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El Catoblepas, número 42, agosto 2005
  El Catoblepasnúmero 42 • agosto 2005 • página 13
Artículos

Breves consideraciones sobre
la relación entre capital y energía

Alfredo González Colunga

La prioridad de un Estado debe ser lograr acceso a energía que sea de apariencia ilimitada, y que se encuentra más allá de las actuales fronteras tecnológicas

Estructura de los sistemas organizativos

Cualquier sistema organizativo requiere una energía que mantenga su estructura. Para capturar esa energía cualquier sistema organizativo requerirá por tanto, al menos, de tres subsistemas:

Además de sensores, herramientas y decisores, un sistema organizativo requerirá diferentes sistemas de comunicación entre sus subsistemas y también podrá tener complejísimos transformadores de energía, sistemas de mantenimiento, &c. Ahora bien; la estructura básica antes descrita y, en función de ella, su criterio prioritario de toma de decisiones, permanece inalterable.

De esto se deduce también que los sistemas organizativos operan entonces de manera secuencial, es decir: es necesaria una información de los sensores para que el decisor opte por una deteminada estrategia de inversión energética. Ésta, a su vez, irá dirigida hacia los sensores, hacia las herramientas, o hacia el propio decisor. Cada paso dado alterará las probabilidades de acceso a energía del sistema vivo.

Por lo tanto, e independientemente de la complejidad del sistema vivo analizado, ocurrirá que:

Un sistema vivo tomará sus decisiones en base a la información sobre probabilidades de acceso a energía suministrada por sus sensores, y entregará energía a sus sensores y herramientas en función de esta información.

Entenderemos por lo tanto que el decisor no tomará sus decisiones en base a la energía de que dispone, sino que dispondrá de su energía en base a la información que le envíen sus sensores. Es decir, en base a las probabilidades de acceso a nueva energía de que disponga.

Dicho de otro modo: cualquier sistema organizativo opera en un modo esencialmente probabilístico.

Acceso a la energía

Dada esta estructura básica, existen sólo dos formas de acceder cada vez a más energía:

Igualmente, desde el punto de vista de la energía a la que es posible acceder, sólo existen también dos opciones fundamentales:

  1. Los sensores localizan energía, pero no los límites de dicha energía.
  2. Los sensores han localizado los límites de su banco de energía.

El caso A tendrá lugar cuando las fronteras de la energía disponible son, en la dimensión explorada, más extensas que las fronteras a las que acceden los sensores que intentan localizarla. Imaginando que la energía disponible tiene forma de círculo, los sensores, dentro de ese círculo, pueden barrerlo, pero siempre en círculos de radio más pequeño que el radio del círculo de energía. Por lo tanto no alcanzan a «ver» dónde acaba esa energía. Esa energía, por lo tanto, se aparece ante el sistema vivo como ilimitada.

Un sistema organizativo tenderá en esta situación, en promedio, a invertir más de la energía de que dispone en sus sensores, para aumentar su capacidad de localizar más de esa ilimitada energía, y también a invertir más en herramientas para capturarla. El decisor también invertirá en sí mismo, en su propio desarrollo, ante la necesidad de tomar decisiones sobre un sistema crecientemente complejo. Por todo esto podemos afirmar que un sistema organizativo en esta situación, es decir, ante la apariencia de acceso ilimitado a energía, se encuentra en fase expansiva.

La situación B se produce una vez que el sensor ha localizado los límites de la energía de la que dispone. Si imaginamos de nuevo que la energía disponible tiene forma de círculo, entonces los sensores del sistema habrán ido aumentando su radio de acción hasta que, finalmente, los dos círculos coinciden.

En este caso el decisor dispone de diferentes opciones de cara a optimizar su estrategia:

Respecto a su inversión en sensores: puede continuar con ella, multiplicándola incluso si es necesario mediante una mayor inversión también en herramientas. En ese caso aumenta sus probabilidades de acceso a nueva energía, pero ésta tendrá que ser, o bien de un tipo no conocido, o bien de un tipo conocido pero aún no localizado. En ambos casos el acceso a esta energía es, por tanto, estrictamente no predecible. Sí es predecible, sin embargo, que la inversión en esta búsqueda acelerará el consumo de la energía disponible. Es, por tanto, una estrategia arriesgada, a la espera de que un golpe de fortuna permita al sistema organizativo acceder a la ansiada nueva fuente de energía.

La otra opción es la reducción del consumo: reducir la inversión en sensores a la espera de que, aún así, en un golpe de azar esas nuevas fuentes aparezcan. El sistema organizativo dispondrá de sensores de inferior calidad, y por tanto de menor probabilidad de alcanzar esa nueva energía. Pero a cambio reducirá su consumo, y dispondrá de más tiempo para que sus sensores localicen azarosamente esa energía.

También para las herramientas existen dos opciones en un entorno de limitación energética: el primer caso será aquel en que, además de la limitación energética, exista una competencia por la energía restante, es decir, si existe más de un sistema organizativo que aspira a consumir esa energía ya localizada.

En este caso el sistema organizativo no tendrá opción: deberá seguir suministrando energía a sus herramientas, con la esperanza de acaparar la mayor parte de la energía disponible y de que, durante ese plazo, los sensores descubran nueva energía.

De existir un caso en el que no se produzca competencia por la energía limitada restante, es decir, que ese sistema organizativo sea el único capaz de acceder al banco de energía, la mejor estrategia pasaría a ser la de disminuir también la energía enviada a sus herramientas: una estrategia de recorte de gastos para así, pacientemente, esperar que la localización azarosa de una nueva fuente energética tenga lugar por parte de los sensores.

Finalmente, y en lo que sí invertirán los decisores, es tanto en sensores como en herramientas útiles para el control del gasto. Sensores y herramientas capaces de lograr que los sensores y herramientas ya existentes hagan el menor consumo energético posible

Podemos decir que un sistema organizativo en esta situación se encuentra en fase recesiva.

Un breve ejemplo

Imaginemos un pueblo de 100 habitantes que dispone en su centro de un pozo de petróleo, que los vecinos extraen con una cuerda y un caldero.

Por más que han tirado cuerdas atadas con piedras, nadie ha sido capaz de encontrar el fondo del pozo. Así que, aunque todo el mundo sabe que el pozo ha de tener algún fondo, el pozo es percibido, de hecho, como un pozo sin fondo. La mejor estrategia para el pueblo, y la que se impondrá, es que todo el mundo acceda al pozo libremente (nadie permitiría, ni tendría sentido, el veto de acceso a una fuente de apariencia ilimitada). El precio de ese petróleo estaría asociado al de su extracción, y con él el pueblo se desarrollará invirtiendo cada vez más, según lo descrito, en sensores y herramientas. En este caso, según lo descrito, estaremos hablando de un sistema organizativo en fase expansiva.

Ahora bien: un buen día alguien aparece con un sensor muy especial, una cuerda extraordinariamente más larga que cualquier otra. En medio de gran expectación la introduce en el pozo atada a una piedra y... el fondo del pozo aparece.

En ese mismo momento la estrategia de los vecinos cambiará. Si no hay más pueblos, ni perspectivas de encontrar más pozos de petróleo, se restringirá tanto la inversión en sensores como en herramientas. Dado que existe una cantidad de petróleo más o menos determinada, es posible deducir cuánto corresponde a cada individuo. Pero recordemos que las decisiones se toman, precisamente, en base a las probabilidades de acceso a más energía. Es, por tanto, estrictamente imposible llegar a acuerdos de reparto, y será tanto más difícil cuanto más escasee. El petróleo del pozo tenderá por tanto a concentrarse en unas pocas manos. Aún sin que haya cambiado la cantidad de petróleo disponible en el pozo, súbitamente el pueblo habrá entrado en una fase recesiva.

La sociedad actual desde el punto de vista de sus probabilidades de acceso a energía

Trataremos de utilizar ahora este esquema para extraer conclusiones sobre la situación energética actual, definiéndola como recesiva, y proponer medidas a tomar para redirigirla hacia una tendencia expansiva.

Como se ha descrito, consideraremos que las decisiones en cualquier sistema organizativo, incluyendo las organizaciones sociales, no se toman en base a la energía de que dispone el sistema organizativo, sino en base a la información que los sensores ofrecen respecto a las probabilidades de acceso a nueva energía.

Según el esquema trazado podemos decir que la situación energética de la sociedad humana en su conjunto es, desde 1973, asimilable a una fase recesiva. Es preciso recordar que durante los años 50 y, especialmente, los 60, las sociedades occidentales operaron de forma expansiva, es decir, invirtiendo en sensores y herramientas. Y esto no porque el petróleo fuera ilimitado, sino porque se presentaba en ese momento como de apariencia ilimitada. En consecuencia las estrategias globales en ese momento eran ideológicas, no energéticas. Se invertía en sensores y herramientas en busca de nuevas fronteras de todo tipo, y por eso podemos decir que esos años fueron una época expansiva no sólo en términos tecnológicos, sino también culturales y sociales. El argumento es sencillo: ante la perspectiva de una energía de apariencia ilimitada, son posibles las utopías.

El 73, con la localización de los límites energéticos y, en consecuencia, el comienzo de la lucha por su control, marcó el paso del sistema social hacia una fase recesiva. Lenta pero previsiblemente las estrategias globales se fueron haciendo menos ideológicas y más energéticas. En un entorno de competencia la búsqueda de nuevas fronteras se estancó en todos aquellos campos que no ofrecían perspectivas, bien de ofrecer incrementos bien en la productividad –captación de energía externa a cada subsistema organizativo–, bien en el control de gastos en sensores y herramientas. En las fronteras sociales las ideas solidarias fueron extinguiéndose, y en las formales la investigación en la frontera del arte fue sustituida paulatinamente por la publicidad y el marketing.

Los riesgos actuales

Actualmente se considera que, si aún resta petróleo para 50, 100 ó 200 años, podremos seguir operando durante al menos una buena parte de ese tiempo en unas condiciones similares a las actuales, en forma tal que suaves incrementos de los precios del barril de petróleo se verán compensados con suaves contracciones de la demanda, y que este efecto es suficiente para permitir avanzar a la economía por la senda seguida hasta el momento. En base a las premisas expuestas se pretende concluir que este planteamiento es erróneo.

Esto se debe a dos razones:

La primera es que la sociedad humana está formada por un conjunto de subsistemas que entran en competencia entre sí por el acceso a la energía. Por lo tanto, y como hemos visto, esto obliga a que pese a haber localizado sus límites energéticos, el sistema social humano continúe mejorando su eficiencia energética, lo que en la clasificación de los diferentes sistemas organizativos en función de sus probabilidades de acceso a energía definíamos como estrategia arriesgada.

La segunda es que las sociedades desarrolladas han encontrado una forma específica de acumular energía, energía potencial: el dinero.

El dinero es energía potencial literalmente, en tanto que es una medida de nuestra capacidad de acceder a un consumo energético directo o indirecto. Ahora bien: según hemos visto, la energía del sistema organizativo tiene valor en tanto en cuanto permita el acceso a nueva energía que permita mantener su estructura. Igualmente de poco servirá el capital de que dispongamos en un mundo sin energía para moverlo, y por tanto, igualmente, el dinero tendrá valor en tanto en cuanto que capaz de acceder a energía.

Expresado de otro modo: el capital, aunque puede crecer en procesos especulativos, finalmente tendrá valor en tanto exista energía de la que podamos disponer para gastarlo. Al igual que no es concebible acceder a energía sin dinero, podemos decir que tampoco lo es consumir ese dinero sin energía. Podemos hablar entonces de la necesidad de que exista una cierta cantidad de energía disponible para que el dinero tenga valor. Es decir, un «Patrón energía», o cantidad de energía disponible necesaria por unidad monetaria.

Pero además, como hemos visto, pese a haber localizado nuestros límites energéticos existe competencia por el acceso a esa energía. Por lo tanto seguirá siendo rentable la inversión en eficiencia energética, es decir, en aumentar las probabilidades de acceso a la energía disponible de cada uno de los operadores, aún a riesgo de acelerar la extinción de la energía para el conjunto de todos ellos.

Esto provoca, como sabemos, continuos avances tecnológicos que hacen que vivamos un momento de incremento exponencial de la eficiencia energética.

Es decir, gracias a las mejoras tecnológicas, con el mismo dinero podemos consumir cada vez más energía. En resumen, el «Patrón Energía», es decir, la cantidad de energía de que deberíamos disponer por unidad monetaria, crece constantemente.

Por lo tanto en estos momentos se dan simultáneamente las siguientes circunstancias:

Este proceso lleva teniendo lugar desde hace más de 30 años, es decir, desde la localización de los límites energéticos disponibles (crisis del petróleo).

En resumen: Desde hace más de 30 años se está acumulando un capital que no dispone de energía real acorde con su necesidad potencial, cada vez mayor, mientras que la energía disponible es cada vez menor. Dado que hasta el momento presente la demanda de conversión del capital en energía ha sido cubierta, el proceso permanece latente, pero no por ello es menos real, porque el capital acumulado sigue creciendo, y con él su necesidad energética.

Este proceso es totalmente independiente del hecho de que consigan compensarse pequeñas subidas del precio del petróleo con determinadas restricciones de la demanda. Esto puede aplazar el proceso, pero no detendrá el fenómeno profundo de pérdida de valor del capital.

Este proceso de pérdida de valor, con características de crecimiento exponencial, sólo puede desembocar en una crisis de carácter hiperinflacionario. El boom inmobiliario global no es sino un síntoma de que el capital pierde valor como vehículo de acceso a nueva energía. Si, como hemos vito, la energía le es útil a un sistema organizativo en tanto le permita el acceso a más energía (y pueda, en el proceso, conservar su estructura) el capital, en tanto que energía potencial, le es útil a un sistema social en cuanto le permita el acceso a más capital. Este es uno de los fundamentos del desarrollo económico moderno. Pero, finalmente, habrá que hacer necesariamente una conversión a energía real disponible. En un entorno de limitación energética como el actual esto cada vez resultará más difícil, y por tanto también lo será generar capital en procesos productivos (algo que sólo el acelerado aumento de la eficiencia energética, basado principalmente en la casual aparición de la informática, justo al comienzo de la era recesiva, está consiguiendo mantener) y el capital, en busca de salidas, provocará el florecimiento de procesos especulativos.

De ser correcto este planteamiento, esta crisis acabará estallando en fecha totalmente impredecible, y con ella todas las crisis asociadas ya conocidas. De hecho, cuanto más se acumule un desfase entre ambas variables, más difícil y traumático será el reajuste. Algo muy parecido a ir añadiendo carriles a una autopista para posponer el atasco que tiene lugar en el estrecho camino que se encuentra a su final.

Existe al menos una solución

A falta de una idea mejor, la única forma de detener este proceso es garantizar al capital una convertibilidad en energía, es decir, buscar y acceder a nueva energía.

Pero con un criterio específico. La única forma de evitar una crisis de estas características se basa, precisamente, en invertir en la localización y acceso a una nueva energía que, al igual que lo fueron en su tiempo el carbón y el petróleo sea, al menos en apariencia, ilimitada.

Sólo en estas circunstancias se puede seguir generando capital con valor energético o, según la terminología aquí utilizada, solamente así se disfrutará de un «Sistema organizativo social expansivo». De no alcanzarse esta equivalencia, y de prolongarse la situación, se irá produciendo un arco de diferencias crecientes a favor del primero que irá tensándose hasta saltar antes o después.

Sobre las estrategias de búsqueda de una energía de apariencia ilimitada

El ejemplo de las denominadas «energías alternativas», denominadas así en tanto que no son capaces de sustituir al petróleo, es útil para comprobar que tales energías no serán consideradas por los mercados como una salida viable para su necesidad de gasto energético. Por lo tanto no serán percibidas como esa necesaria energía «de apariencia ilimitada», y no podrán detener el proceso hiperinflacionario.

La buena noticia es que el proceso es viable. De hecho, se está llevando a cabo. Proyectos de investigación en fusión nuclear como el ITER son la prueba.

Simplemente se está actuando con un criterio equivocado pues en estos proyectos los gobiernos consideran que su mejor estrategia, su estrategia, por tanto, prioritaria, consiste en favorecer a sus empresas para así generar empleos e impuestos que, a su vez, les favorezcan a ellos. Pero parten de una premisa que, como hemos visto, puede ser errónea: que el dinero es un valor sólido, de convertibilidad energética garantizada.

Sin embargo, si se acepta que el valor del dinero está asociado a la disponibilidad energética, pasará a aceptarse también que la mejor inversión del conjunto de los estados, y por tanto prioritaria, no será disputar por la generación de capital, sino en todo caso por el acceso a más energía.

Los únicos gobiernos que actualmente están cumpliendo con la función básica de buscar acceso a la energía son aquellos que persiguen el control directo de los recursos petrolíferos existentes. Sin embargo esta estrategia, aunque históricamente correcta, no resulta viable en una economía globalizada. Pero no porque sea globalizada, sino porque debido a ello ya son conocidos, aproximadamente, los límites energéticos globales. Hemos tirado una larga cuerda, y hemos encontrado el fondo.

Esto hace que, basándose exclusivamente en ellos, no sea posible escapara a una fase recesiva cada vez más acusada.

Las guerras se entablan cuando se percibe que, más allá de las fronteras existentes, existe la probabilidad de acceso a nueva energía. Pero hoy la frontera que nos separa a todos del acceso a nueva energía, y la única que puede conquistarse para volver a poner en valor al capital no es geográfica, sino tecnológica.

La prioridad de un Estado debe ser, por tanto, lograr acceso a energía que sea de apariencia ilimitada, y que se encuentra más allá de las actuales fronteras tecnológicas.

La responsabilidad de encontrar nuevos accesos energéticos corresponde a los Estados

Es preciso recordar que, en un entorno de limitación energética, la responsabilidad de garantizar acceso a la energía corresponde a los estados, no a las empresas. Solamente cuando existe una apariencia de acceso ilimitado a la energía los estados pueden ceder ese control, y de hecho lo ceden, a la iniciativa privada. En tales el proceso crecerá saneadamente, y así seguirá mientras los límites de la nueva energía no sean descubiertos. En ese momento el capital volverá a correr el riesgo de perder valor.

Todo esto es, por lo demás algo obvio, ya que sin energía el propio estado carece de viabilidad. Es posible que algunos estados puedan prosperar sin acceso a energía, sino sólo al capital, pero no el conjunto de los mismos.

Garantizar el acceso a la energía es prioritario respecto a garantizar el derecho a la cultura, pues ésta se sustenta, y germina, precisamente en concurrencia de superávit energéticos. Garantizar el acceso a la energía es prioritario respecto a la inversión en infraestructuras, porque éstas carecen de sentido si no se garantizan previamente recursos energéticos para su uso. Garantizar el acceso a la energía es prioritario, incluso, respecto a la propia inversión en tecnología entendida de un modo genérico, es decir, si no se enfoca hacia la búsqueda de nuevos recursos energéticos, sino hacia la mayor eficiencia en el consumo de los recursos limitados disponibles, como actualmente sucede, pues estos aumentos de la eficiencia en el consumo energético incrementarán, como hemos visto, el «Patrón energía», presionando los límites energéticos disponibles y anticipando la crisis.

Lo último, pero lo más importante: determinación en el proceso

Pero si buscar una energía de apariencia ilimitada es importante, no lo es menos cómo hacerlo. Recordemos que los sistemas organizativos operan no con la energía de que disponen, sino con las probabilidades de acceso a energía que les suministran sus sensores.

Dicho de otro modo: tanto o más importante que culminar con éxito el proceso investigador será mostrar una absoluta determinación al garantizar que culminará con éxito, y que lo hará de la forma más rápida posible.

Desde el momento en que ese compromiso sea indudable el dinero comprenderá que, en un plazo razonable, encontrará una vía de escape. Una salida. Valor.

Por lo tanto, en este proceso los plazos son muy importantes. No sólo porque la fecha de la explosión hiperinflacionista es impredecible, sino porque al ritmo que avanzan el conocimiento y la tecnología no son creíbles proyectos que se conceden a sí mismos 50 años para llegar a éxito. Ante ellos el capital actuará como si las investigaciones no estuvieran teniendo lugar. De hecho, con esta estrategia la crisis podría estallar la víspera de anunciarse que, efectivamente, el acceso a energía de apariencia ilimitada se había conseguido. Además proyectos a tan largo plazo tenderán a quedar desfasados, generando desaliento e incertidumbre sobre la oportunidad de nuevas grandes inversiones y cegando así, paulatinamente, la única vía de escape posible.

Ahora bien: el propio proceso, una vez puesto en marcha y adecuadamente canalizado, será expansivo, optimista. Permitirá al capital invertir no en más capital, sino en más energía, generadora potencial de una riqueza incalculable. Por tanto, una vez encarrilado, se retroalimentará.

 

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