20% en lugar del 7% que les correspondía, pero nunca el 50%. Así habrían podido cumplir con Tamayo. Al no hacerlo, se hizo imprescindible una nueva convocatoria electoral. Pero los dos diputados no se pasaron a otro partido, y solo al ser expulsados del PSOE, fundaron otro. Su actitud puede ser criticable, pero lo realmente grave fue la torpeza de la dirección del PSOE.

Se les acusó de haber sido comprados por una trama inmobiliaria, y, al mismo tiempo, se culpó al PP. Una comisión investigadora, después de sesiones maratónicas, «solo ha probado que Tamayo y Sáez no actuaron por motivos ideológicos».{Ni el PSOE, ni IU ni el PP: la pugna es por el poder} y «todos asumen que no se podrá destapar ninguna trama inmobiliaria» (17). Hasta El País, que es firmemente «anti PP», escribió en un editorial (18): «La Comisión ha mostrado compadreos sospechosos, pero no pruebas de que la iniciativa de la espantada fuera del PP. Tal vez los socialistas fueran demasiado lejos al plantear su acusación en términos tan drásticos».

Esto ya lo había anticipado un mes antes Gabriel Tortella (19) denunciando que las listas cerradas son «un cercenamiento inadmisible de la libertad del elector», y termina diciendo: «Lo que más hiede a corrupción no es Madrid; lo que despide un olor insoportable es la Ley Electoral y las directivas de los partidos que incumplen sus promesas de reformarla».

{La ley Electoral al exigir las listas cerradas, además de cercenar la libertad del elector, ata al diputado a la férula de la dirección de su partido y está en contradicción con un reciente pronunciamiento judicial según el cual la banca pertenece al diputado y no al partido. Modificar la Ley Electoral eliminaría también esta incongruencia}.

Tamayo dijo haber recibido amenazas de muerte, lo que no es extraño, teniendo en cuenta la violencia de los insultos con los que lo agredieron públicamente, no skinheads, sino intelectuales que no podían dejar de conocer todo lo dicho hasta ahora. Sólo como botón de muestra: se trató a la diputada Sáez de «rata»; «Tamayo que evidentemente está podrido...(...). No digo que no de asco acercarle la boca (los palpos, en el caso de Teresa Sáez» (20). Tal vez a comienzos de Julio muchos creían que las calumnias eran verdaderas. Pero el mismo escritor, el 24-10-03, habla de «los romeros de tejada y a los tamayos y a las sáez...»(21).. El escribir los apellidos con minúscula no es solo insultante: es exactamente lo que hizo Stalin en la «Historia del P.C.(b) de la URSS» con un grupo de personas a las que luego hizo fusilar (y que no habían cometido delito alguno).

Otro intelectual (22) habla de «el fino olfato de Tamayo, educado en establos y estercoleros...» En la misma página, un dibujo de El Roto muestra un gran cartel colgando de un edificio, en el que dice «Exclusivas Aguirre. Un piso, un voto». Si algún candidato fuera capaz de dar un piso a cada uno de sus votantes, estos serían millones. Pero no estoy enterado de que Esperanza Aguirre ofreciera pisos a cambio de votos. Otro candidato obtendrá al menos algunos votos por ofrecer transporte gratis a jóvenes y viejos. Después de la investigación hay que suponer que las acusaciones eran infundadas, pero algunos dictaron sentencia a priori y nada les importa la realidad.

Los insultos y calumnias son parte de una campaña que intenta azuzar odios y cabalgar sobre el odio para lograr el poder. Es una técnica peligrosa, porque, como el genio de la botella, una vez desatado puede ser incontenible. Pero Millás (21) dice también: «La izquierda no es perfecta». No es un chiste; al parecer lo dice en serio. Nada es perfecto. El problema de la izquierda no es no ser perfecta, sino, simplemente, no ser.

4. La «unidad de la izquierda»

Muchos consideran todavía, que «la división derecha-izquierda (es) esencial en política» (23). A mi entender (24 y 25) no son categorías políticas; forman parte del marketing electoral, es decir, de la metapolítica. Querer «el bien del pueblo» es, sin duda, un deseo de izquierda. Pero ¿basta con desearlo? Son innumerables los casos(los anabaptistas de Münster, los comunistas en a URSS, las democracias populares, Corea del Norte, Vietnam, Italia fascista, Alemania nazi, etc.) en que se intentó desde el poder, con resultados desastrosos.

A este respecto escribió Gustavo Bueno (26, pág. 147): «La equivalencia entre izquierda política y progresismo es solo una equivalencia interesada y banal». «Puede concederse que los proyectos transformadores de la izquierda tienen una intención progresista, es decir, que van orientados a la mejora de la sociedad. Pero estas intenciones, siempre subjetivas, no pueden tomarse como criterio para una definición real y objetiva. Ante todo porque también la derecha ha asumido esas pretensiones de mejora (a las que llamaría reformistas); y sobre todo, porque las pretensiones, tanto las de la derecha conservadora reformista como las de la izquierda transformadora o revolucionaria no pueden confundirse con la realidad de las trayectorias respectivas. Y no solo por que las pretensiones progresistas de la izquierda no lleguen a término por desfallecimiento o corrupción de sus gestores (es decir, por motivos contingentes), sino porque acaso esas pretensiones progresistas no pueden ser consideradas siquiera por si mismas progresistas, sino imprudentes y aún catastróficas (es decir, contraproducentes) o sencillamente inviables (utópicas)».

«Los ingenieros que proyectaban, en el siglo XVII, subir con bombas el agua de los pozos más de diez metros podían considerarse en sus intenciones como más progresistas que aquellos otros que se contentaban, en actitud conservadora, con los proyectos limitados a cinco, siete, ocho o nueve metros; y quienes proyectaban bombas {es obvio que Bueno se refiere a bombas aspirantes} para subir agua a más de quince metros podrían considerarse como más progresistas que quienes se detenían en los diez metros. Sin embargo ni los ingenieros de los quince metros, ni los más audaces de los treinta metros podrían considerarse como progresistas: eran simplemente ignorantes y, después de Viviani-Torricelli, sencillamente estúpidos. En estos casos eran los conservadores, no solo los más prudentes, sino también los más sabios y, en el terreno económico, los más progresistas puesto que evitaban los gastos inútiles».

Y antes, en pg.18: «Nosotros, en nombre de la Izquierda...» dice un dirigente socialista de quienes se enfrentan a otros adversarios políticos y buscan producir en ellos la impresión (así como también corroborarla en ellos mismos) de que la coalición de diversos grupos electorales es mucho más profunda de lo que pudiera serlo un pacto electoral de conveniencias. «Nosotros somos la Izquierda y por ello nos hemos coaligado». En lugar de decir: «Porque nos hemos coaligado utilizamos el término «la Izquierda» como rótulo de nuestra coalición».

Esta es exactamente la percepción ya mencionada de Anthony Dawns (15) y viene como anillo al dedo a la coalición PSOE-IU en la CAM.

El PSOE es un partido constitucionalista, es decir que actúa dentro del «sistema». Es el principal competidor del PP y muy similar a éste. Las diferencias se refieren a las características personales de sus cuadros. El PSOE tuvo dirigentes muy capaces. Ahora, el PP parece ser un administrador más eficiente. Superar esta diferencia es lo que todos esperábamos de la nueva Dirección del PSOE, porque la democracia necesita un partido de oposición sólido y en condiciones de asumir las mayores responsabilidades en cuanto la ciudadanía lo decida. Lo peor que puede suceder como resultado de elecciones, son las mayorías absolutas. No es prácticamente posible elegir a los más «sabios» ni a los más «honrados». Pero al menos es posible desalojar a quienes mostraron no tener estas cualidades. Conviene que el apoyo a los partidos esté tan repartido como para que cada uno perciba que la alternancia –posibilidad que es la grandeza de la democracia– puede ser inminente.

IU es un partido cuyo objetivo es cambiar el sistema y que en el País Vasco apoya al nacionalismo de extrema derecha. Aún reconociendo que el discurso de Llamazares suaviza el stalinismo de Anguita, IU es lo opuesto al PSOE (y al PP). Quienes hablan de «unidad de la izquierda» quieren una unidad en torno a una palabra, no a objetivos comunes.

Como dijo Gustavo Bueno (26, pág. 161): «...los partidos tradicionales de derecha (...) mantienen proyectos más a la izquierda que los propios partidos socialdemócratas...» Ya en el siglo pasado, comentando un discurso del jefe de la derecha española, José Calvo Sotelo escribió Ignacio Sotelo(28): «Las consideraciones críticas sobre el marxismo que aporta Calvo Sotelo, recopilando opiniones de a derecha europea de entonces, parecen hoy día hasta para la izquierda más recalcitrante, a la vez que la propuesta que hace de un capitalismo controlado por el Estado supera por la izquierda ampliamente las posiciones actuales de socialistas y sindicalistas». Pero tal vez lo más interesante de este discurso de Calvo Sotelo (29) es su coincidencia con la izquierda actual en sus ataques al liberalismo, utilizando los mismos argumentos y cometiendo los mismos errores.

El 25 de Mayo de 2003 los madrileños votaron a dos grandes partidos constitucionalistas (NO a la «izquierda») y el PP tuvo una ligera ventaja. Por supuesto que, aunque la coalición PSOE-IU es contra natura, no está contra la ley. Pero si eso es lo que querían los madrileños, tienen oportunidad de corroborarlo en la nueva convocatoria del 26/10. ¿Cuál es el problema (aparte del fastidio y del costo de la repetición)? Y si no se repiten los resultados, ¿por qué será?

Ansón escribió (27): «La verdad es que, gracias a la rebelión de Tamayo y Sáez, el pueblo madrileño se ha librado de una operación profundamente antidemocrática que se había perpetrado en la Comunidad».

Referencias

  1. Paloma Taltavall, «Equiparación con Europa», El País, 19-10-03
  2. Santiago Carbó Valverde, «Auge, boom o burbuja?», El País, 19-10-03.
  3. Luis García Montero, «Optimismo», El País, 13-8-03.
  4. Manuel Vázquez Montalbán, «Corrupciones», El País, 30-6-03.
  5. «Simancas pretende destinar todo el suelo público a viviendas sociales», ABC, 17-9-03.
  6. Enrique Múgica, «Protagonistas» (Onda Cero), 21-10-03.
  7. «Fausto Fernández construirá 120.000 viviendas si llega al gobierno», El País, 9-10-03.
  8. «Elecciones en Madrid», El País, 14-10-03.
  9. «La Caixa creará una sociedad para promover pisos de alquiler asequibles para jóvenes y mayores», El País-Economía, 21-10-03.
  10. Manuel Martín Ferrán, «Protagonistas» (Onda Cero), 21-10-03.
  11. «Los Defensores del pueblo exigen una intervención públia para abaratar el suelo», El País-Economía, 21-10-03.
  12. Michael Seidman, A ras de suelo, Alianza Ensayo, 2003.
  13. Sigfrido Samet, «Un precursor de Adam Smith», El Catoblepas, nº 6.
  14. Carl Menger, Principios de Economía Política, Unión Editorial, 1997.
  15. Anthony Dawns, en Diez textos básicos de ciencia política, Ed. Ariel, 1992.
  16. Sigfrido Samet, «...Seré breve», El Catoblepas, nº 17.
  17. «La comisión sólo ha podido probar que Tamayo y Sáez no actuaron por motivos ideológicos», El País, 3-8-03.
  18. «Campaña por Madrid», El País, 26-8-03.
  19. Gabriel Tortella, «El revés de la trama», El País, 19-7-03.
  20. Juan José Millás, «La rata», El País, 4-7-03.
  21. Juan José Millás, «Votemos», El País, 24-10-03.
  22. Moncho Alpuente, «¡Alarma, alarma!», El País, 22-10-03.
  23. Yann Mouliuer Boutang. «¿Hay un uso de izquierda del pensamiento reaccionario?», Archipiélago, nº 56, mayo-junio 2003.
  24. Sigfrido Samet, «Unicornios», El Catoblepas, nº 9.
  25. Sigfrido Samet, «¿Qué haría yo si fuese caballo?», O Debatedouro, Edición Especial II (Focos de tensión).
  26. Gustavo Bueno, El mito de la izquierda, Ediciones B, 2003.
  27. Luis María Ansón, «Desbaratada la operación antidemocrática que se cernía sobre Madrid», La Razón, 26-8-03.
  28. Ignacio Sotelo, «La derecha de ayer y de hoy», El País, 27-7-1996.
  29. José Calvo Sotelo, El capitalismo contemporáneo y su evolución, Ed. Cultura Española, Valladolid 1938 (leído por su autor el día 30 de Noviembre de 1935 en la sesión inaugural del curso 1935-36 de la Academia Nacional de Jurisprudencia y Legislación).

 

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