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El Catoblepas, número 100, junio 2010
  El Catoblepasnúmero 100 • junio 2010 • página 11
Artículos

Cien números de verdadera filosofía

Rubén Franco González

La revista El Catoblepas cumple cien números
 

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junio 2009
número 88

Es un lujo poder contar con una publicación mensual como El Catoblepas. Desde aquí damos las gracias y la enhorabuena a las personas que hacen posible su existencia. Es una revista que permite colaborar a cualquier persona que lo desee, con la única condición de estar escrito el artículo en español (o portugués). Es una publicación necesaria, en la que caben disparidad de opiniones y donde cualquiera puede replicar a cualquiera (otra cosa es que algún autor considere que haya personas que no son dignas de replicarles, atendiendo, en vez de al artículo, a otros factores externos). Hay pocas revistas como ésta en la red en el ámbito de lengua hispana.

Debemos celebrar por todo ello estos primeros cien números de El Catoblepas, en los que han escrito muchos autores y con un número de lectores y de colaboradores en aumento. Hace unos meses se cumplieron treinta años de la publicación del primer número de Cuadernos del Norte (nº 0, enero-febrero 1980), una revista importante y famosa en los años ochenta del pasado siglo veinte y que contó con la colaboración de multitud de autores nacionales y extranjeros de indudable valía y prestigio intelectual (entre ellos Gustavo Bueno e Ignacio Gracia Noriega, con dos y cincuenta seis artículos publicados respectivamente –los dos únicos autores, si no erramos, que han escrito en ambas revistas–). Cuadernos del Norte se publicó durante once años: de 1980 a 1990. El Catoblepas lleva ocho años (desde 2002) y esperemos que le queden muchos más.

En El Catoblepas se ha ejercido verdadera filosofía (desde distintos prismas). No mera charlatanería o descubrimientos de la sopa de ajo (que a lo mejor también, no decimos nosotros lo contrario). Un montón de autores han ejercido de verdaderos filósofos, lo que supone afrontar las realidades y problemas del presente. Y hacerlo de frente (con mejor o peor fortuna, eso es harina de otro costal). Ello significa tratar todos los temas y no considerar que ciertos asuntos son menores e indignos de ponerse a filosofar sobre ellos. Podemos acordarnos del manido pasaje del Parménides platónico donde Parménides enseña a Sócrates joven que las ideas de Basura o de Pelo son tan importantes como las de Justicia o Hermosura.

Los verdaderos filósofos no son sectarios. El verdadero filósofo debe mantener una cierta distancia de los asuntos. Pero no por gnosticismo, sino mas bien por todo lo contrario. El verdadero filósofo no se resguarda en su castillo dando la espalda al mundo. Al contrario, le interesa el mundo, se preocupa por él y reflexiona sobre el mismo (lo cual no excluye una cierto aislamiento; el que requiere leer, pensar y escribir). Para el verdadero filósofo, es cierta aquella frase de Terencio: «Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno». El verdadero filósofo no se puede casar con nadie, dicho en román paladino. Amigo de Platón, sí, pero más amigo de la verdad. Aunque siente mal. Aunque sea impopular. Aunque sea políticamente incorrecto. Aunque lo tachen a uno de fascista, o de vete tú a saber qué. El verdadero filósofo es sospechoso para los sectarios. Es alguien que no se deja domar. Alguien que rompe los tabúes. Que no se amolda al pensamiento único. Que es crítico con todo (esto es, hace filosofía) aunque pueda ser incomprendido o tergiversado.

Al decir que verdaderos filósofos han escrito en las páginas de la revista, algún lector pudiera pensar que me estoy refiriendo a un abundante número de profesores de filosofía (de instituto o de universidad). No es esto. Como se puede comprobar accediendo a la información de los autores, éstos se dedican a todo tipo de profesiones. Y entre ellos sí, muchos son profesores de filosofía. Ya hemos dado unas características que consideramos requisitos imprescindibles para ejercer de verdadero filósofo. Y todos los profesores de filosofía no lo cumplen. Le tienen más apego a otras cosas.

Filósofos somos todos. En el sentido mundano (antropológico, si se quiere) de que toda persona se ha de manejar en la vida y debe enfrentarse a problemas varios (de índole ontológico, ético, político, &c.). Cuando decimos que alguien es un verdadero filósofo, por supuesto, no hay que entenderlo como si se dice que alguien es fontanero o arquitecto. No es este el lugar de referirnos a la sustantividad o no de la filosofía. Lo decimos en el sentido ya expresado. En el hecho de salir de la caverna. Y de regresar a ella. Cuando hace ya varios años una persona apreciada por nosotros decía con ahínco que «quería ser filósofo», seguramente se refería a eso. A desnudar las cosas y ver qué aspecto tienen. Y no engañarse. El resultado variará en función del estudio y de las capacidades de cada cual.

El Catoblepas como revista de pensamiento que acoge en su seno pluralidad de perspectivas debiera ser de lectura obligatoria para muchos estudiantes universitarios (al margen, claro está, de discrepar totalmente de lo expresado en el artículo que fuere). No decimos para todos porque sabemos que (descontando las excepciones) a un programador informático o un ingeniero le da absolutamente igual multitud de temas que no sean los de su carrera. Pero es que a un estudiante de Economía, de Historia o de Filosofía tampoco le interesa leer artículos de su campo de estudio (y de otros, claro) «si no entra» en el examen de la asignatura. Adoptar esa postura es un suicidio intelectual. Y por lo que nosotros hemos constatado es algo habitual. Es el desinterés. No es el hecho de que a uno no le da tiempo a leerlo todo, y tiene siempre cantidad de lecturas imprescindibles pendientes de leer y siempre le quedan cosas encima de la mesa o en la biblioteca. No todo el mundo puede estar leyendo lo mismo al mismo tiempo. Ni leerlo todo a la vez. Lleva años (en el límite toda una vida; eso nunca se acaba) situarse en una posición «digna», y tantos como la dedicación y la valía de cada uno le permita. No. No es eso. Es el hecho de estar desarrollándose una polémica sobre filosofía de la religión o sobre filosofía de la historia y no prestarle la mínima y debida atención. Conocer que existe y declarar que no interesa. Tampoco aquí podemos detenernos en cuáles son los motivos de que sea así.

Vamos a exponer algunos datos de lo que han sido los primeros noventa y nueve números de El Catoblepas. Todos están disponibles para quien desee mirarlo en las distintas secciones de la revista. Unos de manera inmediata, y otros tras tiempo empleado en buscarlos. En cualquier caso, lo que aquí se expone sirve, bien para recordar, bien para introducirse a algún tema en concreto que haya podido pasar desapercibido. Y en ambos casos, para dar una perspectiva general (la nuestra) de lo que ha sido esta primera centena catoblepera (si se nos permite el palabrejo, y, desde luego, exento del carácter peyorativo que algunos le atribuyen), aunque sin ánimo de constituir una visión completa y exhaustiva.

A lo largo de estos noventa y nueve números hemos podido contar con la presencia puntual cada mes de diversos autores con sección propia como Gustavo Bueno, Alfonso Fernández Tresguerres, Ismael Carvallo, Gustavo Perednik, José María Laso, Fernando Rodríguez Genovés, Julián Arroyo Pomeda, Millán Urdiales, José Miguel San Ramón Hevia o José Antonio López Calle. Y de otros sin sección propia, pero como si la tuvieran. Es el caso de José Manuel Rodríguez Pardo con 101 artículos en 99 números (contamos el vídeo en el que junto con Tomás García y Marcelino J. Suárez Ardura comentan el libro La filosofía de Gustavo Bueno, basado en el congreso que se celebró en Madrid en diciembre de 1989). Un total de 835 páginas. Es de una regularidad admirable, ya que sale a número por artículo y tan sólo en dieciséis números no ha escrito un artículo (en los números 27, 30, 48, 50, 55, 56, 57, 65, 66, 70, 75, 76, 80, 84, 87 y 97). Como dijo Iñigo Ongay glosando su libro, es una de las firmas insustituibles de El Catoblepas. Pero no la única. Hay muchas más, prosiguiendo con la del propio Ongay, con 56 artículos publicados. Los mismos, por ejemplo, que Felipe Giménez, sólo que el primero con 473 páginas y el segundo con 334 páginas (teniendo en cuenta para la contabilidad del número de páginas el formato estándar y utilizando el mismo ordenador). Por supuesto, no se trata de confundir la cuestión cualitativa con la cuantitativa. Simplemente, constatamos unas cifras. Y añadimos que, calidad y cantidad no están reñidas, por lo que si se ha publicado mucho y bueno, congratulémonos de ello.

En los noventa y nueve números de la revista se han publicado 2131 artículos y han firmado los mismos un total de 284 autores. De entre estos, diez han escrito más de cincuenta artículos y sólo cuatro más de cien: Alfonso Fernández Tresguerres (119), Fernando Rodríguez Genovés (103), Gustavo Bueno (104), José Manuel Rodríguez Pardo (101), José María Laso Prieto (91), Gustavo Daniel Perednik (89), José Miguel San Ramón Hevia (83), Iñigo Ongay (56), Felipe Giménez (56) e Ismael Carvallo Robledo (51).

El Catoblepas como revista plural que es admite personas de distintas ideologías y les permite una libertad-para expresar su punto de vista. Y entre ellos, qué duda cabe que hay un núcleo importante de autores que ejercitan el materialismo filosófico dando lugar a muchas páginas sobre los más diversos temas. En este sentido, El Catoblepas es una revista importante donde se han ido discutiendo muchos asuntos de y en el materialismo filosófico. Y con una rapidez en las intervenciones sólo supeditada a la premura del autor a la hora de elaborar su escrito. Esta es una gran ventaja de las revistas electrónicas sobre las tradicionales impresas en papel. Otra, claro está, es que se puede leer en todo el mundo. El único requisito es comprender el español. Líneas más abajo veremos algunas polémicas.

El Catoblepas nos ha brindado la posibilidad de contar con un artículo al mes de Gustavo Bueno en sus Rasguños (un total de 1066 páginas, el único autor que ha superado las 1000 páginas). Es un privilegio poder contar con un artículo de Bueno al mes, algunos de ellos germen de sus libros ulteriores (véase «Pensamiento Alicia (Sobre la Alianza de civilizaciones)» en el número 45 que dará lugar a Zapatero y el pensamiento Alicia, o «El complejo de Jesucristo de Baltasar Garzón» en el número 79 y que servirá para la elaboración de un capítulo de El fundamentalismo democrático). Muchos de ellos fundamentales para el desarrollo del materialismo filosófico en la última década.

Para los sectarios (que es uno de los mayores peligros que acechan a España en nuestros días) copiamos una cita de Gustavo Bueno en su artículo «Adiciones al prólogo futurible»(número 59), que además viene muy al hilo del último artículo de Bueno «Un profesor de filosofía, autor de libros de texto, en la década del «nacional catolicismo» español» (número 99), con motivo de la reedición en formato pdf de un manual de filosofía para quinto curso de bachillerato, de 1955:

«Lo más grave es que Cordero y otros ignoran que una cosa era estar comprometido con la lucha contra el franquismo y el nacionalcatolicismo en el terreno práctico político, y otra cosa era cerrar los ojos (y no ahora, sino ya entonces) ante el significado histórico del franquismo y de la Iglesia católica. Sólo el reconocimiento de su importancia histórica y de su poder podían conferir importancia a los compromisos de entonces, que hoy ya carecen de sentido cuando el «enemigo» ya ha caído, y cuando no dependemos patológicamente de su recuerdo, prisioneros de una ‘memoria histórica’ ella misma sectaria.»

En El Catoblepas también han escrito autores de reconocido prestigio en el ámbito del pensamiento en España. Así Pío Moa (9 artículos), Enrique Moradiellos (4), Gonzalo Puente Ojea (5), Ramón Cotarelo (5), Ignacio Gracia Noriega (6) o Diego Guerrero (3).

En la revista se han sucedido varias polémicas. Citaremos algunas de las más relevantes:

Polémica entre Martín López Corredoira, David Alvargonzález, Pelayo Pérez, María Santillana y Gustavo Bueno Sánchez, sobre el materialismo y el materialismo filosófico (números 2-4).

Polémica entre Alfonso Fernández Tresguerres, Atilana Guerrero y Margarita Fernández, a propósito del amor (números 2-10).

Polémica entre Puente Ojea, Atilana Guerrero, Alfonso Fernández Tresguerres, Pelayo Pérez, Marcelino Suárez Ardura y José Manuel Rodríguez Pardo, sobre la idea de alma (números 10-14).

Polémica entre Felipe Giménez y José María Laso, acerca de la postura política de IU y PCE (números 11-13).

Polémica entre Pérez Herranz, Pedro Insua y Atilana Guerrero, sobre la valoración del Imperio español (números 12-20).

Polémica entre José Manuel Rodríguez Pardo y Sigfrido Samet Letichevsky, a propósito del problema de la ideología (números 13-17).

Polémica entre Antonio Sánchez, Pío Moa, Enrique Moradiellos, José Manuel Rodríguez Pardo e Iñigo Ongay, sobre la Segunda República y la Guerra Civil española (números 14-24).

Polémica entre Sigfrido Samet Letichevsky, Carlos M. Madrid Casado, José Antonio López Díaz y Javier Pérez Jara, a propósito de la Teoría del Cierre Categorial y la ontología materialista (números 22-40).

Polémica entre José Manuel Rodríguez Pardo y José Antonio Cabo, acerca de la eutanasia procesal (especial interés tiene la posición de Cabo, ya que rectifica la posición defendida) (números 27-52).

Polémica entre Iñigo Ongay y Luciano Miguel García, acerca de las izquierdas y las derechas (números 33-59).

Polémica entre David Alvargonzález, Alfonso Fernández Tresguerres, José Manuel Rodríguez Pardo, Iñigo Ongay, Joaquín Robles, Pelayo Pérez y Gustavo Bueno, sobre la verdad de las religiones primarias (números 37-44).

Polémica entre Joaquín Robles y Silverio Sánchez Corredera, sobre la teoría ética-política-moral (números 47-53).

Polémica entre Pío Moa y Pedro Carlos González Cuevas, acerca de la decadencia (o no) de la derecha cultural española (números 62-64).

Polémica entre Javier Pérez Jara y Francisco Javier Soler Gil, sobre Física, Teología, Cosmología y Ontología (números 68-72).

Polémica entre Fermín Huerta Martín, Joaquín Robles y Marcelino Suárez Ardura, por la defensa de los crucifijos en los colegios de Gustavo Bueno (números 84-85).

Polémica entre Desiderio Parrilla e Iñigo Ongay, por el carácter logicista del ateísmo esencial total del materialismo filosófico (números 86-87).

Polémica entre David Alvargonzález, José Manuel Rodríguez Pardo, José María Lahoz Pastor y Gustavo Bueno, sobre el aborto (números 92-99).

Estas y otras muchas polémicas pueden consultarse no sólo en la sección «Polémicas» sino en otras como «Comentarios». De hecho, algunas de las polémicas que hemos consignado como tales son respuestas de un autor a un artículo dado, pero el autor del mismo no responde a las objeciones hechas. En cualquier caso, además del número de artículos y de páginas de un autor, el ver en cuántas polémicas ha estado inmerso y si ha salido airoso de las mismas (en un plano dialéctico, no meramente retórico, de salvar las apariencias; aunque sabemos de sobra que esto es muy problemático, ya que aquí radica el quid de la cuestión) es un criterio para valorar la aportación de ese autor.

Por supuesto, también se puede haber participado en pocas polémicas pero absolutamente cruciales, de una gran trascendencia. Podemos poner como ejemplo a David Alvargonzález (15 artículos, 157 páginas), siendo un artículo y un libro suyo los detonantes de dos intensas polémicas (dejamos aquí de lado la correspondencia con López Corredoira): la concerniente a la filosofía de la religión y la más reciente sobre el aborto (continuidad longitudinal y discontinuidad transversal del proceso biológico de gestación humana, establecimiento de plazos como algo interno o externo al propio proceso embriológico o fetal, la implantación del embrión en el útero como un hito en el propio proceso biológico, identidad sustancial, identidad somática, Ley de plazos del aborto, ontología de la posibilidad, &c. &c.).

El artículo más largo escrito es el de Enrique Prado Cueva titulado «Los preambula fictionis del materialismo filosófico: las estructuras metafinitas» (número 91) con un total de 78 páginas, y seguido muy de cerca por el único artículo de José Antonio López Calle, hasta la fecha, que no pertenece a la serie de El Quijote, titulado «El golpe de Estado estatutario de José Luis Rodríguez Zapatero» (número 95), de 77 páginas.

Hay que agradecer a El Catoblepas la transcripción de actos como el debate emitido en Negro sobre blanco con motivo del 40 Congreso de Filósofos Jóvenes, celebrado en Sevilla en 2003 (número 16), el debate celebrado en Madrid el 15 de marzo de 2004, un día después de la victoria del PSOE en las Elecciones Generales y cuatro después del atentado terrorista sufrido en la capital de España (número 34) o la mesa redonda celebrada en el Club de Prensa Asturiana de Oviedo en Octubre de 2004, cuando se cumplían setenta años de Octubre 1934 (número 56). Asimismo hay que estar satisfechos por la incorporación de vídeos, como pueda ser la celebración del primer Curso de Verano de DENAES en Santander (número 66), de la ceremonia de presentación de La de del ateo en Madrid (número 74) o la presentación de Dios salve la razón (número 82).

Dos entregas de El Catoblepas han quedado incompletas: el número 3 (Mayo 2002) y el número 76 (Junio 2008). A ambos les falta un artículo. Curiosamente el mismo número de página, el 8.

Desde el número 14 la última página de El Catoblepas está dedicada a China, recogiendo información referida al gigante asiático, y entendiendo que merece la pena fijarse en el aspecto nematológico y tecnológico de la política china y de otros aspectos sociales y culturales (como pueda ser la ursofilia), en tanto en cuanto está llamada a ocupar un puesto importante geoestratégicamente a nivel mundial en las próximas décadas.

De los autores que han escrito en El Catoblepas han fallecido, que sepamos, dos: Millán Urdiales y José María Laso. Es obligado acordarse de ellos en este número centenario.

Si nos fijamos en los autores que consignan su fecha de nacimiento (en total 212), sumamos sus fechas de nacimiento y dividimos entre el número de ellos, obtenemos que la media del autor de El Catoblepas es que haya nacido en 1959.

De las 284 personas que han escrito un artículo o intervenido en algún vídeo de la revista, 248 son hombres y 36 mujeres. En cifras redondas, un 88% hombres y un 12% mujeres.

El autor de mayor edad que ha escrito un artículo es Jesús Neira, nacido en 1916. Y el más joven, Rubén Franco, nacido en 1985. El autor de un artículo con más años en el momento de su publicación es nuevamente Jesús Neira, que en su único artículo en El Catoblepas (número 49, marzo 2006) contaba (y tomando el año como ya cumplido) con noventa años. En cuanto al autor más joven en el momento de publicar un artículo, tenemos a Bruno Cicero Poo (que nació en 1982 –y no en 1983, como por error consta en su ficha– y lo escribió en 2002), Javier Pérez Jara (nacido en 1983 y publicado en 2003) y a Rubén Franco (nacido, como hemos dicho, en 1985 y publicado en 2005). Así pues, los tres autores más jóvenes en el momento de publicación de su primer artículo contaban con veinte años (computando el año de la publicación e independientemente de si aún no habían cumplido los años), y el mayor con noventa años.

Artículos importantes ha habido muchos. Podríamos fijarnos en el número de citas que tienen para hallar su relevancia. Pero no sería realmente significativo. Sea como fuere, que cada cual se quede con los suyos (nos referimos a la elección de artículos de los demás, no a un ejercicio de narcisismo; pero bueno, allá cada uno).

El Catoblepas es una revista que ya tiene un bagaje detrás. Y parece que tendrá un fértil futuro. El número de autores que se van sumando cada número que pasa, bien de forma esporádica, bien de manera más habitual, auguran un buen porvenir (puede verse la tesela dedicada a esta idea).

Como lectores damos las gracias a quienes hacen posible que se siga publicando una revista como esta. Al consejo de redacción y a los autores (a cada uno la parte que le corresponda). Les deseamos que sigan con ese afán de publicar y de discutir, que es lo que hace posible la revista. Y tenemos que recordar y/o resaltar un dato muy importante. ¡¡¡Los autores de El Catoblepas no cobran por sus escritos!!! Ni un euro. Pero hay cosas que no tienen precio. La independencia es una de ellas (aunque mucho habría que discutir acerca de cómo se entiende esa independencia, empezando, claro está, por la independencia ¿de qué o de quién?). Ojo, que no queremos decir que si se cobra uno se convierta en un mercenario, se venda a causas innobles o se ejerza una deshonestidad intelectual. Puede que El Catoblepas no figure entre las revistas de impacto científico que computan para el expediente de un investigador, pero como ya hemos dicho hay cosas más valiosas. Como decía Antonio Machado, sólo los necios confunden valor y precio.

Sin ánimo de ser fetichistas, el número 100 es redondo y está bien que se dediquen artículos (como el nuestro) a tal efeméride, pero ahí queda la cosa (la vida sigue; la revista también). Y ahí está. Nada más. Y nada menos. Que no es poco.

Enhorabuena por el centenario.

Pola de Siero, lunes 31 de Mayo de 2010

 

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