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El Catoblepas, número 117, noviembre 2011
  El Catoblepasnúmero 117 • noviembre 2011 • página 9
Cine

¿Son las salas de cine cajas de Skinner?

Miguel Ángel Castro Merino

Filosofía y cine: perspectivas desde el Conductismo radical
y el Materialismo filosófico

¿Son las salas de cine cajas de Skinner?

A Eugenio Frutos que contribuyó con su presencia a estimular la germinación de un fruto tan bien nacido que ha visto la potencia filosófica de su propia impronta en una España que «fluctuat nec mergitur»

Recupero aquí el texto de una comunicación que se presentó en Salamanca, en el 42 Congreso de filósofos jóvenes (12-15 de abril de 2005), junto a la de otros compañeros, Carlos Madrid Casado («Cómo ser John Malkovich o las paradojas lógicas»), Rufino Salguero («Dogville o los sueños de la razón»), &c., y que, pese a las promesas, jamás vieron la luz prometida desde las instancias promotoras de tal singular encuentro, lo cual, por otra parte, tampoco tiene la menor importancia, una vez que establecimos contacto con españoles verdaderamente interesantes, que era lo crucial, contacto que a su vez llevaban de modo necesario a otros encuentros por los que se superaban inconvenientes nimios.

Cuerpo

Hablar del Cine en general es tan ambiguo como hablar de la Filosofía en general. Tanto más en una comunicación con un formato breve preestablecido. Por ello hemos optado por observar el Cine desde la perspectiva del Conductismo Radical cuyos acercamientos al Materialismo filosófico en España han sido atendidos, entre otros, de un modo brillante por Marino Pérez en «Contingencia y Drama» y «Tratamientos Psicológicos», Juan Bautista Fuentes con «La Psicología: ¿una anomalía para la teoría del cierre categorial?», «El segundo sistema de funciones como marco definitorio de la escala psicológica», «Conductismo radical y aprendizaje», &c.

Se sustenta en esta comunicación que lo que pasa por ser Obra de Arte, Séptimo Arte, Maravilla del celuloide, no es para tanto desde la mirada analítica conductual. Es la misma vida y la tecnología en curso la que hace que esa película «supere» en intensidad a la «vida», si es que lo hace.

Al fin y al cabo, es la misma «vida» la que envuelve lo que en ella se reproduce.

Estudiamos, para ser más exactos, cuáles son algunos de los éxitos del cine para «sobreponerse estéticamente por encima de la vida», si ello fuera materialmente posible. Son los siguientes:

1º. El primero es el del Contexto en que se proyecta: sala oscura, atención concentrada, búsqueda de soledad (aunque uno esté rodeado de otros sujetos aislados). La atención del individuo se focaliza ante lo que aparece en la pantalla. Una determinada secuencia fílmica hace que el sujeto no baje la guardia atencional como haría frente a un libro (cuya lectura requiere más atención y, sobre todo, mayor «voluntad»). Aquí aparecen las salas de cine como verdaderas cavernas platónicas «ad hoc», en el sentido de que debido a la disposición de la sala, de los asientos y de las contingencias todas, se opera una suerte de encasillamiento de los esclavos espectadores, y sólo eso. El mismo filme que sigue proyectándose de modo inercial y sin el concurso de nuestro comportamiento operante hace que, velis nolis, se atienda aunque sea de modo «pasivo». Con este primer apartado se pretende decir lo que ya todo el mundo sabe o pudiera saber a estas alturas: la «cultura» en pantalla, debido a su mayor facilidad de aprehensión, que no de comprensión, es masivamente consumida, lo cual no es de poca importancia para un moldeamiento y modelamiento de los espectadores. Ellos una vez fuera de la sala de proyección aumentan las posibilidades de ser los mejores embajadores de las cintas. Tendrán de qué hablar, qué comentar acerca del comportamiento de los actores, del director. A esto se le denomina conducta verbal que, por supuesto, es reforzada por la sociedad del ocio, «sin descanso».

Quien conoce el entramado de las dinámicas de grupo, el estudio del protocolo diplomático, en suma, de las diferentes estrategias de control desde la mera disposición del lugar ambiental, conoce de sobra que la colocación de la dependencia, de las sillas son lo suficientemente controladoras de la conducta del sujeto.

2º. Lo único que el propio sujeto operatorio tiene que hacer es estar en la batalla o en las escenas de amor y asesinatos, como si estuviera realiter allí. Se opera aquí una visualización de la película desde el «como sí» de Vaihinger o dicho en otros términos, una forma de hipnosis, de sugestión por las imágenes. El religioso nos hablaría de una suerte de «participación mística». Si estoy con las «estrellas» podré convertirme en su sacerdote. Ir al cine sería pertenecer, secretamente incluso, al Cuerpo Místico de la Belleza, de la Bondad, de la Justicia o de sus contrarios encarnados en el actor-actriz percibidos. Las películas presentan constantemente modelos de esos tres Summa Bona. Respectivamente por poner sólo un ejemplo de cada: Y Dios creó a la mujer, Ben-Hur y El zorro. De aquí los interesantes estudios de los aprendizajes vicarios de Albert Bandura y cuya relectura desde un Análisis funcional de la conducta es perfectamente legible en términos skinnerianos.

3º. Las propias emociones del sujeto que ante un mundo carente de refuerzos sociales participarían vicariamente de la compañía de los demás, (lo cual éticamente no lo interpretamos necesariamente como algo negativo).

4º. Además cuando el sujeto va al cine es porque, dice él mismo, puede ir o quiere ir, (como si gozara de una libertad ilimitada), cosa que en la vida real no ocurre; uno va al trabajo porque no le queda otro remedio, en principio, a la hora que le mandan y no a la que quiere.

5º. Los preparativos (campañas de publicidad, carteleras, entrevistas en periódicos, en televisión, actúan como poderosos estímulos discriminativos que, a su vez, son ampliados porque es de lo que la gente habla y ciertamente bien poco del divino Platón como haría Cervantes en su momento. Todo ello conlleva a una predisposición generalmente positiva. Son pocas las personas que se salen del cine si no les gusta. Es más una película no tiene por qué «gustar» para quedarse ahí. Además con lo que cuesta el cine cualquiera se sale. De ahí la Disonancia cognitiva que llama Festinger, para justificar las propias irracionalidades. En ocasiones una película es algo que nos relaja de los pensamientos negativos de nuestra vida y que no pide una atención concentrada como la lectura, más consciente: Un libro se lee o no, una película en una sala de cine se puede mirar o mirar. No son muchas las posibilidades que se permiten en la sala de proyección. Se debe a un acto elícito: la visión que no puede dejar de hacer su acto propio.

6º. La asociación de estímulos es conocida en el Conductismo Radical como sumación de estímulos, esto es, si asociamos a unas escenas visuales de temor la música de Bela Bartok se produce un aumento de la probabilidad de la respuesta favorable ante estos estímulos discriminativos. Así se habrá de reconocer que la conversión al cristianismo de Robert de Niro en La Misión no es la misma sin los acompañamientos musicales de ésta: antes, durante y después.

¿Por qué el cine asocia desde sus orígenes la música a las películas de Charlot o de Buster Keaton en, por ejemplo, El maquinista de la General sin cuya música, reconozcámoslo, la película no sería como se suele decir ni la mitad de buena.

¿Existe alguna película que no se valga de la música? No, la mayoría utiliza la música en asociación al momento para concitar la atención: Fargo, Reservoir Dogs, Pulp Fiction… ¿Habría sido Titanic tan exitosa sin la asociación musical? ¿De qué hablamos? ¿De cine o de una suma de los más variados estímulos? Admitamos que existen películas que recordamos más por la melodía que por ellas mismas.

7º. Es notable el uso de actores cumpliendo los más firmes principios, que no leyes, del condicionamiento clásico, entre ellos la sensibilización y la habituación. Los actores deben aparecer en determinados momentos en cada película para no producir saciación. ¡Qué distinto del trabajador que tiene que estar a todas horas en su desempeño laboral! Aquí el cine sigue la consigna de Gracián: lo bueno si breve dos veces bueno, pero en otros trabajos no cabe ser breve porque se pide estar ocho o más horas diarias, etcétera.

En este apartado no será irrelevante la ropa, los coches, las casas que muestran asociados los que representan un determinado personaje. Son más fuertes, más altos y más veloces que los mortales cotidianos. Las mujeres y los hombres que ruedan películas son representados por otros en las escenas difíciles, ¿no es esto un chantaje al espectador? No, responderán al unísono, los defensores del Arte cinematográfico. No van a saber hacerlo todo. En efecto, pero el cirujano no puede delegar en su «doble» o el aprendiz de peón de albañil no puede ser sustituido por el capataz. Debe hacerlo él y por ello le pagan… poco con respecto a los maravillosos actores.

Además en las escenas eróticas no son pocas las actrices sustituidas por otras dobles en sus piernas u otras partes del cuerpo, o los actores que por parecer más altos son vistos desde una perspectiva idónea.

8º. Y ya que estamos, con el nombre de actor se solapan realidades que se tienden a hacer ver como verdades de fe y en la formación profesional de un actor como si fuera un ser ungido por la gracia de la Cultura, siendo éste su representante encarnado y nos preguntamos si para actuar en cine hay que ser guapo/a o bello/a. Parece que es lo que más se busca. Pero está en contradicción con la espontaneidad vital. Es más, el buen actor debiera comportarse de tal modo que no sobresaliesen sus rasgos físicos porque lo que se ve es su conducta, no su rostro sólo. Pero, claro, todo tiene su lógica y se busca a la guapa o al guapo porque es un estímulo discriminativo más para vender la película. El lema sería el siguiente: «Marilyn Monroe tira más que dos tetas». Y «tira» más porque Marilyn Monroe aparece con todo su cuerpo y no, precisamente, como Teresita de Lisieux.

Mas encontramos muchas excepciones de películas representadas por personas de la calle donde se pone en evidencia que no debe ser tan difícil actuar. De hecho, es lo que estamos haciendo todos a todas horas. ¿Es más difícil ser bombero o médico en el lugar de trabajo que representar dichos papeles en una película? Creemos que no. Es más, llega uno a pensar que si lo que ocurre en una comisaría de policía o en un colegio, reales, fuera grabado por las cámaras y emitido directamente, podría asemejarse a lo que se pretende en esas series de urgencias, policías y demás series. ¿Alguno dirá que eso es arte?

Pero es que además si no tuvieran el glamour pequeño-burgués tan acentuado sería francamente una profesión más aceptable. Ello hace recordar «El viaje a ninguna parte» y a sus actores, ¿quién diría hoy que aquellos descamisados se hayan convertido en adalides de la prensa, de los sondeos de opinión que «saben» de política no sólo regional, local, sino también a escala planetaria?

Se admite, pues, que la supervivencia y la lucha de las especies pero escuchar de sus labios que el mundo es injusto es demasiado para una audiencia formada, si la hubiere. Se quiere decir que valga que cobren lo que cobran (¿qué remedio?) pero que, encima, hablen del mal reparto de la riqueza es el colmo.

Quede claro, si el conductismo parte de Darwin y de los diferentes refuerzos ni caben los salvados ni los redentores mesiánicos. Todos queremos lo mismo, pero el discurso que se adopta luego es tan sólo ideológico no filosófico. El problema es que se da a entender como Filosofía, como Verdadero Saber lo que no es más que mera opinión, magnificada por los medios y de la que se hace eco el pueblo en su acepción ilustrada. Conocer muchas cosas no es Saber filosófico. Admitir esto sería una prueba de honestidad que tanto ellos predican pero se conoce que han oído lo de intelectuales comprometidos del mayo francés y se dan por aludidos.

9º. Francamente hemos de reconocer que son buenos actores en cuanto que la picaresca que se ven llevados a aplicar a la magnificación de lo «oneroso» de su trabajo, a lo que les que cuesta encontrar un lugar en su Mundillo impide recordar que en este país las personas que han estudiado y los que no encuentran donde meter la cabeza pero la propaganda de los Media emite por sus ondas sólo a los actores del colectivo de Almodóvar y compañía. En fin…

10º. La mayor liberalidad moral que se presenta en las películas y que en la vida cotidiana en un Estado de Derecho es más que controvertida: ―relaciones homosexuales, ―relaciones amorosas (infidelidad en La insoportable levedad del ser, etcétera), ―fuga del mundo (Greystoke que incendia la imaginación con sus pretendidas soluciones rousseaunianas), ―poder volar (Superman) y salvar a la Humanidad entera y que luego en escenario real es más que complejo, &c. (Zapatero, Obama). Así se suprime la lucha dialéctica a favor del Bueno o del Malo. No es extraño que gusten tanto los héroes (Magno, Napoleón, etcétera) que los demás no somos ni seremos. (Tal vez ni aquellos lo fueron del modo en que los representan pero la historia no es siempre fidedigna y muchas veces es no menos ficción que las películas.

11º. El uso de la fantasía en un mundo imposible, la gente normal con una pistola deviene heroína ante la adversidad, cuando nosotros ni siquiera podemos defendernos ante una simple multa de la ORA, de Tráfico o ante una operación negligente del Instituto nacional de Salud frente a los que nos volvemos impotentes… lo que alimenta la ingenua esperanza en ocasiones.

12º. El que ve películas así piensa que los osos y las panteras pueden llegar a ser nuestros amigos como si fuera posible del Género Humano Animal, etcétera.

13º. Además el director ha condicionado previamente el experimentito audio-visual desde el refuerzo de actores, &c. Esto hace que el espectador inexperto confunda la realidad con la fantasía real. Entonces la solución sería que nos gustara más la película de la vida y disfrutáramos más de la vida interactiva en el trabajo, en la oficina y «a lo Berkeley» (disfrutar del momento si es posible)

14º. No digamos ya los coloquios y premios de todo tipo que hacen que los consumidores de cine vean a los actores, directores, productores, etcétera, como un vergel artístico auténtico pleno de gente con una capacidad increíble para el público en general.

Expliquemos esto y lo que significa desde una perspectiva conductista:

Con respecto a los coloquios, revistas, Fotogramas, Versión Original, Qué grande es el cine, por poner algunos ejemplos, los cinéfilos describen toda una contextualización de fotogramas, de comportamientos de actores y de tomas desde un punto de vista metafísico con términos como los siguientes: «Este X está espléndido, es el mejor en su género», «Es un fotograma inolvidable para la Historia del Séptimo Arte», &c. La repetición de secuencias , su «hablar» sobre las imágenes mismas hace de reforzamiento de unas tomas que, más o menos naturales, adoptan un carisma metafísico en el sentido que parecen representados por los mismísimos dioses del Empíreo, resucitados ahora por los cinéfilos tan conocedores de las exquisiteces de lo que debe ser bello y recordado para la posteridad. De hecho los mitos reciben el nombre de estrellas como si el firmamento mismo de Hollywood hiciera recelar al firmamento celestial. Estos mismos términos; mitos, estrellas, divos hacen que el pueblo acrítico vea a dichos actores como si fueran poseedores del actuar universal por antonomasia. Pierde el pueblo su propia connotación de ser actor, de ser agente y se la otorga ahora a esta legión de centauros, de pléyades estelares. No es ilógico en consecuencia explicar que los jóvenes quieran ser actores (por supuesto, no de teatro) sino actores como los que cobran cinco mil millones de dólares por película, cuyo acceso al mundo de la hedoné es supra-epicúreo, que además pueden optar a un poder mayor debido a la publicidad de su persona-personaje: Schwarzenegger, Reagan, &c. o, todo lo contrario, los que vayan contra los políticos como verdaderos opositores del poder disfrutando de él: Bosé, Ford, Sarandon, Almodóvar, Bardem y familia, estos es los rojos que cobran no pequeñas cantidades de dinero. El rojo Alberti con su poesía de color dejó 3000 millones, cifra no despreciable ni para los de la «Derechona umbraliana».

Si, por otra parte, asociamos los términos y bibliografía utilizados por dichos comentadores del verdadero arte actual: qué forma de unir cine con poesía, cine con literatura y cine con la vida. En ocasiones cuando el cine es comprometido uno asiste a lo que podría ser visto en cualquier documental de la 2 o en otra cadena, a saber: lo mal que está el mundo (pero parece que las películas Los lunes al sol, Mar adentro, Los filmes de Ken Loach, Te doy mis ojos, etcétera, son más «comprometidas»). Claro que lo malo es que se intenta llamar compromiso a lo que no es más que un negocio estupendo. No se ve que los espectadores acudan al cine para transformar el mundo de los hechos injustos de los hombres y mujeres. En todo caso se divierten, lo cual no es poco pero hasta donde sabemos no ha salido ningún grupo o partido de la mera visión del Acorazado Potemkin, de Germinal, de la Huelga o de Novecento… Las huelgas reales de astilleros, las injusticias del tráfico de blancas que no cesa, las manifestaciones de los gallegos ante «los hilos de petróleo» del Prestige. Ellos se arrogan la tesis IX que parafraseada sonaría así: «Hasta ahora los cineastas han grabado el mundo (han hecho arte, dirán algunos osados), es hora de transformarlo.»

Por lo que a este espectador concierne Los lunes al sol, está bien pero como pasatiempo, no como crítica, ¿crítica de qué?, ¿de que Bardem se embolse unos cuantos millones representando magistralmente, según algunos, a los parados de España? Sin embargo, es curioso que personas que ven actuar a rojos como Sacristán, Imanol, Juan Diego, y un largo etcétera, crean más en sus personajes y olviden la persona «ideologizada» que los representa. Más que curioso, penoso. Es más, les ponen como modelos del izquierdismo. Ven en ellos los verdaderos modelos de virtud y se desprecian a sí mismos y a los que con ellos conviven, aunque sea en las mismas empresas educativas. Es cuando menos sorprendente. Cést la vie

Uniendo conductismo y premios (refuerzos secundarios) no podemos dejar de comentar aspectos que resultan interesantes en sumo grado: no creemos que exista un colectivo que más se auto-administre premios y refuerzos, con toda la repercusión que tiene en los medios, galas los Oscars, leones de oro, los globos de oro, las academias de cine dispensando Goyas y osos de Berlín, todo ello hace que los espectadores se nutran en ese caldo basal que se fomenta desde la televisión, sus sacrificios, su buena actuación, lo que establece y fortalece la misma prensa predicando del sector cinematográfico.

Nada más lejos de criticar, rechazar o negar de plano toda la filmografía pero si ha servido para unir la fuerza probatoria del olvidado ambientalismo que Skinner et alii mantuvieron en su día nos damos parcialmente por satisfechos. En fin que el cine tendrá su belleza y nadie lo niega pero también la idea metafísica de la Belleza es digna del análisis conductual aunque sea para demolerla.

Algunas líneas de debate

Nadie defiende en este tratado que el cine sea un arte menor o que no sea arte. De hecho es un verdadero artificio. No pretendemos negar la importancia que pueda tener en España y en el mundo entero, además de en el «planeta americano», la industria cinematográfica. Ya de Mandeville expuso, entre otros, con una agudeza loable la necesidad del consumismo social para proveer a los seres humanos los medios para enriquecer el panal.

Se intentará hacer ver «Estrellas» donde no hay más que sujetos operantes movidos por las consecuencias que obtienen de sus conductas. Ocurre que en Filosofía debemos observar todos los recovecos posibles para sacar a la luz lo que parecía misterioso. Es muy curioso que el cine chino guste tan poco en Occidente. Es harto curioso que las películas de negros tengan tan pocos espectadores en las salas de cine europeas. ¿Por qué? ¿Debemos buscar en el cine Arte y no búsqueda de modelos aunque no sean más que imaginarios? ¿Por qué pensar en magnificar lo que nos parece lo más vulgar? ¿Debemos pasearnos con las películas de DVDs que dan con el periódico debajo del brazo los domingos para considerarnos de la raza selecta intérprete de Fellini, de Bertolucci, de Paolo Pasolini? ¿Por qué no hemos de admitir, los que somos ateos, que el cine no es más que diversión, Entertainment, de las sociedades del ocio preñadas de aburrimiento en la mayoría de los casos?

William James en su teoría de las emociones sugiere la razonable duda de si nos gustan las cosas porque las hacemos o las hacemos porque nos gustan. ¿No serán las conductas de las sociedades, en gran parte, aprendizaje? Y si fuera así ¿a qué viene tanta alharaca, sonido de trompetas cuyos dioses están muertos?

Muchos autores desde la filosofía plantean la conexión del cine con la vida y, francamente, sus análisis resultan interesantes y bellos de leer. Nos referimos, por ejemplo al texto de Cabrera, Cine: Cien años de Filosofía, al de Ocaña, La vida a través del cine y el precioso libro premiado por Espasa en 2003, Lo que Sócrates diría a Woody Allen.

¿No será que las películas las pueden ver muchos miles de personas y con ellas se puede comentar las escenas tomándolas como Referentes que, de otro modo sería imposible. Si la vida fuera visible y por ello inteligible, para los ciudadanos observaríamos, como ya de facto observamos en nuestros semejantes, cosas casi inauditas. El cine entonces actuaría y tendría una función evidente. Constituirse en el centro de atención de los sujetos que hablan de las acciones de otros y muchas veces, ¿lo admitiréis?, desde la mala fe apuntada por Sartre: Hablar de otros como que fueran distintos de uno mismo y de los demás y por ello separarnos de nuestros juicios acerca de sí, no tener capacidad de auto-análisis. Ver el odio en Macbeth, pero no en mí, ver los celos en Hamlet pero no en uno, ver la codicia en Orson Welles pero no en la propia vida de uno mismo, disentir de los nazis malos que torturaron a los judíos pero no del sistema neoliberal que genera cada vez mayores desigualdades entre ciudadanos, etcétera. Esto explicaría el poco margen de tiempo concedido por las personas en su tiempo libre al conocimiento de sí desde una postura no metafísica sino dialéctica, digamos filosófica, ¿por qué no? Entonces no negaríamos las películas, no. Incluso éstas ayudarían al conocimiento interpersonal. Lo que se critica es el Arte con mayúsculas, esa superestructura tan bien habilitada en la sociedad del ocio. Y a los artistas y a los creadores. ¿Por qué no? O acaso ¿tienen bula de las Musas?

Si estas breves páginas pueden servir no sólo de estímulo sino también de respuesta a una sociedad adoradora de Madonnas y de Travoltas sean bienvenidas. Al fin y al cabo también son deudoras de un cierto ambiente social y el que las expone es un organismo más, expuesto a las contingencias de reforzamiento. La lástima es no ser el Dios imposible esencialmente de Santo Tomás. No poder ser causa mei puede causar cierto sonrojo en la sociedad del individualismo. Pero la razón nos obliga a vernos determinados a afirmar el Dios de Espinosa…

 

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