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El Catoblepas, número 114, agosto 2011
  El Catoblepasnúmero 114 • agosto 2011 • página 1
cine

El árbol, de Julie Bertuccelli, y la religión

Rufino Salguero Rodríguez

Se realiza una interpretación de la película El árbol (2010)
como cine religioso, desde la teoría del materialismo filosófico

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

1. Introducción

Hay una característica de la película El árbol que puede provocar una cierta perplejidad en aquel que la haya visionado y que le aparecerá relevante en el momento en el que se disponga a describir el argumento que, en esquema, es el siguiente:

«Después de la inesperada muerte de su marido (Aden Young), Dawn (Charlotte Gainsbourg) debe hacer frente al dolor y cuidar de sus cuatro hijos. Simone (Morgana Davis), la única niña, tiene ocho años y es la que parece echar más en falta a su padre. Simone comparte un secreto con su madre: su padre le susurra cosas a través de las hojas del magnífico árbol que se alza cerca de la casa familiar. Convencida de que su padre ha vuelto para cuidar de la familia, Simone pasa cada vez más tiempo encaramada al árbol, hablando con su padre. Dawn también empieza a sentirse cautivada por la imponente presencia del árbol. Pero cuando Dawn empieza a intimar con George, su nuevo jefe, el vínculo entre madre e hija amenaza con romperse. Incluso parece que el árbol esté de acuerdo con Simone cuando las ramas empiezan a infiltrarse en la casa y las raíces dañan los cimientos. La niña protesta, convencida de que van a cortar su árbol, instalándose entre las ramas más altas.» (Zinema 2011)

La característica a la que me refiero consiste en que, una vez narrado el argumento, es muy probable que se vincule a un «dramón» o una tragedia, que más bien valdría evitar visionar si uno no se encuentra en un uno de sus mejores momentos. Ante esta interpretación, quienes hemos visto la película nos vemos en la necesidad de explicar, explicarnos, cómo una historia de muerte y duelo transmite serenidad y una cierta alegría.

La solución a la (aparente) paradoja la encuentra en el que esto escribe en la perspectiva estoica, tan difícil de encontrar en nuestra cultura actual, desde la que está realizada la narración. En primer lugar, por cómo se plantea el problema del dolor, el dilema de dejarse arrastrar por él o, por el contrario, ocultarlo y olvidarlo, y de cómo el dilema se resuelve a la manera de Séneca. El criterio de elección de la actriz protagonista confirma ese contraste que se quiere conseguir entre la violencia de las pasiones y la tranquilidad estoica:

«el film ofrece un carrusel de emociones, algunas muy violentas, y la delicadeza de Charlotte, su elegancia y dulzura, eran el ingrediente ideal para equilibrar el conjunto». (Yañez Murillo)

Y, en segundo lugar, porque no solamente es la moral estoica la que aquí se refleja sino también su Física (que es la que da sentido o fundamento a esa moral), pues la Naturaleza aparecerá como una estructura que envuelve a los seres humanos y como muy superior a ellos. Frente al característico antropocentrismo cristiano, que luego asumirá y potenciará la modernidad, el puesto del hombre en el estoicismo se sitúa en un lugar intermedio entre los vegetales, los animales, un número indefinido de demonios y la divinidad, que está por encima de todos ellos, y que tiende a identificarse con la Naturaleza:

«la historia trata de la naturaleza, y la naturaleza siempre es mayor que los seres humanos, sobre todo en el continente australiano.» (Zinema 2011)

Una segunda interpretación que alguien, equivocadamente, podría realizar del argumento, a raíz de la relación entre el árbol y la niña, es la de que el drama será superado o negado a través de las convenciones del género fantástico, donde el árbol, efectivamente, pasaría a ser la personificación del padre o su espíritu encarnado (lo que desde la perspectiva de la psicología nos llevaría al animismo o, desde la filosofía, al idealismo). Sin embargo Bertuccelli explica que encontrar el árbol adecuado era crucial y muchos le recomendaron construir un árbol artificial, pero: «Yo quería hacer algo orgánico, vivo, con trasfondo casi documental, argumenta. ¡No quería que pareciese una película de Tim Burton! (risas).» (Yañez Murillo) Lejos del género fantástico, lo que la película mantiene es, pues, un estilo realista, incluso costumbrista. Hablando del libro en el que se inspira la película añade la directora:

«El libro está escrito desde el punto de vista de la niña, pero preferí escribir el guión desde el punto de vista de la madre. Quería hacer una película para adultos, con ternura y humor. La historia flirtea con la posibilidad de un mundo sobrenatural, y al mismo tiempo está profundamente anclada en el realismo y la simplicidad" (Zinema 2011)

Pero a nosotros, y aquí está nuestra segunda clave de lectura, esta mezcla de elementos «sobrenaturales» y «realistas» nos lleva a interpretar la película desde la filosofía materialista de la religión o, en todo caso, en conexión con los aspectos señalados anteriormente, desde el esquema angular de la religión ejercitado por el estoicismo. Pues la relación entre la niña (pero también la de su madre y, en cierto modo, pero con mayor prudencia, la de su hermano inmediatamente mayor) y el árbol se podría encuadrar dentro de la religión primaria: aquella que se establece entre los seres humanos y los númenes animales. Se dirá que estamos ante un árbol y no ante un animal, pero es aquí donde está la clave crítica fundamental de la filosofía materialista de la religión, y que Gustavo Bueno subraya en su obra (Bueno 1996): las relaciones religiosas que se mantengan con sujetos personales no animales (ya sean humanos o vegetales) serán puramente fenoménicas, aparentes, y habrá que reinterpretarlas como relaciones con animales. Cuando, más adelante, analicemos este punto con más detalle, veremos que la propia película, curiosamente, contiene esta misma perspectiva en boca de un personaje secundario.

Pero, además del árbol, y esto es lo que salva a la película de una interpretación meramente naturalista de la religión, aparecen otros seres vivos, ahora sí, animales: las ranas que invaden las cañerías de la casa; el murciélago, muy especialmente significativo, que se cuela en la cocina, y ante el que la protagonista reacciona con verdadero terror, y, finalmente, la medusa, ante la que Simone queda fascinada para, a continuación, huir despavorida.

Lo expuesto hasta aquí es lo que nos lleva a catalogar la película El árbol como película religiosa, pero no en el sentido «sobrenatural» del que habla la propia directora sino, más bien al contrario, en el sentido más verdadero de religión natural que lleva a la religión primaria:

«Porque la religión primaria no será, según este concepto, algo así como una «concepción del mundo», como una «preocupación por lo trascendente» o por el «más allá», sino la esencialización (simbólica, poética) de un conjunto de conductas, propias de los hombres en formación, respecto de los animales de su entorno; (…)» (Bueno 1996:257)

Comencemos por analizar, en primer lugar, esta nuestra segunda clave interpretativa y dejemos para un segundo artículo la profundización de cómo el estoicismo se refleja en la película.

2. ¿El árbol, película animista?

En una primera lectura, aparente, se podría interpretar la película desde una perspectiva animista, como hace Mikel Insausti:

«A través de esa forma elemental de animismo infantil, que como la religión del mismo nombre otorga a los elementos de la naturaleza una dimensión de divinidad, la madre no tardará en contagiarse de lo que viene a ser una espiritualidad incipiente.» (Insausti 2011)

No faltan, desde luego, elementos que justifiquen esta perspectiva, pues la relación de la niña con el árbol se produce , en principio, por la creencia de ésta en que el espíritu de su padre están en el árbol o se ha «encarnado» en él. Pero esto nos lleva, además, al espiritismo , muy relacionado, en todo caso, con el animismo, no sólo porque todo el mundo de los espíritus puros pueda considerarse como una evolución, por estilización, de un animismo primitivo, sino, sobre todo, porque el animismo puede considerarse como sustancialmente idéntico a lo que llamamos actualmente espiritismo. (Bueno 1996:360)

Ahora bien, la propia creencia de la niña es explícitamente expuesta por la directora como subjetiva, psicológica:

«Es una película que he rodado muy cercana a mi experiencia de cuando tenía ocho años. La imaginación es el elemento crucial en esa época y lo que vemos es a una niña que tiene que hacer algo con su tristeza. Utiliza su creatividad para hacerse más fuerte a sí misma y aceptar que a veces en la vida tienes que dejar las cosas marcharse para seguir viviéndola». Y añade: «La naturaleza es un espejo en el que se reflejan los sentimientos de los personajes». (Sardá 2011)

Esta interpretación salva, desde luego, a la película de la irracionalidad. Pero, teniendo en cuenta que no hay que confundir, como sucede habitualmente, la teoría considerada verdadera de una realidad y la realidad misma, cabría cuestionarse si , a pesar de que no aparezca el animismo como realidad en la película, sí se plantearía una teoría (concepción) animista sobre las religiones tomando a la niña (y eventualmente a su madre) como arquetipos para representarla plásticamente.

La teoría animista sobre el origen o núcleo de la religión ha sido defendida, entre otros, por Gonzalo Puente Ojea, que niega la tesis fundamental de la filosofía materialista al reivindicar ésta que la verdad de las religiones (y por lo tanto su núcleo) reside en los númenes animales. Una de las razones fundamentales que lleva a Puente Ojea a rechazar esta tesis es la de que atribuir «voluntad» o inteligencia a los animales es sólo una «proyección de carácter animista en virtud de la cual el ser humano proyecta o atribuye sus propios esquemas conscientes de finalidad a la conducta animal.» (Gonzalo Puente Ojea, Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión; citado en Bueno 1996:410)

¿Sería este el punto de vista de la película? Creemos que no, sino que se acercaría, más bien, a una representación o cierta ejercitación de la filosofía materialista de la religión, que, recordemos, critica a las teorías animistas que pretenden explicar la religión , entre otras razones, por no ser consideradas una verdadera filosofía de la religión: En primer lugar, porque la relación con los espíritus no serían religiosas, sino propiamente inter-humanas (y es verdad que , en algunos de sus tramos, la película se podría reducir a esto ) y, en segundo lugar, porque, al referirse a espíritus que no existen, las teorías no son filosóficas sino psicológicas y, por lo tanto, intencionalmente científicas cuando se reducen a la psicología y, cuando quieren dar un sentido ontológico (filosófico) a esos mecanismos psicológicos, teorías idealistas.

Pero la película, se alejaría, no sólo de las creencias y prácticas animistas y espiritistas, sino, también, de las teorías que intentan situarlas como origen de los fenómenos religiosos, pues se subraya la relación no tanto con el padre, sino con el árbol, es decir, poniendo el énfasis no en las relaciones circulares, sino en las angulares, reflejando que:

«[…] las relaciones circulares (inter-humanas), sobre todo, las imaginarias (a saber: aquellas que los hombres creen mantener con los espíritus de otros hombres […] que merodean por sus contornos, especialmente con los espíritus de los muertos, manes y penates), han de entretejerse, según modos inextricables, con las relaciones angulares (con frecuencia las almas de los congéneres se transforman por metempsícosis en animales) […].» (Bueno 1996:359)

Pero, sobre todo, lo que aleja a la película de una interpretación animista (y espiritualista) es, no sólo el énfasis en las relaciones angulares, sino el hecho de que el árbol llegue a ser una amenaza corpórea, real, a la casa y a la familia que habita en ella, y esto supondría que la narración no se limita a una mera interpretación psicologista de esas relaciones (aunque las incluya). Creemos, pues, que se mantiene dentro de los límites de la concepción antropológica materialista, a pesar de que aparezca una cierta ambigüedad, pero porque en los propios cultos resulta muy difícil o incluso imposible disociar claramente el componente espiritista y el componente religioso, y:

«Sin embargo, la diferenciación «de principio» se mantiene , al menos en la medida en la que reconozcamos la diferencia entre la naturaleza real y efectiva (de religación positiva) de las relaciones angulares primarias y la naturaleza imaginaria e intencional de las relaciones espiritistas (que no son relaciones de religación efectiva sino intencional, y a lo sumo tienen un contenido de religación social). Mientras que los animales son seres reales, los espíritus de los antepasados no existen. Y la numinosidad emic «circular» de muchos espíritus humanos (vivos o difuntos) puede siempre considerarse como luz reflejada de de la «numinosidad angular»: y es lógica que esa numinosidad «espiritista» se ejercite en confluencia con numinosidades «angulares».» (Bueno 1996:362)

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

3. El árbol como numen

Al señalar que el árbol es el personaje central de la película, la directora cuenta:

«Siempre habíamos pensado en una higuera de la bahía Moreton. El libro transcurre a las afueras de Brisbane (Australia), y nos pareció un buen sitio para empezar. Pero hay cientos de higueras por allí. Debíamos encontrar la higuera perfecta, lo que representaba un reto importante. No podía estar rodeada de otros árboles, debía tener espacio libre a su alrededor para poder construir la casa. La conexión entre el árbol y la casa es crucial. También debía ser grande: la historia trata de la naturaleza, y la naturaleza siempre es mayor que los seres humanos, sobre todo en el continente australiano. Pero además, no solo quería un árbol grande, sino un árbol expresivo, que comunicara misterio, miedo y belleza. La solución más simple habría sido construir un árbol falso que encajara con lo que quería, pero desde el principio me empeñé en que estuviera vivo, que fuera natural, orgánico y real. Insistí en ello. El árbol que escogimos es asombroso porque reúne todas estas cualidades, y también porque es muy atractivo. Es un árbol al que un niño puede trepar y al que querría trepar. A veces había hasta 20 personas encaramadas al árbol, pero era perfectamente seguro. Al subir la colina, aparecía el árbol y detrás del árbol, un paisaje asombroso.» (Zinema 2011)

Por si esto no fuera suficiente para ponernos en la pista de la numinosidad, ya intencional, de la película, añade Bertuccelli en otra entrevista, al hablar de nuevo de la importancia de encontrar el árbol adecuado:

«Pasamos dos años buscando, reconoce: Debía ser grande, dar miedo en algunos momentos y mostrarse protector en otros.(…) Lo que sí se construyó fue la casa próxima al árbol donde transcurre parte de la acción, pero respetando la integridad del árbol, apunta Bertuccelli. Durante el rodaje, fue nuestro Dios». (Yañez Murillo)

¿Qué mejor justificación se puede encontrar para nuestra interpretación religiosa de la película, que esta declaración explícita de la directora de que el árbol debía «dar miedo en algunos momentos y mostrarse protector en otros»? No sabemos si la realizadora era, al plantearse esto, consciente de que estaba señalando las características esenciales del numen pero, para nuestro análisis, es irrelevante, y, en todo caso, refuerza que la numinosidad aparece no sólo objetivamente en la película, sino que está claramente inserta en los planes de la autora (también guionista de la obra) al realizarla.

Bien es cierto que la directora confunde, como por otro lado se hace habitualmente, a los númenes y a los dioses pues, aunque los dioses siempre son númenes, no siempre los númenes son dioses. En las mismas religiones terciarias (monoteístas) Dios es un numen, pero existen otros númenes no divinos (como, por ejemplo, el Diablo). Por cierto, que la referencia a las religiones terciarias (más en concreto, del cristianismo), aparece en el título de la obra literaria de Judy Pascoe en la que se basa la película Our Father who art in the tree (Padre nuestro que estás en el árbol) ilustrando de manera perfecta la siguiente hipótesis:

«(…)la misma «alma del mundo» que parece ser el contenido central de ese Dios de la «fe religiosa superior» que los fenomenólogos describen de vez en cuando (…), aunque pueda interpretarse como una transformación estilizada de un «espíritu antrópico» (un padre o un Gran Hermano que me acompaña) sin embargo tampoco puede negarse a priori que no contenga determinaciones importantes procedentes de ciertos animales numinosos. «

Se dirá que el árbol no es una animal, pero, más evidentemente, no es un humano, sino que dentro del espacio antropológico del materialismo habría que incluirlo, en principio, en el eje radial, aunque no necesariamente habría que incluirlo aquí desde el punto de vista fenoménico (o, si se quiere emic). Pero de esto hablaremos en detalle más adelante.

Recordemos las características del numen tal y como Gustavo Bueno las recoge al hablar de ellas como núcleo de las religiones:

«El numen es un «centro de voluntad y de inteligencia» capaz de mantener unas relaciones con los hombres de índole que podríamos llamar «lingüística»(en sus revelaciones o manifestaciones) del mismo modo que el hombre puede mantenerlas con él (por ejemplo en la oración). Las relaciones religiosas del hombre y el numen son, ante todo, relaciones eminentemente prácticas, «políticas», en el sentido más amplio. Cubren todo el espectro de las conductas interpersonales y no son sólo relaciones de amor o de respeto. También son relaciones de recelo, de temor, de odio o de desprecio. (…) Estamos acostumbrados a las relaciones con dioses perfectos y superiores a los hombres, bienhechores; pero los númenes pueden ser también imperfectos, malhechores, genios malignos, «demonios». Están, sin embargo, ahí presentes y no es cosa tanto de teorizar teológicamente sobre ellos, cuanto de tratarlos «conductualmente» –de engañarlos, de ocultarnos de su mirada, de adularlos, eventualmente de adorarlos, sobrecogidos por su presencia misteriosa». (Bueno 1996:153)

Todas estas características de lo numinoso son las que aparecen, efectivamente, revistiendo las relaciones entre algunos de los personajes de la película, fundamentalmente la madre y la niña, y el árbol que le da título.

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

La relación de Simone y el árbol comenzará después del momento de la visita de la familia a la tumba del padre repentinamente muerto. No habían pagado el seguro y la tumba es pobre, triste y descuidada: «La tumba de papá es patética», dirá la niña. Poco después, quizás por la asociación del lugar donde fallece su padre (la camioneta que conduce, en el momento en que le da el infarto, y en la que llevaba de regreso al hogar a su hija, se para justo al topar con el árbol), pero también por el carácter protector que ofrecen sus ramas, Simone trepa a ellas, oye el sonido del viento entre las mismas, los «quejidos» de la madera, y recuesta su rostro y su oído en una de ellas. Es entonces cuando cree escuchar la voz de su padre.

Simone obligará a su madre a acompañarla al árbol en mitad de la noche después de decirle que sabe «dónde está papá». La madre la sigue a regañadientes y trepa también al árbol hasta que es sorprendida por la vecina. Es aquí donde aparece un cierto sentido del humor en la película que posibilita una distancia en la mirada (y, por lo tanto, desde la misma narración, pues, como se ha dicho, desde este personaje es desde se cuenta toda la historia), ya que Dawn (la madre) se ríe de la puerilidad con la que aparece a los ojos de la vecina, por quien es sorprendida, y ante la que tiene que inventar una excusa. Esto es lo que hace que la película esté contada no desde el infantilismo o una mítica o irracional ignorancia, sino desde un cierto punto de vista racional y adulto (que volverá a aparecer, como veremos, en otras escenas). Dawn desde entonces, mantendrá esa ambigüedad en la relación con el árbol: por una lado irá creciendo en ella la creencia, inoculada por su hija, de que el árbol tiene una personalidad, una voluntad que, en cierto modo, son las de su marido; pero, por otro lado, jamás lo explicita y mantiene, como decimos, una distancia irónica sobre sus propias sensaciones. La misma actriz que encarna al personaje, reconoce este doble aspecto: El personaje de Dawn me interesó por su lado infantil y despreocupado, reconoce Gainsbourg. Es una persona imperfecta y eso la hace auténtica. (Yañez Murillo)

Simone, en todo caso, es la instigadora y canalizadora de esa peculiar relación con el árbol. Es una chica inteligente, voluntariosa (ya veremos hasta qué punto) y muy imaginativa. Convertirá al árbol en el objeto de sus confidencias: que se le dan mal las matemáticas, que no le gusta el colegio, le pedirá consejo para realizar sus deberes… e imagina cómo le responde su padre. Lo que prima en esta relación es la afectividad, la seguridad y la protección que el árbol brinda en la niña, como sustituto del padre y continuación de él, en un momento en que la madre se desliza hacia una depresión y una cierta dejación respecto a los hijos.

¿De qué forma interpretar que un árbol, un vegetal, aparezca como un centro de voluntad, inteligencia, deseo, personalidad en suma? Una vez enumerados los tres ejes del espacio antropológico en el que se sitúa el material antropológico, es decir, aquellos ejes que explican las relaciones de los hombres con seres que no son humanos: circular (con otros humanos), radial (con cosas), angular (con seres no humanos pero que no se pueden considerar cosas, fundamentalmente los animales) y situada la religión en el eje angular, Gustavo Bueno se plantea:

«no cabría eliminar arbitrariamente cualquier de estos ejes; pero tampoco cabría agregar un cuarto o un quinto, sin que la organización global del material antropológico quedase profundamente alterada. No será posible, según esto, decir: «Puesto que hemos asignado al eje angular las relaciones del hombre con los animales, ¿qué inconveniente se seguiría de introducir, cuando conviniera (por motivos de sistematización de una material fenomenológico abundante) un cuarto eje, en el que figurasen las relaciones de los hombres con las plantas?» Porque la pregunta sólo podría tener respuesta afirmativa si, efectivamente, las relaciones del hombre con los vegetales fuesen irreducibles a las relaciones que se contienen en los otros ejes. […] Sin duda, los hombres han desarrollado ante los vegetales conductas de índole lingüística: con frecuencia «hablan» con ellos, «escuchan» los mensajes de las flores, incluso, a veces, aman a las plantas tan afectuosamente como puedan amar a los animales. […] Pero la cuestión no la queremos plantear en el terreno fenomenológico-psicológico, en el cual, efectivamente, encontramos abundante material constituido por conductas ante árboles o plantas que son muy similares a las conductas ante animales.» (Bueno 1996:206-207)

Después de recoger algunos ejemplos de esas relaciones entre hombres y árboles, semejantes a la que se dan entre hombres y animales, Bueno concluye:

«La cuestión la planteamos en el terreno ontológico: ¿son efectivamente reales las relaciones lingüísticas entre los hombres y los vegetales? Es decir, por ejemplo: ¿existe una reciprocidad real efectiva –no decimos simetría– entre el árbol y Jerjes (que se había enamorado perdidamente de un plátano que había visto en Lidia), similar entre el delfín y el niño de que nos habla Aulo Gelio? Esta es una decisión que tenemos que tomar: si las plantas deben reducirse (desde el punto de vista de nuestro espacio antropológico) al eje radial, a la categoría de cosas –y ello, sin perjuicio de reconocerles un nivel de organización esencialmente distinto del nivel de los cristales, por ejemplo–, o bien si hay que reducirlo al eje angular o, en todo caso, crear un eje nuevo. Y esta decisión depende de la tesis que se esté dispuesto a sostener sobre la objetividad «ética» (no meramente «émica») de las relaciones, con independencia de las interpretaciones subjetivas.» (Bueno 1996:207)

Lejos del eclecticismo que todo lo confunde (como hace la concepción naturalista al concebir que la numinosidad sería una característica de toda la Naturaleza, sin hacer distingos o clasificaciones) la filosofía materialista de la religión interpretaría críticamente las relaciones emic con las plantas como relaciones etic con animales, pues lo que la teoría naturalista olvida es la personificación de esa Naturaleza y, sobre todo, cómo la adoración al Sol, a las tormentas o la plantas se realizan sub specie animalitatis.

¿Cuál es la perspectiva de la película en este sentido?, es decir, ¿cómo interpreta la narración las relaciones entre los humanos y el árbol? Como señalábamos arriba se narrará con una cierta ambigüedad, desde los personajes de Dawn y, muy especialmente de Simone, con vistas a comprender su necesidad de ver en el árbol una personificación de su padre. Pero, pensamos, no se alejan del espacio antropológico materialista, en tanto que ambos personajes tendrán sus respectivas contrafiguras críticas: en el caso de Simone, su amiga, y, en el caso de Dawn su jefe y esporádico amante.

4. Simone y el alma estoica

Hay varias escenas en las que aparecen diversos juegos entre Simone y su amiga, después de jugar a uno de sus favoritos, hasta ese momento, que consiste en imaginar que será de sus vidas, se produce el siguiente diálogo:

—Amiga: Vamos a jugar a otra cosa.
—Simone: ¿Nos contamos secretos?
—Amiga: Vale.
—Simone: El espíritu de mi padre está en el árbol. Subo todos los días y le escucho hablar. Me encanta.
—Amiga: Creía que las personas se reencarnaban en animales, no en plantas. Mi secreto es de verdad, tú te acabas de inventar el tuyo. ¿A que sí?
—Simone: No. Te lo juro.
—Amiga: ¡Ah!, ¿sí? ¿Crees en los cuentos de hadas? ¿Qué tamaño tiene un alma? ¿A qué no lo sabes?
—Simone: Sí que lo sé

Al pronunciar las últimas palabras, Simone echa a correr, para evitar cualquier otra respuesta de la amiga. En este diálogo, la imaginación consoladora de Simone queda en entredicho por la racionalidad de la amiga, que admite la posibilidad de una cierta semejanza entre animales y humanos al aceptar como verosímil la creencia en la reencarnación de las personas en los animales (es decir, de una cierta forma personal en los animales) pero de ninguna manera en las plantas. En el trasfondo de este diálogo se plantea la problemática que, entre otras filosofías, será esencial en la filosofía estoica, sobre la relación entre el alma y los seres vivos. Efectivamente, en el estoicismo antiguo, aunque la naturaleza (physis) es plenamente racional, no rige de la misma forma a todos los seres: el lógos únicamente está presente como razón en los hombres maduros, como "alma" (psiché) en los seres irracionales y sólo como principio rector en las plantas.

La amiga de Simone plantea explícitamente esa problemática estoica, que impregna toda la película, de una Naturaleza que está por encima del ser humano y de una interpretación de la religión desde, exclusivamente, el eje angular, en tanto que las semillas animales son eternas. Parecería que la pregunta «¿qué tamaño tiene una alma?» apuntaría a un cierto panteísmo que también sobrevuela la película, en cuanto que el alma abarca a toda la Naturaleza pero no tanto como espíritu, sino como principio viviente. Y esto quedaría corroborado por el final de la obra, en la que una huracán arrasa con la casa y el árbol, y los niños plantan una de las ramas para que, de nuevo, rebrote su vida.

5. El árbol como numen castigador

También Dawn recibe el contrapunto de su creencia en la personalidad del árbol (aunque es verdad, insistimos, que nunca explicitada y vista con humor y recelo por la propia protagonista) en su jefe (y amante). El árbol, hasta ahora de apariencia protectora para Simone, se torna en amenaza cuando su madre vuelve de la ciudad, después de haberse divertido con su jefe. Dawn llega muy tarde a casa y Simone le increpa por ello y le interroga acerca de con quién ha estado. Al irse acostar, Dawn corre las cortinas de la habitación, pues siente como si el árbol observara su desnudez, pero al hacerlo se ríe (mostrando, de nuevo, ese distanciamiento de su propia creencia, considerándola estúpida o pueril). Pero queda mostrada en esta escena cómo Dawn trata al árbol como un numen del que, en este caso, ha de ocultarse.

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

Pero al levantarse e ir al cuarto donde duermen Simone y su hermano pequeño al oír llorar a éste, se escucha un gran estruendo y comprueban que una enorme rama del árbol ha caído rompiendo la ventana y parte de la habitación, llegando hasta la cama de Dawn. Simone le pregunta a la atónita madre, qué es lo que ha hecho, dando a entender que el árbol está castigando o vengándose de Dawn por su infidelidad. Esa noche, Dawn dormirá «arropada» y «acariciada» por las ramas y hojas del árbol.

Al día siguiente, cuando su jefe les visita para ver qué ha ocurrido, se extraña de que haya dormido toda la noche con «eso» en la cama:

Jefe: Podría haberte matado.
Dawn: No creo que pretenda hacerme daño.
Jefe: Sólo es un árbol, Dawn.
Dawn: Ya lo sé. Lo sé, tengo que hacer algo al respecto, pero no sé por dónde empezar.
Jefe: ¿Estás de broma?

Desde luego que en ese «tengo que hacer algo al respecto, pero no sé por dónde empezar» hay una ambigüedad dado que, por un lado, se refiere a la obviedad del problema del crecimiento desbordante del árbol que amenaza con destruir la casa (de ahí la perplejidad del jefe por la incapacidad que expresa Dawn para solucionarlo) y, por otro lado, puede referirse al drama del desarraigo de toda la familia ante la muerte del padre y la necesidad de recomenzar y seguir adelante, dada la vinculación, eje central de la narración de la película, de este conflicto con la relación que el árbol mantiene con la casa y sus moradores.

En ningún caso se hará una interpretación realista (ontológica) de la relación del espíritu del padre con Simone y, ni mucho menos con Dawn, sino más bien psicológica, aunque no puramente alucinatoria, sino con fundamento en la realidad, como decíamos, corpórea del árbol. Y esto lo confirma la propia autora al contestar a la pregunta acerca de qué le atrajo de esta historia:

«Dos cosas: cómo se trata a la muerte y cómo la tristeza empuja a los personajes hacia otro lugar, a buscar consuelo en su imaginación. Simone, la niña, rehúsa sentirse triste e intenta encontrar otro modo de aceptar la muerte de su padre. En cierta forma, es lo mismo que mi película anterior, con la diferencia de que entonces era mentira, se trataba de esconder la muerte. "El árbol" es el poder imparable de la vida imponiéndose a la tristeza. La voz del padre no se oye nunca; no es más que un susurro, una mezcla de rumor de hojas, ruidos de animales y viento, algo similar a un murmullo inaudible que hace dudar, pero que nunca llega a ser irreal. Las raíces del árbol parecen crecer muy deprisa, pero es realista debido a la sequía en la zona. Al igual que en la vida, existe un equilibrio entre la poesía y la sensibilidad, la duda y el misterio, la imaginación y la realidad, la emoción y el humor, la ligereza y la tristeza.» (Noticine 2011)

En definitiva, se podría decir que, aunque la película juega con el animismo y el naturalismo (que interpreta, como hemos ya señalado, que el núcleo de la religión se encontraría en la relación del hombre con la Naturaleza en general y no con partes específicas de ella) la película ejercita más bien una interpretación cercana a la Física estoica (reflejada muy especialmente en el diálogo entre Simone y su amiga, más arriba transcrito) y, en correspondencia con ello, uno de los tres grandes esquemas antropológicos unidimensionales para entender la religión, el que interpreta el material antropológico (y, en concreto, el que tiene que ver con la religión), desde el esquema angular..

Desde la filosofía materialista de la religión, el núcleo de las religiones habrá que buscarlas, también, como ya hemos señalado, en el eje angular, pero en su relación en con el circular (los propios hombres), es decir, las relaciones religiosas serán específicamente humanas. Y es aquí donde es relevante un personaje secundario, pues es él el que explicita de forma inesperada cómo el árbol está siendo visto, en realidad, como un animal. Efectivamente, en la discusión entre Dawn y la vecina ésta exclamará: «¡No es un árbol, es un pulpo!» Es cierto que esta expresión puede tener sentido «no sólo porque sus raíces se enredan como tentáculos en las cañerías de este personaje, sino porque a su vez, su presencia y cada una de sus ramas se enmarañan en la vida de Dawn y sus cuatro hijos.» (Mr JotaBeDice 2011) Pero esta expresión puede dejar de ser una mera anécdota en el momento en que la interpretemos desde la crítica de la filosofía materialista de la religión, en la que no se trata de hacer un mero listado fenoménico de aquellos contenidos que aparecen en las relaciones religiosas, sino una criba. Desde el momento en que situamos, por razones profundas, la religión en el eje angular, cuando aparezcan contenidos no animales como, en este caso, plantas, habrá que reinterpretarlos como animales.

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

6. Los númenes animales

Lo que nos permite abundar en la anterior lectura, es el hecho de que la numinosidad, en la película, no sólo es característica del el árbol, sino también, ahora sí de forma directa, de ciertos animales en los que lo numinoso irá presentándose en su forma amenazadora. En primer lugar, en las ranas que asoman por la letrina y llenan las cañerías. Pero muy especialmente en el murciélago que irrumpe en la cocina y que provoca verdadero terror en Dawn, que grita y se esconde bajo la mesa, hasta que consigue expulsarlo y cerrar la ventana. Se trata de un «murciélago de la fruta» o «zorro volador» (flying foxes), típicos de Australia y que vive precisamente en los árboles, con lo que queda conectado a la numinosidad del árbol. Por cierto, señalemos la anécdota de que es precisamente una canción tituladada flying foxes la que suena en el bar donde flirtean Dawn y su jefe, en el momento de esa primera alegría que se concede, después de la muerte de su marido, y de momentánea despreocupación de sus hijos. Pero no sólo en Australia,

«este miedo ha favorecido las supersticiones en la cultura rural de los pueblos de España, y junto al sapo, se les ha clavado en las puertas o a los troncos de los árboles. Si un murciélago entra en una casa habitada es señal de mal augurio, o que avisa de la muerte de alguien de la casa, si alguno vuela cerca le advierte de que alguien trama algo malo contra esa persona, si se le clava en un madero con las alas extendidas en forma de cruz y se le da de fumar blasfema con voz humana, si vuelan en grupos numerosos y de noche se interpretaba como presagio de mal tiempo, &c. Hay algunos autores que sostienen la posibilidad de que muchas de estas supersticiones tengan un origen en la Santa Inquisición que relacionaba a los murciélagos con las prácticas de brujería, e incluso hay referencias documentales de alguna quema de brujas por usar a estos mamíferos voladores para la celebración de ritos satánicos». Y «en Baleares, a pesar de que está en el escudo de la ciudad de Palma de Mallorca, el murciélago o rata pinyada es un animal que ha sido mirado con antipatía. Dicen que fue maldito por Dios porque se burlaba de Jesucristo. Hay una leyenda que explica la aparición de este animal a raíz de un desafío entre Dios y el demonio para ver quien sabía hacer mejor las cosas tratando de hacer un pájaro. Dios hizo una golondrina y el demonio hizo un murciélago. De sus ruidos hay la locución o frase hecha "renegar como un murciélago" –renegar com una rata-pinyada–.» (Mitos y leyendas de los murciélagos)

Por nuestra parte, interpretaríamos que la Inquisición lo que hace es recoger ciertas creencias populares, ya que en las religiones terciarias reaparecerán características de las primarias y secundarias, para ser asimiladas o criticadas (el ataque a los démones griegos, por ejemplo), pero la numinosidad de la golondrina o del murciélago provendría, en origen, de la relación práctica, real, de los hombres con estos animales.

Señalemos, por último, en esta enumeración de las relaciones de los personajes humanos con los animales , una de las escenas más bellas plásticamente: el momento en que Simone se sumerge en el agua durante unas vacaciones navideñas, y queda fascinada por los movimientos lentos y majestuosos de una gran medusa, fascinación que se convierte en terror en el momento en que la medusa se acerca amenazadora a la niña, que huye despavorida.

A la vuelta de esas vacaciones, la familia encuentra que las raíces del árbol han crecido rápida y pavorosamente, llegando hasta la alberca que les abastece de agua y amenazando con destruir la casa. Es cuando el jefe de Dawn afirma que «todo tiene un límite», «¿el qué tiene un límite»?, le pregunta Simone, a la que contesta «el amor a la Naturaleza». Esta frase, como veremos cuando hablemos del tema de la muerte y el duelo, contiene el sentido literal que muestra, pero también hace referencia al amor por el padre muerto, que debe ser también limitado, para que la vida pueda continuar. Dawn dará su permiso para que el árbol amenazador sea talado, pero desistirá ante la obstinación de su hija, que se sube al árbol para defenderlo a costa de su propia vida. La familia, que conoce muy bien a Simone, se toma muy en serio esta decisión, y la madre optará, frente a su amante, que no entiende esta postura que interpreta como la dejación de la madre ante una hija malcriada, por respetar la voluntad de su hija de no acabar con la vida del árbol. Dawn, no sólo prohibirá la tala sino que expulsará a su amante del lugar y de su vida, diciéndole que no quiere volver a verle. Pero el sentido de esta decisión, aparentemente arbitraria, lo veremos en otro lugar.

Julie Bertuccelli, El árbol 2010

Simone seguirá en el árbol toda la noche, y su madre se dirigirá a la hija (¿o al árbol?), suplicándole que le hable, en actitud de oración y plegaria.

Finalmente,Simone descubrirá complacida, al amanecer, que su madre ha dormido durante toda la noche a los pies del árbol (que es visto, de nuevo, como numen protector)acurrucada como un bebé en la cuna formada por sus raíces.

Trabajos citados

Bueno, Gustavo (1996). El animal divino. Oviedo: Pentalfa Ediciones.

Insausti, M. (3 de Junio de 2011). "El árbol" simboliza las raíces que nos unen a la tierra en el tiempo. Gara , pág. Cultura.

Mitos y leyendas de los murciélagos. (s.f.). Obtenido de http://gentdetorrent.espacioblog.com/post/2007/10/25/mitos-y-leyendas-los-murciaolagos

Mr JotaBe Dice. (2011). Obtenido de http://mrjotabedice.blogspot.com/2011/06/el-arbol-de-julie-bertuccelli-no-es-un.html

Noticine. (Junio de 2011). Obtenido de http://www.noticine.com/internacional/38-internacional/15215-entrevista-con-julie-bertuccelli-directora-de-qel-arbolq-qla-historia-flirtea-con-la-posibilidad-de-un-mundo-sobrenaturalq.html

Sardá, J. (2011). El árbol del bien y del mal. El Cultural 3/6/2011.

Yáñez Murillo, M. (s.f.). Fotogramas. Obtenido de http://www.fotogramas.es/Peliculas/El-arbol/Bertuccelli-Es-un-carrusel-de-emociones

Zinema (2011). Obtenido de http://www.zinema.com/pelicula/2011/el-arbol.htm

 

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