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El Catoblepas, número 120, febrero 2012
  El Catoblepasnúmero 120 • febrero 2012 • página 8
Historias de la filosofía

El estructuralismo 2

José Ramón San Miguel Hevia

Foucault, Lacan y Althusser

Miguel Foucault (1926-1984)Jacobo Lacan (1901-1981)Luis Althusser (1918-1990)

1. En su formación filosófica –Foucault nace en Poitiers en 1928– están presentes los sistemas más variados, empezando por la fenomenología, continuando por los filósofos de la sospecha –Nietzsche. Marx y Freud– la psicología y psiquiatría existencial de Binswanger, la historia de la ciencia, y finalmente el estructuralismo y post estructuralismo. Por otra parte estudia psicología en Alemania y otros países, es discípulo de Jean Hippolyte, y acusa la influencia de Bachelard y del segundo Heidegger.

Su producción literaria es notable por la diversidad de sus temas, mucho más si se tiene en cuenta que muere a la edad relativamente joven de cincuenta y ocho años. Los primeros escritos –Historia de la locura y Nacimiento de la sinrazón– estudian las mutaciones de la historia a través de un fenómeno determinado, concretamente los pasos por los que la locura se ha trasformado de encarnación del mal en objeto científico. En 1966 Las palabras y las cosas amplía este planteamiento histórico, estableciendo los principios (inconscientes) del saber de cada época como precedentes de la última epistéme de las ciencias del signo. En los años setenta el pensamiento de Foucault experimenta un nuevo cambio, en escritos como El nacimiento de la prisión (1973); Microfísica del poder (1977), y La voluntad de poder (1976), donde subyace la idea de que el poder está actuando en los discursos, y es su fundamento más radical. En fin, la última fase de la producción teórica del filósofo francés está dedicada a la historia de la sexualidad, y estudia las relaciones entre el saber, tema de su primera época, el poder y el placer. Sobre este tema publica El uso del placer y en 1984, el mismo año de su muerte, El cuidado del placer.

A la hora de comprender a Foucault hay nuevas dificultades sobreañadidas a esta multitud de fuentes y diversidad de puntos de vista. El filósofo está más preocupado por la brillantez de estilo que por la claridad y precisión de ideas. Por lo demás es consciente del carácter resbaladizo de su pensamiento y se complace en él: «No estoy donde me buscáis, sino aquí, desde donde os miro riendo… no me preguntéis quién soy y no me pidáis que siga siendo yo mismo, Es una moral de estado civil la que reina sobre nuestros documentos. Que por lo menos nos deje libres cuando tratamos de escribir.»

2. El entendimiento de la filosofía de Foucault todavía se complica más, si se piensa que, según él, el fundamento oculto que gobierna la conducta del hombre varía –eso sí de forma accidental y descontrolada– en cada época. Eso le obliga a desarrollar un análisis histórico, donde demuestra un pasmoso dominio de los eventos culturales de todo tipo –desde la medicina al arte o la enciclopedia de la ciencia– pero hace sus escritos tan brillantes como difíciles.

Teniendo en cuenta todas estas condiciones, en vez de agotar la exposición de los textos de Foucault, es preferible recortar su lectura limitándose a su obra central, Las palabras y las cosas, y dentro de ella a su última parte, que responde al subtítulo Una arqueología de las ciencias humanas, entendiendo por arqueología según una traducción literal del griego, un tratado sobre el principio oculto, y precisando el sentido equívoco del término «ciencias humanas» en los estructuralistas: Porque «Aquello de que se ocupan las diversas ciencias humanas es algo distinto del hombre, son sistemas, estructuras, combinatorias, formas, &c.»

La consideración de estos capítulos finales tiene dos importantes ventajas añadidas. Por una parte, permite entender toda la obra de la que es conclusión, y particularmente los dos primeros momentos históricos, el Renacimiento y la Edad Clásica, y es en este sentido un brillante resumen cultural. Pero además es una especie de filosofía primera del estructuralismo y sirve de introducción a las ciencias del signo, la lingüística, el psicoanálisis y la etnología.

En todos estos casos, el hombre, que pretende haber sido el sujeto de los conocimientos de la edad moderna, queda convertido en un puro objeto, y pierde su condición de principio primero. La desaparición del sujeto en la etnología, se completa con el dominio del inconsciente, sobre todo en el psicoanálisis, y con la pérdida de protagonismo histórico en la versión marxista de Althusser. Durante los años sesenta se asiste a una viva polémica entre los estructuralistas y los partidarios del sujeto: en el campo del personalismo la revista Esprit toma posición primero contra Lévi-Strauss (1963), después contra Foucault y Althusser y por fin contra Lacan. Por su parte Sartre defiende el punto de vista del existencialismo libertario y laico en su revista Les temps modernes.

3. Foucault llama epistemes a los códigos que en una época determinada gobiernan las ciencias, los valores, y la forma de ver el mundo. Los hombres no son conscientes de la episteme en que les ha tocado vivir y pensar y en este sentido se parecen a los hablantes, que desconocen la estructura de la lengua que están utilizando. Por lo demás esos códigos –y aquí sigue el parecido con la lingüística de Saussure– aunque dominan necesariamente la superficie cultural de un período histórico, cambian de un tiempo a otro de forma accidental y autónoma.

Las palabras y las cosas se apartan en un punto de los desarrollos de Lévi-Strauss. Mientras que el etnólogo deriva los sistemas de parentesco y el lenguaje universal de los mitos, de la forma unitaria del espíritu humano, Foucault establece una serie de estructuras propias de cada uno de los momentos historia, aunque se detiene en el último, la Modernidad, y de forma indirecta de los dos que lo preparan, el Renacimiento y la Edad clásica.

La cultura del Renacimiento es esencialmente simbólica. y la relación del signo a lo significado es allí una relación de semejanza en sus varias formas. Por emulación la cara es espejo del cielo, los dos ojos reflejan las dos luminarias de la luna y el sol, la boca imita a Venus, las estrellas y las hierbas se corresponden. Por analogía la planta es un animal invertido, con la cabeza y la boca, las raíces, debajo. Pero además, por conveniencia hay tantos peces en el agua como animales terrestres, tantos seres en la superficie de la tierra como en el cielo. En fin, por simpatía, los cuerpos pesados tienden al suelo pesado, los ligeros al éter sin peso, y el girasol sigue la curva del sol.

Pero en este particular lenguaje, no puede haber semejanza oculta sin una señal que la de a conocer, y las dos categorías, semejanza y señal se corresponden en el símbolo. Hay simpatía por ejemplo entre los ojos y el acónito que los cura, pero esa propiedad quedaría oculta sin la marca de los granos de la planta, que simbolizan la pupila. Las enfermedades de la cabeza se curan gracias a la nuez, que en su interior tiene la forma de un cerebro. En resolución la semejanza y el símbolo son la primera muestra de un sistema semiológico.

4. Foucault observa la mutación de esta primera episteme en un documento cultural fundamental, las aventuras del Quijote. El hidalgo español, a fuerza de leer sus libros de caballería vive en el mundo simbólico del Renacimiento y emprende unas andanzas donde se enfrentan dos mundos, el de sus lecturas y el de la realidad prosaica, que continuamente lo desmiente de forma entre trágica y cómica. El tema central es ahora choque en superficie de esos dos modos de ver las cosas, efecto del conflicto oculto de otros modelos culturales.

Pero al mismo tiempo esta primera parte nos informa del carácter de esa cosmovisión que somete a una crítica irónica. Todos los personajes y situaciones pierden a los ojos del caballero su condición mostrenca y se convierten en símbolos: los molinos son gigantes, las ventas castillos, los rebaños ejércitos, las maritornes princesas. Es inútil que el caballero tropiece dolorosamente una y otra vez con la realidad. Todo lo más atribuye sus desventuras a un sabio y enemigo encantador, capaz de cambiar con sus engaños el perfil entero del mundo.

La segunda parte del Quijote aparece diez años después y en ella se presenta un modelo de significar las cosas, efecto de la llegada de la episteme clásica. En sus nuevas andanzas Don Quijote se encuentra con una serie de personajes que han leído su libro y que consideran a este hombre real como el héroe, que él ha querido ser. En una especie de montaje teatral el caballero se convierte en el representante de sí mismo en cuanto protagonista de las andanzas de su primera parte. Así que el lenguaje simbólico da lugar al representativo y libro se cierra sobre sí mismo.

La condición del Quijote es ahora radicalmente diferente del personaje de sus aventuras iniciales. Ya no choca con la realidad ni sufre sus continuos fracasos y golpes, porque le han preparado un escenario de acuerdo con su forma de ser. Pero a cambio de ello ha dejado de ser el sujeto de sus andanzas, por muy falsas y desventuradas que hayan sido y pasa a ser el objeto de una historia ajena.

5. Unos años después de la aparición del Quijote, primero como símbolo de sí mismo y de su mundo, después como objeto de su propia representación, Velázquez construye la obra de arte que es cima de la pintura del barroco, Las Meninas. Foucault en la introducción de La palabras y las cosas analiza todos los elementos de la obra que son una muestra de la desaparición del hombre en la episteme clásica.

En primer lugar el cuadro está oculto a la mirada del espectador, de nosotros, que sólo podemos ver directamente el inmenso bastidor sobre el que el pintor está trabajando. Al fondo del taller, un espejo refleja la escena representada, que así se ofrece a nuestra mirada de forma indirecta. Sus personajes sólo aparecen ante nosotros después de pasar por el doble filtro de un retrato y de un espejo.

Cuando el pintor se retira un momento y deja de mirar el cuadro para contemplar la escena que está pintando, entonces se hace visible a nuestros ojos. Pero desaparece cuando un instante después entra en la región donde esa tela se hace plenamente visible para él: «Es como si no pudiese ser visto a la vez sobre el cuadro donde está representado y por otra parte representar cualquier cosa. Está situado en el umbral de estas dos visibilidades incompatibles.»

En el fondo del espejo y delante del cuadro aparece una doble imagen, la del rey Felipe IV y su esposa, que el pintor toma como modelo. En cambio esa pareja real sólo se presenta a nuestra mirada en la medida en que desaparece del interés y de la vista de todos los personajes de la tela, hasta el punto que de hecho no pertenece al cuadro. En resolución «libre de las relaciones que la encadenan la representación se puede reducir a una pura representación» y todos los personajes aparecen, por decirlo así, en tercera persona.

6. El cuadro de Velázquez es la descripción visual de la nueva forma de ver el mundo del siglo XVII, cuando los científicos y filósofos desde Galileo hasta Leibniz conocen las cosas de acuerdo con una matemática universal que sirve de plano de ordenación de las cosas. Foucault se fija en carácter racionalista predominante en la época científica y no se para en los primeros críticos, que anuncian confusamente un nuevo movimiento en profundidad.

La episteme clásica sustituye el mundo simbólico del Renacimiento, por una relación entre el significante y el significado, tal que ya no hay una figura intermedia que garantice su encuentro. El signo es ahora el conocimiento de la conexión convencional establecida inmediatamente entre la idea de una cosa y la idea de otra. Es verdad que la vieja razón de semejanza ha desaparecido. pero los nuevos pensadores están ciertos de la verdad de la re presentación de las dos ideas interconectadas.

Pero hay algo más interesante en su diagnóstico de esta época. Al contrario de Husserl, que pone el origen de la crisis de la ciencia en la eliminación del sujeto –y las cualidades subjetivas– y la deriva al objetivismo de la primera física matemática, Foucault considera la ausencia del hombre de la época como una consecuencia necesaria de la episteme clásica. Para representar el mundo el hombre debe huir de su propia representación y colocarse fuera del cuadro que está dibujando.

Las ciencias de la era clásica son otras tantas variantes de la nueva ordenación del mundo a diferentes áreas de saber. La gramática general analiza la representación según un orden de palabras necesariamente sucesivo y organiza igualmente las partes del discurso. Además la ciencia natural clasifica los seres vivos «por el número, la figura, la proporción y la situación» es decir, por sus caracteres visibles, no genéticos. En cuanto a la economía, se centra en el análisis de las riquezas, pasando por alto el proceso de producción.

7. La tercera episteme se manifiesta en superficie a finales del siglo XVIII con la crítica de Kant y el «nacimiento del hombre», que desempeña la doble y complicada función de sujeto trascendental principio de todo posible conocimiento y de yo empírico, objeto de saberes concretos. «El hombre con su posición ambigua de objeto de un saber y de sujeto que conoce… soberano sometido, espectador observado, aparece en el puesto del rey de la Meninas, donde su presencia había sido suprimida desde hace mucho tiempo».

Los últimos años del siglo son por otra parte la época en que la historia impone sus leyes al análisis de la producción, de los seres orgánicos y de los grupos de lenguas. En esta «época de la historia» tanto la economía, como la biología y la lingüística sustituyen el orden de la representación por un nuevo carácter positivo, en correspondencia con una filosofía trascendental. El trabajo, la vida y el lenguaje son efectivamente otros tantos «trascendentales», que en su ser están fuera del conocimiento, pero que por eso mismo son condiciones del conocimiento objetivo de las leyes de producción, de los seres vivos y de las formas del lenguaje.

De esta forma el trabajo tiene un doble aspecto, pues por una parte es medida del valor de un producto cualquiera, pero además él mismo está sometido a las oscilaciones del mercado.

Por su parte las condiciones de vida determinan las innumerables formas orgánicas, su continuidad y evolución, de acuerdo con un plan dirigido primero por las funciones primarias, y después por las secundarias.

En fin, también la palabra es un «trascendental», pero en la medida en que se contrae en las distintas formas de lenguaje, tal como las estudia la lingüística comparada es el origen de un nuevo saber positivo, la filología, que estudia el mecanismo de organización y de mutación histórica de las lenguas. Queda así trazado el esquema de la filosofía y las ciencias, gobernadas por la episteme moderna, que asiste al nacimiento del hombre y de la historia, afectados en un difícil equilibrio de amenaza de desaparición.

8. En el espacio abierto por la episteme moderna, –un triedro limitado por las matemáticas y la física, las ciencias positivas recién aparecidas en el siglo XIX, y la filosofía– aparecen las presuntas ciencias humanas. La psicología, la sociología y el análisis de la literatura se mueven sin cesar dentro de ese espacio sin encontrar una posición sólida. Tan pronto toman de las matemáticas un patrón formal, como se aproximan a la biología, la economía política y la filología, o incluso pretenden sustituir a la filosofía en forma, por ejemplo, de psicologismo o sociologismo.

Foucault pronuncia un severo juicio sobre estos presuntos conocimientos y en este sentido la conclusión de su proyecto de «arqueología de las ciencias humanas» –el subtítulo de Las palabras y las cosas– es totalmente negativa. «Es inútil decir que las ciencias humanas son ciencias falsas; no son ciencias en absoluto. La configuración que define su positividad y las funda en la episteme moderna, las deja al mismo tiempo fuera del campo científico».

El filósofo introduce entonces un conjunto de saberes que constituyen la enciclopedia del estructuralismo. El psicoanálisis, la etnología y la lingüística hacen las veces de contraciencias de las presuntas ciencias del hombre. En concreto el psicoanálisis, en la medida en que estudia la lengua del inconsciente disuelve y anula teóricamente al hombre y lo convierte en un objeto, mediado por un sistema. En este punto, Foucault esta muy cerca de la teoría de Lévi-Strauss, un kantismo sin sujeto trascendental.

La etnología, a su vez, subraya esta negación, esta vez del sujeto de la historia –el descubrimiento del siglo XIX– y estudia las estructuras y combinaciones en que se mueven las sociedades primitivas. En fin, la lingüística, al mismo tiempo que es contra-ciencia del análisis de la literatura, proporciona a los otros conocimientos el modelo lógico, de acuerdo con la teoría de Saussure y la escuela de Praga.

9. Al término de su análisis sobre los tres epistemes históricos el renacentista, el clásico y el moderno –Foucault es fuertemente escéptico, no sólo al referirse a las «ciencias humanas», sino a la figura del hombre. El filósofo francés estima que su dual condición de sujeto de toda posible experiencia y de objeto empírico de saberes concretos anuncia la desaparición de este extraño personaje ya desde su nacimiento.

Pero además es falso que el hombre haya existido en la ciencia y la filosofía desde tiempo inmemorial con sus caracteres específicos. «El hombre no es más que una invención reciente, un figura que no tiene siquiera dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber, y desaparecerá en cuanto haya encontrado una nueva forma.» Mientras tanto ha de ocupar el puesto del rey de las Meninas, preparado para abandonar el cuadro, al que en rigor no pertenece.

Foucault vuelve a insistir en esta condición interina del hombre, que depende necesariamente de un episteme histórico: «como ha sido el efecto de un cambio en las disposiciones del saber, si éstas últimas tuvieran que desaparecer, podemos sin duda apostar que el hombre sería borrado, como en la orilla del mar un poco de arena.» Esta teoría de la muerte del hombre –se entiende la muerte teórica– como sujeto de la libertad y de la historia, es la más polémica del filósofo, y a la vez la que ha servido de propaganda a su libro, y por extensión a la de todos los pensadores que se mueven en el área del estructuralismo.

Las palabras y las cosas funciona como una filosofía primera del estructuralismo. Por una parte da razón del estudio de la lengua y de la etnología tomados como códigos anónimos. Pero además su presentación del psicoanálisis fundamenta los desarrollos de Lacan; y la crítica del sujeto histórico prepara los análisis de Althusser, centrados en el conflicto de estructuras.

Lacan

1. Jacques Lacan nace casi con el siglo, en 1901, obtiene la licenciatura en medicina. se especializa en psiquiatría y se dedica al estudio de la paranoia y la psicología de lo profundo. Toda su construcción científica –y de rechazo su filosofía– parece de difícil comprensión, sobre todo para quienes no están al tanto de la técnica, por definición oculta, de la psiquiatría. Efectivamente, su primera aparición en la escena cultural europea, sus enseñanzas orales y escritas y su tarea de reformador se dirigen a iniciados y tienen un abundante componente esotérico.

Lacan empieza a ser alguien conocido a raíz de su intervención en el Congreso Psicoanalítico Internacional de Marienbad en 1936. Ya en la década de los cincuenta enseña a un auditorio de médicos, primero en el Hospital de Saint-Anne, y después en la Escuela Normal. En 1964 funda la EFP –Ecole Française de Psichanalyse, después Ecole Freudienne de Paris– desafiando la medicina oficial y postulando un retorno a la doctrina del Maestro.

Durante este primer periodo de su vida enseña su doctrina a través de conferencias, seminarios y lecciones que reúne en sus Ecrits, publicados en 1966. Los años sesenta son la década en que el estructuralismo se impone en Francia con su carga antihumanista y su puesta en cuestión de la consciencia. Lacan con sus análisis lingüísticos del inconsciente se revela como uno de sus representantes más eminentes.

Los volúmenes del Seminaire recogen los textos de los seminarios anuales que Lacan publica desde 1973. A pesar de toda su complejidad de estilo, el psiquiatra y filósofo francés se mantiene imperturbablemente fiel a la enseñanza de Freud, y en este sentido el contenido de su pensamiento no experimenta una mutación apreciable. «Pueden ser ustedes, si quieren, lacanianos, en cuanto a mí –dice un año antes de su muerte en 198– yo soy freudiano».

2. Los treinta estudios reunidos en las cerca de mil páginas de los Ecrits representan la mayor parte de los informes y seminarios que Lacan desarrolla a lo largo de la trayectoria de su carrera de psiquiatra. Desde 1936 hasta el 52 comunica, primero al Congreso Psicoanalítico Internacional su célebre Estadio del espejo, después al Congreso de Lengua Francesa, el estudio sobre la agresividad y sobre la criminología. En un tercer momento –cada vez es más grave el conflicto entre los psicoanalistas– informa en el Congreso de Lenguas Románicas sobre la trasferencia y sobre la función de la palabra y el lenguaje en el análisis.

Los escritos datados en la década del cincuenta, corresponden a sus enseñanzas en el hospital de Saint Anne. El protagonista de su doctrina en estos años es, desde luego Freud. No sólo Lacan publica los seminarios de 1953 y 1956 sobre los escritos técnicos del maestro y sobre sus métodos de tratamiento de las patologías, sino que los acompaña de una conferencia dada en Viena –la vuelta a Freud– y de una descripción del estado del psicoanálisis en 1956, con motivo del centenario de su fundador.

Lacan publica a continuación en los Ecrits sus trabajos de los últimos años cincuenta, empezando por el coloquio que mantiene en el anfiteatro Descartes en torno a la cuestión decisiva de la relación del lenguaje con el inconsciente (1957). Sigue esta misma línea su comentario sobre la comunicación de Lagache en el Congreso de Royamont: El psicoanálisis y la estructura de la personalidad, donde comienza a manejar expresamente los términos de la nueva filosofía.

El estudio sobre La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo, introduce los desarrollos de Jacobson, y convierte a Freud en un lingüista «avant la lettre». En fin, en un escrito fechado en 1964 –el mismo año de la constitución de EFP– Lacan resume las intervenciones del Congreso de Bonneval con el título de Posiciones del inconsciente. Cuando en 1966 aparecen los Ecrits el psiquiatra francés pasa a ser uno de los grandes maestros del estructuralismo.

3. La fidelidad de Lacan al fundador del psicoanálisis es casi excesiva. Desde luego que no construye una doctrina contraria a la de Freud, pero tampoco se decide a corregir alguno de sus puntos más decisivos, como han hecho ya alrededor de 1913 los primeros herejes, Adler y Jung. En rigor, ni siquiera añade a los textos comentados una idea verdaderamente novedosa y a pesar de todo ello su pensamiento es de una poderosa originalidad.

Se puede aplicar a la filosofía de Lacan el célebre principio de Hegel, según el cual cada nuevo sistema de pensamiento es la verdad del anterior. En efecto, los densos desarrollos de los Ecrits y de los seminarios no hacen más que volver expreso lo que, sin caer en la cuenta de ello piensa y dice Freud. No se debe a una debilidad de doctrina, ni mucho menos a prejuicios o intereses que laboran a favor de una teoría indemostrada, sino al hecho de que en su momento histórico el médico vienés todavía no dispone de los instrumentos mentales que avalan su método y su sistema.

Tres libros llaman sobre todo la atención de Lacan: la Psicopatología de la vida cotidiana, la Interpretación de los sueños y el ensayo que relaciona con el inconsciente los chistes y los golpes de ingenio. En los tres ensayos Freud utiliza la lingüística con el mismo desconocimiento con que Colón descubre América o el burgués de Moliere habla en prosa. Lacan tiene la misión de descubrir la verdad de esta aportación histórica a mayor gloria de su maestro.

«Me pregunta usted en qué me diferencio de Freud. Pues precisamente en el hecho de que yo conozco la lingüística. Como él no la conocía no ha podido darse cuenta de que aquello que hacía era ya lingüística… Saussure la ha comenzado pocos años después de que Freud en su Interpretación de los sueños, haya escrito un verdadero tratado de lingüística. Sólo en esto estoy delante de él.»

4. La tesis fundamental del psicoanálisis de Lacan se deriva de todas estas observaciones. En primer lugar el inconsciente es un lenguaje, que además se puede descifrar de acuerdo con las leyes y métodos que desde Saussure y los maestros de Praga se aplican a las lenguas positivas. Lacan toma como punto de partida de su peculiar lingüística la fórmula con la que Saussure establece las relaciones entre significante y significado, pero lo corrige en un doble sentido. En primer lugar invierte la posición que tienen los dos elementos del signo, y coloca el significante (S) en la parte superior del algoritmo. El inconsciente, según esto, es una cadena de significantes, unidos por una asociación de contigüidad y de semejanza.

La segunda enmienda de la fórmula del lingüista es quizá más importante. En vez de encerrar el significante y el significado en una elipse, que figura la correspondencia de los dos elementos del signo, Lacan los divide mediante una barra, queriendo representar la ausencia de sentido de la cadena de significantes por efecto de la censura, y la consiguiente negación del sujeto consciente, en la medida en que no sabe lo que de verdad está diciendo.

En resolución, Lacan utiliza un nuevo algoritmo S→s y manifiesta por medio de él dos propiedades complementarias. En primer lugar, al presentar los dos elementos del signo, quiere decir que nos movemos en el terreno de la lengua. Pero al establecer una barrera entre el signo y del significado demuestra que se trata del lenguaje del inconsciente.

5. Lacan insiste en este carácter de la nueva lengua que tiene por objeto el Ello impersonal –ça parle– por medio de una sentencia mucho más compleja, que termina en un juego de palabras muy propio de su estilo retorcido y barroco. «Pienso donde no soy, por tanto soy donde no pienso» dicen los Ecrits en una contundente negación del cogito. Según esto el sujeto consciente se escapa a cualquier construcción científica.

En otro pasaje de la misma publicación Lacan compara el habla del hombre con un manuscrito que se compone de dos textos superpuestos. El que está oculto sólo se puede conocer a través de los agujeros de sentido del más superficial. Igualmente «el inconsciente es una cadena de significantes, que desde un lugar secreto interfiere de forma continua y tenaz en las cisuras abiertas por el discurso consciente».

De una forma más extensa Lacan ilustra esta primacía del significante en el seminario sobre la Carta Robada de Edgar A. Poe, que figura a la cabeza de los Ecrits. Para ocultar una carta comprometedora, cuya mera posesión le da dominio político sobre un alto personaje de la corte, el ministro ladrón la coloca en un tarjetero a la vista de todos, después de doblarla y dirigirla a sí mismo. La policía barre toda la casa hasta sus últimos rincones –el ámbito del significado– sin encontrar el documento que busca, precisamente por su cercanía, parecidamente al significante que desaparece al hablar.

Sólo el detective protagonista del cuento es capaz de descubrir lo que se oculta precisamente por estar a la vista de todos, y Lacan observa que este mismo es el efecto del inconsciente: «la imagen que Poe inventa para hacernos comprender el éxito de Dupin nos ilustra de cómo el hombre está habitado por el significante… Su modelo son los nombres toponímicos que se sobreimprimen en un mapa, porque lo más propio para despistar a un principiante son esas denominaciones de un país entero, que aparecen en letras muy grandes, pero tan espaciadas que con la mayor frecuencia la mirada no se puede fijarse en ellas.»

6. Todavía se puede ampliar más la doctrina de Lacan, poniéndola en relación con las más diversos sistemas de ciencia y filosofía y en primer lugar con lo que su maestro, Freud llama Spaltung, aproximadamente escisión entre la región consciente e inconsciente. Sucede que tan pronto como el yo se nombra, aparece una división entre el sujeto existencial de la enunciación y el otro sujeto del enunciado, entre el significante y el significado.

Según la vieja intuición de San Agustín, hay dentro de cada uno «algo más íntimo que mi propia intimidad (consciente)». Sólo que este misterioso huésped interior se escapa, según esa vieja fórmula teologal a toda posible consideración científica. Por eso Lacan ofrece una versión laica y convierte al yo interior en algo que puede ser estudiado de forma objetiva, gracias a su carácter impersonal y anónimo.

En este punto el inconsciente de Lacan se puede asimilar a la lengua de Saussure y sus discípulos de Praga, a los mitos y alianzas de los pueblos sin historia de Lévi-Strauss, a las distintas epistemes que gobiernan las épocas, tal como las piensa Foucault y a las mutaciones sin sujeto ni historia de Althusser. Por todo ello el psiquiatra francés se mueve dentro de la atmósfera del estructuralismo, y ha sido considerado en su tiempo como uno de sus maestros.

7. No sólo el lenguaje simbólico, y sus leyes de estructura, sino que cada uno de los componentes del inconsciente se convierten en significantes. Ya en su célebre comunicación en el Congreso de Marienbad sobre el estadio del espejo, Lacan describe cómo en la primerísima fase del desarrollo infantil –de los cinco a los dieciocho meses– el niño sustituye la primitiva vivencia real del cuerpo disgregado, efecto de su inmadurez neuro muscular, por un conocimiento de sí mismo como totalidad corporal a través de una imagen visual.

En este primer momento, que prefigura la posterior evolución de su pensamiento, Lacan supone que esa vivencia directa y real y fragmentaria del cuerpo infantil se cambia en el conocimiento indirecto y totalista de una imagen especular. Pero ese proceso de formación no se detiene, pues las realidades convertidas primero en imágenes se mudan en una etapa superior en símbolos y significantes.

De esta forma el Padre aparece como un nombre, el Nombre del Padre, que es un puro símbolo, y que funciona, incluso cuando el padre real está ausente o muerto, y puede estar representado por otras figuras de parientes. La imposibilidad de unión con la Madre se vive como una castración, pero no se trata desde luego de una castración real, sino de la situación simbólica, representada en el lenguaje por una Prohibición invencible.

En fin, el Phallus es un símbolo mucho más amplio que la realidad del órgano sexual masculino, y significa la causa del deseo, y la aspiración a la unión y la plenitud. Es el significante en que se fundamentan todos los demás significantes en virtud del doble proceso de metonimias y metáforas. Con todos estos elementos Lacan, siempre fiel a Freud, describe, inspirándose en la tragedia de Sófocles, el drama por el que, al parecer, todos ingresamos en nuestra existencia humana: el Deseo, a través de la Ley del Padre y la Prohibición hace que el individuo ingrese en el Orden del símbolo, del lenguaje y de la civilización.

8. Una vez seguro de la condición lingüística del discurso inconsciente, Lacan se remite a Roman Jacobson, que analiza, desde el punto de vista del estructuralismo dos figuras centrales de la retórica. El primer modismo, la metonimia es una asociación por contigüidad y ofrece una serie de variantes: la parte por el todo, el autor por su obra, la causa por su consecuencia, el instrumento por su dueño. En todos estos casos y otros análogos hay una desviación y como un disfraz del discurso normal.

En el otro modismo juega la asociación por semejanza. La metáfora –en esto se distingue de la comparación– identifica una cosa real con otra imaginada o evocada: «ella es una rosa». Puede ser una alegoría –el sueño de la muerte–, una metáfora motivada –la balanza de la justicia–. Puede ser también personal, efecto de las circunstancias en que ha vivido un individuo, o universal, cuando presenta un lenguaje simbólico, común a todos los hombres.

La metonimia aparece en el psicoanálisis de Freud sobre todo en su tratado sobre la patología de la vida cotidiana, y en su estudio de la relación del chiste con el inconsciente. Según estos dos ensayos, los errores de lectura, de escritura y palabra y la aparición de juegos de ingenio son una buena muestra de esta figura. La asociación por contigüidad produce en psicopatología el fenómeno de desplazamiento, cuando el inconsciente consigue burlar la censura gracias a un disfraz, a veces muy elaborado, y trastorna así el desarrollo regular del lenguaje consciente.

En cuanto a la metáfora está presente en el tratado sobre la interpretación de los sueños y da lugar a la condensación, cuando una sola palabra o un símbolo disimula una considerable cantidad de escenas o de sentidos bajo la máscara de una semejanza, a veces difícil de interpretar. En todo caso algo queda claro, esta acción de la vida profunda sobre el discurso sería imposible si el inconsciente no estuviese constituido esencialmente como un lenguaje, y si sus leyes no fuesen análogas a las de las lenguas positivas.

9. A pesar de un estilo barroco, que ofrece dificultades de interpretación casi invencibles y a pesar de que Lacan presume de ser psicoanalista y no filósofo, es indudable que se mueve en el área y la atmósfera del estructuralismo. En primer lugar por su posición antihumanista y anticonsciencialista, todavía más radical que la de otros maestros de la escuela.

Lacan, igual que Lévi-Strauss, ve en la prohibición del incesto y en la correspondiente exigencia de la exogamia, la condición de la vida social y del orden simbólico, pero mientras el etnólogo contempla el paso desde la naturaleza a la cultura como algo positivo y sólo lamenta el despojo del buen salvaje por la civilización moderna, Lacan como psiquiatra estima que el dominio del yo es una traición a la naturaleza del Ello y un orden de significantes falso.

De acuerdo con la sentencia de Freud Donde está el Ello, ahí debo llegar a estar yo el pensador francés postula, no un avance del yo y un desalojo del Ello, sino, todo lo contrario, un retroceso de la consciencia hacia su forma auténtica de ser. En el mismo sentido labora la cura psicoanalítica, que exige un acceso a la verdad del inconsciente, para curar todas las patologías que destruyen la personalidad.

Por otra parte el inconsciente es por definición una realidad impersonal y se presta a un conocimiento objetivo, ajeno a los métodos inseguros de la comprensión e introspección que dejan escapar los fenómenos conscientes. Desde la aparición del síntoma: «En psicoanálisis la verdad es el síntoma, porque donde hay síntoma hay una verdad que se hace camino», Lacan aplica las leyes de la poética en un juego de desplazamientos y condensaciones de acuerdo con la lingüística estructural, a la que por otra parte señala expresamente como uno de los orígenes de su sistema al lado de la teoría de Freud.

Althusser

1. Entre los pensadores que se mueven en el área del estructuralismo Luis Althusser es una figura de gran interés y originalidad, no sólo por su trayectoria intelectual, sino por una serie de circunstancias históricas. Es, como él mismo señala, el único filósofo marxista francés, comparable con los socialistas del siglo XIX, lo mismo utópicos que científicos, con los representantes del «marxismo occidental» en la primera mitad del XX y con los teóricos de la revolución rusa.

Es también excepcional su forma de enfocar la doctrina de Marx. Mientras que los demás pensadores marxistas europeos –Korsch, Bloch, Lukacs, Gramsci y más tarde Sartre– insisten en el carácter humanista del sistema y en la existencia de un sujeto de la historia, Althusser afirma precisamente un antihumanismo y un antihistoricismo, dos condiciones sin las cuales es imposible pensar la sociedad de forma científica.

Su doctrina es tanto más excepcional cuanto que se opone a la rígida censura del marxismo oficial por una parte, y por otra a la corriente que desde principio de siglo domina buena parte de la filosofía: la fenomenología, el primer existencialismo, el pensamiento de Merleau Ponty, la doctrina política liberal de Popper y todas las variantes del humanismo. En la misma Francia tiene que hacer frente a la corriente espiritualista, aparecida después de la guerra y representada por De Monnier, De Lubac, Emmanuel Mounier y la revista Esprit, Maurice Nedoncelle y Teilhard de Chardin.

2. Althusser nace cerca de Argel en 1908, sigue sus estudios en Marsella y Lyon y desde el 36 al 39 frecuenta las clases de la Escuela Normal Superior. Durante la guerra cae prisionero y vive cinco años en un campo de concentración, donde por primera vez conoce a los comunistas. En 1948 es agregé de filosofía, y ese mismo año se afilia al Partido Comunista.

En 1965 alcanza nombre internacional, gracias a sus dos obras centrales Cómo leer el Capital, obra colectiva en colaboración con Etienne Balibar, y Por Marx. Después, en una colección de artículos aparecidos desde 1966 al 73 se dedica a aplicar sus ideas a situaciones concretas y a responder a la multitud de objetores del comunismo oficial. A ellos se dirige indirectamente su Doctorado en Letras sobre el tema «¿Es fácil ser filósofo marxista?».

A finales de los años setenta, por efecto de una violenta depresión debe interrumpir su actividad intelectual para ingresar en la clínica psiquiátrica Saint Anne y en otros centros de cura, y allí pasa todavía diez años hasta su muerte en 1990. Aparte de sus dos obras centrales ha publicado La política y la historia (1959), la Respuesta a John Lewis (1973), las Posiciones (1976) y Lo que ya no puede durar en el partido comunista (1978).

En 1964 había publicado su ensayo Freud y Lacan, fruto de su amistad y de sus estudios sobre la doctrina del psiquiatra francés. Adopta alguna de las ideas del psicoanálisis, a veces a contrapelo –desplazamiento y condensación– a veces con feliz fortuna: la sobredeterminación y sobre todo la misma noción de estructura.

3. Althusser es amigo de Lacan y estudioso de su obra, y lo mismo que el psicoanalista francés vuelve a la doctrina más genuina de Freud, pretende descubrir el pensamiento original de Marx. No se trata fundamentalmente de corregir en poco o en mucho a sus maestros, sino de hacer expreso lo que sin darse cuenta practican, porque igual que Colón y Descartes y los grandes inventores, no son conscientes de su descubrimiento.

Por otra parte tanto Althusser como Lacan no se detienen en la consideración de sus modelos, y toman como tema de estudio el momento de su ruptura con la enseñanza oficial de la época. Precisamente en este momento en que Freud y Marx construyen una nueva teoría y comienzan su andadura solitaria, representa el nacimiento y juventud de una nueva ciencia. En cuanto a sus dos comentaristas, se mueven dentro de la atmósfera del estructuralismo y presumen de haber redescubierto dos regiones del pensamiento que parecían definitivamente olvidadas.

Para que la semejanza sea mayor, Lacan se dedica a descifrar los errores en el habla y la escritura de la psicopatología de la vida cotidiana, mediante un estudio de la cadena de significantes que ocultan bajo su sentido aparente lo que verdaderamente está pensando y diciendo el sujeto del análisis. Las ausencias y aparentes sinsentidos son otros tantos síntomas, por donde se trasluce la verdad del lenguaje inconsciente.

También Althusser ensaya en su libro central Cómo leer 'El Capital', una lectura sintomática de los documentos de la economía clásica liberal para descubrir en sus silencios y errores la verdad que su sistema pretende tapar. Después esta lectura sintomática se traslada a los escritos de juventud de Marx donde analiza las carencias científicas envueltas en el lenguaje de una ideología. Hay que decir que el propio Capital manifiesta, si se lee con atención, de forma todavía torpe y metafórica lo que después alcanza pleno sentido en los desarrollos del estructuralismo.

4. Ya en el libro primero del Capital, Marx emprende una crítica de los dos grandes pensadores de la economía clásica liberal, Lo que sobre todo le interesa no es el conjunto de principios y de consecuencias, que forman un cuerpo de doctrina, al parecer, definitivo. Su lectura sintomática, inspirada en el psicoanálisis, se para en las palabras que están ausentes del discurso de los economistas liberales, pues esta ausencia conlleva la del correspondiente concepto, y la inconsecuencia lógica de todo el sistema.

La teoría de Smith, completada por Ricardo afirma que el valor de una mercancía se mide por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla y colocarla en el mercado. De esta forma el trabajo abstracto, como toda medida, permanece constante y no se altera a través de todo el proceso de producción de bienes. La teoría del valor trabajo es, según esto, la clave de arco sobre la que se apoya todo el gigantesco edificio de la economía clásica.

Pero la lectura de esos documentos presenta un ausencia fatal en la cadena de significantes. Smith y Ricardo pasan por alto el trabajo concreto, que tiene un doble aspecto, existencial y económico. Para el trabajador representa una experiencia penosa que debe soportar sin que, al parecer, pueda salir de su condición a causa de una ley de bronce que mantiene invariables su salario y su tiempo. Para el empresario en cambio representa una mercancía más, que se mide por la cantidad de horas necesarias para pagar la subsistencia y la fuerza de trabajo, igual que sucede con una máquina cualquiera.

Ya Althusser puede completar los silencios de la teoría liberal, por una palabra y un concepto –el de plusvalía– que hasta ahora estaba siendo disimulado por los viejos términos de renta o beneficio. Y en la medida en que una nueva terminología está en función de un sistema teórico hasta ahora inédito, la aparición de la fuerza de trabajo y de la plusvalía significa una revolución de la ciencia de la economía.

5. La lectura sintomática del Capital no sólo corrige las ausencias de los economistas clásicos, pues además permite datar la evolución del pensamiento del propio Marx, desde sus primeros escritos ideológicos de juventud, (Manuscritos, La Sagrada Familia, Tesis) hasta su segunda época. Este período científico empieza con la polémica contra quienes separan la filosofía de la ciencia (Ideología Alemana, Miseria de la Filosofía), sigue con un lento período de maduración, y alcanza su plenitud desde 1857 hasta su muerte con la redacción de su obra central.

En el Capital –según la interpretación de Althusser– la filosofía, es decir, el materialismo dialéctico entendido como «lucha de clases teórica», aparece unida a la ciencia, como que es su introducción. Al mismo tiempo la ciencia, en forma de materialismo histórico, aplica las categorías científicas a la economía. Se evita así la caída hacia la derecha (el positivismo o la ciencia sin filosofía) y hacia la izquierda (el subjetivismo o la filosofía sin ciencia). Las dos muestras de esta peligrosa oscilación en el siglo XX son los empiristas por una parte y los voceros del «marxismo occidental» y el mismo existencialismo de Sartre por otra.

Althusser, siguiendo con su lectura sintomática, descubre esta derivación desde la ideología a la ciencia en un texto de Engels en su prefacio al segundo libro del Capital. Engels analiza al propio tiempo la introducción de la plusvalía para llenar los silencios de la teoría liberal, y la presencia de una ciencia de la economía oculta en los primeros desarrollos de la ideología.

De acuerdo con esta lectura doble, igual que Lavoissier ha fundado la química científica, gracias al descubrimiento del oxígeno, frente a la teoría del flogisto de Priestley y Scheele, Marx ha convertido también la economía en una ciencia con la introducción de la plusvalía y el correspondiente proceso histórico, frente a las ideas de renta y beneficio y la doctrina fijista de Ricardo y Smith. Y también frente a un sujeto protagonista de la trasformación de la sociedad.

6. Después de la crítica de los economistas clásicos, y de su propio período ideológico por parte del mismo Marx, Althusser emprende en un tercer momento el estudio del Capital siempre desde la lectura sintomática de los términos y de los correspondientes conceptos. No se trata , desde luego, de corregir al maestro sino de hacer expreso gracias a un método tomado de los estructuralistas y de Lacan, lo que Marx y Engels ya practicaban.

Sucede que el creador del materialismo histórico, además de convertir la economía en una ciencia introduce por primera vez en su obra el término de estructura. No sólo eso, sino que al lado de la causalidad mecanicista que desde Descartes gobernaba la física, y de la proyección de una totalidad sobre cada uno de sus momentos aplica un nuevo tipo de causalidad estructural. Es la misma que opera en un sistema de relaciones, según el modelo de la lengua o en la etnología.

Sólo que en el Capital la estructura económica está figurada de forma todavía elemental y tópica, como si se tratase de un edificio. Los cimientos de su sistema constituyen una infraestructura económica sobre la que se apoya todo el gigantesco aparato de la superestructura, formado por la política, el derecho y las ideas con que se piensa una sociedad. Althusser va a corregir y perfeccionar este primer diseño, manteniéndose fiel al carácter dominante de los factores económicos.

Es la economía en efecto la que decide en última instancia el destino de todos los otros componentes políticos o ideológicos de una determinada sociedad. Al comentar este punto Engels traduce «en última instancia» por «a la larga». Lo cual quiere decir que de forma inmediata y en un primer momento, los otros factores de la superestructura pueden ser los protagonistas de un cambio revolucionario. En resolución es preciso sustituir la figura espacial de la estructura por una dimensión temporal, donde sus componentes mantienen una autonomía y una dependencia recíproca en espera de que la economía dicte su juicio final.

7. Con ayuda de los nuevos instrumentos de conocimiento, Althusser completa y actualiza en su lectura sintomática la sencilla causalidad estructural del Capital. Marx. reduce en su obra la dinámica social a un conflicto entre fuerzas productivas y relaciones de producción, y a una acción tópica , en principio de una sola dirección de la infraestructura dominante sobre los demás factores ideológicos.

Por otra parte Marx, aunque por medio de su «inmensa revolución teórica» ha puesto en práctica la nueva causalidad estructural, no la ha pensado, hasta tal punto los problemas son imprevistos y chocan con todas las teorías del conocimiento hasta entonces ensayadas. Pertenece a su comentador la tarea de hacer expreso desde el punto de vista formal cuanto en su maestro estaba oculto.

Por lo que se refiere a su contenido, las cosas son para Althusser mucho más complejas, porque establece una estructura global (el modo de producción), articulada en otras tres estructuras regionales (económica, política e ideológica). Es cierto que la economía, formada por el binomio conflictivo fuerzas y relaciones de producción, tiene la última palabra en todo el proceso histórico, pero la política y la ideología tienen una relativa autonomía y en un principio pueden determinar la misma base económica. Al fenómeno por el que las estructuras secundarias actúan sobre la dominante llama Althusser superdeterminación.

La doctrina según la cual es posible la entrada en juego de la política y la ideología sobre el modo de producción, tiene por lo menos dos virtudes. Por una parte evita la actitud de cuantos esperan que la maduración de la economía produzca automáticamente las condiciones que hacen imparable un movimiento revolucionario. Pero además explica el carácter paradójico de los socialismos del siglo XX, que se han implantado en sociedades –Rusia, Cuba y China– económicamente inmaduras.

8. Althusser, como todos los componentes del movimiento estructuralista se opone al humanismo, defendido por los filósofos de la praxis, por los seguidores del joven Marx y más tarde por el existencialismo libertario de Sartre. En este aspecto se opone a cuantos quieren en Francia y fuera de ella conjugar el marxismo con el humanismo, dos términos contradictorios, como lo son la ideología y la ciencia.

Efectivamente, la representación de un sujeto, desligado de todas sus condiciones y principio absoluto de la acción en su categoría de agente libre es, desde luego, sugestiva, pero enteramente imaginaria. Para alcanzar una visión objetiva y científica de la realidad humana es preciso, igual que ha hecho Marx en su tiempo, abandonar esa especie de masturbación intelectual. O lo que vale lo mismo, «para liberar al hombre prácticamente es necesario prescindir teóricamente de él».

Por lo demás la misma introducción de una causalidad estructural exige renunciar a cualquier teoría donde los elementos –en este caso los individuos concretos– sean los agentes de un proceso. Cada uno de los hombres tiene su lugar y función en el punto de la estructura que le ha tocado ocupar. Por eso los verdaderos sujetos son las relaciones económicas, políticas e ideológicas, es decir, todas las formaciones regionales incluidas en un determinado modo de producción.

En fin, si se toma como objeto de estudio un sujeto libre, individual o colectivo, hay que renunciar por definición a todo cálculo y enunciado científico y por eso la elección del marxismo del Capital conlleva la negación de la libertad. En este sentido el movimiento estructuralista en todas sus variantes aparece como una reacción frente al existencialismo francés, que había dominado el espacio filosófico de Francia desde los años cuarenta.

9. Althusser niega también la historia, el último reducto donde se había refugiado el hombre. En este punto está muy cercano a los análisis diacrónicos de Saussure y a la formación de las epistemes de Foucault. En primer lugar no existe una historia unitaria, como pretendían los pensadores del siglo XIX, sino una combinatoria de procesos temporales plurales, lo mismo económicos, que políticos, estéticos, filosóficos o científicos. En este sentido ya es imposible atribuir esta combinatoria azarosa a un sujeto.

Pero además, todo cambio histórico es accidental y contingente, y en esto se parece a la evolución imprevisible de las lenguas o de los principios ocultos que gobiernan la forma de vida y el pensamiento de cada período. Por efecto de esta mutación azarosa la historia, además de no tener sujeto, no tiene tampoco ninguna finalidad. En este punto Althusser coincide con un pensador liberal, como Popper, que en su Miseria del Historicismo afirma la imposibilidad de calcular los avances futuros de la ciencia y la técnica y sus consecuencias en el futuro.

Para hablar científicamente de la historia todas las nociones ideológicas, y en primer lugar la de Hombre, Sujeto, Libertad, Progreso. Así que la historia, aunque tiene un motor, no tiene en el más estricto sentido de la palabra un sujeto y como sucede con la lengua en el estructuralismo es alterable, pero no manejable. En resolución Althusser sacrifica el humanismo y el historicismo a lo que para él es el legado más precioso de Marx: el conocimiento científico.

«Que los individuos humanos en su carácter de sociales sean activos en las historias en la medida en que son agentes del proceso, es un hecho. Pero, considerados como tales agentes, no son sujetos libres y primeros, pues actúan bajo las determinaciones de las formas de existencia históricas de las relaciones de producción.»

 

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