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El Catoblepas, número 94, diciembre 2009
  El Catoblepasnúmero 94 • diciembre 2009 • página 13
Artículos

Humanismo, ética y emancipación
en Adolfo Sánchez Vázquez indice de la polémica

José Antonio Soto Rodríguez
Ailen Peña Saborit

El humanismo en el pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez

El humanismo ha sido consustancial a la reflexión filosófica en América Latina, está presente desde los primeros años de la conquista cuando se produce la discusión sobre la justificación o no de tal empresa y la situación de los aboríge­nes en la misma.

Es decir en América Latina se dan los primeros rasgos humanistas en la escolástica desde una visión eticista contra los abusos que vinieron aparejados a la conquista y colonización, en cuanto al trato indiscriminado que le daban a los indios que provocó su exterminio, ya en el pensamiento de aquellos sacerdotes de los siglos XVI y XVII se apreció la situación y la urgencia del hombre americano en su lucha por el mejoramiento de sus vidas.

En el Renacimiento el humanismo se utiliza para combatir la ideología teológica del feudalismo. En esta época se retoma la necesidad de un renacer del hombre, el hombre se libera de las ataduras de la religión y se toma una visión cosmopolita de las cosas, el hombre es dueño de la verdad, es decir se toma al hombre como centro y no a Dios. En la Ilustración se toma como crítica al mecanicismo, y no cabe la menor duda de que la ilustración latinoamericana desempeñó el papel de cimentadora de las transformaciones ideológicas y políticas que se exigían para resolver el proceso independentista, contribuyó a la fermentación ideológica desalienadora que propició a inicios del siglo XIX la emancipación política como premisa indispensable para alcanzar niveles superiores de realización del humanismo y de cultura filosófica en estas tierras.

Los ilustrados latinoamericanos consideraban la educación como la vía fundamental para elevar a planos superiores el des­arrollo económico, pero sobre todo las distintas esferas de la sociedad civil y de la política que permitieran una mejor participación del hombre en la elección de su destino. La consigna de libertad, igualdad y fraternidad retumba por todos los rincones de América Latina

En nuestra época en contra del sometimiento del hombre a las cosas y a la irracionalidad del sistema capitalista que solo trae aparejado la desigualdad entre los pueblos, la enajenación del hombre en todos los sentidos. El humanismo se revela a favor del marxismo como vía para la realización de un nuevo paradigma de socialismo que este preconiza.

América Latina no ha estado ausente a esto, muchos han sido los defensores que de una forma u otra han luchado contra la irracionalidad y enajenación del capitalismo entre ellos se encuentra: Sánchez Vázquez, pensador crítico y tenaz, marxista convencido de que las sociedades humanas no tienen cabida en rígidos esquemas dogmáticos, que la libertad, la igualdad, la democracia y la pluralidad no son palabras huecas que llenan las hojas de proclamas y discursos, sino las únicas señales que habrán de conducir a las sociedades a ser verdaderos espacios para que el individuo se afirme plenamente.

Su pensamiento humanista lo llevó a comprometer su quehacer filosófico en la comprensión crítica de la sociedad capitalista contemporánea, sus procesos políticos y económicos, de las expresiones artísticas y morales. A lo largo de su vida ha mostrado una gran sensibilidad para denunciar las injusticias y los dogmas políticos y estéticos, y por eso su espíritu crítico lo ha hecho defender siempre el derecho a discrepar.

Es por eso que este mundo necesita hombres que demuestren a cualquier precio su valor y audacia, que no tengan temor a nada ni a nadie. Queremos figuras si es que así se les puede llamar, que sigan aunque largo, pero seguro y confiado camino a la justicia y a la libertad de los pueblos y naciones que viven bajo el yugo de la opresión y las injusticias; y muy importante: que no pierdan jamás las esperanzas.

Hombres que no se dobleguen ante nada ni ante nadie son los que necesita la humanidad, que se esfuercen por ver resultados y que no paren hasta ver cumplido sus objetivos. Figuras que lleven un periplo amplio de acciones, encaminadas todas al beneficio de los que lo necesitan.

En América Latina, donde la carga humanista y desalienadora había estado presente de un modo u otro a lo largo de la trayectoria de su pensamiento más significativo, no resulta extraño que la recepción del marxismo entroncase con esa herencia. De ahí que algunos pensadores, provenientes de corrientes distantes del proyecto socialista, llegasen a reconocer, desde fines del siglo pasado y en mayor medida a inicios del presente, el contenido humanista que subyacía en la obra de Marx y de muchos marxistas, que como Mariátegui en su defensa del marxismo, insistieron en reivindicar el carácter humanista y las potencialidades de perfeccionamiento ético y espiritual contenidos en el marxismo.

En fin, el humanismo concreto que pretendía Mariátegui desde el marxismo no estaba dirigido a emancipar a una clase en abstracto sino a todos los sectores sociales diferenciados entre los cuales estaba además de la clase obrera, el indio, el campesino, la mujer, &c. que también eran discriminados y explotados en el capitalismo de forma inhumana. Consideraba que el socialismo era la sociedad que podía eliminar la situación enajenada de todos estos sectores sociales.{1}

En los años 60 el marxismo inunda toda la vida intelectual de las universidades latinoamericanas y no hay esfera de las ciencias sociales que no se hubiese visto influenciada por él y interesados en rescatar la autenticidad de los análisis de Marx sobre el fenómeno de la alienación y sus atentados contra la libertad humana, y la construcción del humanismo real que lo había animado. En los años cincuenta el triunfo de la Revolución cubana abrió nuevas esperanzas de credibilidad al proyecto socialista en América Latina. Algunos de los intelectuales marxistas latinoamericanos más destacados tenían clara conciencia de que su labor era continuadora de las mejores tradiciones del pensamiento latinoamericano, entre los que podemos encontrar las ideas del Che en cuanto a la formación del hombre nuevo, Aníbal Ponce, Fidel Castro, entre otros.

La concepción humanista de Adolfo Sánchez Vázquez van a estar presente en toda su obra, ya que su pensamiento humanista lo llevó a comprometer su quehacer filosófico en la comprensión crítica de la sociedad capitalista contemporánea, sus procesos políticos y económicos, de las expresiones artísticas y morales. Ya hemos considerado el análisis de la obra del joven Marx en especial, lo referido a los conceptos de esencia humana y enajenación. Para Marx, como dice en las Tesis sobre Feuerbach, «la esencia humana no es algo abstracto sino el conjunto de las relaciones sociales.»{2}

En otros términos, el hombre es producto de su propia praxis así como del conjunto de condiciones sociales que se desarrollan en cada período histórico, sin embargo, el hombre «transforma también sus propias circunstancias». El tema de la enajenación es también central ya que para que el ser humano (hombres y mujeres) pueda liberarse requiere eliminar las condiciones objetivas y subjetivas que las crea. La concepción de Marx implica un humanismo pleno, histórico y creador.

Adolfo Sánchez Vázquez siguiendo las ideas de Marx en cuanto al problema de la enajenación en el mercado reafirma que:

El objetivo de la producción capitalista es la ganancia y no el satisfacer las necesidades humanas Quizás una de las formas más degradantes de la enajenación es la manera en que todo puede convertirse en un bien que puede ser comprado y vendido. Hay otro aspecto de la enajenación que Marx llamó como "el fetichismo de los bienes". Lo que él quiso decir con esta frase extraña es la manera en que la relación social entre seres humanos, en el contexto de la producción para el mercado capitalista, toma la forma fantástica de una relación entre cosas.{3}

Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre socio-histórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que se ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, éste es un hecho que puede suprimirse cuando los trabajadores decidan abolir colectivamente su separación de la propiedad y el control de los medios de producción, y usen este control para abolir el mercado y lo reemplacen con una planificación consciente que permita satisfacer las necesidades humanas.

En este sentido Sánchez Vázquez señala como en la actualidad asistimos a una verdadera fetichización del mercado, pero en su concepción más irracional, que no toma en cuenta el desarrollo armónico de las naciones ni de las regiones en los países, ni mucho menos paliar la extrema pobreza que hoy existe en el mundo, es una concepción del mercado enajenada de todos estos presupuestos que sólo piensa en la ganancia extrema a base de la explotación más feroz en la que la obtención de plusvalía se hace hoy a través del sistema postfordista cada vez más aguda, este capitalismo salvaje que no se detiene ante nada, ni valora el deterioro de la naturaleza, ni la destrucción de los tesoros de la cultura universal a través del desarrollo de guerras injustas, que tiene en su fondo la avidez por el dominio de los recursos energéticos.

Por tanto Sánchez Vázquez en sus reflexiones nos hace ver que el desarrollo del mercado capitalista no conduce sino a un colapso del propio cometido de la humanidad, que su carácter absoluto de prominencia del mercado que lo determina todo a través de la oferta y la demanda y que todo lo convierte en mercancía y derrota todos los valores de humanismo no es el paradigma efectivo a que debe aspirarse. En fin Sánchez Vázquez lo que plantea en cuanto a la enajenación en el capitalismo que todo se compra y se vende, el hombre en busca de dinero es capaz de cometer diferentes actos para obtenerlo. Sánchez Vázquez habla, sobre su anhelo a pasar, del horizonte incierto y oscuro de nuestros días: en una sociedad en la que «los seres humanos sean los verdaderos sujetos de sus condiciones de existencia y dejen de ser los simples objetos, medios o mercancías que son en estos tiempos neoliberales de omnipotencia del mercado y de avasallante globalización»{4}.

Para Sánchez Vázquez la solución no se encuentra en absolutizar el mercado de tipo capitalista, ni el control estatal como el modelo euro-soviético, sino un proyecto de sociedad donde ambos factores tengan un equilibrio.{5}

Lo racional hoy día es aprovechar estas relaciones de mercado pero limitándolo a través de la utilización del impuesto fiscal que permita utilizarlo en beneficio de las masas, es innegable que un proyecto de este tipo lo está desarrollando hoy día China y Vietnam y el resultado ha sido muy favorable en el desarrollo exitoso de la economía y en el incremento del bienestar de las masas y de la disminución de la pobreza que aún pesa sobre estas sociedades.

Por tanto Sánchez Vázquez nos hace ver como esa anarquía en el desarrollo del mercado capitalista no conduce sino a un colapso del propio cometido de la humanidad, que solo debe aspirar a la felicidad, en término de igualdad, democracia plena y desarrollo armónico de todas sus potencialidades; por tanto este carácter absoluto de prominencia del mercado que lo determina todo a través de la oferta y la demanda y que todo lo convierte en mercancía y derrota todos los valores de humanismo no es el paradigma efectivo a que debe aspirarse.

Sánchez Vázquez aborda también el tema del humanismo, al someter a crítica el pensamiento de Luis Althusser, que consideraba que Marx sostenía un «anti-humanismo teórico». Althusser sostiene, que en la producción de Marx existe un momento de ruptura y de cambio, una especie de conversión de una fase humanista a una estrictamente científica. Con la elaboración de los conceptos clave del materialismo histórico y la crítica de los humanismos filosóficos, Marx se colocaría más allá de cualquier concepción ideológica, o sea, no fundada sobre un análisis científico de los fenómenos económicos que son la base de la evolución histórica.

Ésta es la «teoría de los dos Marx»{6} (el joven, todavía ideólogo y el maduro, verdaderamente científico), que sustancialmente se alinea con la teoría oficial del partido marxista-leninista soviético. Las consecuencias que el filósofo francés deriva de esta posición son las siguientes: Todo pensamiento que se remita a Marx para restaurar, de un modo u otro, una antropología o un humanismo filosóficos, no sería teóricamente más que polvo.

Pero, prácticamente, erigiría un monumento de ideología premarxista que pesaría gravemente sobre la historia real y que podría arrastrarla a un callejón sin salida. Una eventual política marxista de la ideología humanista, o sea una actitud política con respecto al humanismo, política que puede ser rechazo o crítica, uso o sostén, desarrollo o renovación de las formas actuales de la ideología humanista en el campo ético-político, una tal política no es entonces posible a menos que cumpla con la condición absoluta de estar fundada en la filosofía marxista, cuya premisa es el antihumanismo teórico.

Es así que Althusser, haciéndose intérprete de lo que considera el pensamiento original de Marx, niega decididamente que el marxismo sea un humanismo. Por el contrario, considera que el marxismo, por ser una ciencia de la sociedad y de la historia, es necesariamente un antihumanismo. La relación política del marxismo con cualquier tipo de humanismo puede, desde este punto de vista, ser táctica, es decir que según las circunstancias puede comportar un rechazo o un apoyo, &c., pero debe quedar siempre en claro que marxismo y humanismo son antitéticos. Esta tesis es incorrecta ya que en Marx está presente siempre el humanismo a pesar de que, aparentemente, desaparezca en el proceso de mercantilización del capitalismo. La apuesta de Marx es la realización plena del ser humano.

Sánchez Vázquez no cree que el marxismo y el humanismo sean antitéticos ya que él ve como única solución a los males de los pueblos en la actualidad, al socialismo y como el objetivo último de Marx, no la construcción de ningún sistema científico, sino abrir camino a un hombre nuevo, un hombre verdaderamente humano y liberado de la perversa red de alienaciones que atenazan su desarrollo. Althusser al negar el humanismo de Marx está eliminando el carácter crítico del marxismo.

Otros aportes de Adolfo Sánchez Vázquez se dieron en el campo de la estética y la teoría del arte. En abierta polémica con las posiciones del marxismo soviético, resumidas por el teórico ruso Zhdanov, que aplicaban al terreno del arte la teoría del conocimiento como un mero reflejo de la realidad, Sánchez Vázquez defendió la idea de que el arte, al ser la versión más depurada de la praxis humana, muestra en su pureza el carácter creativo de la misma. Si algo distingue al ser humano de los demás seres es, según Sánchez Vázquez, el hecho de que es capaz de crear un mundo propio, el mundo de lo social, autónomo del mundo natural.

La dignidad humana, lo mismo individual que colectiva, reside en la libertad que es propia de todo creador. La reivindicación de esta dignidad en lo concerniente a la esencia y la función del arte fue para Sánchez Vázquez el primer paso en la elaboración de la obra que es seguramente su mayor contribución a la teoría marxista, su Teoría de la praxis. Las implicaciones políticas de su rebelión contra el marxismo oficial eran evidentes tanto para sus censores del partido o sus admiradores universitarios. Si la creatividad es el rasgo distintivo de lo humano, manifiesto lo mismo en el individuo que en la colectividad, toda propuesta política y toda realización política que incluyan en su estrategia una subordinación del ejercicio libre de esa creatividad a necesidades pragmáticas de la construcción y el mantenimiento de un orden social resultan absolutamente condenables.

Adolfo Sánchez Vázquez es defensor de un socialismo humanista, democrático y lleno de hombres libres y creadores. Su pensamiento humanista lo llevó a comprometer su quehacer filosófico en la comprensión crítica de la sociedad capitalista contemporánea, sus procesos políticos y económicos, de las expresiones artísticas y morales. A lo largo de su vida ha mostrado una gran sensibilidad para denunciar las injusticias, los dogmas políticos y estéticos.

Su espíritu crítico lo ha hecho defender siempre el derecho a discrepar. El compromiso ético de su obra lo ha convertido en un constructor de una utopía socialista en favor de un socialismo humanista y democrático. Sus trabajos han permitido una comprensión del arte contemporáneo, desde el marxismo, lúcido y abierto. El poder del arte no es representar, ha escrito, sino de evocar «no en su hacer ver, sino en su hacer vivir o sentir el mundo»{7}. Su estética de la participación y la socialización del arte abren nuevas vías revolucionarias para desarrollar la creatividad del hombre y forjar una nueva sociedad de individuos creadores libres, emancipados. Una ruta para lograr el conocido salto del «reino de la necesidad al reino de la libertad»{8} del que hablaba Marx.

Sabemos por los Manuscritos económicos de 1844 que el arte no es para Marx una actividad humana accidental, sino un trabajo superior en el cual el hombre despliega sus fuerzas esenciales como ser humano y las objetiva o materializa en un objetivo concreto sensible. El hombre lo es en la medida en que crea un mundo humano, y el arte aparece como una de las expresiones más alta de este proceso de humanización.

El arte es precisamente la actividad en la que el hombre eleva a un nivel superior esta capacidad específica suya de humanizar cuanto toca. O en otros términos si el hombre como ser verdaderamente humano, es un ser creador, el arte es una esfera donde esta potencia de creación se despliega renovada e ilimitadamente. En el capitalismo el arte no es una forma para expresar la libertad de creación, sino que es una forma mas de ganarse la vida, y es por eso que Sánchez Vázquez realiza un análisis sobre el arte porque para él el arte en el Socialismo debe ser mas que una forma para ganar dinero, ser una forma de expresar libertad.

Sánchez Vázquez también ve influenciado al artista por la enajenación económico-social, ya que la obra de arte se convierte cada vez más en mercancía, convirtiéndose así el arte en un producto sujeto el valor de cambio en el mercado, y que por tanto la creación tiene que ajustarse a las leyes de la economía. La integración de la obra de arte como mercancía en el mundo de la producción material en el capitalismo significa que la obra se aprecie no por su valor de uso estético, sino por su valor de cambio, con esto el arte se ve negado a su propia esencia como actividad creadora y el artista ve negado asimismo su libertad creadora.

Así el arte banal que se produce y consume masivamente cumple no solo, la función económica de obtener beneficios en este campo, sino la ideología de mantener al amplio sector social que lo consume en un estado de enajenación y oquedad espiritual. Ya que el arte es expresión de libertad, de espiritualidad, de lo verdaderamente humanizado. Con su actividad creadora puede ser un proyectil contra la mediocridad, la oquedad espiritual y el gusto banal y por función crítica puede contribuir a elevar la conciencia de la realidad con sus propios medios y no como simple propaganda o ilustración.

Sánchez Vázquez proclama la necesidad de revolucionar la sociedad, siendo fieles al trabajo lúdico artístico para que se extiendan las potencialidades creadoras de la humanidad y así que el arte pueda cumplir su función social como forma de praxis humana creadora, logre la des-mercantilización del arte, que prevalezca el valor de uso sobre el valor de cambio, que los artistas nombren realidades negadas y creen obras de necesidad reales, de nociones y deseos, es decir que respondan a necesidades reales.

En la actualidad el arte moderno se ha quedado con poco público, por un lado su lenguaje cifrado, que no permite su asimilación y por otro lado su enajenación económica. Para él la única solución al problema es el cambio del tipo de relación social, logrando así que el trabajo humano recobre su verdadero sentido humano y que el arte sea el medio de satisfacer una alta necesidad espiritual y no un simple medio de subsistencia material.

Se trata de construir una sociedad, que permita desplegar, no en una parte privilegiada, sino en toda la sociedad, la capacidad creadora de los hombres, y eliminar así las condiciones de explotación y opresión en la que se encuentra el arte en América Latina que siempre a tenido que convivir como un arte de urgencia o de resistencia convertido en instrumento de liberación.

Hoy más que nunca el destino del arte, su vitalidad y su función social como forma de la praxis creadora son inseparables del socialismo, ya que sólo es en el socialismo donde el artista puede librarse de todo tipo de enajenación y para eso el arte debe socializar la creación de un arte de inspiración revolucionaria que contribuya a elevar la conciencia de la realidad para contribuir como medio para la construcción de una nueva sociedad.

Aunque muchas verdades se han venido a tierra, cientos de objetivos no han resistido el contraste con la realidad y algunas esperanzas se hayan desvanecido, no se puede negar que el socialismo sigue siendo una alternativa necesaria, deseable, y posible hoy día donde se genera no solo la explotación del hombre y de los pueblos, sino también para la supervivencia de los de la humanidad.

Sánchez Vázquez expresa, de igual manera, en forma muy fina, la diferencia entre el anti-humanismo y el humanismo de Marx es en el análisis sobre la «Carta sobre el humanismo» de Martín Heidegger{9}. En este texto, Sánchez Vázquez no se referirá tanto al silencio de Heidegger frente a uno de los más monstruosos crímenes de la humanidad como lo fue el holocausto, hecho, ya de por sí imperdonable, sino a la posición filosófica que asume Heidegger en su carta, en la que no sólo critica a los humanismos anteriores (el moderno, el cristiano o el marxista) sino que adoptará una posición que implica la fundamentación de un humanismo idealista que acaba expulsando al hombre sufriente de carne y hueso para hundirse en las profundas aguas de la metafísica.

En efecto, para Heidegger, el único ser que puede realizar la pregunta por el «Ser mismo» es el hombre. El Ser se descubre a través del dasein (ser ahí). «La esencia del dasein reside en su existencia» pero Heidegger habla de la Ek-sistenz (la existencia), es decir, del hombre en su expectación. Es por ello que el hombre no es, como considera Sartre, el centro, lo que implicaría, en opinión de Heidegger seguir concibiendo al ser como ente. Según Heidegger, el hombre es «pastor del ser». Esta posición lleva a Heidegger a sostener, en opinión de Sánchez Vázquez, un anti-humanismo ontológico. «De ahí que Heidegger concluya que todo humanismo es metafísico no sólo en cuanto presupone un «olvido del Ser», sino al pretender determinar la humanidad del hombre al margen de su relación con el ser»{10}. En su carta Heidegger deja al hombre en manos de lo supra-humano, y de esta forma superar el olvido del ser de todo el humanismo anterior y así salvar al hombre de su enajenación, pero no de la enajenación real de la que habla Marx, sino lo que termina por aislar del mundo de la vida, es al ser humano, en su enajenación y condiciones reales y efectivas.

Sánchez Vázquez ve como única solución a estos males la emancipación del hombre en busca de cambios para el mejoramiento de su existencia y la de los demás. Por eso Sánchez Vázquez simpatiza con el movimiento de indígenas de Chiapas que luchan por su mejoramiento y aceptación ante el mundo.

Esencialidades del ideario ético de Adolfo Sánchez Vázquez

La Ética de Sánchez Vázquez es un ejemplo del análisis marxista de la conducta humana, y como tal tiene coherencia interna de todo estudio realizado a partir de unos principios introducidos como postulados que asume la naturaleza histórico-social del hombre como base y fundamento de la conducta moral.

El filósofo examina en un primer plano las relaciones entre ética y moral y distingue que la moral se refiere a un comportamiento humano determinado que puede entenderse en una dimensión individual o colectiva y la ética se vincula con una reflexión teórica acerca de la moral ya sea el que se da o el que debiera darse, la ética se interesa por analizar el recorrido histórico de la moral y por tanto siempre tendrá la ética un contenido clasista porque responde a los intereses de determinadas clases y por ende en su contenido y lo que ella refrenda tiene un contenido profundamente ideológico. Y por tanto tiene exigencia para la sociedad de determinados valores que se proyectan como parte de los intereses de esas clases y como parte también de las tradiciones culturales de los pueblos y tiene su conexiones con las tradiciones religiosas que le imprimen también su sello a estos valores morales que se refrendan, por eso el fenómeno moral es complejo y hay que valorarlo según apunta Sánchez Vázquez en toda la diversidad de aspectos que actúan directamente en el fenómeno moral.

Realmente coincido con el filósofo ya que es importante distinguir, en un análisis marxista entre ética y moral, Es importante distinguir entre el comportamiento moral del hombre y la sociedad, que es la moral, y la reflexión filosófica de este comportamiento, que es la filosofía moral o Ética. Ningún hombre escapa a la moralidad, todos sus actos libres tienen una calificación moral positiva o negativa. Pero además existe un criterio verdaderamente científico capaz de determinar la conducta moral por medio de principios universales y necesarios aplicables a todos los hombres en cualquier época y latitud.

En el tratamiento teórico de la Ética desde una comprensión marxista cabe destacarse su tratado denominado ética en que de forma sistemática desarrolla sus conceptualizaciones sobre problemas tales como el de la definición de la moral y la ética; sus relaciones con la filosofía y con la ciencia; la coacción externa y la responsabilidad moral; la dialéctica de la libertad y la necesidad o el tema de los valores. Sánchez Vázquez dedica los cuatro primeros capítulos a establecer la naturaleza del comportamiento moral, el objeto de la ciencia ética, y su relación con otras esferas del saber.

Distingue, en primer lugar, entre moral y ética. Llama moral a un tipo de conducta humana: concretamente, al comportamiento del hombre frente a la sociedad; la Ética por su parte, sería la ciencia que estudia esa clase de conducta, el comportamiento moral. Su valor consistiría más en lo que logra explicar, que en la capacidad de prescribir actos concretos.

La primera nota que caracterizaría el obrar moral sería su relación con la historia, que es estudiada en el capítulo II. Según el autor, la moral es esencialmente histórica, cambiante, pues consiste en un determinado comportamiento del hombre, y éste es por naturaleza un ser histórico; esta afirmación estaría corroborada por el hecho de que las diversas morales concretas se suceden y desplazan unas a otras.

La segunda característica de la moral sería su peculiar conexión con la sociedad. La diferencia definitiva entre lo bueno y lo malo habría de buscarse en la relación de una determinada actuación respecto a los intereses de la colectividad. Esta, a su vez, estaría en continua transformación, consiguiente a los estadios de su desarrollo económico, hasta llegar a una definitiva sociedad sin clases –paraíso comunista–, donde podrá crearse una nueva moral.

En el capítulo III, Sánchez Vázquez quiere determinar cuál es la esencia de la moral. Con este fin busca una definición que abarque todas las éticas que se han dado históricamente, y afirma que la moral es un sistema de principios y valores, de carácter meramente histórico, que regulan las relaciones entre los individuos, o entre ellos y la sociedad, es decir, se trata de normas de índole eminentemente social.

El autor estudia a continuación las relaciones de la filosofía moral con «otras formas de comportamiento humano», como la religión, la política, la ciencia, el derecho, &c.

Responsabilidad, valor y obligación moral

El capítulo V se dedica al estudio de la libertad, el determinismo y la responsabilidad moral. Considera el autor que la responsabilidad exige como requisito una libertad plena –ausencia total de coacción, precisa–, de lo que concluye la imposibilidad de establecer una verdadera responsabilidad, ya que todo individuo estaría condicionado histórica y socialmente.

A continuación, trata del valor (cap. VI) y de la valoración moral (cap. VII). El valor moral es relativo, porque sería una creación práctica de la colectividad que existe sólo en el hombre y por el hombre. En lo que se refiere a la valoración moral, considera que ésta ha de realizarse atendiendo a las dos coordenadas –historia y sociedad– que definen el comportamiento moral: la bondad y la malicia surgirían de la adecuación a los intereses y necesidades de la colectividad en cada momento histórico, lo que implica, en consecuencia, que ha de abandonarse la búsqueda de un criterio de bondad válido para todas las sociedades y para todos los tiempos.

De modo análogo, el contenido de la obligación moral (cap. VIII) variaría también en las diversas comunidades y en los distintos momentos históricos de una misma sociedad. Además, el autor piensa que la obligatoriedad de una norma radica en su aceptación por parte del sujeto, en la conciencia moral de la persona, que a su vez sería un producto histórico de su actividad práctica: el pensamiento humano no sería más que un subproducto del modo de producir bienes materiales.

La «realización de la moral» es el tema del capítulo IX, donde se propone mostrar que «toda actividad moral no es asunto exclusivo de los individuos, sino empresa colectiva» (pág. 172), por la que los principios y normas básicas cobran vida, es decir, actúan y obran efectivamente en los individuos y en la sociedad (cfr. pág. 156). La razón de esto sería el papel determinante de la conducta desempeñado por las instituciones sociales, que obligaría a moralizar las «estructuras» y relaciones sociales para rectificar así el comportamiento individual que de ellas depende.

Los criterios de moralidad

El capítulo XI trata de los «criterios de justificación moral», esto es, de los principios que permitirían discernir la bondad o malicia de una acción, y que harían posible hablar de una moral como ciencia –como técnica del cambiante valor de la moralidad–, por encima del relativismo que se contiene en la afirmación de que la norma moral es una cambiante creación humana. El autor propone cinco criterios (justificación social, práctica, lógica, científica y dialéctica), que analizaremos con detalle en la exposición crítica.

Sánchez Vázquez termina su Ética con un capítulo de carácter histórico (cap. XII), donde concluye que los diversos sistemas éticos responden a las necesidades concretas de una sociedad y época determinadas, cambiando con el paso del tiempo de forma semejante a como se transforma la vida social.

Las concepciones éticas de Adolfo Sánchez en esta Obra se constituyen en un todo orgánico profundizando en las conceptualizaciones de lo propiamente ético , pero haciendo énfasis en donde está el aporte de la teorización marxista del asunto y en lo que separa de las conceptualizaciones idealistas del asunto y la visión dialéctica del constructo moral y sus proyecciones prácticas , pues sus concepciones éticas no se divorcian ni un ápice en su concepciones de la praxis y en su visión de una sociedad del futuro socialista que debe formar un sujeto con los valores éticos que permitan preparar a un constructor activo de la nueva de la sociedad.

El tema de la ética será estudiado por el autor, también en su interesante estudio sobre el Ché Guevara, en su texto «Once tesis sobre socialismo y democracia» así como su estudio sobre las relaciones entre ética y política o sobre las características de la izquierda. la ética es una problemática que ha sido objeto de preocupación del autor durante toda su vida.

Gabriel Vargas Lozano ha apuntado que al abordar el tema de la ética, Adolfo Sánchez Vázquez ha querido contribuir a profundizar en una temática que había sido dejada un tanto de lado por el marxismo y que ha implicado algunos problemas de interpretación en el autor de El Capital. Tanto es así que, como es sabido, ante una pretendida ausencia de la dimensión ética en su obra, una corriente denominada el austromarxismo pretendió complementar su teoría científica del capitalismo con una ética kantiana. Otros filósofos, dentro y fuera del marxismo, como Georgy Lukács, Roger Garaudy, Georgy Marcus, José Luis Aranguren, Jean Paul Sartre y, entre nosotros, Luis Villoro, han dedicado estudios a la problemática ética en el pensamiento de Marx.

En la historia de la ética hay tres modelos de conducta principales, cada uno de los cuales ha sido propuesto por varios grupos o individuos como el bien más elevado: la felicidad o placer; el deber, la virtud o la obligación, y la perfección, el más completo desarrollo de las potencialidades humanas.

Es importante como Sánchez Vázquez advierte que en el fenómeno de la moralidad se da lo propiamente cognoscitivo y el conjunto de valores, normas y principios por los que deben regirse las relaciones entre individuos y aun nivel más social. Pero aquí está o aparece un primer problema que es necesario precisar en una conceptualización marxista del asunto y es que no podemos ver a la moral solamente como comportamiento de sujetos regidos por normas que él ha concientizado y lo compulsan a actuar de un modo determinado esa es una arista explicativa del asunto desde una óptica muy generalizadora del problema.

Se nos presenta otra dimensión de lo moral más particular, que tiene que ver con la marcha de la sociedad en la que lo moral se imbrica con las acciones políticas y por tanto son juzgadas de un modo determinado , se vinculan también con lo jurídico en cuanto a los actos de realización del derecho, tanto las acciones de los tribunales y sus fallos ante lo que se considera delito y razones de culpabilidad o ante las propias leyes refrendadas en las cartas magnas y los cuerpos ejecutivos y legislativos del Estado , que responden también a un sistema político dado, También lo estético se interconecta con lo moral, en el análisis del contenido de toda obra de arte también comporta implícito y explícito unos códigos morales en los que se mueve el propio artista y del cual no puede desprenderse.

También la moral se vincula estrechamente con el fenómeno económico por cuanto se juzgan las relaciones económicas justas e injustas, esto vinculado a los sistemas de explotación del hombre por el hombre, los esclavos , los siervos , los obreros , que son los que sostienen la base económica de estas sociedades no poseen las riquezas las que quedan en manos de unos pocos , las clases explotadoras , los esclavistas, los señores feudales, los capitalistas, pero además visto esto al nivel de las relaciones internacionales el propio carácter de las relaciones que se establecen entre las naciones , entre las que son pobres y las ricas , entre las naciones desarrolladas y las naciones subdesarrolladas nos explican que exista ese nivel de expoliación y de sojuzgamiento al nivel ya planetario,

Al llegar a este punto del análisis Adolfo Sánchez Vázquez advierte de cuidarnos de que en estos análisis que hacemos de lo moral con otros comportamientos de diversas esferas le excedamos el peso de la dimensión moral al propio desenvolvimiento de cada uno de estos aspectos señalados y así anota …al señalar esta presencia de la moral en otras formas de comportamiento humano, hay que cuidarse de no acentuar esta presencia hasta el punto de disolver en ella el comportamiento específico de que se trate; es decir, no hay que caer en el extremo que la diluye: el moralismo. Como igualmente habrá que cuidarse de otro extremo que también disuelve a la moral: el sociologismo, en la teoría, o el pragmatismo o «realismo», en la práctica política.{11}

En sus concepciones éticas Sánchez Vázquez insiste en el carácter problemático de la moral y de sus relaciones ante los que le niegan al marxismo un lugar en la teoría y en la práctica y señala como en la obra de Marx desde Los Manuscritos Económico y filosóficos, donde se ofrece una teoría de la enajenación del obrero, pasando por la Lucha de clases en Francia, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, los Grundrisse (escritos preparatorios de El Capital), al criticar la usurpación por parte del capitalista del tiempo libre que crea el obrero. El Capital y existe un cuerpo de ideas morales lógicamente estructurado que no deja lugar a dudas para afirmar que Marx si aborda la moral en su objeto científico como conocimiento o objeto de reflexión , sin embargo no niega el filósofo que en Marx el acento del tratamiento de la moral está puesto en la naturaleza ideológica de la moral y su carácter histórico social, todo ello muy vinculado con las relaciones de producción y los intereses de clase, así como sobre su función en la sociedad y particularmente, en la sociedad socialista.

Sánchez Vázquez destacando la novedad en el tratamiento de Marx de la moral señala que no se puede querer encontrar un tratado de Ética sistematizado en Marx, pues él no la escribió , sin embargo en toda su obra encontramos las referencias y el tratamiento de esta problemática, la que hay que sacar a la luz a través de un ejercicio filosófico de análisis de la obra de Marx pues a juicio de Sánchez Vázquez …en la obra de Marx, la moral no deja de hacerse presente en ella como objeto{12}.

El filósofo insiste en que una ética marxista tiene que poner el acento en la salida normativa del asunto es decir que entraña una crítica al capitalismo y resalta los valores y los elementos nuevos que en el comportamiento humano y su necesario desalienación proyecta el ideal socialista y por tanto el tema del comportamiento de los valores éticos nuevos , los valores socialistas que a su vez recogen toda la herencia de los mejores valores morales que ha atesorado la humanidad se privilegia este aspecto como fundamental para la construcción del socialismo y para la hegemonía que insistía Gramsci debía lograr el socialismo como proyecto político, y la necesaria cultura proletaria de compromiso, tiene una impronta ética de raíces muy profundas.

Por tanto cuando Sánchez Vázquez se refiere a comportamiento lo está haciendo en función de un comportamiento práctico revolucionario para convertir el proyecto en realidad tanto en la etapa de lucha como en el momento de construcción de la nueva sociedad la etapa más difícil, que es donde se han manifestado las contradicciones y problemas, por errores fatales en la concientización moral de las masas y la educación en los valores socialistas.

Las concepciones marxistas de la moral de Adolfo Sánchez Vázquez están imbricadas con su concepción de la praxis y él fundamenta como a través de los conceptos cardinales que él aporta en su obra Filosofía de la Praxis nos sirve para explicar esa cosmovisión que la ética sustenta, como conocimiento de normas que la sociedad explicita y que además de conocimiento toda postura ética implica una crítica de lo existente y esa crítica ejercida desde una posición revolucionaria implica una crítica a los males de capitalismo y los valores morales de los cuales se parte para llevar a cabo esa crítica, pero esto son solo puntos de partida para metas superiores en el enfoque de una real ética marxista esa que aspira ante todo a un proyecto, idea o utopía de emancipación social humana.

Por tanto para Sánchez Vázquez la eticidad está intrínsicamente ligada con toda interpretación marxista de cualquier fenómeno y esta interpretación es en primer lugar una crítica de lo existente y en particular del capitalismo.

El marxismo es, en primer lugar, una crítica de lo existente y, en particular, del capitalismo: crítica de sus males sociales, engendrados necesariamente o estructuralmente por él, que –como toda crítica– presupone ciertos valores desde los cuales se ejerce. Hablar de los males sociales que se critican significa a la vez presuponer los bienes sociales en los que encarnan esos valores –morales y no morales– que el capitalismo limita, asfixia o niega realmente.

El marxismo es, en segundo lugar, un proyecto, idea o utopía de emancipación social, humana, o de nueva sociedad como alternativa social en la que desaparezcan los males sociales criticados. Se trata de un proyecto de nueva sociedad (socialista-comunista) en la que los hombres libres de la opresión y la explotación, en condiciones de libertad, igualdad y dignidad humana, dominen sus condiciones de existencia; un proyecto a su vez deseable, posible y realizable, pero no inevitable en lo que respecta a su realización. Deseable, por la superioridad de sus valores sobre los que rigen bajo el capitalismo, y por responder al interés y las necesidades de toda la sociedad; posible, si en la realidad se dan las condiciones históricas y sociales necesarias para su realización. Y realizable si, dadas esas condiciones, los hombres toman conciencia de la necesidad y posibilidad de la nueva sociedad, y se organizan y actúan para instaurarla. Por tanto, ni el capitalismo es eterno, ni el socialismo es inevitable. Pero si el proyecto de nueva sociedad no se realice o la desaparición del capitalismo llega demasiado tarde, el famoso dilema de Rosa Luxemburgo podría resolverse en una barbarie que ni ella –mucho menos Marx– hubieran podido sospechar.

El marxismo es, en tercer lugar, conocimiento de la realidad (capitalista) a transformar y de las posibilidades de transformación inscriptas en ella, así como de las condiciones necesarias, de las fuerzas sociales y los medios adecuados para llevar a cabo esa transformación. Aunque el conocimiento de por sí no garantiza que esta se cumpla, sí garantiza –al insertarse en el correspondiente proceso práctico– que el proyecto no se convierta en un simple sueño, imposible de realizar, o en una aventura, condenada al fracaso.

Finalmente, el marxismo se distingue por su voluntad de realizar el proyecto; es decir, por su vinculación con la práctica, pues no basta criticar lo existente, ni proyectar una alternativa frente a él, como tampoco basta el conocimiento de la realidad a transformar. Se necesita todo un conjunto de estos actos efectivos que constituyen la práctica y, en especial, la práctica política destinada a realizar el proyecto de emancipación. Ninguno de los cuatros aspectos mencionados puede ser separado de los demás, aunque hay uno de ellos –la práctica– que es determinante y mantiene a todos en su unidad.

Insiste el filósofo en apreciar en Marx y el marxismo una crítica moral del capitalismo que presupone los valores morales desde los cuales se hace, valores negados en el sistema social que se critica, y propios de la sociedad alternativa que propone para desplazarlo. Con lo cual estamos afirmando la presencia de la moral en el proyecto de una nueva sociedad que, libre de la enajenación y de la explotación del hombre por el hombre, asegura libertades individuales y colectivas efectivas de sus miembros: su igualdad social; la justicia que, en el plano distributivo, se caracteriza por la distribución de los bienes producidos conforme al trabajo aportado por los productores, en la primera fase, y de acuerdo con las necesidades de los individuos en la segunda fase, superior, comunista. Estamos, entonces, ante una sociedad libre, justa, igualitaria –en su primera fase– y desigualitaria –en la segunda– que permitirá realizar el valor moral más alto postulado por Kant: la autorrealización del hombre como fin. Así, pues, para el marxismo, la moral es un componente esencial de su proyecto de emancipación social y humana.

En su obra Filosofía y circunstancias{13} fiel a esa tradición crítica de la ética marxista de la que es impulsor Sánchez este emprende una crítica con las concepciones éticas postmodernas en la que crítica la deshumanización manifiesta de estas concepciones donde la pérdida de fe y de esperanza se hacen norma. Por tanto el fin mayor para el hombre que vive en la sociedad de la incertidumbre es la sacar el mayor provecho posible a lo que Sánchez Vázquez denomina una ética camaleónica done el agente moral postmoderno consiste en lo rápido, lo fácil y lo cómodo que se patentiza por el credo postmoderno como lo más valioso y en suma los antivalores están dado en el aumento del individualismo. del egoísmo , valorándose a la felicidad como aquel estado hedónico donde la satisfacción está sólo asociada al consumo al tener al bienestar personal , sin ningún compromiso social. Por eso para el filósofo la ética postmoderna coexisten en tensión permanente dos tipos de vida valiosa las que nos ofrecen los medios de comunicación con su proyecto de vida consumista, donde el mayor valor es estar a la moda y por otro lado los valores perdurables del humanismo a esos se les considera anticuados.

Otro aspecto en lo que se centra la crítica de Adolfo Sánchez Vázquez de la ética postmoderna está dada .en el fenómeno de la permisividad total, donde las reglas están ausentes, todo vale y todo está permitido en la medida de que sea útil.

En tales concepciones el carácter moral se reduce a vivir el presente como uno único real existente y a un relativismo moral en el que el bien y el mal cómo no pueden ser medidos en su carácter absoluto, la moral tiene un atributo muy subjetivista para la ética postmoderna es una moral inmediatista que estará dada y fundamentada su verdad en dependencia de cómo afecten el presente de cada uno y Sánchez Vázquez vuelve a la carga crítica al señalar como se borra en estas concepciones la idea de tiempo se ha borrado no interesa, el pasado no interesa, el futuro es una idea vaga e incierta , esta ética renuncia a todo proyecto emancipatorio, renuncia a la idea de la revolución social porque responde desde el punto de vista clasista a los capitalistas.

Sánchez Vázquez destaca el carácter individualista de la ética postmoderna y por tanto su subjetivismo extremo, que tiende a la enajenación del hombre a la desmovilización social y política a la lucha por un mundo mejor y a una sociedad donde impere por encima de todo el egoísmo y el apunta como en estas concepciones … el individuo tiene vocación narcisista, en una cultura del narcisismo heredado de la modernidad, circunscrito en una libertad negativa. Por ello, el individualismo es una patología de la libertad, a la que absolutiza por encima de su sentido personal, concibiéndola ajena al encuentro con los demás{14}.

Otro aspecto que destaca Sánchez Vázquez de la ética postmoderna es cómo concibe lo social como un simple agregado de individuos, donde solo merece aprecio como lugar de oportunidades para el desarrollo personal , se obvia el interés social, el luchar por las colectividades humanas , por el progreso social , por las causas justas, contra la explotación y las injusticias y por el desarrollo de un ideal común de realización libertaria y democrática. En pero el ideal que prevalece es el del consumismo los individuos se despersonalizan para girar en torno a ser compradores o vendedores han dejado de ser personas, para ser considerados compradores o vendedores.

Valorando el aporte de Sánchez Vázquez en relación a la crítica a la ética postmoderna hay que señalar que el mundo está cambiando a un ritmo potencial. Si queremos enfrentar exitosamente el desafío que constituyen los inquietantes cambios en ciencia, tecnología, comunicaciones y relaciones sociales, no podemos quedarnos con las "respuestas" del pasado; debemos confiar en los «procesos» que generan los nuevos problemas. El cambio se sucede tan rápidamente que las respuestas, conocimiento, métodos y habilidades se vuelven obsoletos casi en el momento en que los dominamos.

Esta situación no sólo implica elaborar nuevas técnicas educacionales, sino establecer una nueva meta. En el mundo que cotidianamente nos enfrentamos, el objetivo de la educación debe desarrollar individuos abiertos al cambio y con una verdadera capacidad de resolver la constante problemática que se presenta. Sólo dichas personas pueden enfrentar de manera constructiva las diferentes situaciones, donde los problemas prácticos–morales surgen con mucha mayor rapidez que las soluciones o respuestas. Es imposible concebir una moral sin pensar en la educación; ya que el ser humano no nace con determinada moral, sino que dentro de su proceso de desarrollo en la sociedad, se construye como agente moral, y la calidad de su construcción moral depende en gran medida de la calidad de educación que ha recibido.

El hombre que se contenta siempre con lo que hay, no está haciendo valer su condición de persona, es decir, de sujeto autónomo en desarrollo de sus potencialidades. Sabemos que el hombre no «tiene» la libertad; estamos condicionados por todos los frentes: política, cultural, socialmente; hasta nos «ordenan» lo que tenemos que pensar y que desear, como se constata, por desgracia, en los medios de comunicación.

Sin embargo, el hombre si sabe lo que es la libertad y siente en sí mismo la aspiración hacia ella. Esta aspiración es la que le impulsa a la acción; por ejemplo, la búsqueda de justicia, para que todos alcancen la misma posibilidad de ser libres.

Hablar de un «porvenir» en relación con la ética encierra varias dificultades. En primer lugar, por la condición misma de la ética, que nada tiene que ver con las maravillas o desgracias que nos esperan en el futuro sino con lo más prioritariamente inaplazable: el uso actual de la libertad. La moral, como la vida a la que sirve y a la que da sentido, nunca puede ser dejada para más tarde. La política, por ejemplo, es una inversión a más o menos largo plazo, que supedita la actividad presente a determinados beneficios futuros: la legitimación de los sacrificios hoy necesarios o de la utilización actual de la violencia proviene del mañana que, como resultado de todo ello, vamos conquistando. Pero la ética trata de la intervención oportuna en el momento crítico, de la elección que calibra y decide entre las propuestas del presente, no para ganar el mañana sino para dar sentido al hoy: lo que cuenta no es lo que más tarde se tendrá sino lo que ahora se quiere. El sujeto libre no busca el ejercicio moral nada distinto y posterior a sí mismo. Sino seguir mereciendo la confianza y el amor propio racional que se profesa. Ninguna institución futura le dispensará de continuar experimentando la urgencia sin excusas de la opción presente.

Referirse al porvenir de la ética parece dar por supuesto que se avecinan nuevos valores fundamentales y que cabe esperar, sea con temor o con esperanza, un nuevo tipo de moralidad. Los hábitos eróticos, las ideologías políticas, las relaciones familiares, las posibilidades creadoras o destructoras de la ciencia aplicada, todo ello en vías de acelerada modificación, darán lugar a códigos de conducta distintos a los usados por nuestros padres y no digamos por nuestros abuelos. Lo que ayer producía escándalo, hoy es moda disfrutada sin escrúpulo; comportamientos que ayer eran tenidos por normales y hasta edificantes, hoy parecen impropios o brutales. En este sentido un estudio sobre el porvenir de la ética podría ser algo así como una escala futurológica que intentase prefigurar los usos cuya valoración va a experimentar un alza y aquellos que decaerán paulatinamente en el aprecio público.

Adolfo Sánchez Vázquez y su alternativa humanista: el proyecto emancipatorio socialista

En América Latina, el pensamiento humanista ha sido un proceso constante de confrontación contra toda forma de alienación y de exclusión, por eso no resulta extraño que la recepción del marxismo entroncase con esa herencia. Sánchez Vázquez en su intento por rescatar la credibilidad del marxismo, de su proyecto de socialismo, humanista, crítico y democrático, se ha convertido en un constructor de utopías socialistas, en favor de un socialismo humanista y democrático.

Sánchez Vázquez como fiel seguidor de las ideas socialistas como única vía de solución al capitalismo expresa que: «Hoy nadie habla de socialismo. Se habla de neoliberalismo, pero no se dice que éste es la fase del capitalismo de dominación del capital financiero. En la actualidad existen, en muchos casos, posiciones anticapitalistas, pero en cierto modo sin pronunciarse abiertamente por la necesidad de esta alternativa que a mi juicio continúa siendo el socialismo.»{15}

Adolfo Sánchez Vázquez dentro de su análisis sobre el socialismo y su proyecto emancipador, ve necesario y beneficioso realizar una crítica al llamado Socialismo Real, para la construcción del Socialismo en la actualidad, para contribuir a reforzar su capacidad movilizadora de las masas sociales que luchan por mejoras y creen en la viabilidad del socialismo, ya que mientras exista la necesidad objetiva y subjetiva de transformar el mundo, el socialismo como objetivo, como ideal socialista subsistirá a las pruebas del tiempo y el olvido.

Es necesario y beneficioso está crítica ya que como el Socialismo Real forma parte de la historia, y minó los ánimos de mucho de sus seguidores, algunas de forma irremediable, al analizar los errores cometidos, nos lleva a no cometerlo en el futuro.

Para Sánchez Vázquez: «el concepto de socialismo entraña no sólo la conciencia de su necesidad y posibilidad sino su deseabilidad, ya que comprende valores por los que considera digno luchar, y no sólo, los sacrificios y esfuerzos que exige el contribuir a esta meta valiosa no sólo se justifican por sus naturaleza axiológica, por la superioridad de sus valores sobre los de un sistema por esencia opresor y explotador, sino también por la convicción de que esta meta puede ser alcanzada si se recurre a la organización y acción concientes cuando se dan las condiciones necesarias para ellos.»{16}

En su crítica Adolfo Sánchez Vázquez llega a la conclusión que con el derrumbe del Socialismo Real se perdieron muchas esperanzas, en la actualidad el socialismo se hace más necesario que nunca, porque el capitalismo en su fase neoliberal no hace más que agravar los males de los pueblos. Pero pese a que el capitalismo ensombrezca la perspectiva del socialismo, no lo hace menos necesaria y deseable. En estos tiempos se tiene que retomar el ideal socialista con todo su potencial emancipador y movilizador. Porque como expresó Marx: «La alternativa al capitalismo es el Socialismo»{17}. Semejante empresa requiere que se contraste con la realidad y se admita que en la actualidad, se hace necesario volver a las obras de los clásicos del marxismo.

Adolfo Sánchez Vázquez ve en el socialismo un proyecto emancipatorio que por sus valores se contrapone al sistema capitalista que por su propia estructura lo desconoce, limita o degrada. Para él este proyecto sigue siendo válido pero a condición de que sea redefinido para ponerlo a la altura de nuestro tiempo. Y su redefinición exige abandonar o enriquecer algunos de sus viejos elemento, se ha de enriquecer el contenido democrático, acentuando la necesidad de la participación consciente de la mayoría de la sociedad, esta democracia radical, indisoluble del socialismo, permitirá disolver los viejos dilemas de Estado o Sociedad civil, planificación y mercado, individuo y sociedad.{18}

En este sentido Sánchez Vázquez enfatiza en que la lucha por un paradigma emancipatorio hoy en América Latina debe contemplar a todas las fuerzas sociales, que se incorporen a las luchas revolucionarias, por eso el sujeto en la actualidad tiene un carácter plural, y no puede contemplar a una sola fuerza política, que se crea depositaria de toda la verdad, sino a muchos movimientos, frentes y partidos que se unan para lograr los objetivos deseados de justicia social, igualdad, la libertad plena y posibilidades para alcanzar el bienestar material y espiritual del pueblo, con un poder político que tenga como norte principal la democracia más plena y la más amplia participación del pueblo en el ejercicio del poder y la no renuncia al paradigma socialista única opción para lograr tales propósitos, pero no con el modelo euro soviético que fracaso por la renuncia a los verdaderas esencias del socialismo tal como lo concibieron los clásicos del marxismo.

Sánchez Vázquez en su trabajo, titulado Después del derrumbe, ¿Vale la pena el socialismo?, hace énfasis en como la humanidad no puede prescindir del socialismo porque el capitalismo salvaje de hoy día lo que hace es agravar aún más las penurias de los pueblos y la desigualdad entre los países ricos y pobres.

Hoy día se percibe el carácter premonitorio de estos análisis hechos por Sánchez Vázquez en sus trabajos de fines de la década del noventa del pasado siglo, ya que el paradigma socialista se yergue como única solución posible para las fuerzas de izquierda, que en el ámbito latinoamericano pugnan desde el poder por edificar un proyecto socialista que se ha dado en llamar del siglo XXI, totalmente diferenciado de las propuestas totalitarias y antidemocráticas del fracasado del socialismo real, que toma como base la más amplia democracia y la construcción de un Estado socialista que se fundamente en la democracia participativa, que reconoce a la oposición, que se enfrenta al poder revolucionario y a las masas.

En la actualidad estos procesos de cambio revolucionarios podemos verlo en Venezuela, Bolivia, Brasil y Nicaragua, que luchan para hacer realidad los cambios revolucionarios que exigen las circunstancias actuales latinoamericanas, fundamentalmente aquellos que se refieren al aumento del bienestar material de sus pueblos y al bienestar social, cultural y espiritual. Estos resultados ya se objetivizan en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Brasil; con las medidas tomadas por los gobiernos revolucionarios de estos países.

Sánchez Vázquez expresa que: «El socialismo es hoy más necesario que nunca porque el capitalismo en su fase neoliberal no hace más que agravar los males que los pueblos padecen por las exigencias estructurales del sistema. Cierto es que la alternativa social del «socialismo real» no resolvió esos problemas pero, como demuestra claramente la experiencia de estos últimos años, después de su derrumbe en estos países, no los resolverá en modo alguno el retorno al capitalismo…salvaje y neoliberal. La humanidad necesita, además, el socialismo para no desaparecer bajo otra alternativa; la barbarie, pero ahora en forma extrema, absoluta, de la barbarie ecológica o nuclear.»{19}

Este proyecto, no es solo la idea o el ideal que responde a la necesidad de eliminar, los males del capitalismo, sino una posibilidad incluso a la no emancipación de una nueva barbarie en el futuro. Sánchez Vázquez no plantea solo la necesidad del Socialismo como proyecto emancipador y necesario sino analiza también otras cuestiones que se deben tener en cuenta para que este no fracase, como el problema del mercado en el socialismo.

Son trascendentes sus concepciones en relación con el vínculo de socialismo y mercado. En este sentido el filósofo señala como en la actualidad asistimos a una verdadera fetichización del mercado, pero una concepción del mercado enajenada de todo, que sólo piensa en la ganancia extrema a base de la explotación más feroz en la obtención de plusvalía, este capitalismo salvaje que no se detiene ante nada, ni valora el deterioro de la naturaleza, ni la destrucción de los tesoros de la cultura universal a través del desarrollo de guerras injustas para dominar el mundo entero y sus recursos para su beneficio personal y no en post del beneficio de la humanidad.

Un ejemplo palmario de esta concepción de equilibrio entre propiedad estatal y propiedad capitalista es el modelo de la revolución bolivariana que ha lanzado como socialismo del siglo XXI, y los éxitos que ha alcanzado Venezuela en el desarrollo económico, político y social de su pueblo que hoy experimenta un progreso material y espiritual evidente, que es ejemplo para América Latina y el mundo por el ejercicio real de la democracia, que hace partícipe el poder y la rendición de cuentas efectivas de sus líderes ante el pueblo.

Sólo en un verdadero socialismo las reivindicaciones de libertad, igualdad, justicia y democracia encontraran el terreno apropiado para pasar de los buen deseos a su encarnación efectiva, pero no podemos sentarnos a esperar que llegue ese momento sino que en cada minuto se debe luchar para que pueda desarrollarse a pesar de la desilusión sufrida por el modelo euro soviético.

La izquierda no debe renunciar al socialismo en el futuro por utópico o lejano que parezca sino que tiene que realizar una política nueva que no confunda los fines con los medios, ni los separe radicalmente, una política que no se deje seducir por los resultados inmediatos, ni pierda nunca los fines y valores que le dan sentido, ni dejar que los nuevos escuderos de la ideología burguesa difundan el pesimismo, empeñados a desacreditar el objetivo socialista recurriendo a todos los medios para lograrlo: calumnias, tergiversaciones, &c. y así tratar de descalificar al socialismo.

Sánchez Vázquez expresa: «que en la actualidad lo que se necesita es transformar el mundo existente y no de conservarlo o de conciliarse con el, y para eso una condición fundamental es la de conciencia de la necesidad y la posibilidad de esa transformación, conciencia que debe tener en cuenta una interpretación verdadera del mundo y una crítica de lo existente.»{20}

El socialismo como imagen de un futuro posible y deseable, cumple la función positiva de elevar la conciencia, de que la historia no esta escrita de una vez para siempre y de que el hombre en la medida en que la comprenda y actué, en condiciones determinadas y de acuerdo con los fines que el mismo se trace, puede intentar cambiarla en dirección a una vida futura más noble, justa y más digna.

Solo en el Socialismo las reivindicaciones de libertad, igualdad, justicia y democracia encontraran el terreno apropiado para pasar de los buenos deseos a su encarnación efectiva, en fin con el proyecto de emancipación lo que busca Sánchez Vázquez es la libertad de los hombres y que con ella tengan el control no solo de sus vidas, sino sobre el proceso de producción también.

A pesar de la desilusión que trajo consigo el derrumbe del campo socialista, la izquierda no debe perder las esperanzas de luchar por este ideal y contra las tergiversaciones de cualquier índole sobre el socialismo ya que podemos cambiar de caballo, pero no de camino como muchos hicieron frente a lo ocurrido.

Ya que el socialismo, hoy día, se hace más necesario que nunca porque el capitalismo no puede resolver, sino agravar, los problemas fundamentales que están generados por su propia estructura: la desigualdad social, el desnivel entre los pueblos llamados desarrollados y los pueblos no desarrollados y la pobreza, mismos que han aumentado a niveles no antes vistos.

El capitalismo no puede considerarse eterno, porque el Socialismo Real no pudo resistir el desafío en el terreno de la producción, la perspectiva de una sociedad socialista necesaria, deseable y posible, sigue abierta para la izquierda que siempre ha luchado por la igualdad y la justicia. Es una perspectiva no sólo para el futuro, sino también para el presente que deberá abrirse paso en la medida en que se luche por la democracia efectiva, por ampliar las libertades reales y conquistar espacios de igualdad y justicia social, en la medida en que se defiendan los derechos humanos, la soberanía nacional y las relaciones armónicas del hombre con la naturaleza.

Pero a pesar de todo el esfuerzo de Sánchez Vázquez por revindicar la necesidad del socialismo en la actualidad como forma de eliminar los problemas de enajenación y rectificar su carácter humanista frente a los males del capitalismo en la actualidad, se le debe criticar que se queda en el plano ideal del problema porque en su análisis no plantea las vías que propone para llegar a esa sociedad deseable y futura que es el socialismo, para acabar con los medios de producción capitalista, ni tampoco de estar comprometido con las lucha socio-político en su país, sus proyecciones no llegan al nivel de plantearse un proyecto político que desde el poder haga viable sus concepciones teóricas y esto esta dado porque él se queda al nivel de un teórico marxista de cátedra.

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Notas

{1} Vease J. C. Mariategui: «Henry Barbuse». Obras, Casa Editorial Amauta, Lima 1986, pág. 366.

{2} Adolfo Sánchez Vázquez, «Filosofía de la praxis», Grijalbo, México 1967, pág. 115.

{3} Apud «A tiempo y destiempo», Ed. Ciencias Sociales, La Habana 2004, pág. 321

{4} Adolfo Sánchez Vázquez, «A tiempo y destiempo», pág. 105.

{5} José A. Soto Rodríguez, «Adolfo Sánchez Vázquez: El marxismo, la praxis y la utopía», El Catoblepas, nº 75, pág. 12. en http://nodulo.org/ec/2008/n075p12.htm

{6} Louis Althusser, «Los dos Marx», en http: //www.webdianoia.com/contemporanea/althusser/althusser_fil_contexto.htm

{7} Adolfo Sánchez Vázquez, «Filosofía de la praxis», Grijalbo, México 1967, pág. 99.

{8} Ibidem.

{9} Adolfo Sánchez Vázquez, «A tiempo y destiempo», pág. 346.

{10} Ídem, pág. 350.

{11} Adolfo Sánchez Vázquez, «Ética y marxismo» en La teoría marxista hoy, compilación de Gabriel Vargas Lozano, Universidad Nacional Autónoma de México, págs. 297-306.

{12} Adolfo Sánchez Vázquez, op. cit., pág. 299.

{13} Adolfo Sánchez Vázquez, Filosofia y circunstancias, Anthropos, Barcelona 1997.

{14} Adolfo Sánchez Vázquez, op. cit., pág. 6.

{15} Adolfo Sánchez Vázquez, «A tiempo y destiempo», pág. 50.

{16} Adolfo Sánchez Vázquez, ibid., pág. 480.

{17} Apud Adolfo Sánchez Vázquez, ibid., pág. 481.

{18} Adolfo Sánchez Vázquez, ibid., pág. 423.

{19} Adolfo Sánchez Vázquez, ibid., pág. 381.

{20} Adolfo Sánchez Vázquez, ibid., pág. 391.

——
 
→ Joaquín Robles, El humanismo marxista se aparece en el Caribe (EC 95:18)

 

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