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El Catoblepas, número 50, abril 2006
  El Catoblepasnúmero 50 • abril 2006 • página 16
Artículos

Platón: vindicación del idealismo filosófico

Sigfrido Samet Letichevsky

El pensamiento de Platón tuvo una enorme influencia en los últimos 2.400 años, no sólo en el desarrollo de la filosofía, sino también en el de todas las ciencias. La clasificación binaria (materialista/idealista) de las ideas filosóficas es totalmente insuficiente y no tiene ninguna significación ética

«El carácter experimental de la experiencia mística contribuyó en gran medida a su popularidad. (...) Así como el moderno enfoque científico y técnico de la naturaleza deriva de la alquimia, así también el moderno concepto de realidad como algo que puede probarse mediante el experimento y en lo que cabe, pues, confiar como permanente tiene uno de sus orígenes en la experiencia mística.»
Hannah Arendt, Una revisión de la historia judía (1948).

Precursor de casi todo

En La sociedad abierta y sus enemigos (ref. 1) Karl Popper dedica nada menos que 163 páginas a Platón. Hace un exhaustivo análisis político, por lo cual ese aspecto no será tratado en esta nota. Reconociendo su sinceridad y que su objetivo no es la explotación, sino lograr la estabilización de la sociedad, demuestra el carácter totalitario de sus ideas políticas. «Según Platón –dice en pág. 52–, las luchas intestinas, las guerras de clase fomentadas por intereses egoístas, particularmente de orden material o económico, constituyen la fuerza principal de la «dinámica social». La fórmula marxista: «La historia de todas las sociedades que hasta ahora han existido es la historia de una lucha de clases», calza casi tan bien en el historicismo de Platón como en el de Marx». En la página anterior dice que «su insistencia en el marco económico de la vida política y del desarrollo histórico, teoría esta resucitada por Marx con el nombre de materialismo histórico». Así, Platón sería algo más que un precursor de Marx. No deja de ser curioso que el gran filósofo idealista pueda ser considerado como creador del «materialismo histórico».

También, en cierto modo, puede considerarse un precursor de Freud. En ref. 2, pág. 421, dice: «A los {deseos} que se despiertan durante el sueño, cuando duerme la parte racional, dulce y dominante del alma, y la parte bestial y salvaje, llena de alimentos y de vino, rechaza el sueño, salta y trata de abrirse paso y satisfacer sus instintos. Sabes que en este caso el alma se atreve a todo, como si estuviera liberado y desembarazado de toda vergüenza y prudencia, y no titubea en intentar en su imaginación acostarse con su madre, así como con cualquier otro de los hombres, dioses o fieras, o cometer el crimen que sea, o en no abstenerse de ningún alimento, en una palabra, no carece en absoluto de locura ni desvergüenza. (...) pero lo que queremos dar por conocido es que en todo individuo hay una especie terrible, salvaje y sacrílega de apetitos, inclusive en algunos de nosotros que pasan por mesurados: esto se torna manifiesto en los sueños».

En pág. 415, Sócrates pregunta: «¿Pero hay alguno que quiera tener de qué quejarse y ser desgraciado?». En el Fedón (ref. 4, pág. 464), dice: «Entonces Sócrates, tomando asiento, dobló la pierna, libre ya de los hierros, la frotó con la mano, y nos dijo: Es cosa singular, amigos míos, lo que los hombres llaman placer; y ¡qué relaciones maravillosas mantiene con el dolor, que se considera como su contrario!» Explica que hay una lazo natural que hace inseparable al placer del dolor y concluye: «Yo acabo de hacer la experiencia por mi mismo: puesto que veo que al dolor, que los hierros me hacían sufrir en esta pierna, sucede ahora el placer». Sócrates vincula placer y dolor, a un paso de aceptar la existencia del masoquismo, la búsqueda del sufrimiento.

Dice en ref. 4, pág. 537: «estoy persuadido de que si la tierra está en medio del cielo y es de forma esférica, no tiene necesidad del aire ni de ningún otro apoyo, para no caer, sino que el cielo mismo, que la rodea por todas partes, y su propio equilibrio, bastan para que se sostenga, porque todo lo que está en equilibrio, en medio de una cosa que le oprime igualmente por todos los puntos, no puede inclinarse a ningún lado, y por consiguiente subsiste fija e inmóvil; esa es mi persuasión».

Esto es, naturalmente, una continuación de las teorías presocráticas (Tales, Anaximandro, Anaxímenes). Qué el cielo «la rodea por todas partes» es ya comenzar a discutir los conceptos de arriba y abajo. Las ideas de Anaximandro reaparecen en la teoría de la deriva continental de Wegener (ref. 6, pg 180). Vemos que hace más de dos milenios que las personas cultas saben que la Tierra es esférica. Pero, en este contexto, lo que creo más interesante es que para Anaximandro la Tierra es como un tambor y «Nosotros caminamos sobre una de sus superficies planas». Popper comenta (ref. 6, pág. 178): «¿Qué es lo que impidió a Anaximandro llegar a la teoría de que la Tierra es un globo y no un tambor? Sobre esto puede haber pocas dudas; fue la experiencia observacional, que le enseñaba que la superficie de la Tierra es, a lo largo y a lo ancho, plana. Así, fue una argumentación especulativa y crítica, la discusión crítica abstracta de la teoría de Tales, la que casi lo condujo a la teoría verdadera acerca de la forma de la Tierra, y fue la experiencia observacional la que lo extravió.»

En cierto modo, algunas ideas platónicas prefiguran a Popper. En ref. 2, pág. 445 dice: «Por lo tanto, la conjetura verdadera no es menos útil que las ciencias». La cuestión es cómo saber si una conjetura es «verdadera». Dice en pág. 446: «las opiniones verdaderas, mientras subsisten firmes, son una buena cosa, y producen toda clase de beneficios». Podría suponerse que serían refutadas si sus consecuencias lógicas no se verificaran en sucesos reales. Y mientras eso no suceda, se considerarían «corroboradas», como diría Popper. Sócrates continúa: «Pero son de suyo poco subsistentes, y se escapan del alma del hombre, de suerte que no son de gran precio, a menos que no se las fije por el conocimiento razonado en la relación de causa a efecto. Esto es, mi querido Menón, lo que antes llamábamos reminiscencia. Estas opiniones ligadas, se hacen por lo pronto conocimiento, y adquieren después estabilidad. He aquí por donde la ciencia es más preciosa que la opinión, y cómo difiere de ella por este encadenamiento». Y después dice: «Por consiguiente, la opinión no es ni inferior a la ciencia, ni menos útil con relación a las acciones; y en este concepto, el que tiene una opinión verdadera, no cede en nada al que tiene la ciencia».

De modo que las opiniones pueden transformarse en conocimiento si son «fijadas» racionalmente. Está a un paso de la refutación/corroboración, ya que una hipótesis, además de racional, será «útil con relación a las acciones» siempre que estas no la refuten.

En ref. 4, pág. 509 Sócrates dice: «Digo, Fedón, que con los buenos y los malos sucede lo que con los muy grandes o muy pequeños. ¿No ves que es raro encontrar un hombre muy grande o un hombre muy pequeño? Así sucede con los perros y con todas las demás cosas; con lo que es rápido y con lo que es lento; con lo que es bello y lo que es feo; con lo que es blanco y lo que es negro. ¿No notas que en todas estas cosas los dos extremos son raros; y que el medio es muy frecuente y muy común?». Todavía considera bello y feo como propiedades objetivas, en vez de inherentes a la percepción, pero ¿no se prefigura aquí la famosa campana de Gauss? No es que Newton, Gauss, Marx o Popper hayan decidido tomar ideas de los diálogos platónicos para desarrollarlas. Todos respiramos el mismo aire, y el aire cultural contiene todo lo que el hombre ha pensado durante milenios, y que son contínuas reelaboraciones (con alguno que otro aporte original) de lo que otros dijeron o escribieron antes. Todos usamos diariamente conceptos que ya son lugares comunes pero fueron introducidos por Marx, Freud, Einstein u otros, aunque no hayamos leído a estos autores. Por eso es disparatada la pretensión de «partir de cero» ; sólo se puede progresar conservando lo que la cultura creó.

Platón es el punto de arranque, también, de los totalitarismos (nazismo o comunismo).

Lo que dice de la mujer parece muy moderno. En ref. 2, pág. 254, leemos: «(...) no hay ninguna ocupación entre las concernientes al gobierno del Estado que sea de la mujer por ser mujer ni del hombre en tanto hombre, sino que las dotes naturales están similarmente distribuidas entre ambos seres vivos, por lo cual la mujer participa, por naturaleza, de todas las ocupaciones, lo mismo que el hombre; sólo que en todas la mujer es más débil que el hombre». Y en pág. 262; «(...) pues las magistraturas son sin duda comunes a las mujeres y a los hombres». Y en la siguiente página: (...) tanto sacerdotes como sacerdotisas». Lo cual, de paso, muestra que es una tontería fijar porcentajes de hombres o mujeres para puestos públicos o privados, pues la asignación debe hacerse según la capacidad, y puede haber casos es los que resulte así un 90% (y no 50%) de mujeres o viceversa. Sin embargo, en ref. 3, pág. 405, Menón dice: «El deber de una mujer consiste en gobernar bien su casa, vigilar todo lo interior, y estar sometida a su marido».

Los dos pilares del platonismo:
I) La Teoría de las Ideas

Las ideas de Platón son la base de la geometría, que Euclides sistematizó. En ref. 2, pág. 356, Sócrates dice: «la geometría es el conocimiento de lo que siempre es». Y en ref. 3, pág. 410: «el espacio redondo no es menos una figura que el espacio encerrado entre líneas rectas».

Los «Elementos» de Euclides fueron el primer sistema hipotético-deductivo y dieron un gran impulso al desarrollo de la cienca. Einstein dijo que fue este el libro que más lo influyó.

Todo lo que existe está sujeto a procesos de desgaste, disolución o corrosión, a lo largo del tiempo. Por eso Heráclito dijo que todo fluye. Y el continuo cambio de la realidad impide que se la estudie para llegar a conocerla de manera fidedigna. Platón escribió (ref. 2, pág. 296) que los filósofos «siempre aman aquel estudio que les hace patente la realidad siempre existente y que no deambula sometida a la generación y la corrupción». Y en pág. 331: «Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las Ideas son pensadas, más no vistas». Esa es la diferencia que Platón hace entre los objetos y las Ideas. Para él las Ideas son más reales que los objetos. Hay un «mundo de las ideas» que está fuera del espacio y del tiempo, pero que constituyen las «verdaderas» realidades; los objetos son «copias» de sus correspondientes Ideas. Por eso Platón es el filósofo idealista por antonomasia.

Así dice (ref. 2, pág. 458): «–Tomemos ahora la multiplicidad que prefieras. Por ejemplo, si te parece bien, hay muchas camas y mesas. –Claro que sí [contesta Glaucón]. –Pero Ideas de estos muebles hay dos: una de la cama y otra de la mesa.»

Las pirámides egipcias nos causan admiración después de milenios de construídas. Pero sus vértices y aristas están desgastados y sus caras presentan roturas y erosión. Cuando Euclides habla de pirámides o de los triángulos que forman sus lados, o del cuadrado de base, no se refiere a la pirámide de Keops, sino a cuerpos y figuras ideales, eternas e inalterables. Los dibujos que los griegos hacían en la arena, o los que hacemos en papeles, ilustran, ayudan a comprender, pero no son las Ideas. (dicho sea de paso: la obsesión por la degradación de lo real, podríamos decir que prefigura la tendencia al desorden que expresa el segundo principio de la termodinámica).

Gracias a la inalterabilidad de las Ideas, podemos llegar a conocer las propiedades de las figuras y cuerpos (v.gr., que los ángulos de todo triángulo suman 180º). Estos conocimientos nos ayudan luego con los objetos reales, por ejemplo, en la construcción. Si queremos erigir una pared rectangular, sabemos que sus lados deben ser paralelos y perpendiculares a la recta de base. Siendo la plomada un objeto real, nos permite erigir lados suficientemente paralelos para objetos reales. Porque como las plomadas se dirigen al centro de la tierra, dos de ellas no pueden ser paralelas. Por eso «las paralelas se cortan en el infinito» (y para fines humanos cotidianos, la distancia al centro de la tierra puede considerarse infinita; de la misma manera que la base será suficientemente recta a pesar de ser parte de a curva que rodea la Tierra).

La primera ley del movimiento, de Newton (cuya Mecánica sigue en uso al día de hoy) dice (ref. 5, pág. 54): «Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, siempre que ninguna fuerza lo obligue a cambiar su estado».

¿Es posible que un cuerpo esté en estado de reposo? Si apoyamos una piedra en el suelo, estará en reposo con respecto a este. Pero como la tierra tiene movimientos de rotación y traslación, todo lo que está en ella se mueve (con respecto al sol y a los planetas).

Si arrojamos una piedra, esta se alejará de nuestra mano. Pero al mismo tiempo irá cayendo, describiendo una parábola (cosa que descubrió Galileo racionalmente, no de manera experimental). Si damos un empujón a una pelota que está en el suelo, se moverá, pero se detendrá poco después. Además. Como sigue en la superficie de la tierra, su trayectoria será necesariamente curva.

En la realidad es absolutamente imposible hacer mover a un cuerpo cualquiera a lo largo de una recta y que además no se detenga, sin aplicarle fuerzas. Su trayectoria será curva debido a la atracción de la tierra. Si no interviniera esta fuerza seguiría una trayectoria «rectilínea». Esto es pura teoría, porque no podemos prescindir de la atracción de la Tierra y de otros astros. Y sería rectilínea... ¿con respecto a qué? (dado que todos los astros están en movimiento).

Si en vez de una pelota usáramos una esfera de vidrio o de acero y la hiciéramos rodar por superficies planas de esos mismos materiales, recorrería un trecho más largo que la pelota en el suelo. Y cuanto más pulidas sean la esfera y la superficie plana, más largo será ese trecho. Extrapolando, se puede suponer que si el rozamiento tiende a cero, el recorrido tenderá a infinito (suponiendo que se eliminen también otros factores, como la resistencia del aire).

Así pues, la mecánica newtoniana es teórica. Se basa en concepciones ideales, al igual que las Ideas de Platón; su manifestación práctica (en la realidad) es una versión «corrupta» de esas concepciones. Pero la existencia de la teoría hace posible, aplicándole factores de corrección (coeficientes de rozamiento y de rodadura, resistencia del aire, etc.) dar cuenta del movimiento real. Sabemos que la mecánica de Newton desencadenó inmensos progresos científicos y técnicos en los campos de la Física y de la Cosmología. Como Galileo, sus descubrimientos fueron racionales, no experimentales (aunque la experimentación corrobora o refuta las concepciones racionales; nadie puede negar su importantísimo rol).

La Geometría y la Física han crecido bajo la directa influencia de Platón (y toda la cultura se desarrolló bajo su influencia indirecta). Su Teoría de las Ideas iluminó el camino que permitió el estudio científico (es decir, teórico) del mundo físico.

II) Teoría de la Reminiscencia

Junto a la Teoría de las Ideas, el otro pilar del platonismo es la Teoría de la Reminiscencia, que expone en Menón o de la Virtud.

En cierto momento, (ref. 3, pág. 418) Menón acusa a Sócrates de sumirlo en dudas. Le pregunta qué medio adoptaría para indagar lo que no conoce, y Sócrates responde: «Mira ahora cuan fecundo en cuestiones es el tema que acabas de sentar. Según él, no es posible al hombre indagar lo que sabe, ni lo que no sabe. No indagará lo que sabe, porque ya lo sabe; y por lo mismo no tiene necesidad de indagación; ni indagará lo que no sabe, por la razón de que no sabe lo que ha de indagar».

Los jóvenes suelen sentirse abrumados tanto por la magnitud de su ignorancia como por la enorme cantidad de libros existentes. Es imposible leer en toda una vida siquiera el 1% de los libros, con el agravante de que, sin conocimientos ni experiencia no pueden saber cuáles merecen ser leídos. Y como es muy limitado el número total de libros que uno puede leer en toda su vida, cada elección equivocada implica la pérdida irreparable de otra provechosa.

Este dilema platónico se suele paliar apelando al consejo de los Maestros. Pero en la actualidad faltan Maestros, y los consejos, como se puede comprobar si uno ha llegado a formarse un criterio propio, rara vez coinciden con el de estos. De modo que el círculo vicioso que Platón presenta, es una descripción bastante realista. Naturalmente, la mayoría de las personas proceden por prueba y error, además de buscar consejo. Poco a poco van formando su criterio en un proceso iterativo y aumentando paulatinamente las elecciones adecuadas. Los que no lo hacen así, adquieren ciertas creencias en la juventud (por influencia de lideres de opinión) y las mantienen como dogmas religiosas durante toda su vida, sin importar en absoluto lo que sucede en el mundo real.

La filosofía griega dio pasos de gigante debido a que los Maestros no ejercían autoridad, sino que alentaban a sus discípulos a buscar la verdad discutiendo libremente en base a argumentos, en la tradición socrática. Ese amor a la verdad parece haberse perdido en gran parte. Actualmente la discusión suele buscar imponer creencias a los demás: no busca la verdad, sino el poder. Sólo parece haber discusión entre quienes previamente tenían las mismas creencias. Como cada uno siente o simula que sabe, no lo indagará, como dice Platón, porque ya lo sabe. Olvidan las palabras con las que Critón cierra «Fedón o del Alma»(ref. 4): «He aquí, Equecrates, cuál fue el fin de nuestro amigo {Sócrates, el que dijo «Sólo se que no se nada»}, el hombre, podemos decirlo, que ha sido el mejor de cuantos hemos conocido en nuestro tiempo; y por otra parte, el más sabio, el más justo de todos los hombres».

Sócrates sostiene (ref. 3, pág. 420) que «para el alma, siendo inmortal, renaciendo a la vida muchas veces, y habiendo visto todo lo que pasa, no hay nada que ella no haya aprendido». Por lo tanto «todo lo que se llama buscar y aprender no es otra cosa que recordar». Ante las dudas de Menón, le sugiere llamar a uno de sus esclavos para comprobarlo. Lo insta a dibujar cuadrados en la arena y le formula preguntas. Al principio el esclavo cree que trazando un lado doble, obtendrá un cuadrado doble. Pero va descubriendo, impulsado por las preguntas de Sócrates, que este será cuadruple. Del mismo modo va descubriendo otras cuestiones geométricas, de las cales era absolutamente ignorante. Por eso el método de Sócrates es mayéutico; como un partero, va extrayendo de sus discípulos los conocimientos que ellos encerraban sin «recordarlo»

El empirsmo inglés sostenía que la mente es una tabula rasa (Locke) y que todo conocimiento procede de la experiencia a través de los sentidos. Durante más de dos siglos el empirismo primó sobre el racionalismo y por eso las ideas de Platón quedaron relegadas a poco más que curiosidades.

En la segunda mitad del siglo XX Chomsky mostró que la «competencia lingüística» es innata. El léxico se adquiere empíricamente del medio en el que el niño crezca; las estructuras innatas le permiten adquirir cualquier idioma siempre que se activen en los primeros años de vida. (No deja de ser extraño que estas estructuras sean adecuadas para cualquier idioma, incluso de pueblos que han evolucionado separados durante milenios. Como también que todos hayan desarrollado lenguajes articulados y ninguno, por ejemplo, lenguajes de signos). Poco a poco el innatismo fue siendo rehabilitado. Habilidades como caminar, son sumamente complejas y forman parte de los conocimientos que se transmiten genéticamente, y que al parecer constituyen la mayor parte de los conocimientos que el individuo llega a adquirir. Por lo tanto, Platón tenía bastante razón para opinar que conocer es (en su mayor parte) recordar (la memoria genética).

Platón ideó los fundamentos de una metodología que hizo posible la cosmovisión científica (Teoría de las Ideas) y de una comprensión más profunda del aprendizaje mediante una teoría (de la reminiscencia) que apoyándose en la «inmortalidad del alma» resultó isomorfa con la transmisión de genes («inmortales») Estas ideas, a las que tanto debe la ciencia y, en general, la cultura, provienen de un genial filósofo idealista (que no negaba en absoluto la existencia de la realidad, pero consideraba a las Ideas aún más «reales»). (Naturalmente, este aspecto es común a muchas religiones, que son la forma más consecuente del idealismo objetivo, y que muestran también una gran intuición de la continuidad de la vida, la mayor que podía tenerse antes de la aparición de la genética).

¿Idealismo o materialismo?

Popper escribió (ref. 6, pág. 224): «Kant dio a la concepción que acabo de esbozar el nombre feo y doblemente engañoso de «idealismo trascendental». Pronto lamentó esta elección, pues hizo pensar que él era un idealista, en el sentido de que negaba la realidad de las cosas físicas y consideraba a los objetos físicos como meras ideas. Kant se apresuró a explicar que él solo había negado que el espacio y el tiempo fueran empíricos y reales en el sentido en el que son empíricos y reales los objetos y sucesos físicos. Pero protestó en vano. Su estilo difícil selló su destino; fue reverenciado como padre del idealismo alemán. Sugiero que ya es hora de poner las cosas en su lugar. Kant siempre insistió que las cosas físicas del espacio y el tiempo son reales». Y en la página siguiente: «Aunque se halla confirmada por las observaciones {la ciencia newtoniana} no es el resultado de éstas, sino de nuestras maneras de pensar, de nuestros intentos por ordenar los datos de los sentidos, por comprenderlos y por asimilarlos intelectualmente. Nuestras teorías no se deben a estos datos de los sentidos, sino a nuestro intelecto(...) Para utilizar la desconcertante formulación que da el mismo Kant a esta idea: «Nuestro intelecto no extrae sus leyes de la naturaleza, sino que impone sus propias leyes a ella». Y, finalmente, en pág. 226: «Al destacar el papel desempeñado por el observador, el investigador, el teórico, Kant dejó una impresión indeleble no sólo sobre a filosofía, sino también sobre la física y la cosmología. Hay un clima kantiano de pensamiento sin el cual no serían concebibles las teorías de Einstein o de Bohr; y podría decirse que Eddington es más kantiano que el mismo Kant, en algunos aspectos».

Una tercera clase de idealismo es el idealismo subjetivo. Para el obispo Berkeley (y también para el positivista Ernest Mach), los objetos son complejos de sensaciones y, en realidad, «solo yo existo» (solipsismo). Sin embargo, Berkeley hizo (ref. 7) una valiosa crítica de las «causas ocultas» en la mecánica de Newton.

«Quizá lo más sorprendente –dice Popper en ref. 6, pág. 214– es que Berkeley y Mach, ambos grandes admiradores de Newton, criticaron las ideas de tiempo, espacio y movimiento absoluto siguiendo una argumentación muy similar». Y en la siguiente página: «Y Einstein decía en su nota necrológica en honor de Mach («Nachruf auf Mach, «Physikalische Zeitschrift», 1916) refiriéndose a esa idea de Mach {que la noción de «movimiento absoluto» carece de significado}: «No es improbable que Mach hubiera llegado a la teoría de la relatividad si el problema de la constancia de la velocidad de la luz hubiera preocupado a los físicos en una época en la que su mente era aún joven»(...) Y de la brillante luz que arroja sobre Mach algún reflejo debe caer también sobre Berkeley».

La clasificación de los filósofos –de sus doctrinas– en idealistas o materialistas responde a la lógica binaria, pero en la realidad es totalmente insuficiente (como acabamos de ver respecto de Platón, Berkeley, Kant y Mach).

Además de insuficiente, dicha clasificación binaria no tiene ningún contenido ético. Materialistas e idealistas no son respectivamente mejores ni peores, ni están equivocados ni acertados. Son maneras de enfocar el mundo y ambas tienen sus razones: en última instancia es cuestión de elección (como creer en Dios o no creer). Yo elijo el materialismo porque no puedo creer que la realidad no sea más que mi sueño. Pero, por curioso que pueda parecer –y espero haberlo mostrado en estas líneas– los filósofos habitualmente llamados idealistas, son los que más han impulsado el impetuoso desarrollo de las ciencia.

Referencias:

  1. La sociedad abierta y sus enemigos, Karl R. Popper. Paidos Studio (1989).
  2. La república, Platón. Biblioteca Clásica Gredos. Diálogos IV (1992).
  3. Menón o de la virtud, Platón. Ed. «El Ateneo». Buenos Aires (1955).
  4. Fedón o del Alma, Platón. Ed. «El Ateneo». Buenos Aires (1955).
  5. Física (tomo 1º). H. Lemon y M. Ference (1944). Espasa Calpe Argentina (1947).
  6. De Motu, George Berkeley» (1721). Facultad de Filosofía. Universidad Complutense (1993).

 

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