Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 121 • marzo 2012 • página 7
Reparemos en la siguiente tentativa acerca del método, que partiendo de una meditación teórica sobre el mejor uso y desarrollo del entendimiento, establece unas pautas concretas de conducta práctica. Unas reglas provisionales; llamémosles también si se quiere, de urgencia. Una guía de acción para no vivir a la intemperie, mientras no hayamos encontrado un techo bajo el que cobijarnos y logrado claridad y distinción en los postulados prácticos.
En el sistema spinoziano, todos los componentes de la maquinaria intelectiva son fijados –cuidadosamente engrasados– con el fin de lograr un objetivo pleno: la sabiduría feliz (o la felicidad sabia; valga la redundancia) del individuo.
La dimensión eminentemente práctica de la filosofía de Spinoza ha descrita de este otro modo:
«consideró la filosofía como la búsqueda de la sabiduría y de la pericia en la vida recta; sólo en cuanto que conocemos la filosofía verdadera podemos saber cómo debemos vivir, y también qué clase de conocimiento, científico o no, es útil y asequible.» (Stuart Hampshire, Moral pública y privada).
Al modo característico de las éticas helenísticas –estoicas, para ser más precisos–, escribe Spinoza en el Tratado de la reforma del entendimiento luminosas páginas que hablan de la filosofía moral en términos de cura del entendimiento, o cómo empeñarse en purificarlo y entender las cosas con el menor error posible (Tratado de la reforma del entendimiento, I, 16). Dicho fin no se obtiene sin grandes denuedos ni a corto plazo. Con buena guía y fortuna, representa el resultado de un trayecto lento y calmoso.
Según sostuvo Descartes, predecesor de Spinoza en este asunto, a la espera de ver finalizada la construcción de la nueva morada del conocimiento, donde cobijar el saber cierto y seguro, es necesario alojarse lo más cómodamente posible en una vivienda transitoria, mientras duren los superiores trabajos (Discurso del método, III Parte). La «moral provisional» que orienta esta travesía, con tal primor fue concebida, que acabó no siendo sustituida, sino más bien reafirmada y fortalecida, mediante sucesivos complementos.
En ambos casos, apreciamos el establecimiento de una moral válida para conducirse en la vida, mientras los filósofos se toman el tiempo necesario para erigir una ética (la Ética, justamente, en Spinoza; Las pasiones del alma, en Descartes).
Con estas palabras expresa Spinoza la disposición mencionada:
«Mas como mientras procuramos alcanzarlo y nos dedicamos a conducir nuestro entendimiento al camino recto, es necesario vivir, nos vemos obligados, antes de nada, a dar por válidas ciertas normas de vida.» (Tratado del entendimiento humano, I, [17]
Estas máximas remiten a tres preceptos fundamentales:
1) hablar según la capacidad del vulgo y no desviarse del camino marcado hacia un fin de sabiduría y dicha;
2) conducirse con prudencia y mesura en la conducta;
3) acomodar y acompasar nuestros actos, sin que los contradiga nuestro objetivo superior, a los de nuestros semejantes.
Nada más y nada menos, lo que está enunciándose aquí son los dos problemas centrales de la ética y de la política, a saber: 1) cómo aprender a dominar las pasiones y seguir la guía de la razón; y 2) cómo conciliar el seguro acceso de unos pocos (los sabios) al nivel de la sabiduría y la perfección con la convivencia y la educación de los muchos (la muchedumbre ignorante y arrebatada).
Dicho con otras palabras: cómo asegurar la excelencia moral de los individuos que se la propongan con los intereses mancomunados de la mayoría. Cómo reunir la aristocracia espiritual con la democracia material. O, en fin: cómo armonizar en el ámbito inmediato de la acción la perspectiva común de los hombres ordinarios a la «vida satisfecha» con el horizonte luminoso de los hombres sabios a la «vida contenta».