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El Catoblepas, número 44, octubre 2005
  El Catoblepasnúmero 44 • octubre 2005 • página 15
Artículos

Obra y pensamiento del nacionalismo asturiano:
Fernando G. R., Andecha Astur y otros

José Manuel Rodríguez Pardo

El minúsculo nacionalismo asturiano, según su agente Fernando G. R.
y varios de sus principales ideólogos

Fernando lliberta El nacionalismo asturiano, a diferencia de sus espejos inspiradores, como el catalán o el vasco, nunca ha resultado especialmente destacado. Existió un regionalismo asturiano difuso de la mano del carlismo durante el siglo XIX y el comienzo del siglo XX, y algunos ideólogos del Estatuto de Autonomía asturiano, en el marco de la Constitución de 1978, también defendían un cierto regionalismo. Sin embargo, hasta el año 1985 no fue fundado el Partido Asturianista, y hay que avanzar hasta 1990 para que vea la luz Andecha Astur, sin duda la organización más consecuente en sus reivindicaciones independentistas del Principado de Asturias, de la que tendremos ocasión de hablar. No deja de ser curioso que el nombre de este partido provenga de la andecha, forma de trabajo corporativo que en las aldeas tradicionales asturianas desarrollaban hombres y mujeres con el objeto de ayudar sobre todo a viudas y huérfanas. Este nombre tiene así una filiación con el «menosprecio de corte y alabanza de aldea», para decirlo como Fray Antonio de Guevara, que representan los nacionalismos fraccionarios, que suelen poner sus orígenes en las épocas más antiguas, promocionando el Mito de la Cultura y la nación cultural, considerada como algo digno, frente al Estado (del que carecen) –en este caso en su forma canónica de Nación política–, considerado como algo opresor y reactivo.

Sin duda que en esta escasa beligerancia asturianista ha influido el constante declinar de la industria regional, con la consiguiente pérdida de población y la emigración a otras comunidades (entre ellas Cataluña), proceso opuesto al de las regiones españolas donde hoy se encuentra más implantado el nacionalismo fraccionario. No obstante, la causa mayor de esta escasa pujanza nacionalista le corresponde a la propia Historia del Principado de Asturias, inspirado en la monarquía cristiana de los siglos VIII al X cuyo núcleo principal fue la ciudad de Oviedo y que constituye el origen de España; institución que establece la sucesión al trono de España y que no ha declinado desde su fundación el año 1388: la monarquía democrática de 1978 reconoce no sólo el título de Príncipe de Asturias al heredero al trono español, sino que ha permitido la creación de una estructura aledaña de gran proyección internacional (los Premios Príncipe de Asturias otorgados por la Fundación que lleva el nombre del citado título).

Sin embargo, en los últimos tiempos algunos de estos grupúsculos asturianistas han conseguido cierta notoriedad a causa de unos acontecimientos delictivos en los que alguno de sus militantes se han visto implicados. Concretamente, el pasado mes de septiembre ha resultado especialmente activo para los grupos políticos que representan el nacionalismo asturiano. Al carácter de festividad oficial que tiene el 8 de Septiembre (otros, más aguerridos, preferirán el 25 de Mayo, falseando la declaración de la Junta del Principado de Asturias en nombre de España y frente a Napoleón), se le sumó el acto de protesta que se produjo ese día en Cangas de Onís, una contramanifestación en respuesta a la convocada por el partido Democracia Nacional, con militantes de Andecha Astur presentes, quienes tomaron parte en una batalla campal contra la Guardia Civil.

Andecha Astur / Fernando González Rodríguez

Fernando González Rodríguez (a) Fer El cenit de esta actividad tuvo lugar durante la madrugada del 12 al 13 de Septiembre, momento en el que Fernando González Rodríguez, de 31 años de edad, nacido en Gijón y residente en Candás, fue detenido cuando se disponía a activar una bomba casera en la sede del PSOE de Infiesto, artefacto muy similar a los aproximadamente dieciocho que han ido haciendo explosión desde finales de abril del año 2001 en las sedes asturianas de los partidos políticos de ámbito nacional con representación parlamentaria (PP, PSOE e IU), así como en sedes sindicales, cuarteles de la Guardia Civil o colegios electorales, coincidiendo con festividades importantes (el citado 8 de Septiembre o el 1º de Mayo, por ejemplo) o jornadas de reflexión electoral (caso del referéndum del Tratado Constitucional de Europa del mes de febrero). Tras permanecer tres días incomunicado en aplicación de la Ley Antiterrorista, el juez imputó al detenido un delito genérico de terrorismo y tenencia de explosivos, y decretó su ingreso en la Prisión de Navalcarnero (Madrid).

Fernando González Rodríguez en la Audiencia Nacional, el 12 de enero de 2009, al comenzar a ser juzgado

Tenemos por lo tanto ante nosotros, desde el punto de vista asturianista (emic), a un agente que lucha por la liberación de Asturias de la opresión españolista (al igual que los etarras son denominados «soldados» por los batasunos, «liberadores» de la patria vasca); agente que, al menos en esta ocasión, ha intentado practicar el terrorismo contra quienes son representantes de España en Asturias (los parlamentarios de los partidos constitucionales). Sin embargo, tales actos, al no haber logrado aterrorizar a quienes son representantes de esa «opresión españolista» –cosa que sí ha sucedido en el País Vasco–, no pueden considerarse en rigor terrorismo, si acaso sí en sus procedimientos pero desde luego que no en sus resultados. No obstante, la intencionalidad y los objetivos de tales actos son manifiestos: independizar Asturias de España. De hecho, los policías que redujeron a Fernando González y apagaron las mechas del artefacto explosivo, le encontraron varias octavillas con escritos reivindicativos similares a los que se encontraron en las explosiones anteriores: «Puxa Asturies Llibre, ya socialista.»

Este agente del nacionalismo fraccionario asturiano se encontraba libre de antecedentes penales hasta que fue condenado en 1995 a más de dos años de cárcel por negarse a hacer el servicio militar obligatorio. Cumplió su condena en el Penal asturiano de Villabona, donde contactó con presos de ETA. A partir de 1997 salió de la cárcel y retomó su actividad laboral en la hostelería, paralelamente a su activa militancia asturianista. Tras ser candidato a las elecciones autonómicas por Andecha Astur en 1999, en el año 2000 fue detenido en el estadio Carlos Tartiere de Oviedo por quemar una bandera de España en un partido que enfrentaba a la «selección asturiana» y a Macedonia, siendo absuelto por falta de pruebas; también participó en las virulentas manifestaciones de Naval Gijón en el mismo año, donde fue fotografiado por agentes policiales (de hecho, se tenía constancia que entre quienes protestaban en contra del cierre de los astilleros, se encontraban simpatizantes de Batasuna), así como en protestas que buscaban abortar actos públicos, como la campaña electoral del PP. Asimismo, también se le vio en la ya citada contramanifestación de Cangas de Onís del 8 de Septiembre de 2005.

A pesar de la clara filiación con Andecha Astur y la estrecha vinculación mantenida con el entorno de ETA, los camaradas de Fernando González Rodríguez (o Fernando G. R., según las agencias de noticias y los manifiestos de Andecha Astur) han renegado de él en comunicados oficiales, señalando que ya no es militante de Andecha Astur, aunque sin desaprovechar la ocasión para condenar su detención y la incomunicación a la que fue sometido. No obstante, este aparente desmarque es en realidad una estrategia reivindicativa similar a la que practica el entorno de ETA cuando un terrorista o delincuente callejero de sus organizaciones es detenido: protestar por el presunto atropello cometido, pero desmarcándose de la ideología del autor, como insinuando que ambas cuestiones no tienen nada que ver, y que ellos por supuesto no comulgan con las acciones realizadas. Sin embargo, ¿es posible sostener que las acciones violentas y terroristas practicadas por Fernando González Rodríguez (o Fernando G. R.) no tienen nada que ver con la ideología nacionalista que defiende la independencia de Asturias y que caracteriza a Andecha Astur?

Andecha Astur / El Fielatu

Con el objeto de responder a esta pregunta hemos decidido leer con atención los escritos de varios de los más importantes ideólogos de Andecha Astur. Nos referimos a David M. Rivas, economista, y a Carlos Javier Blanco Martín (Gijón 1966), habitual colaborador de publicaciones electrónicas de Andecha Astur, asturiano «desterrado» (tal y como denominan a los emigrantes interiores los asturianistas) que ejerce de profesor en Castilla la Mancha, de quien ya conocemos su peculiar ideología nacionalista gracias a los artículos «La expansión del materialismo filosófico» y «De Octubre de 1934 a Octubre de 2004, con el antifranquismo y el nacionalismo como trasfondo». Además, Carlos Javier Blanco Martín se movió hace años en la órbita del materialismo filosófico, e incluso sigue utilizando su terminología para fundamentar sus trabajos, tal y como podemos comprobar en la revista electrónica Nómadas, lo que añade más interés por las contradicciones que plantea el mezclar una filosofía materialista con una mitología idealista, así como con aditamentos de marxismo vulgarizado y fuera de contexto (la «cuestión nacional» mezclada con el nacionalismo fraccionario, por ejemplo).

En los dos citados artículos podemos comprobar que Carlos Blanco defiende que Asturias y su conciencia proletaria están indisolublemente unidas al nacionalismo; uno de los posibles ejemplos de esta identificación, en consecuencia, sería la revolución de Octubre de 1934, que Blanco reivindica en ocasiones en la publicación de Andecha Astur El Fielatu como muestra de esa lucha asturiana contra la opresión españolista (reinvindicando, como tantos otros, la «memoria histórica» de aquella época). Se alinearía así, por lo tanto, con quienes defienden que la lucha de clases en la cuenca minera asturiana tenía como objetivo la independencia de España, propugnando la revolución proletaria violenta como forma de solventar la «cuestión nacional», tan cara en ocasiones a los comunistas, es decir, para librarse de la opresión españolista que según estos autores aún constriñe a los asturianos y lograr implantar el socialismo en una Asturias independiente. No es cuestión de seguir insistiendo en la falsa conciencia y pensamientos imbuidos en un profundo delirio de este sujeto; baste referirnos a estos trabajos anteriores para conocer sus peculiares argumentaciones, que podemos leer también en otros artículos de Rebelión y la citada publicación de Andecha Astur El Fielatu, donde defiende además que la nación (¿étnica? ¿política? ¿de qué tipo?) asturiana se remonta a Pelayo.

Por otro lado, el otro ideólogo destacado de Andecha Astur, David M. Rivas, sostiene definiciones análogas en la revista El Fielatu, donde se atreve a señalar lo siguiente sobre la guerra civil española, al contextualizarla dentro de la Historia de España:

«Y es que la Historia de España es la historia de una larga guerra civil. O, diciéndolo de otra manera, España y guerra son sinónimos. Es la historia de una alianza cambiante de minorías centralizadoras contra los derechos de los pueblos y países sobre los que pretenden gobernar, y de cuyo trágico destino sólo logró escapar Portugal. Si nos damos cuenta, en todos estos episodios, independientemente de las ideologías, que son fruto de las épocas, siempre hay dos bandos claramente definidos. De un lado están los pueblos, ya sean ciudades, comunas, tribus, naciones o etnias. De otro están las minorías oligárquicas, ya sean liberales, afrancesados, anglófilos, católicos o fascistas. Fue precisamente un liberal de gran inteligencia, Alcalá Galiano, quien lo dijo a mediados del siglo XIX: 'a los liberales nos toca hacer una nación española porque no existe ni jamás existió'.»

Como es natural, aquí David Rivas realiza una arbitraria distinción entre el pueblo, supuestamente dotado de unos derechos naturales o étnicos, y el Estado, opresor de esos pueblos, a quienes no permitiría su desarrollo en libertad. De este modo, la Historia de España sería la lucha entre los pueblos (incluyendo a Asturias, cómo no) que han intentado liberarse del centralismo opresor, con la victoria momentánea de las elites oligárquicas, bien en la guerra que llevó al poder a los Reyes Católicos, bien durante las luchas de las comunidades de Castilla contra Carlos I, durante el 1808, Octubre de 1934, &c. Tampoco tiene mucho sentido profundizar en tales pensamientos, pero sin duda que de aquí fácilmente se concluye que Asturias es una nación oprimida secularmente por el centralismo españolista, y en consecuencia ha de ser liberada de tal oprobioso sufrimiento. No obstante, sería interesante cotejar estas posturas con otras más moderadas y ajenas a Andecha Astur.

Ignacio Iglesias (a) Inaciu IglesiasPara nuestros fines resulta interesante también analizar la obra de Ignacio Iglesias (Oviedo 1966), director del periódico Les Noticies, especialmente su opúsculo La identidad asturiana, publicado en 1993 y reeditado por la editorial Ámbito en Oviedo el año 1999, donde utiliza 94 páginas para indagar qué es lo que pueda caracterizar a Asturias. Así, para el director de Les Noticies, «los asturianos vivimos nuestras tradiciones pero actuamos como si no existieran. Vivimos nuestras tradiciones, ejercemos nuestra identidad, pero no tenemos conciencia de tener una identidad» (pág. 14). Pero ¿qué quiere decir esa peculiar «madre del cordero» llamada identidad? Según el periodista, «Idéntico quiere decir, 'lo que es lo mismo que' o, dependiendo del contexto, 'lo que es igual a'. Esto ya puede darnos varias pistas. Podemos decir de mano que la identidad asturiana no es otra cosa que aquello que hace que los asturianos seamos iguales a nosotros mismos, aquello que hace que los asturianos seamos idénticos a nosotros mismos; a los otros asturianos» (pág. 16).

La teoría de la identidad de Ignacio Iglesias es cuando menos metafísica, similar a la que aparece en la Biblia («Yo soy el que soy», le dice Dios a Moisés) o a la de Fichte, que postula el Yo como una cuestión de hecho, bajo la fórmula A=A. Sin embargo, la identidad no es algo original sino resultado de operaciones simétricas («yo soy igual a otro, y ese otro es igual a mí») y transitivas («yo soy igual a alguien, del mismo modo que ese alguien es igual a un tercero»). Y además, el postular uno, dos u ochenta rasgos al azar no define ninguna identidad. Siguiendo tales razonamientos, ¿por qué no considerar al Hombre de Atapuerca como el primer europeo? ¿Podríamos definir que cada región es idéntica a sí misma por comer cocido madrileño o butifarra? Y en el caso particular asturiano, ¿por qué no considerar al Hombre de Sidrón como el primer asturiano?

Sin embargo, cuando analiza la tesis que retrotrae el origen de Asturias a la Prehistoria, Ignacio Iglesias señala que ese proceder es «poco riguroso» (pág. 18), lo que le lleva también a rechazar que el origen de Asturias se encuentre en la civilización de los astures o la civilización de los romanos (¿en qué sentido puede denominarse como civilización a los astures? ¿qué ciudades fundaron?), poniendo su origen en el denominado «Reino de Asturias» iniciado por Pelayo en Covadonga (págs. 21-23). ¿Pero puede denominarse así al reino cristiano fechado entre los años 718, fecha de la coronación de Pelayo, y 910, cuando fallece Alfonso III el Magno tras haber trasladado la corte del reino desde Oviedo a León? Denominar Reino de Asturias a ese Estado, a pesar de haberse popularizado el nombre gracias a autores como Claudio Sánchez Albornoz, no parece demasiado exacto; incluso este último habla del Asturorum Regnum (Reino de los Astures) lo que provoca aún mayor confusión, pues los reyes que abarcan de Pelayo a Alfonso III no eran sólo monarcas de los astures, sino también de los cántabros, los gallegos, los vascones y de parte de los pobladores de la región castellana que se prolongaba hasta el Río Duero (Castiella).

Además, si apelamos a Asturias, la referencia que existía entonces era la división realizada por el rey godo Wamba: las Asturias de Oviedo (nucleadas en torno al territorio Ovetao, donde se funda Oviedo en el año 761), las Asturias de Santillana y las Asturias de Laredo. Incluso la Crónica Albeldense considera a Pelayo como primer Rey de Oviedo, al situar, tras Rodrigo, el epígrafe Ordo gotorum obetensium regum (Relación de los Reyes Godos Ovetenses), que inicia Pelayo y culmina Alfonso III. Al menos hasta la fundación del Principado de Asturias en 1388, parece que la única forma política, no meramente étnica, con la que designar al reino cristiano que muchos llaman Asturias es el sintagma «Reino de Oviedo», pues su núcleo y mayor esplendor tuvo lugar en torno a la ciudad de Oviedo.

Detalles estos nada arbitrarios ni insignificantes, pues Iglesias pasa casi de puntillas por la Historia de lo que él denomina como Reino de Asturias, señalando que su nacimiento es producto de la lucha entre la civilización cristiana y musulmana y que dejó el arte prerrománico como patrimonio de la Humanidad (págs. 25-32). Y a continuación señala que el reino asturiano aún subsistía cuando la corte se traslada a León (lo que implicaba una nueva estructura política), y que las luchas intestinas de Gonzalo Peláez o del Conde de Noreña frente a Castilla son luchas por la independencia de Asturias, cuya duración prolonga hasta 1230, cuando fallece Alfonso IX, el último rey leonés (el mismo que estuvo en Babia, literalmente, durante la batalla de las Navas de Tolosa), pasando la corona leonesa a Fernando III de Castilla; finalmente, y siempre según Iglesias, en 1388 se instituye el Principado de Asturias para frenar de forma definitiva el presunto separatismo de los nobles de la región, lo que llevó a su completa marginación (págs. 33-44).

Les Noticies

Lo más curioso del libro de Ignacio Iglesias es que considere la tesis de Asturias como origen de España como un mito, señalando que es en realidad Castilla. Tras dedicarle muy escasas líneas a la etapa altomedieval asturiana, retoma la cuestión diciendo que el Reino de Asturias constituyó bajo sus fronteras Galicia, el norte de Portugal, el norte de Castilla y una parte de Vasconia, y que en sus fronteras nació el condado y posterior reino de Castilla, opresor de Asturias (pág. 65). Como es natural, lo primero que uno debe preguntarse es qué tienen que ver todos esos territorios con Asturias, si es que asumimos la óptica asturianista de Iglesias. Y sobre todo, ¿por qué prolonga la Historia de lo que llama Reino de Asturias hasta el Reino de León, para después decidir arbitrariamente que el Reino de Castilla nada tiene que ver con Asturias? Porque así puede camuflar como enfrentamiento Asturias-Castilla lo que en realidad era pugna por seguir controlando el título imperial de Alfonso III el Magno, título heredado por los reyes leoneses y después por los reyes castellanos: Fernando I el Magno, hijo de Sancho III el Mayor, rey de Navarra, convierte a Castilla en reino tras derrotar a Bermudo III de León, heredando asimismo el Reino de León y manteniendo el mismo proyecto de lucha contra el Islam, que es el origen de España y también el origen del Reino de Asturias según el propio Ignacio Iglesias, no lo olvidemos.

Así, Iglesias, olvidando todas estas cuestiones, señala que la mitología que considera Asturias el origen de España se fundó en continuar la numeración de los reyes asturianos para incorporarlos de forma ilegítima a la tradición castellana y española (pág. 67). Sin embargo, cuando una tradición se conserva en la Crónica Albeldense (883) y se incorpora a la Crónica del Obispo Don Pelayo (siglo XII), a la Crónica de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), a la España Sagrada de Enrique Flórez y Manuel Risco (42 tomos desde 1747 hasta 1801) y llega hasta la actualidad en la forma de Principado de Asturias, entonces, por muy mitológica que haya sido su incorporación inicial, ya es plenamente histórica y real, tan real como el título de Príncipe de Asturias o de Rey de España. Es más, el camino inverso, el desligar de la Historia de España la de Asturias, sí que tiene un marcado carácter mitológico, dada la gran cantidad de omisiones realizadas para poder darle forma escrita.

Prosiguiendo con la argumentación del director de Les Noticies, sólo tras el resurgimiento asturiano de los siglos XVIII y XIX (por cierto, ni una palabra del papel de la Junta General del Principado como depositaria de la soberanía española durante la Guerra de Independencia contra Napoleón), con autores como Jovellanos, José Caveda o Fermín Canella, podría hablarse de un cierto contraataque del asturianismo (págs. 45-54). Pero Iglesias mismo reconoce que éste no es un movimiento político, pues no había Estado asturiano (pág. 47), sino un movimiento a caballo de la Ilustración y el Romanticismo, que busca las raíces no ya de la cultura asturiana, sino de la cultura española: dice Fermín Canella en «Folklore asturiano» que el conocimiento del bable (a pesar de que ya entonces se apreciaba que había variedades muy distintas según las comarcas) «además de útil por encerrar gran parte de la ciencia popular, es verdaderamente necesario para los estudiosos si han de conocer a perfección el idioma castellano» (Revista de Asturias [1883], pág. 19).

Asimismo, Iglesias no duda en mantener los tópicos sobre nuestra guerra civil como prólogo de la Segunda Guerra Mundial o la gran represión sobre la Asturias revolucionaria de 1934 (completamente desmentida hoy día) (págs. 57-58), pero señalando que las luchas de clases de la época no tenían nada que ver con el nacionalismo (contradiciendo en consecuencia a Carlos Blanco y David M. Rivas, los dos grandes ideólogos de Andecha Astur), limitándose a nombrar un proyecto de estatuto de autonomía para Asturias del año 1932 que ni siquiera llegó a discutirse en las cortes republicanas (págs. 56-57). Y, como no podía ser menos, con el franquismo, la españolización de Asturias fue completa, pues «Eran muchos los instrumentos que ya había, en este sentido, a su disposición: la universidad, la escuela, la administración pública... Los franquistas los usaron acentuando su intensidad y poniéndolos al servicio de los otros aspectos de su ideología. No hubo problemas importantes. Por poner un ejemplo, no hubo ninguna necesidad de prohibir explícitamente la bandera o el idioma asturianos» (pág. 59). Pero de ser verdad esto, ¿dónde está la identidad asturiana? Si el franquismo no tuvo ningún problema para asentarse en Asturias sin duda fue porque el nacionalismo o las reivindicaciones asturianistas siempre han brillado por su ausencia, hasta el advenimiento de la Constitución de 1978 y la imitación simiesca de algunos grupúsculos que hoy día hasta amenazan con la unidad de España.

Ausente la «conciencia nacional», lo más parecido a la identidad que encuentra Iglesias es lo que él denomina como bable o asturiano, a su juicio una vulgarización del latín ya usado en el siglo VIII por la corte y entre el pueblo llano, «un latín tan corrupto que ya no podía llamarse latín. Era, indiscutiblemente, asturiano. De la población civil no hace falta dar tantas explicaciones. Sabemos bien lo que hablaban (Siguen haciéndolo hoy) [sic]» (págs. 31-32). Sin embargo, en la pág. 76 de ese mismo opúsculo se contradice al denunciar que al bable lo que le falta para ser una lengua viva es «el uso». ¿Qué hablaban entonces esos asturianos originarios? Si él mismo reconoce que no se habla, ¿por qué contradecirse diciendo que aún se habla hoy? Si no hay uso, en consecuencia, no habría tal identidad lingüística.

Quizás lo más destacado de esta Historia ficción llena de omisiones defendida por Ignacio Iglesias es el no reivindicar el separatismo de forma explícita, desmarcándose de los acontecimientos de Octubre de 1934 y su reivindicación como obra del «proletariado asturiano» (al contrario de lo que señalan Carlos Blanco y David Rivas), prefiriendo que Asturias acabe logrando, en imitación de vascos o catalanes, el mismo grado de autonomía que Vasconia o Cataluña en el marco de la Constitución de 1978 (pág. 84). Sin embargo, como desde ese mismo marco se intenta desestabilizar a España y secesionarse de ella, podría decirse que, aun distinguiéndose con claridad en los procedimientos empleados, Ignacio Iglesias y los ideólogos de Andecha Astur llevan a la misma lógica consecuencia: Asturias debe ser liberada de la opresión españolista. Es más, no resulta nada extraño afirmar que entre la ideología desde la que Carlos Javier Blanco y David M. Rivas ejercitan su pensamiento, por un lado, y las aplicaciones prácticas que el agente Fernando González Rodríguez llevaba realizando en los últimos años, por medio de disturbios, sabotajes electorales y colocación de artefactos explosivos, hay una perfecta relación causa-efecto.

Fernando González RodríguezPor lo tanto, no cabe de ningún modo disociar el proyecto de una fantasiosa nación asturiana que nunca existió de los explosivos colocados en las sedes de partidos constitucionales o el sabotaje de campañas electorales de esos mismos partidos. Las acciones terroristas de Fernando González Rodríguez estaban guiadas por una ideología muy concreta, la que afirma que Asturias fue independiente, y por lo tanto hay que luchar por establecer un Estado socialista para acabar con la opresión a la que la ha sometido España («Puxa Asturies Llibre, ya socialista», decían las octavillas que le incautaron los policías cuando se disponía a hacer explotar la bomba); sólo practicando omisiones tan flagrantes como las que Blanco o Rivas (o Iglesias, a pesar de no tener relación con Andecha Astur) practican al expresar en palabras lo que el agente Fernando G. R. nos dice con sus obras, podríamos disociar la detención del 13 de Septiembre del pensamiento asturianista que, a pesar de su ridiculez, inspira estas amenazas contra España.

Fernando González Rodríguez«Comunicado enviado por Fernando a los manifestantes:
En esta época donde nos imponen el pensamiento único, en estos tiempos de globalización, entre la manipulación y la censura informativa, donde nada más sucede la verdad absoluta que ellos nos cuentan por televisión y los periódicos. En este tiempo donde el sensacionalismo, que tanto ayuda al capitalismo, parece que se impone por unanimidad en nuestra sociedad. En estos tiempos, donde parece que está todo perdido, hay gente como vosotros y vosotras que lucha y que dice que no, que grita que ya basta y que no creen en su cuento de democracia, libertad, estado de derecho y paz que tanto nos repiten. Y el que hoy estéis concentrados mostrando vuestro apoyo y solidaridad conmigo, quiere decir que seguiremos resistiendo, que no vamos a dejar morir Asturias, que todavía hay gente que está orgullosa de ser de la clase obrera y que la mejor arma de la clase obrera siempre será la solidaridad: eso jamás nos lo podrá quitar el enemigo, no hay represión que lo pare, por mucho que rabie Trevín y su enjambre de fascistoides. A 500 kilómetros de Asturias, desde el módulo de aislamiento del centro penitenciario Madrid IV y después de 40 días de secuestro, la lucha continúa. Jamás olvidaré vuestra solidaridad; sois lo mejor de Asturias.
PUXA LA CLASE OBRERA
PUXA ASTURIES LLIBRE
PUXA ASTURIES SOCIALISTA.»

 

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