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El Catoblepas, número 88, junio 2009
  El Catoblepasnúmero 88 • junio 2009 • página 14
Artículos

Xavier Boveda:
el «ultraista» español que vivio entre nosotros

May Lorenzo Alcalá

Sobre el único poeta ultraísta español
que se radicó definitivamente en Argentina

A la memoria de mi abuelo, Nicasio Lorenzo Rodríguez , que emigró a la Argentina proveniente de San Juan de Castromayor, Abadín, Lugo, en 1909, y con mucho trabajo, esfuerzo y astucia se hizo una posición acomodada; a mi padre, Nicasio Lorenzo Magide que cumplió el sueño paterno de m’hijo el doctor, egresando con Medalla de Bronce como Ingeniero Civil por la Universidad Nacional de Buenos Aires, y me dio la formación intelectual y los principios éticos que me permiten hoy ser Embajadora de mi país. Con orgullo por ellos, por la Galicia original de nuestra familia y por la Argentina, siempre abierta y generosa, aún en las peores crisis, a»todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo de la Patria», como dice el Preámbulo de nuestra Constitución

Xavier Boveda Pérez 1898-1963

Xavier Bóveda y Jorge Luis Borges se conocieron, casi seguramente, entre 1919 y 1920 en que ambos colaboran en publicaciones ultraístas y, más que probablemente, a través de Rafael Cansinos Asséns, considerado por ambos un maestro; aunque no habría que descartar el lazo compartido con Francisco Luis Bernárdez, cuyo libro Kindergarten (1923), como La luna, el alma y la amada y De los pazos gallegos de Bóveda (1922), tiene portada de ilustrador galleguista Cándido Fernández Maza, además de la participación de ambos en el cenáculo orensano de Vicente Risco.

Bóveda no fue de los ultraístas españoles más cercanos a Borges, como Jacobo Sureda, Isaac del Vando Villar o Adriano del Valle, pero es evidente que la relación entre ambos se prolongó en el tiempo, como lo prueba la inmediata inclusión del argentino en el staff de colaboradores de la revista Síntesis, creada y dirigida por el gallego en Buenos Aires, en junio de 1927. También vale la pena mencionar en esta suerte de introducción, que Bóveda era un muy discreto escritor, cuyo enorme empeño y constancia le permitieron, primero, llegar a la Argentina con ese rótulo, y luego vivir de su actividad intelectual, incluyendo el periodismo, sin pasar penurias económicas como en España, pero sin lujos ni fama.

Estas aclaraciones preliminares no tienden a minimizar la figura de Xavier Bóveda, el único poeta ultraísta español –ya abordaremos el tema de su ultraísmo– que se radicó definitivamente en Argentina –si exceptuamos de este calificativo a Guillermo de Torre quien, después del poemario Hélices (1921), se dedicó al ensayo–, sino a dimensionarlo adecuadamente, porque la apreciación exagerada de su importancia hecha por algunos trabajos recientes{1} lleva a conclusiones equivocadas a partir de hechos que, bien contextualizados, son irrelevantes para el análisis. Valga el ejemplo de la trascendencia que se asigna a la circunstancia de que no haya registro de que Bóveda visitara o se encontrara con Borges cuando viaja a Buenos Aires por primera vez{2}.

La comprensión de que la gran batalla existencial y excluyente de Bóveda fue encontrar la forma de trabajar de escritor y poder vivir de ello resulta básica para analizar su derrotero intelectual; si no se comprende que, para el joven orensano, rústico de maneras y poco instruido, ser reconocido como poeta representaba el sueño del ascenso social y recibir una adecuada remuneración por esa actividad la lógica de la relación trabajo-compensación, las conclusiones que se saquen de su derrotero vital estarán mal orientadas. De igual manera, la presencia constante de un mecenas o protector en las diferentes etapas de su vida y las páginas de alabanzas que dedicaba a ellos y sus familias, son parte inseparable de ese esquema, ya que Bóveda parecía deducir una suerte de responsabilidad de los ricos y poderosos sobre la suerte de su musa.

Este esquema empieza a perfilarse tempranamente, cuando era sólo un muchacho y no había salido de su Orense natal. Allí dedica, sin demasiado éxito, páginas muy elementales todavía, a las niñas de buena familia de su provincia –El madrigal de las hermosas: semblanzas de mujeres orensanas (1917). Ante la evidencia de enfrentarse a un «mercado» que no parece tener necesidad de «consumir su producto», se traslada a Madrid, cosa que hará en dos oportunidades, mediadas por una estancia en Orense con aire de derrota. En la capital del Reino avanza en el perfeccionamiento de su personaje inicial: el joven rústico y pobre con inspiración poética, y allí conseguirá su primer protector, el Conde de Bugallal. Rafael Cansinos Assens en sus memorias, La novela de un literato{3}, ilustrará con humor no carente de sarcasmo esa travesía de Bóveda, hasta su partida definitiva hacia Argentina.

«Hasta ayer vivió oscuramente en su aldea natal de Orense donde su padre, según dicen, ejerce el macabro oficio de carpintero de ataúdes. Calzaba almadreñas de campesino y debía trabajar en el campo, pues sus manos recias y callosas, parecen desprender aún pellas de barro.
Poeta espontáneo, sin estudios de ninguna clase, alondra del terruño, incitado a cantar por los versos de Rosalía de Castro y Curros Enríquez, sintió al leer libros de Carrere, como La cofradía de la pirueta, la ambición de conquistar Madrid, incorporándose a esa cofradía pintoresca y absurda.» (del Capítulo Xavier Bóveda)

«Javier se sienta en el diván, nos mira con sus ojillos maliciosos de campesino gallego al que se le hubiera muerto una vaquiña y sospechase de maléficos (…)» (de Las preocupaciones de Bóveda)

«Yo antes era un pequeño salvaje, que apenas si había leído algo a salto de mata. Ahora comprendo que hay que sistematizar las lecturas, proceder con método. La cultura solo se adquiere; y sin cultura no se puede ser ni poeta» (de Bóveda Vincitor)

En 1918 se acerca al ultraísmo y permanece en Madrid hasta 1920, gracias a una cuota mensual que le pasa su mecenas porque, a pesar de que colabora con algunos medios de prensa, esos ingresos no le alcanzan para una vida digna, por lo que vuelve a Galicia. Reincide por dos años con madrigales galantes, que incluye en giras que realiza por la región.

Sin embargo, nuevamente desilusionado de sus coterráneos, que no parecían estar muy impresionados por sus «logros» en la Capital{4}, vuelve a Madrid en 1922. Su vida dará un enorme giro cuando su protector, el Conde de Bugallal le consiga una invitación del Centro Gallego de Buenos Aires para dar conferencias, con el no muy secreto objetivo de salvarlo de viajar a Marruecos como corresponsal de guerra.

«.Don Gabino (Bugallal) es mi Mecenas. Yo no tengo más que pedirle una cosa para que me la haga. Yo entro en la casa de don Gabino como en la mía. Los dos somos gallegos y los dos damos lustre a Galicia, cada uno en o suyo, él en la política, yo en la literatura» (de Las preocupaciones de Bóveda)

Llega al Río de la Plata en marzo de 1923 y, en vez de las tres semanas previstas, permanece dos meses en una ciudad que lo sorprenderá por la facilidad con que allí puede ganar buen dinero trabajando de escritor, lo que queda reflejado en múltiples testimonios. Convencido de la necesidad de agregar una característica a su personaje, en las conferencias y presentaciones en Argentina se convierte en el gallego rústico, esforzado y autodidacta, inspirado por la musa poética.

Su éxito de público, si es que realmente existió, debe leerse con cierta prevención: las entidades gallegas repartidas por el país tenían un público cautivo, sus socios, que asistían a cualquier evento que se organizaba, interesara o no, porque implicaba una reunión social de la comunidad. Por otra parte, un gallego intelectual implicaba una novedad legitimatoria y exigía una presencia cortés, aunque no fuera interesada. Bóveda, que conquistó en Buenos Aires a su segundo mecenas, el empresario Virginio F. Grego{5} posiblemente percibió, durante ese período o al principio de su radicación definitiva, las características reales de la colonia gallega de Argentina.

Las instituciones gallegas que lo habían invitado o recibido –durante el primer viaje no tuvo actividad en otro ámbito, excepción hecha de la revista Nosotros, según veremos– estaban conformadas por inmigrantes relativamente recientes{6} y rápidamente enriquecidos; provenían de las zonas rurales de su país de origen y se habían radicado en la capital o en las mayores ciudades de Argentina, por lo que deseaban olvidar su pasado campesino, del que el idioma gallego era una clara señal, integrarse de la manera menos distintiva a la sociedad local, aún cuando se sintieran gratificados en poder agruparse con sus congéneres y disfrutar de algunas costumbres, como la comida, la música, los bailes, pero sin intentar imponerlos.

Estos extendidos grupos de gallegos eran excelentes trabajadores y muy buenos comerciantes cuando sus posibilidades económicas les permitían pasar a la categoría de propietarios, pero tenían una muy escasa cultura e, incluso, eran iletrados. Trataban de darle a sus hijos una educación a la que ellos no habían tenido acceso, siendo el mejor ejemplo la pieza teatral M’hijo el doctor, de Florencio Sánchez, porque ello habilitaba el ascenso social y no sólo económico.

«Y he conocido allí a esa señorita decente, culta, hija de padres gallegos como yo…hemos simpatizado y nos vamos a casar» (de Bóveda Vincitor)

Igual que los catalanes y los vascos, que tuvieron una mucho más antigua radicación en el Río de la Plata{7}, los gallegos no enseñaban tal idioma a sus hijos, no sólo por considerarlo un resabio de su pasado pobre y campesino, sino para facilitarles una más rápida integración a la sociedad local. La lengua común entre el pasado y el presente era el castellano.

En la comprensión de que sus anfitriones gallegos no eran galleguistas (tal vez desconocían lo que era serlo) ni tenían un alto nivel intelectual, Bóveda volvió a adecuar su personaje al mercado consumidor. Fue armando, en base a lecturas de carácter filosófico, un discurso que comenzó siendo una exaltación de las cualidades y carácter españoles, con lo que ampliaba su potencial audiencia, pero también respondía a un sentimiento generalizado entre las diferentes comunidades: todos se sentía españoles más allá de la región de la que proviniesen.

«Yo ahora hago versos pero con un fondo filosófico…como Unamuno y Lugones y Arturo Capdevila (…) Y me estoy iniciando también iniciando en mitología. El mito es la creación poética de los pueblos. Un poeta debe conocer la mitología. Yo estoy estudiando, incluso, la Teoría de la Relatividad de Einstein.
—Te estás volviendo un sabio –suspira Margarita.» (de Bóveda Vincitor)

Poco más tarde, Bóveda terminaría ocupándose de un asunto en el que lo catalanes de Argentina habían sido precursores: la recuperación cultural de las ex colonias a partir de un difuso pan hispanismo. Con motivo de la guerra civil y la llegada de un grupo de intelectuales galleguistas, encabezados por el propio Castelao (Alfonso Rodríguez Castelao), Bóveda retoma temas –Galicia Madre, publicado por El Ateneo en 1944, por ejemplo– e incluso escribe poemas en gallego, pero nunca llega a integrar los cenáculos que algunos de ellos mantenía en diferentes bares y restoranes de la Avenida de Mayo.

Cuando vuelve a España en septiembre de 1963, no lo hace con la intención de radicarse definitivamente –de hecho, su mujer permanece en Argentina– sino en la esperanza de que, con sus «éxitos» teatrales en Buenos Aires, podría ampliar el mercado para su producción dramática, ya que las obras había sido estrenadas en su mayoría por elencos españoles en gira. Muy rápidamente se dará cuenta de que sus ilusiones, nuevamente, han sido desmedidas y poco realistas. Es entonces cuando lo encuentra la muerte.

Bóveda «Ultraista»

Para analizar el ultraísmo de Bóveda hay que prescindir de sus dos primeros libros{8}, entre otras cosas porque vieron la luz cuando todavía no había nacido la corriente, y comenzar el análisis a partir de su estancia en Madrid, ciudad en la contaría con protector y con contactos con la prensa escrita, como La esfera, Prensa Gráfica y con Antón del Olmer; éste lo contratará como redactor de su diario El Parlamentario, que dirigía. Para ese medio hará un reportaje fundacional a Rafael Cansinos Assens{9} a fines de 1918, en el que el patriarca habría mencionado por primera vez el Ultra.

A partir de allí se publica el primer Manifiesto{10} de la corriente –que, según Guillermo de Torre, quien niega haber autorizado la inclusión de su firma, fue redactado por el propio Cansinos– en medios de Madrid y es recogido en la revista Cervantes, de enero de 1919, y Grecia, del 15 de marzo del mismo año; en todas esas publicaciones Xavier Bóveda aparece como primer firmante.

¿A qué se debe esta necesidad de Bóveda de aparecer como principal promotor de una corriente renovadora? Posiblemente la corta experiencia de Madrid ya le indicaba que, al joven rústico y pobre con inspiración poética, había que agregarle un barniz de cultura que se podía materializar, además en base a lecturas, que incrementa, a través del contacto con la joven intelectualidad capitalina, que se reunía alrededor de las tertulias del propio Cansinos, en el Colonial, y de Ramón Gómez de la Serna, en Pombo{11}. Sin embargo, Bóveda no siente que estas nuevas relaciones sean excluyentes de actitudes cortesanas. Un claro ejemplo de esta desacomplejada duplicidad es la contemporánea publicación de sus tres colaboraciones con Grecia y del poema de compromiso A la señorita Bugallal (en su boda){12}, dedicado a la hija de su mecenas.

Los tres poemas publicados en Grecia, en los número 13, 14 y 23, todos de 1919, además de la voluntad de Bóveda de reafirmar su pertenencia al grupo ultraísta, muestran hasta qué punto el futurismo italiano influyó en la génesis de la corriente española y cómo, en ese sentido, Vicente Risco desde su Orense natal, debe haber traspasado, tanto a Bóveda como al propio Eugenio Montes, las propuestas novedosas de esa corriente.

En el primero de los números referidos, Bóveda publica un poema denominado Un automóvil pasa, que en realidad habla del referido vehículo pero también del tranvía. Además de tratarse de dos íconos del futurismo (y de la modernidad toda), el autor utiliza muy frecuentemente sonidos onomatopéyicos, como:

Y el motor
lo acompaña
retozón
Trrrrrrrrr
Trrrrrrrrr
(…)
Se pierde, al fin, en lontananza…
Po, po, po, po, pöe.
(…)
Vuelve a coger su línea recta y corre
úúúúú…
tan, tan, tan, tan.

Sin embargo, Bóveda desliza algunas rimas, como: (…) evoca// suaves recuerdos del pasado…// Si es una niña se acuerda// del rubio novio, del amado, y las metáforas, más allá de algún intento ineficaz de aproximación a la fórmula, están ausentes.

En el siguiente número, coinciden en una página bajo el título genérico de Ultra, un texto en prosa de Eugenio Montes, Atardecer en New-York, dedicado a Vicente Risco –lo que ratifica la asociación que hacen estos autores entre futurismo y ultraísmo– y un poema de Bóveda, A Pedro Luis, en Sevilla. El último es absolutamente tradicional, en cuartetas.

(…)
Pedro Luis, amigo antiguo
antiguo poeta también,
que un día en mi campo exiguo
pusiste una flor del bien
(…)

La tercera y última colaboración con Grecia, La plástica del ambiente, puede analizarse de la misma manera que la primera: cercana al futurismo por la temática (tranvía, coches, autos), por el uso de onomatopeyas y algún grafismo, pero con rimas inocultables.

En mayo de 1926, en el diario Los Principios de Córdoba, Argentina, dirá al respecto de este período: «(…) Pero yo me separé del movimiento ultraísta poco después de su iniciación. Sin renegar de él, he permanecido alejado.» Es evidente que no se refiere a un distanciamiento estético sino geográfico, lo que se ratifica inmediatamente: «Asegurado el ambiente de los jóvenes de la nueva tendencia me refugié en Galicia, donde luego publiqué El poema de los pinos»{13}.

La verdad es que, como se dijo, y a pesar de la ayuda económica que recibía de su mecenas, las colaboraciones periodísticas no le permitían vivir en la capital decorosamente, al nivel que exigía su pertenencia al grupo de los jóvenes vanguardistas. Sin embargo, sigue en contacto con el maestro del ultra, Cansinos Assens y, no casualmente, con el acuñador del término futurismo, Gabriel Alomar; éste prologa el mencionado poemario El poema de los pinos, y don Rafael le escribe un post-facio.

Y es en este texto donde hay que buscar la explicación de naturaleza del supuesto Ultra de Bóveda. Lo dice Cansinos entre líneas, el joven que estaba en la búsqueda de una huella que seguir, de un ámbito gregario o que lo contuviera en la capital del Reino, se siente ultraísta aunque no comprenda bien de qué se trata y escribe un poema que el patriarca identifica como El Tranvía –en realidad, se trata de Un automóbil pasa– que reconoce como de la corriente; y agrega que fue aplaudido, pero vilipendiado en la Galicia natal del autor.

Tal vez Cansinos exagera respecto de la desaprobación generada por las onomatopeyas en el terruño del poeta pero, lo que está claro es que, al volver a Orense, Bóveda no podía insistir en esa estética semi-ultraísta si pretendía, esta vez, conquistar un público entusiasta. Como venía sucediendo, su viraje estético está relacionado, no con convicciones, sino con su apreciación sobre la calidad de la demanda del mercado al que pretendía acceder.

La verdad es que el Ultra de Bóveda fue más publicitario que real, porque así ha quedado calificado en la historia de las vanguardias y, como él mismo dice, ese rótulo le sirvió algunas veces para presentarse; en el ya mencionado reportaje realizado en Córdoba, en 1926, reconoce que gran parte de ese éxito (se refiere al supuestamente obtenido por El poema de los pinos) es debido a la notoriedad que rodeó mi nombre a raiz de la publicación del manifiesto ultraísta.

Antes de viajar a la Argentina, también publica en Orense y con ilustraciones del galleguista Cándido Fernández Maza De los pazos gallegos. Versos de miedo y superstición y La luna, el alma y la amada{14}. El primero, aunque demostrativo de su vuelta a una lírica convencional, tiene algunos poemas donde la mitología gallega chisporrotea agradablemente:

En las trágicas noches de los inviernos trágicos,
noches de agorería, de horror y de artimañas,
las brujas abandonan sus sombrías cabañas
y vuelan de la luna bajo los iris mágicos.
(de Agorería.)

En cambio La luna, el alma y la amada, cargado ya de un sentimiento de frustración que va a aparecer cíclicamente en Bóveda, muestra algunos momentos aún contagiados de vanguardia, como los califica Juan Manuel Bonet{15}, seguramente involuntarios{16}, como esta estrofa:

¡Para nada, Señor: yo soy inútil…
Acaso, acaso, un paria:
¡Un triste exhombre, soñador, que ensueña
una vida más alta!
(de 6)

Obviamente, atraviesa el Atlántico con Canto a la Raza Gallega, y Versos de Fe y de Silencio{17} ya escritos{18}, porque se editan en un solo volúmen en Buenos Aires, con motivo de su primer viaje y seguramente a cargo de su nuevo mecenas, o de las instituciones gallegas invitantes, ya que se trata de una edición de autor. Está dedicado el entonces Presidente de Argentina, Marcelo T. de Alvear –quien habría asistido a una de sus presentaciones.

La única publicación especializada que registra el paso de Bóveda por Argentina en 1923 es la revista Nosotros, que publica algunas gacetillas al respecto y dos poemas de su autoría, en el número 167, de abril de ese año, bajo los títulos de Anhelo y escepticismo.

Bóveda en Argentina

Los motivos eternos{19}, el primer libro que publica ya radicado en Buenos Aires, lo ofrece a Doña Regina P. de Alvear, es decir que reincide en su actitud de poeta de corte sin ningún pudor. Tal vez esta manifiesta obsecuencia con el poder haya sido una de las razones por la que no fue invitado a colaborar, ni con Proa segunda época, ni con Martín Fierro, revistas en las que los poetas españoles tenían la mayor cabida, sobre todo con su antecedente ultraísta.

Bóveda vuelve definitivamente a la Argentina en 1925 ó 1926 para casarse con Juana o Juanita, de quien se desconoce hasta ahora el apellido, aunque puede especularse que estuviera relacionada con la familia de Juan Roldán, dueño de la prestigiosa Editorial y Librería La Facultad, con la que publica sus primeros libros locales: Los motivos eternos, poemas, de 1927 y Tierra nativa, prosa, de 1928. Hasta esa obra, la temática abordada está referida a Galicia y la estética es rubeniana, aunque en las conferencias y otras actividades públicas que sigue desplegando para ganarse la vida –incluyendo la revista Síntesis, que comenzó a salir en 1927, y de la que me ocuparé más adelante– ya ha comenzado a ampliar su discurso, refiriéndose más genéricamente a España.

Este viraje se registra en libros a partir de La esencia de lo español y otros temas{20}, publicado en 1929, hasta su despedida de la poesía, con Integración del hombre (poemas en profundidad){21}. Convencido de que su formación general y específicamente filosófica ha sido completada, decide dedicarse al ensayo y, en lo cultural, a promover esa suerte de pan hispanismo al que nos referimos más arriba.

Integración del hombre es un libro del Bóveda paradigmático –no paradigmático de Bóveda– ya que en él quedan registradas todas las características de su personalidad. Está plagado de dedicatorias, desde una apertura y un cierre dedicados a su mujer y su madre, pasando por el libro a su mecenas local, Virginio Grego y poemas a la mujer e hijo de éste, hasta el detallismo de evocar a viejos cofrades, como Eugenio Montes, su fugaz maestro, Cansinos Assens, y otras decenas de dedicatorias a nuevas relaciones argentinas.

El prólogo donde se despide del verso y los poemas reunidos bajo la denominación del libro son demostrativos, sino de la naturaleza de Bóveda, porque podría ser la forma de ocultar un complejo de inferioridad proveniente de su infancia y no superado, pero sí de la personalidad que deseaba mostrar.

«El libro de poemas sólo puedo justificarse como una prueba, como una preparación y adiestramiento necesarios para emprender empresas de más grande riesgo» (del Prólogo)

«Yo que he sido un poeta que usó la rima y el ripio
dejo la rima y el ripio
dejo los ocasos, los amaneceres y hasta las estrella (…)
Te dejo a ti, mujer, que gustas de los versos fáciles
con metáforas y consonantes (…)
Erguido sobre la atalaya de sus treinta y seis años alertas
digo adiós al poema que fue, para saludar al hombre plenario que adviene (…)
Heme aquí, como hombre en ese momento profundo
en que cosas y seres desnudan su forma simbólica (…)
Heme aquí, como poeta, en la hora angustiada de los adioses.
(de Definición.)

Lo que está claro es que Bóveda creía merecer un éxito o una proyección pública que realmente no había alcanzado tampoco en Argentina, más allá de que su existencia fuera mucho más holgada y cómoda que en España.

Paralelamente a la literatura, practica el periodismo, especialmente radial, cuyos programas en forma de tertulias emitidas en Radio Prieto, entre 1934 y 1935, publica en forma de libro, en 1935, bajo el título de Tertulias literarias{22}. Aparentemente, en las emisiones utilizaba una muletilla para comenzar las respuestas a su audiencia: «En España, la jurisprudencia…», que fue parodiada por el también radiofónico Pepe Iglesias, El Zorro{23}.

Alrededor del cuarenta, posiblemente de nuevo defraudado por la falta de receptividad que encuentran sus ensayos, se dedica a escribir obras de teatro, como Caos{24} –inspirada por la Guerra Civil española–, Laura busca un amante y Un honrado padre de familia{25}, algunas de ellas estrenadas en Buenos Aires por los elencos españoles que frecuentaban la plaza.

Como se dijo, la ilusión de imponerse como dramaturgo en España, lo impulsa al viaje de 1963, en el que encontrará la muerte. Según Mariano Tudela{26}, mientras esperaba definiciones sobre sus propuestas teatrales, pasaba de un optimismo arrollador a unos decaimientos profundos, como si empezase a darse cuenta de la amarga realidad. Pocos días antes del desenlace final, en el trayecto de Carretas hacia Sol, habría confiado a su coterráneo: mi vida es un completo fracaso.

Bóveda y Síntesis

Bóveda podría haber pasado por la literatura argentina sin pena ni gloria, pero la revista Síntesis por si sola justifica que nos ocupemos de él: Fue el gran aporte que, este seudo ultraista y escritor profesional no demasiado interesante, hizo a la vanguardia local, ya que dio a la transición y camino a la vuelta al orden, un recorrido más amplio en el tiempo que la revista Libra –de un solo número.

La dirigida por Bóveda vio la luz en junio de 1927 y salió mensualmente hasta 1930 –con cuarenta y una entregas de volúmenes de 125 páginas, muy bien impresos e ilustrados– aunque capitaneada por Martín Noel, a partir de 1928. Tenía un Consejo Directivo integrado, entre otros, por Carlos Ibarguren quien sería, en la década siguiente, uno de los más destacados nacionalistas pro-fascistas: desde la Presidencia del Pen Club Argentino, facilitó la presencia de F. T. Marinetti en el Congreso Internacional de la institución realizado en Buenos Aires en 1936, mientras Jorge Luis Borges, otro de los miembros del Consejo de Síntesis, iba a ser llamado, con Victoria Ocampo y Eduardo Mallea, el grupo izquierdista del Pen. Pablo Rojas Paz, por su parte, colaborador frecuente, se declararía comunista a mediados de la década del treinta.

Como puede verse, Síntesis asoció personajes que, poco después, cuando la década del treinta enfrentara a nacionalistas y liberales, serían absolutamente incompatibles. Pero, publicada de 1927 hasta 1930, la revista abarcó el período de indecisiones, dudas, cabildeos, y después la dispersión, de los jóvenes que protagonizaron la renovación de la década del veinte. Este fenómeno, el de captar una suerte de secuencia de instantáneas de la disolución de la vanguardia en nuestro país, se le debe a Bóveda y no le ha sido reconocido nunca, ni siquiera por aquellos trabajos, pocos, en que se analiza la revista{27}.

Fue la primera revista de su generación concebida para durar mucho tiempo, con adecuada financiación, dicen Lafleur, Provenzano y Alonso{28}, aunque no especifican a cargo de quien, lo que deja dudas que se proyectan, también, sobre los acontecimientos que deben haber mediado entre los números 7 y 8, es decir sobre las razones reales del cambio de dirección.

Entre 1925 y 1926 Bóveda se había radicado en la Argentina, pero en 1927 y después de sacar el primer número de Síntesis vuelve a España por un corto viaje, aparentemente para publicitar allá su revista; ello queda registrado en dos cartas que remite a su mujer, el 21 de julio y el 8 de agosto de 1927{29}. En la primera afirma que no te escribo ahora más, pues he de salir a caza de escritores para que me faciliten originales pues, como no ignoras, de «Síntesis» habré de esperarlo todo.

La segunda es más explícita aún: Hoy quiero hablarte de «Síntesis». Como yo esperaba, la revista ha obtenido en España un éxito extraordinario. «El Sol»{30} la saludó a mi llegada con las palabras más altas y la «Revista de Occidente» –que dirige Ortega y Gasset– culmina hoy la serie de ditirambos con concepto verdaderamente únicos (…) Te envío también las palabras de saludo que me ha dedicado «La Gaceta Literaria»{31} y que, como verás, son muy efusivas. En fin, y por lo que a «Síntesis» importa, estoy verdaderamente contento pues todo marcha muy bien. Surge del tenor de ambas la paternidad de Bóveda sobre el proyecto original, la importancia que le adjudicaba en su inserción en el medio local y la autonomía de que gozara como Director, tanto en el reclutamiento de colaboradores como en el rol público que asumía.

Podría deducirse que, en este primer período, el principal sponsor del emprendimiento pudo haber sido Virginio F. Grego, dueño de Manufactura de Tabacos Particular. Sin embargo no hay que ignorar la empatía que debe haber generado en Martín Noel, embarcado en un nacionalismo de estética neocolonial, la concepción pan hispanista que Bóveda comenzaba a gestar por esos años. En tal sentido, tampoco debería descartarse un aporte económico de las empresas Noel, que aparece como avisador –aunque, en todo caso, no exclusivo ya que también publicita sus artículos la competencia: Chocolates Águila, de Saint Hermanos.

Lo sí parece convincente es que, a partir de que Martín S. Noel decide asumir la Dirección –o relevar a Bóveda–, los gastos del emprendimiento hayan sido aportados por él mismo, que tenía una considerable fortuna no sólo proveniente de la fabricación de chocolates sino también de la producción de grandes extensiones de campo, y además era soltero por lo que, a diferencia de su hermano Carlos Martín, que tuvo mujer e hijo –aunque su matrimonio terminó con un tormentoso divorcio– no estaba limitado por razones familiares.

Sin embargo, esta aproximación a la cuestión del financiamiento tampoco arroja luz sobre las verdaderas razones del alejamiento de Bóveda de la conducción quien, como para mantener la cuota española, fue reemplazado en el Consejo Directivo por Guillermo de Torre, para diciembre de 1927 ya radicado en Argentina donde, pocos meses después, se casaría con Norah Borges. Bajo el título de La nueva Dirección, el número 8 dice que, En una carta fechada el 8 de diciembre (…) Bóveda explica las causas de su renuncia (…): «Síntesis requiere no ya la más exquisita de las percepciones, sino una verdadera y continua consagración de tiempo, que yo, en la actualidad, no puedo dedicarle».

La falta de tiempo parece una excusa poco verosímil para una persona que, menos de cuatro meses antes, parecía cifrar tantas esperanzas en esa publicación y tampoco puede pensarse que fuera cuestión de salario porque, si Noel y Bóveda hubieran estado de acuerdo en el rumbo de la publicación, el primero seguramente habría solventado lo necesario –en el caso de que el mecenas de Bóveda ya no hubiese querido continuar con el emprendimiento.

Ello nos lleva a pensar en desinteligencias entre el primer Director y el siguiente en cuanto al contenido de la revista. Lafleur, Provenzano y Alonso dicen{32} que (…) Muchos de los antiguos y bulliciosos frecuentadores de los cenáculos vanguardistas colaboraron en sus páginas, los mismos de Proa, Martín Fierro, Inicial y Valoraciones. Pero algo había cambiado: pasado el hervor, se insinúa el tono académico natural en quienes gozan ya de un prestigio que les permite con los prestigiosos que habían combatido. Sin embargo es necesario graduar esta aseveración a lo largo del tiempo en que salió la publicación.

Cansinos Assens, Gómez de la Serna, Guillermo de Torre, y Benjamín Jarnés, que aparecen en los siete primeros números son, evidentemente, relaciones previas y de la etapa española de Bóveda; cierto es que también lo eran de Jorge Luis Borges, aunque es razonable pensar que los aportes de éste pasaran más bien por la inclusión de Evar Méndez, director de Martín Fierro, y de Pablo Rojas Paz, co-director parcial de la segunda época de Proa. El primero, como no resignado a la desaparición de su revista y dando continuidad a su propio proyecto vanguardista, publica en los números 4 y 5 de Síntesis una suerte de antología, con presentación de cada poeta, de doce de los más asiduos en la suya.

Si bien muchos de estos colaboradores continúan participando de la publicación a partir de la salida de Bóveda, con ésta comienzan a aparecer algunas notas directamente contrarias a la vanguardia: Orientación estética dominantes en la actual literaria argentina, de Carmelo Bonet (número 12); La inquietud estética de hoy, de Emilio Frugoni (número 16); El arte de la vanguardia (número 24) y Arte intelectualista y arte plebeyo (número 29), ambos de Osvaldo Talmón, y Modalidades poéticas (número 28) de José María Monner Sans.

Esta actitud es una verdadera novedad porque, si bien dijimos que en las páginas de Síntesis podía seguirse la evolución de los vanguardistas hacia la vuelta al orden, ninguno de los escritores a los que nos referimos adoptó una actitud activa contra la estética que venían desarrollando, por lo menos hasta una década después{33}.

La otra cuestión que parece diferenciar el período Bóveda del siguiente es el tema del idioma. A pesar de que en la justificación del número 8 ya aludida, se dice que El cambio de nombres no indica, como podría suponerse una nueva trayectoria (…) y que La nave no cambiará de ruta, lo cierto es que inmediatamente se valoriza la conquista como un trueque, (…) en el que nos dieron una religión y un idioma. (…). Cuidaremos del idioma con todo nuestro celo, pues si nos creemos en el deber de acrecentarlo, trataremos de cuidarlo en todo lo posible, limpio de barbarismo y de confusas pirotecnias verbales.

Está claro que la gestión de conducción que Noel iniciaba no estaba aludiendo a los idiomas regionales, como el gallego –que obviamente Bóveda no habría nunca intentado imponer y que los argentinos del nivel social de Noel consideraban meros dialectos– sino a las liberalidades que algunos vanguardista se tomaban con el castellano culto, como los aludidos barbarismo, usos populares, y traspolaciones de la pronunciación popular al leguaje escrito, como venía haciendo Borges. No se trataba del criollismo modernizador que menciona Eduardo Romano (34), refiriéndose a la eventual herencia de Güiraldes, sino a los poemas que dicen I en vez de Y, ciudá en lugar de ciudad, &c.

A juzgar por lo que registra la propia publicación –ya que no hemos encontrado testimonios directos al respecto- debe deducirse que las dos cuestiones que impulsaron a Noel a deshacerse de Bóveda fueron la presencia todavía militante, aunque dubitativa, de la generación vanguardista y la permisividad del gallego respecto del uso flexible del castellano.

Tal vez nos habíamos equivocado y, secretamente, Bóveda fue ultraísta por más tiempo del que supusimos.

Agradezco a MoretArt de La Coruña y, en especial a Nuria Blanco y Elena García, por conseguirme los libros publicados por Bóveda en 1922.

Notas

{1} Martul, Luna y Golán. Xavier Bóveda, bellezas locais, bohemia y aventura emigrante, Consello da Cultura Galega, Santiago de Compostela 2002. Los autores parecen tener una idea desproporcionada de la importancia de Bóveda en el movimiento literario porteño y, sobre todo, una visión muy sesgada de la ideología imperante en la inmigración gallega.

{2} Los meses que Bóveda pasa aquí, marzo-abril de 1923, en su primer viaje los dedica a dar conferencias en las instituciones gallegas para ganar dinero y Borges está absorbido por la aparición de Fervor de Buenos Aires y su próximo viaje a Europa, que se iniciará el 21 de junio de ese año, a la vez que haciendo el duelo por la prematura muerte de su cofrade, Francisco Pancho Piñero.

{3} Alianza Editorial. Madrid. 1985.

{4} Posiblemente como resultado de su propia falta de experiencia mundana, Bóveda parece haber sobre valorizado el efecto que supuestos éxitos en Madrid tendrían en Orense, lo mismo que, después, creería en el impacto que haber estrenado sus piezas en Buenos Aires, generaría en Madrid

{5} Empresario de origen gallego al que sobrevive una Fundación con su nombre. En vida, apoyó mucho las investigaciones científica y, especialmente, las cardiológicas.

{6} Recuérdese que hasta mediados del siglo XVIII, otras comunidades tenía privilegio sobre la zona del Río de la Plata; las familias gallegas que se afincaron entonces, los Marcó del Pont, los Aldao, para la llegada de Bóveda ya ni reconocían su origen más allá de España La inmigración masiva de gallegos a la Argentina se producirá entre 1880 y 1920, y estará motivada por la extrema pobreza que vivía el norte español

{7} Ver: Vilanova Rodríguez. Los gallegos en la Argentina. Ediciones Galicia. Buenos Aires. 1966.

{8} El madrigal de las hermosas: semblanzas de mujeres orensanas y Epistolario romántico y espiritual. Rosario lírico y otros poemas, ambos de 1917.

{9} Citado por Gloria Videla.

{10} ULTRA. Un manifiesto de la juventud literaria//Los que suscriben, jóvenes que comienzan a realizar su obra, y que, por eso creen tener un valor pleno de afirmación, de acuerdo con la orientación señalada por Cansinos Assens en la interviú que en diciembre último celebró con él X. Bóveda en El Parlamentario, necesitan declarar su voluntad de un arte nuevo que supla la última evolución literaria: el novecentismo.//Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, se sienten con anhelos de rebasar la meta alcanzada por estos primogénitos, y proclaman la necesidad de un ultraísmo, para el que invocan la colaboración de toda la juventud literaria española.//Para esta obra de renovación literaria reclaman, además, la atención de la prensa y de las revistas de arte.//Nuestra literatura debe renovarse, debe lograr su ultra, como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político. //Nuestra lema será ultra, y en nuestro credo cabrán todas las tendencias sin distinción, con tal que expresen un anhelo nuevo. Más tarde, estas tendencias lograrán su núcleo y se definirán. //Por el momento creemos suficiente lanzar este grito de renovación y anunciar la publicación de una revista que llevará este título de Ultra, y en la que sólo lo nuevo hallará acogida.//Jóvenes, rompamos por una vez nuestro retraimiento y afirmemos nuestra voluntad de superar a los precursores.- //Xavier Bóveda, César A. Comet, Fernando Iglesias, Guillermo de Torre, Pedro Iglesias Caballero, Pedro Garfias, J. Rivas Panedas y J. de Aroca.

{11} También frecuenta a Valle Inclán quien, aparentemente en esta época, le habría sugerido cambiar la grafía de su nombre, suplantando la J por la X gallega

{12} Vida Gallega, Vigo, Julio de 1919

{13} Esquemas, Novela Semanal, Año 1, nº 8, Madrid, 8 de mayo de 1921.

{14} Imp. La Región 1922

{15} Juan Manuel Bonet. Diccionario de las vanguardias en España. Alianza Editorial. Madrid.1995.

{16} En el Umbral dice: Que la palabra no esclavice nunca a la emoción, sino la emoción a la palabra. ¡He aquí la única estética de este libro.

{17} Establecimiento Gráficos J. Estrach, Buenos Aires 1923. Este poemario no aparece en la Bibliografía de Bóveda, incluída en la obra de la nota 1.

{18} Se mencionan como ya escritos y de pronta publicación en el listado de obras de Bóveda, incluído en La luna, el alma y la amada.

{19} La Facultad, Buenos Aires 1927

{20} Ed. Cabut y cia., Buenos Aires 1929

{21} Librería del Colegio, Buenos Aires 1934

{22} Librería del Colegio, Buenos Aires.

{23} Agradezco el dato a Sigfrido Samet.

{24} Ediciones Anaconda, Buenos Aires, s/f

{25} Publicadas juntas en un solo volumen: Editorial El Ateneo. Buenos Aires. 1948

{26} Mariano Tudela. Xavier Bóveda: el último ultraísta treinta años después, La Coruña, paraíso del turismo, La Coruña 1993. Este autor incurre en errores graves al referirse al pasado de Bóveda; dice, por ejemplo, que viajó a Buenos Aires como enviado especial del ultraísmo madrileño al desaforado y brillante ultraísmo bonaerense (…). Sin embargo, su relato sobre los últimos meses de Bóveda, que vivió como testigo presencial, tiene verosimilitud e interés testimonial.

{27} Eduardo Romano. Revistas Argentinas de Vanguardia. Cuadernos Hispanoamericanos. Madrid. Sep/1984

{28} La revistas literarias argentinas (1893-1960) Ediciones Culturales Argentinas, Cuadernos de. Buenos Aires. 1962

{29} Incluidas en la obra de la nota 1.

{30} El Sol fue un periódico madrileño, ilustrado, liberal y regeneracionista, fundado el 1 de diciembre de 1917 por Nicolás María de Urgoiti, director de La Papelera Española. Con un carácter cultural y político, El Sol contó con la entusiasta colaboración de José Ortega y Gasset, que abandonó El Imparcial, para convertirse en el máximo inspirador ideológico y en el colaborador estrella del nuevo periódico. El Sol defendía un proyecto reformista, una reforma sentida como una necesidad apremiante por los sectores más progresistas y dinámicos de la burguesía y los intelectuales. El Sol muestra también comprensión y simpatía por un movimiento obrero organizado y constructivo, concretamente el socialismo, al que aspira ayudar y orientar en un sentido evolutivo y reformista. Prestó gran atención no sólo al catalanismo y al nacionalismo vasco, sino en general a la vida de provincias. Contó con una información extranjera superior a lo que era habitual en la prensa de la época. Esta publicación disponía de una excelente plantilla de redactores dirigida por Félix Lorenzo y, posteriormente, por Manuel Aznar, y muchos vanguardista españoles colaboraron en sus páginas.

{31} Se publicó en Madrid entre 1927 y 1932 y es una referencia imprescindible en la historia ideológica de la España del siglo XX. Su impulsor y director, Ernesto Giménez Caballero identifica este periódico quincenal con la llamada generación del 27, y asegura que: «La Gaceta fue la precursora del Vanguardismo en la Literatura, Arte y Política. Una política que por dos años resultó unitiva y espiritual y desde 1930 divergente, pues la juventud se fue politizando. Y de La Gaceta saldrían los inspiradores del comunismo y del fascismo en España». En lo que se refiere a las relaciones entre la vanguardia española y argentina, en sus páginas se publicó el tristemente famoso artículo neocolonialista de Guillermo de Torre: Madrid, meridiano intelectual de hispanoamérica, que suscitaría una fuerte respuesta desde las páginas de Martín Fierro y otras revistas literarias del continente.

{32} Op. cit.

{33} El primero en hacerlo parece haber sido Borges a través de un artículo publicado en la revista El Hogar, el 26 de febrero de 1937, bajo el título de «Las «nuevas» generaciones literarias».

{34} Op. cit., en 27.

 

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