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El Catoblepas, número 90, agosto 2009
  El Catoblepasnúmero 90 • agosto 2009 • página 7
La Buhardilla

Anatomía de la felicidad

Fernando Rodríguez Genovés

La ética, en manos del filósofo francés Alain, toma cuerpo en textos sabios y muy tonificantes. Allí advertimos con claridad y distinción cómo lo físico y material destaca sobre lo espiritual

AlainAlain

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Antídoto contra la indignación{1}

Según sostiene la tradición filosófica basada en la moral del descontento y del inquebrantable lamento, la denominada «justa indignación» constituye la base de la acción y el fundamento del valor moral. En la misma obra de Aristóteles hallamos una razonada justificación de semejante dictamen. La ética suele adoptar de esta guisa un cariz adusto y contumaz, más orientado a vigilar y castigar que a educar y con-mover a los individuos. Para aquellos autores, en cambio, que adoptan una actitud moral positiva, alegre y humanista, la indignación representa una emoción esencialmente injusta, desmedida y aun engañosa, una instancia desvalorizada y abatida, la cual en lugar de despejar los problemas del hombre, los magnifica y extiende.

En los márgenes de este segundo temple florecen los luminosos textos del gran pensador francés Alain, pseudónimo periodístico adoptado por Émile Chartier (1868-1951), profesor de Filosofía en lycées franceses tan célebres como el Henri IV y genuino maître à penser para una generación selecta de intelectuales, que incluye, en primera línea, a su directo discípulo André Maurois, a Raymond Aron, a Simone Weil, pero, asimismo, y por apuntar al momento presente, a influyentes autores de la categoría de Alain Finkielkraut y André Comte-Sponville.

Alain

De la fértil obra de Alain destacan especialmente sus Propos, notas propias, breves piezas de pensamiento a medio camino entre el artículo periodístico y el ensayo filosófico, proposiciones y propuestas muy variadas que componen una notable producción de alrededor de cinco mil muestras, frecuentemente agrupadas en volúmenes según las determinadas temáticas desarrolladas–política, moral, estética–, pero siempre señaladas por una similar voluntad de entendimiento y de pedagogía social.

Una de las piezas más conocidas y celebradas de esta serie es justamente Propos sur le bonheur (1928), en el que se recogen 93 reflexiones a propósito de la felicidad, y que ha conocido recientemente su versión española, si bien ha venido ofrecida con un título tan libérrimo y un contenido tan fragmentario que de entrada confundirá a lectores no avisados, y asimismo por un subtítulo que delata el hurto de varias decenas de propos con respecto a la edición de referencia.

No juzgo ocioso señalar aquí, a este respecto, la penosa costumbre, demasiado reiterada en la edición en España, consistente en introducir variaciones, a veces un tanto sorprendentes y rudas, en los títulos que son tomados como base para la traducción. O, también como en el presente caso, en podar sencilla y llanamente capítulos enteros de libros, lo cual suele llevar a la confusión y hurta al lector de la posibilidad de acceder fielmente a la integridad de los trabajos originales. Hecha la puntualización, recuperemos el comentario del volumen que tenemos entre manos.

Ocurre que frente a la tradición antes señalada, la meditación moral no nace para Alain a partir de la indignación sino, más amablemente, con el sencillo gesto de encogerse de hombros. En semejante ejercicio físico deberíamos percibir un genuino acto de deferencia más que de frívola indiferencia, pues lejos de significar una ligera despreocupación por lo que nos pasa, promoviendo este movimiento del cuerpo –de «aireación del saco visceral»– dejamos que (se nos) pase la irritación y la preocupación virtualmente acumuladas en el vivir y el convivir, a menudo consumidoras de energía y salud, para tener así vía libre y depurada a la hora de emprender la acción moral más conveniente.

La ética es inseparable de la virtud y la felicidad, y por ello mismo de la disposición corporal, ya que con ella atendemos a la sanidad más que a la santidad.

Alain, firme partidario de construir una moral vital, activa y positiva, poco dependiente de la vaga meditación y de la pulcra imaginación, propone un prudente alejamiento del influjo de los humores y las pasiones, en general. Las pasiones, según apreciación de Descartes, comportan una agitación física que no acabamos nunca de comprender del todo, ya que, en realidad, sólo percibimos sus efectos.

Con todo, no es la agitación resultado de la pasión sino la causa. A menudo las malas ideas, es decir, las ideas inapropiadas que nos desazonan, no provienen, después de todo, sino de las malas digestiones, así como de malas posturas. Vistas así las cosas, no extraña que en la perspectiva de Alain, la ética remita en última instancia a la fisiología: padecemos porque no conocemos debidamente los movimientos y alteraciones de nuestro cuerpo.

El alma sufre, comúnmente, porque el cuerpo demanda ayuda y pide auxilio, o sea, denuncia a su conductor o compañero de fatigas. En consecuencia, el profesor de filosofía, a falta de otras consideraciones, hará bien en tomarse un respiro y remitir a sus discípulos al profesor de gimnasia, y completar así sus estudios acerca del ejercicio espiritual.

La filosofía de Alain es deudora del naturalismo moral, lustrado por un sereno estoicismo y un firme racionalismo, que se remonta en el tiempo al clasicismo de Epicteto, Marco Aurelio, Montaigne y Spinoza, pero también al del Descartes de Las pasiones del alma. La serenidad y la firmeza se complementan, pues sólo llegamos a calmarnos cuando ordenamos nuestras acciones, o cuando, firme pero controladamente, nos damos la orden de ¡calma!, si recordamos [a propósito] la perspicaz apercepción realizada en su día por Ortega y Gasset.

Alain

Al tomarse, por decirlo así, la vida con filosofía, esta estirpe de pensadores, más ágiles que agitados, se elevan sobre los hombros de la frase hecha y coronan la sabiduría práctica convirtiéndola en faro iluminador de la acción. Para Alain, ante el latigazo de un insulto mendaz, la agitación de un turbio pensamiento, la perspectiva de un feo presagio o ante una visita inoportuna, de poco sirven las representaciones jeremíacas, las reacciones violentas o las impostadas abstracciones a la defensiva, y menos que nada la indignación, que ordinariamente se alimenta de sí misma. Los bebés, en efecto, no son los únicos que se irritan a fuerza de gritar.

Frente a estas salidas de tono, se nos antoja preferible, más saludable y fructuoso, el encogerse de hombros, el cultivar la cortesía y practicar el buen humor; o, simplemente, bostezar. «¡Qué simpleza!», protestará el pedante con superior enfado. Ciertamente que es cosa simple. A lo que añade Alain: «más fácil de lo que creemos, porque es lo natural». Sucede, en fin, que con las actitudes joviales, vitales y vigorosas no sólo templamos los músculos y oxigenamos los pulmones y la sangre, sino también el carácter moral.

He aquí, en fin, una buena oportunidad para acercarse al conocimiento de un autor esencial, desgraciadamente no demasiado reconocido entre nosotros, incluso en aquellos que tienen el encomiable hábito de frecuentar el ensayo filosófico.

Mas, con el fin de no mirar demasiado de lejos ni demasiado deprisa ni tan concisamente la rica obra de Émile Chartier, y, sobre todo, para evitar la equivocada impresión de encontrarnos ante un libro más de autoayuda –sospecha presumible, y acaso justificada, por la particularidad ya apuntada de la presente edición– sería muy aconsejable que los editores españoles se decidieran a proporcionar al lector en español un más generosa y rigurosa muestra del pensamiento del gran Alain. Si no, de momento, de su obra completa, sí al menos de ese portento de genio e ingenio filosóficos que representan sus Propos.

Alain

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Propos sur le bonheur (selección){2}

Bucéfalo

«Cuando un bebé se pone a llorar desconsoladamente, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones sobre ese pequeño, sobre lo que le gusta y lo que le disgusta; con el auxilio de las leyes de la herencia, llega incluso a reconocer al padre en el hijo; estos experimentos de psicología se prolongan hasta que la nodriza descubre el alfiler, la verdadera causa del llanto.»

«A veces, la impaciencia y el mal humor de un hombre son el resultado de haber permanecido de pie demasiado tiempo; no razonéis contra su mal humor, ofrecedle un asiento.»

Irritación

«Con esa sabiduría propia del lenguaje, irritación es la palabra adecuada para designar la más violenta de las pasiones. No veo mucha diferencia entre un hombre que se abandona a la cólera y otro que se entrega a un acceso de tos.»

«La verdadera gimnasia –tal como la entendían los griegos– es el dominio de la recta razón sobre las reacciones del cuerpo.»

De las pasiones

«[la pasión] Es una agitación física que generalmente no comprendemos, únicamente vemos sus efectos; incluso creemos que esta agitación es un resultado de la pasión, cuando, al contrario, es el movimiento corporal el que alimenta las pasiones.»

Argan

«Los bebés no son los únicos que se irritan a fuerza de gritar.»

«Por lo demás, quien quiere mostrarse despreocupado sabe encogerse de hombros, un gesto que, bien mirado, airea los pulmones y tranquiliza el corazón, en todos los sentidos de la palabra. Porque esta palabra tiene varios sentidos, pero corazón sólo hay uno.»

Medicina

«Es necesario, en primer lugar, mantenerme alegre, tanto como pueda; es necesario, en segundo lugar, que aparte ese género de preocupación que tiene por objeto mi propio cuerpo y que produce una alteración de todas las funciones vitales.»

«No sé muy bien lo que puedo esperar de la medicina, pero sé muy bien lo que puedo temer de ella.»

La sonrisa

«Pero el mal humor nos sujeta, nos asfixia y nos estrangula únicamente porque nos disponemos según un estado corporal que lleva a la tristeza y que nos mantiene en ella.»

«Podemos estirarnos voluntariamente y bostezar, lo que representa la mejor gimnasia contra la ansiedad y la impaciencia.»

Actitudes

«Contra los males de orden moral, y también contra las enfermedades en sus primeras manifestaciones, es necesaria la relajación y la gimnasia. Creo que este remedio sería suficiente en la mayoría de los casos, pero no se nos ocurre.»

«Los hábitos de cortesía tienen un gran poder sobre nuestros pensamientos, y no es un auxilio despreciable contra el mal humor, e incluso contra el dolor de estómago, remedar la suavidad, la amabilidad y la alegría; las reverencias y las sonrisas son gestos que tienen la ventaja de imposibilitar los opuestos, los gestos de furor, de desconfianza, de tristeza. Por eso la vida social, las visitas, las ceremonias y las fiestas son siempre apreciadas; son una ocasión de remedar la felicidad, y ese género de comedia nos libera ciertamente de la tragedia, lo que no es poco.»

Gimnasia

«Olvidamos a menudo que no es la mente quien nos libera de las pasiones, sino la acción. No podemos pensar como queremos pero, cuando las acciones resultan familiares, cuando los músculos están entrenados y tonificados por la gimnasia, sí que actuamos como queremos.»

«El profesor de filosofía os está mandando al profesor de gimnasia.»

El arte de bostezar

El arte de bostezar

«Ahora resulta fácil comprender cómo cualquier preocupación que encoge literalmente el corazón, y cómo el esbozo de la acción presiona enseguida el tórax y comienza la ansiedad, hermana de la espera; el hecho de esperar, aunque sea algo de poca importancia, es suficiente para provocarnos la ansiedad. A este molesto estado le sucede la impaciencia, una rabia contra uno mismo que no soluciona nada.»

«[…] el bostezo, por el contrario, al ser una revancha de la vida y un recobrar la salud, se contagia por lo que tiene de abandono de la seriedad, como una enfática declaración de despreocupación. Es la señal que todos estaban esperando, como la orden de romper filas. Es un bienestar que no puede ser rechazado; la gravedad ha encontrado su punto débil.»

Humor

«En resumen, ningún hombre puede encontrar peor enemigo que él mismo en el mundo.»

La fatalidad

«A mi juicio, el arte de vivir consiste, en primer lugar, en no pelearse con uno mismo acerca de la posición que hemos tomado o del oficio que desempeñamos (pero desempeñarlo bien).»

El alma profetica

«Cualquier pensamiento es una masacre de impresiones.»

Hercules

«Me gusta la gente que reflexiona para superar las circunstancias y que, cunado las cosas salen mal, se dice en primer lugar; “Es culpa mía”, y luego busca sus errores y se echa a reír a carcajadas. ¿Qué hacer, en cambio, con el autómata con forma humana que busca siempre excusas en las cosas y la gente que le rodean?»

Solicitud

«En cuanto tenemos una preocupación perdemos el sueño. He aquí a nuestro enfermo imaginario que pasa sus noches escuchando su respiración, y los días relatando sus noches.»

Mira a lo lejos

Mira a lo lejos

«Al melancólico sólo puedo decirle una cosa: “Mira a lo lejos”. El melancólico es, casi siempre, un hombre que lee demasiado. El ojo humano no está hecho para esa distancia; su reposo son los grandes espacios.»

«Es preciso que el pensamiento libere el cuerpo y lo entregue al universo, que es nuestra patria verdadera. Hay un profundo parentesco entre nuestro destino de hombres y las funciones de nuestro cuerpo. Los animales, en cuanto las cosas que los rodean los dejan en paz, se acuestan y duermen; el hombre piensa; si es un pensamiento animal, qué desgracia.»

Declamaciones

«Todos hemos conocido esa [una] extraña locura y nos hemos reído de ella de buen grado un año después.»

Los males ajenos

«Quienes han estado en la guerra cuentan lo mismo: los sufrimientos más grandes no los provoca el hecho de estar en guerra, sino el frío en los pies. Entonces uno piensa con todas sus fuerzas en hacer fuego y se alegra cuando por fin puede calentarse.»

Bajo la lluvia

«Al quejaros así del destino, aumentáis vuestros problemas, os impedís por adelantado toda esperanza de reír y vuestro propio estómago se encuentra aún peor.»

Efervescencia

«Curamos un calambre con un masaje; la rabieta de un bebé (o de cualquiera) siempre es un estado de contractura muscular que hay que curar mediante la gimnasia y la música, como decían los antiguos. Sin embargo, en los accesos de cólera, los mejores argumentos son completamente inútiles y a menudo perjudiciales, porque le recuerdan a la imaginación todo aquello que puede excitar la cólera.»

Epicteto

«No hay destino funesto. No es todo ese fragor ni ese movimiento lo que te matará. No hay fatalidad. De un naufragio es posible salvarse y es posible ahogarse en unas aguas tranquilas. El verdadero problema es éste: ¿conseguirás mantener la cabeza fuera del agua?»

Desatar

«Basta ver cómo un grupo de niños, sin un juego bien reglamentado, deriva hacia la brutalidad informe; es la mejor demostración de la ley biológica que lleva de la excitación a la irritación.»

«El hombre que grita y se irrita la garganta es el mismo que luego cantará, puesto que todo el mundo recibe en herencia ese paquete de músculos tembloroso y anudado. Es preciso desatar, y no es poco trabajo.»

Higiene del espíritu

«Es evidente, pero conocemos un método de masajear el cerebro: basta con cambiar de ideas, un ejercicio que resulta sencillo si uno está entrenado.»

El himno a la leche

«En pocas palabras: es mejor, más justo y más eficaz aplaudir la buena música que abuchear la mala. ¿Por qué? Porque el amor es fisiológicamente fuerte y el odio fisiológicamente débil.»

La cortesía

«La cortesía se aprende como la danza.»

«Un hombre descortés lo es incluso cuando está solo; demasiada fuerza en el menor movimiento.»

Ser agradable

«Y vosotros os libraréis, quizá, de un gran enfado, es decir, de una pequeña enfermedad.»

El arte de cuidarse

«En resumen, hay una actitud visceral, si puede decirse así, que favorece el combate y la eliminación, y otra, opuesta, que asfixia y envenena a quien la adopta. Desde luego, uno no puede estirar y masajear sus propias vísceras igual que hace con sus dedos, pero, dado que la alegría es el signo evidente de una buena actitud visceral, podríamos apostar que todos los pensamientos que se encaminan a la felicidad predisponen también a la salud.»

«Lo más temible del mundo es un hombre que se aburre. Aquellos a quienes se califica de malvados son gente descontenta, no descontenta por ser malvada, sino que ese fastidio que arrastra consigo allá donde va es el signo de que no desarrolla lo más mínimo su propia perfección, y de este modo actúa de un modo ciego y mecánico. Por lo demás, nadie mejor que el loco furioso es capaz de expresar, a la vez, la más profunda infelicidad y la pura maldad.»

Es necesario hacer un voto

«El gobierno de sí forma parte de la existencia; aún más: la compone y la garantiza. En primer lugar, mediante la acción. Los pensamientos de un hombre que sierra un tronco se vuelven agradables con facilidad.»

Notas

{1} El texto titulado «Antídoto contra la indignación» (Recensión del libro de Alain [Emile Chartier], Mira a lo lejos. 66 escritos sobre la felicidad, RBA, Barcelona, 2003), fue publicado inicialmente –primera edición en papel– en Revista de Occidente, Madrid, nº 286, marzo 2005, págs. 184-187.

{2} En la presente antología de textos de Alain sigo la traducción al español cuya referencia viene en la nota anterior.

 

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