Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 50 • abril 2006 • página 18
Sobre el libro de Gabriel Tortella, Los orígenes del siglo XXI.
Un ensayo de historia social y económica contemporánea,
Gadir Editorial, Madrid 2005, 562 páginas
La historia contemporánea ordena y reconstruye causalmente los procesos que configuran los rasgos del mundo en el que vivimos. La necesidad de esa reconstrucción es constante, y se acentúa tras cada discontinuidad histórica, la última de las cuales es el hundimiento de la Unión Soviética y el fin del enfrentamiento de los sistemas económicos y políticos rivales durante el siglo XX. Esa es la función que magistralmente cumple la obra de Gabriel Tortella, y que hace de ella un instrumento extraordinario para comprender el presente.
Gabriel Tortella (Barcelona, 1936), catedrático de Historia de la Economía en la Universidad de Alcalá de Henares, promotor de la Revista de Historia Económica, es autor de trabajos ya clásicos, como Los orígenes del capitalismo en España (1973), Introducción a la economía para historiadores (1986), El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX (1994) y La revolución del siglo XX. Capitalismo, comunismo y democracia (2000).
Los orígenes del siglo XXI, que prolonga las reflexiones del anterior libro del autor, La revolución del siglo XX, es la historia mundial del formidable proceso de crecimiento económico y modernización social y política producido en los dos siglos y medio que nos han precedido. Es la obra madura de un maestro que supera los límites de su especialidad, en la que sintetiza una brillante trayectoria de investigaciones, lecturas y reflexiones. Reconoce el profesor Tortella la influencia de Marx y de Keynes, y la asume con insobornable espíritu crítico, y así, por ejemplo, reconoce que la teoría económica de aquel está “muerta y enterrada” y que su visión histórica sigue teniendo considerable validez para los dos últimos siglos. Considera que el esquema histórico de Marx ha quedado obsoleto en los inicios del siglo XXI, cuando el capital humano (educación y formación) deviene el factor de producción más importante, más allá de la división tripartita clásica de factores (tierra, trabajo y capital) y de las clases titulares de los mismos (nobles, proletarios y burgueses). En el libro de hay una interacción continua entre los factores económicos, políticos y sociales, si bien su nervio central es el resultado de la aplicación de la herramienta analítica de la interpretación económica de la historia. Clarifica inusualmente el funcionamiento de los mecanismos económicos en el proceso histórico, lo que da al libro una coherencia de la que carecen otros tratamientos de historia contemporánea que no consisten sino en la mera acumulación enciclopédica. Para Gabriel Tortella la tecnología (junto con el afán dse lucro, que induce a los empresarios a introducir innovaciones) es el factor crucial del crecimiento moderno, y una vez que se entró en la fase del crecimiento autosostenido, ciencia, técnica y economía han venido retroalimentándose; dependiendo la tecnología de la voluntad de la sociedad. La inteligente estructura del libro y la claridad y concisión de su lenguaje, sin pérdida de rigor, hacen de Los orígenes un libro de muy atractiva lectura también para el lector no especializado.
Un resumen del esquema interpretativo contenido en Los orígenes del siglo XXI permite dar una idea de su riqueza. Tras la extensión de la Revolución Neolítica o Agrícola, iniciada en Mesopotamia y China a partir del año 8000 a.C., los pueblos europeos y China llegaron a dominar la tecnología, la economía y la política de la Antigüedad. Salvo un relativo eclipse en la Alta Edad Media, y tras la Revolución Comercial de la Edad Moderna (siglos XVI-XVII), en el siglo XVIII Europa seguía siendo la región hegemónica del mundo. El sistema liberal burgués comenzó con la que Tortella denomina I Revolución Mundial o Revolución Atlántica, de finales del XVIII y principios del XIX, que comprende, con el preludio y modelo de la revolución holandesa de 1566 y Gloriosa Revolución inglesa de 1668, las revoluciones francesa, norteamericana e hispanoamericana, iniciadas, respectivamente, en 1776, 1789 y 1808. La I Revolución Mundial coincidió temporalmente con la Revolución Industrial inglesa, si bien aquella no fue resultado del movimiento industrial sino del comercial. La Revolución Atlántica o revolución burguesa terminó con el sistema feudal- aristocrático o Antiguo Régimen, basado políticamente en la monarquía absoluta y económicamente en la agricultura, y dio lugar a un tipo de sociedad liberal con instituciones representativas basadas en un sufragio restringido a la aristocracia y a la burguesía, y alternativas de gobierno conservador o liberal. Factores como la abolición del feudalismo en su doble vertiente territorial y humana, la mejora de la seguridad jurídica, en especial de la propiedad, el crecimiento de la capacidad productiva derivada del progreso tecnológico e industrial, y la fuerte redistribución de los factores productivos, en concreto del factor trabajo, y el gran aumento del comercio, coadyuvaron a que en el siglo XIX se produjera un crecimiento económico y un cambio social sin precedentes. Entre 1820 y 1913 la población europea occidental se dobló y su nivel de vida casi se triplicó. La Revolución Industrial supuso la aparición y desarrollo de un nuevo grupo o clase social, la de los trabajadores urbanos, excluido de la estructura institucional liberal-burguesa y sometidos a muy duras condiciones, por lo que surgieron partidos y sindicatos de trabajadores que, con estrategias revolucionarias o reformistas, participaron en una “lucha de clases” para destruir o para transformar el sistema capitalista y obtener representación política y mejorar las condiciones de vida y de trabajo. A la luz de la evidencia histórica contrastada, Gabriel Tortella desmonta los tópicos ideológicos negativos sobre los efectos de la revolución industrial sobre la clase trabajadora, reiterados por la aplicación acrítica de análisis de Marx referidos a la primera mitad del siglo XIX y extrapolados a periodos posteriores, y subraya la flexibilidad del capitalismo, y la improcedencia de atribuirle cualidades morales. Las pugnas de las clases trabajadoras con las clases establecidas acentuaron las tensiones en las naciones avanzadas y, de manera concomitante, las tensiones internacionales, al tratar de resolverse las primeras por medio del proteccionismo, del nacionalismo y del imperialismo, asuntos sobre los que resultan muy atinadas las precisiones críticas del autor, enfrentando los hechos contrastados a conocidas teorías, que se revelan falsas.
Con la I Guerra Mundial se inició un proceso (en el que se inserta la Revolución Rusa, la Gran Depresión, la extensión del totalitarismo y la II Guerra Mundial) que Gabriel Tortella ha denominado II Gran Revolución Mundial o Revolución Socialdemócrata, que dio lugar a un orden que sustituye al liberal- burgués y que sigue dominando el mundo a comienzos del siglo XXI. Tortella acierta al subrayar que fueron muchos los que creyeron que la gran revolución del siglo XX era la comunista iniciada en Rusia, y que ello impidió ver que en realidad Bernstein había tenido razón frente a Lenin y que la revolución real, la socialdemócrata, tenía lugar en la Europa adelantada. Tras afirmar que la revolución Rusa fue una aberración, Tortella disecciona con dureza y brillantez la dictadura de partido, el terror, la ausencia de libertades, y el fracaso de una economía de mando, en la que la coerción sustituía al afán de lucro. Esa economía estaba basada en el dogmatismo de que el mercado y la propiedad privada son malos, y la planificación estatal y la propiedad colectiva buenas, frente a la realidad contrastada por la historia económica de la eficacia del viejo principio fisiocrático del laissez-faire. El análisis de la Gran Depresión iniciada en1929 bajo el prisma de estar causada por la puesta en práctica simultánea de paradigmas económicos y sociales incompatibles, el patrón oro y la rigidez salarial, ilumina intensamente el cambio de modelo de sociedad, del burgués-liberal al socialdemócrata. El fascismo luchó contra la amenaza comunista con sus mismas armas, es decir dictadura, partido único, encuadramiento de las masas e ideología mesiánica, lo que no es extraño si se considera que en ambos casos se trató de totalitarismo, de una voluntad de control total de la sociedad. El orden socialdemócrata, basado en el paradigma keynesiano, en las tres décadas posteriores a la segunda guerra mundial abandonó los supuestos (librecambio, equilibrio presupuestario y patrón oro) del paradigma económico clásico (Smith, Ricardo, Mill) y del neoclásico (Menger, Jevons, Walras, Marshall), creó un mecanismo de pagos internacionales y utilizó el déficit fiscal como instrumento de política anticíclica. La inflación de principios de los setenta condujo a la crisis de la economía keynesiana, y la solución de la crisis se logró tras una vuelta a la economía clásica de restricción monetaria, al paradigma de Friedman, tras las victorias conservadoras de Thatcher y Reagan. El sistema socialdemocrático, fundado en el sufragio universal, que integró en la toma de decisiones del mundo desarrollado a todos los grandes grupos socioeconómicos, y en el capitalismo sometido a nuevas reglas, ha producido un gran progreso científico- técnico y del comercio internacional, lo que ha llevado a las tasas de crecimiento más altas de la historia, tanto en el mundo desarrollado como en el menos desarrollado Los países subdesarrollados que abrieron sus economías al comercio internacional se beneficiaron de ese crecimiento, y los países de América latina, África y del bloque comunista que decidieron restringir su acceso a ese comercio obtuvieron tasas inferiores de crecimiento. El resultado más característico del orden socialdemócrata es el llamado Estado del Bienestar, que compendia los logros del reformismo, y que tras la reforma liberal friedmaniana se mantiene con recortes, y que se sostiene con un gasto público en los países con ese tipo de estado en torno al 40% de la renta nacional, cuando a mediados del siglo XIX se hallaba en torno al 10%. Tras la disolución del comunismo eurooriental en el periodo 1989-1991 se produjo una transición de numerosos países de esa área a la democracia y el capitalismo. En el modelo socialdemócrata, que mantiene los equilibrios sociales básicos y, por tanto, tiene un alto grado de estabilidad, se diluyen las diferencias entre derecha e izquierda. Los problemas graves hoy se producen en el Tercer Mundo. El profesor Tortella, haciendo uso de la evidencia histórica muestra lo erróneo de las doctrinas que atribuyen al colonialismo la explicación de los problemas económicos del Tercer Mundo, y expone las causas reales: la rigidez de la función de producción, el intervensionismo, el déficit de capital humano y el cierre al comercio. El tercer Mundo, el 80% de la población mundial, genera tensiones por el hecho de que las desigualdades a escala internacional son en el siglo XXI mayores que en ningún otro momento de la historia, y ello no porque los pobres sean más pobres, sino por sus inferiores ritmos de crecimiento y porque su espectacular crecimiento demográfico frena su desarrollo. La pobreza, señala Tortella, crea superpoblación y escasa inversión en capital humano, lo que a su vez es causa de pobreza, un círculo vicioso que puede romperse. Los países pobres, concluye Tortella, pueden salir de la pobreza invirtiendo en educación y controlando su natalidad, lo que, a su vez, reabre con fuerza la cuestión de los límites ecológicos del crecimiento.
En un texto tan extenso no es difícil que el lector encuentre discrepancias de detalle, y así, por ejemplo, no nos parece correcta la afirmación del autor de que la evidencia hasta ahora apoya la tesis de la relación estrecha entre la pobreza y la violencia y el terrorismo internacional, ya que si la pobreza es decreciente el terrorismo no lo es, los países más pobres del mundo no son precisamente los que generan terrorismo, y no parece que el fanatismo del terrorismo islamista y de Al Qaeda albergue ese tipo de razones. Sorprende y se echa en falta en el libro un tratamiento sistemático de la globalización en los inicios del siglo XXI. La indiscutible realidad del fenómeno globalizador no impide que exista una amplia discusión sobre su concepto, que en cualquiera de sus variantes permite dar cuenta de la dinámica histórica tras la discontinuidad de 1989-1991 y definir la situación mundial al inicio del siglo XXI.
Los orígenes del siglo XXI es la suma de una ajustada síntesis de hechos y de una admirable muestra de capacidad de análisis: un razonamiento apoyado en una amplia evidencia y análisis cuantitativo. Un alegato históricamente fundado sobre el valor de la libertad, y de la libertad económica, para el progreso económico y el bienestar. Escrito con independencia de los dictados de lo políticamente correcto, el libro del profesor Tortella es un poderoso disolvente racional de tópicos, ideologemas y doctrinas tan extendidas como erróneas. Un estímulo intelectual de primer orden cuyas páginas se leen con placer.