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El Catoblepas, número 102, agosto 2010
  El Catoblepasnúmero 102 • agosto 2010 • página 8
Historias de la edad media

La expansión del Islam

José Ramón San Miguel Hevia

La configuración del mundo actual

...nos extenderemos primero por toda España, más tarde por toda Europa, y al fin por el mundo entero... [El Cid, 1961]

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La aparición del Islam tiene un doble efecto. Al romper la unidad del imperio romano centrado en torno al Mediterráneo, los musulmanes son causa indirecta de la aparición de Europa, primero en forma rudimentaria con Carlomagno, y después de un lento proceso de maduración en el que intervienen primero los francos, germanos y sajones, después los normandos y magiares y finalmente los pueblos que ocupan los extremos del continente con su perfil actual. Pero además el traslado de la rama oriental del Islam al corazón de Asia, descubre nuevas tierras desconocidas en el estrecho mundo de la antigüedad greco-romana.

En el año 755 los musulmanes se dividen en dos centros de poder, que juegan un doble papel para configurar el mundo. Por una parte los abbasidas, por un sangriento golpe de estado eliminan a la dinastía de los omeyas y heredan su imperio que por el oriente se extiende desde Arabia y Omán hasta más allá de Siria, Bagdad y Persia ya en los límites de India y China. Todavía dominan el norte de África desde Egipto a Libia y Sicilia, pero su poder es puramente nominal en Al Andalus y en el Mogreb occidental, desde que un superviviente de los Omeyas, Abd-al-Rahman desembarca en la península y asegura su independencia del califato de Damasco.

Interesa ahora saber cuál es la contribución de los árabes para configurar el mapa del enorme continente asiático y para conocer y trasmitir los avances de sus civilizaciones, pues las noticias de los antiguos, nulas cuando no negativas, se reducen al recuerdo de la cortísima y brillante campaña de Alejandro y las guerras de Roma contra los partos y los persas, ya en la frontera oriental del Imperio. Ahora en cambio los musulmanes visitan además de India y China, la costa oriental de África en la orilla del Océano Indico y establecen allí pequeñas comunidades, mucho antes de la llegada de los portugueses Sólo se detienen ante el misterioso mar Atlántico, cuya exploración estará reservada, al final del medievo, a los pueblos más jóvenes de Europa.

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La cercanía a la península de Arabia, el espíritu viajero y comerciante de los musulmanes y el conflicto entre sus dos corrientes doctrinales es el origen de la civilización swahili, localizada en la costa oriental entre el Ecuador y el Trópico de Capricornio. Ya en fecha muy temprana, en 695, Hamza, caudillo shií de Omán, con un grupo de seguidores alcanza la isla de Zanzibar –costa de los negros– a los seis grados de latitud sur. Cincuenta años después, ante el fracaso del golpe de estado y la muerte del alawi Zaid ibn Ali, otros shiíes huyen de la Meca y fundan en Somalia la ciudad de Muqdisho. Y en el 834 sus correligionarios, vencidos en Basora, se instalan en la isla de Socotora, frente a Adén y se convierten en marineros y comerciantes.

Ya cerca del año mil se produce la emigración más importante por su tamaño y sobre todo por la extensión de su proyecto, pues es el origen de una cadena de puertos, todo a lo largo del África oriental. El príncipe de la ciudad iraní de Shiraz, Ali ibn Sultán y sus seguidores, perseguidos por su confesión shií en una guerra al parecer interminable, fundan sucesivamente Malindi, Mombasa y Lamu en Kenia, la isla de Pemba y Kilwa en Tanzania, la isla de Mozambique y más al sur todavía el puerto de Sofala .

Aparece entonces entre los paralelos de Mogadiscio y Sofala y desde el siglo VIII al XI una civilización de poderosa originalidad, pues. los musulmanes shiíes se mezclan sin dificultad con los negros creando una población mestiza, y ocupando las islas y los puertos de la orilla africana. Tienen un lenguaje común el swahili, un dominio de la navegación a través del océano –conocen la doble dirección anual de los monzones– y un comercio próspero entre los dos continentes.

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Los nuevos asentamientos de África oriental contribuyen a hacer del océano Indico gracias al comercio un mar islámico. Cada año, con el monzón de verano, llegan naves que traen de Arabia dátiles, lana, incienso y mirra, y de India y China seda, porcelana, alfombras y especias. Los marinos esperan unos meses hasta que gira el monzón, y entonces vuelven al oriente asiático, cargados con las riquezas traídas del interior de África : marfil, ébano, ámbar, pieles de animales salvajes, oro y esclavos. Desde la mitad del siglo VIII, los abbasíes desarrollan todavía más la navegación, hasta el punto de crear una ruta regular, que termina en el puerto chino de Cantón.

Los viajeros y geógrafos musulmanes proporcionan ya desde muy pronto noticias y gráficos, que ayudan a conocer esta zona del mundo, hasta entonces ignorada. Ya en el siglo X Abu Hassan al Masudi, visita casi todo el oriente, Ceilán, India, China y la costa de los negros, dando noticias de sus viajes en su monumental obra Las praderas de oro. En su mapamundi, describe con exactitud y atrevimiento el contorno oriental de África, situando a los puertos y las islas orientales en distintos grados de latitud. Su geografía es tanto más valiosa cuanto que los demás cartógrafos, incluido el mismo al-Idrissi, dibujan la costa africana del Indico en forma de gigantesco plato, manteniendo las diferentes islas y ciudades en la misma latitud.

En el siglo XIV, sólo una centuria antes de que los portugueses inicien su gran aventura, el mayor viajero del Islam, Ibn Battuta, visita el mar Rojo y la costa este africana. Va primero desde la Meca a Adén, y aunque en principio tiene el proyecto de hacer fortuna como comerciante, no puede resistir la tentación viajera, inicia su segunda gran aventura y recorre de norte a sur todas las grandes ciudades portuarias, parando unos días en cada una. De esta forma conoce Mogadiscio, Malinde, Mombasa, Lamu, y las islas de Pemba y Zanzíbar, y allí permanece hasta que puede volver a Arabia con el cambio el monzón. Su obra pertenece a la literatura de viajes: «Regalo de curiosos sobre cosas peregrinas de ciudades y viajes maravillosos».

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La principal aportación del Islam en la configuración del mundo es la conquista y el conocimiento del inmenso continente asiático. Se puede resumir su doble avance hacia el sur de Europa y el oriente de Asia diciendo que en sus dos primeros siglos el Mediterráneo deja de ser el Mare Nostrum de los romanos y sus sucesores y al mismo tiempo el Indico se convierte en el Mar Arábigo. Cuando los abbásidas trasladan desde Damasco a Bagdad la capital, el centro de poder se desplaza hacia el este con un doble efecto. Por una parte los musulmanes entran en contacto con los dos grandes países del extremo oriente y ya pueden cumplir su misión histórica de trasmisores del conocimiento y de creadores de una civilización ecuménica. Eso a cambio de un desequilibrio político, pues al alejarse los abbasíes del occidente asisten a dos secesiones, la de los fatimí es en Egipto y la andaluz en España.

Después de esta expansión el oriente la India completa el arco formado por África, Arabia y Persia y facilita la navegación por el Indico, convertido en mar interior. Pero además ese país ha desarrollado una brillante cultura literaria, científica y religiosa, completamente ignorada por los antiguos pero de una importancia tan capital que si los musulmanes no la hubieran descubierto, admirado y trasmitido la configuración del mundo y sobre todo su enciclopedia científica estaría incompleta .

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El primer encuentro con la nueva cultura tiene lugar en el siglo VIII en la corte del cultísimo califa Al-Mansûr, que recibe a una delegación de sabios portadora de un presente, probablemente la obra aritmética de Brahmagupta. Estas relaciones todavía son más intensas con uno de sus sucesores, Al Ma´mûn, que favorece la traducción de los escritos científicos de otros pueblos. En su Casa de la Sabiduría Al Khuwârizmî, un matemático persa –los persas serán los principales receptores de la ciencia de sus vecinos– traduce el sistema de numeración posicional y los métodos de cálculo de los indios.

A principios del siglo XI, Al Biruni, después de pasar veinte años en India, donde aprende el sánscrito y estudia sus considerables avances científicos, confirma la obra de Al Kuwârizmî y establece definitivamente su numeración decimal –nueve cifras convencionales más el cero– y su sistema de cálculo. El matemático Al Nasawî continúa los trabajos sobre estos temas, que poco a poco se impondrán en los medios ilustrados de los árabes.

Esta convivencia tranquila y prolongada del Islam con la India –todavía en el siglo XIV el incansable viajero Ibn Battuta renuncia a su espíritu nómada para pasar nada menos que diez años en aquel país– es la causa de que los musulmanes conozcan el sistema enteros, de aritmética y álgebra, que se encargarán de trasmitir a Europa.

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Desde los primeros siglos del Islam, aparece un movimiento de espiritualidad interior en oposición al carácter ritualista y legal de la religión oficial. En un principio los sufíes –que posiblemente se inspiran en la cultura parsi preislámica, en el ascetismo de los padres del desierto y en la meditación gnóstica o neoplatónica– están localizados en Bagdad y sobre todo en la provincia de Jorasán, entre Persia y Afganistán, lejos del centro de poder abbasí. Allí una minoría de eminentes hombres de letras utilizan frente al árabe un lenguaje que será origen del moderno persa.

En el siglo XI, en la tercera época de los abbasíes, estas corrientes semiclandestinas salen a la luz pública –el uniforme de lana blanca o suf identifica a sus seguidores– con un doble efecto: por una parte, como suele suceder con toda doctrina religiosa novedosa, los sufíes son duramente perseguidos por la rama ortodoxa islamista. Pero además después de la conquista de India por los musulmanes enriquecen su espiritualidad, aprovechando la considerable influencia sobre Persia oriental de las variadas doctrinas religiosas del subcontinente.

Concretamente los sufíes aprenden la técnica de meditación del hinduismo, y el uso del rosario y de los mantras para conseguir la total abstracción mental. Su concepción de la anulación del yo en el Ser Universal se corresponde exactamente con la identificación del alma individual o atman con el Brahman. Al mismo tiempo el budismo enseña a eliminar los deseos y lograr el vacío interior mediante un enérgico proceso de autoeducación.

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La llegada del Islam a la frontera con China y la visita de viajeros y comerciantes completan el mapa del inmenso continente asiático y dan un nuevo paso en la configuración del mundo, que ya sólo está pendiente de la aventura atlántica de portugueses y españoles. Pero una vez más los árabes acompañan este avance en la geografía se con el conocimiento, la práctica y la transmisión de las aportaciones que el imperio ha ido coleccionando.

De todas formas la disposición de los chinos hacia el exterior es muy distinta y hasta contradictoria comparada con la de los indios. En primer lugar mantienen una actitud defensiva y hostil, y no sólo para conservar intacto su territorio, sino además para guardar celosamente el secreto de muchas de sus invenciones, que de creer a los historiadores, salen fuera de su mundo a través de aventuras rocambolescas.

China crea a lo largo de su milenaria historia una sorprendente multitud de artificios que no son derivaciones de un conocimiento científico, sino más bien necesidades de una sociedad que tiene un carácter refinado y lúdico, y que se organiza como una burocracia de enorme amplitud y duración en el espacio y en el tiempo.

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El primer encuentro entre los musulmanes y los chinos no es nada amistoso. En el año 751 los abbasíes, recién llegados al poder, consiguen derrotar en el valle del río Talas en una batalla históricamente decisiva, a los chinos de la dinastía Tang, y aseguran el dominio sobre el Asia Central.

Las consecuencias indirectas de esta victoria son, al parecer, sumamente provechosas. Los árabes capturan a prisioneros conocedores de la técnica de elaboración del papel, que en China se fabrica hace más de quinientos años y se usa como un medio de comunicación entre los habitantes del inmenso imperio. El nuevo soporte de información se obtiene a base de una pulpa de fibras vegetales, machacadas para conseguir su separación y prensadas en un molde poroso, hasta eliminar el agua y lograr su adherencia.

Después de este descubrimiento del papel por los árabes, la publicación de libros sigue un doble camino. Los chinos utilizan desde muy pronto la imprenta, pero en vista de la multitud de signos de su idioma –hasta cuarenta mil– renuncian a los tipos móviles y se dedican a la impresión por bloques. En cuanto a los musulmanes permanecen fieles a la técnica de los copistas, paro ya en el año 900 y en Bagdad existen multitud de escribas y encuadernadores, y empiezan a funcionar las primeras bibliotecas públicas, con préstamo de manuscritos incluido. Por otra parte el uso del papel se extiende gracias a ellos por todo el mundo del Islam, llega hasta el Andalus y finalmente pasa a Italia y al resto de Europa desde el siglo XIII.

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A partir de este primer encuentro, las relaciones de los chinos con los musulmanes son mucho más amistosas y se centran en el comercio, lo mismo terrestre que marítimo. China, que navega por el mar oriental y que comparte con los árabes el Indico, domina una serie de técnicas, que hacen posible la orientación y el más eficaz gobierno de las naves. No sólo descubren la brújula, una aguja que gracias al magnetismo permite los viajes fuera de la vista de la tierra y de las estrellas, sino que además son los primeros en usar el timón de dirección de popa y las velas triangulares.

Por otra parte su refinada civilización crea una serie de productos tan ad mirados como solicitados por los demás pueblos. La fabricación de la seda está reservada a las más altas damas de la corte, y su secreto celosamente guardado, incluso bajo amenazas de pena de muerte. Los chinos exportan la preciada mercancía a través de las rutas de la seda, que los musulmanes dominan en exclusiva hasta los tiempos modernos.

La porcelana está fabricada desde el siglo VII hasta el XII en que alcanza su máxima perfección. Otra vez China, manifiesta su condición de civilización cerrada, celosa de su independencia y sus secretos, castigando duramente a quienes desvelen las técnicas de elaboración. La porcelana china muy cotizada por su calidad, utiliza desde el siglo XIII la laca, el primer plástico, que asegura la preservación, la duración y resistencia de los productos de esta industria.

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El carácter lúdico de la cultura china es el origen de una serie de invenciones que a la larga son conocidas en el mundo árabe y en occidente. Las marionetas, los naipes, los cometas, la papiroflexia y la construcción de cuadrados mágicos, son una pequeña muestra, y también un producto que sirve para celebrar con fuegos artificiales, las bodas, el año nuevo y las verbenas, espantando de paso con su estruendo a los demonios aguafiestas.

Los alquimistas chinos, buscando el elixir de la inmortalidad o la piedra filosofal dieron por casualidad con él : es la pólvora negra, compuesta en determinadas proporciones por carbono. azufre y nitrato de potasio, y que va a tener una historia tan variada como decisiva. Pronto cambia su objetivo lúdico por otro completamente distinto: hacia el año 1000 su uso sirve para construir los primeros cohetes militares que lanzan bombas granadas.

Ya a comienzos del siglo XIII los persas y los árabes heredan el descubrimiento y lo introducen en Europa, primero en las guerras del Andalus –con toda seguridad en el sitio de Algeciras a mitad del siglo XIV, pero muy probablemente cien años antes en la defensa de la ciudad de Niebla–. La pólvora representa el cambio más radical de la historia de los conflictos armados, que adoptan cada vez más un carácter impersonal y dejan de ser un lance individual entre caballeros.

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El descubrimiento de las costas del Indico y el conocimiento de todo el inmenso continente asiático es la contribución decisiva de los musulmanes en la tarea de configurar el mundo. No se trata sólo de un descubrimiento geográfico, como el que llevarán a cabo los españoles y portugueses, sino de la experiencia de culturas profundamente diferentes y cada una de ellas llena de originalidad.

Los mestizos, que en el África oriental son protagonistas de la civilización swahili, los persas musulmanes, todavía afectados por influencias preislámicas, los indios, tolerantes, receptivos y creadores de grandes sistemas, los chinos, un pueblo cerrado sobre sí mismo, pero refinado, alegre y constructores de mil inventos, forman un mosaico de culturas, igualmente valiosas, que rompen definitivamente la estrechez y el exclusivismo de la edad antigua.

El Islam por otra parte, no sólo se extiende en el espacio en todas direcciones, sino que además retrocede en el tiempo y recoge y trasmite el testimonio de los filósofos y científicos griegos. De esta forma el conocimiento de la geografía y de la historia universal se complementan en una hazaña verdaderamente ecuménica.

 

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