Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 102 • agosto 2010 • página 17
El pasado mes de julio, durante una visita al Neues Museum de Berlín, llamó mi atención un busto romano que representaba a Sócrates y Séneca a la manera de Jano bifronte:
Mi interés por el busto hubiera quedado ahí de no ser porque, unos días después, mientras visitaba la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, me encontré con el siguiente cuadro de José de Madrazo, titulado Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, de bellísima factura:
El enigma estaba servido: ¿qué hacía Godoy posando con el herma de Sócrates-Séneca para el retrato de Madrazo?
Tras una corta investigación, entre libros de historia y catálogos de arte, la relación salió a la luz: durante su exilio en Roma acompañando a la Familia Real, Manuel Godoy ejerció de mecenas ilustrado y llevó a cabo excavaciones arqueológicas en la villa que poseyó junto al monte Celio. Entre 1813 y 1815, bajo su apadrinamiento, el arquitecto Antonio Celles, que reformaba los jardines de la villa, descubrió el famoso busto, aunque de un modo casual. El descubrimiento enseguida otorgó al otrora poderoso Príncipe de la Paz nueva fama y relumbre, dado que el herma bicípite contenía, por un lado, el rostro barbado de Sócrates y, por otro, según rezaba la inscripción, el rostro grave y sin barba de Séneca. Se trataba del primer retrato auténtico del aspecto físico del filósofo hispano de que se disponía. Excitado, y queriendo divulgar el feliz hecho, Godoy encargó un estudio detallado del busto al arqueólogo Lorenzo Re, fruto del cual es el legajo (Seneca e Socrate erme bicipite trovato da S. A. S. il Principe della Pace nelle scavazioni della sua Villa, publicado en 1816 y reimpreso en 1823) que el valido sostiene con su mano derecha en el cuadro de Madrazo (óleo realizado, a su vez, en 1816).
El prestigio por ser el primero en dar a conocer la fisonomía real de Séneca, con el consiguiente desenmascaramiento de otras supuestas cabezas del filósofo, fue tanto que hasta Stendhal, coincidiendo con su viaje a Italia, se refiere a él y al busto de su propiedad, aunque no en términos demasiado elogiosos, pues el célebre escritor viene a señalar que el antiguo dictador buscaba pasar, aprovechándose de la ocasión, por algo que no era, por alguien culto y refinado. Por decirlo castizamente: aunque la mona se vista de seda…
Con el tiempo, diversos azares, compras y ventas, en los que se vería involucrado el descendiente de un acreedor de Godoy que se hizo con el herma, conducirían la escultura en 1878 a la colección de la Isla de los Museos de la capital del II Reich.
Post scriptum
29 de agosto de 2010
Quisiera agradecer y dejar constancia de los amables comentarios que, a las pocas horas de ser publicada la presente nota, Alicia M. Canto y Carlos Martínez me han hecho llegar por correo electrónico. En su carta, la Profesora Alicia M. Canto de la Universidad Autónoma de Madrid aporta una lista exhaustiva de referencias bibliográficas que reflejan cómo el hallazgo de la reliquia ha tenido su lugar en la historiografía académica (Emilio La Parra, Antonio Fontán, &c.), siendo de destacar el artículo «Manuel Godoy, genio delle scavazioni. Algunas precisiones acerca de sus descubrimientos arqueológicos en el monte Celio de Roma» de Jorge García Sánchez, publicado en Archivo Español de Arqueología 79, págs. 155-175 (2006). Sigue existiendo, por desgracia, una notable incomunicación entre los especialistas y el público más o menos culto que frecuenta los museos. Por su parte, D. Carlos Martínez León incide en cómo la imagen del filósofo cordobés cambió radicalmente gracias al descubrimiento de Godoy: del estereotipo renacentista canonizado por Rubens en La muerte de Séneca, que se basa en un pseudo busto barbudo, teñido de amargura, al semblante sereno y alopécico del herma.