Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 42 • agosto 2005 • página 14
Una aproximación a la obra de Deleuze desde el materialismo filosófico
«A su manera este libro es muchos
libros pero sobre todo es dos libros.»
Julio Cortázar, Rayuela
Esta cita extraída de la novela Rayuela de Cortázar es la elegida por Roberto Rodríguez Aramayo para abrir su introducción a El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer{1}. Continua Aramayo poco más abajo
«Por de pronto, recomienda [Schopenhauer] leer dos veces la obra, la primera con mucha paciencia, 'una paciencia generada por la confianza de que durante la segunda lectura mucho o todo se verá bajo una luz totalmente distinta'.»
Recomendaciones análogas cabría hacer a los lectores de ¿Qué es la filosofía? de Gilles Deleuze y Felix Guattari{2}. El problema es, en una primera lectura de la obra que aquí comentamos, los árboles quizá no dejen ver el bosque. El final retroalimenta el principio, por lo que una segunda lectura neutralizará los obstáculos con que los autores (con un estilo excesivamente farragoso) han ido aliñando la obra según el orden de exposición. Sólo desde el final estamos capacitados para construir un esquema conceptual que ordene las ideas en este libro expuestas.
Por lo dicho anteriormente comenzaremos la exposición dibujando dicho esquema conceptual desde donde extraeremos las ideas más importantes del libro comentándolas desde los presupuestos del materialismo filosófico en el que este trabajo está inscrito.
«Al principio era el Caos...». Esquema conceptual
La idea de Caos (idea que como veremos durante esta exposición resulta problemática en la obra de Deleuze) es la idea central y germinal desde donde tenemos que articular las demás ideas de esta obra. Deleuze no atribuye al Caos una anterioridad cronológica sino una anterioridad lógica.
«El caos se define menos por su desorden que por la velocidad infinita por la cual se disipa toda forma apenas bosquejada. Es un vacío que no corresponde a la nada, es un virtual que contiene todas las partículas posibles provocando todas las formas posibles que surjan, para así hacerlas desaparecer en seguida, sin consistencia ni referencia, sin consecuencia.»
El Caos es lo infinito, lo indiscernible, lo indeterminado. Aunque hay en la obra de Deleuze una cierta indefinición de lo que sea el caos, las pinceladas que de él da le asemejan a la Materia ontológico-general (M) del materialismo filosófico. Pero, como veremos, Deleuze acaba cayendo en lo que podríamos denominar como una indistinción ontológica, puesto que acaba confundiendo en la idea de Caos las funciones que en el materialismo filosófico tienen M y M(i). La idea de Caos que en principio parece tener las características negativas de M acaba siendo contaminada por propiedades que en el materialismo filosófico tiene M(i) con lo que se pierde el carácter esencialmente crítico que M tiene en los Ensayos Materialistas de Gustavo Bueno. Tanto daría decir Caos que decir Naturaleza, Realidad. Hay una positivización de M sin la cual sería insostenible la gnoseología adoptada por Deleuze y que expondremos más abajo.
Éste es el primero de los escollos que hace que las posiciones mantenidas por Deleuze en ¿Qué es la filosofía? sean inaceptables desde el materialismo filosófico.
Sólo desde la idea de Caos podemos entender dialécticamente el Pensamiento. El Pensamiento para Deleuze mantiene una lucha constante en dos direcciones: en una dirección el Pensamiento se enfrenta al Caos, en la otra, a las opiniones. La que nos interesa en este punto es la lucha que el Pensamiento mantiene contra el Caos. «Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del Caos». El Pensamiento se enfrenta al Caos bajo tres formas diferentes: la filosofía, la ciencia y el arte. Serían las tres Caoídeas, las tres hijas del Caos y el Pensamiento. La filosofía, el arte y la ciencia se enfrentan al Caos trazando planos secantes sobre él (la obra de Deleuze está repleta de metáforas extraídas de la Geometría).
La filosofía se enfrenta al Caos construyendo conceptos, mediante personajes conceptuales sobre una plano de inmanencia.
La ciencia, a su vez, se enfrenta al Caos construyendo functores, mediante observadores parciales sobre una plano de referencia.
El arte, por último se enfrenta al Caos construyendo perceptos y afectos mediante figuras estéticas sobre un plano de composición.
¿Qué es la filosofía? Filosofía, Arte y Ciencia
«La filosofía quiere salvar el infinito dándole consistencia: ella traza un plano de inmanencia que lleva al infinito los acontecimientos o conceptos consistentes bajo la acción de personajes conceptuales. La ciencia, al contrario, renuncia desde este punto de vista al infinito para ganar la referencia: ella traza un plano de coordenadas que define cada vez estado de cosas, de funciones o de proposiciones referenciales, bajo la acción de observadores parciales. El arte quiere crear lo finito que vuelve a dar lo infinito: traza un plano de composición que lleva a su turno los monumentos o sensanciones compuestas a lo infinito, bajo la acción de figuras estéticas.»
En este párrafo extraído del final del ¿Qué es la filosofía? Deleuze resume a la perfección sus ideas acerca de lo que sea el Arte, la Filosofía y la Ciencia en su relación con lo infinito, con el Caos. Desarrollaremos estas ideas en más detalle porque de estas consideraciones se desprende una segunda diferencia radical de carácter gnoseológico con el materialismo filosófico, a saber: la filosofía en el sistema deleuziano no sería un saber de segundo grado que descansa sobre saberes de primer grado tales como el Arte o la Ciencia. Más bien sería ella misma un saber de primer grado que actúa directamente sobre el Caos y que es independiente (al margen de contaminaciones esporádicas) del Arte y de la Ciencia. Si la indistinción ontológica (junto con una cierta hispostatización de la idea de Pensamiento) desde las coordenadas del materialismo filosófico hacen de su Ontología una Metafísica; la caracterización gnoseológica que Deleuze hace de la Filosofía, del Arte y de la Ciencia calificarían su Gnoseología de Idealista.
Hecho este apunte sobre la diferencia existente en este punto entre el materialismo filosófico y la obra de Deleuze prosigamos exponiendo las ideas de Deleuze acerca de lo que es la filosofia (trataremos solo superficialmente, por ser más oblicuo al tema del trabajo, sus ideas acerca del arte y de la ciencia).
Conceptos
Como hemos dicho para Deleuze la filosofía se enfrenta al caos construyendo conceptos. La filosofía sería el arte de construir conceptos. Son el producto de la filosofía. Los conceptos se caracterizan por ser consistentes. Serán consistentes interna y externamente (endoconsistencia y exoconsistencia).
Deleuze concibe los conceptos como todos fragmentarios (los conceptos en el sistema deleuziano serían totalidades atributivas). La endoconsistencia hace referencia a la relación existente entre los componentes del concepto. Componentes que serán inseparables entre sí al estar trabados internamente. No podemos olvidar que los componentes del concepto son ellos mismos conceptos, elementos que proceden de otros conceptos donde respondían a otros problemas y suponían otros planos. Pero el significado actual de estos componentes sólo se entiende ahora con relación a los demás componentes (lo que justifica la calificación de los conceptos como totalidades atributivas). Por ejemplo el Yo de Descartes tiene tres componente: Dudar, Pensar y Ser. La ordenación de los componentes se da según zonas de proximidad, En el ejemplo cartesiano una primera zona está entre dudar y pensar (yo que dudo no puedo dudar de que pienso) y una segunda zona de proximidad se sitúa entre pensar y ser (para pensar hay que ser). Por tanto la relación de inseparabilidad entre componentes heterogéneos según zonas de proximidad es lo que caracteriza la endoconsistencia. Los componentes de un concepto frenan la aparición de otros componentes que solo pueden aparecer cuando se desvanezcan los anteriores. Hay una cierta incompatibilidad entre componentes. Por ejemplo, el concepto platónico de Idea frena la aparición de la Idea de Cogito tal y como es presentada por Descartes, y ésta solo tiene cabida una vez que se ha derribado la preeminencia de la Idea platónica.
La exoconsistencia hará referencia a la relación de unos conceptos con otros. En la construcción de puentes entre conceptos sobre un mismo plano de inmanencia. En el ejemplo cartesiano la idea de infinito es el puente que conduce del concepto de Yo al concepto de Dios.
Deleuze caracteriza cada concepto como el punto de coincidencia entre sus componentes; «permaneciendo en estado de sobrevuelo con respecto a sus componentes. Copresente sin distancia». El concepto se define por tanto por la inseparabilidad de un numero finito de componentes heterogéneos recorridos por un punto de sobrevuelo absoluto, a velocidad infinita. El concepto es absoluto como totalidad pero relativo en cuanto fragmentario.
Podríamos decir que el concepto deleuziano estructuralmente está regido por el principio platónico de Symploké. Es más, el hecho de que no todos los componentes estén relacionados con todos ni ninguno con ninguno, es la condición de posibilidad de la inteligibilidad del propio concepto en tanto que totalidad atributiva.
Otra de las características de los conceptos es que son autorreferentes. En este punto retomamos de nuevo la diferencia gnoseológica entre el pensamiento deleuziano y el materialismo filosófico (podríamos decir lo mismo de cualquier materialismo) más arriba apuntada. La autorreferencia en el materialismo filosófico se reserva para explicar la peculiaridad de la construcción de los campos de las mal llamadas ciencias formales (lógica y ciencias matemáticas). Por analogía podríamos decir que la visión que Deleuze da en este punto de la filosofía es puramente formal. Esta autoconcepción formalista tendrá importantes consecuencias a la hora de establecer una filosofía de la historia de la filosofía como veremos más adelante.
Plano de inmanencia
Pero sigamos adelante. La filosofía además de construir conceptos debe establecer un plano de inmanencia sobre el Caos. El concepto es el inicio de la filosofía pero el plano es su instauración, un plano de inmanencia que constituye el suelo absoluto de la filosofía.
Los conceptos filosóficos son fragmentarios, no ajustan los unos con los otros puesto que sus bordes no coinciden. Sin embargo la filosofía los presenta siempre en un plano de interacción, un plano de inmanencia que aporta una imagen del pensamiento a la propia filosofía. A pesar de que el plano en sí mismo no es filosófico (no es un concepto de conceptos) es una condición de posibilidad para que surja la filosofía. Solo podemos hablar de filosofía cuando se haya instaurado un determinado plano de inmanencia. Se podría decir que hay religión cada vez que hay trascendencia y hay filosofía cada vez que hay inmanencia. Es por ello que la filosofía aparece en Grecia, puesto que fueron los griegos los primeros que pudieron elaborar un plano de inmanencia en el que poder insertar los conceptos filosóficos. Un plano de inmanencia que recorre incesantemente movimientos infinitos en dos direcciones: una llevará al Nous, la otra, a la Physis.
Mientras que los conceptos son totalidades atributivas cada plano de inmanencia es un Uno-todo, una totalidad distributiva. Para Deleuze hay una multitud de planos de inmanencia cada uno de los cuales pugna por ser El plano de inmanencia.
La filosofia a lo largo de su desarrollo histórico se mueve incesantemente entre la inmanencia y la trascendencia. Cada vez que la inmanencia viene referida a algo distinto de ella misma, cada vez que se habla de inmanencia «de algo», ese «algo» necesariamente reintroduce la trascendencia. Se produce una confusión entre el plano y el concepto de tal modo que el concepto se convierte en un universal trascendente y el plano en un atributo dentro del concepto. No se puede referir la inmanencia. No podemos olvidar que para Deleuze la función de la filosofía es la de «salvar el infinito dándole consistencia». Referir la inmanencia a algo es detener el infinito con lo que la filosofía se traiciona a sí misma. Hay cuatro ilusiones{3} que hacen que la filosofía se traicione a si misma: a) la ilusión de la trascendencia, consistente en dar prioridad ontológica a la trascendencia. Antecede a todas las demás. b) ilusión de los universales por el cual se confunden los conceptos con el plano. c) ilusión de lo eterno; esto es, olvidarse de que los conceptos tienen que ser creados. d) ilusión de la discursividad según la cual se confunden conceptos con proposiciones. Estas son las cuatro causas que hacen que la filosofía reintroduzca la trascendencia.
El plano de inmanencia (con mayúsculas) es lo que tiene que ser pensado y no puede ser pensado, lo no pensado en el pensamiento, inmanente a cada plano, pensable pero que no llega a ser pensado. En esto quizá consiste el gesto supremo de la filosofía: no tanto en pensar el plano, cuanto a poner de manifiesto que esta ahí no pensado en cada plano. Para Deleuze, Spinoza es el que construye el plano de inmanencia más perfecto{4}. Spinoza es el único que no pactó con la trascendencia, que la dio caza a doquier. De ahí que considere a Spinoza como el príncipe de los filósofos, «es el Cristo de los filósofos y los filósofos no son más que sus apóstoles que se alejan o se acercan al misterio». Es el Cristo de los filósofos porque en él se encarnó El plano.
Como podemos apreciar hay cierto paralelismo entre la idea de Plano de inmanencia (arriba enunciada) y la de Materia ontológico-general del materialismo filosófico. Paralelismo sustentado en la función puramente crítica que ambas ideas tienen (la labor crítica que El plano de inmanencia como idea límite mantiene sobre los planos de inmanencia particulares es parecida a aquella que M mantiene sobre los tres géneros de materialidad de la Ontología especial). Este paralelismo se diluye por la diferente escala ontológica a la que están construidas ambas ideas. Las propiedades de la Materia ontológico-general que en el materialismo filosófico están contenidas todas en una misma Idea (M) en el sistema deleuziano están diluidas en dos ideas: la Ideas de Caos y Plano de inmanencia. Dispersión que cabe añadir al ya mencionado problema de la indistinción ontológica. Lo que acercaba la idea de Caos a M (ambas ideas están construidas a una misma escala ontológica) es lo que separa a la idea de Plano de inmanencia de M, y lo que acerca El plano de inmanencia a M (la función esencialmente crítica) es lo mismo que separa a M de la Idea de Caos. En suma, la materia ontológico-general estaría escindida en dos en la obra de Deleuze: según se analice ontológicamente donde nos encontramos con la Idea de Caos o gnoseológicamente donde topamos con la Idea de Plano de inmanencia.
Dejando a un lado estas disquisiciones prosigamos destilando las Ideas escondidas en la maraña conceptual tejida por Deleuze. Hasta ahora hemos tomado acríticamente la idea que de la historia de la filosofía mantiene el filósofo francés, pero esta Idea es lo suficientemente problemática como para detenernos en ella un momento. Para caracterizar la idea de tiempo en la filosofía, Deleuze hace uso de una metáfora extraída de la geología, habla de un tiempo estratigráfico de la filosofía. El desarrollo de la filosofía consistiría en la superposición de unos estratos sobre otros. No se puede entender por tanto la filosofía diacrónicamente desde las nociones de antes y después, sino por la superposición de unos planos de inmanencia sobre otros. «El tiempo filosófico es un tiempo grandioso de coexistencia que no excluye el antes y el después sino que los superpone en un orden estratigráfico». Por tanto, la filosofía es devenir y no historia, coexistencia de planos y no sucesión de sistemas. La filosofía tiene su propio ritmo histórico que no se puede homologar a la historia «profana», no filosófica. El idealismo de Deleuze alcanza en este punto su cima más alta, acercándose peligrosamente a posiciones gnósticas. La naturaleza exenta de la filosofía se sigue lógicamente de la propiedad de autorreferencia de los conceptos por lo que nunca podremos decir que Deleuze sea incoherente, pues extrae de sus presupuestos hasta la última consecuencia{5}.
Personajes conceptuales
Recordemos lo que ya apuntamos al principio «La filosofía quiere salvar el infinito dándole consistencia: ella traza un plano de inmanencia que lleva al infinito los acontecimientos o conceptos consistentes bajo la acción de los personajes conceptuales». Ya hemos tratado las ideas de concepto y plano de inmanencia por lo que nos queda únicamente por ver qué son esos personajes conceptuales de los que habla Deleuze y que constituyen la tercera parte en discordia a la hora de contestar a la pregunta de ¿qué es la filosofía?
Para Deleuze hay que pasar necesariamente por el estudio de estos personajes conceptuales, de sus mutaciones en función de los planos, de su variedad en función de los conceptos, ya que los conceptos no se deducen por sí solos del plano de inmanencia, hace falta el personaje conceptual para crearlos sobre el plano. Sócrates, Zaratustra, el Idiota de Descartes son ejemplos paradigmáticos de personajes conceptuales{6}. El filósofo no es más que el envoltorio de sus personajes conceptuales, que son sus intercesores, los sujetos verdaderos de su filosofía. Los personajes conceptuales son los heterónimos del filósofo y éste no es más que el pseudónimo de aquellos. Los verdaderos agentes de la filosofía no son por tanto los filósofos sino los personajes conceptuales que él imagina. Aquí distingue Deleuze los personajes conceptuales (propios de la filosofía) de las figuras estéticas (características del arte). Mientras que los primeros son potencias de conceptos, los segundos son potencias de afectos y perceptos. Unos operan sobre un plano de inmanencia que es una imagen del pensamiento-ser (noúmeno) mientras que los otros lo hacen sobre un plano de composición como imagen del universo (fenómeno).
La filosofía por tanto debe trazar un plano prefilosófico, inventar y hacer vivir él o los personajes conceptuales profilosóficos y crear conceptos filosóficos. Desde estas coordenadas Deleuze recupera las tres propiedades tradicionales del alma: razón, imaginación y entendimiento. La razón se encargaría de trazar el plano de inmanencia, la imaginación inventaría los personajes conceptuales y el entendimiento sería el encargado de construir los conceptos. El gusto sería una cuarta propiedad (un sapere instintivo, casi animal) que sintetizaría las otras tres y sería el motor que impulsa al filósofo a crear una filosofía original. Deleuze restituye aquí el sentido etimológico de la filosofía como amor al saber.
Territorio / tierra: desterritorialización y reterritorialización
Con esta distinción (con marcados tintes geográficos) Deleuze pretende superar la clásica dicotomía epistemológica que media entre sujeto y objeto. Se trata de dos componentes el territorio y la tierra con dos zonas de indiscernibilidad: la desterritorialización (movimiento del territorio a la tierra) y la reterritorialización (de la tierra al territorio). Mediante esta dicotomía pretende explicar el desenvolvimiento de la filosofía en su devenir{7}. No siempre esta dinámica entre desterritorialización y reterritorialización se resuelve en filosofia. Hay veces que en lugar de mediante conceptos la desterritorialización se lleva a cabo mediante figuras (que no se construyen sobre un plano de inmanencia sino sobre un plano trascendente, sería una desterritorialización vertical) con lo cual nos encontramos en el terreno de la religión. Las religiones sólo producen conceptos cuando reniegan de sí mismas, de igual modo que la filosofía solo crea figuras cuando se traiciona. El cristianismo según Deleuze (y aquí coincidimos plenamente con su pronóstico) es la religión más filosófica de entre todas las religiones; produce conceptos a partir de su ateísmo, ateísmo que segrega en mayor medida que ninguna otra religión.
Para Deleuze la filosofía se reterritorializa (encarnación del espíritu objetivo) tres veces: una en el pasado en Grecia, una en el presente en el estado democrático, una vez en el futuro en el pueblo nuevo y en la tierra nueva. Dejaremos de lado (precisamente por utópica) esta tercera etapa futura de la filosofía. El hecho de que la filosofía naciese en Grecia, esto es, que los griegos sean los primeros que se enfrentan al Caos trazando el primer plano de inmanencia, es lo que posibilita la primera reterritorialización de la filosofía en la polis griega (una sociedad de amigos tal y como la caracteriza Deleuze). Lo que caracteriza la desterritorialización en la época moderna es el triunfo del capitalismo (con él, el espíritu sale fuera de sí). Será el desarrollo de los estados nacionales democráticos lo que contrarreste la tendencia expansionista del capitalismo y lo que posibilita el desarrollo de la filosofía en esta segunda etapa, el espíritu se reterritorializa en el Estado-Nación. En este proceso deja fuera a España e Italia (se refiere exclusivamente a Alemania, Francia e Inglaterra) puesto que en la primera la no separación entre Iglesia y Estado y, en la segunda su cercanía a la Santa Sede impidieron históricamente que tanto en una como en otra se pueda construir un verdadero plano de inmanencia.
Con estas consideraciones se cierra la exposición que Deleuze hace específicamente de la filosofía. Ahora le toca el turno a las ciencias y al arte. El análisis de esta última parte ha de ser en el presente trabajo forzosamente superficial; si la tratamos aquí es para resaltar algunos de los aspectos gnoseológicos que desde el materialismo filosófico puedan resultar interesantes.
Tanto el arte como la ciencia están estructurados de manera tripartita, análogamente a la estructura de la filosofía. Si en la filosofía hablábamos de conceptos, personajes conceptuales y planos de inmanencia en el arte hablaremos de perceptos y afectos, figuras estéticas y plano de composición, y por último en la ciencia hablaremos de functores, observadores parciales y planos de referencia.
La ciencia en efecto construye functores; renuncia con ello al infinito para dotar al caos de referencia; construye para ello planos de referencia (mediante coordenadas, cifras, y demás estrategias cuantificadoras ). La introducción de observadores parciales como agentes de la historia no conduce al relativismo. De esto se defenderá Deleuze diciendo que no se trata de una relatividad de lo verdadero sino de una verdad de lo relativo. Por último la ciencia da como resultado estados de cosas frente a la filosofia que producía acontecimientos a través de los conceptos.
El arte, la tercera de las figuras del pensamiento, conserva; ésta es la propiedad que le caracteriza principalmente. Lo que el arte conserva son un bloque de sensaciones, un compuesto de perceptos y afectos. Por otro lado el arte elabora un plano de composición en el que quedan insertos estos perceptos y afectos que se derivan a través de figuras estéticas. Mientras el soporte artístico perdure, la sensación goza de una eternidad en esos instantes. Esto es lo característico del arte; que crea lo finito a través del cual reintroduce lo infinito. El arte, por tanto, frente a la ciencia que confecciona estados de cosas y a la filosofía que hace lo propio con los acontecimientos construye, a partir de los afectos y perceptos, monumentos.
Espero que sirvan estas pinceladas para entender la siguiente cuestión: la ciencia, el arte y la filosofía (las tres figuras del pensamiento) se enfrentan al caos independientemente con estrategias diferentes: la filosofia pretende dar consistencia al caos manteniendo lo infinito, la ciencia intenta dar referencia al caos renunciando al infinito para ello y por último el arte construyendo realidades finitas (monumentos) reintroduce con ello lo infinito. Por tanto la filosofia no se entiende por referencia al arte y a las ciencias, no es concebida, por tanto, como un saber de segundo grado, sino que más bien es un saber construido a la misma escala que los científicos y artísticos que se entienden por referencia al caos. Ciencia, arte y filosofía serían tres modos independientes e igualmente validos que tiene el pensamiento para enfrentarse al caos. Esta caracterización de la filosofía con respecto a las ciencias y al arte hacen del constructivismo pretendido por Deleuze una gnoseología de tintes idealistas.
Si analizamos globalmente la filosofía de Deleuze podríamos decir como conclusión que el autoproclamado constructivismo del que hace gala se acaba resolviendo en una Ontología metafísica y en una Gnoseología idealista. Todo esto se deriva de una concepción cuasi-gnóstica de la filosofía, una filosofía que es entendida como un saber exento (autoconcepción de la filosofía que sería insertable en la tercera columna de la tabla propuesta por Gustavo Bueno en El papel de la filosofía en el conjunto del saber).
Notas
{1} Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación. Introducción y traducción a cargo de Roberto Rodríguez Aramayo. Círculo de Lectores, 2003.
{2} En este trabajo hemos manejado la edición en castellano de la obra, publicada por Anagrama en 1995 y traducida por Thomas Kauf.
{3} En este punto Deleuze esta siguiendo en modelo nietzscheano para explicar la historia de la filosofía como la historia de un error.
{4} La importancia de la filosofía de Spinoza es decisiva en la obra de Deleuze. Se podría decir que la idea de inmanencia que maneja Deleuze esta construida (a su manera) con los mimbres de la filosofía de Spinoza.
{5} La noción de corrientes de la filosofía vendría determinado por la pertenencia o no a un mismo plano de inmanencia. De tal modo que aquellos conceptos que están construidos sobre una mismo plano de inmanencia pertenecerán a un misma corriente filosófica.
{6} Nietzsche cobra en este punto una gran importancia puesto que para Deleuze es el filósofo que más pensó mediante personajes conceptuales.
{7} Estos conceptos quizá sean los más oscuros de toda la obra. Debo admitir que me ha resultado totalmente imposible entender estos conceptos en su sentido original, más allá de una vacía reformulación del devenir del Espíritu en la filosofía hegeliana.