Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas • número 83 • enero 2009 • página 4
«Y sin embargo, estas operaciones de participación individual en un resultado colectivo producen en cada elector la impresión de que es él personalmente quien ha intervenido en la selección de los candidatos. La Idea metafísica de democracia tiende a crear, en efecto, en los electores, la conciencia de que ellos son los que deciden el curso de la historia nacional; es decir, reproducen la Idea de la soberanía de la nación a escala individual. Pero con ello ocultan el proceso real, y se prueba ad hóminem: aun suponiendo que cada ciudadano actuase según su voluntad soberana, tendría que reconocer que la composición de las diversas voluntades soberanas individuales, precisamente por serlo, sólo puede arrojar una resultante aleatoria, que está “por encima de las voluntades individuales”, y que por tanto no constituye ninguna voluntad, aunque se la denomine, hipostasiadamente, voluntad general. Lo que equivale a decir que el individuo no “decide” como tal en democracia, y que quienes deciden son estructuras supraindividuales que moldean las decisiones de los propios individuos.» Gustavo Bueno, Panfleto contra la democracia realmente existente, La esfera de los libros, Madrid 2004, págs. 298-299.
«El hecho es que precisamente porque no es una forma, ni es un tipo de constitución, la democracia puede existir o existir sólo en parte o no existir en absoluto, o bien volver a afirmarse en el ámbito de las más diversas formas político-constitucionales. […] En cambio, finalmente –o, mejor dicho, en el estado actual de cosas– la que ha salido vencedora es la “libertad”. Está derrotando a la democracia. Por supuesto, no la libertad de todos, sino de aquellos que en la competición resultan ser los más fuertes (naciones, regiones, individuos): la libertad reivindicada por Benjamin Constant con el significativo apólogo de la “riqueza” que es “más fuerte que los gobiernos”; o quizá también aquella por la que creen luchar los seguidores de la asociación neonazi neoyorquina de los “Caballeros de la libertad”. Y no podría ser de otro modo, porque lo que tiene de inquietante la libertad es que o es total –en todos los campos, incluido el de la conducta individual– o no es; y cualquier vínculo a favor de los menos “fuertes” sería precisamente una limitación de la libertad de los otros.» Luciano Canfora, La democracia. Historia de una ideología, Crítica, Barcelona 2004, pág. 288.
«Bernardo Bátiz y Jesús González Schmall, ambos figuras prominentes del PAN entonces –candidato a diputado el primero y candidato a senador el segundo–, con posibilidad de convertirse los dos en líderes de las bancadas panistas en el Congreso en 1988, refieren sucesos que ocurrieron más bien dentro del CEN blanquiazul para explicar el rompimiento entre el PAN y el FDN. Bátiz es conciso y claro en su exposición:
“Fue una decisión que se tomó en el Consejo Nacional. El Maquío era partidario de que se siguiera en conjunto, que se cotejaran actas, pero ahí Carlos Castillo Peraza y Luis Felipe Bravo Mena hablaron en contra de aliarnos con Cuauhtémoc. Dijeron que no había por qué hacerle el caldo gordo a la izquierda, que no podíamos saber bien si los votos de Cuauhtémoc eran limpios y que no podíamos apoyar a Cuauhtémoc porque era el hijo de Lázaro Cárdenas. Hubo un debate interno fuerte, pero la decisión fue que cada quien por su lado. Ganaron por amplia mayoría”.
González Schmall lo cuente así: “Dentro del PAN estábamos por el respeto al sufragio, ganara quien ganara, lo llegamos a decir en el CEN: si gana Cuauhtémoc, Cuauhtémoc es presidente. Vamos a sostener por principio que esta elección es nula, vamos a pelear la nulidad de la elección junto con Cuauhtémoc y doña Rosario. A pesar de que teníamos esa decisión, Luis H. Álvarez y su grupo negocian con Salinas y a la siguiente junta del CEN trajeron una carta que se publicaría en un desplegado donde reconoceremos al presidente si se legitima en ejercicio. Ahí reventamos nosotros. ¿Cómo es posible?, es una indecencia.
—¿Está convenido con Cuauhtémoc?
—No, no está convenido.
—¿Ya se rompieron relaciones?
—Pues sí.
El gestor del rompimiento fue Carlos Castillo Peraza. En una reunión del Consejo hizo un discurso, un alegato tétrico presagiando que si seguíamos sosteniendo el triunfo de Cuauhtémoc el país caería en la ingobernabilidad, que no podíamos condescender con una línea extremista y radical y nuestro deber era sumarnos al gobierno de Salinas, forzarlo a que se comprometiera a legitimarse en el ejercicio”.» Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema, Debate, México 2008, págs. 96-97.
I
A veinte años de distancia, editado al cierre de 2008 (en noviembre) como parte de la colección Debate de Random House Mondadori de México, el libro de Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema, es ofrecido a la luz pública como el primer trabajo de síntesis y reconstrucción realizado exclusivamente con el propósito de esclarecer todo cuanto aconteció en aquella histórica y, vale decirlo, aciaga jornada electoral en donde quedó afianzado el esqueleto del régimen político que sostiene al estado mexicano hasta nuestros días.
Y decimos que es un trabajo enfocado exclusivamente a tales consideraciones porque ha habido ya otros que también lo han hecho, pero no de manera exclusiva sino como parte o momento de una obra, o bien de carácter histórico-politológico, o bien de carácter autobiográfico, como son los casos de Jorge Castañeda (La herencia, Alfaguara, México 1999), los expresidentes Miguel de la Madrid (Cambio de rumbo, Fondo de Cultura Económica, México 2004) y Carlos Salinas de Gortari (México. Un paso difícil a la modernidad, Plaza & Janés, México 2000), Manuel Camacho Solís (Yo Manuel. Memorias ¿apócrifas? de un comisionado, Rayuela, México 1995, La encrucijada, Océano, México 2001 y El desacuerdo nacional, Aguilar, México 2006) y Luis H. Álvarez (Medio siglo, Plaza & Janés, México 2006). Todos ellos, salvo Castañeda, protagonistas estelares de la que puede ser considerada como antesala política del sexenio en el que hubo de orquestarse en México un verdadero giro de timón político-económico e ideológico: la fotografía con la que la portada fue diseñada puede muy bien ser vista como metáfora de esa antesala política al poder del Estado en la que, en esos momentos clave, se encontraban la plana mayor de la dirección política del PAN y el recientemente ungido presidente de la república, Carlos Salinas de Gortari, arropado por su estado mayor.
II
Habiendo primero desmontado y aislado, destejido, los términos de la compleja dialéctica en cuestión (personajes, instituciones y sucesos concretos), Anaya reconstruye luego el hilvanado –intentando, al hacerlo, «tejer más fino»– para terminar por ofrecernos en su libro el lienzo completo de aquél brevísimo período de escasos seis meses (la elección tuvo lugar el 6 de julio de 1988, el 1 de diciembre Salinas de Gortari rindió protesta como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos) en los que quedó confeccionado y firmado el pacto histórico entre el PRI y el PAN para controlar, entre los dos, el rumbo de la nave del Estado.
Veinticinco capítulos breves y doce entrevistas conforman el cuerpo de 294 páginas de este libro con el que, nos parece, Anaya logra con buenos resultados acercar el ánimo del lector a una conclusión semejante a aquella afirmación aguda aunque sencilla del periodista soviético Konstantin Zarodov, y que Luciano Canfora consigna en su espléndido trabajo Crítica de la retórica democrática (Barcelona, Crítica, 2003), según la cual «Mayoría» no es un concepto aritmético, es un concepto político{1}.
Merece la pena consignar los personajes que para el libro de Anaya estuvieron dispuestos a ser entrevistados:
Miguel de la Madrid Hurtado (PRI; en esos momentos presidente de la república por el PRI, 1982-1988); Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (PRD; en esos momentos candidato a la presidencia de la república por el Frente Democrático Nacional y principal impulsor de la ruptura al interior del PRI contra la candidatura de Salinas de Gortari); Rosario Ibarra de Piedra (Convención Nacional Democrática, Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, del Petróleo y de la Soberanía Nacional y activista del movimiento de lucha por los desaparecidos políticos; en esos momentos candidata a la presidencia por el Partido Revolucionario de los Trabajadores); Manuel Bartlett Díaz (PRI; en esos momentos Secretario de Gobernación y, por tanto, responsable general de todo el proceso electoral); Porfirio Muñoz Ledo (Frente Amplio Progresista y Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, del Petróleo y de la Soberanía Nacional; en esos momentos candidato a senador por el Frente Democrático Nacional y principal impulsor de la ruptura al interior del PRI contra la candidatura de Salinas de Gortari); Guillermo Jiménez Morales (PRI; en esos momentos candidato a diputado por el PRI y a la postre coordinador de la fracción parlamentaria de ese partido en la LIV Legislatura); José Luis Salas Cacho (PAN; en esos momentos coordinador de la campaña presidencial de Manuel J. Clouthier, «Maquío», por el PAN); Jorge de la Vega Domínguez (PRI; en esos momentos presidente nacional del PRI); Manuel Aguilera Gómez (PRI; en esos momentos asesor de Manuel Camacho Solís y, por su través, enlace político entre el equipo de Salinas y Cuauhtémoc Cárdenas); Emilio Gamboa Patrón (PRI; en esos momentos secretario particular de Miguel de la Madrid); Óscar de Lassé (asesor del partido Convergencia; en esos momentos director del Sistema Nacional de Información Política Electoral, en la Secretaría de Gobernación) y José Newman Valenzuela (psicoterapeuta y analista; en esos momentos director del Registro Nacional de Electores).
Quienes no accedieron a la entrevista fueron los siguientes:
Carlos Salinas de Gortari (PRI y expresidentes de México 1988-1994; en esos momentos candidato a la presidencia por su partido); Luis H. Álvarez (PAN; en esos momentos presidente nacional del PAN); Manuel Camacho Solí (Frente Amplio Progresista; en esos momentos secretario de Desarrollo Urbano y Ecología y hombre cercano a Carlos Salinas de Gortari); Diego Fernández de Cevallos (PAN; en esos momentos representante del PAN en la Comisión Federal Electoral) y Luis Felipe Bravo Mena (PAN; en esos momentos asesor de Manuel J. Clouthier).
III
De una manera general, podría decirse que durante los 20 años acaecidos desde entonces, la opinión pública había estado centrando la atención a lo que hubo de quedar registrado para la historia como «la caída del sistema», refiriéndose a la circunstancia concreta, accidental y acaso insignificante en la que, el 6 de julio, día de la elección, el sistema de cómputo de la Comisión Federal Electoral fue dada de baja –apagada, pues– súbitamente y de manera temporal, aunque, según la investigación, en modo alguno con segundas o terceras intenciones más allá del problema técnico derivado de un malfuncionamiento de las claves de acceso.
Sorprendentemente, a veinte años de distancia nadie, en el libro de Anaya, se atrevió a respaldar con certeza las cifras definitivas de la elección: Óscar de Lassé, por ejemplo, responde en los términos siguientes:
«—Durante veinte años hemos escuchado que ese sistema fue el responsable de todo. Virtualmente, el SNIPE deja de funcionar dos días después de la elección. Ya en la etapa postelectoral la persona que tuvo un rol más protagónico fue Manuel Camacho. Oficialmente, los resultados fueron, 51 por ciento (Salinas, I.C.), 31 (Cárdenas, I.C.), 17 (Clouthier, I.C.), más o menos, no recuerdo bien. Haciendo una sumatoria de eventos, declaraciones, datos durante la jornada y después de la jornada, yo considero que los porcentajes deben de haber sido 43 Salinas y 40 Cuauhtémoc, no en términos de datos duros sino de percepciones. Me queda claro que Cárdenas no ganó.
— ¿Por qué?
—Porque hago un análisis comparativo de las siguientes elecciones. Su votación bajó. Creo que Cárdenas llegó a su techo.»{2}
José Newman, por su parte, responde del modo siguiente:
«—Según los datos que te refirieron tus delegados del Registro Nacional de Electores, ¿cuál fue el resultado de la elección?
—Una opinión razonadamente fundada es que los datos oficiales, así calificados por el Colegio Electoral de la Cámara de Diputados, no representa la realidad. Ese 50.7 para Salinas, 31 para Cárdenas y 16.8 para Clouthier no responde a la realidad.»{3}
Pero la clave, nos parece, es ofrecida por Zarodov: la «Mayoría» no es un concepto aritmético, es un concepto político. Y si tomamos distancia para apreciar en perspectiva adecuada el lienzo que Anaya nos ofrece, la tristemente célebre «caída del sistema» aparece tan sólo como dispositivo que detona una dialéctica de presión política por parte de todos los candidatos opositores –juntos hasta un límite político concreto– contra el régimen que, en esos momentos, parecía estar escondiendo un fraude escandaloso. Pero esto es lo que sucedió en un primer momento, en una perspectiva de primer grado.
En un segundo momento o perspectiva de segundo grado, lo que sucedió fue que la movilización y fuerza política que el movimiento cardenista (el Frente Democrático Nacional) estaba cobrando al compás de las protestas terminó por dejar de lado las cuestiones aritméticas para dar paso a la necesidad política de construir una Mayoría, no ya electoral, sino estrictamente política. La protesta «contra el fraude descubierto» ante la circunstancial caída del sistema no hizo otra cosa que mostrar la fuerza política real del cardenismo, una fuerza mayor que la que el PAN en efecto tenía. La salida era la alianza, que a la postre resultó duradera, con el PRI neoliberal para evitar que Cárdenas y la izquierda política llegase al poder del Estado. La clave de todo era entonces lograr la calificación de la elección en el congreso. Había, también, que dividir a la oposición.
José Luis Salas Cacho, coordinador de campaña de Clouthier en esos momentos, expone:
«—¿Cómo fueron los encuentros con Camacho durante esa etapa?
—En las primeras juntas a las que Manuel Camacho nos convoca a Porfirio y a mí, y en las reuniones que sostuvimos en algunos restoranes, llega a decirnos: “Oigan, tengan mucho cuidado con las manifestaciones porque se les pueden salir de control; hay muchos otros intereses que a lo mejor ustedes no conocen. Tú sí, Porfirio, porque tú estuviste por acá. Se pueden infiltrar y esto puede terminar en algo peor que el 68”. Yo le decía a Manuel: “Nosotros no podemos dejar de convocar porque la gente está muy enojada y si no le manifestamos ese enojo se va a ir por otro lado”. Y Manuel insistía: “Cómo se van a unir el agua y el aceite; ustedes tienen posiciones totalmente distintas y diferentes”. “Pues sí, pero aquí estamos hablando del voto de los mexicanos, aquí no estamos hablando de ideologías, estamos hablando de una defensa del voto y aquí vamos a ir juntos”… […]
—¿Cuáles eran los argumentos de Camacho para convencerlos de calificar la elección a favor de Salinas?
—Me decía: “Oye, cómo van ustedes a votar en contra. Si no eligen un presidente de la república qué va a suceder en el país, quién se va a poner de acuerdo en quién será el próximo presidente. No se han preguntado cuál va a ser el papel del ejército, qué no se han preguntado por todos los intereses que están alrededor de este país y cómo pueden influir. Mejor pongan ustedes sus cartas y digan qué quieren lograr y que esto se pueda manifestar”. Ahí empezó todo un tema de negociación. El PAN entró en una gran duda, qué hacer: ¿apoyábamos incondicionalmente al Frente Democrático Nacional y entonces entrábamos a un procedimiento para que el Congreso tuviera que elegir a un presidente interino? […] ¿Y cómo tomarían en el PAN la decisión? Fueron temas muy delicados. Me acuerdo que don Luis, Maquío y yo estábamos en la sala de juntas de mi oficina, y Maquío dijo: “Miren, a mí me queda muy claro: el orden de prioridades para la toma de decisiones es primero México, luego el PAN, luego yo. Y yo pongo esas premisas y así hay que tomar las decisiones”. Entonces don Luis dijo: “A mí me queda muy claro, así es como hay que tomar las decisiones; entonces, vamos a ver qué es lo mejo para México”. El planteamiento con los diputados, o con el gobierno de diputados encabezado por Abel Vicencio Tovar, que a su vez era el secretario general del PAN, llegó a la conclusión de que lo mejor que podía hacer el PAN era abstenerse, y, absteniéndose, con los votos del PRI era suficiente para calificar la elección. Si eran más los votos a favor y si el PAN no votaba en contra, no habría problema. Es decir, no el voto del PAN a favor, pero sí la abstención del PAN.
—¿A cambio de qué?
—Hubo una gran discusión en el CEN. Uno de los hombres preclaros que ha tenido el PAN, Carlos Castillo Peraza, dijo: “Nosotros pongamos sobre la mesa todas aquellas cosas que el PAN quiere para cambiar a México y también un compromiso político para que eso se lleve a cabo”. Fui el primero que le comunicó nuestras demandas a Manuel Camacho: “Oye, Manuel, el PAN pudiese tener en desarrollo esta situación siempre y cuando hubiere un compromiso político de que habrá cambio. ¿En caso de que llegue el PRI, Carlos Salinas de Gortari va a cumplir con estas situaciones?”.»
Y las condiciones del PAN fueron cumplidas por Salinas y su régimen al pie de la letra:
«—¿Qué plantearon?
—Primero, un cambio a las leyes electorales. O sea, decíamos que México no tendría capacidad de llevar mandos transparentes si no había cambios electorales, fundamentalmente un padrón que representar a los ciudadanos, que fuera inviolable; que hubiera un organismo ciudadano que no dependiera del gobierno y que los procedimientos electorales fueran inviolables. El PAN tenía un manual, me daba risa, que se llamaba “Las cien maneras de no hacer fraude”. ¿Qué contiene el Cofipe? Ese mismo manual; todo lo que decía ese manual lo convirtieron en ley. El segundo punto de fondo era el tema de darle viabilidad económica al país y esa viabilidad económica se haría con apertura económica y un campo libre. No es que uno estuviera en contra del ejido, sino simplemente que el ejido ya no servía para producir; se había hecho chiquito, chiquito, era de lo más improductivo. Eso significaba modificar la Constitución. El tercer punto, que era un gran dolor de cabeza y fue lo que llevó a Maquío a entrar a la política, era la privatización de la banca. Que regresara a manos privadas. El cuarto punto proponía la creación de un organismo que defendiera a los ciudadanos. Y otro de los puntos, el quinto, subrayaba la necesidad de que hubiera relación con las Iglesias.»{4}
El PAN, así, decidió abstenerse y en efecto, salvo los panistas que no acataron la línea de partido, se abstuvo en la calificación parlamentaria. El 10 de septiembre, con los votos del PRI, la abstención del PAN y la ausencia del FDN, Carlos Salinas de Gortari era declarado presidente de la república. Privatizó la banca, firmo el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y creó a una nueva clase empresarial poderosísima que ha conformado una órbita de intereses oligárquicos tremendo. En términos aristotélicos, México no es hoy una democracia, es una oligarquía en toda la extensión de la palabra.
Después vinieron Ernesto Zedillo (PRI), Vicente Fox (PAN) y Felipe Calderón (PAN). Todos ellos presidentes de corte neoliberal y tecnocrático. Un bloque histórico perfectamente trabado cuya tarea ha sido la de desmantelar histórica, ideológica y políticamente a la gran corriente histórica del nacionalismo revolucionario cardenista dentro de cuyo cause hubo de construirse el México del siglo XX.
Porfirio Muñoz Ledo, cuya entrevista con Anaya no tiene desperdicio, considera que, haciendo balance histórica en retrospectiva, todo aquello fue una gran derrota generacional; una generación de líderes y dirigentes políticos que no supieron actuar a la altura de su tiempo. En su dictamen, no obstante, está cifrada la alternativa, acaso la única que queda:
«—Y en tu lucha personal, ¿qué lograste o dejaste de lograr en 1988?
—Acabo de decirlo en una reunión: a pesar de lo que hemos podido impulsar en la vida del país, el balance global es que hay un fracaso histórico en nuestra generación porque el país está mucho más lejos hoy de lo que nosotros pensábamos, a pesar de todo lo que viene después de la elección, por más que se hizo por repararlo. […]
—¿Qué significó el 88 en términos históricos?
—El 88 es, desde el punto de vista histórico, tres cosas. La primera: el comienzo de la transición en México, independientemente del curso tortuoso y hasta catastrófico que ésta tuvo después. La segunda: es la primera vez que la sociedad, con el concurso de muy pequeños partidos, derrota en las urnas al gobierno. No estoy cierto de que esto haya sido a nivel nacional ni en el caso de Vasconcelos, ni el de Almazán, ni en el del general Henríquez Guzmán. Pero ésas no son elecciones comparables, éstas fueron elecciones donde había ya una sociedad urbana consolidada. La tercera: se quedó a la mitad de la historia, ni fue una lucha como la del pasado, que era todo o nada, es decir hasta donde topara y tampoco fue la primera del porvenir, en el sentido de que ya vivíamos muy avanzada la época de las transiciones democráticas que comenzaron desde el 75 en Portugal, y ya era claro en el mundo que los movimientos sociales fuertes podían derrotar con movimientos de calle a los antiguos poderes políticos. Y eso no se entendió en su contexto histórico; prevaleció el recuerdo de la lucha del pasado, donde jugaban el todo y no lo ganaban, se acomodaban política y económicamente. Ésa fue la diferencia, pero eso no cambió la sustancia. Mira, el 88 tuvo dos grandes vertientes: una sociedad que estaba dispuesta a la victoria y que nunca terminó de entender lo que pasó, una sociedad que creyó que nos íbamos con todo, y que se ubicó dentro de los parámetros del pasado y que terminó en las pautas diseñadas por Reyes Heroles. Esto es, convertir la inconformidad en curul. Todo este discurso de que la gran victoria del 88 era hacer un partido político no se necesitaba en rigor. Teníamos cuatro. No se necesitaba. Yo estaba por mantener el Frente Democrático Nacional para no hacernos más vulnerables y para no quedar en manos de las tribus como al final de cuentas ocurrió. […]
—La necesidad de legitimarse de Salinas, su negociación con el PAN, ¿lleva a este país a abrirle la puerta a la derecha, a lo que estamos viviendo actualmente?
—Sí, en ese sentido es también una transición fallida. Lo más grave es que, además de no haber derrocado al antiguo sistema e implantar uno nuevo, como en todas las transiciones, nuestro movimiento fue a la izquierda y al no seguir adelante se quedó como una izquierda testimonial y abrió el paso a la derecha. Hicimos exactamente lo contrario a lo que queríamos. En ese sentido, De la Madrid ganó. Cómo es posible una movilización popular claramente nacionalista, claramente en contra del giro a la derecha dado por el gobierno; cómo es posible que un movimiento de restauración de valores de la Revolución mexicana, que pretendió devolver el curso de la historia hacia la izquierda terminara en un autoritarismo de derecha. Si nuestro empeño era para a Salinas, cómo es posible que lo hayamos dejado pasar, y cómo es posible que él haya hecho todo lo contrario de lo que nosotros hubiéramos hecho y que nos hubiéramos quedado como testigo marginal. El que Salinas se haya aliado con el PAN y no con nosotros, no solamente fue una opción numérica, cuantitativa, sino ideológica. A nosotros no nos pudo haber ofrecido un gobierno de coalición para hacer el programa que quería llevar a cabo. Su cómplice natural era la derecha. […]
—¿Carlos Castillo Peraza?
—Carlos fue el geniecito del mal, el abogado del diablo. Carlos no podía, por razones ideológicas, asimilar que la izquierda ganara. Carlos era –para citar a Agustín Basave– partidario de una democracia hemipléjica. Yo creo que, sin quitarle méritos intelectuales, hay que velo como a un dogmático, no como a un demócrata. Para mí es el prototipo de una gente con un profundo pensamiento de derecha que cree que la democracia consiste en que gane la derecha. Para Fox, la democracia era que ganara él y sus cuates, el asalto al poder. Para Carlos la democracia era la derrota del PRI, la derrota de la Revolución mexicana; ahí están sus escritos y sus alumnos. Él dice en un libro que nada es más prototípico de la visión unilateral de la historia que el mural de Diego Rivera en Palacio Nacional: el mundo de los buenos y los malos, el maniqueísmo. Pero Carlos no dice, y es lo que está detrás de su pensamiento, que él veía exactamente al revés, desde el otro maniqueísmo.»{5}
* * *
Cronología (páginas 281-283)
1987
4 de marzo: XIII Asamblea del PRI. Jorge de la Vega declara que no permitirá una «quinta columna» ni «caballos de Troya» en el partido.
4 de octubre: «destape» de Carlos Salinas de Gortari como candidato del PRI a la Presidencia de la República.
14 de octubre: el PARM lanza a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato a la presidencia.
18 de noviembre: caída de la Bolsa Mexicana de Valores. La inflación se desata.
1988
6 de julio: jornada electoral. Se «cae el sistema». Los candidatos de oposición, Manuel J. Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra, acuden a Gobernación a protestar la elección y hacen «un llamado a la legalidad». Las cifras que llegan a esas horas a la Comisión Federal Electoral son favorables a Cuauhtémoc Cárdenas. Manuel Bartlett, presidente de la CFE, no da a conocerlas y se niega, ante el presidente Miguel de la Madrid, a proclamar el triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
7 de julio: en las primeras horas de la madrugada, Jorge De la Vega Domínguez, presidente del PRI, anuncia el triunfo «legal y contundente» de su candidato. Al mediodía, Carlos Salinas de Gortari se declara vencedor.
8 de julio: reunión en casa de doña Amalia Solórzano de Cárdenas. El ingeniero cree haber ganado. Se planea e inicia una serie de giras por el país para «defender el voto».
9 de julio: Manuel J. Clouthier y cerca de 75 mil simpatizantes marcha al Zócalo. Maquío afirma haber ganado la elección presidencial.
12 de julio: Manuel J. Clouthier protesta frente a Miguel de la Madrid a las puertas de Bellas Artes. Es jaloneado y encañonado por miembros del Estado Mayor Presidencial.
13 de julio: la CFE da a conocer, en plena madrugada, las cifras preliminares de la elección que otorgan un triunfo amplio a Carlos Salinas.
16 de julio: impresionante marcha del Monumento a la Revolución al Zócalo en apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas. El candidato del FDN demanda «limpiar la elección».
22 de julio: se reúnen Cárdenas y Clouthier. No llegan a ningún consenso en las cifras de la elección.
29 de julio: Carlos Salinas de Gortari y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se reúnen en secreto en casa de Manuel Aguilera.
2 de agosto: Manuel Camacho Solís sustituye a Humberto Lugo Gil en la secretaría general del PRI.
15 de agosto: se instala el Colegio Electoral en la Cámara de Diputados.
21 de agosto: diputados encabezados por el PAN intentan abrir los paquetes electorales en el sótano de San Lázaro. Se les interponen efectivos del ejército.
27 de agosto: Carlos Salinas, Manuel J. Clouthier, Luis H. Álvarez y Manuel Camacho se reúnen en secreto en casa del empresario Juan Sánchez Navarro. El PAN y el PRI pactan para lograr el arribo de Salinas al poder.
29 de agosto: reunión en Los Pinos de Miguel de la Madrid con Salinas y Camacho. El presidente de la república reconviene a Camacho por las propuestas de negociación que hace con la oposición.
1 de septiembre: informe presidencial. Porfirio Muñoz Ledo interpela al presidente durante su informe. Los priístas se escandalizan.
8 de septiembre: Clouthier va a la Cámara de Diputados a exponer lo sucedido en la elección. Su discurso, en el Salón Verde, es transmitido por televisión.
10 de septiembre: en plena madrugada, el Colegio Electoral con los votos del PRI, declara presidente electo a Carlos Salinas de Gortari. Los integrantes del FDN abandonan el salón. Los panistas se abstienen.
14 de septiembre: mitin de Cuauhtémoc Cárdenas en el Zócalo. La gente le pide tomar Palacio Nacional. Él anuncia la formación de un partido.
16 de noviembre: Luis H. Álvarez suscribe abiertamente el Compromiso Nacional por la Legitimidad y la Democracia, que otorga a Salinas su apoyo para legitimarse en el ejercicio del poder.
1 de diciembre: Carlos Salinas de Gortari rinde protesta como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
2 de diciembre: el equipo elite del PAN, encabezado por Luis H. Álvarez, acude por la noche a Palacio Nacional a saludar y reconocer al nuevo mandatario.
15 de diciembre: Clouthier inicia un ayuno frente al Ángel de la Independencia para obligar al gobierno a cumplir con su palabra y llevar a cabo la reforma electoral.
22 de diciembre: Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación, anuncia una consulta pública para reformar el Código Federal Electoral y un periodo extraordinario de sesiones en la Cámara de Diputados el 1 de junio de 1989 para presentar la iniciativa. Clouthier levanta su huelga de hambre.
1989
5 de julio: el PAN obtiene la primera gubernatura en su historia, Baja California, con Ernesto Ruffo como candidato.
1 de octubre: Manuel J. Clouthier muere en un accidente carretero.
Notas
{1} Luciano Canfora, Crítica de la retórica democrática, Crítica, Barcelona 2003, pág. 21.
{2} Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema, pág. 266.
{3} Ibid., pág. 274.
{4} Ibid., págs. 218, 219 y 220.
{5} Ibid., págs. 196, 197, 201 y 202.