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El Catoblepas, número 50, abril 2006
  El Catoblepasnúmero 50 • abril 2006 • página 6
Desde mi atalaya

La victoria frente a la Alemania nazi

José María Laso Prieto

Se están revisando algunas de las tesis contra Stalin
que estuvieron vigentes durante tantos años

El 9 de Mayo de 2005, se ha celebrado en Moscú, con gran esplendor, el 60 aniversario de la Victoria contra la Alemania Nazi. El año 1945 se celebró una conmemoración similar, en la que las más distinguidas tropas soviéticas arrojaron con desprecio, frente al monumento a Lenin, las banderas nazis conquistadas en las batallas del frente oriental.

Después ese mismo día se realizó un gran banquete en el Kremlin en el que Stalin se autocriticó por sus errores y elogió calurosamente el heroísmo del pueblo soviético y agradeció que éste hubiese mantenido su confianza en sus dirigentes, a pesar de las torpezas y errores cometidos antes y durante la guerra, a la que calificó de «la Gran Guerra Patria del Pueblo Soviético». Ahora, 60 años después la conmemoración ha tenido una mucha mayor repercusión internacional. A ella han asistido los principales dirigentes internacionales incluyendo a Blair y Bush. Ello constituía un reconocimiento mundial de la especial contribución soviética a la derrota de la Alemania nazi y no sólo en Stalingrado sino en la decisiva batalla de Kursk. En una reciente revisión de las bajas de la Segunda Guerra Mundial se reconoce que la URSS tuvo nada menos que veintisiete millones de muertos, es decir más que todas las otras naciones combatientes juntas.

Como homenaje a tan decisiva contribución a la Victoria general aliada, las tropas que participaron en tan gran desfile lo hicieron vestidas con el uniforme de las campañas contra el invasor alemán y al frente de ellas marchaba la tradicional bandera soviética mientras sonaba el anterior himno de la URSS. Sigue siendo la misma música aunque ha cambiado su letra. El retorno a la bandera y el himno soviético ha sido una decisión del actual Gobierno ruso, aunque la bandera nacional rusa reviste los colores anteriores a la Revolución soviética. De todas formas, resultaba sorprendente observar como los dirigentes del sistema capitalista contemplaron con respeto un desfile con los símbolos que durante tantas décadas habían rechazado.

Sin embargo, hasta cierto punto, tal respeto era natural. No debe olvidarse que tanto los historiadores militares anglosajones, como los propios alemanes, actualmente reconocen que la contribución soviética a la derrota del régimen nazi fue decisiva. Más de los dos tercios del Ejército alemán incluyendo sus mejores Divisiones, lucharon contra las tropas soviéticas en el frente oriental. Tales tropas derrotaron a las alemanas en las batallas defensivas de Leningrado y Moscú. Después, en el año 1942 tuvo lugar la gran epopeya soviética de la batalla de Stalingrado. En la fase defensiva del verano y del otoño, las aguerridas tropas alemanas fueron incapaces de conquistar el baluarte soviético de Stalingrado y, finalmente, tras la contraofensiva invernal soviética, el VI Ejército alemán se vio obligado a capitular consagrando así la mayor derrota alemana de todos los tiempos. Así las tropas soviéticas capturaron a un mariscal, 22 generales y más de 200.000 soldados además de causar a la Wermacht miles de bajas. Aunque la poco conocida batalla de Kursk fue todavía más decisiva para el resultado de la Segunda Guerra Mundial, Stalingrado constituyó políticamente el viraje decisivo de tan gran contienda, la posterior Batalla de Kursk fue todavía más decisiva para el resultado final de la II Guerra Mundial. En esta batalla, librada entre el 5 de julio y el 23 de agosto de 1943, los soviéticos pulverizaron a 23 Divisiones acorazadas alemanas en una batalla en la que participaron casi cinco millones de soldados –entre ambos contendientes– unos 9 mil tanques, 35.000 cañones y más de 15.000 aviones entre ambos bandos. Según el general alemán Guderian –el mejor especialista en tanques– con la pérdida de tales divisiones acorazadas, Alemania perdió la guerra, «y sólo quedaba la posibilidad de retrasar el amargo final» como sostiene en sus Memorias de un Soldado. De la misma opinión fue el general von Mastein, considerado como el mejor estratega alemán.

Un dato relevante –de los actos conmemorativos celebrados en Moscú de la derrota de la Alemania Nazi– del que tuve conocimiento a través de la crónica de un diario asturiano, fue una intervención del presidente Putin acerca de Stalin. Negó categóricamente la comparación que habitualmente se hace entre Stalin y Hitler. A juicio de Putin sus personalidades eran totalmente antagónicas y a la enérgica dirección de Stalin se puede atribuir gran parte del éxito soviético. La opinión de Putin coincide con la de dos antiestalinistas como Gorbachov y Schvernadze que tanto criticaron los errores políticos y las represiones de Stalin. Cada uno de ellos, en otras intervenciones conmemorativas de la Victoria, en Moscú y Tbilisi, atribuyeron a la férrea voluntad de Stalin, y a su capacidad militar y al heroísmo del pueblo soviético la derrota final de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Todavía es más sorprendente la entrevista publicada en la revista El viejo topo con el prestigioso historiador ruso Zinoviev, que a lo largo de toda su trayectoria profesional se había caracterizado como un radical anticomunista y, todavía más antistalinista, realiza en tal entrevista un viraje de 180 grados, ya que ahora defiende a la URSS y se lamenta de su desintegración. Sobre Stalin, sostiene que actualmente le considera como el principal personaje mundial del siglo XX, ya que de no haber sido por su actuación, seguiríamos sometidos al dominio nazi.

Actualmente, con la apertura de los archivos soviéticos –durante mucho tiempo inaccesibles a los historiadores– se están revisando algunas de las tesis contra Stalin que estuvieron vigentes durante tantos años. Así la historiadora anticomunista francesa, Lilly Marcou, ha comprobado que no fue cierto que Stalin organizase el asesinato de Kirov –aunque después lo utilizó para justificar sus represiones– como tampoco es cierto que quedase tan traumatizado por el ataque alemán, por no haber tenido en cuenta las advertencias de Richard Sorge, Winston Churchill y sir Stafford Cripps, que durante un mes no fue capaz de reaccionar, hasta el discurso en que invocó incluso a los generales zaristas antinapoleónicos Suvorov y Kutusov para salvar a la Madre Patria Rusa. Está comprobado que, para el día siguiente del ataque alemán, Stalin convocó una reunión del Buró Político del PCUS. A veces, el ahora tan de moda, revisionismo histórico produce tan espectaculares sorpresas.

 

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