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El Catoblepas, número 40, junio 2005
  El Catoblepasnúmero 40 • junio 2005 • página 9
Comentarios
Educación para la ciudadanía

De debates, talantes,
diálogos y demás demagogias

Demetrio Pérez Fernández

Un comentario sobre el Anteproyecto de ley de Educación del PSOE
o el Antiproyecto de la Antifilosofía

Aquello que algunos veíamos venir desde hace algún tiempo ya ha tenido su plasmación en el Anteproyecto de la nueva ley educativa (LOE) impulsada por el gobierno del PSOE y presentado, en solitario, hace apenas un mes. En efecto, tras la mascarada de debate y pantomima de conclusiones acerca del documento «Una educación de calidad para todos y entre todos», un documento oscuro y confusionario donde los haya, que nos mantuvo «adormecidos» durante el otoño-invierno pasados, y tras el compromiso por parte del MEC de no tocar la enseñanza de la Filosofía en el Bachillerato, el Anteproyecto de ley de Educación que ahora ve la luz supone, a mi juicio, un grave atentado contra la Filosofía y su presencia en la Educación Secundaria. Con todo, la Filosofía ya ha salido más o menos ilesa de atentados muy famosos: la muerte de Sócrates, la huída de Aristóteles..., la LOGSE y muy recientemente la LOE. Éste último, sin embargo, adquiere tintes de cierto ensañamiento por parte de nuestras autoridades educativas.

Sería demasiado fácil aquí y ahora, argumentar en favor de la enseñanza de la Filosofía utilizando, para ello, razones profundamente inconsistentes y a su vez del todo criticables del tipo de las que se vienen repitiendo en estos días por boca de muchos que, paradójicamente se las prometían muy felices el 14 de marzo del pasado año: la Filosofía enseña a pensar, la desgraciada pérdida de horas por parte del profesorado de la materia, la tradición filosófica, &c. Personalmente, me interesan muy poco esas razones y sí mucho más hurgar en otras, aquellas por las cuales unos responsables (sic) políticos del MEC han tomado semejante decisión. Así pues, ¿cuáles son las razones de semejante exclusión? (porque, dándole la vuelta a una frase muy utilizada últimamente por esos responsables (sic), «la sociedad del conocimiento parece que sí admite exclusiones»).

Aclarando, en primer lugar, que no debemos confundir la Filosofía con la enseñanza de la Filosofía, pero reconociendo la intensa relación entre ambas, se me ocurren, para empezar, un tipo de razones que podemos denominar razones psicológicas: Parece haber, tradicionalmente, en las filas del PSOE una cierta fobia hacia la Filosofía (fobia que ya viene dada desde la implantación de la LOGSE), y no precisamente porque no sea valorada en su justa medida, sino porque quizás nunca han conseguido entenderla a pesar de que probablemente les encantaría (¿frustración?, ¿complejo de inferioridad?). La Filosofía, por otro lado, es un asiento incómodo para políticos que recurren con demasiada frecuencia a argumentaciones erróneas desde un punto de vista lógico, a falacias ad hominem, ad populum o del consensium gentium.

Un segundo grupo de razones las podemos etiquetar como gnoseológicas o razones gnoseológicas: No es nueva la mentalidad positivista o pseudopositivista de quienes pretender dar un mayor peso y presencia a las ciencias, las nuevas tecnologías o incluso los idiomas en detrimento de los denominados saberes humanísticos, incluyendo dentro de ellos, confusamente, a la Filosofía y olvidando un principio fundamental, a saber, que la Educación Secundaria ha de ser una educación general. En esta línea cabría señalar, por ejemplo, la sustitución de la Filosofía por otra nueva materia de nombre «Ciencias para el mundo contemporáneo» en el Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, o también, la desaparición de la Ética en 4º de ESO para dar paso a una nueva asignatura llamada «Educación para la Ciudadanía», aunque sin contenidos precisos, nueva Formación del Espíritu Nacional en versión psoeísta, en la que, según parece, tendremos que enseñar a nuestros alumnos a ser buenos (ciudadanos), un disparate filosófico de lo más clamoroso.

Un tercer conjunto de razones podrían ser catalogadas como de orden ontológico o razones ontológicas: El que no sabe qué es la Filosofía ni sabe para qué sirve, mal sabrá qué hacer con ella. A lo sumo, quizás sirva para hacer esta nueva ley de Educación, así, aunque la enseñanza de la Filosofía se vea mermada en la Educación Secundaria, hay mucha Filosofía en la Reforma, venía a decir un adalid de la LOGSE allá por el año 95, o aún mejor, la Filosofía sirve, sin lugar a dudas, para jugar muy bien al Trivial, como relataba una exalumna ya algo madurita. Pero lo curioso del caso es que el que no sabe qué es la Filosofía ni sabe para qué sirve, enseguida concluye que no sirve para nada. Otra vez un argumento falaz (falacia ad ignorantiam). A este respecto cabe citar aquí las palabras de Gilles Deleuze en su texto «Nietzsche y la filosofía», «Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz». Es obvio que se trata de una interrogación retórica, que quien hace esta pregunta ya conoce la respuesta: para nada. El caso es que sí sirve, pero quizás sirva para lo que algunos no quieren que sirva.

Claro que, bien mirado, si de lo que se trata con la nueva ley de Educación es de compartir esfuerzos y de tener motivados y contentos a nuestros alumnos, ¿para qué traumatizarlos atormentándolos con explicaciones abstrusas sobre deducciones naturales, sobre las vías tomistas o las categorías aristotélicas o kantianas?. ¿Para qué llenarles la cabeza con un montón de ideas que, lejos de aclararles algo, les aborrece, les confunde, les contraría y les angustia?. Es más que obvio, es un hecho, que la Filosofía es absolutamente incompatible con la felicidad de nuestros alumnos así es que, eliminémosla por completo del mundo de la enseñanza, de todos los mundos posibles. No tiene sentido, ni tan siquiera, mantenerla a base de sucedáneos, como más o menos se pretende. Además, ¿se puede vivir sin Filosofía?. La respuesta es: rotundamente sí. Y si no, que se lo pregunten a los Yanomamos, a los Piaroa, a los Hopi o a los Maring. Estas tribus, no equipos de béisbol, viven de lo más feliz del mundo sin Filosofía..., y sin Física, y sin Química, y sin Historia... ¿Y qué hay de los sufridos filósofos y profesores de Filosofía?. Nada, en cuanto seres absolutamente contingentes que somos, siempre nos quedará publicar un libro que se convierta en un best-seller, a lo Jostein Gaarder, formar parte de algún «comité de sabios» que elaboren algún informe que nunca será tenido en cuenta, como Emilio Lledó o Fernando Savater o, mejor aún, pedir asilo en el Jardín de Epicuro (allí sí que se debe ser feliz). Delenda est Philosophia...

 

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