Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 42 • agosto 2005 • página 12
Reseña del II Curso de Filosofía en Santo Domingo de la Calzada, celebrado durante los días 18 al 22 de Julio de 2005 y dedicado a la Televisión
El año pasado se inauguraron oficialmente los Cursos de Verano de Filosofía en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, resultado de un acuerdo entre tres instituciones: la Universidad de la Rioja, el Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada y la Fundación Gustavo Bueno, que lleva el nombre de un hijo predilecto de esta ciudad, plagada de historia, referencia obligada en el Camino de Santiago y muy vinculada precisamente con la ciudad de Oviedo (en cuya corte se «inventó» el sepulcro de Compostela, y desde donde partieron precisamente las primeras peregrinaciones al sepulcro de Santiago), pues en su iglesia está enterrado Enrique II de Trastámara, cuya rebeldía se encuentra en el origen mismo del Principado de las Asturias de Oviedo. Además, muy cerca de Santo Domingo de la Calzada se encuentra Clavijo, donde se celebró la famosa batalla en la que el Rey de Oviedo Ramiro I venció a los mahometanos, y aseguró haber visto luchando al mismísimo Santiago Apóstol como guerrero, creando a raíz de esa victoria el Voto de Santiago en la ciudad de Calahorra. Además, muy cerca de Santo Domingo de la Calzada está el monasterio de San Millán de la Cogolla, cuna del idioma español, vinculado desde el principio al proyecto político iniciado por los Reyes de Oviedo desde esta ciudad imperial, España.
Los segundos Cursos de Verano de Santo Domingo de la Calzada versaron este año sobre la Televisión (hace un año se debatió con gran profundidad acerca del primer Curso, sobre la Globalización, en los foros de nódulo, criticándose varias de las aportaciones allí realizadas y obteniéndose unas conclusiones muy importantes acerca del materialismo filosófico y sus críticos).
Lunes 18 de julio de 2005
Televisión, Apariencia, Verdad y Basura. Audiencias y su evolución
Este Curso de Verano en Santo Domingo de la Calzada tuvo lugar, al igual que el del año anterior, en el Centro Cultural Ibercaja. Con cuarenta alumnos matriculados, el interés por el curso fue muy grande, pues durante varias sesiones de tarde, de libre acceso, el auditorio se llenó (con centenar y medio de asistentes), como efectivamente sucedió en el caso de Santiago Acosta o Roberto Ontiveros, en lo referente a los trabajadores del medio televisivo, o en el de Gustavo Bueno, entre los filósofos académicos.
Inauguró el curso el propio Gustavo Bueno Martínez, quien en la primera sesión establecida por el programa comenzó explicando lo que está contenido en su libro Televisión: Apariencia y Verdad, publicado por Gedisa en el año 2000, y cuyo título rotulaba esa conferencia inicial. Sin salirse de las cuestiones ya conocidas para quien haya escuchado o leído los libros escritos sobre la televisión desde el materialismo filosófico, Gustavo Bueno asentó unas bases filosóficas desde las que ir entendiendo la temática que supone la Televisión. Y fue precisamente lo primero que se puso en cuestión: el propio concepto de televisión como «ver a distancia». Tal definición es completamente genérica, pues toda visión es siempre «a distancia», de carácter apotético: no podemos ver más que lo que está fuera de nosotros. De ahí que la problemática de la televisión implique un análisis de carácter gnoseológico que involucra a todos los clásicos y su superación.
Así, si la visión no consiste en analizar las imágenes que se reflejan en nuestra retina, ni su adecuación con una realidad presente, sino en hacernos presente una realidad que está fuera de nosotros, entonces los objetos de la visión no son las imágenes que percibimos, en contra de lo que podían pensar muchos de los clásicos (Aristóteles, Kant, &c.) sino los objetos reales, situados a distancia apotética. De este modo, las imágenes que percibimos en nuestra retina son alotéticas, en tanto que hacen referencia a un tercer elemento, los objetos reales, por lo que son apariencias, en tanto que pueden ocultar o hacer visible otro objeto. También pueden ser estudiadas, aunque no se agotan en ese sentido, como fenómenos, pero no en el sentido kantiano («lo que se me aparece a mí»), sino en el sentido de la filosofía helénica clásica, aquello que destaca especialmente sobre otras cosas y es percibido por distintos sujetos, lo que obliga a crear una teoría no para salvar esos fenómenos (sosein ta phainomena, como decía Ptolomeo), sino para integrarlos en relaciones de semejanza y causalidad.
Finalmente, Bueno trató como ejemplo un caso muy discutido incluso hoy día: el alunizaje del Apolo XI en 1969. Nadie puede probar que la nave había llegado a la Luna, lo que llevaba a diferentes personas a dudar sobre si había tenido realmente lugar tal alunizaje. Sin embargo, del mismo modo que hay que partir de determinados conocimientos previos para saber que el palo doblado en el agua es en realidad una apariencia falaz, un efecto óptico producto de la refracción de la luz al pasar a un medio acuoso, habría que analizar previamente las trayectorias trazadas por la nave de la NASA y los vídeos y registros para poder determinar que efectivamente el hombre puso el pié en la Luna. Aun no habiéndose logrado, sin duda que puede realizarse, y los que preguntaban si había que fiarse de las imágenes estaban en realidad invocando la metafísica de Descartes, Malebranche o Berkeley, ignorando la realidad alotética que se encontraba tras las imágenes, en directo, del alunizaje.
Tras la intervención de Gustavo Bueno, y mientras éste atendía a la prensa, que cubrió con gran profusión el evento toda la semana, tuvo lugar la inauguración oficial del curso, con la presencia de Agustín García Metola, Alcalde de Santo Domingo de la Calzada, Gustavo Bueno Sánchez, director de la Fundación Gustavo Bueno, Pedro Santana Martínez, profesor de la Universidad de La Rioja y Director del Curso de Verano, y José María Martínez de Pisón, Rector de la Universidad de La Rioja, donde expresaron sus mejores deseos de cara a un curso de tanto interés como el que se inauguraba sobre la televisión.
Prosiguió Gustavo Bueno hablando de Televisión formal y televisión material, haciendo referencia a la Telebasura. Retomando su teoría sobre la televisión, sin duda que semejante teoría ha de prestar atención a su característica fundamental: la creación de apariencias que permiten ver a través de los cuerpos opacos, la «clarividencia», y en consecuencia la violación de la intimidad, un aspecto considerado sagrado en nuestra sociedad actual. Asimismo, la verdadera televisión, o televisión formal, es aquella en la que se retransmiten en directo las imágenes de un evento que está sucediendo en tiempo real: los fotones de luz que recibimos de una retransmisión futbolística, son los mismos que perciben quienes presencian en el propio estadio el encuentro. Sin embargo, la cámara siempre es manejada por alguien, y este carácter casi científico que parece tener la televisión formal queda difuminado cuando se omiten o se trucan las imágenes, manipulando en consecuencia sus contenidos. El otro tipo de televisión, la material, es equivalente al cine, en tanto que hace referencia a algo ya sucedido (una retransmisión en diferido, por ejemplo). Asimismo, un aspecto muy criticado de la televisión, y que parece formar parte de su esencia, es la enorme cantidad de basura, de telebasura, que en ella aparece, y que ha suscitado numerosas críticas.
Al respecto de estas cuestiones, la primera constatación que realizó Bueno es que la Basura es una temática esencialmente filosófica. Ya desde la cita de Platón, Parménides 130b, donde se dice que hasta de los pelos y la basura hay Ideas, hasta las distintas teorías sobre la Basura, convierten a ese concepto en un Trascendental: la basura es algo que nos constituye, y su pluralidad y polisemia hacen especialmente dificultoso su análisis. De la basura han hablado no sólo Parménides (la vía de la opinión en la segunda parte de su Poema: la basura sería una apariencia), sino también Aristóteles (el Mundo sublunar sería el de lo perecedero y corruptible, la basura) y a su través Santo Tomás y Leibniz, que admiten la basura en los términos corruptibles de Aristóteles, pero subordinada a un bien superior; Plotino (el Uno se degradaría, se haría basura, en la realidad material) y en la tradición española el místico Miguel de Molinos (todos somos basura), al igual que Marción y Schopenhauer, para quienes el mundo era todo basura, y de lo que Gesipo extraía las consecuencias oportunas: el suicidio cósmico. Por lo tanto, carece de sentido descalificar previamente a quien afirme el carácter filosófico de la Basura.
Y dentro de esta misma basura, y tomando en consideración la distinción entre televisión formal y televisión material, sin hacerla equivalente, hay que distinguir dos tipos de basura: la desvelada, en la que la televisión simplemente nos revela lo que ya existe (un vertedero de basura, por ejemplo), y la fabricada, en la que se crean para la ocasión los contenidos para luego mostrarlos (el caso del famoso vídeo calumniatorio de Pedro J. Ramírez es sin duda uno de los mejores ejemplos al respecto). En base a la existencia de basura como algo constitutivo de la televisión y de todo lo que nos rodea («ADN basura», «comida basura»), la cuestión es cómo confeccionar una programación de calidad.
Sin embargo, la respuesta a esa duda depende, como en el caso de la basura, del criterio que se maneje, lo que convierte en oscuro este concepto. Hasta Aristóteles decía que la calidad como categoría intrínseca a la sustancia es producto de un aumento de la cantidad (no olvidemos el famoso salto cualitativo del Materialismo Dialéctico). Por lo tanto, y siguiendo estas premisas, ¿no habría que considerar que los programas de mayor audiencia (cantidad) son en realidad los que hay que valorar más positivamente (calidad)? De otro modo, el problema de cómo valorar la calidad televisiva y cómo separar la televisión de calidad de la televisión basura se convierte en un problema peliagudo, en el que ni la Ética (el individuo sólo cuenta en tanto que enclasado entre los ciudadanos consumidores) ni la Moral (cada grupo puede considerar basura a todo aquello que no convenga a sus intereses, como podría suceder en el caso de los tratantes de blancas cuya basura humana es desvelada a través de una cámara oculta), sino el Derecho, el Código Penal, es el único que puede poner los límites que superen un cierto relativismo, según afirmación del propio Bueno.
Precisamente estas mismas ideas eran las que circulaban alrededor de la sesión de tarde, en la que Luis de Zubiaurre Wagner, Subdirector General del Gabinete de Estudios de Comunicación Audiovisual (GECA), en su conferencia Cómo somos, qué vemos, nos presentó datos suficientes para conocer la calidad no sólo de los programas que vemos, sino nuestra propia calidad como consumidores de televisión. En base a los datos que iban apareciendo en numerosos gráficos estadísticos, se podía comprobar cómo la apertura del mercado audiovisual español a las televisiones privadas desde 1990 ha conducido a la lógica división de la audiencia, cambiando así los parámetros desde los que valorar lo que los expertos llaman índices de audiencia o share: a día de hoy es difícil que un programa alcance más allá de la quinta o cuarta parte de los televidentes de una determinada franja horaria. Asimismo, los hábitos de consumo de la televisión han variado sensiblemente, sobre todo cuando se advierte la atomización de tales gustos. Si antes podíamos hablar de que la familia veía siempre la televisión unida, ahora, al existir más de un aparato de televisión en cada casa, según señalan las encuestas de GECA, existe la opción de ver programas y contenidos diferentes.
En consecuencia, el perfil de las familias ha variado, pues las no numerosas se han equiparado en cantidad a las familias numerosas consumidoras de televisión (en realidad, las primeras superan a las segundas por escaso margen, pero Zubiaurre, consideró el dato como predominante y no como simplemente superior), y la atomización de la audiencia se ha disparado hasta niveles antes desconocidos, sobre todo con la creciente aparición de televisiones autonómicas y también locales, que provocan en consecuencia una pluralidad de contenidos antes desconocida. Y, como no podía ser menos, el análisis estadístico no podía olvidar los programas más vistos por la audiencia, que en los últimos diez años han ido variando desde los partidos del fútbol profesional (año 1997) a las series españolas de televisión y otros programas de ficción en la actualidad, pasando por el inevitable fenómeno de Gran Hermano en el año 2000. Asimismo, dentro de las distintas cadenas televisivas, destaca el desplome de Televisión Española, cayendo del primer al tercer lugar en audiencia, algo justificado por Zubiaurre como producto de querer buscar una programación de «más calidad», declaración que vuelve a poner en entredicho los criterios desde los que se manejan tales conceptos: en realidad, que TVE haya perdido audiencia demuestra que está realizando programas de menor calidad que hace año y medio.
En el posterior debate, Gustavo Bueno señaló la importancia de estos datos, que obligan a darles respuesta oportuna y a un análisis más concreto dentro de los presupuestos del materialismo filosófico. Sin embargo, no quiso desaprovechar la oportunidad de analizar los datos acerca de la evolución de la audiencia y sus gustos respecto a la televisión. Para Bueno, que la audiencia haya escogido en la actualidad de forma preferente los programas de ficción en lugar de los de telerrealidad, demuestra que el público se aleja paulatinamente de la realidad, que no quiere saber nada sobre lo que pasa a su alrededor, autismo que sin duda puede ofrecer un diagnóstico que nos permita valorar la calidad de ese público, añadimos nosotros.
Martes, 19 de julio de 2005
Talk Shows, debates y oratoria televisiva
La segunda jornada del curso corrió a cargo de Felicísimo Valbuena de la Fuente, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Comenzó durante la mañana con la conferencia Apariencias veraces y falaces de los talk-shows. Casos concretos. En esta conferencia se trataban los casos de los talk-shows o programas de testimonio en base a algunos ejemplos de Estados Unidos, donde se han originado, y se analizó, utilizando distintos documentales, toda la trastienda de estos programas en directo y de sus presentadores y trabajadores, así como de sus protagonistas, como no podía ser de otro modo. En estos talk-shows se insistía en que quienes contaban sus historias mostrasen una determinada exageración de sus expresiones, lo que implicaba crear apariencias falaces, para atraer a la audiencia. Por ejemplo, en el caso de dos amigas, una de ellas casada con un hombre con quien la otra había cometido adulterio; esta última se limitaba a soportar con una estoica sonrisa los reproches de la casada, pasividad que exasperaba a los conductores del programa.
Asimismo, en otros talk-shows se apreciaba que la televisión basura es algo que está más en quien cuenta su testimonio que en las propias técnicas televisivas. Así, el caso de una mujer operada de sus pechos que intentó sacarse la silicona abriéndoselos por medio de una cuchilla de afeitar. La mujer en cuestión demostró estar ansiosa de protagonismo, pues había producido un conflicto entre este mismo programa y otro del que literalmente se había fugado para acabar contando sus problemas ante cámara. Ante este afán de protagonismo y de exhibir los sentimientos, que ya criticó Platón en la República por llevar al fingimiento y la falsedad, el presentador dio entrada a la figura del médico, quien obró con el mejor de los criterios: una vez finalizado el programa traslado a la señora a su clínica para realizarle el pertinente reconocimiento a sus heridas. Mucha polémica generó entre los presentes la figura del médico, pero no cabe duda que el médico telebasura fabricada que estaba aconteciendo, el médico no podía renunciar ante el ofrecimiento del programa: si él no quisiera acudir, otra figura, seguramente peor, aparecería en pantalla. Al menos él tuvo la oportunidad de ayudar, como médico, a la señora.
Sin embargo, el caso que más interés despertó, por su desenlace trágico, fue el de otro programa de telerrealidad donde se acordaban citas a ciegas entre personas. En este caso, citaron a dos hombres jóvenes, compañeros de trabajo en un taller, pero con una gran sorpresa: uno de ellos era homosexual y quería declararse en público al otro. Aquello resultó un gran fiasco para el otro joven, pues durante su estancia previa al programa le estuvieron insistiendo en que aquello iba a resultarle agradable, que todo saldría según él había pensado, &c., pero sin siquiera insinuarle en qué iba a consistir la sorpresa. Y cuando el programa se puso en marcha, aparecieron ante él dos personas: el propio muchacho y otra amiga suya, y no fue precisamente una expresión de alegría la que surgió de su rostro al conocer que era su compañero y no su amiga quien se le declaraba: una sonrisa congelada y una serie de maldiciones suavizadas fue lo que alcanzó a mascullar. Pero lo peor estaba por llegar.
Tras el programa, esa misma noche, su desengaño se acrecentó al leer una nota que su homosexual compañero le había dejado, invitándole a desahogarse sexualmente con él. Aquello le afectó tanto, que no dudó en asesinar a quien le había propiciado tal humillación. Como es natural, aquello provocó un proceso judicial de gran repercusión, donde la presentadora y el equipo del programa negaron de forma rotunda y constante que hubieran mentido al muchacho, que fue condenado a prisión con los atenuantes debidos al comportamiento falaz e irregular del programa, que a su vez tuvo que hacer frente a una fuerte sanción económica. Sin duda que aquí pudimos constatar, como señala el materialismo filosófico, que el único límite para juzgar la telebasura es el Código Penal.
En su siguiente intervención, titulada Los discursos en la comunicación política por televisión, Felicísimo Valbuena se basó en la Retórica de Aristóteles y en los tres tipos de discursos según su apelación a un momento del tiempo y al tipo de Bien que buscan: los deliberativos (o epidícticos), referidos al futuro, y cuyo fin es la utilidad, los demostrativos (o apodícticos), referidos al presente, y cuyo fin es la honestidad, y Judiciales, referidos al pasado, cuyo fin es la justicia. Todo ello requiere conectar con un ethos (carácter) y un pathos (experiencia) por medio de un discurso, un logos. Para ilustrar esta explicación nos proyectó varios fragmentos de películas, preferentemente del actor Al Pacino, donde aparecían distintos discursos realizados en diversas películas, aunque el grado de convicción de su logos era bastante dudoso a nuestro entender, al menos en lo referente a nuestro ethos y nuestro pathos. Quizás el hecho de que se tratase de fragmentos de películas, de televisión material y no formal, influyera en ese aspecto de su escasa credibilidad.
No obstante, ya en la sesión de tarde, se comprobó la utilidad de lo explicado por Felicísimo Valbuena en sus intervenciones anteriores, pues dedicó su intervención a hablar sobre Televisión y debates, centrándose en los debates españoles. En concreto, aparecieron dos debates de las elecciones a la Comunidad de Madrid, donde se pudo observar en distintos momentos a varios personajes de la política nacional, sobre todo a un Alberto Ruiz Gallardón, que siendo joven compitió con Leguina como si fuera un colegial con la lección a medio aprender, y después en el poder mostraba otro porte mucho más seguro. Quizás la mejor lección de estos debates a tres, con miembros de PP, PSOE e IU oficiando de orates, es la vacuidad a la que ha llegado la retórica española, desde los gloriosos tiempos del Divino Argüelles o Castelar hasta hoy, en parte producto de la mentalidad de burócratas que tienen los políticos actuales, herencia del franquismo, que impuso el carácter vulgar y modesto en los discursos, pasando de las fórmulas clásicas como Vale o He dicho a la más modesta de Muchas gracias. Así, con apelar a una serie de tópicos generalistas propios de la ideología ambiente y asumidos por todos («progreso», «ecología», «no a la guerra», «no al chapapote», «talante», &c.), y en la confianza en la gestión sobre la economía y el derecho, se construyen unos discursos que en el fondo nadie cree y que no convencen en absoluto a ningún ethos, aunque describan de forma muy exacta el pathos de nuestra democracia emergida de las entrañas del franquismo.
Miércoles, 20 de julio de 2005
Televisión pública y privada
La tercera jornada del curso supuso la conclusión de las lecciones de Felicísimo Valbuena, con su conferencia Comparación entre los debates políticos por televisión españoles y norteamericanos. Así, pudimos ver parte del debate a tres entre Bush Senior, Clinton y Perott de 1991, en las elecciones que ganó Clinton, apelando a la economía y a la cuestión de los impuestos. Sin embargo, aquel debate a tres fue ganado, paradójicamente, por Perott. Después pudimos ver los de Bush Junior contra Gore en el 2000 y contra Kerry en el 2004. En ambos Bush Junior ganó por detalles que marcaron la diferencia: en el momento del saludo, Bush invadía, cual depredador, el espacio que le correspondía a su rival. En el primer debate Gore y Bush debatían de lo mismo, las problemáticas económicas, en principio bastante anodinas para el común de los estadounidenses en cuando a su formulación, y Gore fue quien perdió el debate, al no responder a la primera pregunta que formuló el presentador del programa, lo que provocó en consecuencia que perdiera credibilidad. Sin embargo, fue en el debate de Bush contra Kerry donde mejor se pudo apreciar la importancia de la credibilidad y el conectar con el pathos de los estadounidenses: Bush apeló al patriotismo y a la necesidad de seguir demostrando el liderazgo mundial de Estados Unidos, mientras Kerry apeló a absurdas recomendaciones que supuestamente habría realizado algún general respecto a sus dotes de mando, sin demostrar que tales elogios estuviesen justificados.
Tras esta cuestión, Valbuena comparó los debates de Bush y Clinton con los de Aznar y Felipe González en 1993, lamentando que no haya habido más debates para disponer de mayores ejemplos (quizás se deba a que no hay nada de qué debatir, y para eso no hay mejor prueba que el programa de TVE, 59 segundos). En ambos interlocutores se apreciaba que la influencia de los discursos de Clinton era notoria; podría decirse que Aznar copió a Clinton en el primer debate, que venció, mientras que Felipe González hizo lo propio en el segundo, con victoria en consecuencia. De todos modos, quedó en evidencia la escasez retórica de ambos, incluso en alguien como Felipe González, experto en llenar plazas de toros en sus discursos.
Seguidamente, Fernando González Urbaneja, Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y experto en cuestiones económicas, expuso en Televisión, política y economía. Las televisiones públicas en el presente su particular visión del problema de la Televisión Española y su experiencia personal en el llamado «comité de sabios» creado para analizar la situación del ente público y ver sus posibilidades, tanto de cara a los contenidos como de cara a las formas de financiación de una televisión que acumula un importante déficit. Como era natural, Urbaneja iba a dedicar una buena parte de su conferencia a glosar lo que fue su experiencia en el comité de sabios, muy negativa, pues llegó a dimitir cuando nadie esperaba su renuncia.
Sin embargo, donde hizo recaer sus mayores críticas fue en un momento importante de su intervención, en el que señaló que tras su experiencia en el comité de sabios, consideraba que «los filósofos» eran bastante raros. Es necesario aclarar que con el sintagma «los filósofos» no estaba haciendo referencia a los presentes en la sala, como muestra de la Humanidad («todos somos filósofos», como oportunamente recordó Gustavo Bueno en el coloquio posterior); «los filósofos» ni tan siquiera eran los licenciados, doctores o estudiantes en Filosofía allí presentes, ni los filósofos en el sentido de la tradición académica fundada por Platón. «Los filósofos» eran los tres compañeros del comité de sabios que a Urbaneja le habían tocado en suerte: Fernando Savater, Emilio Lledó y Victoria Camps, quienes ejerciendo su papel de especialistas dejaron en serias dudas a Urbaneja sobre la valía de la actividad filosófica. En el coloquio, Gustavo Bueno se desmarcó totalmente de esta tríada, en especial de Lledó y Camps, quienes tenían constancia de sus libros sobre televisión (incluso Camps llegó a presentar Televisión: Apariencia y Verdad) pero que ni siquiera los mencionaron en la bibliografía que ofrece el Informe elaborado por el «comité de sabios».
Entre otras cuestiones tratadas por Urbaneja, dejando al margen los tópicos habituales que manejan los periodistas acerca de la supuesta vulgaridad que inunda la televisión –que, como es natural, interesaron principalmente a la prensa que cubría el Curso, como veremos–, señaló varias que merecerían una larga exposición que no vamos a realizar aquí. Simplemente señalar el apunte sin duda más valioso: la propuesta de Urbaneja de mantener una televisión pública con doble formato: una parte de la misma sería en el sentido público que hemos conocido hasta la fecha, sin preocupación excesiva por la audiencia, y la otra tendría funciones de empresa, concursaría en bolsa, &c. Esa sería una posibilidad para que el ente público lograse una autofinanciación y pudiese ir frenando el déficit anual e incluso pensar en saldar en un plazo razonable sus deudas.
En la jornada de tarde entró en acción la televisión privada y uno de sus platos fuertes: los llamados programas «viscerales» o prensa del corazón. Así, tuvo lugar una multitudinaria mesa redonda con la presencia de Santiago Acosta y Sandra Fernández, presentador y directora del programa de Telecinco Salsa Rosa (además de marido y mujer) y Gustavo Bueno Sánchez, quien ofició como interlocutor de los dos citados. La mesa redonda consistió fundamentalmente en una exposición de Acosta centrada en los índices de audiencia registrados durante el sábado por la noche, en plena emisión del programa, y que sirven para preparar el Salsa Rosa de la semana siguiente. Los mayores problemas que se plantea el programa residen en escoger el momento ideal para mostrar unos contenidos y no otros, según el tipo de personaje que aparezca en el plató, y en introducir los espacios publicitarios (fundamentales en una televisión cuyo objeto es la competencia con otras cadenas y la acaparación de audiencia) para poder competir con otro espectáculo de telerrealidad como es el fútbol (se descarta la audiencia de otros programas de similares contenidos, a juicio de Acosta). La realización de Salsa Rosa se convierte así en una cuestión de saber dosificar la publicidad y en escoger los contenidos dependiendo de la época del año.
En el coloquio, Sandra Fernández, tras una invitación de Bueno Sánchez, fue explicando las distintas situaciones que pueden darse para que en el programa intervengan determinados personajes; hizo hincapié en el tema económico, señalando que Tele 5 no puede competir con las ofertas que realiza Antena 3, y que por lo tanto muchas veces se ve obligada a presentar un cartel de circunstancias. No se olvidaron de señalar los miembros de Salsa Rosa, a petición del público, los problemas que tuvieron con el caso del cantante Al Bano, que se negó a continuar participando en un programa especial a pesar de haber cobrado por su aparición y testimonio, así como de otros personajes que pertenecen a este peculiar entorno. En general, cabe destacar el gran conocimiento del que hizo ostentación el público allí presente, demostrando que esos programas son muy vistos por la audiencia española.
Jueves, 21 de julio de 2005
El periodista en los debates televisivos y la telerrealidad. La prensa riojana entra en acción
La sesión del jueves la abrió José María Calleja, periodista de CNN+, quien comenzó la mañana con su conferencia El periodismo de investigación en televisión, en la que señaló que el periodismo ha cambiado desde que la noticia no se busca, sino que se crea (basura fabricada diríamos nosotros), y puso varios ejemplos de la situación que él, como periodista amenazado por el terrorismo de ETA, ha ido viviendo en distintas épocas, según la postura que los distintos gobiernos adoptasen ante la banda y su ambiguo cómplice, el nacionalismo vasco.
Quizás la mejor constatación de que el periodismo de investigación en estas cuestiones ha ido evolucionando es ver que poco a poco ha ido cambiando la visión de crear una noticia cuando, tras un atentado, se acerca el micrófono para captar la indignación de la víctima. En otras épocas se había silenciado a la víctima, apelando al respeto debido que debía mantenerse por ella (hoy día se silencian manifestaciones multitudinarias opuestas a la negociación con ETA, por ejemplo). Sin embargo, semejante postura ha tenido la consecuencia de hacer desaparecer durante años de la información a las víctimas del terrorismo, cosa que había ido cambiando levemente como el propio Calleja se encargó de resaltar.
Y tampoco se puede calificar como basura a ese desvelamiento, añadimos nosotros. ¿Cabría calificar como opiniones basura a quienes, aún consternados por la crudeza de un atentado, piden la instauración de la ejecución capital para los autores de tal crudeza? A juicio de Calleja, se hace necesario que los periodistas den la voz a estas personas indignadas ante la pasividad y tolerancia con los asesinos, tolerancia que los propios medios, al ensalzar la figura del terrorista, han contribuido a crear, para perjuicio de las víctimas. Podría decirse incluso que quienes consideran que tales manifestaciones son simples modos de «desahogarse» (como dijeron muchos periodistas tras las numerosas peticiones de pena de muerte a voz en grito y en pintadas callejeras los atentados del 11 M), son en realidad víctima de la propia basura políticamente correcta que ellos mismos han creado como mecanismo para amedrentar a sectores enteros de la opinión pública, haciéndose cómplices objetivos del terrorismo etarra o de otras organizaciones (que serían, en consecuencia, basura política).
Por similares derroteros avanzó la segunda conferencia de Calleja, Los debates en televisión: formatos. La figura del moderador, donde insistió en el monopolio de los nacionalistas con su televisión, que no ve nadie pero que censura determinados contenidos, y donde ejemplificó los problemas y amenazas que suele haber en determinados debates con uno concreto que tuvo lugar en el Forum de Barcelona, en el año 2004, donde Calleja tuvo que compartir mesa con varios miembros de la llamada «izquierda aberchale». En medio de las opiniones lacrimógenas de tales sujetos, que criticaban falta de libertad de expresión, Calleja, con gran ironía, señaló que él estaba obligado a llevar escolta por sus opiniones, cosa que le permitió dar la vuelta al debate, algo que aplaudió Felicísimo Valbuena. En general, Calleja consideró que los programas de debate disponen de público interesado en verlos, aun no siendo tan numeroso como el de otros programas, y que es un grave error eliminarlos de parrilla.
Como incidencia, es de reseñar que durante ese jueves tuvimos oportunidad de leer, como en los días anteriores, las abundantes noticias que la prensa riojana fue publicando sobre este curso de verano en Santo Domingo de la Calzada. Sin embargo, uno de los titulares acabó provocándonos estupor, sobre todo a raíz de lo que fuimos leyendo con posterioridad. En concreto nos referimos a una frase de Urbaneja: «En la televisión sobra vulgaridad y falta talento», que aparecía justo debajo de una foto de Santiago Acosta. No es que consideremos que hubiera mala fe en quien publicó de tal modo la frase bajo la foto, pero lo cierto es que supuso el comienzo de una serie de críticas totalmente fuera de lugar, que tuvieron su mejor expresión en un editorial de ese mismo periódico el viernes, donde poco más o menos se señalaba que en este curso de verano se estaba criticando de forma intolerable a la televisión. Sin embargo, cualquiera que pudiera asistir al curso, o que leyera esta crónica, de ningún modo podría hacerse eco de semejantes juicios, salvo que consideremos que la vulgaridad y el talento en dosis equivalentes a las mencionadas pudieran describir al autor de ese editorial de uno de los tres periódicos riojanos que dedicaron una o dos páginas cada día al curso que reseñamos.
En la sesión de tarde tuvo lugar una mesa redonda sobre los programas de telerrealidad, con Roberto Ontiveros, director de Gran Hermano, programa que resultó especialmente polémico en su estreno y que provocó un aluvión de críticas contra Gustavo Bueno por el seguimiento y los análisis que realizó sobre él. Sin embargo, sería injusto que se le acusase al profesor Bueno de haberlo defendido, pues a pesar de sus análisis en la revista Interviú, Gran Hermano fue víctima de una crítica feroz en varias páginas del libro Televisión: Apariencia y Verdad (en concreto de la 226 a la 232), en lo referente a su equipo técnico, donde se les acusaba de ocultación de la mercancía y de engañar y mentir para camuflar que el programa se les había ido de las manos respecto a lo que tenían previsto –sobre todo por el comportamiento de varios de los concursantes, como el asturiano Iván Armesto–, diciendo que el programa era la vida tal cual es, sin señalar que el realizador puede alterar el ritmo de los acontecimientos dando paso a lo que retransmite una cámara y no a otra, haciendo desaparecer cuestiones comprometidas, &c. En todo caso, la posición hacia el programa Gran Hermano no era de hostilidad, sino más bien de curiosidad; de lo contrario, jamás se hubiera invitado a Roberto Ontiveros.
En su exposición, Ontiveros utilizó un estilo un tanto extraño, pues apeló a sus estudios de Filosofía para intentar analizar lo que es Gran Hermano, sin que sus referencias pasasen de invocar a Freud, Nietzsche o Wittgenstein y sin precisar tales apelaciones más allá de la mera retórica («Gran Hermano es el Tractatus», afirmó sin mayores precisiones). Ontiveros no quiso extenderse acerca de sus impresiones particulares de los concursantes y el programa (como quizá esperaba buena parte del numeroso público), sobre si buscan el riesgo o simplemente ser famosos, así que como «sobre lo que no se puede hablar es mejor callarse» (referencia a Wittgenstein que añadimos nosotros), prefirió mostrar una nueva variante de estos formatos, proyectando el vídeo de la versión española de un nuevo programa basado en el intercambio de parejas, aunque no en el sentido swinger (algo que por lo menos no apareció ni siquiera insinuado en ningún momento de la proyección), sino cambiando a las respectivas esposas de familia durante una semana.
En el ejemplo que presentó y se comentó de este nuevo formato de telerrealidad, el cambio se realizaba entre el miembro venido a menos de una prestigiosa familia de clase alta –un holgazán con ilustres y respetables parientes nobles (lo que añade morbo y confusión demagógica y populista al asunto) y una señora de clase media-alta acostumbrada al lujo y la ropa cara– con una familia trabajadora y de clase media que disponía de mayores medios que el pariente del marqués de Kindelán y su esposa (barruntamos el disgusto del resto de la familia Kindelán cuando vea este programa, ante la obscenidad de uno de los suyos). El resultado después de una semana de convivencia mostraba las dificultades que la «conciencia» de las respectivas esposas tenían para adaptarse a su nuevo «ser social», como señaló uno de los asistentes en el turno de preguntas en lenguaje marxista. No obstante, hay que destacar que este programa, al menos en su modalidad de episodio piloto, ya no responde a la televisión formal que por momentos representa Gran Hermano, sino a la material, donde ya se había producido la convivencia y las distintas parejas se habían visto las caras en una comida, de forma aparentemente amistosa. De todos modos, habrá que ver en qué se convierte una primicia de todos modos nada desdeñable y que nos ofrece una parte muy significativa de lo que es la realidad social española (al parecer con resultados similares a los de otros países europeos de los que se ha tomado el formato del concurso).
Viernes, 22 de julio de 2005
Cine y Televisión: su recíproca influencia. Televisión y Democracia.
El último día del curso se dedicó en su mañana al análisis de los recursos técnicos comunes al cine y la televisión. Inició la sesión Bernardo Sánchez Salas, profesor de Filología en la Universidad de La Rioja y poseedor de un premio Max de teatro, quien impartió la conferencia Las transformaciones radio, cine, televisión, donde nos habló de la influencia que la televisión tuvo en la radio y en el cine. Tal influencia tuvo gran alcance, pues las grandes estrellas de estos medios acabaron teniendo que utilizar de la pequeña pantalla para no quedarse atrás. Ahí estaba el caso de Orson Welles, quien en el anuncio televisivo de su película Ciudadano Kane no aparecía más que por medio de su voz y un micrófono, con el que la gente le identificaba. Asimismo, la televisión, aun siendo un medio poco asentado en la década de 1930, ya provocó la grabación de películas inspiradas en ese nuevo invento, como Asesinato por televisión (1939). Incluso cineastas tan prestigiosos como Hitchcock tuvieron que pasarse a la televisión para hacer cine en forma de series, sin duda uno de los orígenes de las películas preparadas para televisión. En todo caso, pudimos comprobar cómo muchos recursos técnicos de ambos medios son muy similares, sin capacidad para distinguir cine de televisión sin apelar a la cuestión de la televisión formal y la clarividencia.
Esta impresión quedó reforzada con la intervención posterior de Roberto Hoya Salcedo, coordinador de emisiones de TVE La Rioja, quien en su conferencia Principios y práctica de la televisión, realizó un recorrido sobre los fundamentos técnicos del medio y sus límites, enfoques de la cámaras, tipos de planos, &c., finalizando con el visionado de raros fragmentos en vídeo por él coleccionados, procedentes de TVE en los tiempos que no tenía competencia, hace ya cerca de treinta años, con numerosas y curiosas tomas falsas y materiales descartados entonces.
Profundizando más en su conferencia, en ella pudimos constatar que las verdaderas y claras diferencias que existen entre el cine y la televisión aparecen al comprobar que los recursos cinematográficos, aun pudiendo ser exportables a la televisión, como así ha sucedido efectivamente, toman un sentido totalmente distinto en el aparato televisivo. Pues si bien todos los tipos de encuadres, planos y perspectivas que pueda adoptar un realizador o un cámara de un programa, son análogos a los del cine (y cuya funcionalidad dependerá de la posición de quienes son enfocados o de lo que el responsable del programa quiera contarnos), en el cinematógrafo tales artefactos tienen una finalidad puramente psicológica: transmitirnos la sensación de que lo que estamos viendo es real, a pesar de que previamente sepamos que no lo es.
Por lo tanto, las imágenes cinematográficas sólo puedan entenderse en términos de la verosimilitud, como señalaba Aristóteles en la Poética, y no respecto a una realidad alotética, caso de la televisión. Y es que la forma de la pantalla de cine reproduce la forma en la que el ser humano como especie ve los objetos que se encuentran en su exterior, y con ese efecto óptico juega para desarrollar las tramas de las películas. Sin embargo, cuando esos recursos se utilizan en la televisión formal, están sirviendo para mostrarnos una realidad presente, ya sea en forma de apariencias de ausencia o de presencia, pero presente, real. Y si a esos recursos se les añade un montaje y se emiten en diferido, entonces lo que tenemos es televisión material, lo que viene a ser una forma más de hacer cine.
La sesión del viernes por la tarde significó la clausura oficial del curso, en la que intervinieron nuevamente Agustín García Metola, Gustavo Bueno Sánchez, Gustavo Bueno Martínez y Pedro Santana Martínez, y a quienes se añadió José Martín y Pérez de Nanclares, Vice Rector de la Universidad de La Rioja, expresando todos el deseo de que estos Cursos de Verano mantengan su continuidad y sigan creciendo en forma de colaboración más estrecha entre las instituciones implicadas.
Gustavo Bueno, quien en la rueda de prensa anterior negó rotundamente las acusaciones de la prensa riojana respecto a las críticas a la televisión, clausuró el curso con su conferencia titulada Televisión y Democracia, donde aprovechó su exposición sobre la Televisión del primer día para consagrarse a explicar la génesis y la estructura de la democracia realmente existente, tomando como referencia las obras Panfleto contra la democracia realmente existente y El mito de la izquierda, de gran éxito a pesar de la censura impuesta en determinados medios. Bueno explicó el proceso de holización de la sociedad política, la transformación de la sociedad estamental del Antiguo Régimen en una sociedad de ciudadanos independientemente de su origen social, desde 1789 hasta el Estado del Bienestar como contrapartida a la quinta generación de izquierda política, la Unión Soviética, proceso que nos ha llevado a la democracia de mercado pletórico, con sobreabundancia de gran número de bienes, donde la televisión constituye sin duda un elemento fundamental; de hecho, el mercado pletórico favorece la aparición de nuevas televisiones y nuevos contenidos, en tanto que los programas de televisión dependen de la audiencia para poder sobrevivir, del mismo modo que los productos del mercado dependen de los consumidores para poder subsistir o los partidos políticos dependen de sus votantes para poder gobernar, y de la televisión para lograr vender sus productos.
Sin embargo, el mérito principal de la exposición de Gustavo Bueno no estuvo tanto en la excelente síntesis que realizó de estas dos obras, sino en incorporar dialécticamente los datos y aportaciones de los distintos conferenciantes de días anteriores. Así, el dato aportado por GECA acerca de una audiencia fragmentada y segmentada, junto a la existencia de más de un aparato de televisión en los hogares españoles, ponen en entredicho la unidad de la audiencia, y en consecuencia también la unidad de esa España que siempre estaba en boca de los concursantes de Gran Hermano en el año 2000: las concesiones de televisiones autonómicas, señaladas por José María Calleja como forma de imponer un determinado poder por medio de la normalización lingüística, fueron tomadas como referencia fundamental en este nuevo análisis de las relaciones entre democracia y televisión. Además, si las familias ya no ven la televisión juntas, la ruptura social se va produciendo paulatinamente. Y qué decir si en la televisión comienzan a aparecer con gran profusión inmigrantes árabes, chinos, &c., precisamente uno de los peligros de los que alertó Gustavo Bueno, y que la televisión puede señalar como termómetro los grados de esta eventual fractura social.
Como colofón, una vez visto desde la distancia este curso de verano, y dado el gran nivel mostrado por sus conferenciantes, hay que felicitar a los organizadores, y apreciar la atención que el curso suscitó en la prensa regional, aunque quizá hubieran ofrecido informaciones diferentes si los periodistas hubieran asistido a las distintas sesiones del Curso, y no se hubieran limitado a preguntar a los distintos personajes de primera fila que pasaron por Santo Domingo de la Calzada, en las sucesivas ruedas de prensa, sobre lo que ellos querían escuchar.