Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 86 • abril 2009 • página 21
La primera vez que me fijé en este nombre, hermano del anarquista Buenaventura Durruti, fue leyendo hace algún tiempo El libro de San Marcos del escritor leonés Victoriano Crémer. Éste se refiere a él como Pedro y en ningún momento lo llama Marciano, algo que, por otra parte, sirvió para que algunos en algún momento creyeran que Marciano Pedro eran dos personas distintas. Es decir, dos hermanos que para esos «algunos» ambos tendrían un final trágico. Posteriormente leí el libro Historia del anarquismo leonés, escrito por varios autores, y tampoco figura el nombre de Marciano en ningún lado, aunque él sí firma todos los documentos, con letra muy legible, con el nombre de Marciano, y como «Marciano Pedro» es citado en el juicio.
Crémer a lo largo de su relato, cuenta una historia que me llamó mucho la atención. Cuando se está refiriendo a los hermanos Durruti, escribe estas palabras:
«A Buenaventura, ya todos lo saben, le había derribado una de esas malas balas perdidas... y Pedro, anarco-falangista, fue llevado a uña de caballo loco por aquel tremendo don Alfonso{1}, Auditor Especial para los delitos, culpas y complicidades en el episodio que un tal Hedilla capitaneara en Salamanca y de cuyo nombre y demás características político-sociales yo no tenía la menor idea, ni por supuesto ningún afán en corregir mi ignorancia. A aquel Pedro Durruti, bajo y fuerte como un legionario romano de mirada insolente y penetrante, como todos los del clan, y palabra arrebatada, le mataron un domingo para más Inri...»{2}
A continuación Crémer relata una serie de hechos relacionados con este «guerrillero nacional-sindicalista», como él le llama, que por su interés vamos a reproducir porque nos aclara, a su manera, la figura de Marciano Pedro Durruti Domingo que fue condenado a muerte en el juicio celebrado en León en agosto de 1937:
«Una y otra vez, aquel Durruti sorprendente intentó explicarme el proceso no de su conversión, que no aceptaba, porque en el fondo continuaba nutriéndose de sus ideologías fluctuantes entre el anarquismo clásico y detonador de su hermano Buenaventura y la atracción que la espectacularidad de los fascismos le producía…Convencido de que ambas fuerzas o versiones de un mismo principio revolucionario –explicaba– antimarxista y anticapitalista, podían conjugarse, se entregó al juego, siempre peligroso de las connivencias. Y dado que de su radicalismo revolucionario nadie tenía derecho a dudar, conocidos los orígenes y biografías familiares y también su anterior militancia cenetista, entendió que debía predicar con el ejemplo, insertándose en las filas de Falange, como signo de la posible y conveniente fusión, que, por cierto, el propio José Antonio contemplaba con ilusión, pues que de esa manera se vendría a dotar de sangre proletaria, de verdad revolucionaria, el cuerpo teórico de un movimiento de señoritos (sic)… Y le acogieron con los brazos abiertos. Y Pedro Durruti comenzó a desplegar actividades en los distintos campos, convertido en conspirador de la fusión o de la confusión. Y fue de José Antonio a Buenaventura y de éste a Ángel Pestaña. Y a punto estuvo de ser estrangulado por su propio hermano cuando le llegó con la embajada del desaforado contubernio.
–No tiene visión de la realidad –me explicaba–. Juega a revolucionario de novela rusa. Los tiempos han cambiado y las tácticas revolucionarias han de ajustarse a los tiempo nuevos…
Pedro, el hombre, sentía lo que decía. O al menos a mí me lo parecía. Pero ahora, que lo analizo a distancia, creo que lo ganaban los signos externos, las formulaciones jerárquicas, los despliegues de banderas, los himnos, las músicas, lo teatral de la representación. Argumentaba con figuraciones, con símbolos, más que con ideas. Y así como el cántaro rompe de tanto ir a la fuente, la militancia falangista y la probanza de voluntades del uno y del otro campo, dieron con él en la cárcel. Cuando Buenaventura lo supo, no se alteró. Sencillamente pensó en voz alta: «Allí está bien».
Le sacó del compromiso su paisano, el leonés Ángel Pestaña, que acudió al mismo Azaña recabando la libertad del hermano pródigo. Y cuando la cosa estaba que ardía por los cuatro costados de España, Pedro Durruti se refugió en su tierra. En ella estaba su familia. Sobre todo, la gran madraza-hermana, Rosa, que ya casada, regentaba, más o menos, un bar en el pueblecito de Trobajo del Camino…¡Qué esforzada, heroica, triste y sufriente matrona esta Rosa Durruti, cuando la conocí, con el alma en vilo por aquel hermano mayor que le mataban todos los días un poco en el área republicana entre explosiones; y en esta nacional a lanzazos como Santiago a los moros por infiel!... Y ahora, para mayores complicaciones y confusiones, este hermano pequeño, superviviente de la familia, que se llegaba a ella para que le bordara las flechas y el yugo distintivos sobre la camisa.
Y sentí la mirada asombrada, abrumada de aquella mujer fuerte y vi cómo se recluía en la cocina del establecimiento y cómo al cabo de un tiempo, al regresar con la camisa estampillada, tenía los ojos cargados de lágrimas y desalientos… Y ahí terminaban mis relaciones con los presuntos difuntos atrapados en la tupida red tendida por el perseverante auditor especial de la causa abierta a todos los vientos del país por el inútil coletazo de aquel juez intrépido pez escamado de la llamada Falange Española y de Ofensiva Nacional Sindicalista a cuya ya de por sí larga enunciación se intentaba agregar lo de Tradicionalista, sin consultar a los que se atribuían la representación y aun la herencia del prisionero y pre-muerto de Alicante.
Después de la extravagante aventura de mi detención y de mi correspondiente ingreso en la carcelona de Puerta Castillo fui aclarando bastante la composición de aquel pastel, que el conocimiento como la sangre entra, aunque confieso que sin conseguir la claridad total, en tan turbia manipulación de vanidades, resentimientos y soberbias que no consiguieron nunca ni los más santos de la devoción de los mártires, ni los más conspicuos de la fidelidad de los verdugos… Llegué a saber que un Vicente Cadenas, hijo de familia bien ilustrada de la ciudad, había tomado las de Villadiego con todo y su cargo nada menos que de Jefe Nacional de Prensa y Propaganda, o por eso precisamente que tampoco Fernando Vélez, Jefe Provincial de la Falange de la jurisdicción y figura bien afirmada en los anales del Movimiento, andaba exento de sospechas, siendo cuidadosamente vigilado, como todos, y que, salvo contactos casuales en razón de su militancia, ninguno de los implicados, ni siquiera el infeliz Pedro Durruti, sabía absolutamente nada del conflicto salmantino.»{3}
El libro Historia del anarquismo leonés también se refiere a ese conflicto salmantino: «Primero anarquista, luego falangista, Pedro Durruti tuvo una trayectoria extraña, hasta que fue fusilado acusado de participar en la conspiración hedillista»{4}. Como vemos, estas ultimas palabras coinciden con lo dicho por Crémer –aunque después reconoce que Durruti no «sabía absolutamente nada del conflicto salmantino»–, y esto era lo que no acababa de encajarme. Si a Manuel Hedilla, a pesar de sus dos penas de muerte a las que fue condenado, no lo fusilaron entonces, ni tampoco a Ruiz Castillejo, de los Santos y Chamorro, condenados a muerte en el mismo Consejo de Guerra que condenó a Hedilla, ¿por qué iban a fusilar a un falangista que no tenía mayor realce que la de ser hermano del anarquista Buenaventura? Además: ¿Por qué no fueron más los condenados a muerte o es que sólo era él el que estaba en aquella conspiración? Las piezas no encajaban. En el libro Testimonio de Manuel Hedilla, Durruti no es citado en ningún momento. Tampoco en el de Maximiano García Venero, Falange en la guerra de España: la Unificación y Hedilla. Todo era muy confuso. Tenía que haber otro motivo.
Así, pues, con los pocos datos que disponía quise averiguar algo más sobre el fusilamiento de Marciano Pedro Durruti. Tuve un día la oportunidad de conocer a un viejo falangista llamado Antonio Santiso Lamparte, perteneciente a la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS) con el número de afiliación 2.042, que fue nombrado Jefe Local Sindical de la localidad de Bembibre (León). Antonio había compartido con Durruti inquietudes sindicalistas lo que les llevó a ser grandes amigos: «En cuestiones sindicales coincidíamos bastante», nos decía Antonio Santiso al mismo tiempo que me entregaba una carta de fecha 26 de marzo de 1996 en la que entre otras cosas, me escribía:
«...uno de los días que me desplacé a León para continuar la campaña en defensa de los agricultores y obreros de las fábricas azucareras fui a visitar al Jefe Provincial de Falange Reinerio Gago González y éste me informó que habían sido detenidos Rodolfo de Assas (Jefe Provincial Sindical), el administrador del Sindicato cuyo nombre no recuerdo, y Pedro Durruti por conspiración contra el Régimen, que habían sido llevados a San Marcos por el servicio de contraespionaje del Ejército, y me aconsejó que me fuera para Bembibre. Así lo hice para evitar que me detuvieran a mí también como estaban haciendo con los que tenían contacto con los detenidos... Pasados unos cinco meses me enteré que Rodolfo y el administrador habían salido absueltos y que Pedro Durruti había sido fusilado...Mi impresión personal es que fue el pagano de llevar el apellido Durruti y en todo el tiempo que conviví con él tengo la impresión que era un falangista de ley y toda la familia de León gozaba de un gran prestigio como honrados y trabajadores.»{5}
Pasó el tiempo y mis averiguaciones se interrumpieron, pero el tema no lo olvidaba. En alguna ocasión pregunté a personas, que podían estar más o menos enteradas en dónde podía encontrarse la causa de aquel juicio que condenó a muerte a Marciano Pedro Durruti Domingo. Unos me apuntaban León, pero en esta capital no hallé los papeles que buscaba después de un desplazamiento que hice a esa ciudad. Me hablaron también de Salamanca, incluso de Valladolid, y ahí quedó todo. Fue pasando el tiempo, pero mi idea de un día conseguir llegar hasta ese sumario seguía metida en mi cabeza.
Una primera pista me la dio un periódico de Madrid que dedicó en abril de 2007 un reportaje a «el hermano falangista de Durruti». Citaba a un sobrino, Manuel Durruti Cubría que decía haber encontrado los papeles de la causa 405/37. Sí, pero el periódico nada decía del lugar en donde se encontraban esos papeles. Quiso la casualidad que meses más tarde conociera a Roberto, un joven interesado por aquella bella gesta de un puñado de soldados que durante nuestra Guerra Civil resistieron el fuego del enemigo atrincherados en el Cuartel de Simancas de Gijón que había sido colegio de los jesuitas y del que la Segunda República se incautó después de que fuera disuelta la Compañía de Jesús. Cuando le comenté mi interés, sin titubear un solo momento, contestó: «Sin duda alguna, están en el Archivo Militar de Ferrol». Lugar que él había visitado a causa de sus investigaciones. Efectivamente, allí estaba toda la documentación que desde hacía mucho tiempo tanto interés había puesto yo por conseguir una copia de lo que terminó siendo la causa 405/37.
Mientras tanto seguía leyendo lo más posible sobre el tema, porque no entendía muy bien que para historiadores, incluso biógrafos, de Buenaventura Durruti, Marciano Pedro pasara casi desapercibido. Abel Paz, biógrafo de Buenaventura por excelencia{6}, escribió sobre éste un libro de cerca de ochocientas páginas y cita a su hermano, al que sólo llama Pedro, en tres ocasiones y en ninguna de ellas nos habla de cómo terminó sus días; César Vidal autor de una biografía sobre José Antonio Primo de Rivera{7}, plagada de mentiras, publicó otra sobre Buenaventura Durruti, copiando a Abel Paz sin citarle –según escuché a éste en la presentación de su libro en Oviedo el veintidós de noviembre de 1996–, y no se enteró de que Buenaventura tenía un hermano llamado Marciano Pedro que acabó sus días ejecutado ante un pelotón formado por «individuos de la misma organización del condenado». Por otro lado, son muchos los errores que se cometen con el triste final de este falangista. Joan Llarch, por ejemplo, publicó un libro titulado La muerte de Durruti, en referencia a Buenaventura, y otro sobre Franco donde al referirse a unos fusilamientos, dice: «También, entre los que fueron fusilados en la Cárcel Modelo de Madrid, figuró Pedro Durruti Diumenge (sic), falangista y hermano del famoso Buenaventura Durruti»{8}. Causa sorpresa también las declaraciones que hace un viejo falangista, Narciso Perales, a Eduardo Guzmán publicadas en el periódico Diario 16, y, posteriormente, recogidas en un libro por José Luis Martínez Morant. Declara Perales:
«Yo, también como tú, soñé toda mi vida con la revolución. Pero es obvio que no con la de Buenaventura Durruti, sino con la de José Antonio, con la que también soñaron Pedro Durruti, falangista antiguo, fusilado en Barcelona al comenzar la guerra, y Marcelo Durruti, fusilado en León por los enemigos de la Falange, poco después de su incorporación a ella. Estoy seguro que la muerte brutal de sus dos hermanos falangistas fue para él –que era ante todo un hombre bueno– un terrible dolor que sólo pudo mitigar el fragor de la lucha».{9}
El sobrino de los Durruti, Manuel, que ya hemos citado y que al parecer es conocedor de toda la causa 405/37, en un artículo que tiene colgado en internet, con una pésima redacción, hace referencia a Marciano Pedro en estos términos:
«Por año 1935 es por estas fechas cuando hay una conversación de Pedro Durruti (hermano) falangista con Buenaventura, para proponerle, por encargo de José Antonio, un modelo italiano a lo Mussolini. La respuesta de Buenaventura fue premonitoria: «No». Diciendo a su hermano: «Ya verás qué pago te darán los fascistas». Pedro fue fusilado por los falangistas de León acusado de conspiración»{10}.
Como se ve, no escribe el nombre completo de «Marciano Pedro». Algo que tampoco hace el periodista Gustavo Morales, porque cree se trata de dos personas distintas, según se desprende de su artículo publicado en el nº 66, agosto 2007, de El Catoblepas, que tituló «Falangistas contra Franco: los azules fusilados en 1942». Escribe Morales en su segundo párrafo:
«Hay casos llamativos por el apellido. Marciano y Pedro Durruti, hermanos de Buenaventura, el líder anarquista asesinado el 20 de noviembre de 1936, eran falangistas. Pedro había sido miembro del grupo anarquista leonés Paz y Amor en septiembre de 1932. Cayó en las sacas republicanas. El caso más interesante es el de Marciano, quien ingresó en Falange en febrero de 1936, avalado por José Antonio Primo de Rivera, y el 1 de abril le entregaron el carné número 1.501 de FE de las JONS. Su hermana Rosa Durruti le bordó el yugo y las flechas. Marciano realizó gestiones para un encuentro entre Buenaventura Durruti, líder de la Federación Anarquista Ibérica, y Primo de Rivera.»
Nada dice del final de «Pedro», aunque añade que «Marciano tuvo aún peor suerte con las derechas… fue asesinado en zona nacional, de nada le sirvió el carné de falangista ni el apellido». En fin, todo un lío. Pero lo que es más extraño todavía es que Morales, aunque omite el Considerando, publica el Resultando y el Fallamos, donde es condenado a muerte Durruti, dejando muy claro, como veremos más adelante, que en la causa lo citan con el nombre de «Marciano Pedro Durruti Domingo». Con estos mismos nombres y apellidos figura en el certificado de defunción que extendió el Juez Municipal encargado del Registro Civil de León.
Sin embargo, nadie de los que se han preocupado del tema, escribe las causas, o lo hacen equivocadamente, por las que fue acusado Marciano Pedro Durruti y que hicieron que un Tribunal Militar lo condenara a muerte. Lo que dice Victoriano Crémer –aunque después parece contradecirse–, sobre las «culpas y complicidades en el episodio que un tal Hedilla capitaneara en Salamanca», no es cierto, tal y como sospeché desde el primer momento. Solamente uno de los testigos cita a Hedilla al referirse a Durruti como «partidario de los principios de Falange y por tanto partidario de Hedilla». Así, y después del testimonio de varios testigos, el Fiscal llega a las siguientes conclusiones:
«El procesado Marciano Pedro Durruti, elemento de confianza de la organización anarquista y por ello encarcelado el 11 de diciembre de 1933, detenido el 10 de octubre de 1934 por considerarlo directivo de aquel movimiento sedicioso, trató meses antes de iniciarse el Movimiento Nacional de ingresar en la Organización de Falange Española de esta capital y resultando inútiles las gestiones realizadas en tal sentido, con una insistencia sospechosa, se trasladó a Madrid donde era menos conocido y cotizando su apellido de historia revolucionaria de acción, sorprendió la buena fe de los dirigentes logrando su confianza. En pago de ella, de la cordial acogida que le fue dispensada y del olvido generoso de sus antecedentes, como elemento de enlace que era de la organización de su procedencia, apareció pronto complicado en la desaparición del fichero, puesto bajo su custodia, siendo rumor que circuló con insistencia que lo vendió a la Dirección General de Seguridad y hecho cierto que aquel fichero sirvió de guía para detener y fusilar a un buen número de afiliados a la JONS madrileña.»
Sigue el Fiscal con sus conclusiones que hacen al detenido inculparle aún más en su forma de proceder durante el primer año de Guerra Civil en España, llevando a pedir para el procesado «la pena de reclusión perpetua a muerte»:
«Iniciado el Movimiento Nacional, que le sorprendió en zona roja, apareció en esta ciudad por el mes de septiembre, consiguió vencer la natural repulsa de F.E. y admitido de nuevo en sus filas llegó a ocupar el cargo de chófer de la CONS y otra vez siguiendo la línea de conducta trazada de antemano, traicionó no ya a la Falange sino a la Patria y en momentos precisamente de peligro grave. En distintos folios sumariales aparece la tenaz actitud del procesado de provocar disgusto y desmoralizar las filas compactas de la retaguardia Nacional vertiendo y difundiendo ideas disolventes de irredento, y, concretamente, en la noche del cuatro del mes actual, en presencia de varias personas, en el domicilio de Lucio Mangas, alcalde de Armunia, decía que él sabia que en el pueblo de Armunia había habido cierto malestar con motivo de celebrarse el aniversario del Alzamiento Nacional por ser un pueblo en su mayoría marxista, que había que trabajar y llevar a Falange a todos los individuos, lo mismo daba socialistas que comunistas y que el objeto era crear un partido fuerte para en su día adueñarse del Poder, que para ello contaba con la Guardia de Asalto y estaba preparando en Valladolid el personal designado para ocupar los cargos, que a toque de corneta se echarían a la calle todos los falangistas para llevar a cabo sus planes y que esto convenía hacerlo antes de que terminara la guerra. Que había que desprestigiar a la Guardia Civil diciendo para ello que en los primeros días del Movimiento había cometido asesinatos abandonando en los montes los cadáveres de sus víctimas. Que había en el Ejército muchas estrellas y que el Ejército ya quería mangonear a Falange. Conceptos repetidos en otras ocasiones y que como queda ya dicho aparecen probados en diversos folios del sumario. Los hechos relatados constituyen un delito de adhesión a la rebelión previsto y penado en el párrafo 2º del artículo 230 del Código de Justicia Militar.»
Reunido el Consejo de Guerra en el Cuartel del Cid de León para ver y fallar el Sumario número 405 instruido por el procedimiento sumarísimo contra Marciano Pedro Durruti Domingo y después de haber escuchado al defensor del encausado, quien manifestó que los antecedentes del procesado de su servicio a la Falange y a la Patria debieran servir de atenuantes de su responsabilidad criminal por lo que pedía le fuera impuesta una pena menor que la solicitada por el Ministerio Fiscal. A continuación el Presidente del Tribunal cerró la vista y después de deliberar con el Consejo emitió la sentencia.
«SENTENCIA. En León a veintidós de agosto de mil novecientos treinta y siete, reunido en la Sala de Justicia del Cuartel del Cid el Consejo de Guerra Ordinario para ver y fallar la Causa nº 405 del corriente año seguido por el procedimiento sumarísimo y por el supuesto delito de adhesión a la rebelión contra el paisano Marciano Pedro Durruti Domingo; oído el Ministerio Fiscal, la Defensa y el procesado y
RESULTANDO que Marciano Pedro Durruti Domingo, vecino de León, que fue elemento de confianza de la Organización anarquista y por ello y su participación en una huelga ilegal encarcelado en once de diciembre de mil novecientas treinta y tres y que en el diez de octubre de mil novecientas treinta y cuatro estuvo detenido a disposición del Comandante Militar de esta plaza por considerarle como directivo y complicado en el movimiento sedicioso de aquellos días y se elemento muy significativo de la FAI, ingresando posteriormente en Falange Española de Madrid. La suposición de que fue a esa última organización con el propósito único de servir de enlace con la de su procedencia y al servicio de ésta, aparece robustecida con la desaparición del fichero puesto bajo su custodia y que según rumor insistente fue a parar a la Dirección General de Seguridad y del cual se tomaron los datos para practicar detenciones y fusilar, ya iniciado el Movimiento, a un buen número de afiliados a la JONS de Madrid, y probado plenamente con su conducta posterior.
RESULTANDO que iniciado el Movimiento Nacional apareció de nuevo en León procedente de zona roja y de nuevo consiguió ser admitido en Falange captándose la confianza de los jefes, y abusando de ellos y firme en sus ideas arraigadas de marxista, no desperdició ocasión de difundirlas buscando desmoralizar y escindir la apretada y compacta retaguardia Nacional; y así el día cuatro del corriente mes y año y sobre las veintitrés o veinticuatro horas se presentó en el domicilio del alcalde de Armunia, don Lucio Manga Rodríguez en unión de otros individuos, y en presencia del alcalde citado y otros dos vecinos del pueblo hizo las manifestaciones de que él sabía que en aquella localidad se había notado entre el vecindario cierto malestar con ocasión de celebrase el aniversario del Movimiento Nacional, atribuyéndole a que el pueblo indicado en su mayoría era contrario a aquél. Que había que trabajar y llevar a Falange el mayor número posible de personas, importando poco que fueran socialistas o comunistas, puesto que el objeto era crear un partido fuerte para en su día hacerse dueño del Poder y que todos los mandos fueran falangistas, ya que el ejército, en el que había demasiadas estrellas, quería mangonear, siendo así que el saluda debía hacerlo el ejército a Falange. Que la campaña debía comenzar con el desprestigio de la Guardia Civil poniendo en circulación la especie de que en los primero días del Movimiento había cometido asesinatos, abandonando en el monte los cadáveres de sus víctimas. Añadió, para mejor convencer a sus oyentes, que contaban con los Guardias de Asalto y estaba preparando en Valladolid el personal designado para ocupar los cargos y que era necesario realizar estos planes antes de terminar la guerra, siendo preferible morir en la retaguardia que morir en el frente, conceptos que repitió el día catorce del corriente mes en el Café Central, en presencia de varios sujetos.
CONSIDERANDO que los hechos referidos, y que el Consejo estima probados, integran un delito de adhesión a la rebelión previsto y penado en el párrafo segundo del artículo 235 del código de Justicia Militar, y que se ha puesto de manifiesto de una manera patente le pertinaz insistencia del Marciano Pedro Durruti en realizarlos, apareciendo evidente también por su conducta anterior el propósito deliberado y resuelto de colaborar con los rebeldes en sus fines.
CONSIDERANDO que del mencionado delito es responsable el procesado Marciano Pedro Durruti Domingo concurriendo contra el mismo las circunstancias agravantes de su persividad (sic), de la trascendencia del delito y del daño que hubiera podido producirse a los intereses del Estado, enumerados en el artículo 173 del propio Código, por lo que debe imponerse la pena de grado máximo.
CONSIDERANDO que en cuanto a las responsabilidades civiles debe observarse el decreto Ley de diez de enero último.
Vistas las disposiciones citadas y concordantes.
FALLAMOS que debemos condenar y condenamos a Marciano Pedro Durruti Domingo como autor responsable de un delito de adhesión a la rebelión con circunstancias agravantes a la pena de MUERTE. En cuanto a las responsabilidades civiles se reservan a los perjudicados las acciones correspondientes en la forma establecida por Decreto Ley y Orden de diez de enero del corriente año, remitiéndose testimonio de esta sentencia a la Comisión Central de incautación de bienes por el Estado.
Así por esta nuestra sentencia lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
Firmas ilegibles.»
Para la ejecución de la pena de muerte, fue designado como lugar el Campo de Tiro de El Ferral (León), habiendo sido oficiado al jefe provincial de Milicias de FET y de las JONS para que designase el piquete que al mando de un oficial tendría que ejecutar la pena impuesta. Ésta se cumplió el día 22 de agosto de 1937 a las diez y ocho horas y media.
Notas
{1} A lo largo de todo el proceso no aparece en ningún momento el nombre de Alfonso.
{2} Victoriano Cremer, El libro de San Marcos, Editorial Lebrija, Madrid 1980, pág. 190.
{3} Ibid., págs. 191 y 192.
{4} VV. AA., Historia del anarquismo leonés, Editor Santiago García, León 1993, pág. 165.
{5} José María García de Tuñón Aza, José Antonio y la República, Ediciones Tarfe, 2ª edición, Oviedo 1996, págs. 101 y 102.
{6} Abel Paz, Durruti, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid 1996.
{7} César Vidal, José Antonio. La biografía no autorizada, Anaya, Barcelona 1996.
{8} Joan Llarch, Franco. Biografía, A.T.E., Barcelona 1983, pág. 221.
{9} Compilación e introducción José Luis Martínez Morant, Narciso Perales, el falangista rebelde, ENR, Barcelona 2007, 2ª edición, pág. 133.
{10} www.todosobredurruti.blogspot.com