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El Catoblepas, número 122, abril 2012
  El Catoblepasnúmero 122 • abril 2012 • página 9
Artículos

El Canto general de Pablo Neruda
y el Canto personal de Leopoldo Panero

José María García de Tuñón Aza

Según Dionisio Ridruejo el poema del poeta chileno es un insulto a España y el poema de Panero es una vivencia creadora de España

Leopoldo Panero 1909-1962Pablo Neruda 1904-1973

No es la primera vez que me ocupo de estos dos poetas quienes pertenecieron a dos mundos distintos. Me ocupé en una ocasión del Canto general de Pablo Neruda que redacta entre los años 1937 y 1950 apareciendo la primera edición del libro en Méjico, aunque muchos de los poemas que formaron parte de él habían sido ya publicados en este último país a comienzos de los años cuarenta. También me ocupé en otro momento del Canto personal de Leopoldo Panero que fue escasamente valorado por la crítica de algunos que estuvieron cegados en ella más bien por el estímulo político que por el literario.

Ahora me mueve de nuevo a ocuparme de estos dos poetas al repasar una nueva edición dirigida por el cubano Enrico Mario Santi, profesor de Literatura, quien hace una corta referencia a la lectura apasionada, tanto favor como en contra, que levantó el Canto general. «Una de las más enconadas –dice el citado profesor– vendrá de la pluma de Leopoldo Panero, poeta falangista, que en su Canto personal: Carta perdida a Pablo Neruda (1953), intentará contestar, desde una revancha franquista, la crítica a la conquista española de América que aparece en Los conquistadores»{1}.

Esta opinión de Mario Santi pudo haber sido parte de la verdad que movió a Leopoldo Panero a escribir su Canto personal, aunque no toda la verdad. Es cierto, por ejemplo, que Neruda dedica un largo poema al defensor de los indios, Bartolomé de las Casas, a quien, por cierto, el profesor lo sitúa con Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo cuando lo exacto es que este fraile dominico no llegó a aquellas tierras hasta 1502 en la célebre expedición de Nicolás de Ovando, que partió de España con 30 embarcaciones. Pero lo que más movió a Panero contestar al vate chileno es la indignación que le produjo su ataque a España. Y aunque deseaba defender a su patria por motivos más altos que los puramente políticos, se ve también en la obligación de responderle cuando lee la ofensa y el insulto de Pablo Neruda a sus amigos, Dámaso Alonso y Gerardo Diego a los que llama «hijos de perra». El cantor Neruda había dedicado un poema al poeta Miguel Hernández donde aprovechó para, entre otros muchos, escribir estos versos:

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el peso de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñosos olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.
{2}

Leopoldo Panero lee la ofensa y el insulto de Neruda a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego y sale en su defensa con unos versos que, algunos de ellos, levantaron cierta polémica sin que explicaran, los que le criticaron, porqué les habían parecido «poco afortunados». Para otros, sin embargo, el poema de Panero «es uno de los más grandes que ha escrito». Cuando se ha leído a Pablo Neruda, su agravio de «hijos de perra», se hace necesario devolverle su ofensa porque, en opinión de Dionisio Ridruejo, el poema del poeta chileno «es un insulto a España, todo el poema de Panero es una vivencia creadora de España»{3}:

Porque toda locura tiene orillas
de amor, España es patria de los Andes
y de mil cosas ciertas y sencillas.
Mas tú el mercurio del rencor expandes
a la febril canción, aunque el carrillo
vence a la bofetada en almas grandes.
Tus insultos de perra son tu anillo
de Judas, agarrado a tu pescuezo,
con trágico vaivén verdiamarillo.
{4}

Y Dionisio Ridruejo añade también:

«Lo que canta Neruda –cuando quiere cantar– es la comunión con un pueblo sumido y despersonalizado –así lo quiere él– que busca el alimento telúrico de la gran madre terrestre; y las personas bautizadas quieren volver en él –en lo menos falso de su poesía– a la charca aborigen, donde no está claro si todo germina o se corrompe. Lo que canta Panero –lo que habla en su canto– es un pueblo de pobres, a quienes sólo les queda la persona, pero que en la persona quieren levantarse, y se levanta, hasta Dios. En el canto personal de un hombre –sólo en él– el español, el español puede reconocer su tierra, dolorosa pero suficiente y, en último término, triunfante. Y yo no sé si al final de cuentas no encontrará más suyo este canto de elevación, de salvación –que ése es el oficio de la poesía: salvar la realidad– el americano verdadero, «que aún tiene sangre indígena, que aún cree en Jesucristo y aún habla español», que no aquel otro en que la palabra libertad se ahoga con frecuencia en el terrible torbellino de un sumidero nivelatorio y amasador.
Con mucho valor ha puesto, sobre la belleza y la pobreza de España, su orgullo y su tragedia Leopoldo Panero. No ha querido omitir nada: ni siquiera a Miguel Hernández o a Federico García Lorca. No nos duelo a nosotros que el mundo haya contado cada día de cárcel del pobre Miguel, o cada gota de sangre del pobre Federico, en más que las de miles de torturados en prisiones o abatidos contra los muros que Neruda ha conocido muy bien. No nos duele, y hasta nos consuela, el saber que, al menos, la vida de dos españoles –entre doscientos mil pasados en silencio y entre todo un millón pasado por alto– ha sido tan tenido en cuenta. Pero ya es demasiada farsa seguir hablando de esto después de Katin y de Nüremberg y de Hiroshima y de los bombardeos en masa de los campos de concentración de todo el mundo. Y es demasiado que Neruda acuse a José María de Cossío de haber cenado con los carceleros de Hernández, cuando sabe que, él, fue hasta el último instante la providencia de Hernández; o que escarbe en el Fuenteovejuna en que dolorosamente –y aquí nadie disimula la mancha ni esconde la pena– murió Federico, cuando él adula en verso castellano y por un mediano jornal a los mayores y más fríos matarifes del mundo. Dios le perdone.»{5}

En estas últimas palabras se está refiriendo Ridruejo a los poemas que dedica a los sanguinarios, José Stalin y Mao Tse-tung. Al primero le brinda estos versos:

En tres habitaciones del viejo Kremlin
vive un hombre llamado José Stalin.
Tarde se apaga la luz de su cuarto.
El mundo y su patria no le dan reposo.
Otros héroes han dado a luz una patria,
él además ayudó a concebir la suya,
a edificarla
a defenderla.
Su inmensa patria es, pues, parte de él mismo
y no puede descansar porque ella no descansa.
En otro tiempo la nieve y la pólvora
lo encontraron frente a los viejos bandidos
que quisieron (como ahora otra vez) revivir
el
knut, y la miseria, la angustia de los esclavos,
el dormido dolor de millones de pobres.
Él estuvo contra los que como Wralgel y Denikin
Fueron enviados desde Occidente para «defender la
Cultura».
Allí dejaron el pellejo aquellos defensores
de los verdugos, y en el ancho terreno
de la URSS, Stalin trabajó noche y día.
Pero más tarde vinieron en una ola de plomo
los alemanes cebados por Chamberlain.
Stalin los enfrentó en todas las vastas fronteras,
en todos los repliegues, en todos los avances
y hasta Berlín sus hijos como un huracán de pueblos
llegaron y llevaron la paz ancha de Rusia.
{6}

Años después de brindar los anteriores versos a su admirado dictador ruso, llegó a escribir como disculpa: «Yo había aportado mi dosis de culto a la personalidad, en el caso de Stalin. Pero en aquellos tiempos Stalin se nos apetecía como el vencedor avasallante de los ejércitos de Hitler, como el salvador del humanismo mundial. La degeneración de su personalidad fue un proceso misterioso, hasta ahora enigmático para mucho de nosotros»{7} Sin embargo, del matarife chino, al que le dedicó los versos que le inspiraron a su llegada a la China de la revolución y quedó prendado de su personalidad política de Mao, a quien tenía por el gran liberador de un pueblo, no hizo ningún comentario:

Frente a Mao Tse-tung
el pueblo desfilaba.
No eran aquellos
hambrientos y descalzos
que descendieron
las áridas gargantas,
que vivieron en cuevas,
que se comieron raíces,
y que cuando bajaron
fueron viento de acero,
viento de acero de Yennan y el Norte.
Hoy otros hombres desfilaban,
sonrientes y seguros,
decididos y alegres,
pisando fuertemente la tierra liberada
de la patria más ancha.
{8}

No faltó tampoco su entusiasmo por el también dictador comunista Fidel Castro a quien dedica un poema del que sólo recogemos estos versos:

Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen
palabras en acción y hechos que cantan,
por eso desde lejos te he traído
una copa de vino de mi patria:
es la sangre de un pueblo subterráneo
que llega de la sombra a tu garganta,
son mineros que viven hace siglos
sacando fuego de la tierra helada.
{9}

Por su parte, Leopoldo Panero, «uno de los mejores poetas de una y otra orilla» en opinión de Rafael Sánchez Mazas{10}, sigue contestando al chileno a quien admiraba como poeta{11}, pero que le contrarió cuando años después Neruda muere como poeta a manos del Neruda político:

Creí leer; por fin la poesía
(mojada por la voz del buen Neruda)
que anhelaba llorar lo que quería.
Tan bello es tu poema, que te ayuda,
por vez primera, el corazón lejano;
pero es mejor tener la lengua muda
si es que un niño no llevas de la mano:
cobardemente, en alevosa frase,
acusas, a quien sabes, de villano.
No hay dos, ni tres, ni cuatro: hay una clase
de hombre: el de verdad; aunque en contienda
de hermano con hermano el suelo arrase.
Es tu exacta mentira tan tremenda,
tan brumosa, injuriosa, venenosa,
que arrancarte la lengua es poca enmienda
y aún sólo caridad mi mano osa.
Pablo: mancillas a Miguel; mancillas.
a Federico; escupes en su fosa.
Tan sólo las verdades son semilla
fértiles, y el que miente, se equivoca;
y a sí propio se araña en las mejillas.
{12}

Canto personal se publicó en 1953, editada por el Instituto de Cultura Hispánica. Este mismo año recibe el Premio Nacional de Literatura 18 de julio, que le concede un jurado compuesto por Agustín de Foxá, Luis Ponce de León, Florentino Pérez Embid, Rafael Sánchez Mazas, José Corts Grau y Jesús Suevos. La gala de entrega del premio tuvo lugar el 20 de diciembre de ese mismo año en el hotel Fénix de Madrid donde también se entregaban los premios 1 de Octubre y 29 de Octubre que recayeron en Eugenio Montes y David Jato, respectivamente. El acto fue presidido por Raimundo Fernández-Cuesta, ministro del Movimiento, quien, refiriéndose al poeta astorgano, pronunció, entre otras, estas palabras:

«Y, por último, el Canto personal, de Leopoldo Panero, carta perdida a alguien que por su actitud sucia y rencorosa merece el desprecio de cuantos hablan o escriben la limpia legua castellana; respuesta cargada de dignidad, de nobilísima ira, pero siempre expresando el dolor por la tremenda injusticia del insulto y la remota esperanza del arrepentimiento. Canto a la verdad de España, a su entereza legendaria, a su altiva dignidad: canto a José Antonio, como ejemplaridad de un espíritu de auténtica unidad española; canto a la fecundidad de su sacrificio. El canto de Panero, que tiene una transparencia de verbo y una claridad de pensamientos envidiables, posee, además, la arrebatadora vehemencia necesaria para interpretar fielmente la reacción personal de los miles de hombres que en España fueron a la guerra y padecieron cautiverio o vejámenes sin cuento, víctimas de esas gentes a cuyo servicio hay plumas capaces de poner todo el rencor de los estratos más oscuros de su biología. Panero –él nos lo ha dicho– no es de los poetas que se encierran en su torre de marfil, aunque marfileños sean sus versos; es poeta de la calle. Por eso no ve a España desde el olimpo de su desdén, sino que está identificado con su alma, con las alegrías y tristezas de su Historia, y la siente y la ama a través de sus paisajes entrañables, estén bañados por la lluvia norteña o por el sol de la luz mediterránea.
«Frente a la poesía que destruye debe alzarse la poesía que promete», dijo quien incorporó a la política un sentido poético y, como tal, constructivo. Poesía, y de la mejor calidad, se da en José Antonio, en su pasión arrebatada por España, en su emoción incontenible ante las injusticias sociales, en su anhelo de alcanzar para los españoles la armonía, el ritmo y la medida de un orden integrador.»{13}

No iba muy desencaminado Fernández-Cuesta al definir también Canto personal como canto al fundador de Falange, a quien ya le había dedicado, en 1939, un poema en la Corona de sonetos en honor de José Antonio, donde también participaron los poetas: Antonio Tovar, Gerardo Diego, Álvaro Cunqueiro, Luis Rosales, Manuel Machado, Eduardo Marquina, Dionisio Ridruejo, Eugenio D’Ors, Pedro Laín Entralgo, Adriano del Valle, &c. En su Canto personal, Leopoldo Panero cita a José Antonio en más de una ocasión:

La voz de José Antonio nos avisa
(a través del amor con doloroso
pensamiento de amor) que corre prisa.
Mas no a través del odio se hace hermoso
el porvenir; y el agua, en los veneros,
traduce la nevada en virgen poso.
Aún conservan los sacos (los terreros)
el impacto y el pacto de la cruda
intemperie, que es fruto en los graneros.
La discriminación racial, Neruda,
no es nuestro fuerte; la inventó Inglaterra,
como es muy natural, en propia ayuda.
¿Somos aquí, o no somos, otra tierra?
No te puedo decir querido odiado,
distinguido señor, ni hijo de perra.
Te digo simplemente: Pablo helado,
y roto (como el cardo); y sin raíces;
hecho de vanidad…
{14}

La mala acogida que en España tuvo Canto general, principalmente entre los poetas españoles, hizo que el chileno intentara tenderles una mano. El diciembre de 1957, en París, conoce a la poetisa española Ángela Figuera Aymerich. Después de una conversación larga donde hablaron de España, de la poesía, también de los poetas españoles: los de siempre, los de antes y los del momento. Al despedirse ambos, Pablo Neruda le hace entrega de una carta dirigida a los poetas españoles que vería la luz pasados unos años:

«Queridos poetas españoles, aquí me tienen muy cerca de la tierra española y lleno de sufrimientos por no verla y tocarla. Soy un desterrado especial, vivo soñando con España, con la grande y la mínima, la del mapa y la de las callejuelas, soñando con todo el amor que entre vosotros dejé, un desterrado que sólo puede acercarse al aire que perdió. Cuántas veces, de noche, el avión que me conducía lejos sobrevoló vuestra tierra, y yo acongojado, traté de descifrar las luces que, como luciérnagas, brillaban allá abajo. Eran casas perdidas, pueblos sumergidos, montes oscuros, y, tal vez, rostros amados que no volveré a ver. Mi corazón, allí arriba, volando sintió de nuevo la tierra magnética y se llenó de lágrimas. Poetas españoles, nos ha separado un frío cruel y años pasados como siglos. Nosotros, poetas americanos,, queremos renovar la fraternidad y la continuidad de nuestra paralela poesía. Hemos sido separados por errores propios y ajenos, por profundos dolores, por un silencio imposible. La poesía debe volver a unirnos. La poesía debe reconstruir los vínculos rotos, restablecer la amistad y elevar universalmente nuestro canto. Tal es nuestra tarea. A ella me daré entre mis pueblos. Vosotros diréis vuestra palabra. Y habremos dado así el primer paso, que no por tardío será menos fecundo. Van en este papel mi afecto fraternal y mi confianza en la poesía y en el honor de los poetas.»{15}

A pesar de estas palabras, que parecían sinceras; cargadas de amistad y lealtad, el chileno no tuvo reparo alguno en volver a las andadas, pues algún tiempo después no le importó calumniar a quien se atrevió criticar su Canto general:

Ay cuánto tiempo es el que en mis mejillas
se acumuló como un reloj opaco
que acarrea en su frágil movimiento
un hilo interminablemente largo
que comienza con un niño que llora
y acaba en un viajero con un saco!
Después llegó la guerra y sus dolores
y me tocan los ojos y me buscan
en la noche los muertos españoles,
los busco y no me ven y sin embargo
veo sus apagados resplandores:
Don Antonio morir sin esperanza,
Miguel Hernández, muerto en sus prisiones
y el pobre Federico asesinado
por los medioevales malhechores,
por la caterva infiel de los Paneros:
los asesinos de los ruiseñores.
{16}

Incomprensiblemente no se entiende muy bien la reacción del chileno que nunca debió usar el lenguaje que usó porque Juan y Leopoldo Panero nada tuvieron que ver las muertes de Lorca y Hernández, ni ningún otro poeta tampoco. Ocurrió todo lo contrario porque de todos es sabido lo que Luis Rosales hizo por salvar la vida de Lorca, lo mismo que Sánchez Mazas para evitar un trágico final a Miguel Hernández.

Pablo Neruda no propagó otra cosa que seguir la consigna que le marcaba el comunismo que le tenía por uno de sus voceadores más fieles porque el libro era, salvo para Moscú, un desencanto total. El poeta cubano Gastón Baquero condena Canto general, porque demuestra sin lugar a duda que Neruda se vació y quedó muerto después de su gran parto. Fue para el cubano, que sería, en 1988, candidato al Premio Príncipe de Asturias de las Letras, un libro indignante no sólo por la enorme cantidad de tonterías que dice, sino por el desprecio a la inteligencia del lector que supone decirlas como las dijo el chileno. «Fueron muchas las voces que se levantaron para condenar aquel engendro. Pero hubo particularmente una voz –dice Baquero–, la de Leopoldo Panero, que ofreció a la América y a España un espectáculo maravilloso: el de producirse en gran poeta y en gran cristiano al responder a Neruda»{17}.

El poeta español Eugenio de Nora, a la muerte de Panero, dice que «el Canto no es, después de todo, un libro doctrinal ni un panfleto, ni un discurso político, sino precisamente –y ahí está el nudo de la cuestión– una obra poética». Estas palabras recogidas por José García Nieto{18} son, en su opinión, un acierto. La voz del astorgano, que nació muy cerca de la catedral y del palacio episcopal, la obra que diseñara Antonio Gaudí, es sincera, recia y vigorosa; escribe una carta de hermano, que se duele con el hermano de la mentira brutal: opone caridad al odio, y opone verdad al amaño de la propaganda comunista. Con su contestación, Leopoldo Panero «se coloca definitivamente en el sitio que le corresponde en la poesía española»{19}, y enfrente de la poesía que destruye.

Y a su fallecimiento, José García Nieto le dedicó este bello poema:

Busco tu compañía en esta ermita
donde he entrado a rezar por ti, tocado
de soledad, herido y asombrado
por todo lo que un golpe precipita.
Y tú no estás. ¿O no era aquí la cita?
Estoy solo. Pasaba. Me han llamado.
Y era tu voz; la voz del desterrado
que en el desierto del poema grita.
Torre de hombría, paz andante, lumbre
cautiva, acostumbrada pesadumbre:
¡cuánto valor sin sitio y tan aparte!
Rezo sin entender... ¿Cómo podía
haber sido...? En la Cruz, El me decía
que lo mejor estaba de su parte.
{20}

En el momento de producirse el óbito tenia en preparación La verdad en persona, poema que trataba sobre Cristo porque Dios estuvo siempre presente en la poesía de Leopoldo Panero como punto de referencia a las esperanzas e inquietudes.

Notas

{1} Pablo Neruda, Canto general. Edición de Enrico Mario Santi. Cátedra. Madrid, 2003, pág. 61.

{2} Pablo Neruda, Obras completas I. RBA. Barcelona, 2005, pág. 746.

{3} Dionisio Ridruejo, introducción (2ª edición) al Canto personal de Leopoldo Panero. Ediciones Cultura Hispánica. Madrid, 1956, pág. 13.

{4} Leopoldo Panero, Obras completas, I. Editora Nacional. Madrid, 1973, pág. 278.

{5} Dionisio Ridruejo, op. cit., págs. 13-14.

{6} Pablo Neruda, Obras…, pag. 692.

{7} Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Seix Barral. Barcelona, 1974, pág. 331.

{8} Pablo Neruda, Obras…, pág. 931.

{9} Pablo Neruda, Canción de gesta. El Siglo Ilustrado. Montevideo, 1964, pág. 41.

{10} Diario Arriba, Madrid, 23-XII-1953, pág. 5.

{11} En una entrevista que en 1953 la periodista Pilar Nervión hace a Leopoldo Panero, éste declaró: «Me gustaría tener ocasión de escribir algo sobre esta otra dimensión de Neruda, la que como poeta primerísimo de habla española en América alza en mí verdadera y profunda admiración». Cif. por Javier Huerta Calvo en De poética y política. Nueva lectura del Canto personal de Leopoldo Panero. Instituto Leonés de Cultura. León, 1996, pág. 55.

{12} Leopoldo Panero, op. cit., pág. 291.

{13} Raimundo Fernández-Cuesta, Continuidad falangista al servicio de España. Ediciones del Movimiento, Madrid, 1955, págs. 58-59

{14} Leopoldo Panero, op. cit., pág. 310.

{15} Revista Triunfo, núm. 580, 10-XI-1973, pág. 25.

{16} Pablo Neruda, Canción… op. cit., pág. 100.

{17} Gastón Baquero, El caballero Leopoldo Panero. Revista Cuadernos Hispanoamericanos. Madrid, nº 187-188, julio-agosto 1965, pág. 113.

{18} José García Nieto, La poesía de Leopoldo Panero. Editora Nacional. Madrid, 1963, pág. 20.

{19} Marcelo Arroita-Jauregui, Canto personal. Correo Literario, nº 75, 1-VII-1953, pág. 4.

{20} José García Nieto, Cuadernos…, op. cit., pág. 201.

 

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