Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 70 • diciembre 2007 • página 4
Presentación
por Ismael Carvallo Robledo
Desde las coordenadas de la poderosa y formalista ideología del Estado de Derecho y del fundamentalismo democrático, las potencias económicas piden hoy «certidumbre legal» y «orden político y social» para sus inversiones en diversas partes del mundo –se trata de la llamada gobernabilidad democrática–.
En esta colaboración invitada, Héctor Zarauz López muestra la paradójica circunstancia del caso de la industria petrolera en México en tiempos de la Revolución mexicana. La paradoja, vista desde un punto de vista materialista, consiste en lo siguiente: el caos social y el desorden político de la Revolución mexicana, no ya nada más dejó de representar un problema para las inversiones y para los poderes económicos y geopolíticos reales de esos momentos (época de la Primera Guerra Mundial, de la revolución rusa y de la revolución mexicana), sino que tal desorden político, y tal caos social, muchas veces fue propiciado e instrumentalizado en función de los intereses imperialistas de las potencias involucradas en una precisa dialéctica de imperios que aparecía como marco geopolítico de la Revolución mexicana. En otras palabras: cuando los negocios son redondos, y cuando los intereses son estratégicos, el caos social y el orden político, o es manejado y producido a discreción, o es sencillamente ignorado.
Una interpretación como esta sobre las relaciones entre la economía política, la dialéctica de imperios y la guerra, se ajusta a lo que desde la teoría política del materialismo filosófico ha sido rotulado por el profesor Gustavo Bueno como la guerra de cuarto género, y que consiste en lo siguiente:
«Guerras de género cuatro. Incluimos aquí las llamadas «guerras civiles». Son las guerras en las que únicamente interviene, teóricamente al menos (o jurídicamente), un único Estado. Pero no nos parece riguroso decir que en una guerra civil nos encontramos con la «guerra del Estado consigo mismo». Una guerra cuyo resultado más probable sería el «suicidio político».
Ahora bien, una guerra civil podrá conducir a la destrucción del Estado, pero no por ello este resultado habría de tomarse como definición de la guerra civil. En la guerra civil, una parte formal del Estado (una región, una sección del ejército, una clase social organizada), entra en conflicto armado con otras partes para conseguir el control del propio Estado. […] De todas formas nos inclinamos a interpretar las guerras civiles, cuando no son guerras de secesión, como guerras enmascaradas entre Estados, es decir, entre Estados que apoyan a las facciones enfrentadas dentro del propio Estado.»
Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización, Ediciones B, Barcelona 2004, págs. 111-112.
Ni qué decir tiene que, al día de hoy, el petróleo sigue siendo el fundamento geopolítico y geoestratégico del Estado mexicano, y sigue siendo, por tanto, motivo de la más intensa dialéctica política e ideológica de la realidad de nuestro presente. El interesante trabajo de Zarauz ofrece claves históricas importantes presentadas aquí a efectos de esclarecer nuestro entendimiento político sobre tan delicada y decisiva cuestión.
* * *
Tradicionalmente se considera que cuando las condiciones sociales y políticas de un país son inestables, o peor aún, cuando hay movimientos armados de por medio, las distintas ramas productivas se ven afectadas sobreviniendo crisis económicas. Sin embargo, si observamos a lo largo de nuestra historia, encontraremos más de un ejemplo que nos lleve a concluir que los efectos de los eventos sociales, políticos, militares e incluso de política internacional, sobre el desarrollo de la economía, son variables. Por lo tanto, éstos deben analizarse de manera particularizada, pues cada rama productiva tiene un comportamiento propio.
En México, entre 1910 y 1920, se vivieron años convulsos en los que se dieron movimientos sociales y militares que provocaron cambios en los gobiernos, inestabilidad política y económica en varias áreas. Por ejemplo en la hasta entonces pujante industria textil se dio el cierre de varias fábricas, se estima que la industria minera disminuyó su producción en un 40%, al tiempo que en la agricultura se dio un estancamiento resultado del ingreso masivo de campesinos a la lucha armada, las vías de comunicación fueron objeto constante de las acciones militares y sobrevino el desabasto con frecuencia, ni qué decir del capital humano si consideramos que en 1910 había 15,2 millones de habitantes y para 1921 habían disminuido a 14,3 millones.
Sin embargo, en la entonces naciente industria del petróleo, este entorno no pareció impedir el crecimiento productivo y de exportaciones, dándose una situación un tanto paradójica. El desarrollo y el encumbramiento de México como país exportador justo en los años de la Revolución Mexicana, son partes de una ecuación que en principio parecería errónea, es decir ¿es posible el crecimiento económico en medio del caos social?
Este enunciado conduciría, en principio, a aseverar que no, que para que una industria o rama productiva se desarrolle y crezca, deben darse condiciones de estabilidad política, de crecimiento económico, de reglas claras y favorables por parte de los gobiernos (manifiesto ello en leyes propiciatorias), tal y como lo demanda el capital entonces y ahora. Sin embargo las turbulencias y los ríos revueltos siempre han permitido que algunos se encumbren económica y políticamente, por algo Rosalío, el personaje central de la película El Compadre Mendoza de Fernando de Fuentes, diría pragmáticamente: «Para negocios el campo y la Revolución». Veamos pues, bajo qué premisas se revirtió el resultado lógico de esta ecuación.
I
El contexto nacional
Los inicios de México como país petrolero
Para entender el proceso de crecimiento en la producción y exportación petrolera en medio del caos revolucionario es preciso exponer, así sea de manera somera, el surgimiento de México como país productor de este energético, y tener un contraste con las condiciones previas a la Revolución Mexicana.
Los inicios de la industria petrolera en México se remontan a los mediados del siglo XIX. La primera empresa en establecerse en nuestro país fue la Waters Pierce Company, subsidiaria de la Standard Oil. Entonces la empresa se dedicaba a importar petróleo de los Estados Unidos, mismo que era refinado en nuestro país para distribuirse en el mercado interno, por ello se construyó una refinería en 1887; pero una vez que las necesidades domésticas fueron satisfechas, la producción se dirigió al mercado internacional.
Sin embargo, el primer gran desarrollo de esta industria en nuestro país se dio con la llegada de Edward Lawrence Doheny, quien empezó a desarrollar sus negocios petroleros en California, desde donde se extendió a México. Así, en 1900, junto con sus socios, compró unas 20 mil hectáreas de terrenos petrolíferos a precios muy bajos y formó la Mexican Petroleum Company iniciando al año siguiente exploraciones en El Ebano. Comprobado el éxito del pozo, Doheny construyó una refinería para producir asfalto para caminos y creó su propia compañía pavimentadora. Más tarde, hacia 1906, amarró un contrato para proveer de petróleo al Ferrocarril Central de México. Ello hizo que comprara más terrenos en la llamada Faja de Oro, que fundara la Huasteca Petroleum Company, la Tamiahua Petroleum Company y la Tuxpan Petroleum Company, así como la construcción de una refinería en Mata Redonda{1}. Para entonces Doheny era uno de los dos más importantes señores del petróleo en México. El segundo vendría de Inglaterra.
En el último decenio del siglo XIX se dio la primera presencia de los ingleses en la industria petrolera nacional cuando el London Oil Trust, encabezado por Cecil Rhodes, adquirió varias empresas en la región de Papantla y formó con ellas la Mexican Oil Company. Sin embargo, el verdadero éxito británico en la industria petrolera se dio hacia los inicios del siglo XX, a través de Weetman D. Pearson.
Para que Pearson y el capital inglés ingresaran de manera exitosa en la industria petrolera mexicana, fue determinante la excelente relación que tenía el empresario con el gobierno mexicano y la creciente importancia de las inversiones estadounidenses en nuestro país.
Así vemos que, al iniciarse el porfiriato, el 35% del comercio mexicano se hacía con Inglaterra, pero para 1895 había descendido al 20%, teniendo que hasta entonces las inversiones británicas se concentraban en los ferrocarriles, tranvías, fincas agrícolas, compañías madereras, ganaderas y algodoneras. El notorio crecimiento de los intereses económicos de los Estados Unidos, hizo comprender a don Porfirio la necesidad de buscar un contrapeso, y encontró que el equilibrio lo podría obtener en el apoyo a las incursiones petroleras de Weetman Pearson.
Pero ¿quién era este capitalista inglés? Weetman Pearson era heredero del emporio de la construcción iniciado por su abuelo Samuel Pearson. Weetman expandió enormemente el negocio familiar desde 1879, realizando obras magnas de ingeniería por todo el mundo: el Ferrocarril de Avila a Salamanca en 1888; en 1889 el dragado del puerto de Alejandría; el túnel Hudson en Nueva York en el mismo año; el túnel Blockwell (en el río Támesis) en 1891; en 1893, el puerto de las Bermudas y el túnel del East River de Nueva York en 1904. Además, incursionó en política y hacia 1895 ingresó al Parlamento inglés, del lado de los liberales representando el distrito de Colchester.
En México había construido las obras del canal del desagüe de la ciudad de México (1890-1896), el acondicionamiento del puerto de Veracruz (1895) y la readaptación del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec (iniciada en 1899). Al edificar esta última obra realizó además la construcción de los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos donde también se instaló la energía eléctrica, drenaje y agua potable. Al realizar esta última empresa, sus empleados le informaron sobre la existencia de petróleo en la región.
De acuerdo a uno de sus biógrafos, en abril de 1901 Pearson inició su interés por el petróleo, por lo cual se dio a la tarea de comprar extensos terrenos en Veracruz, Tabasco y Campeche hasta tener 600.000 acres (unas 267 mil hectáreas), para exploración petrolera.
Para 1905, Pearson decidió acometer la construcción de una refinería en Minatitlán, no obstante los modestos resultados de producción en sus pozos. De hecho, tuvo que importar petróleo de Texas, para poder utilizar la refinería a su máxima capacidad y cumplir sus contratos. De manera que, en esos años, Pearson era más un consumidor que un productor de petróleo. Sin embargo, para 1908 producía suficiente petróleo para no tener que comprarlo. Su situación cambió de manera definitiva en 1910 cuando en las exploraciones hechas en la Barra de Tampico se encontró con el pozo Potrero 4, que expulsó petróleo sin control durante dos meses, perdiéndose 3 millones de barriles, pero finalmente fue controlado y explotado intensivamente en los ocho años siguientes, produciendo más de 100 millones de barriles{2}.
Hacia 1907 Pearson tuvo listo el primer buque tanque de 3.000 toneladas encargado de distribuir petróleo en el Golfo de México. Además, para hacer la transportación a Europa, formó en 1912 la Eagle Oil Transportation Company y construyó una flota de veinte buques, al haber logrado importantes contratos con el Almirantazgo inglés{3}.
Así fundó la Compañía Mexicana de Petróleo El Aguila, en cuyo Consejo se encontraban prominentes porfiristas como Porfirio Díaz hijo, Guillermo de Landa y Escandón, Pablo Macedo, Fernando Pimentel y Enrique Creel, con lo cual sellaba nexos con el gobierno mexicano. Pearson habría de mantener magníficas relaciones con el gobierno mexicano, en particular con Porfirio Díaz. La relación se volvió tan útil y cercana, al grado que Pearson llegó a considerar a don Porfirio como un padre{4}.
Ello desde luego le propició un trato preferencial por parte del Presidente y de su gobierno, quienes además de equilibrar la presencia del capital estadounidense en nuestro país, obtenían beneficios de esta relación.
Para la segunda década del siglo XX ya se vivía un «boom» petrolero. Se había propiciado entonces un intenso proceso de concentración de tierras por parte de las compañías petroleras para hacer exploraciones. Para 1910, Doheny y Pearson controlaban cerca de un millón de hectáreas de terrenos petroleros, y el promedio de su producción era de 100.000 barriles para Pearson, y 60.000 para Doheny, aunque eso era sólo el inicio del auge.
Mientras tanto, el favoritismo hacia los ingleses seguía en boga, por ejemplo se gravaba con un impuesto el petróleo de importación, lo cual beneficiaba a Pearson (ya autosuficiente) y encarecía la producción de la Waters-Pierece. Ello en apariencia crearía fricciones entre los petroleros estadounidenses y el gobierno porfirista. No obstante las distinciones, estos años constituyeron una época dorada para los petroleros en el sentido de que tuvieron plenas libertades para explotar el petróleo mexicano, en parte debido a los vacíos de la legislación mexicana, y en parte porque en México no había capitales capaces de iniciar la exploración de esta industria.
En todo caso, es un momento de despegue constante, como lo demuestran los datos de producción en los años del porfiriato (Cuadro A), con los mejores augurios pues había estabilidad política –de la cual don Porfirio era el mejor garante–, existía una legislación que les dejaba manos libres, y la demanda del mercado interno, pero sobre todo del exterior, iban a la alza. Tan sólo en esos años, el consumo de petróleo en los Estados Unidos, el principal comprador de petróleo mexicano desde entonces, había aumentado de manera constante, mientras que el consumo mundial se vería duplicado entre 1901 y 1911.
Con todas estas condiciones, notoriamente favorables, la producción petrolera crecía consistentemente, pues si en 1901 eran alrededor de 10.000 barriles los producidos, éstos aumentaron cien veces hacia 1907 para llegar a más de un millón, y se multiplicaron por más de mil hasta ser más de 12 millones; era un cuadro sin duda alentador (Ver Cuadro A). De esta forma México apareció por primera vez en el mapa de los productores mundiales, aunque de manera incipiente pues, hacia 1910, el petróleo mexicano representaba poco más del 1% de la producción mundial.
Digamos que hasta aquí se cumplía con las premisas teóricamente lógicas de estabilidad política y crecimiento económico.
La Revolución Mexicana, fin de las prebendas petroleras
Hacia 1910, la producción petrolera presentaba una constante alza, tenía condiciones de producción favorables, resultado en buena parte de un sistema legislativo proteccionista garantizado por el presidente Porfirio Díaz, del desarrollo del mercado nacional (ciertamente de manera incipiente) y de la creciente demanda del mercado internacional.
El 20 de noviembre de ese año inició formalmente la Revolución Mexicana, triunfando el 25 de mayo de 1911 cuando renunció a la presidencia Porfirio Díaz. Sin embargo, el gobierno de Madero terminaría de manera trágica al ser asesinado en 1913, iniciándose así un largo periodo de enfrentamientos militares, convulsión social, presiones de las potencias extranjeras, que en conjunto crearían inestabilidad en el aspecto económico. En cuanto al petróleo, habría que añadir que a partir del gobierno de Francisco I. Madero, iniciado en noviembre de 1911, hasta el de Carranza, en 1920, la situación de prebendas, exenciones y tratos preferenciales se iría acotando poco a poco para las compañías, inaugurándose un largo proceso por sujetarlas a legislaciones y reglamentaciones más estrictas.
Con el ascenso de los gobiernos revolucionarios, el entorno nacional cambió de manera drástica y la industria petrolera se vio afectada por varias cuestiones que presuponían su debacle o estancamiento, y que podemos enumerar de la siguiente manera: 1.- Nuevas disposiciones que incrementaban el cobro de impuestos. 2.- Surgimiento de una nueva legislación que regiría la industria petrolera con la intención de regularla como un bien de la nación. 3.- El movimiento armado de las facciones revolucionarias y de grupos contrarrevolucionarios que circundaban los campos petroleros amenazando la producción. 4.- El surgimiento de un movimiento obrero, que tendía a organizarse y constituirse como una fuerza cada vez más cohesionada, que resistía las disposiciones de las compañías. Todo ello auguraba que la producción petrolera se vería en problemas para mantener sus niveles de exportación.
Expliquemos ahora, de manera breve, estos puntos.
La nueva legislación y el cobro de impuestos
Con la asunción al poder de Madero se inició, de manera tibia si se quiere, un cambio en el orden impositivo a la industria petrolera. Entre las modificaciones que se intentaron, se encontraba la promulgación de un par de decretos referentes al pago de impuesto del timbre (del 8 de junio de 1912) sobre el petróleo crudo, a razón de 20 centavos por tonelada{5}. De tal forma que, por la aplicación de tal impuesto, en 1912 se captaron $494.275 y en 1914 $1.232.930,50,{6} lo cual era notorio si se toma en cuenta que hasta ese año no se pagaban impuestos especiales por la exportación del petróleo, de no ser por una pequeña cuota de 100 a 1000 pesos para las refinerías, establecida por el Decreto del 14 de junio de 1898.
Las compañías desataron entonces una campaña en contra de tales disposiciones pues, según ellas, el nuevo impuesto representaba el 17 % de sus ingresos anuales. Incluso los petroleros estadounidenses llevaron su inconformidad hasta la Suprema Corte evitando el pago.{7}
Ante las nuevas tendencias del gobierno maderista, los petroleros se organizaron en un Frente. Además, el gobierno de los Estados Unidos salió en defensa de sus connacionales protestando ante el gobierno mexicano, el embajador Henry Lane Wilson envió una nota de reclamación a la Secretaría de Relaciones Exteriores en la cual pedía la suspensión del impuesto. Más aún, los petroleros y el embajador Wilson pidieron al Presidente Taft que realizara una intervención armada.{8}
Quedó claro desde este momento que la relación con los petroleros pintaba para ser muy difícil en lo sucesivo. Por ello, Madero debió reunirse con Pearson desde agosto de 1911 y garantizarle que su intención era respetar los acuerdos obtenidos por el inglés con Porfirio Díaz. No obstante las garantías otorgadas por Madero, se dieron algunas huelgas en negocios ingleses y enfrentamientos con sus dueños, de manera que se formó el Defense Comitee of the British Colony, a fin de organizar la autodefensa de la colonia inglesa. Incluso Pearson solicitó la presencia de un buque de guerra en la barra de Tuxpan para impedir una hipotética interrupción de embarque de petróleo.{9}
No sabemos con certeza cuáles hubieran sido los alcances del régimen maderista en materia de fiscalización y sujeción de la industria petrolera, su limitada duración, por el golpe de estado a cargo de Victoriano Huerta, cambiaron nuevamente el curso de los eventos nacionales.
En el nuevo estado de cosas, Pearson apoyó decididamente a Huerta tratando de reproducir la relación de prebendas tenida con Porfirio Díaz. Así obtuvo de nuevo condiciones ventajosas y un importante contrato para abastecer al almirantazgo inglés con 200.000 toneladas de petróleo anuales.
Sin embargo, Huerta estableció un aumento a los impuestos petroleros, lo cual afectó igual a ingleses como a estadounidenses, ya que incrementaba las cuotas establecidas por Madero, esto debido a la difícil situación financiera que vivía para poder sostener a su ejército. Victoriano Huerta duplicó el impuesto del timbre e incrementó el impuesto de importaciones en un cincuenta por ciento. Además, impuso un préstamo forzoso a la Waters-Pierce por $7.500. Y por si fuera poco decidió suspender el pago de la deuda externa.{10}
Ante ello, la Mexican Oil Association y el gobierno de Estados Unidos decidieron protestar formalmente por tales medidas y dejaron de pagar los impuestos correspondientes. Fue por estas situaciones que Huerta buscó apoyo en Inglaterra, que hizo un último intento por contrarrestar la influencia de los Estados Unidos.{11}
La instauración del régimen huertista rápidamente propició la rebelión de fuerzas revolucionarias identificadas en mayor o menor medida con el maderismo, o bien que rechazaban un gobierno identificable con el porfiriato. La movilización nacional fue de tal magnitud que el régimen militar de Victoriano Huerta fue depuesto el 14 de julio de 1914, sólo un año y medio después de haber asumido el poder.
En el curso de la lucha contra Huerta, el control territorial del país quedó fragmentado entre las distintas facciones revolucionarias, aunque poco a poco el carrancismo se fue erigiendo como la corriente dominante. Desde 1914 Carranza fue esbozando la política petrolera que desarrollaría en el curso de su gobierno, teniendo como ejes aumentar los ingresos gubernamentales mediante una fiscalización más efectiva, y recuperar para el país la rectoría sobre el petróleo.
Así, el primer Decreto para aumentar los ingresos del gobierno, se expidió en mayo de 1914. En él se establecía un impuesto de 6,85 pesos en oro nacional por tonelada de petróleo exportada, a lo cual se llamó Derecho de Barra. En él se estipulaba que si las compañías no pagaban el impuesto se cerrarían las válvulas de los oleoductos que llevaban el combustible a los barcos.{12} Más tarde, el 20 de junio, se emitió uno más que elevaba de 20 a 60 centavos el impuesto especial por tonelada.{13}
El año de 1915 Carranza lo inauguró «legislando fuerte», primero con la famosa Ley Agraria, en la cual se reconocían las distintas formas de propiedad agraria, el reparto de tierras y el derecho de las comunidades a la restitución de sus tierras. Ya en ese plano, el día 7 de enero Carranza emitió un Decreto en el cual se consideraba la necesidad de hacer una revisión a la legislación petrolera existente, por lo cual se ordenaba la suspensión de todas las obras en ejecución (oleoductos, perforaciones, &c.), o bien las compañías debían solicitar un permiso especial.{14} Como resultado de ello, el 19 de marzo se dispuso crear la Comisión Técnica del Petróleo, que sería presidida por Rouaix, para hacer una investigación completa de la industria petrolera.
Desde luego que todo ello no se dio de manera fácil. Las compañías petroleras, con el aval del gobierno norteamericano, se negaron a acatar las disposiciones. La oposición fue tanta y los amagues de Washington tales, que la administración carrancista debió moderarse en la aplicación de todas estas disposiciones.
La gestión legislativa del gobierno constitucionalista llegó a su momento cumbre en febrero de 1917 cuando se promulgó la nueva Constitución, incluyendo el artículo 27 que, entre otras materias, legislaba sobre el petróleo, cambiando sustancialmente el sentido de la propiedad privada como absoluta, al ser condicionada por su utilidad social. Además, las aguas y subsuelo se consideraban propiedades de la nación, poniendo en entredicho los derechos largamente ostentados por las compañías petroleras. La fracción IV del artículo 27 separaba la propiedad del suelo de la del subsuelo, restituyendo éste último a la nación, anulando en consecuencia las disposiciones asumidas por el antiguo régimen.
Pero esto no fue lo único, vinieron además nuevas circulares, decretos, impuestos y demás figuras legislativas que tendían a establecer una nueva relación con las potencias mundiales. Es decir que la nueva legislación petrolera actuaba a dos niveles: el primero en lo político, al recuperar para la nación el control sobre los mantos petroleros, lo cual significaba un acto de soberanía, y segundo, en lo económico, como un medio eficaz de obtención de recursos frescos. El gobierno mexicano intentaba, así, dejar su papel de mero animador de inversión, subordinado al capital y gobiernos extranjeros, para asumir uno más activo, de verdadero fiscalizador y regulador de la industria petrolera, aunque ello no incluía la idea de expropiación.
Así, el 13 de abril de 1917 se emitió un Decreto estableciendo un Impuesto Especial del Timbre con un aumento en un 10% ad valorem, a la producción de petróleo que saliera de los campos. El impuesto se dirigía contra la exportación de petróleo, que era en lo que el gobierno tenía control{15}. Desde luego, los petroleros se inconformaron: Pearson, por ejemplo, señaló que se quedaría sin ganancias, no obstante que ese año El Aguila había obtenido utilidades por 20 millones de pesos{16}.
Los afanes recaudatorios continuaron. Así, un nuevo y muy importante Decreto se emitió el 19 de febrero de 1918 mediante el cual se pedían regalías sobre los terrenos y contratos adquiridos antes del 1° de mayo de 1917 (lo cual hacía retroactiva la Ley). En el artículo 14 del Decreto se sostenía de manera contundente que el petróleo pertenecía a la nación, además del registro de bienes raíces en un plazo de tres meses{17}.
De nuevo se dieron las protestas consabidas, tanto por el gobierno inglés como por el de Estados Unidos. Mientras tanto las compañías presentaron un frente común en sus protestas, al formar la Asociación de Productores de Petróleo en México, que agrupaba tanto a ingleses como a norteamericanos. Finalmente, la aplicación de este nuevo Decreto fue atenuada acordándose limitar la aplicación de la ley a la cuestión de impuestos, dejando de lado la interpretación de retroactividad del Artículo 27 constitucional.
En julio de 1918 se emitió la Circular 28, relativa al impuesto del timbre a la exportación del petróleo. Se establecían en ella las tablas de pago a este impuesto en función de la calidad del combustible. En todos los casos la aplicación fue limitada.
No obstante las reclamaciones, Carranza preparó un nuevo Decreto el 13 de agosto de 1918, con fecha de un día anterior. Esto provocó otra disputa entre las compañías y el gobierno mexicano. La representación británica hizo pública entonces su protesta y las compañías se ampararon hasta en cuatro ocasiones en el mes de agosto a través de Robert D. Hutchison. Por su parte, H. A. Cummins envió al Secretario de Relaciones Exteriores, Cándido Aguilar, un comunicado que decía:
«…el Gobierno de su Majestad, formal y enérgicamente protesta contra la ejecución de las disposiciones del Decreto de que se trata, en cuanto concierne a los súbditos y capitales británicos, y hace responsable al gobierno mexicano de todas las pérdidas y daños que puedan resultar a los súbditos y capitales ingleses, como consecuencia del Decreto.»{18}
Cándido Aguilar, Secretario de Relaciones Exteriores, subió la temperatura en la discusión al señalar: «En virtud de la libertad de legislación fiscal que asiste a México, es oportuno declarar que el Gobierno Mexicano no reconoce a ningún país extranjero el derecho de protestar por actos provenientes del ejercicio de su soberanía interior.»{19}
En resumen, los decretos de Carranza no tuvieron aplicación plena, pues las compañías, apoyadas por sus gobiernos, obstaculizaron todas las iniciativas.
Los movimientos armados, el ejército y los grupos rebeldes
Las acciones armadas en las cercanías de los campos petroleros parecieron ser otro de los peligros que acechaban la producción de las compañías. A partir de 1914, cuando se da la instauración del constitucionalismo como corriente dominante dentro del seno de la Revolución, se dieron movimientos armados que tenían por objetivo central resistir la instauración de este sistema, que les era adverso por tocar los intereses económicos y sociales de diversos grupos. Tal fue el caso que se dio en Oaxaca con el llamado movimiento Soberanista, en Chiapas con los «Mapaches» y con la rebelión que inició Félix Díaz en varias partes del país (particularmente en los estados sureños), además de las movilizaciones populares de Emiliano Zapata y Francisco Villa. En las zonas petroleras también surgieron movimientos armados que se oponían al constitucionalismo y que en principio afectaron a la producción petrolera.
Los principales movimientos armados anti constitucionalistas que se dieron en zonas petroleras fueron el encabezado por Manuel Peláez en la zona de la huasteca, y de menor importancia el de Cástulo Pérez en el sur de Veracruz.
Tenían en común estos movimientos que eran encabezados por ricos rancheros, con prestigio en su región, relativamente adinerados y que contaban con el apoyo de su amplia red familiar y de amistades. En principio se habían levantado en armas para oponerse a las legislaciones agrarias emitidas por el constitucionalismo, contra los abusos que usualmente cometían los militares carrancistas, contra la imposición de autoridades en la región o la depredación de sus bienes por parte del ejército constitucionalista.
Entre sus primeras actividades, y para hacerse de recursos económicos para pagar a su tropa y proveerla de uniformes, armas y comida, atacaron las instalaciones petroleras, robaron las cajas de las compañías e incluso llegaron a secuestrar a funcionarios de éstas.
La idea de estos grupos no era apoderarse por completo de las zonas petroleras, pues no tenían la capacidad para explotar o comerciar el petróleo, sino obtener rápidamente recursos para mantener sus movimientos mediante la extorsión. La solución que encontraron las compañías a este problema inesperado, fue la de comprar la protección de estos grupos, llegando a tener una relación prácticamente comercial con ellos al convertirlos casi en hombres de la empresa.
El éxito que alcanzaron estos rebeldes fue tal que llegaron a formar verdaderos ejércitos bien armados, en particular Peláez. El costo que pagaban las compañías por concepto de «protección», fue ampliamente retribuido al tener plena libertad para extraer petróleo y controlar todas las fases del negocio en México.
El propio Peláez relató en alguna entrevista cual era la relación con las compañías y el tipo de cobro que realizaba con El Aguila y la Huasteca Petroleum Company, a las que cada primero de mes cobraba 5.000 dólares, mientras que la Penn Mex pagaba «sólo» 3.000 dólares por tener menos recursos{20}. Con Cástulo Pérez la situación era similar, y cuando éste fue nombrado Jefe de Operaciones Militares en el sur de Veracruz, las compañías no ocultaron su júbilo e incluso Mr. Duncan, gerente de la refinería de Minatitlán, extendió invitaciones a Pérez para que éste visitara al gerente de la compañía en México, Mr. R. D. Hutchinson.{21}
Los nexos y apoyo de las compañías a Cástulo Pérez sobrevivirían perfectamente a la caída de Carranza y el ascenso de Obregón. En ese momento de convulsión política y militar, el gerente de la refinería, Mr. Harvey informaba tener un acuerdo con Cástulo Pérez y hacía «fuerzas» porque éste fuera reconocido como la autoridad militar en el sur de Veracruz.{22}
De esta forma, otro de los peligros para las compañías quedaba conjurado aprovechando para revertirlo y obtener provecho de ello.
El movimiento obrero, un nuevo invitado
Un factor que no habían considerado las compañías petroleras, y que pudo haber incidido en la producción, fue el del surgimiento de un movimiento obrero organizado.
En los primeros años de la Revolución, los grupos de trabajadores petroleros tuvieron una organización muy primaria, agrupándose en torno a asociaciones de carácter mutualista. Como sus organizaciones no contaban con el reconocimiento de las compañías ni el apoyo gubernamental, el éxito en sus demandas de carácter laboral fue mínimo al principio.
No obstante sus limitaciones, surgió cierta movilización obrera. Así se dio la primera huelga de obreros petroleros que se tiene registrada, ello en Minatitlán, en abril de 1915, a cargo de la Unión de Petroleros Mexicanos. Aunque de éxito relativo, la organización continuó y se dieron nuevas movilizaciones en forma de paro laboral en enero y febrero de 1916, y en mayo de 1917.{23}
El panorama cambió un tanto con el hecho de que en febrero de 1917 se promulgara el artículo 123, el cual contenía una serie de demandas relativas al trabajo. En el mismo plano debemos considerar el establecimiento de la Ley del Trabajo de 1918 del estado de Veracruz, que dio una guía y sustento legal a las demandas de los trabajadores petroleros. Por otra parte en 1918 se formó la CROM, la cual incidiría en la organización de grupos obreros de la industria petrolera aunque éstos, inicialmente, no se afiliaron a la nueva central obrera. Finalmente, en ese año entró en funciones la Junta Central de Conciliación y Arbitraje del estado de Veracruz, lo cual significaba una instancia más cercana a los intereses obreros. Todo esto hizo que creciera la organización entre los trabajadores petroleros, y que cobraran más fuerza sus demandas.
Además, se dio un mayor apoyo a las organizaciones obreras por parte del gobierno, ello como una forma de obtener consenso entre un grupo social que crecía rápidamente. De hecho el apoyo de las instancias gubernamentales o cercanas a él, fueron fundamentales en la organización obrera y en su éxito. Un ejemplo temprano de ello lo tenemos en Veracruz en donde Cándido Aguilar lanzó un Decreto sobre la Reglamentación del Trabajo en el estado hacia el 19 de octubre de 1914 y después una Ley de Sindicatos; al parecer bajo esta influencia se daría la huelga de Minatitlán de 1915.{24}
Pronto las demandas obreras, esencialmente de mejoras salariales, jornadas de trabajo, servicios médicos, &c., chocaron frontalmente con la actitud intransigente de las compañías, siempre indispuestas a ceder en sus ganancias. Ello derivó en cierto movimiento huelguístico que desde luego afectaba las labores de producción y comercialización petrolera.
Las movilizaciones se reprodujeron en las cercanías de Tampico hacia 1919 cuando el sindicato de la Pierce Oil Company declaró una huelga por mejoras salariales en Arbol Grande, mismo que fue secundado en Mata Redonda por el de la Huasteca Petroleum Company y en Tampico por el de El Aguila. Mientras tanto en Minatitlán se dio otro movimiento huelguístico ese año, encabezado por Bernardo Timoneen, lográndose un acuerdo de aumento salarial mismo que la compañía no cumplió al año siguiente.
Las soluciones que ensayaron las compañías, ante la movilización obrera, fue la formación de guardias blancas, es decir grupos paramilitares financiados por las compañías, a fin de intimidar a las organizaciones obreras y perseguir a los líderes sindicales (de hecho en Minatitlán las huestes de Cástulo Pérez asesinaron al líder Bernardo Simoneen). También se ensayó la contratación de trabajadores esquiroles durante los movimientos huelguísticos, la formación de agrupaciones obreras espurias controladas por la propia compañía y la corrupción de líderes obreros.
Particularmente en el periodo de Carranza, el movimiento obrero careció de la fuerza suficiente para forzar a las compañías a ceder a sus pretensiones y el impacto que tuvo sobre la producción fue mínimo. No se registran pérdidas cuantiosas por parte de las compañías a causa de la movilización obrera, aunque sí hubo erogaciones a fin de financiar a las guardias blancas.
En realidad el movimiento obrero tendría que esperar a una coyuntura favorable para emerger con mayor fuerza. Esta se dio en el periodo de Alvaro Obregón y particularmente en el de Plutarco Elías Calles, en los cuales la política obrerista permitió un fortalecimiento de las centrales obreras, y la obtención de algunas de las demandas ya para entonces añejas.
Todos estos factores, es decir: la inestabilidad social manifiesta en los movimientos armados, grupos rebeldes en zonas petroleras y el surgimiento de un movimiento obrero organizado, y, por otra parte, el ascenso de gobiernos revolucionarios que tenían entre sus medidas la aplicación de disposiciones legales que tendían a cobrar mayores impuestos y limitar el libre albedrío en que vivían las compañías en México, parecían delinear un cuadro ideal para que la producción petrolera se estancara o descendiera. Sin embargo, era mucho el dinero que había en juego, mucha la demanda del energético debido a la reconversión tecnológica y a la guerra mundial en Europa. De manera que las compañías ensayaron distintas tácticas y estrategias para anular ese cuadro adverso.
II
La estrategia de las compañías petroleras
Las compañías, como se ha visto, no permanecieron impávidas ante las determinaciones del gobierno mexicano y establecieron la defensa de sus privilegios, de la forma en que ya se ha descrito, aplicando respuesta a cada contingencia que enfrentaba. Además de ello, los petroleros británicos y estadounidenses ensayaron otras estratagemas para mantener sus privilegios, las cuales describo ahora de manera muy general, pues cada aspecto merecería en sí una investigación amplia.
El rechazo a las disposiciones gubernamentales
El primer nivel de rechazo a las disposiciones gubernamentales por parte de las compañías se dio mediante la prensa. A través de este medio, las compañías trataron de justificarse ante la opinión pública mexicana y extranjera. Este era un recurso ya utilizado desde la época de Madero, en que los petroleros tenían editorialistas y periodistas a su servicio para publicar notas en El Imparcial o The Mexican Herald.{25} Más tarde, durante el periodo carrancista, Félix F. Palavicini (director de El Universal) sería uno de los gacetilleros a sueldo que criticaría las disposiciones fiscales en contra de los petroleros.
Otro caso notorio fue el del periodista estadounidense Jack London, quien de acuerdo al testimonio de John Kenneth Turner, habría recibido los favores de los señores del petróleo en México.{26}
En un segundo momento venía la negociación con el gobierno, lo cual se dio de manera constante, a través de los representantes de las compañías que de manera directa trataron de evadir la aplicación de las legislaciones con los regímenes maderista, con Huerta y carrancista. Un ejemplo del alto nivel que podían tener estas negociaciones, se vio en el encuentro que tuviera el propio presidente Madero con Weetman Pearson, a fin de garantizar la viabilidad de los negocios ya acordados con Porfirio Díaz.
Luego los petroleros presentarían un Frente unido a través de la Asociación de Productores de Petróleo, la cual mantuvo reuniones secretas con el gobierno entre marzo y agosto de 1918, acordándose una disminución en los impuestos.
Pero antes de llegar a acuerdos, hubo situaciones álgidas, de denuncias cruzadas ante la prensa y negociaciones muy tensas entre compañías y gobierno. Por ejemplo, en el mes de septiembre de 1918, los productores de petróleo en México, americanos, británicos y holandeses, se reunieron en Nueva York. Ahí adoptaron unánimemente la resolución de no pagar las taxaciones impuestas por los últimos decretos, a menos que estos pagos fueran hechos bajo protesta y con amparos judiciales de por medio.{27}
Las compañías no se conformaron con estas presiones y durante la Conferencia de Paz en Versalles, enviaron a una representación para exponer su situación en México, ante las potencias triunfadoras de la guerra.
Las acciones de las compañías, tanto a través de la prensa como en reuniones directas con el gobierno mexicano, fueron intensas logrando en ocasiones la posposición en el cobro de impuestos.
Las presiones diplomáticas
Uno de los principales elementos utilizados por los petroleros, fue la presión a través de sus gobiernos. Así, el reconocimiento diplomático al gobierno mexicano estuvo sujeto a la aplicación y retroactividad de la legislación petrolera. De esta manera las presiones que ejercían las compañías estuvieron siempre apoyadas por sus gobiernos, en especial el de los Estados Unidos.
Un ejemplo de las presiones que podían ejercer estos gobiernos, se dio después del Decreto del 7 de enero de 1915 cuando Woodrow Wilson hizo saber que habría graves consecuencias si se aplicaba tal legislación.
Igualmente amenazadora era la posición de los no tan flemáticos ingleses, aunque carentes de fuerza al estar concentrados en el conflicto europeo y al haber confiado la defensa de sus intereses a los Estados Unidos.{28} Por ejemplo, hacia 1918, después de uno más de las disposiciones fiscales de Carranza, el gobierno británico emitió una protesta:
«El gobierno de su majestad considera que ese Decreto (…) es de un carácter arbitrario y de confiscación (…). Por estos motivos, el Gobierno de su majestad, formal y enérgicamente protesta contra la ejecución de las disposiciones del Decreto…»{29}
En su informe correspondiente a 1919, Carranza señaló las reiteradas notas de inconformidad enviadas por el gobierno de Estados Unidos. Las presiones ejercidas por los gobiernos extranjeros fueron múltiples y mantuvieron, por mucho tiempo, a la defensiva al gobierno mexicano. Aunque los gobiernos revolucionarios no claudicaron en su labor legislativa, este tipo de amagos demostró ser exitoso al menos en la aplicación «mesurada» de las disposiciones legales emitidas por el gobierno mexicano. Podemos afirmar que, en buena medida, los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos actuaban instados por las compañías petroleras.
Falseamiento de datos
Por otra parte, para evitar que se tuviera una idea clara de la cantidad de petróleo que se extraía y exportaba, las empresas recurrieron a otras tácticas como falsear los informes, impedir el paso a los inspectores de la Secretaría de Fomento y Secretaría de Trabajo, o bien intentar el soborno.
Muy esclarecedor de esto es el informe del ingeniero Salvador Casillas, que en su calidad de Inspector en Jefe en Minatitlán, consignaba una serie de anomalías a cargo de El Aguila. Estas se daban después de haberse requerido información relativa a producción y otros asuntos, a lo cual comentaba:
«Primera.- Se niegan los datos pedidos, desconociendo las obligaciones que tienen contraidas con nuestro gobierno, a cambio de las enormes concesiones de que gozan, aún en perjuicio de esos mismos intereses nacionales. Segunda.- Como lo declaran ellos paladinamente, los verdaderos datos sobre gastos y producción, los llevan en libros privados, que no pueden mostrar a los representantes del Gobierno; o más claro: la contabilidad que nos presentan es falsa.»{30}
Igualmente, los ingleses se negaron a dar información relativa a accidentes ocurridos en la refinería, de manera que las propiedades inglesas estaban vedadas a las autoridades mexicanas. Es un claro ejemplo de cómo los británicos rechazaban la posible fiscalización y control mexicano, y por el otro lado cómo el gobierno mexicano trataba de establecer un aparato burocrático capaz de vigilar a las compañías y así tener control sobre el petróleo.{31}
Es por esta práctica evasora que Venustiano Carranza había emitido un Decreto desde el 19 de septiembre de 1914, para que se hicieran avalúos de las compañías y así tener una idea clara de los bienes y valores que concentraban. Las compañías elevaron protestas con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y mantuvieron barcos de guerra frente a Tampico en actitud amenazante. No obstante el ambiente beligerante, Carranza continuó con su plan y el 8 de octubre creó junto con Pastor Rouaix, Secretario de Fomento, un cuerpo de inspectores para que vigilara los campos petroleros.
En esa misma sintonía, el propio gobernador de Veracruz, Heriberto Jara, señalaría la falta de datos sobre la industria petrolera, por lo cual emitió un Decreto, el 11 de mayo de 1916, en el sentido de subsanar esa carencia.{32} No obstante los intentos gubernamentales, en estos años convulsos fue casi imposible sujetar a las compañías en este aspecto.
Financiamiento a grupos armados
El recurso más extremo y acaso más eficaz que utilizaron las compañías petroleras para mantener control sobre los campos, explotación y exportación de combustible, fue el financiamiento de grupos rebeldes.
La utilidad de estas relaciones se vio en tres aspectos principalmente: 1.- A través de estos grupos armados las compañías mantenían control en las regiones petroleras impidiendo que otros alzados, sin control, cobraran contribuciones, secuestraran campos o atacaran instalaciones petroleras; 2.- sustraían del control del ejército gubernamental los campos petroleros impidiendo la entrada de inspectores o autoridades que fiscalizaran el proceso de extracción petrolera, y 3.- en años un poco posteriores se convirtieron en elementos de control sobre el naciente movimiento obrero.
El principal movimiento armado que financiaron las compañías fue el de Manuel Peláez en la Huasteca, donde estaban los pozos más productivos, aunque en el sur de Veracruz se reprodujo el esquema con Cástulo Pérez. Así, la unión entre compañías y rebeldes se dio ante las necesidades de unos por tener protección y control del petróleo, y otros por obtener financiamiento para su movilización.
La relación orgánica entre rebelión y petróleo se dio tan pronto como el carrancismo empezó a controlar territorialmente la zona petrolera y a aplicar sus disposiciones fiscales. De manera que, desde 1914, las compañías petroleras empezaron a aprovechar la inconformidad de Peláez, terrateniente afectado por el nuevo orden de cosas.{33}
Pronto se conoció la conexión mediante la cual las compañías proveían a los rebeldes de armas, municiones, dinero y hasta informes de los movimientos de tropas federales. Por ello, desde los inicios de 1915, Cándido Aguilar, entonces gobernador de Veracruz, mostraba extrañamiento ante las demandas de protección de las compañías petroleras, cuando ellas mismas proporcionaban elementos a los rebeldes.{34}
Las legislaciones petroleras de los carrancistas y la prolongación de la guerra europea, intensificaron la interacción entre las compañías y Peláez. Con el apoyo petrolero la fuerza de Peláez creció y para 1916 pudo ocupar los campos sustrayéndolos del control gubernamental. El propio embajador británico ante los Estados Unidos, Sir Cecil Spring Rice, señalaba: «Se puede proveer cierta cantidad de armas a Peláez pero no hombres.»{35} De este tipo de ejemplos de financiamiento a rebeldes hay decenas.
Por otra parte eran conocidos los casos de sobornos a agentes aduaneros para llevar armas a los rebeldes, o bien que éstas pasaban escondidas en los buques petroleros indiscriminadamente.{36}
Se consideraba que era mejor y más barato financiar a Peláez u otra opción anticarrancista, que permitir el pleno control del gobierno mexicano sobre el petróleo.{37}
En el archivo de El Aguila se conservan expedientes probatorios de los préstamos llamados forzosos que debía pagar la compañía a los rebeldes, divididos por distintos conceptos, lo cual denota una organización contable en torno al dinero que iba a los rebeldes. Por ejemplo entre julio de 1913 y mayo de 1917, tan sólo en la barra de Tuxpan, El Aguila había hecho préstamos por $55.632,82 en oro nacional, $39.403,33 en materiales, armas, combustible y elementos varios, $81.741,79 en semovientes, en el rubro de alimentación forzosa de tropa, caballada $79.492,53, y así sucesivamente.{38}
Era claro que las compañías no estaban dispuestas a perder el control de los campos petroleros mientras durara la guerra, ello desde luego que tenía un costo: se dice que las compañías otorgaban entre 40.000 y 200.000 dólares mensuales a Peláez y no sólo eso, sino que deseaban verlo como Presidente.
De qué tamaño serían las utilidades de los petroleros que estaban dispuestos a pagar esa cantidad por protección.{39}
La otra opción para los petroleros, por cierto menos atractiva, era la de Félix Díaz. En contra del sobrino de don Porfirio estaba el hecho de que tenía poco control de territorio y de tropa, militarmente era una alternativa poco viable y por ello los movimientos de Díaz se hicieron más en un nivel político internacional, tratando de lograr el reconocimiento de los gobiernos extranjeros. Ya en 1916, varios felicistas habían viajado a Nueva York entrevistándose con representantes petroleros. Incluso en el estado de Veracruz había emisarios de las compañías que mantenían contacto con Félix Díaz.{40}
Los ingleses también soñaban con que Félix Díaz pudiera asumir el poder en México, y haciendo cuentas alegres en ese sentido calculaban que: las concesiones petroleras se extenderían, que se indemnizaría a Cowdray y que la explotación de la ruta del Istmo se prolongaría por «sólo» 999 años.{41}
Finalmente, la inviabilidad del movimiento felicista, la ausencia de poder militar y de control territorial, así como el fortalecimiento de los gobiernos revolucionarios, borraron a Félix Díaz del mapa de los intereses petroleros.
En el sur de Veracruz las compañías inglesas también hicieron su apuesta por el apoyo a un grupo armado. De nuevo se dio una identificación de causas entre grupos de ganaderos y compañías extranjeras, ambos enemigos del gobierno de la Revolución. En principio los ganaderos rebeldes habían encontrado en los asaltos a El Aguila una fuente de recursos, como entonces la vigilancia de las tropas carrancistas era exigua, dada la persecución que se hacía de zapatistas y villistas, la compañía petrolera decidió mejor pagar la protección de los rebeldes.
Así es como se iniciaron los nexos entre El Aguila y Cástulo Pérez. Para el año de 1916, al igual que en la Huasteca, las relaciones entre compañía y rebeldes estaban más o menos regularizadas. Entonces ya se denunciaban tales nexos que habían sido probados por el suministro armamentístico a través de los buques petroleros o de los barcos bananeros en los que se escondían las armas y el parque.{42} Por ello, las autoridades militares comenzaron a hacer inspecciones regulares en los transportes e instalaciones de los petroleros, como las realizadas por el General Jesús Hernández junto con los miembros de la aduana. Aunque muchas de las inspecciones eran infructuosas pues las compañías estaban advertidas de cuándo se efectuarían o simplemente se negaba el paso a sus instalaciones.{43}
Al terminar el régimen carrancista, los vínculos de Cástulo Pérez y las compañías se habían mantenido, ahora Pérez hacía labores de represión en contra del creciente movimiento obrero, por ello, no sin desdoro la compañía El Aguila habría de hacer saber en un comunicado:
«Las relaciones entre el General Pérez y la compañía son cordiales, por lo mismo sería deseable para la compañía que este jefe militar continuara con el mando en la región del Istmo. (…) De todos modos la permanencia de Pérez en estos lugares es actualmente una garantía para la compañía.»{44}
La opción cero, la invasión
Un recurso también inscrito en la vía violenta, era el de instar a que el gobierno norteamericano iniciara una invasión a las zonas petroleras, bajo el argumento de que éstas podían caer en manos de los alemanes o bien de que el gobierno revolucionario cerraría el suministro de petróleo.{45}
Tal percepción en parte se alimentaba por el supuesto radicalismo de algunos funcionarios mexicanos. Por ejemplo, el gerente de El Aguila, Mr. Ryder, comentaba que el General Cándido Aguilar señalaba a las compañías petroleras como los culpables de los problemas internacionales de México, añadiendo que si se daba una invasión de marines los pozos serían incendiados.{46}
Al parecer el intento más estructurado por organizar una invasión (hubo varios), se dio en 1919, cuando el 6 de julio se integró el Fall Committe (llamado así porque lo presidía el senador Albert Fall), el cual, después de una «investigación» de la situación en México, inició una campaña en que llegaron a pedir al presidente Wilson que retirara el reconocimiento a Carranza.
En noviembre de 1919, el fuego fue atizado por el caso Jenkins, cónsul norteamericano en Puebla que supuestamente habría sido secuestrado (se insistió mucho que se trataba de un auto secuestro). Entonces el Secretario Lansing, coincidiendo con Doheny, pidió se declarara la guerra a México. Pero como era claro que se trataría de una aventura, Wilson y la mayoría de su gabinete se opusieron.
La opción cero desde luego fue la más intimidante y puso a prueba el temple de los gobiernos mexicanos, particularmente Carranza tuvo que enfrentar esta tensión y presión a su gobierno, sin embargo contaba con un contexto internacional favorable. Carranza sabía que los Estados Unidos no se involucrarían en una invasión a México justo cuando se desarrollaba en Europa la I Guerra Mundial. Desviar tropas a México era distraerse del evento militar realmente importante en ese momento, de hecho tal había sido el intento de los alemanes al tratar de involucrar a México en ese conflicto. El famoso incidente del canciller Zimmermann fue la máxima prueba de tal plan que desde luego no se llevó a cabo. Carranza aquilató bien el peso de los factores en conflicto en ese momento y decidió mantener la neutralidad de México, no hizo eco de la solicitud alemana pero tampoco fue víctima de las presiones estadounidenses y británicas.
El arreglo político, la corrupción de funcionarios
Otro recurso, nada desdeñable, del que se valieron las compañías, fue el de la corrupción de políticos. Las compañías habían considerado que era importante tener como representantes de sus intereses a algunos de los representantes del pueblo mexicano. De tal manera hubo acercamientos con funcionarios y representantes en las cámaras de diputados y senadores.
Esto se dio desde los tiempos de don Porfirio pues, como es sabido, en el Consejo administrativo de El Aguila estaban inscritos varios porfiristas prominentes, empezando por el hijo del entonces presidente.
Durante el carrancismo, El Aguila contrató los servicios del ex diputado Querido Moheno, famoso por haber sido miembro del grupo llamado «cuadrilátero» que había constituido una férrea oposición al maderismo. Su misión sería oponerse a la aplicación del artículo 27 de la Constitución de 1917 y al respecto publicar artículos en periódicos.
Un caso que podemos considerar emblemático es el de Félix F. Palavicini, quien prestó servicios a las compañías no sólo como periodista cuando era director de El Universal, sino también en su calidad de representante popular en la Cámara de Diputados. Palavicini estaba en la nómina de El Aguila y tenía por misión dar un viraje favorable a las compañías, a la legislación relativa al petróleo durante los trabajos del congreso constituyente, entre 1916 y 1917.{47}
En otro nivel, las compañías también utilizaban su dinero para comprar la consciencia de los alcaldes y diputados en las localidades petroleras. Esto era de importancia pues no existían, hasta 1918, las Juntas de Conciliación y Arbitraje, de manera que eran las autoridades locales las que determinaba la solución de problemas de orden laboral, huelguístico y demandas de trabajo entre los obreros y compañías petroleras. Un caso, entre muchos, fue el del presidente municipal de Minatitlán, Francisco Morgan, quien había realizado su campaña política con dinero de El Aguila, y que en la práctica como funcionario siempre actuó a favor de los ingleses.{48}
Como se ve, las compañías invirtieron dinero en pagos a periodistas, corrupción de políticos y financiamiento de grupos rebeldes; sin embargo, estos gastos debieron haber sido ínfimos al lado de las ganancias que obtenían por la extracción del petróleo mexicano. Ello sin contar las presiones políticas y diplomáticas: todo fue preferible entonces, antes que sujetarse a la nueva legalidad que había elegido la sociedad mexicana.
III
El combustible de la industria petrolera
Hasta aquí se ha comentado una serie de circunstancias: legislaciones, impuestos, movimientos armados y surgimiento de organización obrera, que en teoría debieron haber obstaculizado el crecimiento de la industria petrolera. Sin embargo las compañías, como ya se expuso, ensayaron toda clase de respuestas: legales o extralegales, para mantener sus privilegios.
Cabe preguntarse entonces: si eran tan adversas las condiciones para el desarrollo de la industria petrolera, ¿cuáles fueron los factores que permitieron y estimularon ese crecimiento? Desde luego podemos aseverar que estaba en juego mucho dinero, pues el petróleo era el mejor negocio del mundo, pero además había circunstancias vinculadas a procesos tecnológicos, el pago de impuestos, la lógica de la guerra y el desarrollo de la economía mundial, que constituyeron el verdadero combustible al crecimiento de la industria petrolera en plena Revolución.
Reconversión tecnológica
Durante todo el siglo XIX y en los albores del XX, el carbón fue el principal energético en el mundo. Sin embargo, los yacimientos de hulla empezaron a demostrar un cierto agotamiento en los inicios del siglo XX, lo cual, aunado a que la demanda en los países industrializados aumentaba casi tanto como los precios y que se habían dado huelgas de mineros, generaron una crisis en torno al carbón.
Así tenemos que entre 1901 y 1905, el consumo promedio anual de Estados Unidos había sido de 279 millones de toneladas de carbón, pero para 1911 eran ya 425 millones y 495 en 1913; en Inglaterra, los requerimientos pasaron de 166 millones a 185 y luego a 214 millones de toneladas, mientras que en Alemania fueron de 99 a 133 y luego a 180 millones de toneladas de carbón en el mismo periodo.{49} Sin embargo, la producción mundial había dado muestras de estancamiento, por ejemplo en Inglaterra se habían producido 287 millones de toneladas en 1913 que se redujeron a 229 en 1919, la misma tendencia se dio en Francia y otros países productores, de hecho sólo en Estados Unidos se dio un ritmo ascendente.
El estancamiento en la producción huyera se dio justo en el momento en que se operaba una reconversión de orden tecnológico. Hacia finales del siglo XIX se inventó el motor de combustión interna de diesel; con ello empezó a realizarse un proceso de sustitución de energéticos, dejándose el carbón en favor del petróleo debido a que este último tenía mejor precio, facilidad de manejo y mayor rendimiento. Se calculaba entonces que una tonelada de diesel ofrecía el rendimiento de seis de carbón. En ese sentido de reconversión tecnológica, en México se realizaron, desde 1907, pruebas en el Ferrocarril de Tehuantepec tanto con carbón como con petróleo. El resultado demostró mayor rendimiento, velocidad, preservación de máquinas y ahorro con el petróleo.{50}
Este desarrollo tecnológico y las dificultades en la producción carbonífera, propiciaron la aplicación masiva del petróleo. En Inglaterra, Lord Fisher, Primer Lord del Almirantazgo, tuvo una actuación visionaria pues desde 1908 influyó para que la marina inglesa cambiara el patrón energético del carbón por el del petróleo.{51} Posteriormente Sir Winston Churchill, con el mismo nombramiento de Fisher a partir de 1911, propuso que esta innovación tecnológica fuera aplicada en la armada de su país; de forma que para 1912 la mayor parte de los barcos ingleses se movían con petróleo. Por ello, en 1913, Pearson mandó a construir una flota petrolera de veinte barcos para transportar petróleo a la marina inglesa.{52} No cabe duda que los ingleses estaban muy alertas ante la cuestión de los energéticos y su reconversión.
En México también se dio rápidamente la suplantación del carbón. Por ello, para 1912, en el Estado de Veracruz todos los ferrocarriles usaban petróleo.{53} Otro tanto hicieron por la reconversión energética que se daba, el proceso de industrialización en Europa y Estados Unidos así como el enorme impulso que tuvo la industria automotriz.
En ese contexto, la importancia del petróleo fue creciente: rápidamente se dio un enorme desarrollo en la exploración de campos, producción y consumo como se puede observar en las estadísticas de producción en México y en el Mundo. Por ejemplo la producción de los Estados Unidos pasó de 68 millones de barriles en 1901, a 209 en 1910 y a 443 en 1920. Ni qué decir a nivel mundial, donde se mostraba creciente avidez por el energético al casi duplicarse la producción, al pasar de 344 millones de barriles producidos en 1911 a 660 en 1920 (Ver Cuadro B).
Los temidos impuestos
Otra de las paradojas que se dieron en torno al petróleo durante los años de la Revolución en México, fue el relativo al pago de impuestos. Como se ha explicado ya, las compañías resistieron por varias vías y hasta el límite de sus fuerzas a la fiscalización gubernamental.
Sin embargo, bien pudo el pago de impuestos haberse convertido en una suerte de vacuna para las compañías ante la posible intervención de campos e instalaciones por parte de los gobiernos revolucionarios.
Debemos considerar que los gobiernos de estos años, inmersos en la lógica de la Revolución, no tenían la capacidad de apoderarse y dirigir esta industria cuya explotación tenía un alto grado de complejidad, además, los elementos de transportación –es decir la flota petrolera– pertenecía a las compañías, y el mercado era dominado por las potencias, de manera que las posibilidades reales de una expropiación eran pocas.
En realidad, los gobiernos de la Revolución, al igual que los grupos de rebeldes, prefirieron concentrarse en el cobro de impuestos o cuotas, según fuera el caso, antes que meterse en el complicado proceso de dirigir la industria petrolera. De manera que el gobierno mexicano concentró sus fuerzas en cobrar los impuestos y, pese a la reticencia de las compañías, pronto se vieron los beneficios en materia de recaudación, pues si, hacia 1912, las petroleras pagaban menos de medio millón de pesos, en 1917 serían 7 millones, que en 1919 se transformaron en 17 millones y 51 millones en 1920. Aunque era una cantidad mínima, considerando los beneficios que obtenían las compañías. Rápidamente el significado de los impuestos pagados por la industria petrolera fue creciendo, y si en 1918 era casi el 11% sobre el total de los ingresos federales, un par de años después era el doble (Cuadro C).
Si tomamos en cuenta el contexto de guerra civil que se vivía en México y los gastos que esto ocasionaba, tendremos que los impuestos petroleros para el gobierno mexicano no sólo eran una cuestión de rectoría sobre el subsuelo o de soberanía nacional, era sobre todo una cuestión de supervivencia.
Por ello, tanto las tropas federales como los rebeldes, tuvieron buen cuidado de no afectar las instalaciones y campos petroleros. Prueba de ello es que se dieron pocos ejemplos de suspención de actividades petroleras a causa de los movimientos armados.
La Primera Guerra Mundial, el factor determinante
Claramente, el desarrollo de la I Guerra Mundial fue el evento que determinó el crecimiento de la industria petrolera en México en medio de la guerra civil. La guerra que se desarrolló en el continente europeo entre 1914 y 1918, como resultado del expansionismo de algunas potencias, exponenció enormemente el consumo petrolero para elementos de guerra (barcos, aviones, tanques, ferrocarriles, automóviles, &c.), convirtiendo al petróleo en un precioso insumo vital para ganar la contienda. Por ello, al estallar la I Guerra Mundial, parte de la estrategia militar se hizo en función de las reservas petroleras. En Europa, los principales mantos estaban en Rusia, lejanos y resguardados, y los de Rumania (que en 1913 había ocupado el segundo lugar mundial de producción), rápidamente se convirtieron en un objetivo de guerra.{54} Por ello, los ingleses, que mantenían su abasto energético por medio de Estados Unidos y México, procedieron a la destrucción de los campos rumanos en 1915 antes de que cayeran en poder de los alemanes. Otra pieza clave en el ajedrez mundial del petróleo fue Persia, que tenía probadas reservas petroleras, debido a ello, años más tarde, hasta allá trasladaron la disputa de las potencias europeas, entonces los ingleses enviaron fuerzas expedicionarias al oriente con el fin de impedir que esos campos cayeran en manos germanas.{55}
Este evento exógeno a la realidad mexicana, pronto involucró a nuestro país por su creciente producción petrolera y por su ubicación geográfica. Así, México pasó rápidamente de una producción incipiente a principios del siglo XX, a convertirse en uno de los principales productores mundiales. De tal forma, observamos cómo el contexto de política, guerra y mercado internacional se sobrepuso como preponderante al nacional en materia de petróleo.
Para 1911, en plena Revolución Mexicana, se producían poco más de 12 y medio millones de barriles, y hacia 1913, después del golpe militar de Huerta, nuestro país ya tenía una presencia mundial con más de 25,6 millones de barriles, lo cual lo colocaba atrás de los Estados Unidos, Rusia y Rumania. En México la contienda interna no afectó el ritmo de producción petrolera y se mantendrían los aumentos. Para 1916 la producción nacional superaba los 40,5 millones de barriles, y en 1918 se produjeron casi los 64 millones de barriles que representaba más del 12% de la producción mundial, un récord en ese momento; así, México se convirtió en el segundo productor mundial desbancando a la URSS que durante el año anterior había entrado en conflagración interna con la Revolución bolchevique, sustrayendo su producción del mercado internacional.
Todos estos elementos determinaron la importancia estratégica del petróleo mexicano en los años de guerra europea. Así mientras Alemania se quedó sin suficiente abastecimiento, los Aliados contaron con el grueso de la producción mundial entre el petróleo de Estados Unidos y el de México. Para tener una idea más clara, vale considerar que durante los años de la guerra, el petróleo producido entre México y los Estados Unidos, representó casi el 75% de la producción mundial (Cuadro B). De hecho, esa tendencia se mantuvo, y hacia 1921 más del 90% de lo producido en todo el orbe, provenía de México y Estados Unidos.
La creciente importancia de la producción mexicana y el carácter estratégico que había adquirido, generaron una disputa diplomática en la que Alemania representaba un peligro para los Aliados. Mucho especularon ingleses y norteamericanos sobre las tendencias pro germanas de Carranza, y de la existencia de un plan para controlar la industria para los alemanes. Los norteamericanos, temerosos de que México vendiera petróleo a Alemania o que declarara la guerra a los aliados, como de hecho habían propuesto los alemanes a través del canciller Zimmermann, mostraron su desacuerdo con la neutralidad de México ante la guerra, postulada por Carranza. En ese sentido, Robert Lansing argumentaba: «no podemos respetar la neutralidad mexicana en lo que se refiere a Tampico».{56}
Por si acaso, como ya se dijo, Estados Unidos y Gran Bretaña habían considerado, como plan de contingencia, la posibilidad de una invasión a los campos petroleros si Carranza obstruía la exportación o, peor aún, si realizaba la alianza propuesta por los alemanes.{57} Desde luego, el flujo constante de petróleo a los Aliados disolvió esas ideas.
En cuanto al conflicto armado, el impacto del petróleo mexicano debe medirse en dos niveles, primero el petróleo que iba directamente de los campos de Tuxpan y refinería en Minatitlán para la armada británica (que cuantificablemente es menor), y, segundo, el petróleo mexicano que se iba a los Estados Unidos y de ahí a Inglaterra.
La mayor parte de las exportaciones petroleras salían por Tuxpan y Tampico, casi siempre hacia Estados Unidos. En el Istmo, la producción y exportación era, comparativamente, muy menor; sin embargo, las exportaciones istmeñas tenían la particularidad de que casi en su totalidad eran productos refinados que se enviaban a Inglaterra. Es notorio cómo las exportaciones por el Istmo mostraron concordancia con los ritmos de la guerra mundial.{58}
Entre 1914 y 1918, los años de la guerra, México produjo casi 220 millones de barriles, de los cuales fueron exportados unos 173 millones, lo que representa el 79% (Cuadro E).
Esta ecuación de aprovisionamiento de petróleo mexicano a la guerra es clarísima: 1.- Los Estados Unidos, no obstante ser el principal productor, temía el agotamiento de sus mantos y por ello veían en el petróleo mexicano una reserva natural; 2.- dado el proceso de industrialización interno e ingreso a la contienda en Europa (hasta 1917), Estados Unidos consumía la mayor parte de su petróleo y sin embargo suministraba de combustible a la Gran Bretaña que se encontraba en plena contienda; 3.- observamos cómo en 1915 el 97,5% de las importaciones petroleras en Estados Unidos provenían de México; en 1916 fue el 95%, en 1917 el 98.5% y en 1918 el 99,9%;{59} (Cuadro D) ergo el petróleo mexicano se convirtió en elemento estratégico, pues era el que en realidad se suministraba para la guerra.
De hecho, técnicamente, las importaciones inglesas no eran tan cuantiosas, pues el petróleo de la Barra de Tuxpan llegaba terciado por los Estados Unidos. Entre 1914 y 1918, Gran Bretaña importó 72.2 millones de barriles de Estados Unidos y 7.3 millones provenientes de México, pero Estados Unidos había importado cerca de 110 millones de barriles en el mismo período.{60} Se calcula pues que el 75% de los requerimientos petroleros de la armada británica eran cubiertos con petróleo mexicano, que sirvió para solventar las necesidades bélicas de los Aliados (Cuadro F).{61} De hecho las exportaciones contabilizadas a la Gran Bretaña se concentraron en el petróleo refinado del Istmo veracruzano.{62}
Fue en ese contexto de guerra en el que se exponenció la importancia del petróleo mexicano. Por ello no era raro que las compañías estuvieran dispuestas a financiar movimientos armados con tal de controlar la extracción y exportación del petróleo, ni que los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra estuvieran listos a secundar a las compañías petroleras; no era extraño que los principales ofrecimientos de algunos grupos rebeldes, fueran en torno a prebendas al capital petrolero internacional. No era raro que se diera una disputa mundial por el petróleo mexicano.
Igualmente explicable es que las exploraciones en nuestro país fueran tan intensas; incluso con una legislación que pretendía ser restrictiva se siguieron otorgando permisos de perforación y construcción de oleoductos. Una prueba es que, para 1917, había 134 empresas petroleras registrada en México,{63} en 1918 había 919 pozos perforados, de los cuales 324 eran productivos.{64} Lo más importante era que algunos de estos pozos eran riquísimos, como los encontrados en la Faja de Oro: Potrero del Llano, Amatlán, Zurita 3, Cerro Azul 4 y otros más.
Fue debido a que se descubrieron esos enormes ríos subterráneos de petróleo, que la producción mexicana continuó a la alza, no obstante que había terminado la guerra. Así se mantuvieron incrementos impresionantes hasta llegar a más de 153 millones de barriles en 1920 lo que era el 28% de la producción mundial alcanzando el tope máximo el año siguiente con más de 193 millones de barriles, entonces uno de cada cuatro barriles que se producían en el mundo era mexicano de origen.
La conclusión de la guerra cambió el contexto de producción y consumo mundial del petróleo. Para empezar, disminuyó un tanto el consumo al cesar el movimiento intenso de barcos de guerra, ferrocarriles y maquinaria bélica. Por otra parte se iniciaron nuevas exploraciones por todo el mundo; los ingleses habían aprendido que eran demasiadas las molestias ocasionadas por los gobiernos nacionalistas mexicanos y los flujos rusos estaban bajo el poder bolchevique, entonces los petroleros buscaron y encontraron buenas alternativas en Venezuela y Arabia.
Bajo esas condiciones la producción en México dejó de crecer en 1922, junto al hecho de que varios pozos se agotaron sobreviniendo el estancamiento, así, para 1929 se producía lo mismo que en 1916.
Money, money, money…
Se atribuye a John D. Rockefeller, el magnate fundador de la Standard Oil, el dicho de que el mejor negocio del mundo es el petróleo bien administrado y que el segundo mejor negocio es el petróleo mal administrado. Algo debía saber Rockefeller al respecto, pues con el petróleo se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. En efecto, el desarrollo de este negocio mostró muy pronto que era una inversión redonda casi bajo cualquier circunstancia, tal como hemos comprobado. Así observamos que el conflicto bélico, paradójicamente, propició que, el de por sí redituable negocio del petróleo se incrementara aún más.
La guerra incrementó el uso y demanda del petróleo y con ello su precio. Así, los precios del barril pasaron de 0,62 dólares en 1910, a 1,10 en 1916, 1,56 en 1917, 1,98 en 1918, 2,01 en 1919 y hasta 3,07 dólares en 1920.{65} De esta manera empezaron a fluir grandes recursos provenientes del petróleo hasta convertirse probablemente en el principal motor de la economía y la principal fuente de recursos del erario.
Lógicamente, esta situación generó enormes utilidades para las compañías petroleras. Las casi fantásticas ganancias que obtenían las compañías petroleras, fueron otro factor determinante para que las exploraciones, extracción y exportación no se detuvieran bajo circunstancia alguna, y aunque las compañías por sistema se negaban a pagar impuestos arguyendo la merma en sus ganancias, la realidad era exactamente la contraria.
Al respecto, Lorenzo Meyer señala que de acuerdo a diversos cálculos, una inversión inicial de 100 millones de dólares produjo de mil a cinco mil millones de dólares.{66} Otra prueba del gran negocio que realizaban las compañías eran las utilidades netas reconocidas oficialmente (ya sabemos que era frecuente la ocultación de datos reales); por ejemplo, El Aguila declaraba haber obtenido 874.000 dólares en 1911 que, un año después, se habían convertido en cuatro millones, mismos que se vieron quintuplicados en 1917, justo en medio de la guerra mundial y de la Revolución Mexicana, hasta llegar a casi los 30 millones en 1918 (Cuadro G). Además, El Aguila había declarado en 1913 tener un valor en libro por 45 millones, pero en 1922 eran 130 millones de dólares.{67}
No cabe duda que los ríos de dinero que corrían en el negocio del petróleo fue un incentivo suficiente para que las compañías aceptaran lidiar con gobiernos revolucionarios, grupos de rebeldes, impuestos y obreros en vías de organización.
Conclusión
Internamente, el petróleo fue uno de los grandes temas en los años de la Revolución, como se ha visto en términos de política nacional e internacional, legislativo, de soberanía nacional, militar, pero también en lo referente a la economía.
Como hemos visto, en el marco de la guerra intestina durante los años de la Revolución, diversos sectores productivos se vieron deteriorados, pero no el petrolero, que al estar ligado intensamente a circuitos comerciales y a la lógica internacional, se mantuvo razonablemente al margen de los efectos de la contienda armada. Por ese vínculo y otras cuestiones ya explicadas, la industria petrolera logró un notable desarrollo en medio del caos, demostrando, en este caso específico, cómo la lógica de la política internacional y del mercado mundial, lograron imponerse a la circunstancia nacional.
El petróleo ha sido uno de los bienes más codiciados por la humanidad como se mostró en el caso mexicano. En antaño como en hogaño, el oro negro ha generado grandes ganancias económicas para quienes lo han detentado, y por esos veneros del diablo se han provocado intervenciones, rebeliones, golpes militares, asonadas, &c. En ese sentido nada nuevo ha dicho en sus memorias Alan Greenspan (encargado de la Reserva Federal de los Estados Unidos durante los últimos 18 años), al afirmar que la guerra de invasión a Irak se debió en gran parte al petróleo, como lo fue antes el intervencionismo en Venezuela, los conflictos en el medio oriente, o el financiamiento de rebeliones en México, mostrando en todos los casos claramente la faceta expansionista del capital y de los intereses de las grandes compañías.
En México, el caso del petróleo es el botón de muestra que exhibe la estrecha conexión que hay entre: política, relaciones internacionales, economía, todos ellos factores que se influyen mutuamente y cuyo valor parece ser variable pero cuyo vínculo es indisoluble.
Cuadro A
Producción petrolera Mundial y en México durante los años del porfiriato (Barriles)
Año | México | Total mundial | % México |
1901 | 10.345 | 167.434.434 | 0,01 |
1902 | 40.200 | 182.006.076 | 0,02 |
1903 | 73.375 | 194.879.669 | 0,04 |
1904 | 125.625 | 218.204.391 | 0,06 |
1905 | 251.250 | 215.292.167 | 0,12 |
1906 | 502.500 | 213.415.360 | 0,24 |
1907 | 1.005.000 | 264.245.419 | 0,38 |
1908 | 3.932.900 | 285.552.746 | 1,38 |
1909 | 2.713.500 | 298.616.405 | 0,91 |
1910 | 3.634.080 | 327.937.629 | 1,11 |
1911 | 12.552.798 | 344.174.355 | 3,65 |
Fuente: Boletín del Petróleo, enero de 1923, p.100. PRO-FO, Vol. 9569, Fol. 9. Enciclopedia Espasa Calpe.
Cuadro B
Producción Mundial de Petróleo (Miles de Barriles)
Año | México | % | E.U. | % | Rusia/URSS | % | Otros Países | % | Total |
1911 | 12.553 | 3,7 | 220.449 | 65 | 66.184 | 19,2 | 44.988 | 12,1 | 344.174 |
1912 | 16.558 | 4,7 | 222.935 | 64,8 | 68.019 | 19,3 | 44.935 | 11,2 | 352.447 |
1913 | 25.696 | 6,7 | 248.446 | 65,8 | 62.834 | 16,4 | 46.571 | 11,1 | 383.547 |
1914 | 26.235 | 6,5 | 265.763 | 65,8 | 67.020 | 16,6 | 44.728 | 11,1 | 403.746 |
1915 | 32.911 | 7,7 | 281.104 | 65 | 68.548 | 16 | 45.177 | 11,3 | 427.740 |
1916 | 40.546 | 8,8 | 300.767 | 66,2 | 65.817 | 14,3 | 54.363 | 10,7 | 461.493 |
1917 | 55.293 | 10,9 | 335.316 | 69,2 | 63.072 | 12,4 | 60.858 | 7,5 | 506.703 |
1918 | 63.828 | 12,4 | 355.928 | 67,8 | 27.168 | 5,3 | 40.447 | 14,5 | 514.539 |
1919 | 87.073 | 16,6 | 377.719 | 67 | 31.752 | 5,7 | 60.956 | 10,7 | 557.500 |
1920 | 157.068 | 23,8 | 443.402 | 62,3 | 25.430 | 3,9 | 38.100 | 5,8 | 660.000 |
1921 | 193.397 | 25,5 | 472.183 | 65,7 | 28.968 | 3,8 | 71.355 | 5 | 765.903 |
1922 | 182.278 | 21,5 | 557.531 | 65,7 | 35.692 | 4,2 | 73.260 | 8,6 | 848.761 |
1923 | 149.529 | 14,7 | 725.702 | 71,4 | 38.167 | 3,8 | 102.329 | 10,1 | 1.015.727 |
1924 | 139.497 | 13,8 | 713.940 | 70,4 | 43.355 | 4,3 | 117.818 | 11,5 | 1.014.160 |
Fuente: Boletín del Petróleo, febrero de 1921, página 115: datos de los años de 1912 a 1915. Archivo Histórico de PEMEX, Caja 2070, Exp. 56014, México y totales correspondientes a 1912-1920, Estados Unidos 1912-1924 y Rusia de 1913 a 1917. Boletín del Petróleo, enero de 1924, dato de: Rusia para 1923. En Gurza, Jaime, Op. cit., datos de: México y totales de 1916 a 1922. Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-Calpe, datos de: Rusia y Totales de 1920-1924.
Cuadro C
Pagos anuales de impuestos de la Industria petrolera (pesos)
Año | Ingresos federales | Impuestos petroleros | % de impuestos petroleros |
1912 | 494.000 | ||
1913 | 767.000 | ||
1914 | 1.234.000 | ||
1915 | 1.943.000 | ||
1916 | 3.088.000 | ||
1917 | 7.553.000 | ||
1918 | 111.182.000 | 12.008.000 | 10,8 |
1919 | 130.980.000 | 17.332.000 | 13,2 |
1920 | 238.243.000 | 51.314.000 | 21,5 |
Meyer, Lorenzo. México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero 1917-1942. México, El Colegio de México, 1981. Página 35.
Cuadro D
Importaciones de petróleo de los Estados Unidos y participación mexicana. 1913-1918 (barriles de petróleo).
Año | Importaciones totales | Importaciones México | Participación mexicana % |
1913 | 12.157.142 | 11.600.000 | 95,4 |
1914 | 18.404.761 | 17.564.285 | 95,4 |
1915 | 15.564.285 | 15.176.190 | 97,5 |
1916 | 20.697.619 | 19.857.142 | 95 |
1917 | 24.633.333 | 24.261.904 | 98,5 |
1918 | 32.083.333 | 32.061.904 | 99,9 |
Fuente: Esperanza Durán, Guerra y revolución, p.61.
Cuadro E
Producción y exportación petrolera de México (barriles)
Año | Producción | Exportación | % exportado |
1911 | 12.552.798 | 901.596 | 7,2 |
1912 | 16.558.215 | 7.729.421 | 46,7 |
1913 | 25.696.291 | 21.330.868 | 83 |
1914 | 26.235.403 | 23.365.513 | 89,1 |
1915 | 32.910.508 | 24.769.333 | 75,2 |
1916 | 40.545.712 | 27.268.749 | 67,3 |
1917 | 55.292.770 | 46.023.740 | 83,2 |
1918 | 63.828.326 | 51.767.219 | 81,1 |
1919 | 87.072.954 | 75.549.715 | 86,8 |
1920 | 157.068.678 | 145.508.949 | 92,6 |
Fuente: AHPEMEX, Caja 2074, Exp. Documents Pertainning to Taxtion of the oil Industry in Mexico. También en Díaz Dufoo, Carlos. La Cuestión del Petróleo, y PRO-FO 371, Vol. 9569, Fol.9.
Cuadro F
Distribución de exportaciones petroleras de México (%)
Año | Estados Unidos | Gran Bretaña |
1916 | 85,2 | |
1917 | 77,7 | |
1918 | 87,4 | |
1919 | 76,3 | |
1920 | 75,6 | 6,7 |
1921 | 74,3 | 5,9 |
Fuente: Díaz Dufoo, Op. cit., página 101; también en El Petróleo la más grande riqueza nacional, página 281.
Cuadro G
Utilidades de la compañía El Aguila (miles de dólares)
Año | Utilidad Bruta |
1911 | 874,20 |
1912 | 4.264,90 |
1913 | 8.166,50 |
1914 | 9.689,60 |
1915 | 11.215,50 |
1916 | 18.082,40 |
1917 | 20.752,30 |
1918 | 29.117,10 |
Fuente: El Universal, 18 de marzo de 1919.
Bibliografía
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Meyer, Lorenzo. Su Majestad Británica contra la Revolución Mexicana, México, El Colegio de México, 1991.
Spender, John Alfred. Weetman Pearson first Viscount Cowdray 1856-1927. Londres, Cassell and Company Ltd., 1930.
Ulloa, Berta. Veracruz, capital de la nación. México, Colmex y Gobierno del Estado de Veracruz, 1986.
Valdivieso Castillo, Julio. Historia del Movimiento Sindical Petrolero en Minatitlán Veracruz, México, s.p.i., 1963.
Young, Desmond. Member for Mexico. A Biography of Weetman Pearson, first viscount Cowdray, Londres, Cassell and Co. Ltd., 1966.
Archivos
Archivo Fernando Torreblanca, Fondo Alvaro Obregón (AFT-FAO).
Archivo General de la Nación, Fondo Departamento del Petróleo (AGN-DP).
Archivo General de la Nación, Fondo Gobernación (AGN-FG).
Archivo General de la Nación, Fondo SCOP (AGN-SCOP)
Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos (AHPEMEX).
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Fondo Histórico (ADN-FH).
Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (ARE).
Archivo Juan Barragán, Cesu-UNAM (AJB).
Archivo Venustiano Carranza, Condumex (AVC-CEHM)
Archivo Weetman Pearson (AWP)
National Archives Washington, Records Department of State, Internal Affaires Mexico (RDS-IAM).
Public Record Office, Foreign Office (PRO-FO).
Notas
{1} En esa época la Standard Oil controlaba buena parte de la Waters Pierce, pero en los mismos inicios del siglo XX empezaron a surgir diferencias entre una y otra compañía, además que el contrato entre ambas terminó en 1908.
{2} Los datos biográficos de Weetman Pearson, se encuentran ampliados en Spender, John Alfred. Weetman Pearson first Viscount Cowdray 1856-1927. Londres, Cassell and Company Ltd., 1930 y también en Young, Desmond. Member for Mexico. A Biography of Weetman Pearson, first viscount Cowdray, Londres, Cassell and Co. Ltd., 1966.
{3} Ver Durán, Esperanza. El Petróleo Mexicano en la Primera Guerra Mundial. México, Colmex, Col. Cuadernos sobre perspectiva energética, 1981, página 7.
{4} Porfirio Díaz hijo fue electo miembro del Consejo de Administración el 22 de mayo de 1909, aunque para 1912 había salido del mismo, que para entonces era presidido por Enrique Creel. Otros miembros entonces eran Luis Riba, Salvador Cancino, Fernando Pimentel; ver Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos (AHPEMEX), Caja 1636, Exp. Consejo de Administración 1909-1920. Otro ejemplo de las buenas relaciones con los funcionarios mexicanos son los obsequios de Pearson a Limantour, a quien en 1904 habría enviado 8 cajas de whisky y un microscopio para E. Liceaga, ver al Archivo de Weetman Pearson, Caja A4, File 5. También consultar Spender, Op. cit., páginas 188-189.
{5} Ver «Decreto del C. Presidente de la República por medio del cual se establece un impuesto sobre el petróleo crudo», en Legislación Petrolera. Leyes, decretos y disposiciones administrativas referentes a la industria del petróleo. 783-1921. México, Secretaría de Educación Pública, 1922, página 17.
{6} Ver Gurza, Jaime. Apuntes sobre la cuestión petrolera en México, México, 1923, página 37.
{7} Ver Meyer, L. México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero 1917-1942. México, El Colegio de México, 1981, páginas 62-63.
{8} Ibid, página 65.
{9} Ver Meyer, L. Su Majestad Británica contra la Revolución Mexicana, México, El Colegio de México, 1991, páginas 106-107.
{10} Ver Brown, Jonathan. Petróleo y Revolución en México. México, Editorial Siglo XXI, 1998.
{11} Ver Meyer, Lorenzo. México y los Estados Unidos…., Op. cit., págs. 72-74.
{12} Ver Ulloa, Berta. Veracruz, capital de la nación. México, Colmex y Gobierno del Estado de Veracruz, 1986, página 342.
{13} En Gurza, Jaime. Apuntes sobre la cuestión petrolera en México, México, s.p.i., 1923, pág. 37.
{14} Ver «Decreto del C. Primer Jefe, disponiendo se suspenda la explotación de petróleo en la República», en Legislación Petrolera, Op. cit, páginas 35-36.
{15} Ver Legislación Petrolera, Op. cit., páginas 66-67.
{16} Meyer, Lorenzo. Su Majestad británica…., Op. cit., página 235.
{17} Ver Legislación Petrolera, Op. cit., página 102.
{18} En Public Record Office, Foreign Office (PRO-FO) 371, vol. 3250, Fols. 415-416 y fol. 446.
{19} Ver «Nota del gobierno inglés al de México, con motivo de la cuestión petrolera», en El Universal del 13 de agosto de 1918, página 1.
{20} Entrevista a Manuel Peláez de Gabriel Menéndez para la revista Impacto, México, 9 de abril de 1958, págs. 48-50.
{21} Al respecto véase en el AHPEMEX, Caja 849, Exp. 1, Fol. 305.
{22} Ver diversos informes de los funcionarios de El Aguila en AHPEMEX, Caja 849, Exp. 1, Fs. 409-411, 440-441 y 407-408, en este último documento se decía: «Lo único que necesitamos es la confirmación desde México, del nombramiento de Cástulo Pérez como Jefe Militar de este distrito…», del 20 de mayo de 1920.
{23} Al respecto los informes del Director de Minas y Petróleo, Salvador Gómez, en AGN, Fondo Gobernación, Exp. 34-14 y en PRO-FO, vol. 2697, f. 186 y vol. 2698, fols. 201 y 401.
{24} En Valdivieso Castillo, Julio. Historia del Movimiento Sindical Petrolero en Minatitlán Veracruz, México, s.p.i., 1963.
{25} Ejemplo de ello fue la campaña iniciada en El Imparcial por El Aguila, que pagó editoriales firmados por «Justus» y «Veritas» en 1912 para criticar la política impositiva de Madero. En ese mismo año se dio un acercamiento entre Mr. Hudson, dueño del periódico que se publicaba en la ciudad de México, The Mexican Herald, y la compañía El Aguila con el mismo propósito. En AHPEMEX, Caja 2980, Exp. 77307 y Exp. 77308.
{26} Al respecto Meyer, Eugenia. John Kenneth Turner. Periodista de México. México, UNAM, Editorial Era, 2005, páginas 323-328. Con relación a esta práctica decía Turner: «Sé que esa actuación insidiosa se utiliza con eficacia en la corrupción de otros, no sólo de escritores muy conocidos, sino de oficiales de marina, los agentes consulares y los corresponsales de periódicos.»
{27} Ver Memorándum confidencial, en National Archives Washington, Record Department od State, Internal Affairs México (RDS-IAM), 812.512/2137, fechado el 16 de septiembre de 1918.
{28} Un ejemplo claro de este tono es el comunicado del embajador británico en Estados Unidos a la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el que casi amenazaba: «Sírvase comunicar al General Carranza, mi más ardiente esperanza de que los rumores que llegan hasta mí de supuesta acción arbitraria contra la propiedad extranjera en los campos petrolíferos no sean ciertos; pues tal acción sería una gran golpe a la alta confianza que en su justicia y moderación habían concebido los súbditos británicos y crearían la más penosa impresión en Inglaterra.» Ver la carta de J. S. Hutchison del 15 de enero de 1915, en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (ARE), Exp. 16-14-26.
{29} Véase «Nota del gobierno inglés al de México, con motivo de la cuestión petrolera», en El Universal, 13 de agosto de 1918, pág. 1.
{30} Ver el informe de Casillas, fechado en Minatitlán el 1 de agosto de 1915, dirigido a Salvador Gómez, Director del Departamento de Minas y Petróleo. AGN, Departamento del Petróleo, Caja 7, Exp. 5. Ello después de la negativa de El Aguila, según se ve en la carta de H. T. W. Buckingham, en AGN, Departamento del Petróleo, Caja 7, Expediente 5 y Exp. 23.
{31} En este caso Mr. A. S. Gulston, gerente de El Aguila pidió a Salvador Casillas que considerara esa información como personal, no obstante su carácter oficial. AGN, Fondo Departamento del Petróleo, Caja 7, Exp. 23.
{32} Véase Gaceta Oficial de Veracruz, Orizaba, 11 de mayo de 1916, págs. 1-4.
{33} Aunque tal parece que los nexos de las compañías petroleras con Peláez provienen desde antes, cuando Peláez fungía como intermediario en la venta de terrenos para explotación petrolera. Incluso en mayo de 1911 J. Body informaba a Lord Cowdray de la ubicación de Peláez. Ver Archivo Weetman Pearson (AWP), Caja A4.
{34} Ver informe del cónsul norteamericano Mr. Canada, desde Veracruz el 11 de enero de 1915, en RDS-IAM, 812.512/538.
{35} Véase el informe «Carranza and Mexican oilfields» en PRO-FO 371, Vol. 2960, Fol. 31.
{36} Consultar el testimonio de Mario Palma, comandante aduanal en Tuxpan, en Archivo Juan Barragán, UNAM (AJB), Caja X, Exp. 2, F. 2. También el informe de R. E. Muzquiz desde Nueva Orleans, de donde salían pequeños barcos con contrabando de armas para Veracruz, en ARE, Exp. 17-16-179.
{37} Muy ilustrativo del ambiente entre los petroleros, es el informe «Carranza and Mexican Oilfields» enviado a Inglaterra por Sir Cecil Spring Rice, desde Washington, señalando: «Peláez podría necesitar una buena cantidad de refuerzos a fin de asegurar el éxito. Los Estados Unidos deben, si quieren asegurar la protección de los campos petroleros, tomar la decisión de abandonar a Carranza», y añadía más adelante: «Se puede suministrar cierta cantidad de armas a Peláez pero no hombres…» Ver PRO-FO 371, Vol. 2960, Fol. 31.
{38} Ver AHPEMEX, Caja 849, Exp. 2.
{39} Ver la nota «El partidismo político de las compañías petroleras», en El Pueblo del 24 de octubre de 1917, página 3. Muy ilustrativo es un comentario de Cummins: «Doheny concluiría que era más barato deponer a Carranza mediante el apoyo a una nueva Revolución, que pagar su parte de los impuestos.» Fechado el 10 de marzo de 1918, en PRO-FO 371, Vol. 3242, F. 2429, P. 44928.
{40} Ver el informe de Rafael Nieto, Subsecretario de Hacienda, en AJB, Caja II, Exp. 17, Fs. 28-33.
{41} Ver la carta J. McKee a Sir Edward Grey, en PRO-FO 371, Vol. 2709, Fols. 413-427.
{42} Ver la denuncia de E. Novoa, desde Minatitlán el 7 de junio de 1916, en Archivo Venustiano Carranza (AVC), CEHM, Carpeta 82, Legajo 9123. Las del inspector del Petróleo R. Montes en abril de 1917, en AGN, DP, Caja 7, Exp. 31; la de Alberto Franco, en las mismas fechas, que denunciaba que en las cajas de tomates eran introducidas las armas dirigidas a Cástulo Pérez, en ARE, Exp. 17-8-47
{43} Al respecto se puede consultar el AGN, Depto. Del Petróleo, Caja 7, Exp. 31. En este plano coincide el testimonio de un familiar de los rebeldes: «Cástulo Pérez sí entraba aquí a Minatitlán y fregaba a los del gobierno. La gente lo apoyaba. La compañía El Aguila le daba dinero para ayudar a la Revolución», entre vista con el Sr. Gregorio cadena Becker, en Minatitlán Veracruz el 3 de enero de 1995.
{44} En AHPEMEX, Caja 849, Exp. 1, Fs. 258-259.
{45} Ver Meyer, L. Los Grupos de presión extranjeros en el México Revolucionario 1910-1940. México, SRE, 1973, ver las páginas 65 a 73.
{46} Ver PRO-FO 371, vol. 2709, Fols. 317-321.
{47} Al respecto se puede consultar el trabajo inédito de Eduardo Clavé, Nuestro hombre en Querétaro. Palavicini, el agente secreto de El Aguila en el Congreso Constituyente de 1917.
{48} Un informe denunciaba al norteamericano Pedro Summers, dueño de la finca Río Vista, de proveer armamento a los rebeldes en Minatitlán e Hidalgotitlán en connivencia con el Presidente Municipal de Minatitlán. Ver Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa nacional, Fondo Histórico, (ADN FH), Veracruz, 1918, Fol. 188. Con relación a la denuncia de la campaña de Morgan, ver Archivo Fernando Torreblanca, Fondo Alvaro Obregón (AFT-FAO), Exp. 1526, Fs. 1-2, Inv. 4398.
{49} Ver Díaz Dufoo, Carlos. La Cuestión del Petróleo. México, Eusebio Gómez de la Puente Editor, 1921, página 27, y en «Les forces economiques du monde», París, agosto 1930.
{50} Ver el informe de Ricardo Jordán, Inspector Técnico de la SCOP, en AGN- Fondo SCOP, Ferrocarriles, Expediente 2/226-1.
{51} Ver «El León inglés tras el petróleo del mundo» en Boletín del Petróleo, junio de 1920, páginas 521-528. A Lord Fisher se atribuye la premonitoria frase: «El petróleo será el alma para los futuros conflictos navales».
{52} Gerhardt, Ray, Op. cit., página 119.
{53} También la nota «Oil vs Coal in Mexico» en Iron and Coal Trade Review, del 17 de mayo de 1912.
{54} Ver «Petroleum in 1913» en el Financial Times del 5 de enero de 1914, Londres.
{55} Ver «El León inglés tras el petróleo del mundo», en Boletín del petróleo, junio de 1920, Pp. 521-528.
{56} Ver Gilderhus, Mark, Op. cit., página 133.
{57} Ver Meyer, Lorenzo e Isidro Morales, Op. cit., página 43. En torno al intríngulis diplomático en nuestro país durante la guerra debe consultarse la obra imprescindible de Friedrich Katz, La Guerra Secreta en México, México, Editorial Era, 1984.
{58} Sobre todo salían aceites, petróleo, nafta y asfalto desde Minatitlán. Las exportaciones también iban para Francia, Brasil y Cuba. Ver «Estadística» en Boletín del Petróleo, abril de 1917, páginas 381-397 y octubre de 1917.
{59} Ver Durán, Esperanza. El Petróleo mexicano en la Primera Guerra Mundial. México, Colmex, Col. Cuadernos sobre prospectiva energética, 1981, página 12. Con relación a estos mismos datos, Carlos Díaz Dufoo cita a la Secretaría de Industria y Comercio, señalando que del total exportado por México, en 1916 el 85.2% se dirigía a Estados Unidos, en 1917 el 77.7%, en 1918 el 87.4% y en 1919 el 76.3%; ver Díaz Dufoo, Op. cit., página 101.
{60} En Durán, Esperanza. El Petróleo y la Revolución…., Op. cit., página 21.
{61} Meyer, L. México y los Estados Unidos…., Op. cit., página 135.
{62} Ver Boletín del Petróleo, mayo de 1918, página 537.
{63} Ver «El Informe presidencial» en El Pueblo, del 13 de septiembre de 1917, página 5.
{64} Ver las notas «México no ocupa ni la décima parte de su petróleo» en Excélsior del 7 de junio de 1918, página 1; «El Informe presidencial», en El Pueblo del 13 de septiembre de 1917, página , y «Mexico breaks production record» en The Oil and Gas Journal del 3 de febrero de 1922, página 64.
{65} En Leven, David D., Petroleum Encyclopedia, New York, 1927.
{66} Ver Meyer, Lorenzo, Los Grupos…, Op. cit., página 27.
{67} En Meyer, Lorenzo e Isidro Morales, Op. cit., página 53.