Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 59 • enero 2007 • página 10
Graciano Martínez Suárez nació el martes 23 de marzo de 1869 en Pola de Laviana (España), localidad situada en la parte media de la cuenca del río Nalón, en Asturias. Hoy es la «bisagra» entre la zona antes muy industrial y ahora en decadencia del bajo Nalón y la zona verde y ganadera de la parte alta; pero a finales del siglo XIX su aspecto era bastante diferente. Si bien ya se intuían en el horizonte los males que Palacio Valdés nos muestra en La aldea perdida, no llegaron a verlos los ojos del pequeño Graciano. Nació de madrugada, cerca de las cinco de la mañana, en la casa conocida como La Portalada, en el callejón de la capilla de San José. Ese mismo día lo bautizó en la ermita de Santa María del Otero de Pola de Laviana, por cuya Virgen sentiría Graciano una especial predilección toda su vida, el coadjutor Wenceslao García del Riego{1}.
Fueron sus padres Josefa Suárez Pérez y Valentín Martínez García-Noriega, ambos naturales de Pola de Laviana. Su padre trabajaría en el Juzgado Municipal de esta localidad como Secretario durante más de treinta años. Los abuelos maternos se llamaron Bernardo Suárez y María Pérez; los paternos Manuel Martínez y María García-Noriega, todos de Laviana menos su abuelo materno, que era natural de Lorío, a pocos kilómetros de la cuna del P. Graciano.
Su infancia fue muy normal. Quien le enseñó las primeras letras fue Don Pedro García Morán, que también sería maestro de Maximiliano Arboleya y de Emilio Martínez, un hermano menor del P. Graciano. Don Pedro, aunque a regañadientes, participó en el homenaje que se le hizo al P. Graciano poco después de su muerte. Lo hizo con una breve nota dirigida al cura de Laviana en la que afirmaba que Graciano había sido su mejor alumno y que siempre había mostrado hacia su primer maestro respecto y atención{2}.
También hizo de las suyas siendo adolescente. Cuenta su hermano Emilio que, en una ocasión, por comer más de lo que debía de la finca del notario para el que trabajaba como escribiente, su padre le propinó una soberana paliza{3}.
A los 17 años, en agosto de 1886, ingresa por voluntad propia en la Orden de San Agustín, marchándose al colegio de los Agustinos Filipinos de Valladolid. Un año después, el 18 de septiembre de 1887, hará la profesión de votos dentro de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas de Valladolid. Los ocho años siguientes serán años de estudio. Cursó la carrera eclesiástica en el monasterio de La Vid, en Burgos donde «ya se dedicaba a leer y comentar relatos y poesías con gran entusiasmo a sus compañeros»{4}. En El Escorial de Madrid, el 12 de mayo de 1895, contando veintiséis años, se ordena presbítero y celebra su primera misa. Por aquellas fechas estaba de Rector del Real Colegio de El Escorial otro ilustre lavianés: el padre agustino Francisco Javier Valdés y Noriega, que llegaría a ser obispo de Salamanca.
Los datos son contradictorios en lo que se refiere a si el P. Graciano estudió la carrera de Leyes o no. Mi opinión coincide con la de Españolito, que afirma que no concluye la carrera por tener que marcharse a Filipinas, a la que llega el día 2 de febrero de 1896{5}.
Al llegar lo asignaron a la provincia de Abra para pasar el 16 de febrero de 1897 a regentar una misión en Ilocos. Sólo estaría allí ocho meses, ya que tendría que abandonar el lugar y marchar a su nuevo destino en octubre de ese año: una misión, esta vez, entre los igorrotes de las montañas de Sapao, en la isla de Luzón. Estando en la Paz (Abra) de misionero estalla la revolución de 1898. Huye, pero cae prisionero el 26 de agosto de 1898. A Graciano le tocó vivir en sus carnes toda la crudeza la revolución Filipina ya que soportó sus cárceles por un período de dieciséis meses: fue liberado el once de diciembre de 1899. Parece ser, según nos cuenta su hermano Emilio, que en su puesta en libertad Monseñor Plácido Luis Chapelle jugó un papel decisivo al interceder por él. Monseñor Chapelle sería luego Arzobispo de Nueva Orleans y Delegado Apostólico de Filipinas, Cuba y Puerto Rico{6}.
No vuelve a España nuestro P. Graciano al ser liberado. Al contrario, el treinta de diciembre sale desde Aparri en el vapor «Uranus» hacia Manila. Tiene treinta años y permanecerá en las islas, desempeñando labores evangélicas y literarias, por espacio de dos años. Es durante su estancia en Manila cuando, en el año 1900, publica su primer libro: Memorias del cautiverio. (Páginas de la revolución filipina){7}. Mucho de lo que aparece en el libro lo había escrito su autor durante su «cautiverio» en la cárcel «entre soldadotes grotescos, sufriendo hambre y sed, continuas vejaciones y malos tratos», dice González Blanco. De ahí que en ocasiones se disculpe el P. Graciano por el tono duro de su pluma. Y es cierto. Aunque para algunos autores el P. Graciano mantuvo siempre su ecuanimidad e intentó no «alborotarse» demasiado, muy pocas veces ecribiría nuestro autor como en este libro. Estaba enfadado y muy dolido. Había visto morir a muchos de sus compañeros, notaba que los políticos españoles los habían abandonado y que los gobernantes filipinos no habían sabido prever lo que todo el mundo sabía. Disculpa de toda aquella locura al pueblo filipino. Cree que la razón de su adhesión a la revolución está en su particular forma de ser, sobre todo en su timidez, «atributo consustancial al indio, que lo induce siempre á ponerse siempre del lado del poderoso»{8}.
Su crítica a los gobernantes es muy dura. Al gobernador de la zona en esos momentos, Enrique Polo de Lara, lo acusa en el libro de no dejar embarcar a los Padres en la huida, de pretender abandonar el barco dejando a la tripulación a su suerte, incluso de cobrar por el viaje en el pontín setenta y dos pesos por persona, cuando en condiciones normales su precio era de tan solo dos... El P. Graciano resume con crudeza la opinión que se tenía de Polo de Lara: «¿cómo era posible que tantos peninsulares juntos sufriesen tantas cabronadas de un mandria semejante?»{9}.
Por supuesto, Polo de Lara respondió a las acusaciones. Lo hizo con otro libro, no menos grueso que el del P. Graciano, que tituló: En justa defensa. (Refutación documentada de las falsas aseveraciones de un fraile agustino). Por el último gobernador civil español de ambos Ilocos.{10}
El autor ve en el libro un «libelo escrito con premediación y alevosía; impreso para facilitar su reparto, realizado entre sombras y encrucijadas» y distribuido de forma que se le causara el mayor daño personal. Porque Polo de Lara no ve en el libro unas memorias de un cautivo, sino una sarta de mentiras para desacreditarle. «Figuro en su evangélico trabajo predilectamente y muy en primera línea; y con tal de hablar de mí, prescinde de los grandes problemas, no aporta datos para la Historia, no ilustra á la opinión y sólo parece obedecer a la consigna de perseguir al escritor liberal que habló claro al país», sobre todo al «haber insistido durante mi último mando, en 1898, en que fuesen relevados de sus curatos, como lo fueron, varios compañeros y hermanos de hábito del padre Graciano», al decir «que el fraile nos arrastraba á la pérdida del Archipiélago» y que «el fraile filipino era el mayor peligro colonial». Por eso se ve en el libro del P. Graciano «desde los primeros párrafos hasta qué punto son el bárbaro egoísmo y la mezquina pasión los únicos inspiradores del libelo»{11}.
Graciano, evidentemente, tampoco se amilanó y respondió{12}. Llegó a escribir que «lo mejor, á ser posible, para el nombre del autor y para los lectores, á quienes quepa la desgracia de leerlo, sería verter en todas las páginas un ácido detergente que llevase por delante toda la tinta. Solamente así dejaría de ser el folletejo, en que me ocupo, una almáciga verdadera de mezquindades y pequeñeces»{13}. En las cartas analiza pormenorizadamente el libro de Polo de Lara, sacando a la luz sus errores y contradicciones.
Estando en Manila, en 1901, también saldría a la luz su primer y único libro de poesías que tituló Flores de un día{14}. Recibió el libro encendidos elogios, sobre todo en los diarios de Manila, tales como El Noticiero, Libertas o el Heraldo de Ilo-ilo, en alguno de los cuales había publicado parte de sus poemas el P. Graciano. También se incluyen en el libro algunos que había enviado a su tierra natal desde Filipinas, firmando como Zenit-mar, el anagrama de su apellido, para que fueran publicados en El Porvenir de Laviana y en la Revista Lavianense.{15}
Llega a España el año 1902 con un nombramiento bajo el brazo: redactor de la revista de los padres agustinos España y América, una revista que entrará a formar parte de la vida del P. Graciano hasta su muerte.
España y América comenzó a publicarse por los Padres Agustinos el 1 de enero de 1903 en la Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, que también imprimiría, por otra parte, muchos de las obras del P. Graciano. Tenía una periodicidad quincenal y como empresa fundamental consagrar «todas nuestra fuerzas á defender los grandes y sagrados intereses de la religión y de la fe, á difundir y propagar las enseñanzas del Romano Pontífice, y á reivindicar enérgicamente los derechos de la Iglesia Católica».Veían los agustinos como un deber seguir la tarea emprendida por su fundador en el convencimiento de que los errores que él combatió «vuelven á resurgir de su sepulcro», errores, en esta ocasión, «engendrados por cerebros desequilibrados y enfermos». Había que «regenerar» España social y cristianamente. Para ello saltan esperanzados a la arena del combate donde tendrán como lema evitar los ataques personales y como asuntos de interés prioritario las cuestiones de actualidad tanto sociales como políticas, sin dejar de mirar para los pueblos hermanos de América{16}.
En cuanto a las cuestiones de actualidad, afirman que «no serán directamente objeto de nuestra modesta publicación las investigaciones científicas», ya que hay revistas que cumplen sobradamente esta misión. Conviene decir, no obstante, que sí publicarán artículos de contenido científico o divulgativo, aunque de forma muy escasa{17}.
En lo político la revista, decían, «no tendrá color político de ninguna clase», pretendían estar apartados de las luchas de los partidos políticos y buscar, así, la «imparcialidad», tampoco siempre conseguida. Cuando abordaran cuestiones sociales buscarán siempre su inspiración en la encíclica Rerum Novarum, publicada el 15 de mayo de 1891 por León XIII -del que incluyen un retrato en el primer número de la revista- y que tanto influyó en muchos de los escritos del P. Graciano.
Por último, la inclusión en su revista, en un lugar preferente, de los asuntos concernientes a las «repúblicas americanas» tenía como objetivo fundamental no sólo informar de lo que allí ocurría en los ámbitos político, social o religioso, sino que había un interés especial de informar también del estado de la industria, de la agricultura y del comercio. Querían que España y América sirviera no sólo para «las personas de honrado corazón y cristianos sentimientos», sino también «para el industrial y el comerciante, que encontrarán en ella datos preciosos y seguros para sus empresas y especulaciones mercantiles»{18}.
El P. Graciano no aparece en el primer número de la revista, aunque el número de artículos, críticas de libros, breves reseñas bibliográficas, poesías o cuentos que escribió para la misma es impresionante. En todos los volúmenes incluirá siempre algún escrito suyo, salvo en los años que, como veremos, estuvo en América.
Su laboriosidad y su buen hacer en la revista son tan grandes que, dos años y medio después de la aparición del primer número, el 27 de octubre de 1905, se le nombra director de España y América. Sustituiría al asturiano de Villoria (Laviana) P. Benigno Díaz, que iría como Superior a Tapia de Casariego al tener que marcharse su anterior director, el P. Santiago García, al convento de La Vid como catedrático de Teología. Un año antes, el 9 de octubre de 1904 y «previos los ejercicios literarios ordenados por nuestras leyes» había obtenido el título de Lector de Provincia{19}.
Su primera etapa como director de la revista tendrá un paréntesis el año 1906. Este año, para ponerse al día de la moderna Apologética cristiana (escribiría tres artículos para su revista en torno a la obra de Armando Shell{20}), para «enterarse sobre el terreno de las controversias religiosas que en aquellos días tanto excitaban la atención de los pensadores»{21} y para estudiar el idioma, se marchó a la Universidad de Wurzburgo, en Alemania. Conocemos poco de este viaje. Sabemos que desde allí enviaba artículos para que se incluyeran en España y América. Algunos, como los dedicados a la vida religiosa en Alemania, tan importantes que se creyó en la conveniencia de que salieran de la revista y se formara con ellos un libro{22}. En otros artículos nos cuenta, aunque son ligeras pinceladas, sus impresiones de los lugares y de las gentes por donde pasaba{23}.
Regresa a España, dirigiendo de nuevo la revista, pero por poco tiempo ya que el 4 de diciembre de 1907 se le ordena ir a Buenos Aires{24}.
El año siguiente tendrá que ir a Cuba. Su estancia en La Habana a partir del año 1908, como profesor del colegio San Agustín, colaborando con la labor formativa que los agustinos americanos llevaban en La Habana, será de dos años. Aquí, como en todos sus viajes, nunca quiso ser el P. Graciano sólo un cura de celda y biblioteca (que lo era) sino que también procuró salir y relacionarse con las gentes de su entorno. Por este motivo, y gracias a sus dotes personales que lo hacían ser una persona verdaderamente entrañable, hizo en La Habana grandes amigos, como el director del Diario de la Marina, el español Nicolás María Rivero. Su labor en todos los órdenes es intensa. Con los sermones y discursos pronunciados en La Habana publicará el autor en un libro tres años después. En él puede comprobarse cómo lo requerían de muchos sitios para que hablara: en la Catedral, en la iglesia de Santo Domingo o en la de Nuestra Señora del Pilar, pero también en el Centro Asturiano, en el colegio «Hogar y Patria» o en la Asociación de Dependientes de Comercio de La Habana{25}.
Tiene el P. Graciano cuarenta y un años cuando, en 1910, regresa a España. No vuelve a Madrid, sino que lo envían a un pequeño pueblecito de la costa asturiana: al colegio Santa Isabel de Tapia de Casariego. En la relativa tranquilidad que le proporciona su estancia en este lugar sigue escribiendo{26}, continúa siendo requerido para pronunciar sermones{27} o para pronunciar oraciones fúnebres{28}.
La estancia de los agustinos en Tapia, fruto de la donación del antiguo Instituto a esta Orden en 1904, duró hasta 1924. Su labor está bien documentada, ya que de ellos hablaba a menudo la prensa de la zona (como Las Riberas del Eo o Castropol) y los propios agustinos –ya se ha mencionado– editaban cuadernos resumiendo sus ideales pedagógicos, los resultados académicos, las plantillas, &c. Los autores coinciden en admitir que, frente a la etapa anterior, los agustinos se relacionaron menos con el pueblo: los muros del colegio fueron levantados, los alumnos no podían salir a jugar fuera, sus visitas tenían un régimen muy estricto, el correo y los paquetes pasaban por las manos del Director, &c.{29}
Según nos cuenta el P. Jesús Delgado, compañero suyo en el colegio, fue en este ambiente donde el P. Graciano «cumplida la obligación diaria del sacerdote, a las horas de clase explicaba las suyas; en los intermedios de las clases preparaba sermones y conferencias; en las horas de recreo, el suyo era enseñar el alemán a los compañeros que querían aprenderlo, y ponía la cátedra en su celda; y en las horas de la mesa daba o recibía la información diaria periodística; de suerte que sin interrupción, dentro de un mismo día, en sucesivas horas, estudiaba, escribía, enseñaba y se preparaba para serias empresas»{30}.
Su regreso, ya definitivo, a la capital de España se realizará cuando el 11 de junio de 1914, contando cuarenta y cinco años, se le confía de nuevo (y lo será hasta su muerte) la dirección de la ya mencionada revista España y América. Es en esta segunda etapa cuando la revista se coloca en un lugar privilegiado dentro del panorama literario del momento, gracias sobre todo al impulso que le dará el P. Graciano. De esta manera se convertirá esta revista, para muchos, en la mejor publicación de su género.
Aunque su residencia habitual está en Madrid, se desplaza nuestro Padre por muchos puntos de la geografía nacional: Avilés, Llanes, su natal Pola de Laviana, Barcelona, Zaragoza, Toledo... Estos continuos requerimientos del P. Graciano, como veremos, terminarán a la larga pasando factura de su cada vez más débil salud.
Pero por el momento Graciano sigue escribiendo y publicando con una fertilidad y un rigor verdaderamente excepcionales. Sobre todo centra sus energías en artículos que luego recopila y edita en forma de libro. De esta forma, y casi al ritmo de uno por año, va publicando lo que serán sus mejores obras: el año 1916 publica Hacia una España genuina; en 1918, La objeción contemporánea contra la Cruz; al año siguiente Semblanza del primer superhombre o Nietzsche y el nietzschismo; el año 1920 la ya mencionada segunda edición de su libro de poesías Flores de un día y en 1921 De paso por las Bellas Letras, dos volúmenes donde recoge sus críticas literarias y El libro de la mujer española{31}.
Conviene que nos detengamos un momento en este último libro ya que es el único que «sufrirá» una reedición al comienzo de la dictadura.
El P. Graciano siempre había tenido una sensibilidad por el papel de la mujer en la sociedad española, sensibilidad que se habría agudizado, sin duda, debido a sus largas estancias en varios países del mundo. Creía que sobre el feminismo, y desde el enfoque que él pensaba adecuado, se había escrito en España poco y mal. Pensaba, además, que no podía pasar más tiempo en abordar de cara este problema y darle solución. Sabía que nuevas causas económicas, culturales y políticas lo habían sacado de su letargo y que era un problema candente a comienzos del siglo XX.
El libro, en su primera edición, aborda en trece capítulos desde la historia feminista hasta el pretendido antifeminismo en la Iglesia, pasando por los derechos naturales, culturales, civiles y políticos de la mujer. Con gran erudición y haciendo un repaso a las opiniones de antiguos y modernos elabora unos principios para la regeneración de España que harían posible que la mujer ocupara su lugar. «La actual constitución social está lejos de ser perfecta: cuando lo sea, la vida femenina tendrá sus ideales marcados y definidos, y el feminismo habrá dejado de existir, esto es, habrá dejado de existir como lucha y como aspiración; pues habrá llegado a realizar el ideal cristiano de nivelar los dos sexos, haciéndolo vivir en un estado progresivo y armónico de derechos y deberes, sin más diferencias que las impuestas por la naturaleza y requeridas por las diversas aptitudes y por los diversos papeles providenciales que hombre y mujer han de ejercer en el drama de la vida y de la humanidad»{32}.
Como hemos dicho, el libro volvió a publicarse en 1942 aunque ahora con importantes modificaciones. Se añadieron breves apartados en algún capítulo y se suprimieron los dos que abordaban los derechos políticos de la mujer, como veremos poco acordes con los rumbos que tomaba el nuevo régimen{33}.
El P. Graciano repasaba en los capítulos suprimidos el movimiento sufragista en varios países del mundo (Noruega, Finlandia, Holanda, Francia, Bélica, Italia, Estados Unidos, ...) y defendía este derecho, desde una óptica cristiana, para las mujeres españolas. Pensaba que el voto femenino iba a propiciar la necesidad ineludible de «sanear» la política española. Ahora bien, antes de ejercer plenamente este derecho eran también convenientes «un par de años de formación de ciudadanía consciente» para que la mujer entienda «lo que significa el derecho de ir a depositar su voto en las urnas los días de elecciones»{34}. Afirmaba con rotundidad: «que las mujeres votarán en España, como votan en otras naciones es evidente. Temprano o tarde, votarán.» Las corrientes sociales se movían en esa dirección, «son de día en día más favorables a la concesión de los derechos políticos a la mujer, y lo serán más y más, a medida que se la vea desenvolver sus energías intelectuales y morales». En este sentido, comenta la excelente labor que estaba llevando a cabo la Acción Católica de la Mujer, fundada en 1919{35}.
Como hemos dicho, las tesis del P. Graciano no eran las más adecuadas para la nueva ideología imperante tras la Guerra Civil y, con el ánimo de aclarar las dudas que de la lectura del libro pudieran surgir en las mentes (de las mujeres sobre todo), se añadió al final de la segunda edición un nuevo apéndice que llevaba por título «La mujer española en el nuevo Estado». Lo escribió en diciembre de 1941 la Señorita María Rosa Vilahur Bellestar, de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. En él resumía el papel que a la mujer le tocará jugar en España durante los años siguientes como «ayuda semejante» al hombre, y les indicaba, como sus virtudes fundamentales, la fe, la obediencia, la disciplina, la humildad, la fortaleza, la austeridad y la alegría, para asumir el deber de convertirse en el pilar fundamental de la nueva familia española{36}.
El último libro que el P. Graciano pudo publicar antes de su muerte, exceptuando la ya mencionada tercera edición de Regionalismo y patriotismo, llevaba por título Hacia la solución pacífica de la cuestión social{37}. Saldría a la luz en el año 1923 y, si antes había sido el Cardenal Guisasola el «culpable» de su elaboración, en este caso será el Nuncio de Su Santidad en España Francesco Ragonesi, entre otras personas, quien le «rogó instantemente que escribiera, acerca de la cuestión social, algo sanamente orientador, por el estilo de El Libro de la mujer Española. Y heme aquí que ya lo estoy pergueñando y en forma de conferencias para aprovechar algunas de las pronunciadas y, para que, así, pueda servir mejor a los señores curas párrocos que quieran utilizarlas en el púlpito»{38}.
El libro lo forman once conferencias que abordan lo más «candente e inquietante» de este asunto y una conferencia-introducción en la que resume la génesis del libro y las posiciones de partida, que resumimos a continuación: inspirarse ante todo en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII; aclarar tanto los derechos como los deberes de los ricos y de los pobres («a unos y a otros les voy a decir la verdad y nada más que la verdad», aunque «sí que, en general, mi labor habrá de ser en defensa de las clases populares, sí que mi voz habrá de vibrar, acalorada, en pro de los obreros injustamente oprimidos», todo esto procurando armonizar las clases sociales y no ser un «enemigo de las clases acomodadas» ya que su lema será «apostolado, no sectarismo»; «a los ricos prediquémosles nuestro socialismo, que es un socialismo al revés, pues los socialistas quieren despojar a los ricos de sus riquezas, y nosotros queremos que los ricos se desprendan de parte de ellas en beneficio el proletariado (...) a los pobres prediquémosles el sacrificio (...) ante la imposibilidad absoluta de extirpar en la tierra el dolor, ¿qué hemos de hacer sino predicar la resignación cristiana?»); defenderá el trabajo obligatorio para todos, incluso para los ricos («para que sus riquezas sean hijas del trabajo, no del fraude ni la usura, y para que no se pueda decir de ellos lo que de tantos ricos de nuestro tiempo se puede decir: que son no solamente seres inútiles, sino también nocivos a la sociedad»); demostrará que es necesario para la paz social que el capitalismo deje de explotar la miseria y «que los principios sanos tornen a echar hondas y fuertes raíces en el corazón del pueblo», atajando las «predicaciones antipatrióticas y antimilitaristas» instruyendo al pueblo ya sea mediante una agresiva campaña de extensión universitaria por toda la geografía nacional ya sea mediante «la creación de sindicatos que no aspiren sólo al mejoramiento económico de las clases trabajadoras, sino también y aún principalmente, a su mejoramiento intelectual y moral»; aclarará que la religión ha estado siempre unida a la libertad y a la democracia, ya que éstas «en su sentido sano, son dogmas del cristianismo, teórica y prácticamente irreconciliable con toda tiranía y con toda opresión. Jamás se ha visto ni se verá a la Iglesia al lado del despotismo y de la tiranía»; por último, propondrá el retorno al cristianismo como la única vía posible para la solución pacífica del conflicto social («la cuestión social es una cuestión moral y religiosa. El más empedernido socialista no se atreverá a negar que los pueblos más felices son aquéllos en que mejor se conservan las tradiciones santas de familia, trabajando honradamente la semana y santificando, como la Iglesia manda, el domingo, cumpliendo, en fin, con los hombres y con Dios»){39}.
La última tarea que realizaría el P. Graciano en vida y en la que, como en todas las que abordaba, puso todo su entusiasmo y energía fue la participación en la Tercera Asamblea Nacional de Prensa Católica, celebrada en Toledo del 12 al 15 de junio del año 1924. La Presidencia estuvo a cargo del Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas, Enrique Reig y Casanova. El P. Graciano fue el encargado de formular la ponencia sobre el Tema Tercero de la Asamblea, que tenía como título «Qué nuevas publicaciones conviene crear»{40}.
Su tarea consistía en leer las memorias que sobre el tema mencionado se presentaron de forma previa a la celebración de la Asamblea, resumirlas y presentar una ponencia con las conclusiones, ya fueran inspiradas en las memorias leídas o fueran de cosecha propia. Analizó las 48 memorias que el Secretario de la Asamblea le entregó, presentó su ponencia con sus conclusiones y todas fueron aprobadas en la sesión privada general{41}.
Todas las conclusiones que presentó a la Asamblea proponían contrarrestar el abandono de la religión católica y el desinterés cada vez más generalizado de amplios sectores de la población por los temas de la Iglesia. «El catolicismo languidece, entre nosotros, de día en día (...) Más que la impiedad, la ignorancia religiosa ha dejado vacíos los templos parroquiales», decía no sin cierta amargura el comienzo de su ponencia{42}. Pero no había que desfallecer. Entre las publicaciones que él creía había que realizar o modificar para contrarrestar dicha irreligiosidad, mencionaba las siguientes: relanzar las hojas parroquiales, con un diseño y formato más modernos; fundar en Madrid una revista infantil nacional; crear en los centros de Enseñanza Media revistas escolares escritas por los propios alumnos; realizar una gran revista gráfica católica y una novela semanal «barata, amena y galanamente escrita»; era necesaria también una revista de cultura donde pudiesen escribir los recién Licenciados; otra revista gráfica y doctrinal dedicada a la mujer y, por último, defendía como muy conveniente fundar un rotativo gráfico nocturno en Madrid.
La tarea del P. Graciano no sólo consistió en presentar la ponencia sino que, una vez aprobadas sus ideas, el Cardenal Reig constituyó una Comisión Ejecutiva que tenía como principal misión «realizar en lo posible los acuerdos de la Asamblea». Y el presidente de dicha Comisión fue nuestro P. Graciano, colocándose de esta forma al frente del periodismo y de la publicidad católica en España. Había, pues, que llevar las conclusiones aprobadas a la práctica. Y lo intentó. En tres meses de trabajo vieron la luz un semanario infantil, la revista para jóvenes y la orientada a la mujer estaban muy avanzadas y la novela semanal salía de la imprenta cuando, de repente, cayó como un mazazo la noticia de su repentina muerte.
Falleció el P. Graciano Martínez el viernes, dos de enero de 1925, poco después de las seis de la tarde, víctima de un fallo cardíaco. Ocurrió en la Residencia de Colmuela, en Madrid, actualmente en el número 12 de la calle del mismo nombre, junto a la iglesia de San Manuel y San Benito regentada todavía por los Padres Agustinos Conocía desde hacía tiempo que su corazón era demasiado débil pero, como hemos visto, no dejó de trabajar por la prensa católica, ni de escribir artículos, ni de dar sermones ni conferencias...{43}
El Padre agustino Jesús Delgado, asturiano, su amigo del alma, que había estado cautivo con el P Graciano en Filipinas, que convivió con él en Tapia de Casariego y que, tras su muerte, se haría cargo de la dirección de la revista España y América, nos narra sí el momento de su muerte: «la ocupación última suya fue la de consolar al triste: a una pobre hija de Alemania que hacía dos meses que había perdido a su padre, precisamente de forma repentina: en una pequeña sala de visitas estaba ella hablando de su inmensa pena al P. Graciano, y éste le respondía que pensase en los misericordiosos designios de Dios, que no por ocultos y al parecer rigurosos, dejan nunca de ser misericordiosos. Dicho esto, quedó como recostado en el respaldo del sillón y vuelto el semblante hacia arriba, y en esta al parecer natural actitud dejó de hablar, si bien no de vivir y respirar. ¡Providencia de Dios! La cristianísima joven avisó del peligro con la celeridad que es de suponer; inmediatamente acudió un Padre que en la próxima estancia providencialmente se encontraba; asistió al paciente y la administró la santa absolución; a los pocos minutos eran un médico y tres Padres los que rodeaban al moribundo; fue de parecer el doctor, en vista de la gravedad del accidente, que se le suministrase la sagrada Extremaunción, y así se hizo, aunque con la rapidez que las circunstancias exigían{44}.
Al cuarto de hora de haber interrumpido el diálogo de la humana conversación, el P. Graciano estaba sentado y como dormido con tranquilo sueño en su sillón: ya no respiraba: ¡había muerto!». Tenía 55 años{45}.
Gracias a las necrológicas y a los diarios de aquellos días sabemos que sus restos descansan en el mausoleo que la orden de San Agustín aún posee en el cementerio de La Almudena, que su entierro se celebró a las tres y media de la tarde del día 3 de enero y que «su cadáver no ha llevado al cementerio ni una sola corona mortuoria (...), pero ceñía la humilde carroza una fuerte, escogida y silenciosa tropa de hermanos de hábito, de religiosos de diferentes Órdenes, de sacerdotes y de seglares amigos, entre los cuales se destacaban los caudillos y los bravos capitanes de la Prensa Católica»{46}.
Poco después de su muerte aparecen iniciativas para que al P. Graciano se le dé el reconocimiento que se merece. Así, en El Carbayón del día 4 de enero de 1925 y firmando con las iniciales C. G. pueden leerse las propuestas que hacía tanto a los sacerdotes como al Ayuntamiento de Laviana el autor del artículo: «los sacerdotes del archiprestazgo de Laviana, al hacerle solemnes honras fúnebres y estimar la inmensa labor y valía del P. Graciano. El Ayuntamiento de Laviana debe también demostrar que reconoce el indiscutible y extraordinario mérito del poeta, del polemista, del orador, del sociólogo, del apologista, del crítico y del escritor castizo y afiligranado que vio la luz en el mismo corazón de esa excelentísima villa, y debe honrar la ilustre memoria de tan preclaro hijo dedicándole, al menos, una calle o una plaza»{47}.
Un par de días después, en una carta al Alcalde de Pola de Laviana Don Arturo León, hacía la misma petición el padre agustino Aurelio Martínez, natural de este pueblo, y profesor por aquellos años en el Colegio Santa Isabel de Tapia de Casariego{48}. Respondiendo a la petición de Fray Aurelio, la Comisión Permanente del Ayuntamiento, en Sesión de 14 de enero, insta al Pleno del Ayuntamiento a que dé el nombre de una calle al Padre Graciano. En Sesión de 16 de enero se acuerda por unanimidad dar a la Calle Nueva el nombre de Padre Graciano Martínez.
Esto ocurría en enero. Pero no era suficiente. El Presbítero-Regente de Pola de Laviana, Don Manuel Valdés Gutiérrez inicia una suscripción entre los «admiradores» del P. Graciano para hacer algo que recuerde su nombre. Recauda una cantidad importante pero, creyéndola insuficiente, escribe una carta al Alcalde el doce de junio de 1925 para que nombre a alguien que, junto a él y a otra persona que represente a la familia del P. Graciano, constituyan una Comisión que dé a la suscripción el uso más adecuado. Le pide también que contribuya económicamente con alguna cantidad. En Sesión de 7 de julio, la Comisión Permanente del Ayuntamiento le pide más datos. El Padre Valdés escribe una carta de contestación en la que les envía un modelo de la lápida que piensan dedicarle al P. Graciano, indicando que se publicará, además, un álbum en gran formato con su fotografía, biografía, obras y nombres de las personas que colaboren en el homenaje. En Sesión de 5 de agosto de ese año, la Comisión Permanente del Ayuntamiento decide nombrar al concejal y maestro nacional Don Aurelio Cañedo como representante del Ayuntamiento en la Comisión del Homenaje.
Muchas personas se adhirieron al Homenaje que tuvo feliz término el catorce de agosto de 1926 con el descubrimiento de la lápida del P. Graciano que, aún hoy, se conserva en un lateral de la Ermita del Otero. El «álbum en gran formato» prometido se quedó en una publicación de treinta páginas, aunque en él sí aparecen tanto una fotografía de la lápida como una lista de los «cooperadores» al Homenaje{49}.
Los difíciles años siguientes también tuvieron al P. Graciano como protagonista. Así, el año 1932, en plena Segunda República, un grupo de concejales del Ayuntamiento de Laviana (concretamente José Fernández Gonzáles, Ruperto García Prado y Marcelino González Magdalena) presentan una moción para que las calles Fray Graciano Martínez y Norberto del Prado se difundan en una sola que pase a llamarse Rosario Acuña. Proponen además que la Plaza de la Encarnación pase a llamarse catorce de abril. ¿Los motivos? Responder «a la intensa campaña de obstrucción que en la actualidad está desarrollando toda la fauna clerical y capitalista contra el actual régimen de libertad y justicia, y teniendo en cuenta la cruenta persecución de que en vida y aún después de su muerte fue objeto la librepensadora Doña Rosario Acuña por parte de todas estas huestes tan nefandas para la pobre España»{50}.
En Sesión de 30 de enero de 1932, la Comisión Permanente del Ayuntamiento da su voto afirmativo a la moción, «haciendo constar que si los hijos de Laviana estiman conveniente que el nombre del Padre Graciano Martínez debe continuar, que lo pidan por escrito al Ayuntamiento». No tenemos noticia de que hubiera un movimiento vecinal de esta dirección. Lo cierto es que, pasado el tiempo, el P. Graciano Martínez volvería a tener su nombre en una calle y en una plaza, pero su obra sigue estando en el cuarto oscuro de los injustamente olvidados.
Bibliografía cronológica{51}
1900
Memorias del cautiverio. (Páginas de la revolución filipina), Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás, IX+232 págs.
El tiro por la culata: (Cartas abiertas á un gobernador de dos ínsulas); Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás, 1900, 35 págs.
1901
El tiro por la culata: (Cartas abiertas á un gobernador de dos ínsulas), Segunda edición, Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás, 1901, 52 págs.
Flores de un día. Poesías, Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás , 1901, XVIII+245 págs.
1902
Filipinas ante Nuestra Señora del Consuelo. Sermón predicado en San Agustín, Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás, 1902, 10 págs.
1903
Panegírico de Santa Rita de Casia pronunciado en la iglesia del Beato Orozco de esta Corte, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1903, 19 págs.
1909
Enseñanza y religión. Discurso pronunciado el día 18 de abril de 1909 en la inauguración del Colegio de las Escuelas Pías de Guanabacoa, La Habana: Imprenta «La Moderna Poesía», 23 págs.
Nuestra Señora la Bien-Aparecida. Patrona de la provincia de Santander, La Habana: Imprenta Solana y C. Mercedes, 1909, 23 págs.
Santo Tomás de Aquino. Panegírico pronunciado en la iglesia de Santo Domingo de la Habana el día 7 de marzo de 1908, La Habana: Imprenta Cubana, 1909, 20 páginas.
1911
Sermones y discursos (de mi labor evangélica en La Habana), Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1911, 239 págs.
Si no hubiera cielo... Novela, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1911, 248 págs.
1912
La Batalla de Covadonga. (Reflexiones piadosas y patrióticas). Sermón predicado en la Basílica de Covadonga el día 8 de Septiembre de 1912, Gijón: Tipografía de «La Reconquista», 1912, 32 págs.
1913
Los talleres de Santa Rita de Casia en Madrid, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1913, 39 págs.
1915
Las prodigalidades del Ministerio de Instrucción Pública y la Institución Libre de Enseñanza, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1915, 24 págs.
La Institución Libre de Enseñanza y la gestión de los dos primeros Directores Generales de Instrucción Primaria. Artículos de palpitante actualidad publicados en la excelente revista España y América, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1915, 45 págs.
1916
Hacia una España genuina. (Por entre la Psicología nacional), Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (Biblioteca de «España y América»), 1916, xvi+393 págs.
1917
En el Séptimo Centenario de la Orden de los Predicadores, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1917, 61 págs.
Religión y patriotismo. (Sermones, discursos y conferencias), Segunda edición notablemente aumentada, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (Biblioteca de «España y América»), 1917, 526 págs.
1918
La objeción contemporánea contra la Cruz. Conferencias culturales pronunciadas en la Iglesia de San Manuel y San Benito, Madrid: Librería Religiosa Hernández de la Viuda de M. Echeverría (Biblioteca «España y América»), 1918, XXIII+ 360 págs.
1919
Semblanza del primer superhombre o Nietzsche y el nietzschismo, Madrid: Casa Editorial Zarzalejos, 1919, 361 págs.
1920
Flores de un día. Poesías, Segunda edición aumentada, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1920, XXXII+291 págs. La misma edición en Madrid: Bruno del Amo, s. f.
Si no hubiera cielo... Novela, Segunda edición, Madrid: Imprenta de los Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1920, 252 págs.
1921
El libro de la mujer española. Hacia un feminismo cuasi dogmático, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1921, XVI+394 págs.
De paso por las Bellas Letras. (Críticas y critiquillas), Madrid: Bruno del Amo, Editor, 1921, 2 tomos, 364 y 351 págs.
TOMO I
TOMO II
Lo que nos ha de traer la pacificación de España. Oración, Madrid: Bruno del Amo, Editor, 1921, 14 págs.
1922
Matrimonio, amor libre y divorcio. Conferencia pronunciada el día 5 de Diciembre de 1921 en el Instituto Agrícola de San Isidro, en Barcelona, Madrid: Bruno del Amo, Editor, s. f., 37 págs. [Esquema de la conferencia, incluido en la pág. 5]: «Las hijas de Cataluña y la revolución de las mantillas. Una flor a «Mujer y madre». La Pardo Bazán y la misoginia de Quevedo. El primer matrimonio. Sueño de verdadera felicidad. Un vistazo al matrimonio en la historia. El matrimonio-sacramento. Cómo lo ha poetizado la Iglesia. Bella sentencia de Don Quijote. La joven en el risueño mayo de la vida. Sesudas frases de Concepción Arenal. Delicadísima labor de las madres. Lo que es el amor. El amor y la voluptuosidad. La Venus de Siracusa. Las profanaciones del templo del amor. La Amalia de Los Buhos de Benavente. La Carita de los hermanos Quintero. Lo que es el matrimonio cristiano. En él no se pone nunca el sol de la ventura. ¡Viva Carlo Magno! La lucha por el amor libre. Intrusiones cesaristas. Los socialistas y el matrimonio. Los anarquistas aún van más lejos. Insania de Octavio Mirbeau. La poligamia y el amor libre. Adónde lleva el menosprecio del matrimonio. Combates urgentes. A quién compete la jurisdicción del matrimonio. Lutero y Enrique VIII. La valla de las incompatibilidades teológicas. El divorcio y el Derecho Divino. El divorcio y la naturaleza del matrimonio. Las gallardías del non póssumus. Espectáculo de los pleitos de divorcio. El divorcio en España y Ruiz Zorrilla. Una escena de Divorçons! Acción deletérea del divorcio. El matrimonio a la usanza de nuestros padres. Todo lo pueden hacer las mujeres españolas»
Santa Teresa de Jesús (La Doctora y la Escritora). Discurso pronunciado en la Academia de Jurisprudencia en la sesión de clausura de la segunda Asamblea general de «Acción Católica de la Mujer», Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1922, 30 págs.
En pro del reflorecimiento misional español. El sacerdote español y las vocaciones de misioneros. Discurso pronunciado en el teatro de las Damas Catequistas, con motivo del Primer Congreso de la Unión Misional del clero de Madrid-Alcalá, Madrid: Bruno del Amo, Editor, 1922, 27 págs.
1923
Hacia la solución pacífica de la cuestión social, Madrid: Editorial Voluntad, 1923, xxxi+384 págs.
Regionalismo y patriotismo. Conferencia pronunciada en el teatro Palacio Valdés, de Avilés, el día 27 de julio de 1923, Madrid: Editorial Voluntad, 1923, 46 págs.
Conferencias feministas: pronunciadas en la Universidad y en el Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona, Madrid: [Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús], Librería Católica de Hijos de Gregorio del Amo, 1923, 88 págs.
1924
San Roque. Panegírico pronunciado en el templo parroquial de Llanes. 16 de agosto de 1923, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1924, 23 págs.
Hacia una España genuina. (Por entre la Psicología nacional), Segunda edición, Madrid: Editorial Voluntad, 1924, xvi+408 págs. Los artículos nuevos o que han sufrido modificaciones respecto a la primera edición son:
Religión y patriotismo. Sermones, discursos y conferencias, Tercera edición, notablemente aumentada, Madrid: Editorial Voluntad, 1924, 2 volúmenes: 454 y 438 págs. Los artículos nuevos o que han sufrido modificaciones respecto a la segunda edición son:
TOMO I:
TOMO II:
Ponencia sobre el tema tercero del cuestionario de la Tercera Asamblea Nacional de Prensa Católica, celebrada en Toledo, junio de 1924, Madrid: Editorial Voluntad, 1924, 52 págs.
Por la unión de la Iglesia Ruso-Griega a la Católica, Apostólica, Romana. Oración pronunciada, el 23 de mayo, en la Iglesia de la Virgen del Perpetuo Socorro, de Madrid, Madrid: Voluntad, 1924, 16 págs.
1926
El libro de Santa Teresa, Madrid: Biblioteca de la Revista España y América, 1926. xxiv+342 págs. Prólogo del P. Jesús Delgado, O.S.A.
1942
El libro de la mujer española, Segunda edición, Madrid: Ediciones Studium de Cultura (Biblioteca de la Mujer, 3 y 4), 1942, 519 págs. Los artículos nuevos o que han sufrido modificaciones respecto a la primera edición son:
Notas
{1} La mayoría de los autores que han escrito sobre la vida de Graciano Martínez Suárez se equivocan al dar la fecha correcta de su nacimiento: unos afirman erróneamente que nació el 25 de marzo (el P. Gregorio de Santiago Vela, por ejemplo), otros que el 27 (como Benigno Pérez Silva) y algunos, por último que su año de nacimiento fue el de 1868 (Españolito). Si tenemos en cuenta que las obras de Santiago Vela y de Españolito son las fuentes principales de las que toman los datos todos los demás, puede suponerse fácilmente que los errores se repiten en otros autores. El «descuido» de Pérez Silva es importante porque aparece al copiar éste la partida de bautismo de Graciano e incluirla en la biografía que de su hermano había escrito Emilio Martínez. Dicha partida de bautismo, que hemos podido cotejar en el Archivo Diocesano de Oviedo, dice textualmente: «El día veintitrés de marzo de mil ochocientos sesenta y nueve, yo el infrascrito coadjutor ad nutum de Stª María del Otero [el mencionado Wenceslao García del Riego], villa de la Pola de Laviana, en la Diócesis de Oviedo, bauticé solemnemente y según dispone la Iglesia, un niño, nacido, según dijeron, el mismo día, sobre las cinco de la mañana, a quien se puso por nombre Graciano» (Parroquia de Pola de Laviana. Libro de Bautismos, 1863-1876, folio 73 vtº). Véanse para las fechas «Martínez (Fr. Graciano)», en Gregorio de Santiago Vela: Ensayo de una Biblioteca-Iberoamericana de la Orden de San Agustín, vol. V: M, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1920, pág. 266; «Martínez (Fr. Graciano)», en Constantino Suárez Fernández (Españolito): Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, Tomo V: L-O, 1956, pág. 147; Emilio Martínez Suárez: Laviana, hombres, paisajes y letras (ed. de Benigno Pérez Silva), Gijón: Monumenta Histórica Asturiensia, Tomo XVII, 1985, pág. 43.
Hay que admitir que el mismo Graciano Martínez alimentó estas dudas en torno a la fecha de su nacimiento. Edmundo González-Blanco nos cuenta una deliciosa anécdota que, por otra parte, nos muestra el carácter ingenuo y un tanto infantil de Graciano rasgo que, por otra parte, también subrayan otros autores, como veremos más adelante. «El 1912 –dice González-Blanco-, de paso yo en Madrid y habiéndole encontrado en el Ateneo, le pregunté: «Padre Graciano, ¿qué edad tiene usted?» El P. Graciano vaciló unos instantes y respondió luego con firmeza. «Cuarenta y cuatro años». En el verano de 1913, en Gijón, y en presencia de algunas señoras y señoritas, volví a preguntarle: «¿Qué edad, P. Graciano, tiene usted?». Nueva vacilación, y después esta respuesta menos firme: «Ando, ando... por los cuarenta y cuatro años». Por último, a fines de 1914, en una conversación muy agradable y germanófila sobre la guerra europea, deslicé por tercera (y claro es que última vez) la pregunta: «¿Qué edad tiene usted, P. Graciano?» Sus vacilaciones llegaron a lo sumo, y al responder casi tartamudeaba: «Pues... unos cuarenta y cuatro años largos»». Cfr. Edmundo González Blanco: «Hijos preclaros de Asturias. El P. Graciano Martínez», La Habana: Revista Asturias, 1915. El artículo se reproducirá, con modificaciones, en «Varones preclaros de Laviana. El P. Graciano Martínez», Madrid: revista Norte, julio de 1931.
{2} Decía en aquella ocasión Don Pedro, convertido ya en Procurador, que «después de cuarenta y cinco años poco puedo recordar de aquella primera edad, sin embargo, debo decir que en aquella época tuve en mi escuela una colección de niños que por su saber llegaron a ocupar altos puestos en sus carreras, como D. Maximiliano Arboleya, Manuel de Jesús, el P. Graciano y otros, y de todos ellos, usando una frase escolar, tengo que decir que el P. Graciano fue el primero que pasó delante del maestro, y a pesar de este adelantamiento siempre le encontré cada vez más respetuoso y atento con esti probe vieyu, como si los méritos que adquiría y fama que conquistaba fuera yo el que los iba poniendo sobre su frente». Véase Sus Amigos y Admiradores: Homenaje al sabio agustino Rvdo P. Fr. Graciano Martínez, O.S.A., 1869-1925, Covadonga: Talleres Tipográficos «Editorial Covadonga», 1926, pág. 23. Arboleya, año y medio menor que Graciano, también habla de su maestro con «simpatía y afecto» (aunque la vara parece ser que pocas veces le faltaba); no obstante, su recuerdo del local donde recibían las clases no lo es tanto: «local mezquino con varios bancos sin respaldo por todo mobiliario.» No sabemos nada de las lecturas del P. Graciano durante sus años de escolar pero parece ser que el maestro no los guió demasiado en este asunto. Así, las de Arboleya «fueron muy escasas y poco escogidas. Las que el azar ponía en sus manos». Cfr. Domingo Benavides Gómez: El fracaso social del catolicismo español. Arboleya Martínez, 1870-1951, Barcelona: Editorial Nova Terra, 1973, pág.18.
{3} El suceso que relata su hermano muestra una vez más el carácter un tanto «inocente» del P. Graciano, calificativo que le acompañará toda su vida. Emilio nos lo cuenta así: «Don José Torre, rico propietario y notario de Laviana, tenía en nuestra villa una huerta en la que, además de los selectos frutales, había unos cuadros de fresales extraordinariamente productivos. Le ayudaban en su notaría dos escribientes, Telesforo Fernández (...) y Graciano. El año a que me refiero la perspectiva era soberbia; don José pensaba ofrecer un banquete a varios amigos y presentar como postre una cesta de las exquisitas fresas. No era su costumbre tener guardianes nocturnos, pero, ante lo que juzgaba solemne compromiso, decidió poner vigilancia nocturna y la encomendó a sus escribientes (...) Forín y Graciano decidieron comer una docena cada uno, cantidad insignificante que no podía notar, pero las encontraron tan sabrosas que determinaron comer otra docena cada uno, y después otra, y luego otra... y pensando que mejor sería comerlas todas, y disculparse por el robo mientras ellos, rendidos de cansancio, estaban dormidos». Cfr. Emilo Martínez: o. c., 1985, pág. 44.
{4} Cfr. Juan Carlos Gil Bartolomé, O.S.A.: «P. Graciano Martínez, O.S.A. Un pensador polifacético», Cor Unum, vol. XXXXV, nº 211, 1990, pág. 161.
{5} Constantino Suárez Fernández (Españolito): o. c., pág. 148. Yo añadiría otro dato. Como veremos más adelante el P. Graciano dio clases en Tapia de Casariego. En el cuaderno informativo («prospecto») que, sobre el curso 1912-1913, publicaron los agustinos del colegio Santa Isabel se incluye, además de otros datos, el cuadro del personal docente para dicho curso. De cada profesor se indican sus títulos y el cargo que ostentan. Y del Padre Graciano Martínez sólo se incluye como título el de Lector, mientras que para muchos Padres compañeros suyos se indica la Licenciatura que poseen: Ciencias Naturales, Filosofía, Historia, Exactas, Letras o Ciencias Físicas. Cfr. Colegio de Sta. Isabel de Tapia (Asturias). Dirigido por los PP. Agustinos. Prospecto-Reglamento. Exámenes del curso 1912-1913, Gijón: Compañía Asturiana de Artes Gráficas, s.f., s. p.
{6} Emilio Martínez, o. c., pág. 44.
{7} Memorias del cautiverio. (Páginas de la revolución filipina), Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás. Cfr. también «La pérdida de Filipinas» en Estado de la Provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, con un breve resumen de su historia y de sus nuevas fundaciones, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1905, págs. 162-205.
{8} O. c., pág. VIII.
{9} Ídem, pág. 37.
{10} Editado en Sevilla: Imp., Sauceda 11, 1900.
{11} O. c., págs.10-12.
{12} El tiro por la culata: (Cartas abiertas á un gobernador de dos ínsulas); Manila: Colegio de Santo Tomás, 1900. El libro está formado por dos cartas publicadas con anterioridad en el diario católico de Manila Libertas. El 1901 saldría una edición aumentada, en la misma editorial, que es por donde cito.
{13} O. c., pág. 8.
{14} Manila: Imprenta del Colegio de Santo Tomás. El libro tendría en 1920 una segunda edición aumentada, esta vez publicada en Madrid por la Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, a la que añadió el P. Graciano, conservando el primero, un nuevo prólogo ( págs. XIV-XXXII). Esta segunda edición también se editó en Madrid por Bruno del Amo.
{15} Sus hermanos también dedicaron tiempo y esfuerzo a las labores poéticas, aunque algunos más que otros. Manuel escribió y publicó poco; Faustino, que sería sacerdote pero abandonaría la orden por motivos que no están claros (como muchos momentos de su vida, aún por estudiar) escribió bastante más usando en ocasiones el anagrama de su apellido: Nousfati. Sería Emilio, que le agradaba escribir pero muy poco publicar, quien incluiría en su obra algunos de los poemas de su hermano Faustino. Que sepamos Emilio Martínez sólo publicó dos libros: en 1912, en Barcelona, Nubes y rocío y en 1928, en la Imprenta Moret de la Coruña, Sol de ocaso.
{16} Desde 1903 a 1906, además de los números sueltos, se editaban tres volúmenes cuatrimestrales al año, cada uno incluyendo ocho números de la revista. Desde el año 1907, saldrían a la luz cuatro volúmenes al año, ahora de forma trimestral, con seis números de la revista cada uno. Al final de cada volumen el índice correspondiente señala las páginas donde aparecen los artículos de las diferentes secciones: Artículos originales, literarios y de actualidad; Sección amena; Cartas de China y América; Sección de derecho por el P. Pedro Rodríguez; Bibliografía; Nuestros Grabados y, por último, Crónica (de las naciones). La revista continuaría editándose hasta el año 1927, con un total de noventa y seis volúmenes publicados. «En 1928 pareció conveniente la unión de La Ciudad de Dios con España y América bajo el título común de Religión y Cultura. Con la unión material se pretendía la unificación de esfuerzos y actividades y al mismo tiempo la preparación conjunta del XV centenario de la muerte de San Agustín». Religión y Cultura se publicó hasta el año 1935. A partir del año siguiente volvería a salir a la luz, en solitario, La Ciudad de Dios. España y América detuvo su curso de forma definitiva. Cfr. la «Introducción» del P. Teodoro Alonso Turienzo a La Ciudad deDios. Índices 1881-1960, Real Monasterio de El Escorial: Biblioteca «La Ciudad de Dios», 1961, pág.7.
{17} Artículos en esta línea son, por ejemplo, los publicados por el P. Eusebio Negrete sobre «Los orígenes del mundo» (Madrid: España y América, Tomo I, año IV, nº 6, 15 de marzo de 1906, págs. 429-436) y, en varios artículos, los escritos en torno a «Una nueva forma de la teoría de la evolución» (Madrid: España y América, Tomo III, año V, nº 216, 1 de noviembre de 1907, págs 193-200); el del P. Samuel Sanz sobre «Historia de los números y división de los mismos, según los antiguos» (Madrid: España y América, Tomo I, año X, nº 6, 15 de marzo de 1912, págs. 512-522) o más recientes como el escrito por el P. Ambrosio Fernández sobre «El Congreso de las Ciencias en Salamanca» (Madrid: España y América, Tomo II, año XXI, nº 15, 1 de agosto de 1923, págs. 182-192).
{18} «Nuestro Programa», Madrid: España y América, Tomo II, año I, nº 10, 1 de mayo de 1903, págs. 2-8. El retrato de León XIII se incluyó en la página siguiente.
{19} P. Gregorio de Santiago Vela: o. c., pág. 266.
{20} Llevaban por título «Un apologista genial. Sus teorías escatológica y ascética. I [sobre Armando Shell]», España y América, Tomo III, año IV, nº 17, 1 de septiembre de 1906, págs. 12-20; «Un apologista genial. Sus teorías escatológica y ascética. II [sobre Armando Shell]», España y América, Tomo III, año IV, nº 19, 1 de octubre de 1906, págs. 167-173 y «Un apologista genial. III [sobre Armando Shell]», España y América, Tomo III, año IV, nº 21, 1 de noviembre de 1906, págs. 323-330.
{21} P. G. De Santiago Vela: o. c., pág. 267.
{22} Así lo creía, por ejemplo, Edmundo González-Blanco al afirmar: «¿Por qué no colecciona el padre Graciano la otra serie de artículos que sobre la «Vida religiosa en Alemania» publicó en la misma revista hace más de un lustro? Compondrían un buen volumen y responderían a una gran actualidad».
{23} Por ejemplo, en su artículo «Desde Munich. Hablando con la Infanta Doña Paz», España y América, Tomo III, año IV, nº 20, 15 de octubre de 1906, págs. 257-263, donde nos comenta el viaje desde su residencia hasta la de la Infanta, deteniéndose en el paisaje, el clima, &c. Es este el único artículo en el que el P. Graciano quiso hacer de periodista. Y digo «quiso» porque, al final, no le pregunta a la Infanta ninguna de las cuestiones que llevaba preparadas al ir su conversación por derroteros más informales.
{24} El P. Graciano estuvo presente cuando se colocó, el 12 de octubre de 1907, la primera piedra de la futura iglesia-colegio de San Agustín de Buenos Aires. De tal acto se editó un libro con el título de Recuerdo de la colocación de la primera piedra de la iglesia y colegio «San Agustín». 12 de octubre de 1907 (Buenos Aires: Imprenta de Pablo Gadola, 1907). El libro está dedicado «a la distinguida Señora Mercedes Baudrix de Unzué en testimonio de sincera gratitud». La Señora Mercedes quiso erigir a la memoria de su esposo muerto una iglesia y colegio, el «San Agustín». Su esposo fue Mariano Unzué, que había fallecido el 28 de agosto de 1906. Era muy rico y un buen ejemplo de su fortuna nos lo da el fraile agustino Rómulo del Campo, que escribe en el libro (págs. 24-39) una elogiosa biografía de Mariano Unzué: «el señor Unzué en unión de su esposa Sra. Mercedes Baudrix, distribuyeron nueve millones de pesos entre sus nueve hijos, sin que su capital circulante sufriera menoscabo. ¡Pocos capitales resisten una prueba de ese género!» (pág. 32, nota). Unzué había nacido en Buenos Aires el 12 de octubre de 1837. Su padre les había dejado a él y a sus dos hermanos una Casa de Consignaciones que Mariano haría grande.
En el libro mencionado, un resumen de la ceremonia, aparecen fotografías del acto copiadas de Revista el P.B.T. También se incluyen algunas reseñas del acontecimiento que realizaron periódicos de aquella época, como El Pueblo y La Prensa. En el libro puede leerse un poema del Padre agustino Jesús Delgado titulado «A la primera piedra del templo de San Agustín» (pág. 7) También se incluyen los discursos de Monseñor Duprat, Vicario General de Buenos Aires y el del dominico M. R. P. Fr. Modesto Becco. El P. Graciano redactó para la ocasión una «Carta desde el Cielo» dedicada a la Señora. Mercedes simulando, de ahí el título, que se la enviaba su marido dándole las gracias desde el cielo (págs. 104-111.) La carta, con el título ligeramente cambiado, aparecería poco después en España y América: «Carta del otro mundo. A la Sra. Dª Mercedes Baudriz de Unzué», España y América, Tomo I, año VI, nº 1, 1 de enero de 1908, pp. 13-18.
En uno de los homenajes que se le tributaron al P. Graciano al morir, de los que hablamos más adelante, el P. Ignacio Monasterio usaría la misma fórmula al escribir éste una carta simulando que era el P. Graciano el que la había redactado para despedirse de sus amigos. Cfr. «Fr. Ignacio Monasterio: Carta de ultra-tumba», en Sus Amigos y Admiradores. Homenaje al sabio agustino Rvdo P. Fr. Graciano Martínez, O.S.A., 1869-1925, Covadonga: Talleres Tipográficos «Editorial Covadonga», 1926, págs. 12-13. La volvería a reproducir años después al escribir «Otro teresianista insigne, el Padre Graciano Martínez», en P. Ignacio Monasterio, O.S.A.: Místicos agustinos españoles. Estudio, Real Monasterio de El Escorial: Editorial Agustiniana, 1929, vol. II, cap. XVI, págs. 297-299.
{25} Sermones y discursos (de mi labor evangélica en La Habana), Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1911, 239 págs.
{26} A finales de 1911 publica su única novela titulada Si no hubiera cielo... Novela, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (tendría una segunda edición en 1920, en la misma editorial). La novela, como hemos dicho de muchas de sus obras, había aparecido, capítulo a capítulo, en la revista España y América durante el mismo año 1911. Es una historia de amor ambientada durante la revolución Filipina. Recibió críticas elogiosas y algunas, aunque menos, que tachaban al P. Graciano de no ser buen escritor. «El P. Graciano –escribía Edmundo González-Blanco en 1915-, que sabe escribir, no sabe describir... relata por relatar... Por eso en ellá, acá y allá, a grandes distancias, hay algunos rasgos primorosos, algunas páginas brillantes. Lo demás es un tanto desmañado y opaco, y en tal concepto no me atrevo a contar al P. Graciano en el número de los perfectos novelistas».
{27} La Batalla de Covadonga. (Reflexiones piadosas y patrióticas). Sermón predicado en la Basílica de Covadonga el día 8 de Septiembre de 1912, Gijón: Tipografía de «La Reconquista», 1912.
{28} «Oración fúnebre de Menéndez Pelayo pronunciada en las solemnes exequias celebradas por la Real Academia Española en la iglesia de San Manuel y San Benito, de los PP. Agustinos», España y América, Tomo II, año X, nº 12, 15 de junio de 1912, pp. 510-519. Reproducida en la segunda edición aumentada de Religión y patriotismo. (Sermones, discursos y conferencias), Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (Biblioteca de «España y América»), 1917, págs. 385-399 y en la tercera edición de la obra, en dos tomos, también aumentada: Religión y patriotismo. Sermones, discursos y conferencias, Madrid: Editorial Voluntad, Tomo I, 1924, págs. 401-414.
{29} Además de los Prospectos y Reglamentos, para la vida de los agustinos en Tapia de Casariego pueden consultarse los libros de Diego Fernández Méndez y Camilo López Pérez: Historia de Tapia a través de sus calles, vol I, Oviedo: Ediciones Nobel, 2001, págs. 388-437 y en María Josefa Lobo Fernández: Historia del Instituto Marqués de Casariego de Tapia de Casariego (1992), Tapia: Instituto de Tapia de Casariego, 1992, sobre todo págs. 33-40. De este último libro hay una segunda edición ampliada: María Josefa Lobo Fernández y Laureano Busto López: Historia del Instituto Marqués de Casariego, 1867-2002, Oviedo. Ediciones Nobel, 2003.
{30} Cfr. P. Jesús Delgado: «El P. Graciano Martínez», España y América, Tomo I, año XXIII, nº 2, 15 de enero de 1925, pág. 86.
{31} Hacia una España genuina. (Por entre la Psicología nacional), Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús (Biblioteca de «España y América»), 1916. La objeción contemporánea contra la Cruz. Conferencias culturales pronunciadas en la Iglesia de San Manuel y San Benito, Madrid: Librería Religiosa Hernández de la Viuda de M. Echeverría (Biblioteca «España y América»), 1918. El Capítulo Provincial de este año 1918 le había nombrado, precisamente, vicepresidente de la residencia de San Manuel y San Benito. Semblanza del primer superhombre o Nietzsche y el nietzschismo, Madrid: Casa Editorial Zarzalejos, 1919. El P. Graciano fue «uno de los primeros autores de nuestro país que se ocuparon del pensamiento de Nietzsche», afirma Gonzalo Díaz Díaz. Cfr. «Graciano Martínez», en Hombre y documentos de la Filosofía Española, Madrid: CSIC, 1995, vol. V (M-Ñ), pág. 262. De paso por las bellas letras . (Críticas y critiquillas), Madrid: Bruno del Amo, Editor, 1921. El libro de la mujer española. Hacia un feminismo cuasi dogmático, Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1921. La segunda edición de este último libro se publicaría en Madrid, en 1942, por Ediciones Studium de Cultura (Biblioteca de la Mujer, 3 y 4), conservando el título pero suprimiendo el subtítulo sobre el feminismo.
{32} El libro de la mujer española, págs. 25-26.
{33} Cfr. la bibliografía final, donde se indican los apartados añadidos. Los capítulos suprimidos de la primera edición son el X: «Los derechos políticos de la mujer» (págs. 245-290) y el XI. «La mujer española y los derechos políticos»: (págs. 291-327).
{34} El libro de la mujer española, pág. 301. El P. Graciano distinguía entre el sufragio activo (que las mujeres puedan votar) y para el que faltaban «dos dedos», del sufragio pasivo (que las mujeres puedan ser elegidas para los cargos políticos). En este segundo caso, aunque no niega el derecho, creía conveniente que las mujeres no se «engolfaran» en la vida política española por el momento hasta que esa regeneración a la que hemos aludido se llevara a cabo.
{35} La obra tuvo una excelente acogida entre el público y sus críticas fueron excelentes. El P. Dámaso Martínez Vélez, O.S.A., por ejemplo, decía que «toda mujer, y en especial, toda española, y con más razón la aficionada a la lectura debe tener esta obra (...) también deben adquirirla los que se tienen por padres de la patria, para que lo lean cumplidamente (...) Yo quisiera que las mujeres que son hoy en España la más alta representación de su sexo en cuanto a la cultura [menciona el Padre Dámaso a Pardo Bazán, Blanca de los Ríos, Concha Espina y María Echarri] tomasen por su cuenta la difusión, como algo sagrado y necesario, de esta notabilísima obra». («El libro de la mujer española», La Ciudad de Dios, Tomo CXXIV, 1921, págs 132-133). La opinión del P. Dámaso Martínez era generalizada. La Iglesia veía tan bien las opiniones del P. Graciano que, de hecho, el libro fue casi un «encargo» del Cardenal Primado Victoriano Guisasola Menéndez, que había leído en España y América algunos textos del P. Graciano sobre el tema. El Cardenal lo animó en la tarea y «le rogó que no dejara de continuar hasta formar un cuerpo completo de doctrina y hacer un libro, prometiéndole escribir el prólogo» (a. c. , p. 132). El Cardenal Guisasola, que también era asturiano y había fundado la Acción Católica de la Mujer, falleció el dos de septiembre de 1920, pocos meses antes de que el libro fuese publicado y sin poder escribir el prólogo que había prometido.
{36} El libro de la mujer española, Segunda edición, págs. 491-508.
{37} Hacia la solución pacífica de la cuestión social, Madrid: Editorial Voluntad, 1923.
{38} O. c., pág. VI.
{39} Un resumen del contenido de los capítulos restantes puede leerse en el índice del libro que aparece en la bibliografía final.
{40} Más información acerca de esta Asamblea en el libro Asamblea Nacional de Prensa Católica: El libro de la Asamblea de Toledo (12-15 de junio de 1924), Toledo: Editorial Católica Toledana, 1926. También en el diario de Toledo El Castellano pueden leerse el programa de la Asamblea, resúmenes de las conferencias y de los discursos (de los directores de periódicos, del Cardenal Reig, &c.), así como las conclusiones aprobadas, casi día a día: 11 de junio de 1924, pág. 1; 12 de junio, pág. 1; 13 de junio, págs. 1 y 4; 14 de junio, págs. 1 y 4, 17 de junio, pág. 1; 18 de junio, pág.1; 20 de junio, pág.1 y 21 de junio, pág. 1.
{41} De hecho leyó alguna más de esas cuarenta y ocho mencionadas ya que, el mismo día en que se desplazaba a Toledo para asistir a la Asamblea, el secretario le entregó «un montón de memorias» que habían llegado fuera de plazo. No pudo leerlas todas, por falta de tiempo, pero tampoco pudo dejar de estudiar las conclusiones que cada una formulaba, lo que da idea de la capacidad de trabajo y el interés que ponía en todas sus tareas.
{42} El texto que leyó en la Asamblea, así como el resumen de las cuarenta y ocho memorias presentadas, puede consultarse en Ponencia sobre el Tema Tercero del Cuestionario de la Tercera Asamblea Nacional de Prensa Católica, celebrada en Toledo, junio de 1924, Madrid: Voluntad, 1924.
{43} Entre sus papeles inéditos hay estudios críticos sobre el teatro de su época y otros sobre San Agustín. Nada de ellos se publicó tras su muerte, salvo un estudio acerca del teatro de los hermanos Álvarez Quintero. Apareció éste como introducción a una obra de los Quintero perteneciente a serie de la «novela semanal» por la que tanto había luchado, como queda dicho («El teatro de los hermanos Quintero», prólogo a S. y J. Álvarez Quintero: El último papel. Paso de comedia, Nuestra Novela. Publicación Semanal, Madrid, 28 de enero de 1926, año II, nº 56, págs. 3-7.). Es cierto que el libro sobre el teatro llegó incluso a anunciarse en alguna de las obras del P. Graciano, por ejemplo en la contraportada de la primera edición de Si no hubiera cielo... de 1911, con el título de El Teatro español contemporáneo (su valía estética), pero que sepamos tal título nunca vio la luz. Un libro que sí se publicó póstumamente, reuniendo conferencias previas del P. Graciano sobre el tema, fue el titulado El libro de Santa Teresa, Madrid: Biblioteca de la Revista España y América, 1926. El libro lleva un prólogo del P. Jesús Delgado, págs. V-XXIV.
{44} Los santos sacramentos se los administró su connovicio P. Maximiliano Estébanez. Cfr. Juan Carlos Gil Bartolomé, O.S.A.: a. c., pág. 163.
{45} Cfr. P. Jesús Delgado: a. c., pág. 92. El artículo se volvió a publicar, de forma íntegra, en Archivo Histórico Hispano-Agustiniano y Boletín Oficial de la Provincia del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas, El Escorial: Imprenta del Monasterio de El Escorial, vol. XXIII, enero-junio de 1925, págs. 90-101. Otros datos sobre su vida y su obra que se publicaron tras su muerte pueden leerse en P. P. A. [son las iniciales del Padre Pedro Abella Parra]: «El R. P. Lect. Jub. Graciano Martínez Suárez», Archivo Histórico Hispano-Agustiniano..., El Escorial: Imprenta del Monasterio de El Escorial, vol. XXIII, enero-junio de 1925, págs. 113-115; «In Memoriam» y «Nota biográfica», España y América, Tomo I, año XXIII, nº 2, 15 de enero de 1925, págs. 81-82 y 96-98; Maximiliano Arboleya: «Un grande hombre niño» Oviedo: diario Región, 21 de enero de 1925, págs. 8-9; Edmundo González-Blanco: «Un ingenio que desaparece: el P. Graciano Martínez», Madrid: revista La Esfera, año XII, nº 577, 24 de enero de 1925; «El P. Graciano Martínez», La Ciudad de Dios, Tomo CXL, 1925, págs. 142-143; P. Isidoro Martín: «In memoriam», Nueva Etapa. Revista mensual redactada por los alumnos de la Universidad Libre del Escorial, , nº 3, año XXVIII, enero de 1925, págs. 186-187; «El P. Graciano Martínez», Acción Católica de la Mujer, año VI, nº 58, enero de 1925, págs. 249-250; Asamblea Nacional de Prensa Católica: o. c., págs. 243-244 (en este libro-resumen de la Asamblea, y como homenaje al P. Graciano, se reproduce una conferencia que había pronunciado en Barcelona poco antes de morir, y que antes había publicado España y América con el título de «El testamento literario del P. Graciano», ahora con el nuevo título de «La gran Prensa diaria y el Catolicismo español», págs. 249-268). Por último, en el primer aniversario de la muerte del P. Graciano, y como recuerdo a su memoria, la revista Archivo Histórico Hispano-Agustiniano... (El Escorial: Imprenta del Monasterio de El Escorial, vol. XXV, enero-junio de 1926, págs. 105-110), publicó unos elogios inéditos que sobre él y su obra habían realizado, en verso y en prosa, varios autores.
{46} Jesús Delgado: a. c., pág. 96. Diario El Castellano, Toledo, 3 de enero de 1925, pág. 4. En Asturias la noticia tuvo menos eco: en El Pueblo, de Llanes aparece la noticia el día 10, pág. 3; El Carbayón se hace eco de su fallecimiento el día 6 de enero y en la pág. 8; El Comercio, aunque da la noticia el día 3 y en portada, le dedica el mismo espacio (6 líneas) que al aumento del precio de la carne en Santander...
{47} El Carbayón, miércoles, 4 de enero de 1925, pág. 8.
{48} Los datos del homenaje al P. Graciano que menciono a continuación los tomo del Expediente instruido para homenajear al P. Graciano, dándole su nombre a una calle de Pola de Laviana, 1925, Archivo Municipal de Laviana. Signatura C1/33 y del Acta de la Sesión Ordinaria de 16 de enero de 1925. Libro de Actas del Ayuntamiento Pleno. Archivo Municipal de Laviana. Caja C940/L05.
La carta de Fray Aurelio de 6 de enero de 1925, escrita a máquina, dice así:
Excmo. Sr. Alcalde de Pola de Laviana:
Excelentísimo señor: Presumo que V. E. y alguien más ha lanzado ya la idea, pero, como nada sé, me atrevo a proponérsela yo, el menos autorizado para ello.
Ha fallecido el P. Graciano Martínez, el ínclito y querido hijo de Laviana, el literato insigne, el orador elocuente, el fervoroso patriota; ¿no estaremos todos obligados a enaltecer su memoria, dedicándole un homenaje, que podría ser dar su nombre a una calle o plaza de la villa? A mi juicio, le sobran méritos para ello, pero no tengo criterio cerrado en el asunto, y, si V. E. juzgara más acertada otra iniciativa, desde luego la aplaudiría. El caso es que el P. Graciano Martínez reciba el tributo de admiración y cariño que sus complobanos le debemos y que él se ganó con su talento, su pluma y su corazón, que era muy grande. No ofrezco mi colaboración para llevar a cabo la idea, porque nada valgo ni nada me es dado haber, fuera de lo que hago, pero ofrecería como el que más por amor a Laviana y al ilustre finado.
Si la dicha corporación que V. E. preside acordara algo en este sentido, merecería un voto de gracias del concejo entero y el entusiasta y cordialísimo aplauso de su afmo. servidor, que besa su mano.
Firma: Fray Aurelio Martínez.
{49} El resultado fue el ya mencionado Sus Amigos y Admiradores: Homenaje al sabio agustino Rvdo P. Fr. Graciano Martínez, O.S.A., 1869-1925, Covadonga: Talleres Tipográficos «Editorial Covadonga», 1926. Puede consultarse el índice de los trabajos enviados (algunos publicados con anterioridad) en la bibliografía final. En 1969, celebrando el centenario de su nacimiento, editó el Ayuntamiento de Laviana un folleto de doce páginas en el que colaboraron, resumiendo su vida y su obra, Efraín Canella Gutiérrez y Luciano López y García-Jove, respectivamente. Cfr. Luciano López y García-Jove y Efraín Canella Gutiérrez: A la memoria del Reverendo Padre Graciano Martínez en el centenario de su nacimiento, Pola de Laviana: Excelentísimo Ayuntamiento de Laviana, 1969.
{50} Los datos de esta moción están tomados de Expediente de moción de varios concejales para que las calles de Fray Graciano y Fray Norberto del Prado se difundan en una sola, dándole el nombre de Rosario Acuña y a la Plaza de la Encarnación, Plaza del 14 de abril. Expediente nº 22 del año 1932, incoado el 25 de enero de 1932. Archivo Municipal de Laviana. Signatura C1/37.
{51} No se incluyen los centenares de artículos, poesías, prólogos, reseñas, &c. publicadas en revistas, libros o periódicos. Tampoco se indica, por falta de espacio, la procedencia de los capítulos de los libros. Sí hacemos constar las modificaciones que existan cuando haya varias ediciones de una obra.