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El Catoblepas, número 108, febrero 2011
  El Catoblepasnúmero 108 • febrero 2011 • página 14
Libros

¿Qué son los valores?

Sigfrido Samet Letichevsky

Recordando el libro de Risieri Frondizi,
publicado por Fondo de Cultura Económica en 1958

Risieri Frondizi (1910-1985)

El filósofo argentino y ex decano de la Universidad de Buenos Aires, Risieri Frondizi, publicó en 1958 un libro acerca de los valores (ref. 1), que tuvo un éxito notable. En esta nota se discuten algunos ejemplos, se puntualiza la influencia del entorno en los comportamientos éticos, y se sugiere un mecanismo «darwiniano», siguiendo a Hayek, para explicar la permanencia de los valores –al menos en el campo de la ética– que favorecen la cohesión social.

Wittgenstein. Schlick, Carnap, Ogden, Ayer, Stevenson y Russell) y las objetivas, centrándose en Max Scheler.

El ex decano de la Universidad de Buenos Aires escribió esta introducción a la axiología, publicada en 1958 y de su tercera edición se hicieron 19 reimpresiones hasta 2005. Semejante éxito parece indicar también que no hay novedades fundamentales en ese campo. Critica las teorías subjetivistas, fundamentalmente la de Perry (pero también las de Menong, Ehrenfels, Wittgenstein, Schlick, Carnap, Ogden, Ayer, Stevenson y Russell) y las objetivistas, centrándose en Max Scheler.

Cada enfoque responde a necesidades, pero ambos son incompletos. El autor los enriquece con la concepción estructural, muy de moda en su época, pero sin duda adecuado a las sociedades complejas y sus valores emergentes.

La escala de valores no es idéntica para todas las personas, pueblos y épocas, pero, en forma aproximada es así: Gustos, Emoción artística, Valores morales, Valores religiosos.

Los sabores de una buena comida implican valores, pero de una categoría inferior. Los valores morales son muy elevados, y los religiosos son los superiores para los religiosos. No lo son para los no religiosos, pero toda persona civilizada respeta a las religiones y a sus creyentes.

Valores: económicos y axiológicos

Algunos párrafos suscitan dudas. Así, dice en pág. 30, acerca de los sellos de correo: «Nuestro deseo de coleccionarlos es lo que les ha concedido valor.» Como sucede siempre, la demanda otorga valor a cualquier cosa o servicio. Pero aunque se use la misma palabra, en este caso se trata de valor económico, no axiológico. Parece confirmarlo en pág. 49: «(…) habrá que reconocer que los economistas, y en particular Adam Smith (1723-1790), fueron los primeros en interesarse en los valores». Y lo repite en pág. 134: «La magnitud del valor se mide por la magnitud del depositario: un trozo de tela o de pan vale aproximadamente el doble que la mitad del trozo.»

Ciertamente los valores residen en depositarios materiales, pero no son ese material. Escucho de un disco sinfonías de Beethoven, y me parecen sublimes. Pero lo sublime no es el disco, sino la música. Si el valor de la tela o el pan dependen de su tamaño o peso, es porque hablamos de valor económico, no axiológico.

Dice Frondizi en pág. 29: «La opinión de la gente de mal gusto en nada perjudica la belleza de una obra de arte». Y en pág. 120, comentando a Scheler: «La traición de mi amigo, por ejemplo, no altera el valor, en sí, de la amistad. La independencia de los valores implica su inmutabilidad: los valores no cambian. Por otra parte son absolutos: no están condicionados por ningún hecho, cualquiera sea su naturaleza, histórica, social, biológica, o puramente individual. Sólo nuestro conocimiento de los valores es relativo; no los valores mismos».

Pero ¿cómo se sabe cuál es el buen gusto? ¿El de la mayoría? ¿El de una minoría culta? Pues, Scheler aparte, dice en pág. 131: «El criterio empírico queda excluido pues sólo podría decirnos cuál es la tabla jerárquica de una persona, un pueblo o una época, mas no cuál debe ser dicha tabla». Efectivamente,

La ética no describe lo que se hace, sino lo que se debería hacer. El profesor Neira dijo que, como cristiano, debía perdonar a su agresor, no que él quisiera hacerlo. En ética tiene razón Carnap, para quien (p&aacut= e;g. 86) «los juicios de valor son formas disfrazadas de normas o imperativos».

En pág. 102 cita a Russell: «El deseo de ser «bueno» generalmente se resuelve en el deseo de ser aprobado o, alternativamente, de actuar de manera de producir ciertas consecuencias generales que deseamos. (…) y si se trata de una sociedad corrompida, ¿nuestros deseos serán buenos cuando merezcan la aprobación de la inmoralidad?». («Religión y Ciencia», 1935).

Influencia del entorno

Efectivamente, una de las principales razones para ser «bueno» es el deseo de ser aprobado (pero un exceso de «bondad» es simplemente blandura o buenismo, que pueden tener consecuencias trágicas.

Cuando Russell escribiría «Religión y Ciencia», ya se estaba perfilando la «sociedad corrompida». El antisemitismo que impregnaba a la sociedad alemana, se alió con la sed de venganza (por haber perdido la Primera Guerra Mundial y por la crisis de 1930) he hizo que parte de la población exacerbara su antisemitismo hasta volverlo exterminador.

La mayor parte de la población no protestó públicamente porque la opinión favorecía al antise- mitismo, y también por miedo. Pero en 1941 la población alemana se enteró de las matanzas de judíos en Polonia y Rusia, por los soldados que volvían horrorizados del frente. La razón por la que introdujeron las cámaras de gas, fue que los soldados que fusilaban a civiles inocentes, quedaban destrozados.

Un mandamiento moral es «no robarás». Pero cuando en un país se despilfarra el dinero que todos pagan con sus impuestos, empieza la corrupción de Concejales para arriba. Si se despilfarra tanto, ¿a quién perjudicará que yo me quede con algo (al principio; luego, cada vez más)?. Y una vez que se percibe la corrupción de tantas personalidades, ¿es de extrañar que muchos ciudadanos corrientes traten de quedarse con lo que puedan (que al fin y al cabo les había sido sustraído primero)? Cuando las autoridades tienen una conducta moral, es posible encauzar a los ciudadanos combinando la educación con el estricto cumplimiento de la ley. Muy pocos tienen convicciones morales tan firmes que los hace casi independientes del entorno a este respecto.

Ordre du coeur

Nos dice Frondizi el pág. 127: «Se opta por la razón porque se rechaza la sensibilidad; no se advierte que hay una tercera esfera, de dignidad semejante a la razón, aunque independiente de ella tanto como de la sensibilidad. Es el ordre du coeur de que hablaba Pascal. Un orden que no es caótico ni caprichoso, pero que la razón intelectual no logra comprender: «el corazón tiene razones que la razón no comprende». La luz de la emoción se apaga cuando se intenta llevarla al intelecto. (…)».

Sospecho que muchas «razones del corazón» tienen poco que ver con la emoción. Pero veamos primero lo que dice en pág. 133: «Es «de esencia» de valor de lo agradable sensorial darse como mudable, frente al valor de la salud, por ejemplo, o el valor del conocimiento».

Es cierto que hay valores que cambian fácilmente (los sensoriales) y otros muy estables (los morales y religiosos). En casi todos los pueblos, la moral fue introducida y controlada por la religión..

En pág. 188 dice que «Si bien los valores mantienen relaciones entre sí, el reino de los valores estéticos es autónomo con respecto a los valores éticos y ambos son autónomos en relación a los valores religiosos». Es decir, que cada clase de valores es independiente de las otras.

Leemos en pág. 143: «¿A quién puede resultar placentero lanzarse a un caudaloso río para salvar la vida de su mayor enemigo? Adjudicamos, sin embargo, valor moral a esa acción». Cualquiera se tiraría al agua para salvar a un hijo. Pero supongo que casi nadie lo haría por un «enemigo»: bien cumplido estaría con dar aviso a un policía o bombero.

Y en pág. 151: «Si alguien adjudicara valor vital a algo nocivo para la salud, y que conduce rápida- mente al aniquilamiento de la especie humana, fácil será mostrar la falsedad de tal pretensión». Cierto, pero los fumadores saben que el tabaco es cancerígeno y no por eso dejan de fumar. Estamos ante una oposición entre dos valores, y los fumadores eligen el del menor nivel, porque generalmente la patogenia es lenta como para focalizar su atención o su consciencia. Hace 70 años, la publicidad de los cigarros «Avanti» tenía como lema: «Prolongan la vida».

Supongo que el impresionismo francés surgió cuando los artistas salieron a pintar al aire libre. Al principio sus obras resultaron chocantes al público. El cambio de gusto aparece en vanguardias (a veces por razones detectables) y luego se propaga a otros artistas y al público. El abandono del realismo coincide con la difusión de la fotografía, que muestra «las cosas como son» mejor y más barato. Pero ha regresado, como realismo y como hiperrealismo.

Origen de los valores éticos

La principal necesidad humana es conservar la vida; de ahí el «no matarás». Pero para conservar y reproducir la estructura social, hacen falta los diez mandamientos. Si todos robaran, mataran y mintieran libremente, la sociedad se desintegraría de inmediato o no habría llegado a formarse. La religión fue durante mucho tiempo el consuelo ante la brevedad de la vida y el temor de Dios que nos hace cumplir normas morales que no cumpliríamos espontáneamente. ¿Cómo se puede explicar que la religión y la moral manden exactamente lo que conviene a la formación y crecimiento de las sociedades humanas?

Seguramente han surgido a lo largo de los milenios, muchas religiones y muchos mandamientos (de padres, sacerdotes, reyes o dioses) que han ido desapareciendo. Si esos mandamientos perjudicaban a su grupos, se habrán extinguido junto con ellos. Pero (¿casualmente?) han sobrevivido aquellos que de hecho (aunque desconozcamos las razones), han servido para fortificar sus sociedades. Ha habido una selección natural, «darwiniana», como sucede con los seres vivos.{1}

Vale la pena meditar algunos párrafos de Hayek (ref. 2). En pág. 53:

«Las normas que facilitan su funcionamiento no fueron apareciendo porque los distintos sujetos llegaron a advertir la función de las mismas, sino porque prosperaron en mayor medida aquellos colectivos que, sometiéndose a ellas, lograron disponer de más eficaces esquemas de comportamiento». En pág. 57: «Aún cuando ajustemos nuestro comportamiento a los esquemas aprendidos, en innumerables ocasiones no sabemos por qué hacemos lo que hacemos. Las normas y usos aprendidos fueron progresivamente desplazados a nuestras instintivas predisposiciones, no porque los individuos llegaran a constatar racionalmente el carácter favorable de sus decisiones, sino porque fueron capaces de crear un orden de eficacia superior –hasta entonces por nadie imaginado– a cuyo amparo un mejor ensamblaje de los diversos comportamientos permitió finalmente –aún cuando ninguno de los actores lo advirtiera– pontenciar la expansión demográfica del grupo en cuestión, en detrimento de los restantes{2}».

En torno a las percepciones

Puesto que la filosofía, y en particular la ética, deben partir de la experiencia, Frondizi, intentando aclarar algunos aspectos de la percepción, dice en pág. 193: «El sonido, en tanto sonido, no existe, desde luego, sino hay un oído que lo oiga: un sonido es un sonido oído. Si por existencia del sonido, en cambio, se entienden las vibraciones que produce el objeto al caer, la situación es muy distinta, pues tal existencia no exige la presencia de ningún oído que lo perciba. En el análisis de las percepciones gustativas, la distinción resulta muy patente. Si entendemos por «dulce» la correspondiente vivencia de percepción gustativa, ella no puede existir sin un paladar, es decir, sin un sujeto que tenga la vivencia; el azúcar no es dulce, en este sentido, cuando está dentro de un recipiente. En cambio, si entendemos por dulce las propiedades fisicoquímicas que tiene el azúcar y que produce en nosotros la percepción gustativa de «dulce», tales propiedades son independientes del sujeto que puede paladear el azúcar».

Para percibir hacen falta sentidos. Pero el sonido se produce (en el aire; en el vacío no) aunque no haya quien lo perciba. Un perro percibe sonidos que nosotros no percibimos («ultrasonidos»). Ese «sonido oído» (por el perro), indudablemente existe. Me compré un coche azul, y mi amigo que está en Londres me cree, porque sabe que cuando vuelva lo verá azul. Lo mismo sucede con el azúcar. Pero las sensaciones humanas son percibidas por sentidos humanos. A las moscas y a las hormigas les gusta el azúcar, pero difícilmente la perciban «dulce». La sacarina, en cambio, no tienen atractivo alguno para ellas.

Notas

{1} Junto con el alzamiento militar, el 18-7-1936, se desató la Revolución en España. El odio de los «revolucionarios» se dirigió mayoritariamente hacia el clero católico. Mataron unos 7.000 religiosos y más de 3.000 laicos. Ignoro qué esperaban obtener con esa matanza. Pero como la religión tiene razones para existir, no se la puede extirpar sin correr graves riesgos. En este caso, cohesionó a la clase media alrededor de los militares alzados; la principal perjudicada fue la República. (ref. 2, pág. 223).

{2} Algunas personas creen que la famosa «mano invisible» de la que hablaba Adam Smith, es un concepto místico. Pero en realidad fue la primera enunciación científica del proceso de autoordenación de los mercados y en general, de los procesos emergentes.

Referencias

1. «¿Qué son los valores?»Risieri Frondizi. Ed. Fondo de Cultura económica (1958).

2. «La fatal arrogancia». Friedrich A. Hayek (1988). Unión Editorial (1990).

3. «Los mitos de la Guerra Civil». Pío Moa Rodríguez (2003). La Esfera de los Libros (2004).

 

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