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El Catoblepas, número 95, enero 2010
  El Catoblepasnúmero 95 • enero 2010 • página 16
Cine

Avatar y sus mitos

José María Rodríguez Vega

Sobre la película Avatar (James Cameron, USA 2009, 162 minutos)

James Cameron afirma: «Para mí, como fan de la ciencia ficción y la acción, Avatar es el proyecto ideal. Estamos creando un nuevo mundo, un ecosistema lleno de plantas y criaturas fantasmagóricas, además de un pueblo nativo con una cultura y un idioma muy ricos. Una historia tan épica como emotiva.»

Se ha dicho: «Es la historia de un ex-marine herido, quien, por causas ajenas a su voluntad, se verá obligado a establecerse en un planeta exótico rico en biodiversidad, y que acabará liderando a la raza indígena contra los egoístas terrícolas, en su lucha por la supervivencia.»

Avatar, James Cameron, USA 2009Avatar, James Cameron, USA 2009

La película

Según propaga la agencia EFE desde Washington el pasado 28 de diciembre, la película Avatar, con sus imágenes en 3-D y efectos especiales espectaculares, continúa en primer lugar en las sales de cine de EEUU al recaudar 75 millones de dólares durante un fin de semana. Una muy buena película para la masa que no desea estar desalienada ni redimida por nadie, y que muy contenta en su Mercado pletórico va al cine a evadirse y gozar de la phantasmata propia de la mentira absoluta del cine y a sabiendas de que lo es. La responsabilidad del pueblo democrático no pasa por las amarguras de la cruda realidad de la vida. Mientras se pueda, que se preocupen los representantes políticos suyos, que para eso son sus representantes... Esto es la democracia de masas. Esta es la responsabilidad aquí y ahora.

El film Avatar tiene sin embargo unas connotaciones antropológicas muy apreciadas para la ironía y la crítica del Espacio antropológico del MF y vamos a procurar desentrañar estas facetas suyas en la medida de nuestras fuerzas que, a mi modo de ver, no son del todo desconocidas por el Sr. James Cameron.

Nada que ver esta phantasmática película con las otras no menos fantásticas de Cameron como fueron las de Rambo, Terminator o Aliens. En estas películas los terrestres aún somos «los buenos» y los alienígenas son los rotundamente malos. Con Avatar las cosas no son como antes, pues los terricolas pasamos a ser los malos, los malísimos, y los alienígenas pasan a ser los buenos, los puros. Es lo que vende.

Este film, rodado con la última tecnología en 3D, nos traslada a otro mundo, hasta el año 2154. El mundo falso de James Cameron no se opone a ningún cielo: «Regnum meum non est de hoc mundo» (Juan, 18: 36){1}, sino que él mismo es un cielo delirante, un Olimpo desmadrado de phantasía, lo que no significa que su película sea una «mala» película.

Para nada analizaremos los aspectos técnicos de la película. Sólo atenderemos a sus contenidos semánticos de relaciones phantasmales, pues no hay posibilidad de vincular nada de lo que sale en pantalla con algo de la realidad material del mundo real nuestro que pudiera explicar el supuesto mundo de Cameron o Pandora fuera del mundo segundogenérico propio de la imaginis. Únicamente es en el eje pragmático donde podemos encontrar los signos del film, sus antropomorfismos y sus homomorfismos relacionados con algún tipo de «ideología» presente nuestra o de nuestras formas materiales segundogenéricas. Es lo propio del género de la ciencia ficción. Por tanto es esencial saber que la «realidad» de la película, de cualquier película, está inmersa en el más craso subjetivismo (ideología) y que ese es su principal cometido: despertar expectación de una realidad de contenidos phantasmales, falsos: «Si suprimimos a los sujetos operatorios, el mundo, en cuanto mundus adspectabilis, des-aparecería.»{2} La realidad es también ideología, la ideología es también una realidad –material–, por muy basura que fuere.

Pandora o los cuatro elementos

Pandora

Hace décadas que la impura humanidad irredenta agotó todos los santos recursos naturales de la gaiana y torturada Tierra y busca en lo profundo del espacio infinito, aún no mancillado por el implume avariento vertical, sus fuentes energéticas, sus pecaminosas fuentes energéticas para poder proseguir su desenfrenada expansión y camino hacia la profetizada hecatombe (¿el 2012 de los mayas?) que trae el no reconocer nunca que la sabiduría verdadera (mágica) se esconde siempre en el espléndido Arbol puesto por Dios en cualquier maravilloso Paraíso. Ha encontrado esta humanidad insaciable un filón en el lejano Pandora, un basto y puro e incólume y virginal planeta en el que yace el fantástico unobtainium, un preciado metal con una increíble capacidad para generar energía y que se paga en el mercado terrícola a millones de dólares. Por supuesto los americaniyis han de «tomar la tierra» de Pandora para –como siempre– agotar el unobtainium y todo lo demás que en ella exista, como corresponde a los pervertidos humanos ávidos de dinero, de depredación y de conquista inmersos en la Gran Equivocación burguesa del progreso económico. «Ellos, los americaniyis terrícolas –les dice advirtiendo a los na'vis el avatar del traidor de Epimeteo/Jake–, ya acabaron con toda la hierba en la lejana Tierra y ahora quieren hacer lo mismo con la virginal Pandora.» (Este fantástico Pandora no es ni tiene nada que ver con el real y minúsculo satélite pastor que tiene solamente 84 kilómetros de anchura y que hace su órbita alrededor de Saturno en el exterior de sus anillos, y que fue fotografiado por la nave Cassini en el 2004.)

Seguramente el Pandora/Nomos del director James Cameron ha sido elegido también por sus raíces míticas griegas: Prometeo (otra luna de Saturno) robó la esencia de la energía, de Helios (el Sol) a los dioses para entregarla a los avarientos hombres... (El petróleo de Irak como culpabilidad colectiva de un pueblo alicio que desea fervientemente un mundo sin polémica política y sin guerras, no anda muy lejos en los estudios de prospección de mercado por la productora para el seguro taquillaje de la película: se va hacia el cliente pánfilo/ecologista en lugar de esperar que sea el cliente el que encuentre su idóneo producto y con ello se le conforma y refuerza en sus idealistas creencias.) El fuego de Prometeo es aquí el muy apreciado unobtainium: Por la culpa de Prometeo, Zeus se enfureció y ordenó la creación de una mujer que fue llenada de virtudes por diferentes dioses. Prometeo advirtió a Epimeteo (que es otra luna de Saturno) no aceptar ningún regalo de los dioses, pero Epimeteo/Jake no escuchó a su hermano terrícola y aceptó a Pandora, enamorándose de ella y finalmente tomándola como esposa. Es el no va más de la traición a la Madre Tierra suya. Gaia o Gea está ya muerta y olvidada y hay que buscarse otra novia virgen y pura, exenta del horror mercantil humano.

Hasta entonces, la humanidad había vivido una vida totalmente armoniosa en el mundo, pero Pandora abrió de nuevo el ánfora que contenía todos los males, entre ellos el mal de la traición del Jake/Epimeteo liberando a todas las desgracias humanas (la avaricia, el crecimiento, la riqueza, la explotación, la pobreza, la polución, la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, el crimen, &c,). Pandora cerró el ánfora justo antes de que la esperanza saliera. Pues la esperanza siempre se deja para el final y para las partes segunda y tercera posibles del film, que seguramente será otra saga más.

Jake Sully

El avatar

Jake Sully (Sam Worthington) es un veterano de guerra que ha quedado parapléjico. Su hermano gemelo Tommy ha muerto asesinado, y Jake tiene la oportunidad de sustituirlo en una difícil misión. El joven voluntario es trasladado al planeta Pandora, un nuevo mundo habitado por la raza alienígena de los Na´vi: un pueblo de humanoides guerreros, de aspecto felino, que usa flechas envenenadas en una neurotoxina y cabalga sobre reptiles voladores dominándolos con un «vínculo» al modo de bridas. Son muy difíciles de matar... Una vida termina, y otra empieza.... La Tierra agotada se deja atrás y delante se abre la exuberante y pura Pandora.

El americaniyi Sully no habitará en Pandora con su identidad terrestre (esto es un lastre para los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra). En realidad, su identidad (su «avatar») se implanta artificialmente en un na’vi. Estamos ya aparentemente fuera del «espacio antropológico» nuestro, pues la esencia de Jake/Epimeteo es ya puramente angular para el espectador, es puramente animalesca y alienígena, aunque en Pandora los «alienígenas» son los terrícolas, ya que la relación humana o circular no es posible por lo nefasta que es para el universo entero. Estamos ante la pervertida e invertida y completa identificación humana con los gatitos y perritos falderos: una deshumanización, una demonización de lo humano como contrapunto dicotómico a la deificación de los bichos, opuesta totalmente a la concepción de los repugnantes «bichos» en el film District 9 de Neill Blomkamp. En Avatar los bichos, los na´vi, son bonitos y simpáticos y suplen en su simpatía y por su simpatía a los antipáticos humanos cuya cúspide de brutalidad es el egregio Coronel Quaritch, el jefe de seguridad de la base minera en Pandora. Si en District 9 los aliénigenas son los «enfermos» que vienen de un planeta enfermo, aquí en Avatar los enfermos y los que vienen de un planeta enfermo son también los alienígenas, sólo que esta vez estos extrapandorianos son los «enfermos humanos» que vienen del enfermo planeta Tierra.

La culpa es del defectuoso hombre (Homo) que no tiene remedio, pues como se sabe desde Calderón, el pecado del hombre es haber nacido{3}. Se trata de una trasmutación para olvidar el presente y el pasado feroz (?) del Homo sapiens sapiens sobre la desgastada y agotada Tierra. Estamos pues –como no podía ser menos y como defecto feroz que somos– entre animalitos antropomórficos que ya no son ni «fieras», y que miran, piensan y hablan como humanos, a los cuales hemos hecho humanos, estamos entre númenes refluyentes irreales que nos recuerdan mucho a nuestros repugnantes gatitos y babosos perritos falderos terrícolas y númenes reales con los cuales ya hace tiempo que hablamos amistosamente de lo muy majos que son ellos en comparación a nosotros, los podridos y avarientos humanos. Los Na'vi son gatos/perrunos alargados con ojos semi-humanos y orejas a lo Leonard Nimoy, con gracioso rabo abajo del sacro o rabadilla y una trenza arriba en la nuca de la cual salen los filamentos nerviosos que los vincula entre sí y al resto de bichos de su inmenso y bonito planeta.

Esto del «vínculo» tiene su miga. Lo único que los diferencia del los gatos y perranos caseros terrestres es que ni orinan ni defecan, o por lo menos eso en el film, gracias a Dios, no se nos muestra, como se nos muestra tan a menudo por nuestras meadas calles de la apestosa Tierra.

La doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver), o Gracia Augusta, es una botánica sumamente decidida e idealista y seguramente una fanática vegetariana experta en la botánica de Pandora a la que le gustan más las plantas que las personas, es ella quien guía los pasos de Jake/Sully/Epimeteo en su prodigiosa aventura. Colabora en el proyecto de Grace un antropólogo (interpretado por Joel David Moore) que también se interesa –como todos los antropólogos– por la civilización Na´vi, esto es, por cualquier civilización que no sea la suya. La doctora Grace Augustine es otra bióloga decreciente y traidora, ya que puede más su antropologismo anti-Imperio y verdulero que su patriotismo.

Otro arbol sagrado

Transformado en un extraterrestre de una estatura quebradiza y piel azulada, Epimeteo/Jake pasa a integrarse en la cultura de Pandora para lo cual ha de aprender el lenguaje de estos buenazos bichos con el objeto maléfico y capitalista de largarlos por las buenas del Paraíso y soplarles el preciado unobtainium que se encuentra casualmente bajo el árbol sagrado{4}. Ahí surge el romance y la contradicción con sus orígenes humanos, pues el infiltrado, y a la postre traidor, llega a enamorarse de una esbelta gatuna alienígena, la gatilla/perrunilla o perrana con pelanas rastas de Neytiri (papel interpretado por Zoë Saldaña).

Por desgracia, el planeta atesora el ya dicho valioso mineral unobtainium, y eso motiva que la gran corporación terrícola encargada de colonizarlo tenga otros planes. Al frente de la fuerza militar de los americaniyis –si no entendí mal– que protege ese proyecto se sitúa el jefe de seguridad Coronel Quaritch (Stephen Lang), un tipo duro que desconoce la derrota, y que lidera las fuerzas de seguridad como si fuera un cruel señor de la guerra estilo Apocalipsis Now. Los americaniyis son la viva encarnación del mal y se nos muestran aquí como los «malos» o «los otros», como un reflejo de la conciencia culpable del también pueblo mojigato americano/americaniyi o como el intento de siempre de impregnar de esta ideología de purezas ecologistas y pacifistas al mundo entero. Es lo que vende una vez dado por supuesto el demoniaco y apocalíptico cambio climático, y dados los supuestos fiascos del Imperio en Vietnam o Irak o de la guerra «injusta».

Hemos de pararnos en esto del «avatar». Hemos de saber qué es un avatar... El RAE no dice que un avatar es el descenso o encarnación de un dios, o una fase, un cambio, una vicisitud (vicissitudo), y en la religión hindú es la encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú. Por tanto un «avatar» es una reencarnación, una transformación sobrenatural o por lo menos excepcional, como excepcional es la ocupación de un na´vi creado por la ingeniería genética con la mente del Jake/Sully y destinado en el guión a ser el «mahdi», el redentor de los na´vi de la opresión de los infectos terrícolas.

Por tanto ya tenemos al marine de la Navy Jake/Sully reencarnado en un Na´vi muy especial que dará traidoramente jaque mate a las fuerzas del Mal, esta vez encarnadas en sus propios excompatriotas que aún no se han hecho y convertido al claro obamismo supuestamente pacífico (pudiera parecer que James Cameron parte de ese supuesto obamismo, ya que este obamismo forma parte del paquete ideológico del presente). Pero un «avatar» como el Jake/Sully es antes que nada la encarnación del dios mismo de los Na’vi, algo parecido a un mahdi moruno, un redentor anhelado que viene a proteger el luminoso Árbol sagrado de la Pacha Mama (el árbol del Edén), el árbol de los Na’vi... Y la Pacha Mama es un dios femenino, de la tierra/Pandora, que produce, que engendra. Su morada está –dicen– en el Carro Blanco (Nevado de Cachi), y se cuenta que en la cumbre hay un lago que rodea a una isla. Esta isla es habitada por un toro de astas doradas que al bramar emite por la boca nubes de tormenta al igual como el caballo/dragón o monstruo volador de Jake/Sully/Epimeteo. Acaso este toro hasta vuele como el superpajarraco del marine de la Na’vi Jake/Sully cuando ya domina los aires de Pandora/tierra.

Muere –como manda el guión– el manchado y parapléjico terrícola, pero queda el purísimo avatar que ama a la na’viera gatuna más esbelta que una caña de chupar refrescos. Los yacimientos de la pura Pandora solucionarían los problemas energéticos de la podrida Tierra, pero la ambición minera de los humanos en su «dimensión circular» se topa en su carrera hacia la subanimalidad con un problema: los na´vi, los nativos gatunos de este salvaje Planeta y su mahdi que les declara la jihad pandoriana. Una rudimentaria tribu de misinos compuesta por seres azulados de tres metros de altura con rasgos humanos y felinos y con unas increíbles capacidades físicas y sensoriales, suprahumanas, casi angelicales, ya que hasta vuelan por los aires en unos feroces bichos sin plumas.

Avatar alien

El vínculo

La traición a su propia especie del americaniyi Sully y la inmersión como avatar entre los felinos perrunos na'vis, es fruto y principio del decrecionismo de moda, cuyo origen en el Ecologísmo profundo le hace al terrícola un convertido a la pureza pandorera del buen salvaje roussoniano en una selva reluciente, radiante, de colores maravillosos que ni Alicia soñó jamás en su más grande orgasmo phantasioso. Es la reencarnación de la New Age, de la Nueva Era de raíz eugenista y depopulacionista y mesmerista (de «magnetismo animal», pues eso es el «vínculo» de los na´vi) que incluso cura al avatar perruno Sully/Epimeteo de acabar como su patrón u homólogo y alter-ego el parapléjico humano Sully a secas. El Gran Árbol y la Conexión Total del bosque entero a través de las «raíces» de estos exuberantes bosques nos lleva a una escena de puro mesmerismo cuando los muy sensibles bichos se unen todos con el mero contacto de los dedos y sus mágicas trenzas para salvar al Avatar/Sully/Epimeteo. Es el medio etéreo postulado como agente terapéutico, mágico. Como el efecto de la resurrección es milagroso, la causa no lo puede ser menos. El contacto con los dedos de todos los bichos actúa como una verdadera comunión de los santos: la mítica deidad los vincula como está nuestro padre Adán vinculado al Dios Padre por el dedo índice de las manos en la Creación del hombre de Miguel Ángel Buonarotti en la Capilla Sixtina. A través de ese «vínculo» sagrado{5} corre el ius sanguinen del grupo, de la tribu, de la secta de los puros y buenos salvajes na'vis.

El vinculo de los navis, ese apéndice dúctil de su nuca, es un vulgar e irracional mesmerismo, un vinculo por tacto hasta llegar al sistema nervioso para ejercer en él algo evidente: trátase ideológicamente, y con independencia de que se sepa o no, de anular los vínculos reales teológico políticos de los sujetos operatorios reales y suplantarlos por vínculos irracionalistas, mágicos y míticos. Se trata de anular los valores apotéticos trascendentes teológico/políticos de los derechos positivos objetivo-universales de la moral, la religión canónica, la patria, la familia, los deberes a las leyes (institutionis), &c. (Reciproci vinculi pars est subditorum officium et fidelitas in Principem) y poner en su lugar lo subjetivo-particularista de lo paratético del sujeto místico y phantasma: kant elevado por la primacía universal de la propia conciencia, la «intimidad» de las entrañas en contacto físico: el vínculo simbólico teleológico y teológico/político es rechazado y suplantado por el vínculo táctil, mesmerista, capaz de llevar a cabo los fenómenos terapéuticos a buen puerto gracias a los felices trances de alteración de la consciencia vinculada, capaz de «curar» phantasmalmente al Jake/Sully/Epimeteo que supera así al americaniyi Sully infecto de «Tierra» y parapléjico por las crueles guerras injustas en la Tierra. La imposibilidad de lo físico real con de-fecto muta a través del vínculo de los na´vi en otra realidad radiante, impoluta (saltarina, no paralítica). Lejos de la maldita Tierra el renacer es posible. Pandora es el Reino recuperado o el Reino como debió ser la podrida Tierra.

En Pandora se logra la perpetúa vida real del hombre transformado y reencarnado por el mesmerismo. Vida oculta para quien por ser materialista la desconoce, que está por ello imposibilitado de conocerla. Esta ciencia desconocida por los grandes particularistas y sabios materialistas, por los católicos, los evangelistas, y por el 99% de los seres humanos es la ciencia de los na'vis que ahora James Cameron brinda al espectante mundo{6}.

Pandora como Magna mater es la realización imaginaria de las frustraciones ideológicas modernas: los espíritus elementales considerados por la magia son los cuatro manidos elementos de Empedocles: tierra, aire, agua y fuego. Estos clásicos cuatro elementos están presentes en Pandora como planeta per-fecto, orondo: En él la gueparda de la Neytiri{7} bebe el agua directamente de las hojas de las grandes plantas del bosque como lo hace Tarzán o el salvajillo de Mowgli del romántico de Ruyard Kipling. El agua por las cascadas de las montañas flotantes; el fuego de las fosforescencias del Árbol sagrado y de la guerra justa contra los terrícolas; el aire de composición diferente que sólo los puros na´vi pueden respirar sin morir a los cuatro minutos.

Al final los na'vis han vencido a las fuerzas del Mal Imperialista con sus arcos, sus bichos y sus flechas: en esta correlación de fuerzas los débiles pueden ahora contra los fuertes como mandan los cánones seudo revolucionarios, y en el Amanecer el radiante mundo de Pandora es de un rosa lleno de irisaciones fosforescentes en comunión perfecta. La Conquista del Oeste aquí ha fracasado. Esta vez los americaniyis no han logrado matar a los indios y la esperanza aparece en todo su esplendor al lograrse el futuro abierto en un mundo sin mercado, un mundo sin crecimiento económico, un mundo en el cual ya no es posible decrecer más, ya que este mundo es el mundo mítico de nuestros supuestos orígenes adánicos, de la edad no infecta de la piedra. Otra totalidad acabada.

Deslumbre total, bosques, hadas, duendes, medusas volantes, elfos, gnomos, dragones, plantas sensibles..., más o menos... Los derrotados terrícolas imperialistas salen por la puerta trasera en un remake de los derrotados tejanos ante el general López de Santa Anna en la película El Álamo de John Wayne. Por el camino de esa justiciera guerra de flechas contra «obuses corta margaritas» han quedado el Coronel Quaritch y toda su pesada mecánica artillería archimoderna, también la Gracia Augusta de la bien intencionada antropóloga/ecologista y mucha anónima tropa. Los na'vis quedan victoriosos y solitarios y en la edad de la piedra en su incontaminado mundo de Pandora y el ex-americaniyi Jake/Sully/Epimeteo puede entonces acaso declarar y hacer suyas las palabras de Obama contra un grupo yemení de Al Qaeda a raíz del reciente intento de atentado de un avión: que los na'vis están en guerra contra «una red de violencia y odio» impulsados por el botín de unobtainium... La cosa acaba con la resurrección y metempsicosis del Jake/Sully/Epimeteo y posterior ayuntamiento con su igual y semejante la salvaje y espigada Neytiri llena de virtudes decrecientes.

Nada decimos de la «magia narrativa» de este film que es y será la delicia de los amantes de la alegre phantasmata propia de la masa satisfecha en el Mercado pletórico. Al acabar la película la masa masiva aplaude a rabiar: ha visto con sus propios ojos la faz del horrible progreso y ya sabe qué es lo idóneo: Pandora o el retroceso industrial: decrecionismo = felicidad: No olvides que para nosotros menos... es más, dicen estos menguantes autoflegelados. Es la frase siempre de los progres opulentos con conciencia sucia camino del totalitarismo.

En esta película y en todas las creaciones del utopismo, se entrega otra vez la representación de la realidad política y la realidad económica a la ética individual... Siempre se llega a la suplantación o reduccionismo de las esencias de lo real político y de lo real económico por la esencia subjetivista de la ética, de la «ética/ecológica» o «ecoética». Siempre la «misma vinculación entre el cosmos astronómico y el cosmos ético»... Este es el camino particular del sujeto «vinculado» para el cual «el deber, la virtud del hombre no consiste en otra cosa distinta ni más elevada que en conocer y mantenerse dentro del camino que el macrocosmos hace recorrer al microcosmos»{8}. Es el «camino astrológico» ligado al Árbol, al vínculo, al agua y al aire y la tierra de Pandora. El «vínculo» de los na'vis es un predeterminismo fatal, una relación radial de fin insoslayable, pues en el mito, la cosa dura y externa lo puede todo sobre la cabeza blanda del hombre que está a expensas y en la esperanza final de su mítico Destino: el Todo de Pandora virgen y salvada, perfección o vuelta al Paraíso. Universo cumplido, totalidad consumada. Fin de la Historia. Este es también, otro universalismo, un contracto salvaje que sólo nuestra decadente civilización sabría componer. Es un adoctrinamiento divertido para los tiempos de crisis. Los que crean en el decrecimiento no entrarán acaso en el progreso al cerrarse ellos a sí mismos las puertas de posibles oportunidades, pues en él muchos son los llamados y pocos serán los elegidos. Un universo ficticio cierra a veces muchas puertas del verdadero y conflictivo pluriverso nuestro.

Edgar Rice Burroughs: Tarzán y la mona Chita, John Carter y Marte o Pandora es lo mismo. Para diseñar la cultura extraterrestre de Avatar, dicen, James Cameron formó un equipo encabezado por Paul Frommer, filólogo y director del Center for Management Communication en la Universidad del Sur de California.

Es cierto, como ha dicho alguien, tal vez, que «Avatar no es una obra de tesis, sino un soberbio entretenimiento, destinado a quien desea vivir la plenitud de la aventura». El director de Titanic ha logrado distraernos a la vez que acaso sin saberlo o sin proponérselo (??) haya ahorrado una vez más miles de gendarmes a los Estados de este planeta supuestamente enfermo. El cine, como mentira absoluta –su verdad es que es una mentira– trata del opio al pueblo o a la plebe –y esto es una verdad– y en este sano sentido ha cumplido muy bien su cometido: la película con todo, merece –sin gravedad– verse.

Notas

{1} Cf. Gustavo Bueno. Televisión: Apariencia y verdad, pág. 167.

{2} Cf. Gustavo Bueno. Televisión: Apariencia y verdad, pág. 234.

{3} El periodista y decrecionista Richard Heinberg defendía que la civilización, la separación de nuestra verdadera Edad de Oro neolítica, fue el verdadero pecado original. Comparte con Blavatsky la idea de una religión originaria común y piensa que la pérdida de nuestra propia naturaleza debida a la civilización puede desandarse al menos en gran parte, tanto espiritual como económica y socialmente. El primitivismo de Heinberg dibuja, como horizonte, una sociedad New Age completamente desindustrializada a la que se habría de llegar mediante una toma de consciencia masiva o mediante una catástrofe que nos obligara a reconciliarnos con mamá Naturaleza y por tanto con nosotros mismos. Estamos, pues, ante la ideología de la Transition Culture.

{4} Toda religión o cosmovisión está repleta con el símbolo mágico del árbol. El árbol, además del árbol mágico de Peter Sloterdijk (¿árbol del conocimiento ilustrado por extensión del Árbol de la ciencia del bien y del mal?), está presente en los cultos más estravagantes desde tiempos inmemoriales y simboliza el núcleo central de la tribu, el eje central sobre el que pivota la esencia de la protección de toda la tribu: su «vínculo» ancestral, material y espiritual o «anímico». Por toda la podrida y agotada Tierra, las santas culturas primitivas escogieron la mítica imagen del árbol para simbolizar el Cosmos y expresar la vida, la sabiduría y la inmortalidad (el árbol de la vida). Como los árboles cósmicos de la mitología germánica, como los Tejos o árboles mágicos del cual los resucitados amigos druidas del Breogan céltico de la phantasmata nacionalista gallega extraían la sabia y recogían la corteza y bayas, para hacer secretísimos ungüentos y conjuros, y que era considerado el árbol de la Vida y la Muerte..., los árboles de la vida mesopotámicos, los inmortales árboles asiáticos curalotodo, el Árbol de la Mirra, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y de mal del Antiguo Testamento puesto en el Jardín del Edén «antes del cual no había en la tierra arbusto alguno del campo y ninguna hierba» (Génesis, 2, 5, 9.). El árbol del Jardín de las Hespérides en el huerto de Hera del cual brotaban las manzanas de oro de la inmortalidad, el roble del que colgaba el vellocino de oro de Jasón y sus argonautas. y hasta el «árbol filogenético» y de la taxonomía de la evolución de Linneo y de las especies darwinianas. Todos ellos menos el árbol esquemático de la biología presentan un rasgo común: para poseer sus mágicos frutos y sus beneficiosos efectos hay que luchar contra el monstruo guardián y pasar con éxito una prueba iniciática de consecuencias radicales para la vida de quién la protagoniza. Adán fracasó y su castigo ante el demonio fue ser desterrado del Paraíso y largado fuera a la árida y solitaria tierra. Lo mismo les ocurre a los derrotados terrícolas americaniyis que no pudieron «tomar la tierra» de la lujuriosa Pandora gracias al traidor del mahdi del Jake/Sully/Epimeteo convertido al navismo decrecionista. El salvajismo es premiado con el amor gatuno debajo del radiante árbol mágico.

{5} El Vínculo Sagrado con la Tierra y otras demencias: http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=196 La sangre es un vínculo sagrado. El vínculo de los sacramentos, el vínculo matrimonial, Hebreos 13:4.

{6} Si antes y según el idealista objetivo de Cassirer, en la «fase –simbólica– de la expresión intuitiva... la esfera personal va surgiendo sólo gradualmente de la esfera positiva, y así como la intuición de la persona está ligada a la intuición de la posesión objetiva y la diversidad inherente a la mera relación posesiva debe repercutir también en  la expresión del yo...» (Cf. Ernst Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, FCE 1971, vol. 1, pág. 241), ahora y con el decrecionismo navista la esfera personal –ese «yo»– se desgaja ideológicamente de la «posesión objetiva» (del crecimiento, del consumo, de la propiedad civilizada –y no cabe civilización sin la relación interna schmittiana del Estado: lo público y lo privado–) y acaba como siempre en un aglomerado homogéneo sin diversidad alguna, en un ser «vinculado» con el Todo: Pandora como una totalidad única, compacta y sublimada, la cual a través del «vínculo» logra y se percibe idealmente, phantasmalmente como una totalidad de partes intra partes perfecta.

{7} La callejera y medio salvaje sexualidad del gato, con sus lascivas actividades nocturnas y maullidos copulatorios lo convirtieron entre los antiguos egipcios en un símbolo de fertilidad, relacionándolo con el sol y la vida. Los egipcios domesticaron al gato y Sekhmet, la gran diosa leona del la guerra y protectora de los malos espíritus, fue renovada en Bastet, la nueva diosa gato, la cual es virgen y a la vez madre. La mezcolanza simbólica no es casual en el film Avatar, la na´vi felina Neytiri representa a la hembra inmaculada y salvaje, extraña a la civilización de los americaniyis de la que se «enamora» como un atontado nuestro Jake/Sully/Epimeteo/mahdi.

{8} Cf. Ernst Cassirer, Op. cit., vol. 2, pág. 152 y ss.

 

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