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El Catoblepas, número 109, marzo 2011
  El Catoblepasnúmero 109 • marzo 2011 • página 4
Los días terrenales

1956 (III)

Ismael Carvallo Robledo

Con motivo del libro de Luciano Canfora, 1956 L’anno spartiacque (1956. El año parteaguas), editado en 2008 por Sellerio, en Palermo, Italia, en 185 páginas

«… los pueblos del Medio Oriente y del norte de África y, hasta cierto punto, de toda Asia y África, se unirán contra el Occidente hasta un grado que, temo, no podría ser superado en una generación, y tal vez ni siquiera en un siglo, particularmente teniendo en cuenta la capacidad de los rusos para causar dificultades.» Eisenhower a Eden, en carta del 2 de septiembre de 1956.

«No olvide que, si estalla una guerra, todo nuestro apoyo será para Egipto. Si mi hijo viniera a decirme que se iba como voluntario a luchar por Egipto, yo lo alentaría a irse.» Jruschov al embajador de Yugoslavia, en medio de la crisis del canal de Suez, 1956.

«Sólo hay dos grandes potencias en el mundo de hoy: los Estados Unidos y la Unión Soviética […] El ultimátum puso a la Gran Bretaña y a Francia en su lugar, como potencias que no son grandes ni fuertes.» Anwar el-Sadat, 19 de noviembre de 1956.

Henri Kissinger
La Diplomacia

VI

Mayo de 1955, Varsovia, Polonia

La plana mayor de la dirigencia soviética se reúne para firmar los acuerdos del Pacto de Varsovia, coronación geopolítica y militar del proceso de enfrentamiento en el que los soviéticos, desde la primavera del 49, habían estado intentando disgregar la Alianza atlántica (la OTAN se crea con la firma del Tratado de Washington el 4 de abril de 1949). Lo único que en realidad quedaba disgregado era la ilusión armonista de la convivencia y de la paz inspiradas por la ONU.

Nada de armonismos ni de alianza de civilizaciones ni de idealismos: el Pacto de Varsovia se creaba como contrafigura estratégica soviética de la OTAN, y se apuntalaba bajo un triple pretexto geopolítico: por un lado, lo hacía ante la amenaza de rearme de la República Federal alemana, que había entrado a la OTAN según lo dispuesto en los Acuerdos de París del 23 de octubre del 54; por el otro, lo hacía también para reforzar el control de su área de influencia en Europa del Este, además de hacerlo a la vez, y en tercer lugar, para hacer avanzar sus líneas de repliegue ante la voluntad de China de liderar la liberación del Tercer Mundo luego de haberse organizado éste tras la Conferencia de Bandung de 1955 (la consigna soviética era: cualquier golpe proveniente del Tercer Mundo tiene que darse con armas rusas; como fue de hecho el caso con el Egipto de Nasser, o como pudo haberse dado también en Cuba en octubre del 62).

La secuencia es elocuente. 1949: 4 de abril, firma del Tratado de Washington; junio, se levanta el bloqueo de Berlín. 1954, octubre 23, firma de los Acuerdo de París y entrada de Alemania occidental en la OTAN. Abril 17 del 55, Conferencia de Bandung y organización de los célebres non allineati. Mayo 14, 1955: firma del Pacto de Varsovia.

El tablero quedaba dispuesto y reorganizado en la zona de incumbencia. 1955: venta de armas soviéticas a Egipto vía Checoslovaquia. 1956: los soviéticos en Budapest y crisis del canal de Suez (Guerra de Suez: invasión de Israel, Francia y Gran Bretaña a Egipto). 1961: muro de Berlín. 1962, octubre: crisis de los misiles en Cuba. 1968: los soviéticos en Praga.

Mayo de 1955. Pacto de Varsovia: cualquier disparo en el Tercer Mundo tendrá que ser de un arma soviética
Mayo de 1955. Pacto de Varsovia:
cualquier disparo en el Tercer Mundo tendrá que ser de un arma soviética

VII

Il rapporto segreto

24 de febrero de 1956. Penúltimo día del XX congreso del PCUS. A puerta cerrada y ante una exclusiva comitiva conformada solamente por delegados soviéticos, Jrushov da lectura al célebre reporte secreto, acta de defunción del culto a la personalidad. Rescatando la perspectiva marxista-leninista, el comité central busca explicar con la mayor coherencia posible la inoperatividad, la improcedencia de exaltar a una sola persona como factor determinante de los procesos históricos. Era el propósito de ese reporte realizar un estudio crítico de la praxis de gobierno de Stalin, de sus violaciones a la legalidad socialista.

Dentro de los casos analizados y condenados por Jrushov en su reporte, destaca Canfora la política de terror contra los viejos bolcheviques, habiendo sido notorio –por la cercanía del personaje en cuestión con Stalin mismo– el caso Kirov, cabeza del partido en Leningrado: el camarada Nikita insinuó, sin dar pruebas en realidad, que la eliminación de Kirov pudo haber sido el resultado de la puesta en práctica de una disposición establecida en última instancia por el jefe supremo de la URSS.

Fue también objeto de pormenorizado ataque la conducción de la política exterior por parte de Stalin. Además de subrayarse en il rapporto que, en definitiva, sus méritos militares habían sido exagerados, se señalaba con dureza el –a juicio del reporte– garrafal e imperdonable error de la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov, conocido también por el pacto germano-soviético de no agresión, de agosto del 39. Esa decisión trajo graves consecuencias para la Unión Soviética, pues además de haber estado determinada por una ingenuidad increíble, ponía a Rusia en una situación de delicada desventaja e impreparación para la guerra, lo que se conecta con otra de las críticas disparadas por Jrushov en el reporte: la depuración que Stalin hizo en la cúpula militar, donde destaca en este caso el expediente Tukhachevsky, un mariscal de grandes méritos acusado y ejecutado por traición en junio de 1937.

Todo esto por cuanto al reporte secreto. Pero Canfora toma distancia:

«El planteamiento jrushoviano es un poco grosero. Consiste en decir: el hombre era malvado, era un pésimo sujeto, por tanto todos los errores que ha cometido han sido por mala fe. Un hombre malo hace una política mala. Planteamiento simplísimo, y aunque útil políticamente a la vista de las operaciones que Jrushov tenía en mente, historiográficamente falaz, débil.»

Cuestión aparte –y materia fértil para la historia del espionaje en el siglo XX– es la manera en la que el reporte secreto se filtra en occidente. En primera instancia, el 16 de marzo se publica en el New York Times un artículo de Harrison Salisbury dando noticia del reporte, mientras que, casi simultáneamente, el periódico del partido comunista yugoslavo, el Borba de Belgrado, ofrecía también un resumen con sus puntos clave. ¿Cómo llegó a todas estas manos semejante información?

Varias hipótesis y varias versiones han sido puestas a consideración. Una de ellas es famosa. Se trata del expediente Operation Solo, nombre de las misiones encubiertas del agente 58 del FBI, Morris Child, infiltrado en el Partido comunista estadounidense que durante años realizó viajes a Moscú en calidad de representante comunista norteamericano, habiendo logrado la suficiente cercanía y familiaridad con la dirigencia soviética como para haber sido él quien filtró, entre otras cosas, en efecto, el contenido del reporte secreto. Los pormenores de tan fantástica historia aparecen en el libro de John Barron, Operation Solo. The FBI’s man in the Kremlin, de 1997.

Canfora habla también de otra versión, en este caso proveniente de un estudio de Leonard Mosley, biógrafo de los hermanos Dulles. Según el material ofrecido por Mosley, hubo también un agente de la CIA que logró establecer una cercanía considerable con Togliatti, de nombre James Angleton. Según Mosley fue quizá Togliatti mismo quien pudo haber filtrado también el reporte.

En todo caso, aparece aquí la evidencia de una cierta conexión entre soviéticos y americanos de no poca relevancia política sobre la que Canfora se detiene:

«Independientemente del trámite elegido, es de la Unión Soviética de donde parte la iniciativa de dar a conocer en los Estados Unidos un texto tan incandescente como el reporte secreto […] Conclusión: enviar el reporte secreto a Occidente con la certeza de que sería divulgado a gran escala significaba llevar a cabo de modo irreversible aquella ruptura que no se había podido realizar en el curso del XX congreso. Parece una paradoja, pero para los historiadores es un fenómeno interesantísimo: por un lado, la cúpula soviética estaba totalmente dividida y titubeante sobre la manera de proceder con la desestalinización, al grado de que efectúa una cauta, blanda crítica a Stalin, críptica, en el reporte oficial, mientras que, por otro lado, realiza una crítica mucho más áspera y dura en un reporte que al interior de la URSS se mantiene como secreto pero que, al final, decide enviar al exterior, a los Estados Unidos ni más ni menos, para que su contenido sea conocido.» (págs. 87 y 88)

Pero no fue en el exterior la adherencia inmediata al proceder de Jrushov la constante, o por lo menos no fue así en los partidos comunistas occidentales, lo que no deja de ser relevante al momento de evaluar lo que significó ser, en el siglo XX, un comunista en un país socialista y un comunista en un país capitalista.

En Italia, ni Amendola ni Nenni (que no era comunista) ni Togliatti aprobaron la manera de proceder de Jrushov. Y en Gran Bretaña algo similar sucedió con los comunistas británicos, de Pollitt a Hobsbawm, quienes reservaron una distancia, bien histórica, bien política, respecto del contenido del reporte secreto.

Pero, como hemos apuntado ya, la cuestión tiene que plantearse a la luz de las diferencias entre las reacciones post-XX congreso del PCUS en occidente (Italia, Inglaterra o Islandia, que fue el primer país en el que, en la inmediata post-guerra, un partido comunista llega al gobierno) y en Europa del Este (Alemania, Polonia, Hungría). Las variables del nacionalismo (en esos momentos, los fantasmas en el mundo comunista soviético eran el trotskismo y el titoismo, es decir, el nacionalismo inspirado por la Yugoslavia de Tito) y del desarrollo nacional cobran aquí un peso fundamental tanto para las insurrecciones (caso de Hungría, sobre todo) como para las explicaciones y justificaciones de apoyo o represión por parte de los soviéticos: tómese nota del hecho de que la URSS apoyó en función nacional-antiimperialista a Egipto pero no aceptó el levantamiento húngaro dentro de su área de influencia.

VIII

Alemania

Por cuanto a la parte oriental alemana, la reacción de Walter Ulbricht, antecesor de Honecker y a la sazón secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) –fruto de la unificación de socialdemócratas y comunistas orientales a partir de 1945-, fue de adhesión a la línea Jrushov.

Ya había tenido lugar, en junio de 1953, un primer connato insurrecto en Alemania del Este, que había sido sorteado con prudencia por Ulbricht. Luego del conocimiento del reporte secreto, pronuncia un discurso ante la cúpula del SED en el que señala con insistencia los problemas derivados del culto a la personalidad. En el texto leído, defendió Ulbricht la necesidad de sacar a Stalin del mausoleo de los «clásicos del marxismo»: no era él un clásico de la tradición tal como lo eran Marx, Engels y Lenin. Ni Stalin, ni Thälmann (un héroe del comunismo alemán) ni la misma Rosa Luxemburgo podían ser considerados como «clásicos» de la tradición marxista:

«Es necesario hacer una distinción sustancial –dice Ulbricht– entre el nivel más alto de nuestro movimiento, entre la verdadera fuente de inspiración, y los militantes que a título diverso han contribuido a la grandeza, a los buenos o malos resultados de nuestro movimiento, y a los cuales el juicio de la historia puede ser de distinta naturaleza. Stalin es uno de éstos.» (Canfora, pág. 110)

La adhesión a la línea Jrushov por parte de Ulbricht es, pues, como vemos, total e inequívoca.

Polonia. En el caso polaco, el protagonista de la escena es Vladislav Gomulka, toda vez que Boleslav Bierut, dirigente indiscutible del comunismo polaco y hombre fiel a la línea Stalin, muere en Moscú en los días mismos del XX Congreso.

La historia del Partido Comunista polaco había sido de las más duras, y fue de hecho uno de los temas tratados en el reporte secreto, sobre todo por lo concerniente a la liquidación de la dirigencia comunista polaca bajo acusación de desviacionismo trotskista.

Pero el nacionalismo polaco había sido en todo caso una preocupación permanente de Stalin; la vigilancia hubo de resultar, por tanto, feroz. Una vez desaparecido Stalin y una vez activada la crítica al culto a su personalidad, la vieja dirigencia polaca es rehabilitada. Las protestas obreras de Poznan, de junio de 1956, encuentran a una cúpula dirigente polaca en proceso de transición y de debilitamiento de la línea Stalin tras la muerte de Bierut. Este es el contexto del retorno de Gomulka, que reaparece como el personaje nuevo de una nueva Polonia, como vector reformista dentro del comunismo polaco post-XX Congreso y como nuevo secretario general del Partido Comunista de Polonia. La respuesta de Gomulka y la nueva dirigencia para con las protestas obreras de Poznan será un antecedente inmediato de lo que, con otros resultados, hubo de ocurrir en Hungría.

Pero antes de pasar a la revolución húngara, Canfora vuelve (estamos siguiendo su análisis) al Egipto de Nasser.

Vladislav Gomulka, la vía polaca a la desestalinización
Vladislav Gomulka, la vía polaca a la desestalinización

IX

Egipto, 1956

El nudo de la cuestión: Nasser, en fidelidad a su postura de non allineati, condiciona la aceptación del capital occidental para la construcción de la presa de Asuán al tiempo de entablar negociaciones con la Unión Soviética, con quienes habría de firmar de hecho un acuerdo de cooperación atómica.

Anthony Eden, el fugaz Primer Ministro británico y el más implacable adversario de Nasser, había sido de los principales impulsores de la idea de poner en marcha un paquete de apoyo conjunto anglo-americano a la Gran Presa de Asuán egipcia. ¿Cómo era posible que Eden, impaciente por eliminar a Nasser, se convirtiera en defensor del proyecto de Asuán?, se pregunta Henry Kissinger en La Diplomacia:

«Esto sólo puede explicarse por su afán de que se viera que él controlaba la diplomacia en el Medio Oriente y se oponía a todo intento soviético de acompañar su ayuda militar con una penetración económica. El 14 de diciembre de 1955 la Gran Bretaña y los Estados Unidos hicieron una oferta formal de construir la presa en dos etapas: ya se disponía de unos fondos limitados para la etapa preparatoria, durante la cual se precisarían la extensión y naturaleza de la ayuda para la segunda etapa, que incluía la construcción de la presa propiamente dicha.»

Se trataba, al parecer, de una decisión extraña, a juicio de Kissinger; y continúa:

«Dos gobiernos estaban comprometiéndose con una monumental empresa ingenieril y financiera, aun cuando ambos preferirían que Nasser fuese reemplazado y estuviesen sumamente preocupados por su desviación hacia la órbita soviética. Los dos discordantes aliados se consolaron con la idea de que, aun si el original subsidio no les ganaba la buena voluntad de Nasser, la segunda etapa haría que Egipto dependiera económicamente de ellos, casi en el mismo grado que la construcción del canal de Suez le había dado a Occidente el dominio financiero de Egipto durante el siglo XIX.» (Henry Kissinger, La Diplomacia, FCE, México, 1996, p. 517)

La posición geo-estratégica de Egipto daba a Nasser la posibilidad de jugar en grandes ligas. El 16 de mayo retira su reconocimiento al gobierno de Chiang Kai-Shek y establece relaciones diplomáticas con la República Popular de China. Golpe duro a Estados Unidos, sobre todo en función de los compromisos norteamericanos, de Dulles en particular, con Taiwán. Para junio del 56, el ministro soviético de relaciones exteriores, Dimitri Shepílov, viaja a Egipto para poner sobre el escritorio de Nasser la oferta soviética de financiación y construcción del proyecto de Asuán. Los gigantes estaban enfrentados con la ingeniosa mediación de Nasser (Kissinger, p. 517).

Los acontecimientos se precipitan. En Israel se mantiene la tensión militar. Egipto, Arabia Saudita, Yemen y Jordania articulan acuerdos militares diseñados a efectos de lograr un mando único. A pesar de las mediaciones de Naciones Unidas, la decantación objetiva de las cosas ofrece evidencias inequívocas del asedio árabe al Estado de Israel.

A inicios de junio se crea el nuevo partido único egipcio: Unión Nacional. A los pocos días, Nasser obtiene en elecciones una aplastante mayoría del 99.8% (estamos hablando de 5 millones 500 mil votos aproximadamente). Desde una plataforma de tal solidez y apoyo, se anuncia el proyecto de Federación árabe al tiempo de desactivar a todos los dirigentes el Partido Comunista egipcio:

«La ambigüedad del nasserismo refulge en estos meses de junio, julio y agosto del 56. El 5 de julio, pocos días después de la condena casi en bloque de los máximos dirigentes del Partido comunista egipcio, Nasser lanza la propuesta de federación con Siria y el 12 de julio estipula el acuerdo con la Unión Soviética para el uso de energía atómica para usos pacíficos. Inmediatamente después parte para un largo viaje a Yugoslavia, donde se entretiene en Brioni con Tito, a la espera de Nehru, que los alcanzaría ahí en poco tiempo. Mientras opera una represión contra la izquierda interna en Egipto, Nasser se desvincula del mundo occidental mientras que alternativamente abre las puertas a la intervención económica soviética, al tiempo de reforzar también la línea del no alineamiento y los acuerdos preferenciales con los dos mayores líderes de los no alineados.» (Canfora, pág. 123.)

Aunque haya sin duda sido novedoso, lo que sucedió en esos días en que los tres líderes non allineati departían en Brioni no era más que el resultado de la maduración de una dialéctica concreta: el 19 y el 20 de julio, respectivamente, los gobiernos inglés y americano declaran oficialmente que no están interesados en financiar la construcción de la Presa de Asuán. La respuesta inmediata de Nasser, hecha pública el 26 de julio, fue el decreto de nacionalización de la Compañía del Canal de Suez.

Cuando los norteamericanos anuncian el retiro de su apoyo e interés en la construcción de la presa de Asuán, Dulles declara a un atento Henry Luce, director de Time:

«…la decisión acerca de la presa de Asuán [es] una jugada ajedrecística tan importante como la que más, en mucho tiempo, de la diplomacia norteamericana. Nasser se encuentra en una posición dificilísima y, haga lo que haga, nos favorecerá. Si ahora se vuelve hacia los rusos y ellos le dicen ‘No’, esto socavará toda la urdimbre de los recientes negocios económicos de los soviéticos en el mundo entero […] Y si los soviéticos aceptan darle su presa a Nasser, nosotros estamos elaborando planes para mostrar claramente a los países satélites por qué sus condiciones de vida son tan miserables, mientras los soviéticos desembolsan millones en Egipto.» (Kissinger, La Diplomacia, pág. 518.)

Ante una multitud enorme reunida en Alejandría, el 26 de julio de 1956, Nasser, aprovechando la ocasión para apuntalar el nacionalismo árabe que tanto interés tenía en impulsar, respondió a Dulles en los términos siguientes (continuamos aquí con el comentario de Kissinger):

«Ésta es, ¡oh ciudadanos!, la batalla en la que ahora participamos. Es una batalla contra el imperialismo y los métodos y tácticas del imperialismo, y una batalla contra Israel, vanguardia del imperialismo… El nacionalismo árabe progresa. El nacionalismo árabe triunfa. El nacionalismo árabe sigue adelante; conoce sus caminos y conoce su fuerza. El nacionalismo árabe sabe quiénes son sus enemigos y quiénes son sus amigos […]» (Kissinger, pág. 518.)

Y ampliando el espectro geopolítico de incidencia y repercusión de la cuestión en disputa, además de aprovechar la ocasión para señalar y desafiar a Francia, dijo Nasser también a su público según consigna de Kissinger: ‘Nunca podremos decir que la batalla de Argelia no es nuestra batalla’. Y continúan luego Kissinger:

«En mitad de su discurso, Nasser pronunció el nombre de Ferdinand de Lesseps, el francés que había construido el canal de Suez. Ese nombre era la palabra clave para que fuerzas militares egipcias se adueñaran del canal. Esto permitió a Nasser, casi al final de su arenga, anunciar a la multitud enardecida: ‘En este momento, mientras yo os hablo, algunos de vuestros hermanos egipcios han empezado a ocupar la Compañía del Canal y sus propiedades y a controlar la navegación en el canal, ese canal que está situado en territorio egipcio, que es parte de Egipto y que es propiedad de Egipto.’» (Kissinger, págs. 518-519.)

Varias maniobras en operación: además de la nacionalización, enviaba Nasser la señal de que Egipto podría convertirse –si no es que ya de hecho lo era– en el puente de traslado de armas soviéticas a la guerrilla argelina en su enfrentamiento con Francia.

Mientras esto sucede, se intensifican en Europa del Este las protestas. Estamos en la antesala de la revolución húngara. La política exterior soviética estaba por ofrecer los perfiles de sus más agudas contradicciones, pero contradicciones que se reproducían en escala en el Egipto de Nasser: dentro la órbita de incumbencia política directa (nacional o de área de influencia), represión a toda oposición, fuera de ella, apoyo a la insurgencia desde coincidencias ideológicas concretas (nacionalismo anti-colonialista o anti-imperialista).

La justificación soviética de tal contradicción estaba dirigida a señalar la diferencia entre etapas de desarrollo entre los países socialistas y los coloniales: mientras los socialistas se situaban en etapas ya avanzadas de desarrollo hacia el comunismo, los coloniales tenían aún ante sí arduas tareas previas de consolidación nacional y de liberación.

En realidad se trata de contradicciones en definitiva insuperables desde el punto de vista de una potencia mundial, toda vez que es la dialéctica de Estados la que determina en sus fundamentos reales el curso de los grandes procesos de transformación histórica. En este sentido, ninguna potencia mundial, ninguna, bien sea socialista o capitalista, se escapa de este tipo de contradicciones que, en el despliegue de toda dialéctica política real, se nos aparecen como necesarias.

Nasser y Jrushov, Asuán, 1956
Nasser y Jrushov, Asuán, 1956

X

La excepcionalidad de Hungría

Por cuanto a los húngaros, hay que decir que Hungría había sido aliada del III Reich, no fue ocupada, se alió con la Alemania nazi. Miklos Horthy jugó pues para Hungría un papel muy similar al jugado por Mussolini o Pétain respecto de Hitler.

En todo caso, después de la guerra, los empeños de formación de un nuevo gobierno nacional encaraban dos cuestiones fundamentales: la reforma agraria, de la que se esperaba un enfrentamiento con la iglesia por la expropiación de latifundios, y el sistema de enseñanza, que se vinculaba igualmente con el conflicto con la iglesia católica, que tenía bajo su control el sistema de enseñanza nacional. Se organiza un nuevo gobierno sovietizado, encabezado por Mátyás Rákosi.

Pero para julio del 56, ante presiones soviéticas, Rákosi deja el secretariado general del Partido, dirigencia del cual viene a ser ocupada, tras un breve interinato de Erno Gero, por János Kádár, una de las víctimas de las purgas del período estalinista. En ese contexto nuevo, tiene lugar la reaparición de Imre Nagy, quien al poco tiempo se convierte en jefe del gobierno húngaro. Rákosi, Gero, Kádár, y finalmente Nagy a la cabeza de Hungría.

Y aquí también se precipitan los acontecimientos: reunión plenaria del Partido comunista polaco en Varsovia, el 19 y 20 de octubre. Restitución de Gomulka como secretario general del Partido.

23 de octubre. Budapest. Las manifestaciones se intensifican. Es notable la presencia e influencia de Radio Europa Libre, además de la presencia de contenidos anti-comunistas colindantes con el fascismo y con ciertos rasgos de anti-semitismo (toda la dirigencia comunista húngara estaba llena de judíos: desde los tiempos de Bela Kuhn y Lukács, hasta Rákosi y Geroe). Nagy apela a la pacificación y a la búsqueda de una salida de tipo polaco. Las cosas parecen salírsele de las manos. El «círculo Petöfi» pide elecciones y pluripartidismo. El gobierno declara la ley marcial y pide a las tropas soviéticas su intervención.

El 26 de octubre, se lee en la ciudad de Gyor un comunicado pidiendo la disolución del Pacto de Varsovia. Intervienen en el conflicto tanto la ONU como el papa Pio XII, quien da lectura pública, el 28 de octubre, a la encíclica Luctuosissimi eventus, instando por la paz pública y por la libertad del pueblo de Hungría.

Pero el 29 de octubre las tropas israelíes atacan Egipto, invadiendo la península del Sinaí y apuntando al Canal de Suez. La estrategia estaba diseñada en las cancillerías de Francia e Inglaterra. Eden y Mollet estaban detrás del ataque a Nasser.

Para el 30 de octubre, Nagy anuncia en Hungría la abolición del sistema de partido único. Pide a la URSS el retiro de tropas y libera al cardenal Mindszenty, que había tenido un protagonismo notable en los acontecimientos recientes en el marco del enfrentamiento con la iglesia católica.

Noviembre. Día 1: Nagy anuncia por la radio la salida de Hungría del Pacto de Varsovia y se proclama la neutralidad húngara. Se inicia una cacería contra los comunistas. Día 2. 19 horas. Llega a la isla de Brioni un vuelo con Jrushov y Malenkov para hablar con la dirigencia yugoslava. Para entonces, Nikita había ya hablado con el en esos momentos presidente de la República popular china, Liu Shao-Chi, con los polacos en Brest, con Gheorghe Gheorghiu-Dej en Bucarest y, por teléfono, con Mao. La decisión de invadir Hungría es tomada en consenso con el bloque comunista en pleno.

4 de noviembre. 4 am. Se pone en marcha la Operación Turbina. La unión Soviética invade Hungría, movilizando cerca de treinta mil soldados y mil tanques. La invasión de ingleses, franceses e israelíes a Egipto se completa el 5 de noviembre; ese mismo día deja de existir el gobierno húngaro, que se refugia en la embajada yugoslava en Budapest. La resistencia logró mantenerse hasta el 10 de noviembre.

Antes de proceder a la invasión soviética a Hungría, se emite un mensaje condenando el ataque a Egipto por parte de Israel, Francia e Inglaterra. El mensaje se envía a Nehru y Sukarno, gli non allineati. Además, se moviliza la delegación soviética en la ONU para condenar e intentar frenar el ataque. Al mismo tiempo, el presidente soviético Bulganin envía un mensaje a Eisenhower en términos similares.

Para enero del 57, se organiza un nuevo gobierno, ‘Revolucionario, obrero y campesino’, a instancias de la Unión Soviética. A la cabeza queda nuevamente János Kádár. Imre Nagy, luego de haberse refugiado, primero, en la embajada yugoslava, y luego en Rumania, es detenido, procesado, enjuiciado y ejecutado, a los 62 años, el 16 de junio de 1958.

Tras presiones tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética, las tropas anglo-francesas e israelíes se retiran de Egipto a principios de 1957. Ni Francia ni Inglaterra evitaron la nacionalización del Canal de Suez, y una salida de esa guerra como la suya, circundada de alguna manera por la ignominia, hizo evidente que los viejos tiempos de gloria imperial y de potencia geopolítica habían llegado a su fin para dar paso a Estados Unidos y a la Unión Soviética como verdaderas potencias del orbe. Anthony Eden presentó su dimisión como Primer Ministro británico inmediatamente después de la guerra.

Gamal Abdel Nasser, el político árabe más importante de su tiempo, fue presidente de Egipto desde 1956 hasta su muerte, acaecida en El Cairo, el 28 de septiembre de 1970. Nacionalista árabe y anti-comunista, fue equiparado con Hitler por los franceses, de la misma manera en que ha sucedido después tanto con Saddam Hussein o, muy recientemente, con Muamar el Gadafi.

Pero no hay que olvidar el patetismo con el que Francia tuvo también su colaborador filo-nazi: Pétain, y que en la inauguración de las Olimpiadas de Berlín del 36, la delegación francesa desfilaba orgullosa con el brazo derecho alzado, formando ángulo de 40 grados. Es el patetismo decadente en el que en realidad no han dejado de moverse Francia y los afrancesados. Ya lo vemos hoy en día, pues Sarkozy no es en definitiva Napoleón.

XI

El síndrome de Stalingrado

Batalla de Stalingrado, julio de 1942-febrero de 1943
Batalla de Stalingrado, julio de 1942-febrero de 1943

Concluimos con una puntualización interesantísima del profesor Canfora. Se trata de hecho, nos parece, del dispositivo teórico a través del que su trabajo cobra su más alto grado explicativo, y que se nos ofrece también como verificación de la fecundidad a la que se es posible llegar cuando los análisis que de acontecimientos contemporáneos puedan hacerse se proyectan sobre un bastidor en cuyo lienzo aparece como fondo la sinfonía del mundo clásico, como decía Toynbee, y que es en efecto la especialidad del professore Luciano Canfora (profesor de Filología griega y latina en la Universidad de Bari).

A nuestro juicio, y desde las coordenadas del materialismo filosófico en las que como se sabe nos situamos, una doble perspectiva como la que en él se conjuga es la que mayores réditos puede darnos a la hora de analizar los grandes procesos históricos: la perspectiva del materialismo histórico de filiación marxista-leninista, en la que quedan trazadas las líneas maestras de la dialéctica de clases, y una perspectiva clásica, greco-romana, que llamaremos la perspectiva sinfónica del mundo clásico, a través de la que se trazan las líneas maestras de la dialéctica de Estados como estrato fundamental de configuración de las grandes formaciones histórico políticas e ideológicas, y como plano también en donde se recortan con toda la potencia de su nitidez filosófica las figuras cardinales de la política: el Estado, el derecho, el imperio, la guerra, el político, el imperator, el filósofo-rey, el ciudadano virtuoso, el político estoico, y las grandes virtudes clásicas no individualistas (en el sentido moderno) sino recortadas a la escala del Estado y de la lotta politica, en el sentido de Maquiavelo.

Es el conocimiento de la sinfonía política clásica lo que impide que un materialista marxista de hoy se pierda en las derivas bochornosas del sociologismo, del psicologismo, del etnologismo o del feminismo, que es donde de hecho han terminado muchos.

Pero volvamos al síndrome de Stalingrado: se refiere por supuesto el profesor Canfora a la Batalla de Stalingrado, que, de julio del 1942 a febrero del 1943, cambió de manera irreversible el curso de la Segunda Guerra Mundial, decantando las cosas en favor de los soviéticos y, eventualmente, de los Aliados.

Para Canfora, en efecto, la batalla de Stalingrado, por cuanto a las implicaciones y contradicciones políticas intercaladas en sus consecuencias, podría ser parangonada –utilizando cuidadosamente la analogía histórica– con la batalla de Maratón o la de Salamina, las dos grandes batallas –sobre todo la segunda– del siglo V a.C. tras de las cuales Atenas, la potencia «democrática» de Atenas, cobró inmenso prestigio y hegemonía: ‘la libertad de los griegos se había logrado gracias a aquella gran victoria ateniense sobre los bárbaros persas que amenazaban a la Grecia’ (Canfora, pág. 130).

«Cuando, cincuenta años después, estando a punto de estallar el enfrentamiento entre Atenas y Esparta, un gran historiador griego no ateniense, Herodoto, en una página memorable, escribe: ‘yo debo decir una cosa desagradable para la gran mayoría de los griegos, pero la diré de cualquier forma; y es que sin la victoria militar de los atenienses, Grecia no habría podido nunca salvar su libertad’. ¿Por qué dice Herodoto esto y lo dice con tanta claridad? Para explicar a los griegos, que padecían en esos momentos el predominio ateniense, que no se podía, que no se debía olvidar cuánto se le debía a los atenienses. La guerra de Esparta contra Atenas estalla en el 431 a.C., duró veintisiete años, y fue combatida con una consigna de parte de Esparta: ‘restituir la libertad a los griegos oprimidos por los atenienses’, esto es, a aquélla parte del mundo griego que estaba bajo el imperio de Atenas.» (Canfora, pág. 130, el énfasis le pertenece).

Patología del síndrome de Stalingrado (o quizá también, por qué no, del síndrome de Salamina): una gran potencia obtiene, pagando un alto precio, un resultado que va en la dirección de la libertad de otros pueblos; los países en cuestión gravitan alrededor de esa gran potencia que les ha ayudado a liberarse. La alianza que nace degenera en una relación asimétrica, desigual, en una relación de hecho imperialista, de opresión. «Esta es la dinámica que, por cuanto a Atenas, es bien conocida, y que para la historia nuestra europea del siglo XX está llena de eventos dramáticos, uno de los cuales es el de 1956, que se ofrece sin duda como el año más significativo e importante.» (Canfora, pág. 131).

Batalla de Salamina, 480 a. C. Pintura de Wilhelm von Kaulbach, 1805-1874
Batalla de Salamina, 480 a. C.
Pintura de Wilhelm von Kaulbach, 1805-1874

 

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