Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 94, diciembre 2009
  El Catoblepasnúmero 94 • diciembre 2009 • página 10
Artículos

¿Destruir la filosofía destructora?

Miguel Ángel Castro Merino

¿Habrá que reducir el porvenir de la filosofía, como mucho, a colaborar en el adoctrinamiento de millones de ciudadanos, envueltos en humanismos progresistas, en el fundamentalismo democrático y científico? Texto de la Comunicación leída en los XIV Encuentros de Filosofía en Oviedo

Destruir la filosofía destructora

«Este papel triturador (de la Filosofía), por supuesto, no satisfará tampoco a las Autoridades Educativas encargadas de adoctrinar al pueblo. Esta demolición de la Filosofía supone un poner en cuestión no sólo las ideas tradicionales de tipo teológico sino también las ideas científicas y de progreso de la Humanidad, acerca de la Democracia…» (Material extraído de Teatro Crítico: cita de Gustavo Bueno en el programa de televisión, emitido desde Oviedo, Filosofía, Hacer y Deshacer, 16 de abril de 2008.)

«La sacrosanta ciudadanía se la hemos dejado ‘a las gaviotas, a los socialistas y a los nacionalistas segregacionistas del Estado Español’» (Texto tomado y modificado ad hoc de los geniales versos materialistas de Heine: El Cielo se lo hemos dejado a las golondrinas y a los ángeles.)

Resumen

Los distintos gobiernos del Estado Español desde hace tiempo están presos de una falta de firmeza que les hace rechazar nuestro pretérito como malo per se. Nada hay admisible, por tanto, de la tradición filosófico-política española. Cualquier consigna que lleve la rúbrica del Consejo Europeo es buena por sí misma. Sea la Educación para la ciudadanía u otra cosa. En España había Ética, un punto de partida que empezaba a dar los frutos de la racionalidad o que podía darlos. Ahora hemos importado la Moral para el adoctrinamiento en la Biblia de los Nuevos valores humanistas como si ellos fuesen clarísimos, evidentes, eternos.

Frente a esto no se puede titubear: se debe intentar exportar a Europa el modelo de Filosofía crítica y dejar la catequesis europea, laicista e idealista para los que no tienen fuerza de obrar ni de un estudio complejo de la realidad. Toda filosofía es ideología pero no toda ideología es racionalista, crítica. Por ello es necesario enfrentarse a los poderes con una actitud que no todos pueden, por debilidad, ejercer. Se llama asebeia.

Cuerpo

Cuando se hace alusión, en los términos convencionales, al porvenir de algo, es deseable que se puedan prescribir unas recomendaciones básicas antes de abordar tal cuestión. Se quiere decir con esto que no partimos de una postura futurista de la realidad como en tantas obras de Filosofía, incluso notables, en las que se predicen futuros tiempos que parecen ser conocidos por los propios agentes envueltos en las esferas de sus circunstancias histórico-vitales. (Las que Skinner, en su obra toda, trató de calificar, con éxito moderado, como contingencias de reforzamiento, etcétera. En España, por ejemplo, han sido estudiadas las relaciones entre la circunstancia orteguiana y el yo por Marino Pérez en el campo de la Ciencia de la Conducta. También en Filosofía, Marx trató, y mucho, el tema, pretendiendo conocer cuál fuere el destino teleológico de la Historia.)

Nosotros no sabemos qué pueda pasar en un futuro en una suerte de videncia. Es cierto que negamos tajantemente que existan otras mentes que lo puedan hacer. En efecto, negamos el don de profecía y, para ser más concisos, negamos que se pueda conocer anticipadamente y esto, como no puede ser de otro modo, por Symploké (El Sofista, Platón, muy fértilmente rescatado del olvido de la Academia por el Profesor, tan silenciado desde la mala fe humana, demasiado humana, en el panorama universitario español, Gustavo Bueno y su Escuela, que estudian el complejo conflicto dialéctico de los diversos campos científicos, &c.).

Antes bien, por el tema titular de los Encuentros, «El porvenir de la filosofía en las democracias homologadas del siglo XXI», podemos aludir, en el lenguaje ordinario, a unos referentes conocidos, por lo que algunos sistemas filosóficos pueden considerar, poseyendo un mínimo de nivel crítico, qué va a ocurrir con un modo concreto de filosofía en la sociedad que tiene a bien dar por sabido lo que son los Derechos Humanos, lo que es la ciudadanía –como si ella fuera homogénea y uniforme–, lo que el mercado común europeo-occidental puede, de momento, otorgar al individuo rebosante de bienes y prestaciones a pedir de boca.

Esto es, desde nuestra posición se ha de demarcar que si la filosofía se convierte en un objeto de consumo más, a partir de una cierta instauración de charlas, de cafés pseudo-filosóficos, de terapias subjetivistas ante los problemas de la sociedad opulenta de Galbraith y de un cierto vacío de la era presente como rotula Lipovetsky y compañía, no podríamos, categóricamente, afirmar que el futuro está asegurado. Es verdad que la filosofía se mantendría, si se mantiene el mundo, necesariamente. Pero ¿sería eso filosofía? A eso vamos, con toda la dificultad que presenta el explicar esto en breve espacio.

Como Ortega, como Hegel y contra Nietzsche y lo que algunos quieren denominar Posmodernidad, afirmamos que la filosofía debe ser sistemática. Tener al menos unos axiomas racionalistas, materialistas, basados en las ciencias, desde los cuales poder decir algo sin la retórica poética tan habitualmente practicada en las Universidades españolas, que no tienen ningún pudor en tirar de Zambrano o Heidegger, de Wittgenstein o José Antonio Marina, según convenga en tal o cual momento. Esto no quiere decir que no se deban estudiar los pensadores que escriben en términos cuyo significado a veces no conocen ni ellos mismos con tal de hacer poética lingüística o similar. Sí se deben estudiar, sobre todo, para demolerlos a través de la crítica verbal o la denuncia escrita.

Por poner «un caso extraordinariamente ordinario» en España: Savater dice que no cree que un mamífero pueda elaborar un sistema filosófico. Ese mismo Savater que luego impúdicamente puede viajar en avión o vivir en edificios trazados sistemáticamente por otros mamíferos –arquitectos o ingenieros– y colocados sistemáticamente sus ladrillos, uno a uno, por el grupo de obreros. Se convendrá en que expresiones de este tipo pueden hacer mucho daño a una cierta concepción del filosofar. Han confundido la tarea filosófica con otra tarea, que tiene su interés literario o que al menos presume de ello.

Por otra parte, hay que decir que, tan irónicos y escépticos como ellos se pueden mostrar con las filosofías sistemáticas, pueden ser estudiados, y de qué modo, por éstas, ya que se considera aquí que incluso las fantasías de un Borges o de un Cioran no están tan alejadas del pensar racional que ellos creen llevar más allá de los límites del lenguaje. En efecto, hablan en prosa sin saberlo, pero les pierde lo posmo. Sí, podemos leer a Cioran o a Rosset, pero no les consideramos filósofos sistemáticos (desde nuestras coordenadas materialistas, racionalistas y, por cierto, harto complejas, que no parten de los sentimientos ni del «mundo interior», autónomo, que negamos).

El panorama de la Filosofía como saber exento, alejado de los contenidos de las ciencias, no puede dejar de provocarnos cierta intranquilidad. Si a ello se suma la indiferencia de los propios catedráticos de Filosofía, profesores de Filosofía de Instituto, que piensan que la Filosofía se mantendrá por siempre como otras disciplinas, como la Lengua y las Ciencias Sociales, no puede dejarnos indiferentes, al menos en parte. La tranquilidad, no precisamente estoica, de los tales profesores raya en el pensamiento mágico, al pensar que, sin lucha, es posible mantener el estatuto de la Filosofía por la gracia divina. A no ser que piensen que la filosofía es doxografía y sólo eso. Entonces nada se podrá objetar a una materia que, en vez de enseñar sólo las coplas de pie quebrado de Jorge Manrique, enseñará la Biblia de los Derechos Humanos.

Con toda contundencia y rechazo en la escena educativa española ha habido no hace una década un vacío en los alumnos de Secundaria que no tenían en Segundo de Bachillerato la disciplina como obligatoria. Sólo el gobierno del PP colocó de nuevo la materia como obligatoria. Gobierno tan criticable cuando llegue al poder, si llegara, como los otros. Lo nuestro no es adhesión incondicional a la dictadura de partido.

Vemos, no obstante, cómo la Ética ha sido totalmente derribada en las diversas autonomías por el PSOE. Han barrenado con su «Educación para la ciudadanía» la seriedad de una materia como la Ética que empezaba a dejar de ser una asignatura maría y que posibilitaba, al menos, una mayor fuerza del gremio de los filósofos o licenciados en Filosofía, mejor. No se puede dejar de considerar, si no se quiere caer en el mayor idealismo, que mientras haya profesores de filosofía y cuantos más, más fuerza pueden hacer, la asignatura estará vigente; pero que, perdidas las horas, se perderá la capacidad de intentar generar en el Bachillerato y en 4º de la ESO un mínimo de debate y de destrucción de los fundamentalismos y del adoctrinamiento que los alumnos reciben en su vida cotidiana, en los medios de comunicación, en Internet, en el propio Instituto con ciertas materias que aparecen como las verdades reveladas, &c.

Bien es verdad que muchos profesores de la materia acaso tienen menos sentido crítico de la realidad que los propios alumnos y que se dejan llevar por las ideologías más infanto-pueriles. Así, su admiración por los modelos que la sociedad de consumo produce en arte, en ciencias, en literatura, &c. El pensamiento, que llaman posmo, imposibilita parcialmente el ponderar y justipreciar en el terreno de la clase cualquier demolición de ideas contrarias, como ya Protágoras hubiera afirmado. Una suerte de «es verdadero si a ti te lo parece, mentira si a mí me conviene». Esto no puede ser más caro a la sociedad pletórica y del pensamiento actual que dice de sí ser, con toda humildad, libre y democrático.

Con esto queremos prevenir y decir en voz alta que la filosofía académica, o bien peligra porque se verá como una sarta de ideólogos o literatos como Voltaire o Marina, o se extinguirá porque ni siquiera se verá en el aula pública. Desde nuestras posiciones podemos con toda rotundidad afirmar que la filosofía es una toma de postura ante la realidad y que no cabe enseñar filosofía perenne sino filosofar en la clase y definirse en una sociedad átona.

Lo que en su momento heredamos del franquismo para adoctrinar a los jóvenes y que ha estudiado Gustavo Bueno Martínez en, entre otras obras, La filosofía en España en un tiempo de silencio, se ha de aprovechar ahora con toda la fuerza para criticar no sólo «el malvado franquismo» sino para denunciar las bondades de la democracia coronada y del fundamentalismo científico. Sólo en una sociedad crítica con la democracia que la envuelve, o que quiere hacerse pasar por tal, es posible la filosofía crítica, demoledora, pero esto no será mantenido por los políticos si se dan cuenta de la veta que descubre el filosofar triturador de tanta verdad asumida por la gente común.

En vez de que Europa sea modelo de España para introducir, vía Merckel y aliados, la educación ciudadana, se debe exportar una conciencia crítica occidental que en España denominamos Filosofía. Si en Europa, en general, no existe, tanto peor para ella. Quizá el complejo de inferioridad español no permita considerar que el hecho de que exista en España Filosofía es una de las obras más valiosas de la Institución educativa en Secundaria. Claro que una vez superada la Enseñanza Media no se puede quedar ahí. Es hora de ver en la sociedad televisiva hasta qué punto los filósofos pueden destronar, sí, destronar, a los periodistas cuyas filosofías suelen presentar la mayoría de las veces los tics propios de quienes quieren hacerse pasar por ilustrados pero que no saben lo que dicen muchas veces, movidos por su visión doctrinal y acaso por llenar espacios de ruido y de emociones primarias que aplauden lo primero que dice el orador demagogo de turno.

Fuera de la tele, de la educación secundaria, de la universidad, el filosofar seguirá dándose; pero la literatura será referida a buscar la felicidad personal, la paz interior, la libertad aparente, la realización de la sociedad utópica, la defensa del toro y de las focas, la naturaleza armónica y otra serie de mitos de sobra conocidos como el de, ahora sí, nuestros hermanos los simios.

Olvidarán el Estado, España, los conflictos objetivos de la propia realidad y multitud de problemas reales, las guerras, el funcionamiento del capitalismo y la ausencia de crítica o elogio a éste del modo más irracional.

Algunos políticos querrán quitar la filosofía y, a buen seguro, alguno de su mismo partido preguntará: ¿Quitar qué? O, peor y más posible, por vergüenza, callará al no saber qué sea esa cosa o recordar un poco lo que el cura exclaustrado le intentó meter en su cabeza, permítasenos el schopenhauerismo, «de bellota infructuosa».

La idea de algún profesor y del pueblo es que la filosofía es algo muy raro: Barbara, Celarent, Darii. (¿De qué más se acuerdan?) Jamás han vuelto a abrir un libro, lo cual no les impide en absoluto criticar la materia, que les parece, digámoslo, fantasmagorías, dicen, filosofadas. Eso sí, a hurtadillas alguno mira los libros de Autoayuda o de los ideólogos de turno, caso Marina, Savater o Mosterín, como sucedáneos del individuo flotante muy preocupado por su bienestar psi.

Dos cosas para ir acabando: Una, mientras los periodistas, sus suplentes ilustrados, les han postergado, los filósofos piensan si se tendrían que meter en la televisión. ¿Para decir qué?

Y otra, de no menor cuño: eliminada del Estado político, la filosofía volverá, otra vez más, a las escuelas cínicas, estoicas, epicúreas, &c. Sólo que, ahora, sin contemplaciones y sin el menor intento de contrastar racionalmente si este gurú es mejor que este otro. Si es mejor el yoga o la meditación trascendental. Sólo en clase de filosofía se tendría esa porción del Estado que algún día será partícipe de las más variadas profesiones. Por nuestra parte, un Estado que no explica a Marx o a Lenin, a Tomás de Aquino o a Ortega, a Marvin Harris o a Platón desde coordenadas racionales debe renunciar a pretensiones elevadas y, como la Macedonia de Alejandro Magno, desaparecer, generando las ideologías más irracionales y anodinas, que se multiplicarán por doquier.

Por lo tanto, o sofistas para las clases oligárquicas, para que sigan comiendo el terreno a través de los deuvedés de los variopintos partidos políticos (cómo impostar la voz, cómo conseguir el voto de los indecisos, cómo ser Alicia maravillosa, &c.), o filosofía crítica para los individuos escolarizados de un Estado que en su día se alegraba de ser generador y que ahora está esperando mesías redentores por su color o nuevos Chés.

Claro que demoler es demoler también nuestras propias ideas, que se pueden desprender con total confusión las unas de las otras como en cualquier sistema axiomático, si no se estudian los puntos como debe ser. Así hablaba Spinoza, humano, simplemente humano.

En lo que a nuestra postura se refiere sólo hay que respetar los cuerpos de los que respetan los cuerpos de los otros, a pesar de que hoy en día, la educación imperante estipula que no se puede ir contra las ideas de los demás, ¿por qué? Cuando el pueblo es tonto, o se lo hace, y todo el mundo calla, debe escucharse la voz del que practica la asebeia. Ahora bien, ¿quién la pondrá de manifiesto en «un aparente tiempo de libertad para todos, de democracia total y de consumo masivo»?

No creemos que por la dialéctica de la realidad se pueda destruir el filosofar permanente pero sí las filosofías perennes…

 

El Catoblepas
© 2009 nodulo.org