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El Catoblepas, número 51, mayo 2006
  El Catoblepasnúmero 51 • mayo 2006 • página 18
Libros

Crítica del nacionalprogresismo

Carlos Moreno Guerrero

Sobre el libro de Miquel Porta, Diccionario persa de Cataluña. Una guía para entrar y salir de Cataluña, La Esfera de los libros, Barcelona 2006, 268 páginas

Tras veintitrés años de gobierno nacionalista conservador en Cataluña, seguidos de más de dos años de gobierno tripartito nacionalista progresista, una élite política e intelectual burguesa y catalanista ha impuesto un pensamiento nacionalista políticamente correcto, defendido por una omnipresente y efectiva policía de la opinión, gubernamental y de los medios de comunicación autonómicos. En ese clima, escritores como Miquel Porta, Valentí Puig, Félix de Azúa o Arcadi Espada, que desde posiciones diversas defienden una sociedad abierta y una ciudadanía constitucional, crítica con el oscurantismo nacionalista dominante, son una rara avis.

Miquel Porta (Badalona 1948), ingeniero y licenciado en filosofía y letras, es autor de la más amplia y valiosa obra ensayística escrita en catalán sobre la crítica política e ideológica del nacionalismo catalán., desde los supuestos del pensamiento liberal conservador. Entre sus títulos destacan: Camaleons i numantins. La perestroika dels intelec.tuals catalans (1992); Des de la trona. Fonamentalistes, predicadors i nostálgics a la cultura catalana actual (1994); El gran naufragi. La crisi de la cultura progresista (1996); Adéu al nacionalisme. El catalanisme en l’era postnacional (1997); Malalts de pasats. Una revisió crítica de la identitat catalana (2000); Elogi del present. Una apología raonada de l’ordre establert (2002) y Si un persa viatgés a Catalunya. Un pamflet sobre el nacionalprogresismo catalá (2005).

Si un persa viatgés a Catalunya es un incisivo panfleto, entre la narración de viajes y el ensayo, en el que un personaje persa llamado Usbek –versión actual del protagonista de las Cartas persas de Montesquieu– viaja a la Barcelona del Fórum de las Culturas del año 2004, transformada en un parque temático de las ideologías buenistas. El viajero observa asombrado la deriva monolingüe, identitaria y soberanista de cierto catalanismo, y el asfixiante smog ideológico nacionalprogresista o nacionalsocialista, caracterizado por el esencialismo, el populismo, el negativismo y el bonismo; critica la absolutización de la nación y del progreso, y pulveriza las fantasías neomesiánicas de redención nacional y de reconciliación social que venden los dirigentes políticos catalanes.

El Diccionario persa de Cataluña, primer libro de Miquel Porta que se traduce al castellano, prolonga y complementa la reflexión del libro anterior, y con el mismo protagonista, el viajero Usbek. Es una amena antología o guía, como reza el subtítulo del libro, descriptiva y crítica, de voces, expresiones, personajes y fragmentos sobre el pensamiento único nacionalprogresista en Cataluña.

Miquel Porta muestra cómo en Cataluña se ha instalado un régimen que se caracteriza por su nacionalismo y por su pretendido progresismo, y cómo ese régimen toma cuerpo mediante una cultura de la queja, que inventa una imagen del mal absoluto: España, la derecha, el liberalismo y el capital, y cómo realiza una impregnación ideológica a través de la educación y la información, que difunden una doctrina oficial que apenas se discute por temor a sus consecuencias simbólicas, en términos de exclusión.

El Diccionario ilustra con claridad el componente ideológico nacionalista, y describe el modus operandi de invención de la nación catalana: la mitificación, la manipulación y la mistificación de la historia a la busca de la identidad perdida, obsesionada por la diferencia, que conduce a la exclusión de lo que se considera no propio, es decir, lo español, empezando por la lengua castellana, aunque la tozuda realidad muestre otra cosa. «¿Cómo se puede hablar –se pregunta el persa Usbeck– de una lengua, una identidad, una cultura o una historia propias cuando es completamente evidente que en Cataluña, como mínimo, hay una dualidad catalana/ española?». Los políticos e intelectuales nacionalistas se obstinan en construir una Cataluña virtual a la que toman por Cataluña real. Hay otros interesantes aspectos sobre los que Porta aplica su escalpelo: la falacia del pretendido derecho de autodeterminación; escogidos ejemplos de la «ciencia nacionalista», en algunos casos muestras inequívocas de un «provincianismo nacionalista» digno de una carandelliana Celtiberia Show –véanse las entradas «bailemos en catalán», «nacionalismo láctico» o «Universidad Progresista de Verano de Cataluña»–; la función otorgada al Barça dentro de la economía nacionalista; los modos de descalificación de los críticos del nacionalismo, a los que se acusa de catalanofobia, con más o menos veladas intenciones de limitación de su libertad de expresión; la ley del silencio u omertà de los nacionalistas sobre aquello que creen que va contra Cataluña, pongamos por caso la corrupción y el escándalo del 3 por ciento.

El nacionalprogresismo es la extraña suma de dos retóricas contradictorias (localismo, tribalismo, egoísmo y sentimentalismo, por un lado, y universalismo, internacionalismo, racionalidad y solidaridad, por otro lado) en un oscuro compuesto ideológico: «una doctrina viscosa que ahoga cualquier razonamiento crítico». De la retórica progresista, el Diccionario despieza la summa teológica de la izquierda catalana, «entre el polo de la revelación y el de la promesa de redención»: intervencionismo, antiliberalismo, anticapitalismo y antiamericanismo, tercermundismo, fundamentalismo ecologista, exclusivismo feminista, absolutismo pacifista, y relativismo multiculturalista.

Hoy por hoy, el producto más característico del nacionalprogresismo es un proyecto de Estatuto –«si George Orwell leyera el proyecto de Estatuto, denunciaría a sus autores por plagio», señala Usbeck– que otorga «extraordinarios privilegios a la parte en detrimento del todo», lo que no es extraño si se tiene en cuenta que «lo que define al nacionalismo catalán es la idea de privilegio», además de su entraña excluyente y su obsesión antiespañola.

Miquel Porta es un escritor refrescante y desprejuiciado. Tiene el mérito de haber recuperado la tradición del panfleto para el pensamiento liberal conservador. El Diccionario no nos priva de la capacidad de provocación, de ironía y de sarcasmo de su autor. El libro es muy recomendable como autoayuda para ciudadanos sometidos a la inmersión nacionalprogresista, por su capacidad argumentativa para desmontar los dictados de la «ciencia nacionalista» y para desnudar al nacionalprogresismo de sus retóricas, valga la redundancia.

 

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