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El Catoblepas, número 41, julio 2005
  El Catoblepasnúmero 41 • julio 2005 • página 14
Economía

A propósito del teorema económico
de los bienes autorreproducibles. Análisis gnoseológico del mismo: interpretación y crítica

Francisco Rosa Novalbos

Se analiza desde la Teoría del Cierre Categorial el teorema económico de los bienes autorreproducibles construido por Alfonso Barceló y Julio Sánchez, atendiendo principalmente a los modos gnoseológicos utilizados y a las diversas metodologías alfa y beta-operatorias entre las que se mueve. Se reflexiona también sobre la relación de la categoría económica con las otras categorías antropológicas

I. Introducción

Pocos dudarán de que la Economía sea una ciencia humana o ciencia social, con lo que ello conlleva implícitamente, a saber, la sensación o la aseveración de que no se trata de una ciencia exacta. En este artículo vamos a dar cuenta de por qué esto es así, aunque también vamos a exponer ciertos contenidos (relaciones) económicos que pueden considerarse exactos.

Desde la Teoría del Cierre Categorial que ha construido o está construyendo Gustavo Bueno [1992] el concepto de «ciencia» en su sentido más fuerte denota al conjunto de las ciencias físico-químicas y formales. Pero existe un sentido menos fuerte del concepto en el que caben las ciencias humanas y etológicas. La fisura entre «ciencias humanas/etológicas» y «ciencias naturales/formales» viene dada por el requerimiento de la neutralización de las operaciones gnoseológicas, es decir, las operaciones de los científicos, para poder llegar a construir identidades sintéticas, verdades necesarias, pues las operaciones son el lugar de la contingencia. Esto, que es posible en las «ciencias naturales» y formales se complica en las humanas y etológicas por la aparición en su campo temático de operaciones propias de los términos a estudiar: las operaciones que realizan hombres y animales en su vida diaria o en el laboratorio. Evidentemente la contingencia no es absoluta y se pueden encontrar patrones de comportamiento más o menos estables, por ello es posible algo así como una ciencia, o saber, sobre estos campos; sin embargo, la mayoría de estos patrones nunca serán absolutamente necesarios.

Ahora bien, si fuera posible que las operaciones temáticas quedasen neutralizadas, igual que quedan las gnoseológicas, podrían establecerse identidades sintéticas, verdades, en estos saberes. En función de este requisito Gustavo Bueno nos ha ofrecido una clasificación de las diferentes metodologías que pueden presentar las «ciencias humanas y etológicas»; diferentes metodologías que, además, darían cuenta de la perpetua, por constitutiva, polémica interna a estos saberes sobre su objeto (campo temático), métodos, fundamentos, &c.

Estas metodologías y su posible ejemplificación en Economía (siguiendo y ampliando lo dicho en el artículo de Javier Delgado Palomar{1}) serían:

Metodologías-α1: cuando la neutralización de las operaciones temáticas tiene lugar en el regreso a factores anteriores (físicos, fisiológicos o neurofisiológicos) a dichas operaciones. En tal caso se encontraría, si es que fuera cierta, es decir, si sus supuestos hubieran sido demostrados por la neuro-psicología, la Teoría de la utilidad marginal, en la que se basan posteriores desarrollos marginalistas (microeconómicos) y neoclásicos. También estaría, según Javier Delgado Palomar, la Termodinámica económica.

Metodologías-α2: cuando la neutralización de las operaciones tiene lugar en el progreso a los resultados de tales operaciones, construyendo procesos con leyes específicas que no se reducen a tales operaciones, sino que las envuelven.

Este progreso puede hacerse hacia contextos genéricos que envuelven también a procesos naturales, metodologías-Iα2: en tal caso se encontraría, por ejemplo, el modelo no lineal denominado «sistema Lotka-Volterra» aplicado por Paul Ormerod [1994: 235ss.] a la relación entre tasa de desempleo y porcentaje de beneficios –este modelo fue aplicado en los años 20 por Lotka a ciertas reacciones químicas y posteriormente por Volterra a las migraciones de peces en el atlántico–.

Pero dicho progreso también puede realizarse hacia contextos específicos de las situaciones humanas (estructuras culturales, por ejemplo): metodologías-IIα2. En tal caso están la práctica totalidad de los desarrollos teóricos en Economía, especialmente los clásicos{2}.

Luego estarían las metodologías-β: aquellas que no han logrado segregar a las operaciones, sino que se desenvuelven entre ellas, con el consecuente menor grado de cientificidad:

Metodologías-β1: cuando se regresa a operaciones o contextos operatorios envolventes, solo que este regreso puede efectuarse desde objetos culturales o desde operaciones en sentido estricto.

En el primer caso, denominado metodologías-Iβ1, estarían las investigaciones sobre el uso y la producción económica, más o menos inmediata, de un determinado objeto (bien económico), por ejemplo, investigaciones del tipo «economía de la vid en el sudoeste madrileño». Probablemente este tipo de metodologías, por lo que toca a la economía, constituyan una fase interna a las metodologías-IIα2, pero también pueden figurar como fase previa a ciertas metodologías-IIβ1.

En el segundo caso, metodologías-IIβ1, podría situarse el paralelo al caso anterior con los servicios, así como, en general, todo tipo de investigación sobre los antecedentes de determinadas operaciones (económicas) de un sujeto, una empresa, antecedentes tanto a nivel contextual (operaciones de otros agentes) como proléptico, intencional, del propio sujeto temático, todo lo cual la mayoría de las veces pide internamente un desbordamiento del campo económico hacia otras disciplinas como la política, sociología, psicología o praxiología en general, situándonos en el horizonte de la historia: la «historia económica» tendría en esta metodología su lugar propio.

Metodologías-β2: cuando se progresa, en un sentido causal, desde las operaciones del sujeto gnoseológico a las del sujeto temático, es decir, cuando el científico (social) intenta determinar causalmente las operaciones del sujeto o los sujetos investigados. Lo cual significa situarnos ante disciplinas prácticas que en el campo económico serían, por ejemplo, la Administración de Empresas, la Gestión Pública o la Política Económica.

II. Exposición del teorema e interpretación

Pues bien, con todo esto lo que intentaremos será ver qué tipo de cientificidad existe en el llamado «teorema de los bienes autorreproducibles», construido por Alfonso Barceló y Julio Sánchez{3}. Según Barceló la ley que en él se extrae es local, esto es, para un sector económico muy restringido, no obstante, es válida para distintos sistemas económicos y es cuantitativamente precisa. Esta ley se apoya sobre el enfoque reproductivo de Piero Sraffa y se configura, según Barceló, a partir de dos ideas (contextos determinantes{4}, según la Teoría del Cierre Categorial) que nunca antes habían sido combinadas:

1. «Bienes parientes»

Dado un método de producción y utilizando una determinada cantidad de factores productivos –materias primas (m), auxiliares (x) medios de trabajo (t), fuerza de trabajo (L), &c.– en el lapso t1, se fabricarán un determinado número de unidades (f) del producto A:

m + x + t + L = fA

Hasta aquí contamos con (el modo gnoseológico{5} de) una definición, una definición construida a través de una metodología Iβ1 (partimos del producto A y regresamos a las operaciones de su producción) seguida de un primer modo (y acaso el decisivo) de neutralización de dichas operaciones temáticas a través de la consideración de los factores productivos, es decir, a través de un cierto cierre operatorio objetual presente en la construcción de los términos denominados como «factores productivos», cierre que no sería posible sin la existencia de algún cierre proposicional, un teorema previo al que consideramos y en el que hubieran intervenido. Dicho teorema podría denominarse como «teorema de la economía reproductiva» y estaría presente en los modelos reproductivos{6}, construidos a través de metodologías IIα2. En dichos modelos el precio de un producto (en este caso el producto A) se establece en función de los precios de producción (costes más margen de beneficios). Las condiciones de producción del producto A serían:

(m·pM + x·pX + t·pT) (1+r) + L·w = f·pA

Se trata de una ecuación (relación) en la que aparecen las cantidades utilizadas de los distintos factores productivos multiplicadas por sus respectivos precios, donde r es el beneficio (expresado en fracción de la renta nacional) que se distribuye por igual entre todas las industrias, donde L es la cantidad de trabajo utilizada, w es el salario por hora trabajada y pA el precio del producto A. Esta ecuación formaría parte de un sistema (modelo complejo) en el que deberían aparecer las condiciones de producción de los mismos factores productivos para poder establecer los distintos precios (relativos) de cada producto que harían estable al sistema económico, es decir, que permitieran su reproducción [Sraffa, 1960: 17-28].

Pues bien, dos bienes son similares o parientes desde el punto de vista de la producción si en ella se utiliza la misma cantidad de cada factor productivo, aunque el método de producción sea distinto. No obstante, mientras en el mismo lapso t1 se fabricaban f unidades del producto A, del producto B se fabricarán g unidades:

(m·pM + x·pX + t·pT) (1+r) + L·w = f·pA

(m·pM + x·pX + t·pT) (1+r) + L·w = g·pB

Contamos ahora con otro modo gnoseológico, el de la clasificación tipológica (clasificación distributiva ascendente), que constituirá parte del contexto determinante en el que se fraguará el teorema en cuestión: no tratará sobre todos los bienes, sino exclusivamente de los parientes. Se ha construido un término complejo a partir de una relación isológica entre dos bienes, lo cual, en el eje sintáctico supone una relación entre dos relaciones, esto es, un sistema de relaciones, un modelo complejo. Estaríamos ante un modo gnoseológico mixto entre la clasificación y el modelo, aunque en rigor todo modelo complejo (que conste de varias relaciones) requiere del paso previo de la clasificación de relaciones (no de términos), ya sea tipológica, ya sea agrupatoria (clasificación atributiva ascendente).

El miembro izquierdo de cada relación, en el caso particular de los bienes parientes, se denomina insumo distinguido (ID):

ID = f·pA

ID = g·pB

Este será el contexto determinante de las dos identidades sintéticas con carácter esencial que podamos construir. A partir de aquí, según el modo de la demostración, se construye una identidad sintética, se extrae una característica de los bienes parientes (que, no obstante no se utilizará en el teorema de los bienes autorreproducibles). De las anteriores relaciones se sigue que:

f·pA = g·pB

Agrupando precios en un miembro y cantidades en otro:

pA/pB = g/f

Quiere esto decir que, en semejante lapso temporal, y con la misma cantidad de factores productivos, se fabrican un determinado número de unidades (f), del producto A que multiplicado por su precio (pA) ha de ser igual al número de unidades del producto B (g), fabricadas en el mismo lapso, multiplicado por el suyo (pB). Lo cual significa que la relación valorativa entre esos dos bienes es una constante. Dicho valor relativo no se verá alterado por ningún cambio sufrido en la economía (aumento de precios, cambios en la distribución entre salarios y beneficios, &c.); también se mantendrá con independencia del destino (consumidor) final.

Esta identidad sintética «formal» entre términos económicos (precios y cantidades), para poder segregar las operaciones gnoseológicas que llevan a su construcción, especialmente las operaciones demostrativas, pero también las operaciones clasificatorias, ha de convertirse en una identidad sintética material a través del hallazgo recurrente de bienes parientes, de la identidad entre la razón de sus precios (precio relativo) y la razón de sus cantidades producidas en el mismo tiempo, así como por la constancia de dicha razón a través de diferentes circunstancias; es decir, el teorema de los bienes parientes no termina en esa identidad sintética «formal», sino que ha de comprobarse recurrentemente en cada caso de bienes parientes; dicha identidad sintética «formal» ha de ser re-construida materialmente en cada caso, y será a partir de las diferentes identidades entre los diferentes cierres objetuales (precio relativo en el momento 1, precio relativo en el momento 2, &c., razón de cantidades en el momento 1, razón de cantidades en el momento 2, &c.), para cada caso de bienes parientes, como pueda quedar demostrado el teorema en la medida en que todos esos cursos operatorios gnoseológicos independientes confluyan en la identidad sintética, ahora reconstruida materialmente. Dichas identidades materiales, por cierto, se darán a través del modo de la definición, aunque se trata de una definición objetual, no meramente proposicional, se trata de la construcción de términos concretos a partir de términos concretos, por ejemplo, la construcción del precio relativo a partir de los precios de dos bienes parientes reales. Estos cursos operatorios independientes se neutralizarán mutuamente, ya que la identidad no dependerá esencialmente de ninguno de ellos en concreto, sino del conjunto distributivo de casos (lo cual no significa que una excepción invalide el teorema, habrá que buscar las causas de la excepción) y ni siquiera, pues si así fuera estaríamos ante una estructura fenoménica. La relación entre estos cursos «verificativos» es isológica, se trataría formalmente del mismo curso aplicado a una multiplicidad de casos. Hay que tener en cuenta, pues, la relación heterológica que mantienen estos cursos con el «formalmente» demostrativo, relación que también es fuente de identidad sintética y de segregación operatoria mutua. Habríamos llegado a esa identidad a través de diferentes cauces, lo cual la constituye como esencialmente objetiva.

Así, pues, habríamos alcanzado una estructura objetiva específica del campo (antropológico) económico, según Bueno; nos encontraríamos ante una metodología económica IIα2 –sin embargo, según Alvargonzález, al haber alcanzado una estructura matemática estaríamos ante una metodología 2–.

Si, no obstante, hubiera una multiplicidad de casos de bienes parientes que no cumplieran esta condición de la constancia de sus precios relativos, dada la corrección formal del teorema, habremos de revisar alguna de las suposiciones materiales, que decían los escolásticos, en particular habríamos de revisar el modelo reproductivo de los precios de producción mencionado más arriba, pues existen otros modelos de formación de los precios, como el de la oferta y la demanda. La existencia de múltiples modelos de formación de los precios no puede ser debida exclusivamente a la ideología o idiosincrasia de los economistas, aunque sí el sostenimiento recalcitrante de algún modelo en según qué casos, sino a las peculiaridades temáticas de los mercados reales investigados, peculiaridades operatorias: no es lo mismo un mercado del sector industrial que uno del sector financiero, y dentro del mismo sector pueden existir peculiaridades locales. Estas variaciones operatorias en la formación de precios particulares quedan envueltas por los datos estadísticos (según el modo de la clasificación agrupatoria); envueltas, pero no segregadas. Si a ello le añadimos la dificultad estadística para recoger datos fiables sobre los precios (ya que el fraude fiscal, operatorio, por supuesto, está a la orden del día), se producirán desviaciones, más o menos relevantes, de la identidad sintética en cada caso, todo lo cual hace que las identidades sintéticas de este campo sean algo precarias, es decir, que quizá no gocen del carácter necesario que presentan las identidades sintéticas de otros campos. Y esto, por cierto, tiene que ver con la imposibilidad de establecer principios de la ciencia económica; lo que a veces se denominan como tales quizá no sean sino postulados, normas operatorio-gnoseológicas{7}. Pero, bueno, continuemos con el teorema de los bienes autorreproducibles.

2. Bienes autorreproducibles

Para construir el segundo esquema material de identidad partimos del modo de la clasificación; Barceló [1992, pág. 84] clasifica distributivamente los bienes económicos que existen en:

1. No producibles: aunque se puedan extraer, como el petróleo, carbón, &c.
2. Producibles:

2.1. No re-producibles: bienes únicos, como las obras de arte.
2.2. Re-producibles: la mayoría de los bienes, los cuales se producen en factorías resultando un gran número de artículos semejantes.

2.2.1. No auto-reproducibles: bienes reproducibles artificiales, pertenecientes al sector secundario, industrial.
2.2.2. Auto-reproducibles: bienes «naturales» (animales y plantas), una de cuyas propiedades es la de autorreproducirse, generar por sí mismos nuevos individuos de la misma especie.

Los bienes autorreproducibles son aquellos animales y plantas que se reproducen autónomamente, actividad que siempre han realizado en su hábitat natural, aunque ahora se encuentran bajo control social. Obsérvese que se trata de una clasificación que cursa a través de una metodología 1, pues estamos regresando a las operaciones de producción de los bienes y, en rigor, estamos clasificando dichas operaciones{8}. Dichos bienes poseen una tasa de reproducción que «es una variable biotecnoeconómica que puede ser considerada como un parámetro específico para un período histórico determinado, aunque no sea una constante atemporal» [Barceló, 1992: 137]. Barceló denomina a esa magnitud «tasa específica de excedente», y según él se define formalmente como:

τA = (cosecha de A - siembra de A) / siembra de A

Estaríamos ante el modo de la definición. Originalmente no estamos, sin embargo, ante una definición, sino ante una descomposición. Tratándose de productos que entran en su propio proceso de producción y, además, como parte más importante, la cosecha se puede descomponer en la siembra y el excedente; siendo f la cosecha, a la cantidad sembrada y e el excedente:

f = a + e

Que expresada exclusivamente en términos de la siembra, resulta

f = a + τA·a

donde, ahora sí, se define, aunque nominalmente, τA como «tasa específica de excedente». También puede suponerse que se parte de la definición del excedente como e = f - a, y luego, por otro lado, descomponemos e en τA·a. Podría pensarse que esta descomposición es más bien un recurso matemático, pero lo interesante del caso es que, según Barceló, para algunos bienes dicha tasa es una variable con largos períodos (históricos) de constancia. Lo cual supone que ha de existir una identidad sintética entre las distintas mediciones de la misma a lo largo de esos períodos, y esto ya nos pondría ante una franja de verdad. Esa medición requiere la transformación de la descomposición en una definición, la que nos ofrece Barceló; y la identidad sintética entre valores constituye estructuralmente a dicha tasa en un término esencial (en principio bio-técnico, aunque considerando su inserción en el teorema podrá considerarse económico) y a su definición en un principio pragmático normativo del mismo, aunque genéticamente se trate de una definición secundaria o subsidiaria respecto de la clasificación por desmembramiento. Será precisamente esta tasa la que permita distinguir gnoseológicamente entre los bienes reproducibles y los autorreproducibles. Ahora bien, ¿ante qué tipo de metodología estaríamos? Partiríamos de las operaciones de siembra (cuidados) y de cosecha (reproducción), regresando a las cantidades de producto utilizadas y conseguidas; en términos de Bueno estaríamos ante una metodología IIα2, sin embargo, al considerar la construcción de la tasa específica de excedente podríamos estar regresando a factores naturales, no ya en 2, sino incluso en α1, si es que dicha tasa coincidiera con la tasa de reproducción de la especie. Habríamos construido un término biológico. Sin embargo, dicha tasa no es exactamente una constante (en el sentido estricto como pueda serlo la constante de la gravitación universal o la de Planck) y su variación tampoco depende de causas biológicas: los animales y plantas a los que nos estamos refiriendo se encuentran bajo control social, es decir, requieren de ciertos cuidados para mejorar la producción, así pues, la transformación de la tasa específica de excedente será consecuencia de una transformación en los métodos de producción (abonos, cuidados veterinarios, cruces de variedades, modificación genética directa...). Como puede observarse, las operaciones no desaparecen del campo económico (aunque al alcanzar estructuras objetivas nos moveríamos en una metodología IIα2, o según Alvargonzález en 2), y no desaparecen hasta el punto de poder comprometer la cientificidad de ciertos desarrollos, esto es, hasta el punto de poder cancelar la recurrencia de determinadas identidades sintéticas: en el caso que nos traemos entre manos se podrían fallar ciertas predicciones y retrodicciones (podría no haber identidad entre la construcción de términos concretos a partir de la teoría y la medición de tales términos en el campo) si nos salimos del período histórico-técnico para el que rige la tasa que estemos utilizando, es decir, si los sujetos operatorios han transformado sus métodos de producción (en las predicciones) o si no lo habían hecho todavía (en las retrodicciones). Tras una predicción o retrodicción fallida, la investigación de la causa del fallo, en este caso por transformación de la tasa de excedente, se movería en una metodología 1. Estas consideraciones, sin embargo, nos sacan del teorema que nos traemos entre manos, teorema que a partir de aquí se desenvuelve enteramente en IIα2.

3. Síntesis

Con todo lo anterior Barceló expone el caso de dos bienes autorreproducibles que posean un mismo insumo distinguido (una primera identidad sintética fenoménica, condición de la identidad sintética esencial final), es decir, que además sean parientes (trigo y cebada, por ejemplo). Las condiciones de producción serían las siguientes:

a·pA + ID = (a + τA·a) ·pA

b·pB + ID = (b + τB·b)·pB{9}

Este es el contexto determinante en el que se construirá la identidad sintética sobre los bienes autorreproducibles. Se trata del modelo de los bienes parientes en el que se han sustituido las cantidades finales (producidas) por la suma de las cantidades iniciales (a, b) más el excedente (τA·a, τB·b). En el primer miembro también se introducen, fuera del insumo distinguido, las cantidades iniciales del producto. La construcción de este modelo, a partir del de los bienes parientes, requiere de dos modos distintos de operaciones clasificatorias: por un lado la descomposición de los factores productivos en el insumo distinguido y en el valor de la cantidad de producto inicial (siembra), por otro la composición o agrupamiento del sistema de relaciones (modelo complejo) con el sistema de descomposiciones f = a + τA·a, g = b + τB·b, seguido por la sustitución de variables. Obsérvese que ambos cursos operatorios son independientes. A partir de aquí se continua según el modo de la demostración. Por la propiedad distributiva:

a·pA + ID = a·pA + τA·a·pA

b·pB + ID = b·pB + τB·b·pB

De donde:

ID = τA·a·pA

ID = τB·b·pB

Luego:

τA·a·pA = τB·b·pB

Que se trata de una identidad sintética entre los valores del excedente; de la cual finalmente:

pA/pB = τB·b / τA·a

Según Barceló, esta es una relación presente en todo tipo de economía (esclavista, feudal, capitalista o socialista), a pesar de pertenecer a un sector económico muy reducido.

La diferencia con la identidad establecida para los bienes parientes no autorreproducibles es que la relación entre precios (o precio relativo) es idéntica a la relación inversa entre excedentes, no a la relación inversa entre cantidades finales producidas. Sólo en el caso de que las cantidades iniciales de siembra y sus precios fueran los mismos para ambos productos, estaríamos en el caso de los bienes parientes analizado antes, pues el valor de la siembra en el miembro izquierdo de la relación entraría a formar parte del insumo distinguido. Por cierto, tendría muy poco sentido gnoseológico intentar equiparar las dos situaciones (bienes parientes facturados y parientes autorreproducibles) construyendo una tasa de excedente para los productos facturados, en primer lugar porque su campo de aplicación sería más reducido aún que el de los autorreproducibles (por ejemplo, la construcción de hardware, en la cual se usan ordenadores, o la producción de combustible, en la cual también se usa combustible) y en segundo lugar porque dicha tasa sería más variable que la propuesta por Barceló, cercana a una tasa biológica, debido a que los métodos de producción industrial se transforman mucho más rápido que los agropecuarios.

Ahora bien, la identidad sintética final que introduce a la relación entre precios y excedentes de bienes parientes autorreproducibles en el sector ontológico o semántico de las esencias es la que se produce en los cursos «verificativos», es decir, en el progreso (salvo que en el caso de las metodologías α2 haya que hablar de regreso) de las esencias a los fenómenos, al igual que hemos considerado en el teorema de los bienes parientes. Y es que nos consta que gran parte de los modelos económicos construidos son puramente teóricos o formales (proposicionales, «modelos externos» [Bueno, 1972: 62-67]), no parten de estructuras fenoménicas desde las que regresar (o progresar) a estructuras esenciales, sino que parten fundamentalmente de definiciones y modelos ya construidos (puede que con contenido objetual, en el mejor de los casos), y proceden por demostraciones proposicionales, sin construcciones objetuales (de las que debería constar los auténticos «modelos internos», como los físicos). Sin embargo, la «verificación» de campo dota de contenido objetual, fisicalista y fenoménico, a los teoremas meramente proposicionales. Una estructura esencial sólo será tal cuando pueda dar cuenta de algunos fenómenos (o estructuras fenoménicas), se construyan estos antes o después del teorema. Esto no quita que la construcciones objetuales y las proposicionales tengan sus ritmos propios, pero la verdad de éstas sin aquellas ha de ser tomada con cautela, quizá provisionalmente.

* * *

Por último nos queda interpretar el teorema desde la tabla de las categorías económicas que construyó Gustavo Bueno [1972: 47-110]. Pues bien, lo cierto es que tal y como Bueno dejó dicha tabla nos resulta muy difícil interpretar estas relaciones económicas. Lo que Bueno hizo en ella fue establecer los principios constructivos del teorema de la reproducción económica (postulados, si consideramos que el teorema no es verdaderamente demostrativo), lo cual no es poco, porque quizá sea desde dicho teorema desde donde pueda empezar a construirse una teoría económica materialista, no meramente especulativa, así, por ejemplo, lo sostiene Barceló [1992: 79 ss.]. Y si esto es así es porque mediante dicho teorema y dichos principios se establece el cierre categorial económico (al menos el académico), el «corte» con otras disciplinas antropológicas. Sin embargo, la mayor parte de los conceptos económicos, al menos los más importantes, no quedan reflejados en dicha tabla; de hecho al tratar algunos de ellos (utilidad marginal, propensión al consumo) la referencia a la tabla es mínima [Bueno, 1972: 107-110]. Es más, incluso la representación del concepto de moneda parece un añadido ad hoc, principio de cierre, sí, pero no extraído de la matriz. En cualquier caso, a partir de la tabla no es imposible la interpretación de los distintos conceptos económicos, lo que ocurre es que resulta poco ilustrativo debido a que la mayoría de ellos quedarían representados por las flechas que, a su vez, representan los movimientos de bienes en el plano económico, y es que la mayoría de dichos conceptos serían relaciones que brotan en la circulación (recurrente) de los bienes. La metáfora del «brote» nos viene bien para la propuesta que vamos a hacer. Se trataría de considerar a la matriz original como plano base sobre el que se levantaría, «brotaría», una dimensión sintáctica cuyos elementos serían los distintos conceptos económicos, el primero de los cuales sería la moneda, constituyendo con ello el espacio de los precios y representando, en la simploké con el plano original, el cierre económico real. Sobre los precios podrían ir situándose otros conceptos, si bien hemos de tener en cuenta que la relación entre los conceptos no es la mera adición, no son puntos ni intervalos de un eje geométrico; de igual modo la relación entre módulos tampoco es aditiva, ni lo es la de los bienes, especialmente en el momento de la producción. La relación entre estos conceptos es la que viniera determinando la teoría económica, una relación en simploké, pues todo concepto ha de estar relacionado con otros, pero no necesariamente con todos ni, mucho menos, todos entre sí. Como tampoco todo concepto podría cruzarse con cualquier cuadro de la tabla: el IPC no tendría sentido cruzarlo con el bien d que demanda o produce el módulo o sujeto 4, sino con el conjunto de bienes que representa la cesta de la compra (un bien de tipo 1, por ejemplo), cesta que demanda el conjunto de sujetos que representa a los consumidores.

Pues bien, para el caso que nos atañe, en primer lugar deberíamos agrupar o considerar exclusivamente los bienes parientes, aquellos que poseen el mismo insumo. La primera relación considerada, la que establece la constancia en el precio relativo de dos bienes parientes, se situaría en el campo abstracto (dos dimensiones) constituido por los precios y cantidades levantado sobre la clase abstracta de las parejas de bienes parientes; aquí se situaría la relación «formal»; la relación «material» habría que situarla en el espacio concreto que representaría su cruce con la matriz original, allí donde los precios y cantidades toman valores concretos en un determinado momento histórico. De este modo podemos considerar los movimientos gnoseológicos del regreso y del progreso: regreso (si es que existe) del espacio histórico-económico concreto a su dimensión formal, sintáctica, y progreso de ésta a aquél (verificación/falsación en el caso de que no hubiera regreso previo, sino mera construcción formal). Del mismo modo la relación entre los precios de los bienes autorreproducibles se conformaría en la subclase de bienes parientes que son, además, autorreproducibles. Sobre estos construiríamos el concepto de tasa específica de excedente, concepto en principio meramente técnico, pero que ha de considerarse económico por su «participación» en el teorema. La relación «formal» se establecería en el campo abstracto constituido por precios, cantidades y tasas de excedente levantadas sobre la clase de bienes autorreproducibles; su «materialización» estaría dada en el espacio económico real, en la simploké con la tabla.

Creo, pues, que este esquema tridimensional daría mejor cuenta de los conceptos económicos.

III. A modo de conclusión

Como ya se habrá supuesto, el modelo económico reproductivo que sirve de base a los dos teoremas es perfectamente interpretable en términos de la tabla original. Ahora bien, esto supone que los precios son el producto de una relación real entre módulos (sujetos) a través de bienes (objetos) o más bien, de un conjunto de compra-ventas, compraventas que se hallan envueltas en un gran número de relaciones o normas antropológicas no necesariamente económicas. Precisamente la virtud de la tabla original construida por Bueno consiste en que sirve de base para el levantamiento de las múltiples categorías antropológicas, tanto radiales como circulares, que darían cuenta de esas relaciones no económicas. Esto se debe a que la tabla representa el campo antropológico abstracto (sobre el cual se podría levantar el eje angular). Pero entonces la representación del espacio antropológico real vendría dado por un espacio n-dimensional donde el número de categorías antropológicas sería n-2. Esta simploké de categorías, real y filosófica, contiene en sí misma, dialécticamente, la crítica a cada una de dichas categorías, una crítica que se ejerce, ante todo desde el progreso a unos fenómenos que no validan la categoría desde la que se construyen (no se produce identidad sintética con los datos reales recogidos), lo cual requiere de un nuevo regreso, pero ahora no ya a la categoría original, sino a la simploké; regreso, por cierto, que se construye según metodologías β1 (como ya hemos visto anteriormente), pues lo que se busca es la causa operatoria temática del fracaso predictivo, es decir, del dato que no se identifica sintéticamente con el término construido desde la categoría.

La conclusión sería, pues, que las ciencias humanas, entre ellas la Economía, no sólo se encuentran en un estado de fluctuación interna entre metodologías debido a la presencia de operaciones temáticas, sino que, por la presencia de las mismas, se encuentran en una crítica mutua constante, crítica mutua cuyo campo de batalla es el espacio histórico-antropológico.

Bibliografía

Alvargonzález, David: (2000) «Análisis gnoseológico de la Teoría de Juegos», El Basilisco, 2ª época, nº 28, 2000, págs. 17-36.

Barceló, Alfons: (1992) Filosofía de la economía. Leyes, teorías y modelos, Icaria-Fuhem Barcelona, 1992.

Bueno, Gustavo: (1972) Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona, 1972.

— (1992), Teoría del cierre categorial, Vol. 1, Pentalfa, Oviedo, 1992.

Delgado Palomar, Javier: (2003) «La Economía como disciplina científica», El Catoblepas. Revista crítica del presente, 13, 2003, <en línea: http://nodulo.org/ec/2003/n013p13.htm >

Ormerod, Paul: (1994) Por una nueva economía. Las falacias de las ciencias económicas, Anagrama, Barcelona, 1995.

Sraffa, Piero: (1960) Producción de mercancías por medio de mercancías, Oikos-tau, Vilassar de Mar (Barcelona), 1975.

Notas

{1} Javier Delgado Palomar, «La Economía como disciplina científica» (ver bibliografía). En este artículo Delgado Palomar no distingue los subtipos de metodologías α2 ni los de β1; la omisión no es grave ya que el artículo tampoco está dedicado expresamente a ello y una mínima atención quizá hubiera supuesto hacer dicho artículo demasiado extenso.

{2} Hemos de hacer notar la diferencia que existe a este respecto entre la concepción de Gustavo Bueno y la de David Alvargonzález sobre las metodologías Iα2 y IIα2: mientras que para Bueno en Iα2 sólo entrarían aquellos métodos cuyas relaciones construidas fueran comunes a procesos dados en la naturaleza, como el sistema Lotka-Volterra comentado, para Alvargonzález [2000: 26] entrarían también todos los métodos que construyeran relaciones matemáticas, aunque no fueran comunes a ningún proceso natural, por ejemplo, las curvas de Kondriatev, que para Bueno, en cambio, pertenecerían a las metodologías IIα2. Alvargonzález deja exclusivamente para IIα2 las metodologías que alcanzan estructuras culturales no cuantificables. En los economistas clásicos existen desarrollos de ambos tipos: relaciones matemáticas entre términos económicos y estructuras propiamente culturales, normativas; para no extendernos en la polémica seguiremos a Bueno.

{3} Barceló A. y Sánchez J., Teoría económica de los bienes autorreproducibles, Oikos-Tau, Barcelona, 1988. Para este análisis, en cambio, me he guiado por el resumen ofrecido en Barceló 1992: págs. 135 ss.

{4} Se trata de contextos determinantes, y no de esquemas materiales de identidad porque en ambos se gestan identidades sintéticas, aunque éstas luego no figuren en el contexto determinante final.

{5} Sobre los modos gnoseológicos: Bueno, 1992: 133-138 y 141-143.

{6} Por ejemplo, en Sraffa, 1960. Esta es, por cierto, la forma en que Gustavo Bueno consideraba que debía cerrarse categorialmente la economía: a través de un proceso productivo circular y recurrente, es decir, reproductivo [Bueno, 1972: 57-60, 91ss.].

{7} Sobre los principios y postulados: Bueno, 1992: 133-140.

{8} Una clasificación, por otro lado, bastante precaria. En efecto, la distinción entre bienes extraíbles y producibles podría fundarse en la distinción entre operaciones de separación y operaciones de unión o ensamblaje, sin embargo, se trata de una distinción ideológica por cuanto se supone que aquello que se extrae ya estaba allí y sólo hace falta separarlo de la tierra o de la ganga; además en las industrias extractivas modernas maquinizadas es difícil distinguir entre separación y acercamiento, pues para separar algo primero hemos de haber acercado los instrumentos (de igual modo, en la producción, después de haber ensamblado las partes hemos de separar los medios de trabajo del producto (semi)facturado). Tampoco se puede decir que el sector industrial transforme la naturaleza mientras que el extractivo no lo hace, puesto que las materias primas ya suponen un alto grado de transformación, la minería especialmente, que utiliza procesos químicos. Ambas distinciones, en cualquier caso, parecen más bien praxeológicas que económicas. Una distinción más económica sería aquella que regresara a los factores de producción/extracción, y la diferencia estaría en que las industrias extractivas, productoras de materias primas, no utilizarían materias primas a su vez. Utilizan, no obstante, materias auxiliares, materias que se consumen en el proceso de producción, pero de nuevo estamos ante una distinción praxeológica, o más bien, técnica, pues ambos tipos de materias, consideradas desde su valor, entran a formar parte del valor del producto facturado. Otro posible criterio de distinción sería la agotabilidad de las materias primas, que supondría la imposibilidad de recurrencia de las operaciones de extracción. Ahora bien, si se agotan ciertas materias primas, se imposibilita la fabricación de según qué productos, y por tanto se cancela la recurrencia de sus cursos operatorios.
Este criterio puede parecer rebuscado por la falta de necesidad de regresar a las operaciones, sin embargo, es congruente con el criterio de distinción interno a los bienes producibles: bienes únicos / bienes re-producibles. Está bastante claro que los bienes únicos lo son por el aura que les proporciona la producción o uso de algún sujeto relevante, artista o santo. Se trata, pues, del regreso a un único curso operatorio (efectivo, mientras que en el caso de la extracción sería potencial). Por último, la distinción entre bienes reproducibles y bienes autorreproducibles posee resonancias animistas en la medida en que se regrese a las operaciones de los propios bienes, regreso pertinente en el caso de los animales, pero no en el de las plantas, y como si, además tales procesos, que no operaciones, no estuvieran asistidos por las operaciones humanas, especialmente por las técnicas veterinarias, de manipulación genética, desbrozamiento de la tierra, abono... O como si en ciertas industrias extractivas no existieran procesos de autorreproducción (pesca, tala para madera...).

{9} No estoy seguro hasta qué punto es correcto el razonamiento, pues creo que el factor productivo autorreproducible, b·pB y su homólogo (a·pA), debería estar multiplicado por la tasa de beneficio (1+r), lo cual produciría una relación final ligeramente diferente: pA/pB = [(τB - r)/(τA - r)] · (b/a). Sólo en el caso de que el beneficio fuera muy pequeño y/o la diferencia entre a·pA y b·pB fuera despreciable estaríamos en el caso que nos presenta Barceló. De hecho, en su exposición introduce otro sumando en el primer miembro, RA y RB, representantes del valor de otros insumos y valores añadidos, pero que, en cambio son despreciables en comparación con ID; probablemente entre dichos valores añadidos se encuentre el beneficio que le corresponde a la explotación en cuestión, con ello el razonamiento volvería a ser correcto; correcto desde un punto de vista técnico, mas no formalmente. Técnica y políticamente quizá sean despreciables ciertos valores añadidos, ciertos términos, pero su eliminación formalmente arbitraria quizá comprometa la cientificidad, la veracidad de la identidad sintética construida.

 

El Catoblepas
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