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El Catoblepas, número 58, septiembre 2006
  El Catoblepasnúmero 58 • septiembre 2006 • página 18
Libros

El materialismo de James Clerk Maxwell
y el genial conservador Josep Pla

José María Rodríguez Vega

Una lectura de dos libros: Maxwell, Materia y movimiento, Crítica, Barcelona 2006, y Pla, Sentencias e impresiones, Edhasa, Barcelona 2006

Para poder progresar hay que partir... hay que empezar. El payés de Joseph Pla, dijo: «La prisa, la rapidez, el ganar tiempo son problemas absolutamente superados e inexistentes. ¿Prisa de qué? ¿Ganar tiempo para qué?»{1}

1. Exitum

«Y en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.»{2}

Parece que Platón derivó el tiempo de la representación de la eternidad. Así como las ideas son eternas y lo físico sensible o primogenérico depende en él de estas eternas ideas, la idea misma segundogenérica y terciogenérica suya del tiempo se apoya en esa misma eternidad ideal, depende de ella. El tiempo del devenir de lo sensible (de lo particular o contingente) viene a ser algo así como el despliegue o reverberación de la eternidad que caracteriza al mundo de las eternas ideas platónicas. Toda la metafísica del tiempo se encuentra atravesada por esta idea del «despliegue» (o desenrrollamiento o desarrollo del rollo), el cual reposa o se despliega en el fantástico Apeiron del viejo Anaximandro, parejamente al sensorium Dei –newtoniano– del cual y en el cual brota la «fuente de energía inagotable, para que en el mundo finito no cese la generación [...] Pero con todo, el Apeiron de Anaximandro prefigura el concepto de una energía (acto) que mueve eternamente al mundo desde fuera, de una Energía que hace que el Mundo de las formas se mantenga en movimiento incesante. Incluso como una energía viviente», dice Gustavo Bueno{3}. Esta energía viviente viene a ser aquella sustancia espiritual metafinita sin partes exteriores, aquella sustancia simple que es lo idéntico al históricamente posterior Acto Puro aristotélico perfecto y sin compuesto, esto es, lo mejor como la causa de la eterna constancia e igualdad{4}. Acto y potencia simultáneos cuya razón y movimiento reside en sí mismo y que no es movido por otro, el «principio de movimiento que no se mueve» del aristotélico santo Tomás{5}. Y como no se mueve ni es movido por otro ha de haber existido siempre y siempre existirá por necesidad, «pues lo que nunca deja de existir tampoco empezó a existir jamás{6}. O sea, que lo que ni acaba ni empieza es parecido al tiempo absoluto de Newton que no es afectado por el roce con las cosas materiales ni por la rapidez o lentitud de estas. Las cosas se mueven graciosamente en el espacio infinito y eterno y en el aburrido tiempo inmóvil y sin lugar o cuyo lugar es el espacio vacío y Total. Para esta newtoniana concepción: «La disposición de las partes del espacio no se puede alterar más de lo que podemos hacer con el orden de las partes del tiempo. Imaginar que se mueven de sus lugares, es imaginar que un lugar se aleja de sí mismo»{7}. El metafísico espacio y todo lo que en él ocupa un lugar es así un «contracto» cusano que puede ser tanto un Punto como el Todo, como aquello mayor que otro no hay, pues donde no hay ni límites ni diferencias no hay ni aquí ni allá ni ahora ni luego, ni grande ni pequeño, sino que «todo es la unidad de muchos», el Dios bendito contractado, apretado hasta el estreñimiento, pues toda diversidad es, en este fabuloso contracto, identidad, o sea, el sólo Único Uno o lo que, como la Verdad, «no es ni más ni menos»{8}.

En santo Tomás el contracto del posterior cusano nos es explicado así: «Toda naturaleza que se encuentra en muchos casos guardando la relación de anterioridad y posterioridad, es necesario que descienda de una única realidad primera en la que esté contenida perfectamente. En efecto, la unidad de lo principiado atestigua la unidad del principio, como todo calor es originado por un único principio calidísimo que es el fuego. Es así que en el ente [entitas] se encuentra en las múltiples realidades según lo anterior y lo posterior. Luego debe de haber un primer ente perfectísimo, del que todos los entes tengan el ser, y este es Dios. Luego hay un único Dios.»{9}

De parecida manera, recordamos con malévola intención aquel viejo universo implicado de David Bohm, en el cual «todo lo implica todo». Esto es un plagio o reminiscencia de la idea del contracto cusano y su quididad, su quidditas absoluta mundi, una puesta al día de esta totalidad viscosa por completo conexionada, como un Apeiron anterior a toda parte, por lo que acaso –dice David Bohm–, «sería mejor que la nueva forma de observación se llamara Totalidad No Dividida en Movimiento Fluyente. Esta manera de ver supone que el flujo es, en cierto sentido previo a las cosas´ que vemos formarse y disolverse en dicho flujo»{10}.

También en El paradigma holográfico esta Totalidad de David Bohm es un ente en el cual la localidad para las conexiones nada significa pues que el todo es una «cualidad de plegamiento que es siempre del todo», no de sus partes relativas o locales{11}. Hay que recordar de pasada que la conexión en la física de Einstein es con-secuente, pero consecuente en conexión local, no total. Este todo plegado y místico de Bohm es lo idéntico al «universum vero est ipsa quidditas contracta» del cusano. En ambos la conexión no es local, sino total, y por tanto, aunque parezca paradójico, es in-consecuente.

(La inconsecuencia es uno de los misterios principales de toda metafísica, ya que toda metafísica se abraza a la mayor inconsecuencia que cabe imaginar, como es la in-consecuencia entre la materia y el espíritu.)

Esta omnitudo rerum viscosa, apelotonada y primigenia de la conexión total de las partes intra partes ha sido para todo idealismo lo absoluto con una dirección y «un sentido», el sentido de la «historia»:

«Lo absoluto es lo incondicionado, independiente, desligado, lo que es en sí, lo que no está mediatizado por nada, lo inmutable [...] Cada cosa es relativa, pero forma parte de un sentido, contiene en sí lo absoluto; lo que en una conexión es relativo, en otra es absoluto, &c. De ello se sigue que la diferencia misma entre lo relativo y lo absoluto también es relativa.»{12} ...Todo esto posee un verdadero sentido progre «implicado», en potencia, dirigido a un fin, dirigido a un fin definitivo, pues la potencia tiende al acto, como dice santo Tomás, y el acto de toda particularidad ha de ir y tender a ese excelso fin que ahora abandona ese particular para realizarse como bonito universal{13}. Excelso y bonito fin que tiende y se dirige al Acto puro, que antes –para un católico no luteranizado– se encontraba más allá del tiempo, más allá de nosotros los sujetos itinerantes, ...pues todo movimiento tiende a un fin{14} aunque para otros –como nuestro Josep Pla– no se va a ninguna parte, «No hay tiempo de hacer nada, absolutamente nada, en la vida», dice Pla.

Ya es más difícil explicar cómo lo desligado e inmediato –in-consecuente y sin mediaciones– puede tener un «sentido», o cómo lo relativo de cada cosa o parte puede contener en sí lo absoluto sin caer de lleno en el fantasmal contracto del cusano (el punto es el círculo y la línea y el triángulo y viceversa,) o la implicación delirante, estreñida y arrebujada de Bhom.

Contracto e implicación no son otra cosa que la vieja potencia aristotélica y tomista de parecida manera a como el despliegue es la explayación o la explicación de lo implicado: o sea, el desarrollo de la cuerda del reloj universal fantástico del mítico Relojero, el Dios bendito de la potencia activa o Acto puro de santo Tomás, el santo Flujo, la energía viviente, el Apeirón perfecto e inmóvil y exento que es «previo a las cosas», como dice Bohm, y que se desparrama generoso hacia la consumación o «realización» de todo en el Todo. Dios se desenrolla en y por la procesión de las personas y del mundo.

De aquí y ahora, de este explicado o explayado valle de lágrimas, se parte entonces para ir a algún lado, para ir a algún estupendo sitio con un sentido, que en cuanto último –presumimos–, habrá de ser también inmóvil, definitivo, que nos resuelva el lío de la existencia de una puñetera vez. La mente ingenua en su completa luteranización (y en su historicismo) ya no está como antaño «penetrada del valor infinito y único esencial del alma individual y, en consecuencia...», tampoco está por «una absoluta indiferencia para la realidad social, para el reino de este mundo»{15}. En la actualidad esta conciencia ingenua propia del fundamentalismo democrático desea con vehemencia arreglar de una vez por todas nuestro mundo, anegarnos definitivamente en la paz perpetua y en un soso Apeirón en el cual por fin la imperfecta naturaleza –alienada, ¡como no!– habrá llegado a su término, a su completa realización (¿acaso cómo Alianza de civilizaciones, alianza en la que la multiplicidad sea simultáneidad?), ya que la felicidad total se quiere aquí y ahora, irrefrenable, y no como con el viejo catolicismo ortodoxo, después del Juicio final, allende los tiempos, más allá de los límites, más allá del tiempo y la muerte y en el cual el hombre es un ser itinerante, pasajero; pues cabe decir, como dice el irónico de Josep Pla, que «el hombre, no está construido para pensar en la muerte... Casi todos los errores que he visto cometer a mis amigos han tenido por origen la creencia de que habían de vivir siempre».

Este fantástico Principio de todo idealista bonachón exige a su vez unos buenos medios para poder llegar a la meta, a nuestro destino, al reino en este mundo, a la consumación del tiempo y de las –hasta ahora– perennes desgracias... «El vestigio se encuentra en la criatura en la medida en que imita a la perfección divina...» El vestigio del Principio –esto es, nosotros–, es el medio degenerado, lo mediocre que necesita del reditum para realizarse plenamente y limpiarse de su degeneración y así alcanzar el fin de la historia, la Gloria, el fin de la dialéctica, el fin del sufrimiento social y del sufrimiento de la conciencia culpable del sujeto individual, pues «la naturaleza no une las realidades distantes sin una realidad intermedia. Por ello, en las criaturas –(itinerantes)–, se encuentra un principio, un medio y un fin, y en estas tres cosas ponía Pitágoras la perfección de cualquier criatura»: La procesión que parte del Principio, del Padre o sólo Uno y que por el pecado se adentra en lo degenerado mediocre que debe ser redimido –reditum– por el Hijo como la «persona intermedia» y final feliz en el Espíritu Santo, por la persona o don del Espíritu santo: «...lo primero que pertenece a la perfección de la cosa está constituido por los principios de la cosa misma; a su vez, lo último es la perfección de la cosa misma según su operación respecto a las otras cosas...»{16} Y la operación más perfecta de la creatura es el medio, el socialismo.

El sucio de Pla se cree aún menos que nosotros eso de la procesión para la realización plena: «El amor si ha de ser perfecto ha de realizarse a través del tiempo, y escribir sobre el tiempo es como escribir sobre el agua

2. Reditum

James Clerk Maxwell era un creyente peculiar, era materialista y no era dogmático, o sea, que el dogma del Dios cristiano para nada le molestaba a la hora de hacer física determinística, acaso porque para él la fe era también una cuestión probabilística que le alejaba de caer en el dogmatismo propio de los alumbrados por siempre, de esos a los que Maxwell se refirió en carta a Lewis Cambell, cuando le dice de ellos: «cuando piensan que disponen de evidencia suficiente para alguna idea en la que creen, a veces rechazan escuchar toda evidencia adicional en pro o en contra, diciendo: <es una cuestión decidida, probatis probata; no necesita evidencia; es cierta»{17}. No diré nada sobre el Dios de los filósofos de Maxwell, pues ahora no nos interesa saber ni indagar si su determinismo físico es en realidad un predeterminismo religioso. Sólo nos interesa saber qué pensaba él del «movimiento» y de la materia que se mueve con un fin o sin él.

Nada más comenzar su obra Materia y movimiento nos dice que «la física es la rama del conocimiento que trata del orden de la naturaleza, o, en otras palabras, de la sucesión regular de los acontecimientos»... y que «la primera parte de la física trata de la posición relativa y el movimiento de los cuerpos». Posición y movimiento, acontecimiento del cuerpo. Geometría, localidad, conexión con-secuente. Por tanto, para que algo se mueva y sea, ha de haber cuerpos y nada más que cuerpos... además –se entiende– de materia primogenérica no corpórea, extramental, de efectos siempre corpóreos y con-secuentes, ya que lo consecuente no es una explicación o teorización del tiempo, sino del contacto local, esto es, también apotético/paratético.

Yo personalmente no creo en el lugar. Hay partículas que a veces están en dos lugares. Pla dice que «En este país se come tortilla para llenar vacíos». El Lugar es para algunos tan santo como el Principio. Las cosas tienen lugar o no tienen lugar (ha lugar a esto o no ha lugar a lo otro, se dice); las cosas son cuerdas o locas dependiendo del lugar, de su localización: «Pero si el todo y el universo son diversos, también serán desemejantes los lugares de sus diversas partes», dice Aristóteles{18}, y por tanto un lugar sería tan concreto como el cuerpo que lo ocupa y sólo correspondería a ese cuerpo y a ningún otro, con lo que el lugar viajaría con el cuerpo y se movería con él, y esto es lo idéntico en realidad al sólo cuerpo, de parecida manera a como la forma es otro sólo y nada más que cuerpo.

«Todo nuestro conocimiento, tanto de tiempo como de lugar, es esencialmente relativo»{19}, dice Maxwell. Esto es debido indudablemente porque la física no puede permitirse lo que la doxa. Así, no deberíamos olvidar nunca que uno se encuentra reposando fijo y sentado en su bonita silla respecto de la Tierra sabiendo que va acompañando a esta Tierra en su rotación sobre su eje en el ecuador a 1.674.000 km. por hora y en su traslación alrededor del Sol a 108.000 Km. por hora, el cual rota o va en voluta en derredor de la Galaxia y (¡precipitándose a su centro!) a 792.000 Km. por hora –más o menos–, y a su vez la Galaxia corre pimpante vete a saber a cuanto y hacia donde, y así ad infinitum –la velocidad a la que uno viaja por el espacio es enorme... ¿Pero enorme respecto a qué? ¿Verdaderamente ocupo un lugar en el espacio sentado ahí en esa silla?. Decía Jose Pla que «los payeses están enamorados del movimiento, el movimiento les fascina. El movimiento es el ideal de las personas que no se mueven. La palabra movimiento es una palabra esencialmente payesa. Los payeses van a la hora vieja, a la de antes, y vienen a ver el movimiento que promueve el autobús con una cara tocada por la placidez que produce una digestión sólida y decente».

Para el historicismo y para el progresismo, el movimiento es el acontecimiento (sensorial) en una Naturaleza total. En este chaos simultáneo, los acontecimientos están incluidos tanto en el pasado remoto como en el futuro lejano y toda parte progresa junto con todas las demás partes porque lo explicado es el Todo, un Todo que se explaya –por lo que parece– en un lugar total.

Por poner sólo un ejemplo, tenemos el caso de Alfred North Whitehead, según el cual los acontecimientos abarcan... «toda la naturaleza presente..., forman el hecho general completo que es toda la naturaleza ahora presente en cuanto revelada en esa toma de conciencia sensorial», –(aunque aseveramos que no hay sentido mortal que pueda ni discernir ni sentir o percibir esa monstruosa «naturaleza total ahora presente»)– «...el acontecimiento único que es la totalidad de la naturaleza presente... La unidad de este hecho general presente se expresa por el concepto de simultaneidad. El hecho general es el darse simultáneo total de la naturaleza que es objeto ahora de la toma de conciencia sensorial. Este hecho general es lo que he llamado lo discernible. Pero en adelante lo llamaré una duración, entendiendo por ello una cierta totalidad de la naturaleza que está limitada únicamente por la propiedad de ser una simultaneidad... Nuestra toma de conciencia sensorial propone para su discernimiento inmediato un todo determinado, llamado aquí duración... Así la simultaneidad es una relación natural definida... una plancha concreta de naturaleza limitada por la simultaneidad que es un factor esencial revelado en la toma de conciencia sensorial... La naturaleza es un proceso... Una demostración del proceso de la naturaleza es que cada duración tenga lugar y pase. El proceso de la naturaleza puede denominarse también paso de la naturaleza... El paso de la naturaleza se muestra tanto en la transición espacial como en la transición temporal. En virtud de este paso, la naturaleza se mueve siempre hacia delante...» O sea, el Todo en su duración simultánea... (en este delirio) se mueve hacia delante cual la flecha del tiempo..., ¿adelante respecto de qué?... la Naturaleza total, el hecho general como el «darse simultáneo total de la naturaleza», por tanto conexión de todo con todo, conexión absoluta, Apeirón sustancialista como un... «presente discernido» (!!!), que lo total es discernido como simultaneidad, ¿pero respecto a qué?... Un todo de-terminado que tiene su... «duración», ¿pero respecto a qué? ¿Y qué es lo que lo determina?.

Lo Totalidad de Whitehead es el progreso entero de todo, es el acto y potencia simultáneo de santo Tomás, por cuanto no puede progresar una parte sin el resto, o sea, otro mítico y metafísico contracto o estreñimiento in-consecuente. Este simultáneo es una «relación natural de-finida»..., aunque nadie podría explicarnos, pienso, cómo una totalidad simultánea puede ser «definida», ya que lo Total simultáneo, como el reposo de lo total, como el movimiento absoluto, necesita para poder ser definido un punto fijo, un punto que aún nadie, que yo sepa, aparte de su solipsismo egocéntrico, ha encontrado ni encontrará jamás, ya que con Albert Einstein se desechó de una vez por todas la necesidad de un éter lumínico fijo y ahora nadie piensa ya en estas tonterías{20}.

Por su parte, Aristóteles niega lo simultáneo por ser imposible, según él, un cuerpo infinito en acto{21}.

Mi James Clerk Maxwell nos dice que es «manifiesto que ningún suceso tiene lugar más que una sola vez, de manera que las causas y los efectos nunca pueden ser los mismos en todos los aspectos…» Esto es el río de Heráclito a lo moderno, pero isotrópico (de la misma manera que un cuerpo sólo puede ser conocido por otro cuerpo), consecuencia, irreversibilidad. Entonces los sucesos pueden ser análogos, pero jamás idénticos. En un espacio lleno de cuerpos es imposible definir la posición de cualquier cuerpo sin otro cuerpo cualquiera como referencia, por tanto la velocidad absoluta es un mito y sólo es posible definir cualquier velocidad de un cuerpo respecto de otro cuerpo referencial{22}. El reposo es ordinariamente lo que «no tiene velocidad con respecto a aquello sobre lo que está el cuerpo». Por ello es «por consiguiente acientífico distinguir entre reposo y movimiento, como si fuesen dos estados diferentes de un cuerpo en sí mismo, ya que es imposible decir de un cuerpo que está en reposo o en movimiento excepto con referencia, expresa o implícita, a algún otro cuerpo»{23}. Por tanto el Todo simultáneo e inconsecuente de Whitehead no es real, es una pura fantasía meramente lingüística. Más sabio es mi Josep Pla: «El mundo avanza, pero no progresa. Y lo que nos da una sensación física de este avance es la incesante destrucción que de una manera ciega e implacable realiza la naturaleza. Es la sucesiva desaparición de lo que nos rodea lo que nos da la ilusión de la vida, como nuestra desaparición dará a otros la ilusión de la vida.» ¡Consecuente desaparición!

La simultaneidad es un concepto vacío cuando es aplicada al Todo, porque este Todo es pura metafísica por inabarcable; por tanto cualquier progreso será siempre todo lo más un mero movimiento de un cuerpo respecto de otro que a ninguna real parte concreta y excelsa lleva.

Y es que la aceleración –cualquier aceleración o dirección– también es relativa, pues si todas las partículas de nuestro universo se aceleraran a la vez, nadie se daría cuenta de esa aceleración o cambio de rumbo. La totalidad Total es pura y total ignorancia. Esto lo explica Maxwell en el capítulo XXXV. Y de todo este lío se saca que la reaccionaria «frenada» es sólo la adecuación de la velocidad de una partícula a la velocidad de otra. Por eso dice Pla que «las cosas absolutas sólo existen en el pensamiento». Movimiento y remolinos, carreras, frenadas, reacciones y revoluciones consecuentes... Este universo nuestro da vértigo y todo él parece o una soberana tontería llena de movimientos que jamás se repiten y que no nos dirigen a ningún concreto y mejor lado, o una verdadera obra de arte de un genial Artífice con el mal inclusive dentro del mundo encaminado a un fin arcano, que es el mismo Principio: Racionalismo y materialismo sin un Plan, o metafísica, mito y progresismo que se desenrollan hacia lo mejor soñado, hipostasiado.

Todo cambio es sólo un cambio de una partícula respecto de otra; o como dice Pla: «Una revolución no es nada más que un cambio brusco del personal dirigente». O sea, que una revolución política no es otra cosa –más o menos– que la primera ley del movimiento: «Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme en una línea recta, excepto si es obligado a cambiar tal estado por fuerzas externas»{24}. La velocidad del cambio no puede ser referida a un punto en reposo absoluto, pues toda velocidad lo es relativamente de algún otro concreto punto (por tanto ningún cambio puede ser referido a ninguna Verdad fija y bonita y estupenda). Elijamos lo que elijamos todo es incierto y contingente...Aquí falla Newton, al ser imposible definir el reposo y la velocidad absolutos... Pla, que era un poeta, dijo del reposo mirando el mar: «El mar parece haberse sentado tranquilamente en el horizonte.» Así es que todo revolucionario dogmático tiene su espacio y tiempo absolutos y cree que la paz y el reposo absoluto nos espera próximamente cuando llegue el autobús de lo Universal socializado a la vuelta de la esquina... Es ahora cuando yo comprendo a Josep Pla cuando dice esto: «El futuro es una mera ilusión, no llegaremos nunca al futuro».

Para un verdadero revolucionario lo mejor de este universo es la tensión, el stress... La tensión entre dos o más cuerpos, la dialéctica permanente, la oposición permanente. Es lo único que hay: movimiento permanente entre diversos cuerpos, entre materia. El stress o la tensión o la presión de que nos habla Maxwell (del capítulo III de Materia y movimiento), podría haberse traducido por «interacción» (o sea, por consecuencia) nos dice su traductor José Manuel Sánchez Ron... Por consecuencia local, añadiríamos. Tensión de una cuerda o presión –gravitacional también– entre dos cuerpos. Relaciones de conexión que pueden ser denominadas, según el modo en que actúe la materia, (y esto del acto es muy importante, pues aquí ni el acto es puro ni hay espíritu ni sentimientos, acaso porque como dice Pla, «Todo lo que es sentimental es confuso... El sentimentalismo eterniza nuestra ignorancia.» Y esto es así porque el sentimentalismo (de las almas menos intelectivas, con menos exceso de animalidad) desea que se acabe la acción, el roce, el stress, desea un punto fijo, un meeting point, un retorno a la perfección perdida del Principio. Desea que se acabe la tensión, el movimiento dialéctico, la oposición consecuente. El sentimentalismo, como todo romanticismo, sólo desea la quietud de la muerte, el acabose, el Ser perfectamente inmutable e inmóvil que responde a aquél «pensamiento que en sí es el pensamiento de lo que es mejor, y el pensamiento por excelencia es el de lo que es bueno por excelencia»{25}.

La acción, el stress, puede ser dicha de muchas maneras según su modo: como atracción, repulsión, tensión, presión, tensión de cizalladura, torsión, &c. Toda acción o reacción sólo lo es entre dos partes de materia y sólo quieren decir fuerza, en tanto son los aspectos opuestos de una misma tensión o stress. Cualquier cambio requiere fuerza, ya que sin fuerza no hay masa que se mueva, al ser la masa, fuerza.

Como cinemática o movimiento puro o abstracto: «El único atributo de la materia que tenemos ante nosotros es el de la continuidad de existencia en el espacio y en el tiempo; esto es, el hecho de que toda partícula de materia, en un instante de tiempo arbitrario, se encuentra en un lugar y sólo en uno, y que su variación de posición durante un intervalo de tiempo se logra moviéndose a lo largo de una trayectoria continua»{26}. Aquí debemos entender que si el instante de tiempo es arbitrario, también es arbitrario el lugar.

Sin embargo la realidad sensorial puede ser muy diferente... Dice Pla: «La concepción del tiempo es una cosa muy particular. Las horas de la mañana me parecieron siempre más largas y aburridas que las horas de la noche –se entiende en igualdad de no hacer nada

Todo es relatividad respecto a fines mayestáticos: «La posición es, evidentemente, algo relativo, ya que no podemos describir la posición de un cuerpo en términos que no expresen una relación. El lenguaje ordinario sobre el movimiento y el reposo no excluyen completamente la idea de que pueden ser medidos absolutamente, pero esto se debe a que en nuestro lenguaje habitual suponemos tácitamente que la Tierra está en reposo [...] Puede que nuestra idea primitiva haya sido que saber absolutamente donde estamos, y en qué dirección nos movemos, constituyen elementos esenciales de nuestro conocimiento como seres conscientes. Pero esta idea, aunque indudablemente sostenida por muchos sabios durante la antigüedad, ha sido eliminada gradualmente de las mentes de los estudiosos de la física. No existen puntos privilegiados en el espacio; una parte del espacio es exactamente igual a cualquier otra, de manera que no podemos decir donde estamos. Nos encontramos en, como si dijésemos, un mar imperturbable, sin estrellas, brújulas, sonidos, vientos o mareas. No disponemos de ningún cuaderno de bitácora en el que podamos anotar la distancia que nuestro navío ha recorrido, ni su dirección. Podemos calcular cómo nos movemos con respecto a los cuerpos de nuestro entorno, pero no sabemos cómo pueden estar moviéndose estos cuerpos en el espacio»{27}. O lo que es lo mismo: no sabemos ni donde estamos ni adonde vamos, por eso dice Josep Pla que «El mundo esta dirigido por el azar más puro», o sea, por el desconocimiento de las cuasi-infinitas consecuencias locales y de sus efectos ulteriores.

Lo que sí «sabemos sobre la materia se refiere a la serie de fenómenos en los que se transfiere energía de una parte de la materia a otra, hasta que en alguna parte de la serie nuestros sentidos se ven afectados, y somos conscientes de una sensación.

Mediante el proceso mental que se basa en tales sensaciones, llegamos a conocer las condiciones de estas sensaciones, y las relacionamos con objetos que no forman parte de nosotros, pero en todos los casos el hecho que descubrimos es la acción mutua entre cuerpos [...] El proceso mediante el cual la tensión produce variación de movimiento se llama trabajo, y, como ya hemos demostrado, se puede considerar al trabajo como una transferencia de energía de un cuerpo de un sistema a otro»{28}. El trabajo es un buen medio para cambiar la dirección de las cosas... Empero el vago de Josep Pla dice esto: «La naturaleza es por sí misma átona, nunca responde, nunca da nada de balde. La naturaleza nos propone simplemente llegar a la tumba pasando casi siempre por puertas muy angostas.» Pla no creía en el trabajo sin sudor, sin costo.

«...Sólo sabemos de la materia que es aquello que puede recibir energía de otra materia, y que, a su vez, puede comunicar energía a otra materia... Por otra parte, únicamente sabemos de la energía que es aquello que en todos los fenómenos naturales pasa continuamente de una parte de la materia a la otra... La energía no puede existir excepto en relación con la materia.»{29}

«Toda parte de materia atrae a toda parte de materia.»{30} Y el demócrata irrefrenable de Walt Whitman cantó en su sosa Hojas de Hierba: ¿No gravita la tierra? ¿No atrae la materia, atormentada, a la materia? Así mi cuerpo atrae a todos aquellos a quienes encuentro o conozco.

Algunos quisieran ver (como Whitman por su fundamentalismo) en esta gravitacional atracción un progreso (lleno aquí del pecado original y de almas itinerantes) o camino hacia una singularidad única al estílo de la neo-creación de un Teilhard de Chardin, que postulaba la universalización del segundo Adán, el Adán Protoplastos como la «convergencia hacia un punto cósmico de confluencia suprema» en conexión total, en un universo o contracto en el que debido a su creciente unificación... «goza de la propiedad de que cada uno de sus elementos se halla en conexión orgánica con todos los otros», conexión orgánica –y por tanto física– que acaba en el supercerebro o superesse Cabeza de los humanos, o sea, en Cristo como el «polo psíquico de la creación»{31}. De todos estos exuberantes y progresistas mitos dice mi Josep Pla: «Vivir en la esperanza es vivir en el desencanto continuado y sin remedio.» Y nuestro Maxwell corrobora la indiferencia de algunas indiferentes conexiones: «En la mecánica no aceptamos nada más que la materia y el movimiento, y no reconocemos diferencias en la materia excepto de situación, y ninguna energía en la naturaleza excepto el movimiento»{32} Por tanto nada de conexiones a distancia o de conexiones misteriosas de todo con todo. Situación entre dos puntos o cuerpos y siempre respecto a nosotros, dada la fatal antropía. Sin embargo, en este párrafo de Maxwell la energía pudiera parecer un externo, un algo sustancial como impulsora de la materia, como aquél movimiento eterno de la Metafísica de Aristóteles impulsado por lo que no se mueve; pero esto es aparente, esto no es así en Maxwell, ya que «...la fuerza es siempre una acción entre dos cuerpos, y es el resultado de alguna relación entre ellos…»{33} Una relación indiferente, sin un Primer Principio... dice el payes de Josep Pla: «Me paro un momento; enciendo un cigarrillo; todo pasa [...] Los movimientos de la vida, ¿tienen algún sentido ante la indiferencia, a menudo glacial, a veces irónica, a veces bondadosa del azul del cielo?» Efectivamente sólo nos atañen a nosotros esos movimientos de la vida, por cuanto somos los únicos que para poder vivir un poco más en nuestro mundo entorno y finito, elaboramos concepciones teleológicas llenas de contenidos infinitos autoconformantes y reconfortantes: «Decimos, por otra parte, que el ser divino es un ser animado, eterno y perfecto. De manera que la vida, la duración continua y eterna, pertenecen al ser divino. Esto es, en efecto, el ser divino»{34}.

Maxwell, como materialista creyente (esta fue su inconsecuencia), muta el dios de Aristóteles por el dios de las leyes de la naturaleza, con los «primeros principios de la verdad». Dice: «Las leyes de la naturaleza no son decisiones de un poder supremo meramente arbitrarias y desconectadas, sino que forman partes esenciales de un sistema universal, en el que el poder infinito sirve para revelar sabiduría inexplorable y verdad eterna. Cuando examinamos las verdades de la ciencia, y encontramos que no solamente podemos decir, ‘Esto es así’, sino también, ‘Esto tiene que ser así’ porque de otra manera no sería consistente con los primeros principios de la verdad»{35}.

Aquí se trata de conciliar lo irreconciliable... Este «sistema universal» es también para él –inmerso en la ciencia moderna y burguesa y capitalista–, la revelación de la sabiduría eterna a través de «las verdades de la ciencia». El «poder infinito» revela lo inexplorable y lo eterno de la verdad... Su teísmo le impide ser consecuente con su física antideísta y acaba hecho un lío filosófico entero al no salir de su con-formación como creyente ni poder dar a su propia ciencia una configuración histórica concreta{36}, esto es, limitada a su tiempo.

El pecado del progresismo es siempre el mismo, a saber, que para postular mejoras sociales, económicas, &c., se recurre siempre a una configuración externa al propio sistema, se recurre a una idea finalística sublime de esencia infinita y perenne que hasta el mismo Maxwell rechaza en el capítulo 1º artículo IV de Materia y movimiento, pues todo sistema material es, como bien dice, una configuración interna del conjunto relativo de sus partes componentes... Y por tanto, «...si el referente de un fin ha de ser siempre una multiplicidad, se comprende que un referente definido como una entidad simple (tal como el punto en Geometría, o Dios en Teología) perderá su condición de referente teleológico{37} O dicho de otro modo: nada hay fuera del sistema –in-consecuente– que pueda venir a redimirnos o ayudarnos y que dependa de entidades sustanciales y perfectamente simples. Ir hacia lo perfectamente mejor, no es un programa, es una estupidez. La teleología únicamente la podemos aplicar –en tanto se persevera– dentro de la configuración del sistema sin necesidad de tener que buscar fines externos a él, fines no reales. Dios, la Humanidad, la Justicia, la Paz perpetua, la Felicidad completa, la ONU como Gobierno mundial, galáctico{38}, &c, en tanto que son componentes intramentales, meras ideas segundogenéricas si se quiere, no dejan nunca de ser meros componentes ideológicos del propio sistema –ya que nada hay fuera de este sistema– para su autoconformación como opio del pueblo, como falsa consciencia. La base del progresismo es mera ideología basada en teleologías fantásticas, esto es, en teologías, pues teología es todo aquello en el cual sus consecuencias no sean puramente materiales, derivadas del material presente infecto, perennemente infecto y de consecuencias siempre infectas o imperfectas{39}. Pla, que era un crudo realista que nunca estuvo engañado por el progresismo, nos dice: «Yo no me opongo a que la gente progrese, ¡Peor para ella!»{40}

Lo imperfecto de este mundo repleto de sujetos operativos itinerantes, estriba para el piadoso y progre únicamente en que es causado, y como tal es inferior a la Causa y el Fin apetecidos, ya que –como dice santo Tomás– «en la causa siempre hay algo más noble que en lo causado»{41}. Lo imperfecto es lo mediocre, el medio mediocre y el presente mediocre del cual hemos de ser redimidos (reditus). El fin es la Gloria, el socialismo, la humanidad socializada, la igualdad... Pero Pla dice que «La desigualdad es la esencia de la vida.» Que la igualdad es una quimera: «La igualdad humana, ¡qué prodigio! Pero resulta que la igualdad humana no existe.»

La humanidad socializada, la libertad... Pero Pla dice: «Cuando se vive en sociedad, no hay nadie que sea libre.»

Y para nuestro Maxwell, el movimiento del centro de masa de un sistema no se ve afectado por la acción mutua de las partes del sistema. La energía cinética disponible y «que depende del movimiento del centro de masa no puede verse afectada por ninguna acción interna al sistema. En lo que se refiere al propio sistema, esta energía no está disponible. Sólo puede convertirse en trabajo por la acción entre este sistema y algún otro sistema material externo a él. Por tanto, si consideramos un sistema material que no está relacionado con otro, la energía cinética de la que dispone es la debida a los movimientos de las partes del sistema con respecto a su centro de masa [...] el momento angular del sistema completo no se ve modificado por ninguna acción mutua entre sus partes»{42}. Aquí el trabajo de los piadosos correctores de la vida infecta debe consistir en decirnos qué y cual es ese «algún otro sistema material externo a él», que permitiera universalizar la igualdad y la libertad sin tener que recurrir a un «sistema material que no esté relacionado consigo mismo», sistema en el cual no sea necesaria la explotación de alguna de sus partes, ya que esto por ahora no se conoce ni cabe el conocer el hacer trabajar para nosotros a un sistema externo a nosotros mismos –(ya que hasta la energía solar externa hay que trabajarla)–, un sistema, decimos, fuera del espacio antropológico y fuera de nuestras con-secuencias materiales cerradas en esta nuestra sufriente Gaia. Hay lo que hay: «los movimientos de las partes del sistema con respecto a su centro de masa», esto es, respecto a sí mismo y entre sus partes extra partes: sujetos operatorios, grupos y clases sociales y Estados en pugna permanente. No hay una recurrencia externa que nos salve de nuestro centro de masa, de nuestro espacio antropológico.

James Clerk Maxwell –y la física única que hay y que únicamente ha podido ser– se nos revelan como limpiamente antiprogresistas en un sentido profundo y ontológico. Su materialismo, a pesar de su confuso deísmo, es tan impío por y en sus resultados, que cuesta ver cómo un semejante materialista tan antidogmático fue respecto a su subjetividad o creencia un perfecto in-consecuente.

3. Gloria

Como no sabemos ni donde estamos ni adonde vamos no es posible hablar de progreso o teleología fuera de los planes y programas artificiosos y limitados de los minúsculos hombres... «Soy uno de los pocos hombres de mi país contrarios al progreso material», dice el pesimista de Pla.

Cada cosa es perfecta cuando consigue su propia virtud, dice a su vez Santo Tomás siguiendo a Aristóteles{43}. Y la virtud, por lo que se ve, es la perfecta armonía del Principio. Y el Principio es el final, la Gloria. Y así como el Principio es aquello antes de lo cual no hay nada, la Gloria o el final, esto es, el Plan armonioso en su final, es aquello fuera y después del cual nada mejor puede pensarse ni hay. El Principio, el exitum, el principio absoluto es aquello antes de lo cual no hay absolutamente nada...Como la Gloria es aquello después de lo cual no hay absolutamente nada. Ergo el principio no existe debido a que de la nada nada sale y aquí hay algo: La naturaleza es revolucionaria, destructiva, tumultuosa y brutal, dice Pla. Ah! ¿Por qué este sucio conservador aborrecido por la jet catalana es en todo lo que dice más dialéctico y materialista que muchos progresistas? ¿Se debe esto al realismo político que nunca ha abundado en las piadosas y monistas «izquierdas»?

O se afirma todo esto o se es un piadoso teísta que cree en el principio que sin embargo no es el primero, que es eterno, «fuera de los términos», ¡fuera del centro de masa!, y esto es en realidad (sic!) «la realidad de la eternidad que no es cosa distinta del ser divino»...ya que «ninguna realidad es principio de sí misma»{44}

Y Josep Pla espeta: La vida es una sucesión de experiencias casi todas equivocadas, ciertamente, pero de imposible escamoteo, irreversibles.

Además dice: «...El espacio es triste, indiferente; el tiempo es triste o alegre. La razón está centrada en el espacio; la sensibilidad en el tiempo.» Todo progre es sensible e indiferente al espacio –y a las fronteras políticas– y piensa que el futuro es puro esplendor. El progre es un optimista. A diferencia del pesimista de Schopenhauer, que pensaba que el día de hoy es malo y el de mañana peor, hasta que llega el último que es el peor de todos. Ningún progresista podría admitir este certero aforismo schopenhariano, pues la idea progresista del historicismo es la idea de la verdad como una «tendencia ideal de evolución» no hacia lo peor, sino hacia lo mejor, como dijo Hermann Heller{45}.

Dice el pesimista de Pla: «Del tiempo lo más terrible es que no podemos comprenderlo más que como sensación, a través del más grosero de los empirismos. En la juventud el tiempo no acaba nunca de pasar, es como un muro que hay que escalar con auténtico y renovado esfuerzo. Por eso la juventud es el periodo de la vida del tedio y el aburrimiento.»

La mejora local es trasladada a la mejora total y definitiva que aboca al monismo radical de la Teología cristiana y de las políticas escatológicas impregnadas de piedad y ansias finalísticas. La continuidad de la historia ascendente del espíritu –tanto burguesas como proletarias–, la podemos resumir, para acabar de una vez, con palabras del mismo Hermann Heller: «La continuidad de la historia del espíritu se mantiene gracias a las élites, como muy bien sabía Lenin. Claramente admite éste que no existe ninguna necesaria relación causal entre el ser de una clase y la conciencia de esa clase, al declarar que no puede hablarse de una ideología autónoma elaborada por las mismas masas proletarias en el curso de su movimiento [...]. Por el contrario, la doctrina socialista ha surgido de las doctrinas filosóficas, históricas y económicas que fueron creadas por representantes cultivados de las clases poseedoras o por intelectuales»

No es, pues, el propio ser social el que produce la conciencia de la élite. Lo que en realidad hace éste es aplicar criterios elaborados por la conexión total de la historia del espíritu a una nueva situación social, con lo que aparece –aun sin quererlo– como proseguidora de la continuidad de la historia del espíritu, que tiene una legalidad relativamente propia. Por esa razón la aspiración a la libertad e igualdad, tanto la de carácter burgués como la proletaria, sólo puede comprenderse de modo cabal sobre el fondo de la evolución total del espíritu cristiano-occidental. Hay, pues, que estimar sobremanera superficial esa concepción tan extendida de que las ideas de libertad e igualdad nacieron con la Revolución francesa y van camino de ser enterradas definitivamente en nuestros días. Por el contrario, las raíces de ese ideal social llegan ininterrumpidamente hasta la Antigüedad y se hincan hondamente en la conciencia europea a través de la historia de la Iglesia cristiana.

El primitivo ideal cristiano de comunidad, con un reino divino del amor sobre este mundo, venía a ser un individualismo religioso extremado, penetrado del valor infinito y único esencial del alma individual y, en consecuencia, con una absoluta indiferencia para la realidad social, para el reino de este mundo..., &c.»{46}

Gloria. Beata vita. Felix o felicidad propia de los dioses que por su divino Plan participan de ella a los mortales. San Agustín hasta en la sopa: ¿Dónde se halla la bienaventuranza? ¿Cómo el hombre puede ser feliz? ¿llegaremos al puerto de la filosofía lográndolo a través del esfuerzo de la voluntad...? ¿Lograremos que la bella idea sea una realidad? Frente a la realidad siempre estamos en primera línea, dice el cínico conservador y actualista de Josep Pla. Y también apuntilla este payés profeta y antiprogresista:

«En Europa el burgués ya no tiene fuerza siquiera para llamarse burgués. Es un ser humano que se avergüenza de ser de su clase, que no se atreve a llamarse burgués, que tiembla ante un tipo cualquiera que, por estar muerto de hambre, le ridiculiza.»

Y...

«Si el dinero se volatiza, si las mujeres pasan, si el equilibrio microbiano de nuestra vida es tan precario e incierto, si todo, por el mero hecho de existir está predestinado a la destrucción y a la ruina, si de tantas cosas buenas no queda apenas el recuerdo y de las más bellas ni el recuerdo siquiera, si todo huye por la bocacalle de la fugacidad y el olvido... ¿cómo puede usted sospechar que yo pueda dejar de ser conservador? ¿Me considera usted un loco de remate o no me considera usted un loco de remate?»

Y... Tenemos que arreglar el mundo, el hambre, la ausencia de libertad, etcétera. Lo tenemos que arreglar ya, y para siempre. Hemos de ponernos este bonito plan que hace a la vida... Este plan que le era tan repugnante a nuestro Unamuno, que pensaba lo contrario, que es la vida en su vivir la que hace al plan.

El egoísmo proletario y desclasado con sus hocicos metidos en el demonio del mercado pletórico se ve compensado con creces por la idea y el idealismo de infinitud a mejor que anida en la mollera del pequeñoburgués pánfilo y del intelectual con ideas idealistas de «izquierdas». Estos grupos o clases pretenden que la variedad de la multiplicidad acabe en un contracto. ¡Oh, si Marx estuviese a nuestro lado para verlo por sus propios ojos! ¡El contracto del socialismo o la sociedad contractada!, esto es, la relación material contractada en una bella y compacta Unidad.

«En la vida, la cuestión es que a uno no le caiga una teja en la cabeza. Si cae sobre la cabeza de otro, no importa», dice ese Josep Pla, que siempre fue pobre.

Y… en la apoteosis, ¡paralipómenos!: «Con cada día que pasa, este estado de cosas –(pues son las mismas cosas en otros días)– va haciéndose más absurdo y más innecesario. Debe eliminarse y puede eliminarse. Es posible un nuevo orden social en el que desaparecerán las actuales diferencias de clases y en el que –tal vez después de un breve periodo de transición, acompañado de ciertas privaciones, pero en todo caso muy provechoso moralmente, mediante el aprovechamiento y el desarrollo con arreglo a un plan de las inmensas fuerzas productivas ya existentes de todos los individuos de la sociedad e imponiendo el deber general de trabajar, se dispondrá por igual para todos, en proporciones cada vez mayores, de los medios necesarios para vivir, para disfrutar de la vida y para educar y ejercer todas las facultades físicas y espirituales...» Esto dijeron Marx y Engels al final del Manifiesto comunista cuando creyeron encontrar la clave para solucionar el problema del centro de masa desde el interior mismo del sistema y de la masa.

Y... «Somos un resultado del aceite de oliva», dice Pla, lleno hasta la médula de «la articulación social entre los seres humanos»{47} articulación o relación que siempre y en toda sociedad se da a través del vareo del burdo trabajo, lo que nos retrotrae a lo dicho por James Clerk Maxwell: La solidificación del sistema completo... y cuyo momento angular... «no se ve modificado por ninguna acción mutua entre sus partes».

Y... la desigualdad es consustancial o lo mismo que la multiplicidad y la particularidad en relación consigo misma, sabiendo, claro es, que toda relación o articulación social se da en el espacio antropológico –en tanto relación circular– a través del eje angular y radial. O dicho de otro modo: la igualdad y la libertad conllevaría la rápida destrucción del planeta, pues aunque el Sol es abundante y generoso su energía es un bien costoso, y como todo bien es escaso.

Qué sabio era Josep Pla cuando pensaba en el aceite para dos huevos fritos.

Notas

{1} Josep Pla, Sentencias e impresiones, Edhasa, Barcelona 2006, pág. 187. Para no hacer más engorrosa la lectura de lo que ya es, de aquí en adelante no daré las citas de Pla. Todas los textos citados pertenecen a esta obrita suya.

{2} (Jn, 1). El Verbo. Verberar, Verberâre, verberación. En el principio eran los azotes del aire, el soplo, el bufido, la emanación de Dios, verbo del corazón que es permanentemente y es subsistente. Un bufido perfecto, sin movimiento, un aire irrespirable, fijo, eterno. (Cf. Santo Tomás de Aquino, Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo, Eunsa, Pamplona 2004, vol. 2, pág. 161 y ss.)

{3} Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo 1974, págs. 97 y 98.

{4} Aristóteles, Física 258a. Metafísica 1072b.

{5} Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, Porrúa 2004, pág. 16 y ss. Cf. Aristóteles, Física 260a

{6} Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, Porrúa 2004, pág. 291.

{7} James Clerk Maxwell, Materia y movimiento, Crítica, Barcelona 2006, pág. 110.

{8} Cf. Nicolás de Cusa, Acerca de la docta ignorancia, Biblos, Buenos Aires 2004, pág. 43 y ss.

{9} Santo Tomás de Aquino, Sentencias..., Lib. I, pág. 132.

{10} David Bohm, La totalidad y el orden implicado, Kairós, Barcelona 1987, pág. 32. «Totalidad no dividida ni fragmentada», dice Bohm en la página 180. Este flujo total y no dividido, lo veremos más abajo como lo simultáneo de Whitehead.

{11} David Bohm, El paradigma holográfico, Kairós, Barcelona 1987, pág. 73.

{12} http://www.filosofia.org/enc/ros/absoluto.htm

{13} Sobre la idea de fin, ver: http://www.filosofia.org/filomat/df109.htm

{14} Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, Porrúa 2004, pág. 797.

{15} Hermann Heller, Teoría del Estado, FCE 2002, pág. 156.

{16} Santo Tomás, Sentencias, Vol. I, pág. 176.

{17} Op. cit., pág. 64.

{18} Aristóteles, Física 205a.

{19} Maxwell, ibid., pág. 111.

{20} Alfred North Whitehead, El concepto de naturaleza, Gredos, Madrid 1968, pág. 65 y ss.

{21} Aristóteles, Física 206a.

{22} Maxwell, pág. 120.

{23} Maxwell, pág. 121.

{24} Maxwell, pág. 128. O como dice Espinosa: «Todo cuanto es, tiende a conservar su ser en la medida del poder que le es propio [...] La naturaleza está más allá de las leyes de la razón humana que tienen sólo por objeto los verdaderos intereses y la conservación de los hombres.» Tratado político, Tecnos, Madrid 1966, pág. 147 y 149.

{25} Aristóteles, Metafísica 1072b.

{26} Maxwell, pág. 185.

{27} Maxwell, pág. 187.

{28} Maxwell, pág. 196.

{29} Maxwell, pág. 197.

{30} Maxwell, pág. 221.

{31} Teilhard de Chardin, Lo que yo creo, Trotta, Madrid 2005, pág. 39.

{32} Maxwell, pág. 241.

{33} Maxwell, pág. 243.

{34} Aristóteles, Metafísica 1073a.

{35} Maxwell, pág. 249.

{36} Gustavo Bueno, ¿Qué es la ciencia?, Pentalfa, Oviedo 1995, pág. 12. La configuración histórica de la ciencia hay que entenderla filosóficamente a su vez, pienso, como aquél saber filosófico de segundo grado que es un saber «acerca del presente y desde el presente»: Cf. ¿Qué es la filosofía?, Pentalfa, Oviedo 1995, 2ª edición, pág. 13. No un saber ni un decir al modo kantiano sobre el futuro hipotético. Las prólepsis están afincadas en el presente con el acero de la anamnasis. La «fantasía mitopoiética» surgirá cuando las prólepsis sean materialmente in-consecuentes con el presente en el cual realizamos forzosamente la anamnesis. Ver la voz de Prolepsis: Una representación no puede serlo del fin en cuanto referido al objeto futuro, que no existe, pero sí de un objeto apotético presente de la misma clase y que ya ha sido percibido (anamnesis), &c.

{37} http://www.filosofia.org/filomat/df109.htm

{38} No deja de estar el Sr. Kofi Anam, para el pensamiento de muchos, muy lejos del Único Uno de la Boëtie: «...El hombre dotado de Espíritu puede examinar todas las cosas, pero él no puede ser examinado por nadie.» (San Pablo, 1ª a los Corintios, 2, 15). Cf. Ernst Kantorowicz, Secretos de Estado, Un concepto absolutista y sus tardíos orígenes medievales, Revista de Estudios políticos, Madrid 1959, pág. 49.

{39} Dice el progresista de Aristóteles: «Todo viene a existir a partir de lo que existe actualmente... Porque el movimiento, como hemos dicho, es una actualización de lo imperfecto». Cf. Aristóteles, Del Alma 431a. Esto parece lo contrario que el pesimismo de Schopenhauer: el día de hoy es bueno y el de mañana mejor, hasta que llega el último que es inmejorable o el mejor de todos.

{40} Como dice Fernández Leost, por ejemplo, sobre el corredor historicista y finalista de Kojéve, según el cual: «...la meta que persigue la humanidad es la de organizar una sociedad colectivamente homogénea que borre las diferencias de clase, satisfaciendo a su vez el deseo de reconocimiento igualitario y universal del género humano. [...] A este respecto, es interesante registrar la polémica que mantuvo con Leo Strauss, quien rechazaba el que algún orden social pudiera satisfacer de una vez para siempre las necesidades de la humanidad.» En: http://nodulo.org/ec/2006/n053p19.htm

{41} Santo Tomás de Aquino, Sentencias, vol. I, pág. 133.

{42} Maxwell, pág. 165.

{43} Santo Tomás de Aquino, Sentencias, vol. I, pág. 580

{44} Santo Tomás de Aquino, Sentencias, vol. I, págs. 386, 287, 288 y 241, respectivamente.

{45} Hermann Séller, op. cit., pág. 155. Podríamos acordarnos del evolucionismo darwinista como una clara muestra del sesgo cultural de la idea victoriana hacia lo mejor, que aún explicaba la evolución darwinista bajo la óptica de una dirección de mejoramiento indefinido de las especies hacia un acercamiento a su arquetípica e ignota perfección. Henri Bergson podría ser con su impulso vital el representante más claro del darwinismo progresista, pues a pesar de su crítica contra el finalismo de Leibniz, que sería proyectivo, el finalismo predeterminista de Bergson es retrospectivo al estilo de la implicación de Bhom o de la cima del mundo de Teilhard de Chardin. Bergson desarrolla la potencia entrañada en su irracional Primer impulso. Esta potencia se desenrolla en él claramente como progreso: «Sin duda hay progreso si se entiende por progreso una marcha continua en la dirección general determinada por un impulso primero, más ese progreso sólo se realiza en las dos o tres grandes líneas de evolución en las que se dibujan formas cada vez más complejas, cada vez más elevadas.» (Cf. La evolución creadora, Austral 1973, pág. 101). Me limito a rechazar de plano estos darwinismos teleológicos confrontándolos con las tesis no mecanicistas de Stephen Jay Gould: La estructura de la teoría de la evolución, Tusquets, Barcelona 2004, pág. 508, por ejemplo. La extasis y el equilibrio puntuado de Gould son cualquier cosa menos una dirección encaminada a un fin hipostasiado, progresista o del vestigio tomista. Véase de él también y a propósito de su contingencia: La vida maravillosa, Crítica, Barcelona 1991. Leemos en la página 329: «el Homo sapiens es una entidad, no una tendencia».

{46} Hermann Heller, Teoría del Estado, FCE, México 2002, pág. 156

{47} Palabras que he tomado de Rodríguez Pardo: http://nodulo.trujaman.org/

 

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