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El Catoblepas, número 119, enero 2012
  El Catoblepasnúmero 119 • enero 2012 • página 9
Polémica

Vacuidades en torno al darwinismo (2) indice de la polémica

José Luis Pozo Fajarnés

Contrarréplica a Mauricio Abdalla

en torno al darwinismo

Después de leer con la atención debida el texto que Mauricio Abdalla nos ha dirigido a través de la revista El Catoblepas, una lectura que no ha sido ni más ni menos atenta que la que llevamos a cabo con su libro La crisis latente del darwinismo, podemos constatar que no aparece ninguna señal de que este autor tenga en cuenta ni nuestros argumentos ni la gnoseología de partida desde la que desarrollamos éstos, quizá porque no le interesa, o quizá porque no los entienda. De una o de otra manera el resultado es el mismo. Desde una postura más benevolente con Abdalla, podemos pensar que el texto contra el que reacciona no fuese suficientemente didáctico. Lo que sí aseguramos es que no era exhaustivo, en lo que se refiere a los presupuestos fundamentales del materialismo filosófico. Pudiera ser también que la falta de didáctica haya provocado la falta de interés –o de comprensión– por la gnoseología desde la que le replicamos. Lamentamos que así haya podido ser pero también constatamos que nuestra parte de culpa no le exime de casi nada. Su réplica, por otra parte, es una réplica expuesta a dentelladas, que expresa una mera autojustificación y defensa de lo que nos cuenta en su libro. Pero, qué mejor defensa que el propio escrito si es que éste tuviese calidad, pues de esa manera no le hubiera hecho falta replantear lo allí argumentado. Como hemos dicho, el texto con que nos replica pasa por encima de la crítica, de manera que sin enfrentarse a ella, vuelve a expresar su ideario, salva veritate, e incide en cuestiones irrelevantes para lo que tratamos (habla de honestidad de su trabajo, de incomprensión del crítico y, sorprendentemente, hace hincapié en la investigación desarrollada…). Nosotros queríamos la confrontación entre un planteamiento y otro, pero no hemos conseguido tal finalidad. Por el hecho de que la confrontación buscada no se ha dado, nos hemos propuesto aquí volver a explicar y a desarrollar algunos de nuestros planteamientos de partida a modo de contrarréplica, y de manera que se enriquezca el debate y pueda generar interés, al menos en los lectores. Y, si fuera posible, también en nuestro contrincante. En los siguientes parágrafos vamos a incidir, desarrollándolos, algunos de los temas ya tratados, los cuales nos parecen de suma importancia, pero no sin antes aclarar algunas de las incisivas cuestiones con que Abdalla nos apunta en su escrito.

El texto que nos dedica en la revista El Catoblepas{1}, al cual podemos referirnos más que como réplica como diatriba, incide varias veces en calificar el nuestro como escolástico. Por nuestra parte, reconocemos que con tal calificativo nos sentimos halagados, tan halagados como si nos hubiera calificado de aristotélicos o de platónicos, sin menosprecio del resto de las múltiples escuelas filosóficas que han cuajado en el acervo filosófico de hoy en día de una manera u otra. El hecho de que se nos considere, en este caso concreto, como escolásticos nos honra por múltiples motivos, de los cuales podemos citar aquí algunos. En primer lugar permítasenos un argumento por simple cercanía, ya que a unos cuantos metros de donde ahora mismo se está generando este texto se encuentra el monumento a Juan de Mariana, una de las figuras más relevantes de la escolástica que, al tenerla aquí en cuenta, se desdibuja el cariz negativo en que quiere incidir Abdalla cuando nos señala como escolásticos{2}. También, dada la falta de claridad y de concreción a la hora de darnos el calificativo anterior, podemos pensar que Abdalla se refiere a que la crítica que hacemos a su libro parte desde una escuela concreta. Pues solo podemos decir que lleva razón, que la escuela en que se fundamenta la gnoseología desde la que le criticamos es el Materialismo filosófico, y que, para más señas, es el sistema filosófico que ha desarrollado Gustavo Bueno. Desde este sistema estamos, también ahora, pensando contra él.

Otra cuestión en la que incide el autor de La crisis latente del darwinismo es que observamos en su libro un objetivo secreto, unos fines ocultos. Pero no es así, sino todo lo contrario, ya que consideramos que tanto la forma de argumentar como las soluciones/conclusiones expresadas por él son muy claras. Lo que merece la pena acentuar es solo que estas conclusiones no las compartimos. También afirmamos, en nuestro escrito anterior, que en su libro vemos claramente una meta prefijada: la de defender otras explicaciones para la ciencia biológica distintas a las de la teoría hoy día aceptada, unas teorías que harán ver al neodarwinismo como una teoría errónea. La puesta en escena –si se nos permite el símil cinematográfico– desarrollada por Abdalla para mostrarnos un cambio de paradigma es diáfana, como lo es también la defensa que hace del nuevo. Esto, y solo esto, es lo que vemos como el objetivo de Abdalla, la meta, la finalidad, o como quiera llamarlo. Para Abdalla, el darwinismo dejará de explicar –lo poco que, según él, parece explicar– y el paradigma emergente será el que dirijirá las investigaciones. Lo que ahora afirmamos es lo que exponíamos en nuestro comentario y que deducimos de lo que el mismo expresó en su libro. No entendemos cómo puede pesarle de tal manera que, en la contestación a nuestro comentario, buscase unas justificaciones que son absurdas y que están fuera de lugar. Unas justificaciones de su postura inicial que dejan de lado lo que para él es principal. Derrocar definitivamente a Darwin. Pone como interés original de su libro lo que no es, pone como asunto principal las investigaciones biológicas –las de otros investigadores, aunque de tal manera que parece que sean las propias–, añadiendo además la absurda razón de que ocupan la mayor parte de su libro, como si la cantidad fuera privilegio de racionalidad mayor que la cualidad. Pese a esta nueva postura expresada en su diatriba, y que nosotros no observamos en su libro, seguimos afirmando que, en este último, lo que quiere demostrar es que el darwinismo está en crisis, qué será derrocado y que surgirá un nuevo paradigma. En la segunda línea de la Introducción de La crisis latente del darwinismo afirma lo que sigue: “La cuestión central que deseo plantear con este libro puede ser expresada de la siguiente manera: ¿Darwin será para el siglo XXI lo que Newton fue para el siglo XX?”{3} Solo tenemos que incidir en que la teoría de la ciencia de la que es deudor Abdalla es la de Kuhn, aunque también nos damos cuenta que, para cualquiera que esté informado del devenir de la filosofía de la ciencia en los últimos cien años, este comentario sobra.

Pero, además de lo anterior, defiende algo que para nosotros es todavía menos asumible, como ya expresamos en nuestro anterior comentario. En su libro, Abdalla define cómo será el nuevo paradigma que va a triunfar sobre el actual. Se muestra convencido de que las tesis de los autores que cita en su libro (éstas son las de Michael Behe, Lynn Margulis{4} y otros –pero sin olvidar el que para él es el más digno de mención– Máximo Sandín) conformarán el nuevo paradigma biológico. Nosotros le dimos el apelativo de armónico, de alianza de especies. A las razones para darle estos adjetivos llegaremos más adelante, aunque podemos decir aquí que el hecho de darlas implica dar una interpretación de lo leído, quizá lo que interpretamos no le guste a Abdalla, pero es algo que vemos que está implícito en su libro y nosotros lo queremos hacer explícito. Pero, ¿cómo no vamos a interpretar?, la interpretación es tan necesaria como la comprensión, sin ella no habría posibilidad de discusión. Si no interpretáramos seríamos como el vicario saboyano de Rousseau.

Una vez puesto en claro por dónde vamos a ir en esta contrarréplica, pasemos a comentar las cuestiones en que vamos a incidir una por una.

1. ¿Crisis del darwinismo o atrevida ignorancia?

Mauricio Abdalla en la réplica a nuestro comentario señala que tergiversamos su propuesta con afirmaciones como ésta que citamos a continuación:

«…el hecho de que el paradigma newtoniano cayera, debido a sus anomalías, demuestra que el darwinismo también caerá por las suyas», afirmación que no ha sido hecha en absolutamente ninguna parte del libro. Al contrario, la mayor parte de las páginas está dedicada a instruir con datos científicos y reflexiones rigurosas la hipótesis de una posible crisis en la base teórica de las ciencias biológicas. Ese debería ser el foco del debate” (MA 2011)

La idea que expresa al principio de esta cita es algo que se afirma contundentemente en su libro. Quizá no sea literal pero la idea que nos trasmite está presente en muchas de sus páginas. Al principio de ellas, cuando compara lo que le pasó a la mecánica clásica en siglo XX, y que será lo mismo que le pase al darwinismo, desde su atrevida ignorancia señala: que será derrocado como paradigma (MA 2010, pág. 21, 36 y 51). Y esto no lo dice solo en estas página, también podemos leerlo al final del texto: “Tengo, por lo tanto fuertes razones para sospechar que la pregunta de la introducción (¿Darwin será para el siglo XXI lo que Newton para el siglo XX?) tendrá una respuesta afirmativa, a partir de la solidez y consistencia de las críticas que se pueden dirigir al paradigma dominante en la biología y por la propia dinámica histórica del conocimiento”{5} (MA 2010, pág. 182). No entendemos cómo puede decir Abdalla que en aquella cita no se refiere a la debacle del paradigma darwinista. Es negar lo obvio, por otra parte, lo que luego señala en ella, como más amplia dedicación de su libro, y que define como la instrucción en los datos científicos y en las reflexiones rigurosas, nos parece fuera de lugar. Aquí no estamos debatiendo sobre lo que no es de nuestra especialidad, no vamos a debatir pues sobre investigaciones biológicas sino que de lo que discutimos es de cuestiones relativas a lo que para nosotros es más relevante, la gnoseología. Mauricio Abdalla es un profesor de Filosofía de la ciencia que debe actuar como tal, pero si cree que tiene la última palabra en otras especialidades, allá él. Su especialidad tiene que ver con las teorías científicas y éstas deben ser conocidas por él, desde luego, pero eso no significa que deba ser para ello biólogo{6} (como decía Eloy Rada, profesor también de Filosofía de la ciencia, en la española Universidad Nacional de Educación a Distancia, “no hace falta, para analizar el dogma católico, comulgar a diario”). El punto de vista desde el que desarrolla su libro LA crisis latente del darwinismo no es el de un especialista en biología –para darse cuenta de ello no hay más que atender al mismo– sino el de un filósofo o, dicho con más propiedad, el de un profesor de filosofía.

Frente al cambio táctico que expresa en su diatriba, incidiendo en que primero le mueve el interés científico, reiteramos que el interés que Abdalla muestra en su libro es, como no había de serlo, gnoseológico. Lo primero que acentúa en él es, como ya hemos apreciado, que el neodarwinismo rei­nan­te en la biología actual va a ser derrotado, que el paradigma biológico, aceptado hoy por la mayoría de los especialistas en esa ciencia, va a cambiar mediante una revolución propiciada por los desarrollos –anomalías– que se están dando a lo largo de las últimas décadas (así entendemos nosotros lo que hemos leído y consideramos que así lo entenderá cualquier otro que también lo lea, y que no sea un débil mental). En su réplica a nuestra crítica parece renegar de ello, pues lo que estaba en el libro en primer lugar lo quiere colocar en un modoso segundo plano. Quiere hacernos ver que sus intereses son otros, que lo que primero y más le interesa es la investigación sobre biología. Abdalla reniega de su planteamiento de partida cuando, de manera incomprensible para nosotros, se excusa dando unas razones de lo más rocambolescas. Pese a este giro inesperado, a nosotros esta treta nos parece irrelevante. Lo relevante es lo que nos cuenta en su libro pese a que quiera devaluarlo.

De lo anterior nos hemos convencido más todavía cuando hemos leído las mismas ideas que defiende en su libro en otro artículo mucho más escueto, el cual había publicado unos pocos años antes. En este artículo expresa las mismas motivaciones que hemos leído en La crisis latente del darwinismo, es más, lo tituló de la misma manera. A él pueden acudir, los interesados en esta controversia sin dificultad, pues está publicado en una página de Internet, en una revista digital que lleva por nombre Asclepio.{7} Si lo leen se darán cuenta de que allí defiende lo mismo que defiende en el libro y que es lo que, obviamente, hemos considerado siempre como lo más importante. Lo que nosotros vemos como tesis fuerte de Abdalla en La crisis latente del darwinismo debe serlo realmente, pese a todos los incomprensibles esfuerzos que ha hecho en su réplica para ocultarlo. A esta tesis fuerte hace mención directa en las primeras líneas del artículo y a ella se refiere en él como el objetivo específico (subrayamos en la cita lo que acabamos de señalar como más relevante), por contraste con otro objetivo general, secundario por tanto (puede observarse otra vez el giro incomprensible):

”El presente artículo analiza el paradigma darwinista en las ciencias biológicas a partir de la pregunta sobre su capacidad de explicar satisfactoriamente los nuevos datos obtenidos de la bioquímica, la microbiología y la genética. El objetivo general del análisis es contribuir con una discusión acerca del estado de las teorías científicas y el objetivo específico es reflexionar sobre una posible crisis del paradigma darwinista, lo que corroboraría la concepción de las teorías científicas como algo históricamente transitorio y no como descubrimientos definitivos” (MA 2006)

Que primero analice datos de la biología, a nosotros nos resultó en principio irrelevante, ya que Abdalla no es un especialista en ese campo, no es un biólogo que pueda concluir sobre cuestiones biológicas –doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder–. Lo que a nosotros nos interesa es lo que, a renglón seguido, expresa. Lo que nos dice como entendedor en cuestiones que tienen relación con su campo, con su especialidad, que es la filosofía. Al seguir leyendo el artículo de 2006 leeremos en él que el darwinismo pasará a la historia como un paradigma superado, que es lo mismo que leemos en su libro de cuatro años después cuando defiende que una futura, aunque muy cercana, revolución científica trae­rá el cambio de paradigma. Esto es para Abdalla lo relevante, tanto en el artículo de 2006 como en su libro de 2010 mientras que lo que las razones incoadas más arriba relativas a que el análisis de los autores de bio­logía sea el motor de su análisis o que a Thomas S. Kuhn llegase mucho después, no son lo más importante, como trata sorprendentemente de hacernos ver:

«Fue eso lo que me propuse hacer en La crisis latente... Esta es la razón del estudio científico que relato en la obra: identificar un problema real. A partir de tal identificación, es preciso un referencial teórico para interpretar el problema e iniciar el debate sobre él. Por opción metodológica y filosófica, opté por interpretarlo a la luz de la concepción de T. Kuhn –y esto está absolutamente explícito en el libro.» (MA 2011)

Consideramos que el estudio de los especialistas en biología será posterior y que, al tener en cuenta lo que dicen, Abdalla demuestra meramente ad hoc la tesis expresada tanto en el objetivo específico del artículo originario como en la pregunta con que comienza su libro. No entendemos que en su réplica devalúe la relevancia de este objetivo, sobre todo pensando que en ambos textos afirma que el nuevo paradigma podría expresarse ya, teniendo en cuenta tan solo las propuestas de Sandín, las cuales serían –concluimos a partir de sus afirmaciones– suficientes para dirigir cualquier investigación biológica.

Pese a lo que él pueda afirmar ya hemos dicho, por activa y por pasiva, que no consideramos a Abdalla como a un biólogo, sino que lo consideramos solo como especialista en filosofía –y esto sin ningún tipo de menosprecio–, como un profesional universitario que considera incontestables las afirmaciones de Kuhn. Abdalla hace la siguiente disquisición en el texto que nos dedica, y que va justo antes de la cita de más arriba: “Por tanto, la existencia o no de un problema real, material, en las ciencias biológicas debe ser investigada a la luz de la materialidad práxica de la propia ciencia en su devenir concreto. Fue eso lo que me propuse hacer en La crisis latente...” (MA 2011). Como vemos, Abdalla, sorprendentemente, señala que la tarea que desarrolla en su libro, al acentuar la investigación, es más la de un biólogo que la de su especialidad real. Nos preocupa que, de igual modo, se jactara de tener importancia su investigación si ésta se dirigiera a la curación del SIDA o hacia la del cáncer, pero espero que me disculpe si no me tomo, caso de que enferme, los remedios que proponga. Espero que no se ofenda más de la cuenta pues lo que estoy diciendo es algo de sentido común. Ninguna madre, por ejemplo, llevará hoy día a curar a su hijo a ningún farsante que se llame médico sin serlo, salvo que éste sea un delincuente que la engañe. Abdalla no quiere defraudar a nadie, no se autoproclama biólogo, solo comete la falta de hacer ver, de la forma ambigua señalada, que es investigador de temas biológicos. Y no es que eso esté mal, para poder hablar de algo uno debe enterarse de lo que habla, pero debe actuar con honestidad tanto en su trabajo como cuando critica a sus críticos: las conclusiones a que llega en su investigación no son conclusiones relativas a la biología pese a su afirmación de que investiga en ese campo, sino que su conclusión es del ámbito de la filosofía (de manera contradictoria con lo expresado en otros párrafos, el hecho de no ser especialista lo reconoce también en su texto){8}.

Vayamos ahora a la primera parte del epígrafe, relativa a la posible crisis del darwinismo y si éste está realmente en crisis o no lo está. De lo leído hasta ahora hemos podido deducir que Abdalla propone de manera implícita pero diáfana una concepción del mundo –vamos a llamarla así– claramente espiritualista. Tal concepción está influida por el diseño inteligente de Behe pero de una forma mucho más explícita por la propuesta de Máximo Sandín, la cual considera sobre todas las posturas de los demás biólogos que analiza y de los cuales solo vamos a citar a una relevante bióloga, Lynn Margulis, las ideas de esta especialista son, para Abdalla, también muy importantes. Además de estas afirmaciones que hacemos sobre lo que consideramos que mueve a Abdalla en la defensa de sus tesis antidarwinistas, también queremos señalar algo todavía más grave. La solución que Abdalla nos propone al final de su libro es para nosotros totalmente inaceptable, dado que tal solución es una vuelta a posiciones metafísicas –acientíficas– que ya habían sido dejadas de lado hace mucho tiempo. Tal solución a los problemas de la biología viene expresada en su texto de 2010 a distintas escalas. Tanto su espiritualismo como la metafísica que defiende van paralelas. Al ir desarrollando aquí sus análisis vamos a ver como una y otra se vertebran hasta llegar a lo que nos propone como solución, y que no es ni más ni menos que el inexorable –este adjetivo es nuestro– cambio de paradigma.

En su libro, se alinea –si no directamente sí de una forma tangencial– con las posiciones que consideran que la biología debe ser estudiada en el contexto de una entidad omniabarcativa, la Gaia de Margulis; por otra, que el motor de la evolución no es otro sino una Inteligencia diseñadora –llámesele, por ejemplo, Dios– la cual está implícita en las tesis de Behe; y, por último –la tesis que es la más importante para él, pues es lo que Sandín defiende– que la benevolencia es una fuerza ínsita en la naturaleza y que esta fuerza hace que la naturaleza se dirija hacia un fin determinado, que la benevolencia de virus y bacterias es una fuerza que hace que se transforme y mejore... Para Abdalla con la última de las tres es más que suficiente para transformar la biología. Veamos el porqué de nuestra afirmación: en La crisis latente del darwinismo dice Abdalla que “la síntesis del trabajo de Sandín que hice en este libro tiene el objetivo de demostrar esa posibilidad” (MA 2010, pág. 186), y recordamos que tal afirmación ya estaba en el artículo de 2006. Las ideas de Sandín son para el profesor brasileño suficientes para explicar todo lo explicable en bio­logía. Para que esto sea así solo hace falta la consolidación de un nuevo paradigma –que surgirá tras una pronta revolución– con base en las teorizaciones de Sandín. Así, el trabajo de este último es el que, saltando por encima de la lucha por la vida y de la selección natural, derrocará a Darwin: recurriendo a las ideas de “complejidad y auto-organización, creando las condiciones para el establecimiento de un nuevo paradigma e incluso de nuevas matrices interpretativas para los fenómenos naturales” (Abdalla 2010, pág. 186). Ese nuevo paradigma es el que nosotros, desde la interpretación que hacemos a partir de lo que leemos en los textos de Abdalla, hemos calificado como armónico, pacifista, de benevolencia de la naturaleza, en la persona de los virus… Por supuesto que estamos interpretando, cómo no hacerlo, pese a que afirmamos a renglón seguido que la lectura no es tuerta, pues cualquiera –que no sea un débil mental– puede leer entre líneas lo que Abdalla nos quiere trasmitir{9}.

Sería un error por nuestra parte que lo que estudian tanto los tres biólogos más importantes para Abdalla como los otros que también cita (Alberts, Atlan, de Duve, Foley, Gerstein, Gould, &c.), fuera puesto en cuestión por nosotros que no somos especialistas en biología. Otra cuestión es lo que los biólogos interpreten como conclusiones de sus trabajos, si es que estas conclusiones sobrepasan las categorías propias de su parcela de saber, de manera que manejen en sus interpretaciones, más que conceptos, ideas filosóficas. Si los biólogos van más allá de su especialidad y proponen tesis que tienen que ver con la filosofía entonces allí debemos estar nosotros para decir lo que consideremos oportuno. Por contra, el hecho de que Abdalla observe como posibles las distintas perspectivas de análisis, como si diera igual una que otra –nombra a Popper, Lakatos, Laudan, Quine, y considera también valida la nuestra, la de Gustavo Bueno– nos deja totalmente perplejos y con ganas de dejar este diálogo por imposible, pero no podemos abandonar la polémica, pues vemos provechosa la defensa de nuestra postura al menos ante los lectores, de manera que ello hace que sigamos adelante. Para aclarar esto último, debemos señalar que cuando se manejan conceptos, como hacen normalmente los científicos en el marco categorial de su parcela de saber, se está en el ámbito categorial de una ciencia. En ese ámbito se desarrollan las teo­rías. Pero si lo que se encadenan son ideas, las cuales relacionan esos ámbitos categoriales entre sí, la cuestión es más peliaguda, pues ya no estamos en el ámbito de las ciencias sino que vamos al de la filosofía. Aquí debemos incidir en algo muy importante cuando las ideas se relacionan entre sí componen no teorías sino doctrinas. Esto es lo que le ocurre a algunos de los biólogos que son el referente de Abdalla, que están defendiendo más allá de su ciencia, una doctrina de la que nos tratan de trasmitir sus firmes convicciones. Y a Abdalla le sucede también lo mismo, que está trasmitiéndonos sus creencias. Contra ello estamos reaccionando.

De manera que para terminar con este primer capítulo vamos a señalar que, como es lógico, las conclusiones a las que llega, cuando deja la divulgación científica y va a la filosofía, son de su especialidad pero vacuas, pues son una mera aplicación doctrinaria de las ideas de Kuhn, que además peca de falta de profundidad, algo que consideramos muy grave, ya que Abdalla es un especialista en la materia, un profesor de Teoría de la ciencia en una institución universitaria. Un trabajo así dignificaría quizá a un estudiante pero no a un profesor universitario. Por todo ello, lo que aquí afirmamos con toda la rotundidad que se nos quiera leer es que la teoría de Kuhn no nos lleva a ningún sitio porque sus planteamientos sobre el cambio de paradigma están superados. Aquí no queremos hacer mención de lo dicho en nuestro anterior comentario con relación a otros autores posteriores a Kuhn, salvo para reforzar lo más importante, que la crítica más contundente a las limitaciones de la gnoseología kuhniana es la de Gustavo Bueno, la Teoría del cierre categorial.

2. Ni el darwinismo está en crisis ni el amor y la solidaridad podrán formar parte de una conceptualización futura de la biología

Una vez puestos en claro estas primeras cuestiones que marcan algunos de los puntos generales hacia los que se dirige nuestra crítica, y que siguen siendo los mismos del primer comentario, queremos mencionar aquí algo que hace que dé un pequeño vuelco, el tono de esta contestación. Nuestra crítica se ve reforzada tras la lectura de un nuevo escrito de Mauricio Abdalla que tiene una relación directa con su libro sobre la crisis del darwinismo. La publicación es de octubre de 2011 y puede leerse en un blog de nombre Yandando. Allí escribe la primera entrega de un nuevo estudio –de una de sus investigaciones vamos– que intitula Objetividad y Subjetividad en la Ciencia y que tienen mucho que ver con lo que estamos aquí tratando. Con su lectura han surgido nuevas perspectivas que vamos a tener en cuenta a partir de aquí pues polarizan todavía más el desacuerdo que mantenemos con el profesor brasileño.

Cuando dice Abdalla en su diatriba que él hubiera deseado que “el debate se centrase en el problema presentado: una tensión entre los datos investigados por las ciencias de la vida (genética, bioquímica, microbiología, &c.) y la base teórica que los intentan explicar” (MA 2011), consideramos que como es lógico, el ya tiene en la cabeza a dónde nos quiere llevar, lo cual no quiere decir que haya algo oculto, como he explicado más arriba. Lo que Abdalla tiene in mente es que la teoría de la ciencia que debe actuar, y que debe ir paralela a su investigación, es la que expresó Kuhn. En base a esa creencia alude a una forma de tensión entre datos y teorías (podemos entender que quiere decir hechos y teorías) que no tiene mucho fundamento –como ya tratamos en el anterior comentario–,{10} con tal dicotomía nos lleva hacia su idea prefijada, la de que la teoría evolutiva deudora del darwinismo desaparecerá como fulminada por la potencia de la emergente. La teoría del cierre categorial nos muestra cómo las teorías no desaparecen por ser ineficaces (Kuhn) o falsas (Popper), sino que se incluyen en otras más abarcativas. Además tampoco aceptamos el exacerbado pragmatismo de Kuhn, pues él y sus secuaces defienden que las teo­rías científicas se aceptan por diferentes razones, como son: el prestigio que pueda tener un investigador frente a otro, el poder de persuasión del investigador que llevará a convencer al grueso de los investigadores de manera que éstos dirijan su trabajo en base a la propuesta del primero. Su trabajo no será dirigido pues por el mejor método sino por el que ha marcado el que ha sido más demagogo de los primeros. Nosotros solo entendemos la tensión aducida por Abdalla si contrastamos la teoría de Kuhn, en la que el subjetivismo tiene una importancia extrema, con la de otros autores. Nosotros vemos la tensión en la confrontación entre ideologías, entre posiciones que son dependientes de doctrinas, las cuales hay que sacar a la luz

La Teoría del cierre categorial está alejada de esas formas de pragmatismo que soporta la teoría de Kuhn y nos muestra la ciencia, a cualquiera de ellas, al modo de una categoría cerrada, lo que no quiere decir que está limitada, que esas barreras le pongan límites a su desarrollo sino todo lo contrario. Con la afirmación de que la ciencia está cerrada decimos que los conceptos que maneja tienen un significado que los acerca a la claridad y la distinción necesaria para expresar leyes y teorías, ya que en ese terreno perfectamente delimitado son efectivos para expresar los problemas de esa ciencia en base a esos mismos conceptos expresados y que, mediante esas articulaciones libres de contaminación de otras ciencias y saberes, la ciencia categorizada es más y más efectiva. La teoría de la ciencia -aunque nosotros nos referirnos a ella como gnoseología- no tiene porque mostrar esa tensión a la que se refiere Abdalla sino que, si ésta es eficaz, en los términos que hemos señalado, lo que le permite a la ciencia en cuestión es un trabajo fluido. Si hablamos de biología, entonces los términos como evolución, ser vivo, lucha por la vida, selección natural… no serán conceptos definidos que haya que abandonar porque un nuevo paradigma los haga erróneos, fallidos, ineficaces o falsos, desde luego que no. La ciencia matriz estará permanentemente en el seno de la categoría y como sucede constantemente, evolucionará, pero no romperá con lo originario, con lo más importante de la ciencia, nunca se hará inconmensurable. Dice Abdalla que esto que ahora hemos señalado no lo habíamos tratado en la crítica que “quedó totalmente fuera de la crítica… lo esencial no fue considerado” (MA 2011). Pero no es así pues en nuestro escrito introdujimos lo que significaba el cierre categorial y expresamos que era una herramienta que solventaba las encrucijadas en que ponía a la ciencia una teoría como la de Kuhn. Suponemos que con lo aquí referido se dé por enterado.

La pretensión de arrancar la lucha por la vida o la selección natural, por parte de Abdalla, es una pretensión espuria, con una intencionalidad perfectamente clara, la de llenar la ciencia de metafísica. Lo vemos con su propuesta de La crisis latente del darwinismo. Allí defiende, como ya hemos señalado la existencia de un diseñador inteligente, la de una inteligencia ínsita en la naturaleza (mito de Gaia) y la benevolencia de los virus y las bacterias… Pero la cosa no se queda ahí, si acudimos a esa última publicación que ya hemos citado de octubre de 2011, sus afirmaciones van mucho más allá{11}, pues allí se muestra más kuhniano si cabe, aunque también mucho más ingenuo, a nuestro entender, que en sus textos de 2006 y de 2010. En este nuevo texto de 2011 nos propone algo que es un terrible disparate. Contra la propuesta de cierre categorial, del cual ya hemos señalado su efectividad gnoseológica –una efectividad reconocida cada vez por más y más especialistas de cada una de las ciencias– Abdalla amenaza con profundizar (el artículo es la introducción del tema que desarrollará en otras entregas) en unas tesis totalmente inaceptables para un materialista{12}. Podríamos decir que elabora una propuesta no ya situado solo en el kuhnismo sino irguiéndose sobre una plataforma que podríamos denominar El país del amor y de las maravillas. Y desde ella nos dispara con lo siguiente:

«¿Por qué conceptos como “amor”, “solidaridad”, “cooperación” y “altruismo” no forman parte del vocabulario científico o, al menos, no son utilizados como conceptos claves en la explicación de la Naturaleza? ¿Por qué tales conceptos se enfrentan a una cierta resistencia incluso en las ciencias sociales? Algunas de las respuestas más comunes a esta preguntas son: “porque no son conceptos racionales”; “porque se refieren a sentimientos y no son propiamente conceptos con carácter de objetividad”; “porque son principios subjetivos y están relacionados con una visión romántica, y no científica, de la Naturaleza y de los seres humanos”.»{13}

Lo que emana de estas preguntas y de las respuestas que él mismo da –para rechazarlas a renglón seguido, como podemos leer en la cita– va a conformar la tesis de su nuevo trabajo. Váyase usted a saber que científicos analizará para confirmar esta vez su nueva propuesta. Que, la verdad, muy nueva no es. Es la misma de La crisis latente del darwinismo pero más atrevida, pues la benevolencia bacteriana de Sandín implica ese amor y esa solidaridad que ahora expresa con más contundencia y que tuvo la desfachatez de negar que era lo que más le interesaba en su libro, cuando nos dedicó la réplica; cuando se alejó falsamente de nuestra interpretación relativa a que en su libro defendía un nuevo paradigma, el de la armonía de las especies. Para corroborar lo que estamos ahora criticando solo propongo a los lectores que observen lo que sigue al párrafo citado (el cual se lee en pocos segundos, pues, como ya hemos dicho, es solo una primera entrega en la que nos muestra sus intenciones postreras). La dirección web en que lo publicó está en la anterior nota al final, aunque pueden pinchar también en el siguiente enlace para leerla: http://networkedblogs.com/o53lV.

Por otra parte debemos considerar que el amor, la solidaridad, el altruismo, que quiere Abdalla incorporar al mecanismo de la naturaleza, no solo califican a lo relacionado con el ámbito antropológico, que es en el que esos conceptos tienen sentido, también califican el ámbito de los demás seres vivos, sean estos animales –aquí la cuestión se hace muy abstrusa, y los que pudieran también decir muchas cosas son los etólogos– o vegetales –y aquí ya me quedo sin palabras, aunque menos palabras tengo si pensamos que debemos calificar a los seres no orgánicos con aquellos términos también–. Creo que esta propuesta es delirante. Por otra parte, aun circunscribiendo estos términos a lo que solo tiene que ver con lo antropológico (ampliar el campo nos produce demasiada desazón y con éste, más reducido, es más que suficiente para ver la tremenda inconsistencia), nos preguntamos si Abdalla no considera la polaridad de los mismos, y cómo piensa eliminar de la naturaleza el des-amor, la falta de solidaridad, el egoísmo…{14}

3. ¿Las anomalías de la teoría sintética?

La eficacia de la actual ciencia biológica, cuya piedra angular es la teoría de la evolución, va a sufrir un serio revés –Abdalla afirma esto apoyándose en las argumentaciones de los actuales críticos– pues se va a dar en los próximos años una Revolución científica que dará otras razones absolutamente diferentes a las aceptadas hoy día por la mayor parte de los biólogos. Esto es lo que trata de demostrar Abdalla en su libro La crisis latente del darwinismo, mientras que nosotros, contrariamente, señalamos que esto no va a ser así. En primer lugar porque las Revoluciones científicas no se dan, que son un camelo. Desde la Teoría del cierre categorial, expresada en el sistema filosófico materialista que nos ha propuesto Gustavo Bueno, negamos su posibilidad o al menos mantenemos que hay que tener grandes reservas frente a ellas, de manera que la única revolución científica digna de consideración es la que se dio…

«En el momento de instauración y cristalización de una nueva ciencia (respecto de los saberes precientíficos). Esta impresión de “novedad revolucionaria” es aquella que Aristóteles había percibido al analizar el razonamiento geométrico (frente al razonamiento retórico, o a la argumentación sofística); y esta misma impresión sería la que fue designada como “revolución” por Fontenelle, para designar el “método matemático” de Newton.»{15}

Pero Bueno hace algunas aclaraciones al respecto, pues nos hace ver que la última afirmación no es todo lo efectiva que algunos pueden llegar a pensar pues si consideramos que la revolución de Newton puede tomarse como tal, no es por lo que señala Fontenelle. Como es bien sabido, los métodos matemáticos no los inauguró Newton, es más, Newton suele recibir el apelativo de platónico precisamente por utilizar esos mismos métodos que se remontan a periodos todavía más lejanos del griego que les hizo cobrar más relevancia. Lo que sí que reviste visos revolucionarios es la concepción física de los modelos matemáticos –galileanos, keplerianos, &c.– expresados para la nueva ciencia de la naturaleza. Con esta concepción nos alejamos de la creencia en que la ciencia puede renacer, nacer ex novo, tras un periodo de crisis. Las teorías derrocadas no desaparecen, suelen transformarse en casos parciales den­tro de la nueva.

Esto que nos ha señalado Bueno podemos aplicarlo a lo que erróneamente defiende Abdalla, pues el caso del newtonismo es paradigmático (la utilización del término paradigma aquí no tiene nada que ver con la de Abdalla, como es obvio) ya que la física clásica no desaparece en el siglo XX con el nuevo paradigma de la física relativista –como erróneamente afirma Abdalla– sino que pasa a considerarse un caso límite, pero absolutamente necesario, de esa nueva física. Y volviendo ahora a la biología, Abdalla tampoco tiene en cuenta lo que ya ha explicado David Alvargonzález –autor que ha estudiado la biología desde el Materialismo Filosófico y al que fue obligado citar en nuestro anterior escrito, pero sobre el que ha pasado Abdalla como si nada– y que rompe con su débil tesis kuhniana. Alvargonzález dejo claro que el darwinismo en sentido estricto fue muy poco revolucionario y que más bien fue continuación de tesis expresadas por otros científicos. Ello, sin menoscabo de la consideración de que, con Darwin, la evolución se consolida como la teoría biológica por excelencia{16}. Por otra parte, Gustavo Bueno derrumba cualquier defensa que pueda hacerse de una gnoseología débil que no considera los hechos tal y como podemos observar que se dan en la historia de la ciencia:

«En general, la evolución interna de la ciencia obliga a utilizar esquemas de conservación no precisamente fijistas, pues la evolución implica reconstrucción y muchas veces anamorfosis. Por ello, la idea de revoluciones científicas, que ha popularizado Kuhn, es, en gran medida, engañosa. Los “cambios de paradigma” no rompen la continuidad –los interpretaremos como cambios de contexto determinantes, subsumidos en otros nuevos–, y no más profundos gnoseológicamente de lo que pudieran ser los cambios de dinastía en la historia política del Egipto faraónico. También es muy ambiguo el concepto de “épocas de ciencia normal”, en tanto este concepto sugiere que en estas épocas la ciencia permanece “congelada”, inmóvil, en estado de hibernación –cuando, en realidad, la ciencia normal incluye toda la dialéctica de la reconstrucción de los conceptos, revisión y afianzamiento de los experimentos, tecnología, axiomatización y confirmación científica en el mundo de los fenómenos.» (TCC 1, pág. 224.)

En segundo lugar, negamos la tesis de Abdalla porque, tras demostrar que no se da un cambio en la teoría científica, también sacamos a la luz que lo que propone el profesor brasileño es un cambio en la concepción del mundo –una apuesta por el espiritualismo– y una deriva ontológica de partida. La primera propuesta (el cambio en la concepción del mundo, el cambio ideológico) ya la pusimos en su sitio en nuestro anterior artículo, aunque aquí es necesario volver a exponerlo brevemente. Así pues, cuando Abdalla toma en consideración la propuesta de Behe se retrotrae, en la explicación del origen de la vida y su complejidad, a especulaciones creacionistas, ya que para este biólogo ni la selección natural ni las mutaciones aleatorias producidas en el ADN, o cualesquier otras de las causas aducidas por el neodarwinismo, explican los sistemas complejos. Su conclusión es la que todos sabemos, que hace falta un diseñador originario. Por otra parte, al tener en cuenta a Lynn Margulis se acepta por parte del autor de La crisis latente del darwinismo los principios de la simbiogénesis (tales planteamientos están muy cerca de la metafísica. Y si la principal teórica no lo está, pues a veces a tendido a desmarcarse de lo que se deriva desde sus propuestas, sí lo están muchos de sus seguidores) y la crítica de esta postura al neodarwinismo. Aunque en relación a las tesis que ésta autora defendió, Abdalla se muestra más atrevido incluso, pues no acepta la defensa que Margulis expresa respecto de la lucha por la vida y la selección natural. Una defensa que la bióloga llevó a cabo pero que la concepción del mundo de Abdalla no admite y, así, afirma en su libro que: “El ‘darwinismo’ de Margulis, según ella, no es el de los neodarwinistas. Pero, en mi opinión tampoco es el de Darwin” (MA 2010, pág. 148). La afirmación de Abdalla se apoya en lo que afirman Atlan y otros muchos especialistas (que no cita, solo señala que son muy numerosos). De Atlan podemos decir aquí que entre sus ideas antidarwinistas está la de anular el ADN como programador del futuro ser vivo.

Por último, al afirmar las tesis de Sandín, Abdalla acepta que la evolución se explica por la integración de virus en genomas ya existentes, el problema es que las causas, las leyes que rigen estos cambios están por descubrir y, lo más importante, frente a la consideración habitual de que estos organismos son patógenos, igual que lo son las bacterias, Sandín afirma la bondad tanto de unos como de otras. Una bondad que tiene relación directa con un telos interno –a los organismos y, por lo mismo, a la propia naturaleza– que rige la evolución (aquí podemos observar cómo lo que ahora propone en su artículo de 2011 está implícito, al menos así lo imaginamos, y vemos como el amor, la solidaridad y el altruismo están presentes en el seno interno de la naturaleza; las propuestas de Abdalla son, por tanto, totalmente deudoras de la doctrina de Sandín). Abdalla parece tomar aquí a Lamarck con pinzas, no afirma nada, solo interroga, parece ser que no se atreve a afirmar el tremendo disparate que podemos leer en Sandín, si acudimos a su artículo sobre Lamarck: “El Imperio mató a Lamarck, y al mismo tiempo mató a la Biología”{17}. Al leer lo que piensa Sandín sobre Lamarck entendemos perfectamente que defienda en relación a virus y bacterias que no compiten en la lucha por la vida sino que la generan y la salvaguardan. La afirmación es nuestra pero concluimos en ella después de observar lo que Sandín piensa del lamarckismo y del darwinismo, después de constatar que Abdalla está de acuerdo con ello. Para uno y otro virus y bacterias son “los componentes fundamentales de la vida” (MA 2010, pág. 169). Por este motivo Abdalla no menciona el artículo de Alvargonzález que hemos citado más arriba, porque en él se muestra que lo más relevante que llevó a cabo Darwin fue sacar de las propuestas biológicas el finalismo aristotélico, algo que la concepción del mundo de Abdalla no puede aceptar, y pese a que esta idea la suscribiese el mismo Kuhn.

Estas oscuras leyes de Sandín que pivotan en torno a una supuesta benevolencia (que incluye amor, solidaridad, altruismo,&c.) de virus y bacterias, unidas a la tesis de Margulis sobre Gaia, o Gea, como un todo autorregulado (que este todo sea a la vez orgánico es hipótesis de Jim Lovelock y no de ella) y que nos abren el resquicio a una inteligencia panteísta. Y también unidas a lo defendido por el primero de los biólogos citados, por Behe (y considerando las salvedades que al menos estos dos, Margulis y Behe, hacen de las implicaciones directas de sus tesis). Pues bien, todo ello corrobora lo dicho más arriba sobre que lo que propone Abdalla es un cambio hacia el espiritualismo, un cambio por tanto en la concepción del mundo que está disfrazado con su defensa de cambio de paradigma. Un cambio además que implica como ya hemos afirmado una deriva ontológica peligrosísima. Con su nueva teoría futura, o paradigma futuro, Mauricio Abdalla fomenta un tipo de explicación metafísica inaceptable para un materialista filosófico. El materialismo filosófico es la gnoseología desde la que nosotros partimos para entender cómo puede expresar la ciencia –cualquiera que sea, como por ejemplo la biología– su contenido de verdad. La admisión de finalidades, de inteligencias diseñadoras, de virus benevolentes no tiene cabida en nuestros presupuestos, como no los tiene en ninguna ciencia. La magia y los poderes sobrenaturales no son parte de las ciencias, ni siquiera son un paso previo a la misma a modo de causa, como defendió James G. Frazer en su famoso texto La rama dorada. El mecanismo de la ciencia no puede partir de las entidades metafísicas que se dejan entrever a partir de las conclusiones del libro de Mauricio Abdalla.

El creacionismo, o al menos una postura muy similar que implica a éste, es defendido por Behe en su famoso libro La caja negra de Darwin. No queremos quitarle ningún mérito que como biólogo pueda tener, pero también tenemos que decir todo lo alto que podamos que es un firme defensor del diseño inteligente, un argumento que es el más sofisticado entre los que ahora están dirimiendo, para la defensa de sus verdades, los creacionistas. Es famosa su explicación de la trampa para ratones para ilustrar su ejemplo de diseño inteligente, o como él lo denomina: complejidad bioquímica irreductible. El hecho de que el ratón reciba un martillazo (citamos aquí este famoso ejemplo porque nos ha parecido entender que a Abdalla le gustan las metáforas y las explicaciones en que estas herramientas aparecen){18} depende de una suma de factores que conforman un sistema muy complejo. Behe afirma que mediante la selección natural el complejo mecanismo que implica la trampa, no puede desarrollarse. De la afirmación que éste hace es fácil deducir que detrás de esa aparición natural de sistemas complejos hay una mente diseñadora originaria, que detrás está Dios (sentimos volver a nombrar esta sustancia tan poco biológica y que Mauricio Abdalla considera que no tiene cabida en la discusión. Y sentimos también haber utilizado el concepto escolástico de sustancia para definirlo, pero solo lo sentimos por Abdalla, pues los interesados en cuestiones de filosofía, y que son lectores serios, no se van a escandalizar porque citemos y nos apoyemos en terminología escolástica o aristotélica). Hemos preferido citar la trampa de ratones porque lo cita el mismo Abdalla –y por lo del martillo– pero no vamos a dejar de señalar que con ese ejemplo Behe retoma una crítica ya vieja contra el darwinismo, la que incide en la complejidad del ojo –mencionada también por Abdalla, aunque en otros términos y con otra finalidad– como imposible de derivarse de las mutaciones aleatorias y de la selección natural. En fin, que la originalidad no es siquiera patrimonio de los grandes.

4. Kuhn no es la explicación

Mauricio Abdalla señala lo siguiente en su diatriba: “No encontré, por tanto, la posibilidad de un debate que pudiese hacer avanzar la temática por contradicción dialéctica: en el caso de las críticas del artículo de Pozo{19}, me basta reafirmar la «tesis» tal cual está presentada en el libro, una vez que lo que se presenta como «antítesis» no lo es efectivamente”.{20} Ante tal afirmación debemos señalar con toda contundencia que la única tesis que hemos encontrado en su libro es la que ya señalamos en su día y que aquí hemos vuelto a expresar. Con esto no queremos fomentar que el lector de este texto crea que estamos mostrando un diálogo de besugos, dada su repetición, pero nada más alejado de nuestro deseo, el problema es que las posturas de ambos, la de Abdalla y la nuestra, son imposibles de armonizar, lo que no es óbice para dejar de expresarlas. El motivo de la aparente incomunicación es múltiple y en las hojas anteriores ya ha ido éste desgranándose. En primer lugar nos enfrenta la gnoseología de partida, la kuhniana defendida por Abdalla y la nuestra del materialismo filosófico. Por otra parte, hemos constatado que nuestro oponente defiende un idealismo inaceptable para nosotros pues propone una vuelta a posiciones filosóficas que solo podemos calificar de metafísicas, las cuales rechazamos de plano. Ante este batiburrillo ideológico nosotros colocamos la potente teoría del cierre categorial perteneciente al Materialismo filosófico, un sistema que es ya utilizado por muchos pero que solo tiene un creador, Gustavo Bueno.

Abdalla señala en su réplica que nosotros damos una “calificación simplista y equivocada” sobre Kuhn. Lo que ocurre realmente es que no estamos de acuerdo ni con las afirmaciones de su libro ni con las de su réplica precisamente por considerar que Kuhn no es el autor que tenga la última palabra en lo que a gnoseología se trate. A partir de aquí vamos a demostrar esta afirmación, de manera que este capítulo y el siguiente van a echar por tierra los cimientos teóricos en que se apoya Abdalla para confirmar los, para él, fructíferos –y por qué no decirlo, también definitivos– cambios que se producen en la biología. De entrada, no compartimos la posibilidad de derrumbamiento que Abdala defiende y que expresa en frases como ésta: “La teoría de la evolución de Darwin es una teoría científica [...]. Como teoría científica, el evolucionismo darwiniano está sujeto a todos los factores mencionados en los párrafos anteriores, que actúan sobre las teorías en la ciencia, las ponen en movimiento y, muchas veces, las derrumban” (MA 2011-2). Y, en segundo lugar, tampoco estamos de acuerdo con su propuesta de nueva ciencia ya que en la ciencia biológica, como también en cualesquier otras, hay conceptos que se definen mediante otros conceptos en un marco categorial cerrado. He ahí su efectividad. Los conceptos definidos que forman parte de esta categoría son entre otros evolución, lucha por la vida, selección natural… y estarán en el seno de la categoría biológica siempre, como lo está también el concepto biocenosis, mientras que no están, ni estarán, los que Abdalla –apoyándose sobre todo en las tesis de Sandín– trata de introducir desde otras categorías (que no son científicas, como es el caso de la ética, la cual es incomunicable con la bio­logía). Unos conceptos que absurdamente –como si todo valiera– trata de incardinar en la categoría biológica. Estos conceptos ya los hemos mencionado, pero volvemos aquí a citarlos pues por mucho que se digan y escriban el efecto multiplicador no aumenta el disparate, grande desde el origen. Los términos son: amor, solidaridad, cooperación, altruismo… Todos ellos los menciona en su artículo de octubre de 2011 publicado en el blog Yandando.{21} Este artículo tiene una marcada continuidad con el libro que comentamos de 2010 y que, tras el conocido cruce de opiniones está generando también el escrito actual. El artículo de octubre de 2011publicado en el blog Yandando ilustra más, si cabe, sus propuestas metafísicas y queremos llamar nuevamente la atención sobre este interesante hecho. El de que las cuestiones que propone un mes antes de que nos dedicara su diatriba están en la línea de lo que nosotros más le criticamos. Pese a no nombrarse tales términos en los textos de 2006 y 2010, la metafísica que anima su antidarwinismo armoniza perfectamente con la posible defensa de semejantes extravagancias metodológicas.

Nos dice Abdalla en su réplica, revolviéndose de una manera que pude llevar a pensar que reniega de alguna manera de Kuhn –aunque vemos a renglón casi seguido que es un mero subterfugio para desacreditar al crítico– que “el apoyo conceptual kuhniano sólo entró posteriormente como elemento teórico de interpretación de un problema constatado poco a poco…” (MA 2011-2). Tras esta afirmación una nueva autocita con la que se refiere a un propósito que no nos queda muy claro, por los motivos que más adelante exponemos: “«defender el darwinismo científico ante lo que, supuestamente, no pasaba de ser una ‘distorsión’ de su teoría, una ‘aplicación social espuria’ de leyes científicas perfectamente válidas para el mundo natural, pero inapropiadas para las relaciones humanas. [...] Tal era el objetivo inicial de la investigación: validar el darwinismo como teoría adecuada para la comprensión de la naturaleza y de la vida y, al mismo tiempo, argumentar respecto a su inadecuación para la organización de la sociedad y para la fundamentación de las relaciones humanas.» (Abdalla 2010, pág. 13).” (MA 2011-2) En su artículo de 2006 –y aquí se corroboran todas nuestras conclusiones– entre sus intenciones estaba, no el defender el darwinismo como teoría biológica sino cerciorarse de su crisis. Aquí vemos con toda claridad como Abdalla se contradice. La frase concreta –en la que podemos leer esa postura contradictoria con la defensa expresada está en el resumen del artículo se 2006 y que tiene el mismo título que el libro posterior– nos dice que: “el objetivo específico es reflexionar sobre una posible crisis del paradigma darwinista”.{22} A lo mejor el objetivo específico no es el inicial y por eso nosotros nos despistamos… Por otra parte, en la Introducción del artículo señala también, prioritariamente, la necesidad del cambio de paradigma, comparando –igual que lo hará después en su libro– lo que pasó con la mecánica clásica de Newton en el siglo XX con lo que sucederá con el paradigma darwinista en nuestro siglo –a la manera del refrán español que nos menciona las barbas del vecino, de manera que sepamos por tal indicio lo que va a pasar con las propias–. La contradicción descubierta en su libro de 2010 estaba ya expresada en el artículo de 2006: ¿qué es lo prioritario, defender el darwinismo o declararlo fenecido? Ambas cuestiones expresadas como intención primera son incompatibles entre sí.

Por otra parte, Abdalla no tiene en cuenta que lo que le ocurrió al paradigma newtoniano a principios del siglo XX no fue un cambio radical, una revolución que lo pusiera patas arriba y que dirigiera las investigaciones en un sentido totalmente contrario al de las leyes de Newton. Lo que ocurrió es que el contexto determinante{23} del newtonismo fue absorbido por otro contexto determinante, por otra armadura más abarcativa. Con todo, este importantísimo hecho no borró el newtonismo, no hizo que desapareciera de los libros de texto que se estudiaban, y que hoy día se siguen estudiando, en las instituciones educativas de todo el mundo, ni de los libros especializados en ciencias físicas. Con el newtonismo no hubo cambio de paradigma, pero tampoco sucederá lo que, apoyándose es tal afirmación, predice Abdalla del darwinismo. Es más, afirmamos que tal deseo de derrumbamiento del paradigma está mediatizado por una querencia ideológica, por la asunción de una metafísica espiritualista, la cual suponemos que se deriva del ideario ilustrado que impera en muchas cabezas actuales, todas ellas impregnadas por el mito del hombre, por el mito de la razón individual como entelequia{24}. Un mito que está hoy día vigente y que conserva una fuerza que puede asimilarse a la fuerza del mito que derribó la misma Ilustración, el de un dios único creador, pero que dejó el campo libre para la emergencia del antes señalado y que a veces va de la mano de otros dos importantes mitos oscurantistas: el mito de la cultura{25} y el mito de la naturaleza.{26} Esta potente metafísica esta impregnando el ideario de muchos científicos, muchos de los cuales son el apoyo intelectual de Abdalla, y se muestra con toda su potencia en la defensa del nuevo paradigma armónico, solidario, pacífico… que Abdalla considera como de necesaria consecuencia en los años cercanos del actual siglo XXI dado que, según sus investigaciones, el darwinismo ha expirado como paradigma.

5. Crítica a la idea de paradigma desde el materialismo filosófico

Después de visto el poco efecto que ha tenido el anterior comentario –el mismo efecto han tenido las referencias que allí expresamos sobre obras fundamentales a partir de las cuales pudiera tal comentario contextualizarse– hemos considerado oportuno plasmar una breve exposición de las consideraciones de Gustavo Bueno sobre Thomas S. Kuhn y su postura gnoseológica. Al llevar a cabo esta tarea vamos a poder explicar con más detalle todavía el por qué de nuestro enfrentamiento con la gnoseología en que se apoya Mauricio Abdalla. Un enfrentamiento que nos lleva a rechazar de plano las implicaciones que se derivan de las afirmaciones como ésta que sigue y que podemos leer en la diatriba con que nos se dirigió a nosotros: “Dediqué más de un centenar de páginas a demostrar que hay un problema en las ciencias biológicas y apenas algunas decenas para decir que iría a interpretarlo a la luz de la concepción kuhniana. Cualquier otro podría haberlo hecho bajo inspiración popperiana, lackatosiana, laudaniana, quineana, &c., e incluso bajo el referencial que Pozo defiende en su artículo. Divergir en el referencial interpretativo no elimina el problema” (MA 2011-2). Para nosotros las inspiraciones no son, en absoluto, iguales las unas y las otras. La confrontación se hubiera dado igual. Y la causa más relevante de que se esté produciendo esta discusión es que, desde el Materialismo filosófico, estamos negando la posibilidad de que se llegue a dar la desaparición de una teoría científica si está es tal, por mor de una metodología que consideramos débil, y que en muchos de sus presupuestos es incluso falsa: la teoría de las revoluciones científicas de Kuhn. Para mostrar la veracidad de las últimas afirmaciones esta vez no nos vamos a apoyar en el Estatuto{27}, como hicimos en el anterior escrito, sino que vamos a recoger lo que puede leerse sobre el problema en la obra de Gustavo Bueno que lleva por título Teoría del cierre categorial. Apuntaremos de forma breve lo que aparece en esta obra y nos parece fundamental de cara a desmantelar la gnoseología expresada por Kuhn.

5.1. Surgimiento de la teoría de la ciencia de Kuhn

La Teoría del cierre categorial ha desarrollado desde su origen en los años 70 diversas críticas a las teorías de la ciencia contemporáneas, entre ellas por supuesto a la de Thomas S. Kuhn (sin olvidar a Sneed, a Feyerabend, a Stegmüller, &c.). En el seno de esta crítica está instalado nuestro rechazo de una de las tesis más fuertes defendidas en el texto de Abdalla de 2010, la de augurar un cambio de paradigma en el presente siglo, en base al kuhnismo aceptado por él. Abdalla acepta la gnoseología de Kuhn por un lado de forma contundente pero por otro, y esto nos llama la atención, expresando una defensa total del relativismo, pues considera cualquier otra gnoseología como válida. Así, señala que para solventar el problema sería efectivo cualquier referencial, incluso el nuestro. Tal afirmación no puede ser aceptada y el motivo de nuestro rechazo trataremos de mostrarlo aquí con toda la claridad que nos sea posible. Dice Gustavo Bueno en el tomo primero de la teoría del cierre, refiriéndose a los teóricos de la ciencia que ha mencionado Abdalla, lo siguiente:

«Estos tratamientos de las ciencias, desarrollados paralela, simultánea e independientemente de la teoría del cierre, han venido a constituir, en nuestros días, el contenido principal de los cursos universitarios que en las Facultades de Filosofía… [en una de ellas, como es lógico, se haría seguidor de Kuhn Mauricio Abdalla] suelen ser impartidos por los miembros de una recentísimamente autodenominada “comunidad científica” consagrada al cultivo de la “Teoría de la ciencia”. Esta “comunidad” se mueve dentro de unos planteamientos convencionales que han ido decantándose como una nueva escolástica y a la que muchas veces se le da el nombre de “ciencia de la ciencia”» (TCC 1, págs. 13 y 14.)

Como escolásticos podemos definir ahora nosotros –aunque de una forma distinta a como Alicia se enfrentaba al espejo– a los que nos definen también como tales. Así les denominamos por ser continuadores de estas metodologías que han proliferado en tantas y tantas universidades, en las que las teorías de Kuhn, de Feyerabend, de Sneed, y de alguno que otro más, campan por sus fueros. Esta Teoría de la ciencia se fue consolidando en la inmensa mayoría de las facultades de filosofía del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, paralelamente a la consolidación del Imperio estadounidense en occidente y, por mor de la Globalización, a escala mundial. El primer hito fue la denominada Concepción heredada que se consolidaría como metodología científica y tras ser desechada se aceptó por algunos de sus anteriores defensores el verificacionismo como modo de demarcación científica. Este tardó poco en mostrarse inoperante y daría paso a la contrastación dialéctica de las teo­rías que está en la base del falsacionismo de Popper. En los años setenta, tras la crisis del positivismo, las teorías de Kuhn comenzarán a imponerse. Gustavo Bueno señala que la potente metodología teoreticista{28} de este último no prosperó, pues ya tenía en su seno la expresión exagerada de ese mismo teoreticismo, el de base sociológica e historicista de Karl R. Popper: “En efecto, ya el método de análisis de Popper iba necesariamente referido, como hemos dicho, a la investigación, a la ciencia vista como un proceso, de ‘revolución permanente’, al menos virtual. Sin embargo, Kuhn se vio obligado a introducir el concepto de los ‘estados interrevolucionarios’ correspondientes a la ciencia normal (TCC 1, pág. 108). El falsacionismo de Popper prefiguraba las formas teoreticistas puras –y que podemos denominar sociologistas también– de Kuhn; y otras no tan puras, pues a ellas les podemos asignar mejor el calificativo de anarquista, que son las que después fomentará Feyerabend. La teoría de la ciencia promovida por Kuhn será una suerte de historia dialéctica, mientras que la de Feyerabend se puede definir como una sociología dialéctica de la ciencia. Como afirma Gustavo Bueno, estas dos derivaciones se comprenden perfectamente como meras posibilidades ya expresadas en el mismo seno de ese teoreticismo estricto que era el falsacionismo de Popper.

5.2. La consolidación de los paradigmas de Kuhn como metodología dirigida al descubrimiento científico

El éxito de la noción de paradigma quizá venga derivado de la marcada ambigüedad que soporta. El paradigma se sitúa en la confluencia, o mejor, en la línea que separa la ciencia propiamente dicha de otro saber que no es científico, de la sociología (o que es científico, aunque desde una consideración distinta, la que considera a unos saberes como científicos pero desde la perspectiva de Dilthey y que los señaló como ciencias humanas). El paradigma tiene por tanto dos formas de expresión, en primer lugar, como una técnica que está definida, que es controlable al modo en que es controlado un saber, una ciencia, que tiene en sus bases unas leyes que son absolutas, iguales para todos en cualquier tiempo y lugar; y, en segundo lugar, algo que lo relativiza, pues es algo que puede ser expresado como lo que pudiera compartir un grupo humano. El grupo conformado por los científicos seguidores del mismo:

«En cuanto referido a la comunidad científica, el paradigma de las comunidades científicas es sociológicamente cogenérico con el de otras comunidades no científicas; luego al considerarlo como determinante de la comunidad científica, se incurrirá en petición de principio, a saber, la que estipula que tal comunidad debe ser llamada científica por su relación a paradigmas que, sin embargo, todavía no han mostrado tener una verdad objetiva, aunque tampoco han dejado de tenerla; por lo cual hay que decir que el concepto de “comunidad científica” de Kuhn no es, por sí mismo, un concepto filosófico gnoseológico, sino meramente denotativo (como si dijéramos: “comunidad científica es una comunidad que en lugar de caracterizarse por sus paradigmas estéticos –como una escuela de músicos profesionales– o tecnológicos –como una comunidad de alquimistas, o de sacerdotes–, se caracteriza por paradigmas tales como ‘f = m ∙ a’).» (TCC 1, pág. 309.)

5.3. ¿Por qué Kuhn no es la explicación?

Frente al concepto de paradigma expresado por Kuhn, la TCC expresa el concepto de contexto determinante, o también denominado armadura. Tanto el concepto de Kuhn como el de Bueno debemos decir que tienen algo en común, ambos observan reluctancia con el campo categorial si éste se trata de forma global pues la categoría no es una presuposición anterior a la propia ciencia que pudiera abarcarlas en todo su conjunto. De tal manera que Gustavo Bueno nos muestra las conexiones que de hecho tienen las nociones expresadas por el materialismo filosófico y por la teoría de Kuhn: “Las ciencias efectivas se mantienen en el ámbito de los contextos determinantes; o bien, las ciencias, como instituciones históricas, se resuelven en el conjunto de sus paradigmas (que se sustituyen los unos a los otros, dando lugar, eventualmente, a las ‘revoluciones científicas’). En suma, el concepto de armadura y el concepto de paradigma sitúan el análisis gnoseológico a escalas, en principio, parecidas” (TCC, tomo 1, pág. 108). Pero, pese a sus semejanzas, entre los conceptos de armadura (o contexto determinante) y el de paradigma se dan unas marcadas diferencias gnoseológicas. Si atendemos a lo que en el Materialismo filosófico denominamos espacio gnoseológico,{29} la diferencia entre ambas expresiones –armadura y paradigma– se expresa señalando que el lugar originario, y más propio, del concepto armadura es el del ‘eje semántico’, por el contrario, el lugar del concepto paradigma es el ‘eje pragmático’. Aunque Bueno aclara a renglón seguido que esto “no significa que el concepto de armadura no tenga connotaciones pragmáticas, o que el concepto de paradigma no deba tener connotaciones semánticas; significa que el concepto de armadura (o contexto determinante) esta dibujado en una perspectiva originariamente semántica, y el de paradigma en una perspectiva originariamente pragmática” (TCC, tomo 1, pág. 108). El paradigma, por dibujarse en esta perspectiva pragmática, decimos que se define dependiendo de los que lo comparten; decimos que se define solo en función de los sujetos, circunscribiéndose así en la Sociología de la ciencia, aunque reconocemos que ello no le aleja totalmente del terreno de la Lógica de la ciencia en el que se mueven las estructuras semántico-lógicas denominadas por nosotros armaduras. No le aleja totalmente pero sí le aleja de hecho, pues el nivel pragmático le hace considerar configuraciones que no son científicas. De ellas podemos dar algunos ejemplos, como pueden ser el paradigma frenológico de Spurtzheim o, menos conocido, el paradigma mágico-hermético defendido por Salvio Turró, y que según su tesis doctoral –con título: Descartes. Del hermetismo a la nueva ciencia; y prologada por Emilio Lledó– dirigió la ciencia del Renacimiento. Otras configuraciones pueden ser filosóficas (el ejemplo con que nos ilustra Gustavo Bueno es el del paradigma aristotélico de las cuatro cualidades), las cuales tienen la característica de ser capaces de moldear las cabezas de comunidades que pueden considerarse a sí mismas científicas, sin serlo. Por esto mismo se considera que los paradigmas son ambiguos y sin las posibilidades que sí comportan las armaduras. De manera que, como señala Gustavo Bueno, los primeros no pueden, en todos los casos, ser considerados armaduras mientras que éstas siempre podrían ser consideradas paradigmas.

Por otra parte, la filosofía de la ciencia de Kuhn ha sido rechazada por muchos otros especialistas y el motivo de tal rechazo tiene que ver con algo que está totalmente justificado. Los paradigmas, para ser aceptados, deben pasar necesariamente por un análisis gnoseológico semántico, este análisis es del todo imprescindible y Kuhn lo ha menospreciado. De manera que tal omisión ha sido clave para que su propuesta se viera desbancada. En este sentido, Kuhn se ha acercado un tanto al utilizar de forma denotativa algunos ejemplos de los, por él considerados, paradigmas científicos. Con todo tal utilización no se separó nunca de lo que para él era más importante, la aceptación de los mismos en un contexto que iba más allá del marco definido por la propia ciencia. Así pues, “al tratarlos pragmáticamente (sociológicamente), ha contribuido a impulsar el sociologismo gnoseológico y ha introducido distorsiones importantes en la imagen de la evolución de las ciencias, al plan­tear las ‘revoluciones científicas’ en términos de ‘cambios o sustitución de paradigmas’, similares a los cambios de paradigma en arte o en política, o en ciencia ficción” (TCC 1, pág. 109). Vemos pues que con su propuesta de cambio científico{30} relaciona inconsistentemente los modelos de la ciencia a otros que no tienen nada que ver con ella. Y aunque observemos que se dan algunas similitudes entre unas parcelas y otras no están justificadas por ellas las aplicaciones de unos mecanismos de cambio en esos ámbitos acientíficos con los que nos conciernen aquí. Por todo ello, la propuesta de Kuhn, por tanto, nos parece tan atrevida como inapropiada. Pero aun si tenemos en cuenta el caso hipotético por el cual debiéramos justificar un cambio de paradigma en el ámbito de la ciencia, sería difícil explicarlo con la precisión gnoseológica que podría esperarse si solo tuviéramos en cuenta la perspectiva pragmática. Para dar tal explicación deben coordinarse los sujetos con lo que no lo son, deben tenerse en cuenta los distintos objetos del campo determinado por la ciencia que sea, además de los términos que los definen y las relaciones que entre estos últimos se puedan dar. Si solo atendiéramos a los sujetos, no habría problemas para determinar lo que entendemos por sustitución, pero al atender a todo lo que hemos señalado como interactuando con esos sujetos, la expresión de tal idea se hace muy compleja, “hasta el punto de qué, en lugar de ‘cambio de paradigma’, podría ser conveniente hablar de ‘transformación de una armadura en otra’, o de introducción de una nueva armadura capaz de reabsorber a las anteriores, en un momento o en otro” (TCC 1, págs. 109-110){31}.

Para que no quede ninguna duda de la inconsistencia que soporta la noción de cambio de paradigma, Gustavo Bueno incardina la propuesta de Kuhn con el análisis que desarrolla de lo que es la ciencia y cómo se conforma. Al confrontar uno y otra vemos cómo las dificultades se multiplican a la hora de tomar en serio las revoluciones científicas En primer lugar Gustavo Bueno nos muestra una importante distinción que debemos tener en cuenta en el seno la ciencia, señalándonos que, en cada ciencia que consideremos, se da una diferenciación en dos capas, una que denomina capa básica y otra capa metodológica (diferencia que no es la misma que pudiera darse entre ciencia y su filosofía).{32} Y tal distinción incluye en su seno otras distinciones anteriores, como por ejemplo la que da entre contextos: el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Esta famosa distinción, al pasar a depender de aquella primera que nos propone el materialismo filosófico, invierte su orden de manera que la justificación científica no será el paso final sino que se dará siempre con anterioridad al descubrimiento. Para que se dé una delimitación entre ciencia y no ciencia es por tanto imprescindible la justificación, la cual es trascendental para el hecho científico y ello en detrimento de la lógica del descubrimiento desarrollada por Kuhn, la cual no delimita lo científico de lo que no lo es. Lo que cumple ese cometido es por tanto algo que guarda relación directa con la capa –o también denominada tejido– básica en la que la ciencia se desarrolla, en la que da nuevas explicaciones, en la que crece… En ese tejido básico se van urdiendo los fenómenos que se estructuran en la ciencia en cuestión, una ciencia que es realmente efectiva cuando está cerrada. Dónde no se desarrolla la ciencia, cualquiera que sea la que consideremos, es en las cuestiones superpuestas admitidas por Kuhn y que tienen que ver con lo que denominamos pragmático y que incluye desde lo analizado por Kuhn, lo que tiene que ver con cuestiones sociológicas, hasta lo que ahora defiende Abdalla y que se circunscribe sobre todo a la ética (amor, solidaridad, &c.). Ni unas cuestiones ni las otras pueden entretejerse operatoriamente con unos fenómenos que sin embargo si tendrían la posibilidad de concatenación efectiva si el campo estuviera cerrado.

Para ver la vuelta del revés que Gustavo Bueno efectúa en estos contextos –el de descubrimiento y el de justificación– al tener en cuenta la distinción de capas señalada podemos atender a algunos de los que nos describe: en primer lugar podemos atender a uno en sentido negativo, el de los canales descubiertos en Marte. Su descubrimiento científico dejó de serlo cuando no pudo justificarse su existencia sino todo lo contrario. Y como ejemplo positivo podemos tomar el de la tarea, la cual incluso pudiera ser de toda una vida, dedicada al descubrimiento científico de una vacuna. Si ésta es hallada, mediante el hecho del hallazgo se da también justificación a todo el trabajo desarrollado, y hace que la tarea del científico –dedicada a tal descubrimiento, si es que esté se hubiera conseguido, sino ni siquiera hubiese podido llamarse como tal– cobre todo su sentido. El hecho del hallazgo, es por ello trascendental para toda la labor desarrollada: “solo cuando un descubrimiento ha sido justificado (id est, insertado en una doctrina) cabrá hablar propiamente de descubrimiento; la ‘invención’ sólo lo es en el marco de una ‘doctrina’ (justificada), &c.” (TCC 2, pág. 301).

Una vez que hemos visto la efectividad de la inversión de los contextos delimitadores de lo que es ciencia y no ciencia en el marco más amplio de la nueva distinción, considerada por el Materialismo filosófico, en las dos capas –basica y metodológica– de la ciencia. Efectividad que nos ha hecho percibir de forma palpable la debilidad de la teoría kuhniana de revoluciones científicas como explicación del progreso científico. Las revoluciones científicas al pasarlas por el tamiz del Materialismo filosófico se tornan en una mera ficción, en una suerte de ensoñación inoperante. Por otra parte, Gustavo Bueno nos hace ver cómo es inviable la tesis derivada de lo anterior que defiende la separación entre unos momentos de cambio y otros de calma en el discurrir de la ciencia. Esto es también una ensoñación, la ciencia nunca está en calma como afirma el concepto de ciencia normal sino que está en constante cuestionamiento (y aquí Gustavo Bueno no está solo, pues se alinea en sus tesis con otros autores críticos de Kuhn, como son Ilya Prigogine e Isabelle Stengers. Gustavo Bueno afirma con la rotundidad que le caracteriza –derivada de la potencia explicativa de su sistema– que los paradigmas no se desechan nunca pues están presentes en los nuevos como partes activas de ellos. Y nos pone como ejemplo descriptivo de esta afirmación, la utilización del arco de un edificio que fue derruido y que se reutiliza en uno de nueva construcción: “En todo caso, las ‘revoluciones científicas’ son casi siempre ‘revoluciones metodológicas’ (…‘revoluciones de palacio’) más que ‘revoluciones básicas’. Son revoluciones comparables, en su momento negativo, a lo que hace un siglo se llamaron ‘crisis de fundamento’ de las Matemáticas (crisis de las cuales los propios matemáticos no llegaban siquiera a enterarse) (TCC 2, pág. 303.)

Y para terminar, citaremos el relevante ejemplo que Gustavo Bueno nos pone con relación al que se considera por algunos autores –kuhnianos, por supuesto– un cambio de paradigma en la física clásica. La cuestión es tratada por Abdalla como tal, pues toma como un hecho probado (así lo interpretamos a partir de lo que hemos podido leer en sus escritos pese a que la afirmación no sea literal) que la física clásica, la expresada por Newton, fue vencida en el siglo XX por la física de Einstein y la de los cuantos. Gustavo Bueno pone como ejemplo de error metodológico la consideración del newtonismo como paradigma derrocado. Y es que el proceso histórico por el que se está desarrollando el paradigma newtoniano nos muestra que éste no se ha sustituido por otros paradigmas, no se han dado revoluciones que lo anulen. Para dar razones de su afirmación, nos muestra cómo la teoría analítica del calor de Fourier fue una teoría que no cambió la ciencia newtoniana básica sino que lo he hizo fue apartarse del newtonismo por soportar una metodología particular, y ello le llevó a conformarse como un nuevo centro de consolidación de otra ciencia básica. Lo que sucedió es que con la consideración particular de esta teoría se tiraron por tierra ciertas pretensiones metodológicas monopolistas expresadas tanto por Newton como por Laplace. De manera que podemos afirmar que…

«El cuerpo de una ciencia, por ejemplo la Física, tomado en contexto de descubrimiento, según un ‘segmento’ de su trayectoria histórica, por ejemplo la Física del siglo XIX, no tendrá por qué verse como un cuerpo embrionario, cuya maduración implicase su victoria sobre otras embrionarias teorías competidoras, de suerte que el paso al ‘contexto de justificación’ llevase consigo el arrojar fuera del cuerpo de la ciencia, como material de desecho, a las teorías vencidas. Ante todo, no todas las teorías competidoras pueden considerarse ‘borradas’ o ‘destruidas’ por el hecho de haber sido ‘vencidas’ en sus pretensiones hegemónicas.» (TCC 3, págs. 126-127).

La ciencia cuando está a pleno rendimiento va segregando verdades en el seno de su campo, de un campo que solo le pertenece a ella, pues está cerrado categorialmente hablando. Este cierre no quiere decir que sea una clausura definitiva y total, sino que lo que expresa es una soberanía en un ámbito concreto, en el ámbito de la categoría. Solo cuando la categoría está cerrada pueden surgir con fuerza verdades importantes. Unas verdades que no serían tales si los conceptos de la ciencia en cuestión fuesen borrosos debido a la constante interacción con otros campos, la cual provocaría que se desdibujaran los límites semánticos tanto de unos como de otros. El cierre categorial es, por todo ello, todo lo más alejado que podamos imaginar de un agotamiento del campo, pues dentro de éste los nexos entre los conceptos se multiplican y cualquier operación que se encadene será multiplicadora de conceptos, los cuales por el hecho de estar libres de contaminación de otras catego­rías tendrán relaciones de identidad con los conceptos originales. Solo cuando las verdades afloran en este contexto es cuando podemos afirmar que el campo está cerrado. Y en esta situación, si se dan conexiones entre distintas ciencias, serán también enriquecedores para el conjunto de las ciencias. Pero, eso sí, sabiendo que tales conexiones externas nunca procurarán un reduccionismo de los conceptos de una clase a los de otra clase, entre ellos se dará siempre irreductibilidad. Los términos definidos en el seno de una categoría nunca podrán definirse con conceptos de otra. Las especies nunca se amaran entre ellas, como señala Abdalla, las especies no serán nunca solidarias unas con otras… las especies estarán siempre en pugna, como lo están los conjuntos de individuos que las conforman, muriendo y sobreviviendo en el seno de sus respectivas biocenosis.

6. Conclusión

Después de ciento cincuenta años de vigencia de la Teoría de la evolución las críticas que se han ido dando no han sido muy efectivas, que incluso podemos afirmar que en los primeros años incluso eran si no más ricas al menos más potentes. La que estamos ahora teniendo en cuenta, hemos visto que se lleva a cabo desde una falsa ideología progresista que nos acerca a la también falsa dicotomía izquierda política/derecha política. En España –como en Brasil o en cualesquier otros países– la realpolitick de unos y otros es demasiado parecida, sobre todo atendiendo a lo que sucede con la economía que tiende a ecualizar cualquier decisión política que deba tomarse (tomemos como ejemplo la política de izquierda de Lula da Silva, o la misma de Rodríguez Zapatero, sea la que desarrolló sus primeros años o la de los últimos meses). La crítica a la ciencia biológica actual que leemos en La crisis latente del darwinismo la relacionamos con la situación económica actual porque Abdala lo hace también, aunque Abdalla lo hace de una forma que nosotros rechazamos. El autor de La crisis latente del darwinismo señala a esta teoría como una suerte de ideología liberal. Ante tamaño despropósito podemos apuntar aquí lo que nos muestra Gustavo Bueno en la obra que más hemos citado en esta contrarréplica a Abdalla. En el tomo primero de la Teoría del cierre categorial nos dice que cuando el darwinismo surgió, los lores ingleses la consideraban republicana y los burgueses monárquica: “la teoría de la evolución, de Darwin, tampoco era, por sí misma, ni monárquica ni republicana, aun cuando algunos monárquicos, que eran ‘fijistas’ en política, la consideraban republicana, y algunos republicanos que eran igualitaristas , la consideraban monárquica, porque favorecía a la aristocracia de los triunfadores de la lucha por la vida” (TCC 1, pág. 36). Vemos como esta crítica de Abdalla –que quiere ser nueva– al darwinismo tiene el mismo débil fundamento que aquella original señalada por Bueno. Así pues, podemos concluir en la nula potencia de esta crítica que Abdalla hace del darwinismo trayéndolo inconsistentemente al terreno pragmático también en este caso, en concreto acercándolo al terreno de la categoría política. Algo que observamos como habitual en ese ininterrumpido mezclar conceptual que lleva a cabo y al que en estos días parece estar dedicándose, por lo que hemos podido comprobar, pues es en lo que ahora parece estar trabajando al desarrollar esta doctrina en los distintos artículos con que nos quiere ilustrar en el blog Yandando.

En esta conclusión no podemos dejar de mencionar –ya que es un tema que introdujo Abdalla en su diatriba y no hemos desarrollado antes– algo sobre Marx y su materialismo. Darwin tuvo en Engels y en Marx una gran influencia. El 18 de junio de 1862 (tres años después de la publicación de El origen de las especies) Marx escribió una carta a Engels en la que señalaba estas importantes cuestiones: “Es notable como Darwin vuelve a hallar en las bestias y en las plantas su sociedad inglesa, con su división de trabajo, la competencia, la apertura de nuevos mercados, las invenciones y la lucha por la vida de Malthus. Es el bellum ómnium contra omnes de Hobbes, y esto recuerda a Hegel en la Fenomenología, donde la sociedad burguesa figura como ‘reino animal espiritual’, mientras en Darwin el reino animal figura como sociedad burguesa”.{33} Marx hace un recorrido por los distintos lugares que considera son puntos de partida del ideario darwinista, percatándose de la continuidad que el entorno tiene con la conformación de una ciencia determinada: la evolución se da en el marco del mundo biológico, se da por tanto entre los seres vivos, en ese mundo se da lucha, una lucha a muerte y de ella fructifica el cambio. Las sociedades humanas tienen similitudes con las animales. La teoría del cierre categorial no puede alejarse de estas certeras observaciones debido a que explica cómo se dan estas continuidades observadas por los autores del XIX citados por Marx: “hay que partir del supuesto de que los sujetos gnoseológicos sólo actúan (en sus ciencias respectivas) en cuanto están inmersos, no solo materialmente, sino formalmente, en un medio social dado” (TCC 1, pág. 298). Las ciencias hasta su conformación están inmersas en un mundo social dado, sus conceptos son siempre derivados de un mundo tecnológico (el mismo término evolución significa desenrollar, con las manos, el papiro para leer en él lo que estaba enumerado). Pero ello no es óbice para afirmar también que una vez consolidada una ciencia ésta debe cerrarse –como ya hemos explicado– para ser efectiva. Es aquí dónde chocamos frontalmente con Mauricio Abdalla pues le da la vuelta a estas argumentaciones tanto en su libro de 2010, en el escrito embrionario de 2006 y, cómo no, en la defensa que hace de ello en el artículo de noviembre de 2011 publicado en El Catoblepas. Pero, como no mencionar –dada la rotundidad con que lo afirma de nuevo– la nueva propuesta de transformación de la ciencia que ha publicado recientemente en el blog Yandando. Respecto de este cúmulo de hiperbólicos disparates solo podemos decir que están incoados, aunque nos extrañaría bastante que pudieran multiplicarse dada la magnitud de los mismos expresada en la primera entrega de su nueva investigación. Abdalla dice allí que la biología debe definir entre sus conceptos el amor, la solidaridad… para así proponernos un futuro de paz, amor, de armonía (que me disculpe si cambio algún termino de los que cita). A nosotros nos parece esto muy poco serio, tan poco serio como nos parecen las ideas que se extrae como conclusión de su libro de 2010 y que repetimos aquí: la transformación paradigmática del darwinismo en una nueva biología. Esa nueva ciencia biológica tendría en su seno un nuevo motor para las transformaciones: el amor y la paz. Por eso dimos al nuevo paradigma de Abdalla el nombre de la armonía o la alianza de las especies. Este nuevo paradigma que iba a surgir tras la revolución científica derrocadora del darwinismo en crisis está ya funcionando, solo tienen que ser aceptado, al modo como Kuhn explicaba que se acepta un nuevo paradigma y se derroca a otro, por aumento de prestigio del que lo propone. Según Abdalla ya podemos saber cuál el futuro paradigma triunfador y su artífice: “…la teoría propuesta por Sandín tiene todas las características de un programa de investigación científica que puede ser candidata a paradigma para la bio­logía evolutiva” (MA 2010, pág. 170).

La introducción de conceptos definidos en categorías del ámbito de las ciencias humanas en el seno de una categoría científica, como es el caso de la biología, o como lo sería el de la matemática, es inviable, como ya hemos demostrado. Ni las raíces cuadradas pueden enamorarse de los números complejos, ni los cocodrilos de los ñus. Dejando los comentarios jocosos de lado, la eficacia de la gnoseología expresada en el cierre categorial se opone diametralmente a la propuesta de Abdalla. A ello nos hemos referido más arriba cuando hemos señalado el por qué de la eficacia de la Teoría del cierre categorial como gnoseología. No vamos aquí a volver a explicar todo ello aunque debemos decir con toda la contundencia necesaria que rechazamos de plano la propuesta de Abdalla por ser una propuesta acientífica en todos sus aspectos. Es una propuesta que, como la concepción de Gaia de Margulis, el diseño inteligente de Behe o la benevolencia de las bacterias y los virus de Sandín, es pura metafísica. Es también una propuesta que va en dirección opuesta a la propia ciencia pues al tratar de introducir conceptos de otras categorías tiende a la oscuridad y a la borrosidad de lo que pueda decirse en su seno, de manera que propone un futuro anticientifista, que podría tender a saberes y técnicas orientales, de armonía de especies (gracias a los microorganismos, por lo que casi podríamos dar el salto a la armonía con lo inorgánico también), budistas… en una palabra, a la metafísica.

Bibliografía

ALVARGONZÁLEZ, D. «El darvinismo visto desde el materialismo filosófico», El Basilisco, nº 20, Oviedo 1996: filosofia.org/rev/bas/bas22001.htm

ABDALLA, M., «La crisis latente del darwinismo», Asclepio. Revista de Historia de la ciencia, Vol. 58, nº 1, 2006.

La crisis latente del darwinismo, Cauac Editorial, Murcia 2010.

«Objetividad y Subjetividad en la Ciencia», blog Yandando, octubre 2011:
http://yandando.blogspot.com/2011/10/mauricio-abdalla-objetividad-y.html

«En defensa de La crisis latente del darwinismo», El Catoblepas, nº 117, noviembre 2011: nodulo.org/ec/2011/n117p10.htm, reproducido también en Rebelión: www.rebelion.org/noticia.php?id=141292

BUENO, G. Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas (Fund. Juan March), Oviedo 1976: fgbueno.es/gbm/egch.htm

Teoría del cierre categorial (Tomos 1-5). Pentalfa, Oviedo 1992.

POZO FAJARNÉS, J. L., «Vacuidades en torno al darwinismo», El Catoblepas, nº 113, julio 2011: nodulo.org/ec/2011/n113p12.htm, reproducido también en Rebelión: www.rebelion.org/noticia.php?id=140498

Notas

{1} M. Abdalla, «En defensa de La crisis latente del darwinismo», El Catoblepas, número 107, noviembre de 2011, pág. 10 (a partir de ahora MA 2011).

{2} Por poner un ejemplo que dé razones de por qué le mostramos tanto respeto incidiremos en que en la Universidad de París se hizo una pira con sus libros. Esa fue la forma en que mostraban su desacuerdo con la tesis que expresaba, no solo por él sino por otros muchos escolásticos, relativa a que, ante un monarca injusto, cabía el regicidio. Esta tesis, como todo el mundo sabe, sería uno de los revulsivos más importantes para los cambios políticos de varios siglos después. Pero ello se ha olvidado, la historia de filosofía ha tenido un tremendo menosprecio por algunas de sus más importantes fuentes originales. El materialismo filosófico –el sistema que ha expresado Gustavo Bueno– desde luego que no y, así, los que compartimos este modo de hacer filosofía reclamamos la recuperación, en justicia, de muchísimas figuras de la filosofía dejadas de lado y que sin embargo están presentes en todos los discursos posteriores, por ser las fuentes desde las que se construyeron las nuevas ideas, de manera que la mayor parte del elenco filosófico de los últimos cuatro siglos bebió de sus ricas aguas intelectuales. Una de las figuras más importante, culpables de ésta injusta amnesia, fue Descartes que pese a desarrollar un discurso profundamente escolástico nunca citó a ninguna de sus fuentes.

{3} M. Abdalla, La crisis latente del darwinismo, Editorial Cauac, Murcia 2010 (a partir de ahora citado en la página como MA 2010), pág. 21.

{4} Desde aquí queremos expresar nuestro más sincero respeto por la investigadora Lynn Margulis que falleció el 22 de noviembre de 2011, justo dos semanas antes de que se escribiera esta nota.

{5} Sobre la dinámica histórica del conocimiento, podríamos entablar otro debate tan arduo como el que ya hemos empezado, pero no vamos a comenzarlo aquí.

{6} No tenemos ningún dato que nos afirme que además de la filosofía tenga otra especialidad el autor de La crisis latente del darwinismo.

{7} M. Abdalla, «La crisis latente del darwinismo», Asclepio, Revista de Historia de la ciencia, vol. 58, nº 1, 2006 (Al citar nos referiremos a esta publicación como MA 2006.)

{8} Lo vemos en la cita de la nota v y en esta también: «Algunos datos de investigaciones sobre la complejidad de la vida comenzaron a ocasionarme dificultades para encuadrarlos y entenderlos a la luz de la descripción darwinista de la evolución. Inicialmente atribuí esas dificultades a mi falta de competencia científica.» (MA 2010, pág. 13. MA 2011, autocita).

{9} Para ejemplificar como manipula el autor de La crisis del darwinismo su propio texto de manera que adapta lo dicho a las necesidades de las nuevas argumentaciones, no tenemos más que ver cómo elabora sus autocitas. Escribe un párrafo mediante tres frases que en su libro están a setenta páginas de distancia unas de otras. Eso sí que sería un buen ejercicio de tergiversación si es que lograra dar contundencia a lo que quiere trasmitir, sin embargo, lo único que consigue es meramente una chapuza de autocita: “Decir cual teoría se convertirá en un nuevo paradigma está totalmente fuera de mi competencia. [...] Las teorías científicas funcionan como paradigmas en la orientación del trabajo científico. No es una cuestión para ser decidida por filósofos. Así como no tiene sentido declararme newtoniano, einsteiniano, lavoiseriano, boltzmaniano, etc. en el ejercicio del pensamiento filosófico, no tendría sentido optar por uno u otro paradigma en las ciencias biológicas. [...] No me cabe [...] defender teorías en el campo de la Biología. (Abdalla, 2010, pág. 18, 102, 170)” (Sic).

{10} Sobre la compleja cuestión relativa a la relación entre hechos y teorías ya hicimos algún comentario en nuestro texto anterior. El problema debería tratarse en profusión pero este diálogo se haría más denso de lo que está ya resultando, por lo que no queremos por nuestra parte derivar la discusión por esos derroteros. Con todo, el que esté interesado puede acudir a la página de la Fundación Gustavo Bueno y ver, por ejemplo, la tesela 82 (El campo de la felicidad) y la 83 (Los fenómenos de la felicidad). O también acudir al libro El mito de la felicidad. Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices (2005).

{11} En octubre de 2011, en un blog de nombre Yandando, escribe la primera entrega de Objetividad y Subjetividad en la Ciencia. A partir de ahora (MA 2011-1). Al texto de la diatriba nos hemos referido antes como MA 2011, a partir de ahora será MA 2011-2, por ser éste de noviembre mientras que el publicado en Yandando es de octubre).

{12} Esta afirmación habría que matizarla pues ya en el anterior comentario confundió el materialismo grosero con el materialismo que nosotros defendemos y que en este texto no puedo entrar a explicar. En este texto que estamos ahora desarrollando hemos procurado usar menos el término materialismo y que forma parte del nombre del sistema filosófico que ha desarrollado Gustavo Bueno, el Materialismo Filosófico, debido a que Abdalla muestra un total desconocimiento de su significado. De todas maneras para los interesados vuelvo a hacer referencia a la Fundación Gustavo Bueno y a los distintos textos relativos a la cuestión del materialismo.

{13} Esto es un giro muy marcado a posturas todavía más inaceptables, hacia el todo vale de Paul K. Feyerabend. Pueden leer el texto de Abdalla aquí: http://yandando.blogspot.com/2011/10/mauricio-abdalla-objetividad-y.html
y también aquí: http://networkedblogs.com/o53lV

{14} Cuestiones que tienen que ver con ello pueden rastrearse en muchos escritos de Bueno pero para una mayor y rápida observación puede acudirse a la tesela 82, cuyo título es El campo de la felicidad. Allí explica estas importantes cuestiones.

{15} Gustavo Bueno, Teoría del cierre categorial, Tomo 1, Pentalfa, Oviedo 1992, pág. 223 (a partir de ahora lo citaremos como TCC, después el número de tomo y la página de ese tomo). En nuestro comentario anterior hicimos la crítica desde la propuesta de Gustavo Bueno original, expresada en el Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas y en su libro ¿Qué es la ciencia? filosofia.org/aut/gbm/1995qc.htm Los interesados pueden seguir acudiendo a estos textos para saber cuál es el fundamento de nuestra crítica a las ideas de Mauricio Abdalla.

{16} Esto podemos leerlo en el estudio señalado de David Alvargonzález que como ya hemos dicho nos apoyamos en él en nuestro anterior comentario: «El darvinismo visto desde el materialismo filosófico», El Basilisco, nº 20, Oviedo 1996, pág. 3-46.

{17} «Lamarck y la venganza del imperio»: http://cort.as/1Svn

{18} Abdalla hace referencia al martillo no en manos de un científico si no en las peligrosísimas manos de una general norteamericano: «cuando sólo se tiene un martillo, transforme todos sus problemas en clavos» (MA -2011).

{19} Pozo Fajarnés, J. L. Vacuidades en torno al darwinismo. El Catoblepas, número 113, julio de 2011. Página 12.

{20} A partir de ahora al citar este texto de Abdalla nos referiremos a él como (MA 2011-2). El texto está publicado en El Catoblepas, noviembre de 2011: http://nodulo.org/ec/2011/n117p10.htm

{21} http://networkedblogs.com/o53lV

{22} M. Abdalla, «La crisis latente del darwinismo», en Asclepio, Revista de Historia de la ciencia, vol. 58, nº 1 (2006).

{23} Contexto determinante es un concepto al que nos referiremos más adelante y que pertenece al Materialismo filosófico. Es mucho más potente y eficaz que el de paradigma de Kuhn. A él también nos referimos como armadura.

{24} Estas ideas las analiza pormenorizadamente Luis C. Muñoz Jiménez en su análisis sobre “América: fenómeno y realidad”. http://www.fgbueno.es/act/efo012.htm

{25} G. Bueno, El mito de la cultura, Prensa ibérica, Barcelona 1996.

{26} Para ver que dice Gustavo Bueno de este problema, Leoncio González, «El mito de la Naturaleza», EC 2007 61:10.

{27} G. Bueno, Estatuto Gnoseológico de las Ciencias Humanas (Fundación Juan March), Oviedo 1976.

{28} Para saber a qué atenerse al leer este concepto puede acudirse a la enciclopedia Symploke: http://symploke.trujaman.org/index.php?title=Teoreticismo

{29} La definición de este importante concepto del materialismo filosófico puede leerse en el siguiente enlace: http://www.filosofia.org/filomat/df190.htm

{30} Cambio científico o, también, cambio de significado, de manera que al expresar esta terminología acercamos su propuesta a la propuesta que ya había hecho Gastón Bachelard.

{31} Gustavo Bueno también ha señalado la borrosidad de otros conceptos claves expresados por otras teorías de la ciencia, como por ejemplo el término investigación en el falsacionismo de Popper. Así, Bueno incide en que la investigación tiene en cuenta, además de los datos que maneja la ciencia propiamente dicha, otras cuestiones que se relacionan con lo psicológico del agente y también con lo sociológico del marco en que este se mueve. Si se acentúa, como hace Kuhn, lo sociológico en detrimento de lo psicológico, se deja de lado algo muy importante como es que las categorías psicológicas tengan un importante papel en la comprensión del mismo concepto de paradigma. El mismo Kuhn incide en que para entender el concepto de paradigma es necesario referirse a las épocas de la infancia donde aprendemos relaciones lógicas, la más importante para este caso sería la de semejanza, y también para resolver problemas que en otros periodos anteriores ni siquiera eran tomados como tales. (TCC 1, pág. 267).

{32} En estas páginas no podemos entrar a desarrollar el significado pormenorizado de esta distinción imprescindible para entender nuestra perspectiva gnoseológica, solo daremos unas pinceladas que den sentido a nuestro discurso y consigan hacer comprender nuestra postura ante la gnoseología de Kuhn. Para que el lector pueda informarse pormenorizadamente de estas importantes definiciones puede acudir, por ejemplo, al tomo 3º de la Teoría del cierre categorial, páginas 126-132.

{33} La cita está extraída de Gustavo Bueno en TCC 1, págs. 305 y 306.

 

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