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El Catoblepas, número 46, diciembre 2005
  El Catoblepasnúmero 46 • diciembre 2005 • página 18
Polémica

Carta abierta a Carlos Blanco Escolá indice de la polémica

Francisco Alamán Castro

La democracia tiende a colocar al coronel ¿historiador?
Blanco Escolá en su sitio. (Y lo hace con claridad.)

Admirado Carlos:

Me escribes, mi camarada de armas y curioso coronel ¿historiador? Blanco Escolá, en lo sucesivo: Blanco Antifascista Ahora (BAA). Como veo que no te has fijado, te voy a repetir mi última despedida, a ver si me dejas en paz (El Catoblepas, 37):

—Mi coronel te he oído 5.5.
—Corto.

Argot de transmisiones militar:
5.5 = Te he oído claro y fuerte.
Corto = Lo dice el superior cuando no quiere seguir la conversación.

Lo tuyo, mi buen tardo-antifascista, resulta un poco aburrido.

Tu mismo nos confiesas que en el año 1968, tenía la criatura 36 añitos, estabas en Policía Armada. Y ¡como no! Tus jefes estaban encantados contigo.

Tú mismo lo dices con evidente orgullo.

Pienso yo que sería por que cumplías satisfactoriamente con lo que nos contabas de: ««fascistoide» (varias veces), «canallesco» (varias veces), «inicuo», «atropellador», «mantenedor a raya de la población», «tercermundista» (varias veces), «tramposo», «irresponsable», «defensor de privilegios e intereses particulares», «pavoroso», «vil», «asesino», «traidor», «cutre», «ominoso», «opuesto manifiestamente a la instauración de la democracia», «despreciable», «miserable», «rastrero», «ridículo», «desastroso», «corrupto» (varias veces), «carente de inquietudes culturales», «inoperante», «injusto» (varias veces), «de cerebro embotellado», «bárbaro», «gendarme, del ilegítimo gobierno franquista» (varias veces). Claro que nos explicas, convincentemente, que era sin darte cuenta.

Era la más importante misión, la única me dices, de aquella Policía y Ejército. Cierto que nos lo contabas del Ejercito, supongo que en los Grises sería aun más serio el asunto.

En el año 74, pobre criatura, habías crecido y ya tenías 41 añitos. Fue el apogeo de la UMD y que se sepa no estabas apuntado en ella.

Claro qué lo explicas sobradamente, ¿cómo no me habré dado cuenta? Y nos cuentas con toda tu demostrada honradez: «Los españoles de mi generación y las inmediatas posteriores, que abrimos los ojos al mundo en plena dictadura de Franco, fuimos sometidos durante años a un intenso y sistemático lavado de cerebro, contra el que no tuvimos posibilidad de reaccionar, y que, en el caso de los alumnos de las academias militares, alcanzó niveles insospechados... no podía ser yo consciente, y me imagino que tampoco mis compañeros de destino, de que servía en un ejército gendarme y respaldaba a un gobierno ilegítimo».

Mejor esperamos a que madures, pues, ciertamente, si con 41 añitos de nada, ¡alma de Dios! «no podía ser yo consciente», ahora no se te puede pedir demasiado. No quiero amargarte el retiro.

Admirándote, quedo a tus órdenes.
Alamán.

Cómo ya no te acordarás, ¡escribes tanto y tan profundo! Te voy a repetir mi principio de nuestra amable correspondencia (El Catoblepas, 35):

«Pasa por la plaza una muchachita acompañada de su familia, cuando un zángano mocetón se divierte en hacerle una mamola. El familiar se vuelve a reprenderle; el mocetón se insolenta y el otro arrecia en la reprensión. Entonces, ante el grupo de curiosos que se arremolinan, ¿qué se le ocurre al zángano? Pues ponerse a gritar: "¡Fascista, fascista!" Y esto basta para que el represor tenga que escabullirse, no fuera que le aporrearan los bárbaros.» Unamuno, Ahora, Madrid, 3 de junio de 1936.

Lo tiene claro mi militar antifascista (ahora), si alguien le reprende porque sus conocimientos, sobre táctica y estrategia, sobre la milicia, sobre la vida de Franco, sobre la verdad y la mentira o sobre la decencia en general, son más bien flojos; sencillo, al modo del zángano grita, llamando a los bárbaros, para que aporreen al represor: «¡Fascista, fascista!»

Noto por tu reciente carta que estás un pelín «cabreao». ¿O es que me parece a mí? Deberías rebatirme mis afirmaciones sobre las falsedades de tu curioso libro y no ponerme pingando, o sí, pero después o antes de rebatírmelas. Por ejemplo cuando te digo: «Los asesinatos de centenares de oficiales de la Armada» (p.129) los despacha el coronel con: «los destituidos oficiales del Cuerpo General». Que ciertamente quedaron muy bien destituidos (El Catoblepas, 42).

Habían asesinado a 255 del Cuerpo General, el 35,3% de una plantilla de 721 mandos. Y tu contabas que los habían destituido. A mí que esto me parece una golfada. ¿Qué quieres que le haga? Soy así de raro. Empiezas diciéndome que soy un militar en paro forzoso. ¡Vaya esto es verdad! Vas mejorando antes no decías ni una. Y tanto que en el paro, estoy retirado desde hace dos años, pena me dan mis 67 años. Claro que de la vida militar, lo que se dice militar, tú te retiraste ya hace mucho, mucho, mucho tiempo, cuando estuviste destinado gran parte de ella en puestos civiles aunque de uniforme: Cría Caballar, donde tu misión principal era organizar el buen trabajo de los sufridos mamporreros y los gozosos sementales. Formación Profesional, donde dabas clases a seudo paisanos o seudo militares, no se sabe muy bien, de oficios diversos; Policía Armada, los crueles Grises que decís ahora, de estos ¿qué quieres que te diga?

Todo eso sin hacer servicios, ni maniobras, ni tiro, ni nada, de nada, de nada, de carácter militar, que te supusiera ver un soldado, que ya sabes lo mal que huelen ¿O no era por eso? Pues ya ves la mayoría de tus camaradas si les soportábamos y hasta les queríamos. Qué gente tan rara somos los militares. ¿Eh?

Me reprochas también: «dada su condición de retirado, ningún perjuicio puede causarle su oposición al actual régimen político» (El Catoblepas, 44) ¡Qué pena de checa¡ Cómo la añoras ¡pillín! Cómo se te ve el plumero. Una adecuada sería la de «Los Linces de la República», al mando del teniente Estelrich y del suboficial García Redondo, de Asalto los dos, los tuyos. Ya sabes, sabio ¿historiador? Como las describía el anarquista Peirats, que como bien sabrás era de los del Frente Popular, los tuyos, y estaba en primera fila: «El régimen de tortura que se aplicaba era el clásico procedimiento brutal: palizas con vergajos de caucho seguidas de duchas muy frías, simulacros de fusilamientos y otros tormentos dolorosos y sangrientos, los consejeros rusos modernizaron esta vieja técnica. Las nuevas celdas eran más reducidas, pintadas muy vivos y pavimentadas con aristas de ladrillos muy salientes. Los detenidos tenían que permanecer en pie bajo una potente iluminación roja o verde. Otras celdas eran estrechos sepulcros de suelo desnivelado, en declive. Tenerse en pie implicaba una tensión completa de nervios y músculos. En otras reinaba una oscuridad absoluta y oíanse en ellas sonidos metálicos que hacían vibrar el cerebro». J. Peirats, Los anarquistas en la crisis política española, Júcar, Madrid 1977, pág. 243.

El plumero se te ve constantemente mi coronel, antiguo teniente y capitán de los «Grises», por ejemplo cuando dice en el curioso librito (pág. 81), comparando el asesinato de Calvo Sotelo con el del teniente de Asalto Castillo: «Crimen tan vil, por supuesto, como el del teniente Castillo» (El Catoblepas, 42). ¡Pues no! BAA. El primero lo hicieron unos civiles militantes de un partido por su cuenta y riesgo, y el segundo lo hicieron agentes de la autoridad, vestidos de uniforme, con armas y medios del Gobierno, sin ningún riesgo por su carácter oficial, consentido por sus superiores, en ocasiones aplaudido por los mismos y nunca perseguidos por ello. Aunque al curioso coronel, y no me extraña, le parezca lo mismo, haciéndonos un favor, no lo es rotundamente. No me choca su añoranza de la checa.

Me hablas de un chivato. ¡Tengo mil! Ya sabes las simpatías que tienes en tu Arma de Caballería, a la que tanto lustre has dado, en las otras también, pero eres menos conocido, aunque cada vez les caes mejor. Uno me cuenta que en Zaragoza te llamaban el Loco o el Loquillo, no me hagas mucho caso, tengo mala memoria. Otro, que en Valladolid eras el cadete más desaliñado, a lo mejor me dijo guarro, ya sabes del «inconfundible tono de las más cutres tertulias cuarteleras», pero ya conoces de mi fatal memoria, no lo puedo asegurar. Otro, que fuiste el penúltimo de tu promoción. Otro, que repetiste curso, cosa rara en la Academia, y fuiste el penúltimo de la siguiente promoción. Otro, que perdiste otra promoción y eres el último de la actual. No sé muy bien porque sería, pero las promociones fuera de la Academia se pierden, o por cosas feas o muy feas, seguro que viene otro espía y me lo chiva. Otros, que te echaron de la Escuela Politécnica del Ejercito, porque no fuiste capaz de aprobar ni un solo examen, éstos también me dicen que tu conducta no fue muy edificante, qué, en un permiso te peleaste, presuntamente borracho, con un camionero, ya no eras un joven y alocado cadete, bueno, ciertamente, nunca fuiste un joven cadete, alocado parece que sí. Otro, que te presentaste a la Escuela de Gimnasia del Ejército, donde pedían nadar y resultó que no sabías nadar, nadie se explica tu presentación a no ser que quisieras escaquearte de algo molesto: un destino, unas maniobras, o vete a saber qué. Otro, que en tu vida militar no has hecho ni un solo curso de especialización para aumentar o siquiera mantener tu preparación, lo normal es tener dos o tres. Otro, que, siempre qué no tenías más remedio, decías que habías estado en la Policía Nacional, solo hubo esta policía después de Franco.

Habías estado en la cruel policía con el vil Dictador, que no digo yo, que dices tú. Otro, que en un libro tuyo llamas obuses, que son piezas de artillería, a los proyectiles de la misma y esa falta de conocimientos técnicos esta mal en uno que cobró como militar profesional toda su vida. Me cuentas también de las injurias definidas en el articulo 208 del Código Penal Común. (El Catoblepas, 44) De eso ya me habías hablado en la primera carta. (El Catoblepas, 35) ¿Te acuerdas? Me amenazabas con acciones penales. ¿Qué fue de aquello? No sabes el disgusto que me llevé, cuando de lo dicho nada. ¡Con la ilusión que a mí me hacía! Nunca había ido a un juzgado. Tenía dos amigos abogados dispuestos a defenderme gratis, y otro que yo no conocía, que te había leído y era una persona decente, también se ofreció. Pienso que hasta me hubiese pagado por hacerlo.

Te quejas porque critico tu curioso librito Falacias de la Guerra Civil y me amenazas con otro, ¡no seas perverso! Mira que te voy a llevar a los tribunales yo. Ahí estate tranquilo, he prometido a mis posibles lectores, no darles la tabarra más criticando tus curiosos libritos, ¡ni un ladrillo más! Yo soy un hombre de honor, ¿conoces que es eso? Cumpliré mi palabra. Y así mato dos pájaros de un tiro, ellos descansaran sin mis ladrillos y yo no leeré más «baballadas».

Está empeñado BAA en que me edite un libro de historia alguna editorial, aunque sea fascista, que ya se sabe son de los míos. Me dice, porque «le han cogido manía». Yo creí que al que le habían cogido manía era a ti por antifascista. Así nos contabas (El Catoblepas, 35), que habías repetido curso por ello, que eras el penúltimo de tu promoción por ello, que habías salido teniente con 27 años por ello, el más viejo de tu promoción con una ventaja sobre el segundo viejo digna de mención. Lo normal era salir con 24 o menos, es cierto que algunos salían con más, pero eran rarísimos. En tu promoción actual, la 16 (escalilla 1995), ingresaste con la 14, antes que tú está Lago Fernández, que salió teniente con 21 años. Seguramente era fascista, pero a lo mejor sabía más que tú.

Y todas otras muchas cosas por lo mismo. Pues siempre habías tenido la mala suerte de topar un superior fascista, claro que como lo eran todos, así nos cuentas, era fácil. Nos narras (El Catoblepas, nº 35) de tus brillantes exámenes: «dejando, de paso, constancia de mi nivel de preparación, al obtener la más alta puntuación de mi tanda en la prueba más difícil de matemáticas». Me parece cursi la frase «participamos miembros de tres promociones, y tuve el honor de alcanzar el número uno, en las pruebas previas, teóricas y prácticas». También ésta me parece cursi, debo de tener un día tonto.

Todo esto que dices está muy bien, te felicito. Ahora solo falta que sea verdad, pues de lo primero fue hace 50 años y lo segundo 35, muchos años, imposible de demostrar pues no hay documento ninguno que lo verifique, a no ser que esté en algún marco en la Sala de Banderas de la Academia de Caballería. Los de Caballería sois muy aficionados a poner las hazañas del Arma enmarcadas, pienso que es una bonita costumbre. A lo mejor hay suerte, pero me temo muy mucho que no haya testigos.

Esto es lo que dices tú. Veamos que dice la lógica. Si eras el mejor como nos cuentas. ¿Qué explicación tienes de los muy malos puestos, pésimos, que ocupas en todas las promociones a las que has pertenecido? No es lo normal en la vida militar perder promoción y mucho menos dos, ¿Qué explicación tienes para haber salido teniente a los 27 años? Lo corriente era salir con 24, aunque había algún monstruito que lo hacía con 20.

La que tú nos das que era por ser antifascista, ya me perdonarás, pero no se la puede creer nadie, fíjate no me la creo ni yo, con lo que admiro tus curiosos libritos... Porque si los superiores eran todos fascistas. ¿Cómo te ponían un cinco, siendo como sabemos que eran los fascistas? Ya sabes son muy malos. Te voy a explicar por que no voy a escribir un libro de historia: 1º Porque no sé escribir, ni la suficiente historia para hacer algo que sea original y valga la pena. En eso me pasa como a ti. 2º Porque me gusta leer y no escribir. Lo contrario que a ti. 3º Porque soy vago y escribir algo serio cuesta. Lo contrario que a ti, que no te cuesta nada escribir lo que escribes, lo malo es que escribes cada chorrada ¡chaval!

Estás empeñado en que yo digo, insistentemente, que eres un rojo comunista, ¡qué más quisieras! Nunca lo he dicho. Un rojo comunista puede ser un hombre de honor, aunque esté equivocado. Yo solo he pretendido demostrar, creo que lo he conseguido, fue fácil, que eras un chaquetero, qué, hasta la muerte del Invicto Caudillo, fuiste un fervoroso esbirro del Dictador, al que serviste con entusiasmo en la Legión, unidad fundada por Franco, y su ojito derecho entre todas la unidades, y, con más entusiasmo aun, en los Grises, policía fundada por Franco para sus miserables planes, ¡Ojo! Eso lo dices tú no yo. Cierto es que, como soy una persona educada y no me gusta insultar, ni siquiera a gente como tú, textualmente no te dije lo de chaquetero, que para la gente honrada es mucho peor que rojo comunista o cualquier otra cosa, pero si era mi intención que se dedujese al leerme.

«Seamos serios y razonables» ¿señor? BAA. La democracia «el peor de los sistemas políticos... si exceptuamos a todos los demás», como la definió el gran Winston Churchill, ¿esto no suena algo cursi? O será mi día dichoso. Ya sabes: «La democracia tiende a colocar a cada uno en su sitio» y a ti te ha colocado en el sitio exacto, sacándote de entre la gente decente. Me citas: «Michael Alpert, Sebastian Balfour, Gerald Brenan, Raymond Carr, Galeazzo Ciano, Robert Colodny, John F. Coverdale, Gerald Howson, Daniel Kowalsky, B.H. Liddell Hart, Stanley Payne, Paul Preston, Ronald Radosh, Vicente Rojo, Josep Solé, Herbert Southworth, Gabriel Tortella, Ángel Viñas, Gerhard Weinberg, y Peter Wyden. No dejo de considerar, no obstante, que Alamán hubiera encontrado grandes dificultades para entender e interpretar correctamente lo que estos autores han escrito». (El Catoblepas, nº 44).

Puestos a ello se podrían citar más de cien. ¿Pero a ti, de verdad, no te parecen una horterada estas cosas? ¿Qué quieres que le haga? A mi sí. Ya te digo, a lo peor es el día tonto que tengo. Te quejas otra vez amargamente que haya escrito: «un curioso libro, escrito por un no menos curioso historiador» (El Catoblepas, 44), ¿Qué otra cosa es y eres? No dice nada original, un tercio es tendencioso, otro falso y el tercero falso y tendencioso. Y tu no dejas de ser curioso. Pues ¿qué otra cosa se puede llamar a un militar? Que cobró toda su vida de un Ejército, del que nos contaba que siempre había sido: «fascistoide» (varias veces), «canallesco» (varias veces), «inicuo», «atropellador», «mantenedor a raya de la población», «tercermundista» (varias veces), «tramposo», «irresponsable», «defensor de privilegios e intereses particulares», «pavoroso», «vil», «asesino», «traidor», «cutre», «ominoso», «opuesto manifiestamente a la instauración de la democracia», «despreciable», «miserable», «rastrero», «ridículo», «desastroso», «corrupto» (varias veces), «carente de inquietudes culturales», «inoperante», «injusto» (varias veces), «de cerebro embotellado», «bárbaro», «gendarme, del ilegítimo gobierno franquista» (varias veces). Y ahora nos viene contando lo que tú nos cuentas de él. Algo de vergüenza tendría que darte, ¿te explico que es eso?

Sé que te podría decir cosas horribles, pero pienso que lo de curioso es lo más discreto, ya sabes no me gusta insultar, ya cada uno sustituirá lo de curioso por lo que quiera. Me temo que salgas perdiendo. No me digas que no es una curiosidad digna de mención, que: un perdigón (cadete que repite), penúltimo de dos promociones, último de una tercera, el más viejo de su promoción, que solo tuvo un destino militar durable que se pueda llamar así y con el empleo de teniente, que no ha hecho ningún curso militar en su vida profesional para poner al día o conservar sus conocimientos, se atreva a decir, del general más joven de Europa en su época, que era un incompetente.

Sin embargo otros militares, ninguno de los cuales, naturalmente y gracias a Dios, reunía las optimas condiciones de nuestro BBA, opinaban: Una delegación militar francesa presidida por el Ministro de la Guerra francés, general André Maginot, en su visita (19-10-30) a la AGM (Academia General Militar, creada y dirigida por Franco) para condecorar a Franco con la Legión de Honor, manifestó a su regreso a París: «la Academia de Zaragoza era la más moderna del mundo en su clase, según P. Preston, Franco, pág. 89.

El jefe del Estado Mayor francés, general Georges, afirmó: «Es un centro de enseñanza del que hay mucho que aprender.» Escribe el Ministro al Rey agradeciéndole la invitación y le cuenta: «He de expresarle mi admiración y decirle, sin exageración, que vuestra organización es perfecta y que entre todas las academias militares de Europa, es la vuestra, sin duda, la más moderna.» A. Palomino, Caudillo, pág. 71). Cuando Maginot le impone las insignias de Comendador de la Legión de Honor manifiesta: «es, sin disputa, el primer centro de enseñanza militar de Europa». R. Casas de la Vega, Franco, pág. 283.

El jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor, Von Richthofen (30-3-38), se refiere en su diario a las presiones que hicieron al Caudillo un coronel italiano y el agregado militar alemán: «Franco manda a los dos prácticamente a la mierda». J. Salas, La Guerra aérea, II, pág.108. Un ministro de la República: Diego Hidalgo Durán, notario de Madrid, hombre muy culto, ministro de la Guerra: «Conocí al general Franco el mes de febrero del 34... en mi viaje a Baleares... pude convencerme de que su fama era justa. Entregado totalmente a su carrera, posee en alto grado todas las virtudes militares y sus actividades y capacidad de trabajo, su clara inteligencia, su comprensión y su cultura estás siempre puestas al servicio de las armas. De sus virtudes, la más alta es la ponderación al examinar, analizar, inquirir y desarrollar los problemas; pero ponderación que le impele a ser minucioso en el detalle, exacto en el servicio, concreto en la observación, duro en la Ordenanza, exigente a la vez que comprensivo, tranquilo y decidido. Es uno de los pocos hombres de cuantos conozco que no divaga jamás... el 31-1-26 ascendió a general de brigada... el 28-1-33 un decreto anuló el ascenso... esto es a la cola de los generales... en la primera vacante de general de división... ascendí al general Franco. A la letra de la Ley, en las páginas del Anuario Militar... aparecía en uno de los últimos lugares; pero en mi ánimo estaba el primero». D. Hidalgo Durán, ¿Por qué salí del Ministerio de la Guerra?, Espasa Calpe, Madrid, 1934, pág. 77 y 117.

Un político: Decía Churchill: «Franco tiene toda la razón de su parte, porque ama a su patria. Además, Franco está defendiendo a Europa contra el peligro comunista. Pero yo. soy inglés y prefiero el triunfo de la mala causa. Prefiero que gane el otro bando porque Franco podría ser un estorbo para los intereses británicos". La Nación, Buenos Aires, 14-8-38. W. Churchill. The Gather in Storm, Londres, 1948, pág. 221.

Un rojo, aunque no chaquetero: Prieto refiriéndose a Franco (1-5-36): «El general Franco, por su juventud, por sus dotes. es hombre que. puede acaudillar, con el máximo de probabilidades –todas las que se derivan de su prestigio personal–, un movimiento de este género». Siento a España, Discurso en el Teatro Cervantes, Cuenca. Barcelona, Ediciones «La Motorizada», 1938.

Un intelectual: Ortega escribe a Marañón (17-8-37): «las notas de Franco son cada vez más acertadas y en su punto» Carta del archivo de Marañón en Marino Gómez Santos, Españoles sin fronteras, Planeta, Barcelona.

Y el antifranquista pero honrado, que los hay mi coronel, H. Thomas daba su opinión señalando que los logros de Franco durante la guerra fueron considerables. Su tarea fue estratégica o política, nunca táctica y decidía donde había que desencadenar la nueva ofensiva, en asegurarse que todo estuviera preparado en el momento preciso, en detener los contraataques cuando se producían, en rodearse de militares eficientes como Dávila, Orgaz y Barroso, para que el material adecuado estuviese en el frente cuando se precisase. Los militares alemanes que trabajaban para él, caso de Von Thoma, lo consideraban convencional. Pero por su cautela, paciencia y puritanismo, se parecía al vencedor de Von Thoma en El Alamein, Montgomery.

En su calidad de jefe supremo, Franco no dio muestras de la temeridad que le había hecho famoso en Marruecos, cuando era joven, y quizás su mayor éxito militar fue político, para él los asuntos militares tenían importancia política o psicológica, de ahí su empeño en liberar Brunete o Toledo y su negativa a aceptar los hechos consumados como Teruel o el Ebro. La alianza política entre sus seguidores fue la primera razón de su victoria, la unidad del movimiento fue lo que hizo posible movilizar un millón de hombres para su cruzada, en gran parte voluntarios. Pero fue la calma de Franco, y su tranquila superioridad profesional la que le proporcionó su jefatura. En el bando nacionalista había tantas posibilidades de ruptura como en el republicano, pero Franco supo convertirlas en motores de guerra. Demostró junto con su Ministro de Asuntos Exteriores, el general Gómez Jordana, demostró se un diplomático muy hábil al conseguir la suficiente ayuda alemana e italiana sin entregar más que unos derechos sobre las minas españolas. Además, la desunión de los republicanos fue la causa principal de su derrota. Madariaga afirmaba que las divisiones en el seno del PSOE hicieron inevitable la guerra civil y los errores políticos de Largo Caballero, se encontraban en el fondo de los problemas de la República. Los choques entre sus dirigentes destruyeron lo que España ya había logrado. En ningún sitio del mundo la idea de lucha de clases ha sido más destructora para la misma clase a la que se intentaba ayudar. H. Thomas, La guerra civil española, Grijalbo, Barcelona, 1976, págs. 997-1000.

S. G. Payne, Minuto digital, 12-7-05: «–¿Cuál es su juicio de historiador sobre el general Franco? –Fue el dictador del siglo XX que más éxito tuvo. Eso no quiere decir que debe ser repetido, de lo cual no hay el menor peligro o posibilidad». P. Johnson dice de Franco: «fue un hombre extraordinario, de gran capacidad de previsión». El País, 1-8-00.

Veamos que nos contaba Azaña, me temo que también antifranquista: «El Presidente considera que por orden de importancia, los enemigos del Gobierno republicano han sido cuatro. Primero, la Gran Bretaña [por su adhesión al embargo de armas prescrito por la política colectiva de No Intervención]; segundo, las disensiones políticas de los mismos grupos gubernamentales que provocaron una anarquía perniciosa que fue total [favorable] para las operaciones militares de Italia y Alemania en favor de los rebeldes; tercero, la intervención armada italo-germana; y cuarto, Franco». «Declaraciones de Azaña a Isidro Fabela, representante de México ante la Sociedad de Naciones, a mediados de 1939». Reproducidas en Santos Martínez Saura, Memorias del secretario de Azaña, Planeta, Barcelona 1999, pág. 53.

BAA me dice que en mi ladrillo escribo: «Pío Moa, autor que le merece toda la credibilidad, por basar sus relatos en las obras de Arrarás y De la Cierva, únicos historiadores, según él, que han dicho 'verdades como puños' sobre la contienda iniciada en julio del 36» (El Catoblepas, 44).

He repasado con atención el citado ladrillo y solo veo que escribía: «Pío Moa, que, sin citar para nada a Arrarás y a de la Cierva, llega a las mismas conclusiones que llegaban ellos» (El Catoblepas, 35). Y, efectivamente, el señor Moa cita muy rarísimas veces a esos dos grandes historiadores. Que, a lo que se demuestra, decían verdades como puños. Las principales fuente de Pío Moa son la Fundación Pablo Iglesias y las obras de Azaña, Largo y demás personajes de la República. Ya sé que no tienes costumbre, pero para hablar de los libros de otros es honrado ¿sabes? Leerlos. Fíjate, yo me leo hasta los tuyos, ¡comprarlos no! ¡Que horror! ¿No me negarás que es de agradecer el sacrificio? De todas maneras seguro que el Señor me lo premiará en el Reino de los Cielos, pues tengo la certeza que allí hay almas con menos méritos.

Nos recuerda en la última carta, que en la Academia se comentó muy favorablemente «la decisión adoptada por el director, Emilio Alamán, de suspender a un sobrino suyo que se presentaba al ingreso y que no demostró en las correspondientes pruebas el nivel suficiente» (El Catoblepas, 44). Tienes BAA mala memoria, de ese lance te enteraste porque yo te lo conté, así en mi primera carta (El Catoblepas, 35) te decía: «Como sabe muy bien BAA me apellido Alamán, el General Director de la Academia se apellidaba Alamán, era mi tío Emilio, lo sabe bien porque BAA estaba de cadete en ella esos años. Yo me presenté, los años 56 y 57, en aquella Academia que tanto hacía sufrir a BAA. Él sabe muy bien que fui suspendido. A diferencia de BAA yo fui suspendido, con gran cabreo de mi parte, y mayor justicia por parte de mi tío, debido a mi deficiente preparación y no a que me tuviesen manía como a él, ya entonces ferviente antifascista. ¡Se me olvidaba! Mi padre era teniente coronel ayudante de otro anterior general Director de la Academia, muy querido en la misma, Francisco Hidalgo de Cisneros, que a su vez me quería mucho, pues, a mi pesar, ¡ni por esas!».

Te contaba esto porque tú habías asegurado con inmensa falsedad, que, el ingreso y los puestos de promoción en la Academia, siempre eran por enchufe y, claro, tú, antifascista notorio, no tenías nada que hacer. Decías textualmente: «muchos de los que ingresaban en la Academia lo hacían con trampas, recibiendo muy diversas ayudas bajo cuerda, sin tener ocasión de demostrar, como yo lo había hecho, los méritos suficientes para merecer el aprobado en el examen de ingreso». (El Catoblepas, nº 35).

Uno de ellos debía haber sido yo: Tú aseguras que era fascista, ya sólo por eso era bastante, además era sobrino del Jefe, que menos que alguna trampilla y alguna ayuda bajo cuerda, ¿para que necesitaba yo hacer los méritos suficientes para merecer el aprobado? Pues ya ves me quedé con las ganas.

Tú, ahora, te quedas al aire cuando se ven tus mentiras e intentos de desprestigiar a otro ejemplar organismo del Ejército. ¡Y van! ¿Cómo aguantaste tanto en él? Con lo listo que eras ¿por qué no estudiaste otra carrera? Alguna fácil para ti: arquitecto, ingeniero de camino, diplomático.... Hubieses ganado más. ¿Cómo has podido cobrar toda tu vida de una institución que tanto asco te daba? De todas maneras tengo que felicitarte, es verdad lo que dices qué no tenía el «nivel suficiente». Ten cuidado, dos verdades en una carta es mucho. ¿No te estarás pasando?

Afirmas a continuación que necesité presentarme, cuatro o más años para obtener la plaza de cadete. Yo salí teniente con 24 años. Tú saliste con 27 (DO nº 290 de 22-12-60). ¿Cuántos años necesitaste? 4 o más + 3= 7 o más.

Para terminar voy a hacer caso (casi) a un buen amigo mío que te comparaba con Vellido Dolfos, ya sabes el hijo del también traidor Dolfos Vellido. Mira por donde erais paisanos. Así le damos un poco de aire romancero a estos sucios escritos.«"Gritos dan en el real: ¡A don Sancho han mal herido! ¡Muerto le ha Vellido Dolfos: gran traición ha cometido!». Lo pensé mejor y no te voy a comparar con él. No vaya a ser que se nos moleste en la tumba. Ya sabes, tú que eres ¿historiador? Coronel, como se las gastaba el pollo.. Traicionó, apuñaló y cobró, por lo de Sancho II. Pero el Rey estaba vivo cuando le apuñaló y además el Cid, un caballero ¿sabes, no? Estaba cerca. BAA hace lo mismo con el Invicto Caudillo, cómo él con toda propiedad le llama, pero Franco estaba muerto y no había ningún Cid cerca. Más cobarde ¿parece? Me quedo con el señor Dolfos.

Te despides muy bien: «Y puede usted seguir ladrando, que yo seguiré cabalgando». Esto lo has «bordao», no puede ser más cursi. ¿O será mi día?

Bueno «guaje» te dejo, que ya está bien de perder el tiempo. Y qué cabalgues con salud. No te escuezas. Admirándote, quedo a tus órdenes.

Alamán.

PD: ¡Ah! Se me pasaba. Te das cuenta que si a tus doce últimos folios le quitas los insultos, se te quedan en un par de ellos. Chiquito ¡Tienes que moderarte! Lo de fascista me lo dices 39 veces. Como sigas tan pesado me borro. De todas maneras si te «presta» sigue, debo ser algo raro, los insultos de gente como tú me ensanchan el alma. Casi tanto como cuando juré bandera. ¡Que tiempos! ¿Te acuerdas? Cómo cuándo tus legionarios rompían filas, todos los días varias veces, gritabas, junto con ellos, con gran ardor ¡¡FRAN-CO!! ¡Por cierto! Era la única unidad del Ejército que lo gritaba. Y con que celo cuidabas ese privilegio. ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¿Ahora qué gritas? ¡¡¡¡POLAN-CO!!!! ¿Te acompañan con el mismo ímpetu? Me temo que sí. Le pongo más palitos. Como ahora ganas más.

 

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