Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 124 • junio 2012 • página 3
«Sólo que esto nuevo tiene tan poca realidad efectiva perfecta como, justamente, el niño recién nacido; y es esencial no dejar de atender a esto.»
«Si el embrión es, ciertamente, en sí un ser humano, no lo es, sin embargo, para sí: sólo lo es para sí como razón cultivada que ha hecho de sí lo que ella es en sí. Sólo entonces es esto su realidad efectiva.» (Hegel, Fenomenología del Espíritu. Prólogo. Trad. Antonio Gómez Ramos, Abada, 2010.)
En primer lugar, agradecer a la Fundación Gustavo Bueno la potencia de pensamientos y la fortaleza filosófica de sus asistentes y ponentes en los Encuentros de 2012. A continuación quisiera comentar brevemente un aspecto esencial que creemos abre más el debate que lo cierra en torno a la cuestión de lo que se llama inaceptablemente «aborto» y de las diferentes leyes a las que asistimos gobierno tras gobierno en esta Nación tan unida en sus desencuentros.
Parece que en lo tocante al debate sobre el aborto a la luz de la idea de Teleología no quedó muy clara la postura de qué se consideraba como un individuo, con lo que aparece el problema aristotélico de nuevo. Y es que Aristóteles no era Fray Gerundio de Campazas. No era imbécil, queremos decir. Nosotros aquí tampoco tratamos de resolver esa cuestión disputada. Por otra parte, en el diálogo aparecieron posturas que parecían aparentemente como muy diferentes y ello es verdad en ciertas tesis pero no en todas. No es arriesgar mucho el decir que nosotros como filósofos intentamos indagar hasta las últimas consecuencias los hechos que se nos presentan y no creemos que en unos Encuentros, tan breves desafortunadamente, tan productivos, podamos agotar los recursos que nos ofrece el Materialismo Filosófico que siempre está atendiendo al desarrollo del presente en curso y que no puede detenerse por tanto jamás en su estudio.
En este sentido, las partes implicadas en el debate tomaron posturas muy consistentes y argumentadas como la que alude a que un cigoto supone una atención distinta a la que suponemos a espermatozoides u óvulos sin conexión en el ambiente propicio; útero, in vitro, etcétera. Claramente se afirmó por parte de todos los ponentes que la postura más racional es la del uso de los anticonceptivos para evitar males mayores. Nosotros compartimos las tesis de Gustavo Bueno, de Ongay, de Tomás García en el tema de que la unión de un espermatozoide con el óvulo supone la puesta en marcha de algo que si se detiene, la falacia de lo que se llama perversamente como «Interrupción del embarazo», significa absolutamente la trituración de un ser individual distinto a los progenitores pero quede claro en este particular que se incurre con esta toma de posición en problemas de gran calado que no son fáciles y distintos como puede serlo la suma de 2+2=4. No puede serlo. No podemos tampoco despreciar sin más los argumentos diferentes de David Alvargonzález y Laura Nuño, diversos entre sí a su vez.
Nosotros decimos que, en efecto, detener el embarazo supone destruir y triturar a un individuo que no puede ser en su desarrollo más que una persona, (si nace, si es concebido, en una Nación política, &c.) Ahora bien esto es una cosa y otra muy diferente es que, aún así y con todo, uno, o un grupo de millones de hablantes de un Estado, se hagan los tontos por medio de «esa vieja hembra engañadora» y finjan que el nuevo ser no es un individuo, que construya «ad hoc» la ley de plazos, que finja que es distinto matar a un infante recién nacido que a un cigoto, &c. Esto es, que lo afirmamos es que sabemos que de ese cigoto en principio sólo puede gestarse una vida humana individualizada como sabemos que de ese infante que gatea, que no habla en consecuencia aún, si no le pilla un coche, si no se cae por la escalera y muere, etcétera, sólo se desarrollará un niño que en circunstancias apropiadas vivirá en adelante, acaso sin trabajo y sin pensión el día de mañana.
Se considera efectivamente que la postura que dice que no hay niño, que no hay persona o que no hay dios padre es una artimaña muy noble desde el autoengaño y que ésta queda asumida porque nuestra filosofía puede explicar las causas, acaso económicas, morales, &c., del engaño de una sociedad más o menos perversa en su resolución de conflictos. Ningún espermatozoide, hasta donde sabemos, ha generado per se un embrión humano. Tampoco ningún óvulo sin ser fecundado. (No admitimos, porque es imposible, ninguna autonomía ni automatismo en la materialidad de los géneros diga lo que diga el más empollón de los biólogos). Nuestro apreciado profesor de Filosofía de Tercero de B.U.P. nos explicaba lo que todo tomista de la época no dejaba de hacer: que de un cigoto humano sólo puede generarse un niño, acariciando la postura aristotélica del paso de la potencia al acto y que en definitiva «jamás germinará una bellota» (sic).
Permítanme los lectores que exprese lo que pienso, lo que se pesa y contrapesa en mí, a saber: En puridad nos importa algo el particular pero no demasiado. No temamos: Es un asesinato sí, pero y ¿qué? ¿No es un delito que un español no tenga como se dice en la Sacratísima Constitución una vivienda?, ¿Alguien ha visto a esos que se llaman socialistas despellejarse el lomo por conseguir una mejora política para sus compatriotas desposeídos en los tiempos de la precariedad realmente existente?, ¿Alguien se extrañará del desierto y abdicación de esos que prometían la infantil y desternillante Alianza de civilizaciones?
No cabe por nuestra parte dejarnos seducir por leyendas celestiales miserables, en ocasiones malignas, y sí el preguntarnos: ¿Para qué traer a una Nación política tan digna como la española a un niño que algún día estará privado de parte de su Nación ante los espectadores pasivos que aceptan que alguien como Mas o Pujol, en breve extintos como todos los demás seres vivos actuales, digan que España ha robado a Cataluña su gran potencial?, ¿Merece un niño esta vida en la que hablando se entiende la gente como dijese Su Majestad, que no la mía- si no es por la fuerza como de hecho lo es- que se haga un reparto de lo que es nuestro bajo la dirección de los nacionalistas expoliadores por poner por caso?, ¿Merece la pena traer a nuestra Nación a un individuo que tendrá que soportar el chantaje político de una banda de terroristas?, ¿Es lo mejor poner en escena a un joven en que sus padres no tienen tiempo ni dedicación para que se eduque en los principios de una racionalidad crítica?
O sea, ¿no será preferible preservarlo de la escena que Calderón y los grandes han llamado el Gran Teatro del Mundo? ¿No nos invita Platón en la Apología de Sócrates a sospechar de tanta pasión por la vida? Muchos contestarán diciendo que hay que traer niños. Nosotros formulamos la pregunta, puesto que somos filósofos, que no sabios, sí, decimos, queremos saber pues, hasta esto mismo ante lo que tiembla el «misterio» de lo Porvenir. (Al respecto decir que cada vez son menos los que se atreven a decir que son filósofos. Peor para ellos y para el filosofar. Mientras, otros, se llaman a sí mismos arquitectos o ingenieros sin rubor, como debe ser. El filósofo, marxista, estoico u otros, parece que confunden sabio con filósofo).
Pues bien, como hemos tenido la suerte, más bien la necesidad, de participar en los Encuentros vemos qué posibilidades brinda el filosofar triturador de nuestras elucubraciones que en verdad no las tenemos porque queramos, pues no creemos en la libertad. Por eso mismo estamos dispuestos a cambiarlas, si alguien nos proporcionare mejores argumentos. Sabemos que si se intenta eliminar algo es por su im-portancia; ¿por qué destruir algo que no porta nada? Por eso todas las preguntas medievales: ¿a qué hora se hace el individuo? ¿Cuándo se es un organismo? ¿En qué momento se une el alma al cuerpo?, son preguntas de saloncito. (Lo cual no es necesariamente improductivo). Lo que sí sabemos es que tratar de impedir que ese X vaya a más supone asumir que es algo ya efectivo y no sólo en potencia. El ejemplo absurdo en contra de esto es que de no ser un perturbado nadie intenta en laboratorio o en su casa destruir espermatozoides individuales por temor a que se forme un crío, &c.
Con todo esto se quiere llegar a que el tema del aborto, esto es, de la matanza del cigoto, no es tanto, creemos, médico, ético, como político. Bastaría que un grupo de políticos estuviese en el «Gobierno de España» para que lo blanco, si éste quisiera como reza el precepto jesuítico, fuese negro. Y así es, ha sido y será de hecho.
Nos preguntamos si no se producirá un error categorial en la toma de postura en el debate pues como muy bien dice el Filósofo, nuestro maestro nacido en el 24, y no es la primera vez que lo dice, debido además a su experiencia vital de ochenta y tantos, es imposible entenderse en este asunto. Con lo cual llegamos a rescatar lo que el propio Hegel tanto temiera acerca de los ingenuamente considerados filósofos menores, los escépticos, que con sus tropos nos plantean los mayores retos. Es necesario conocer tales fuentes cargadas de la mayor sabiduría siquiera para superarlas como trata de hacer el Materialismo Filosófico.
Error categorial, como decimos, al creer que los planos con que se trata el tema son de índole médica, ética acaso y no, pese a quien pese, de índole política y entonces nos vemos abocados, sí, abocados, a cambiar el registro, el tono de la polémica, al tener ahora mejor captado cuál es el campo en que hay que moverse que no es, repitamos, el de la ética ni el de la medicina sino el de la política en los tiempos, situémonos, de la democracia sacrosanta, que ni es sacra ni santa ni es idea posible pero que funciona incluso a pesar de que no lo es ni puede serlo. Entonces se observa una cosa muy diferente al investigar como ciertos médicos o ciertos filósofos, ya que Peter Singer aprueba el infanticidio, &c., tratan el asunto.
Así se ve claramente, como cuando la luz de la Luna se ve clara y uno es vidente, que dependerá de los políticos de turno que no saben nada de muchas cosas pero que son votados por jóvenes generaciones de «progresistas», de «innovadores», de gente que no saben que incluso en el líquido preseminal o fluido de Cowper pueden estar contenidos espermatozoides que pueden producir un embarazo, en el que no caben grados de estar más o menos embarazada. Gentes que no tienen el mínimo autocontrol, y que ahora, en una sociedad como la nuestra, deben tenerlo porque si no lo tienen sencillamente son bestias. Una sociedad como la nuestra en la que se explicará muy bien ese barrido, ese sutil mecanismo de defensa que tiende a negar como el propio Freud intuyera en su trabajo acerca de La Negación, ese engaño de que no es una criatura, no es un individuo, no es un ser humano aún, etcétera.
Así por tanto, ese «lo que sea», pero que, desde luego lo mismo se puede predicar de cualquiera de nosotros, puesto que cada uno es vaya usted a saber qué, es vilmente destruido puesto que todavía no puede defenderse y no puede ver, (como tampoco Viriato viera a sus asesinos, si es verdad que estaba durmiendo). Tampoco pudimos ver nosotros en el seno materno y ahora sí, de no ser ciegos. Pues bien, decimos, que ese mineral que tenemos ante nuestra vista de talco o de sal jamás podrá ver. Cosa que ese «lo que sea» sí lo puede hacer dentro de unos meses.
Como quiera que tampoco y eso está grabado en las sesiones videográficas de la Fundación el personal asistente, que no es ignaro, sino todo lo contrario, dice que no sabe qué es un individuo, es prudente entonces afirmar que, si no lo sabe, no conviene en consecuencia triturar al cigoto como si tal cosa. Es más, alguno de ellos dice que sigue sin escuchar argumentos definitivos. La pregunta se repitió más de una vez qué es un organismo y cada uno decía lo que estimaba porque al parecer incluso ciertos biólogos expresan que un óvulo es ya un organismo maduro. ¿Entonces?
En cuanto a la mórula que no tiene identidad somática y sí identidad genética se somete a duda –por parte de algunos– qué cosa sea lo que surgirá más tarde pero en este momento no tiene tal identidad. Entonces por lo mismo, ahora nosotros, en este momento, como no somos ancianos de 90 años y no sabemos si surgirá tal cosa no es necesario mantener el propio organismo por parte de las Autoridades que pueden dudar de nuestra evolución como ancianos de 90 años… Una locura, vamos.
Entonces, por así decir, el argumento victorioso será éste: Que si un bando de un determinado municipio o población, que tenga capacidad de obligar, esto es fuerza coactiva y policial, dice que está prohibido pescar langostas y que ello es delito lo será. O también éste: que si la Inquisición dice que practicar brujería es delito y objeto de condena capital lo será y téngase por seguro que el color tostado que conseguirá el cuerpo del condenado no será la envidia de ningún metrosexual que se quiera poner morenito. O éste también: Que si llegados al poder político gentes «tan preparadas», como las ministras y de frágil recuerdo, otro fallido, y no nos quepa la menor duda de que lo están, al menos en que por tan indigno currículum tienen mayor proyección política que un Doctor en Física Cuántica o un profesor de Secundaria tipo Ongay, Atilana Guerrero, Tresguerres, Insua, y un larguísimo etcétera por no citar a tanta gente apenas conocida pero crítica, dicen que el aborto no es aborto aunque no sepan lo que dicen y no sepan de cigotos ni estén preparadas intelectualmente como sí que lo estaba nuestra compañera en estos temas y en otros, Laura Nuño, se antepondrán «sus planes» al menos hasta que otro gobierno, incluso peor, llegue al Trono.
Entonces se entenderá muy bien El Príncipe de Maquiavelo que algún «santurrón» no alcanzará ni con esto a ver la potencia de la historia de la Filosofía porque cree que la filosofía es «teoría» como si fuera poca cosa la teoría del brillante ex presidente que circula libremente por ahí y que el Maestro Bueno Martínez ha desvelado magistralmente en su obra varia como por ejemplo «… y el pensamiento Alicia». (No lamento haber olvidado el apellido impropio). Bien es verdad que sin nombres propios éste filósofo nos ha despertado, porque lo hemos leído o al menos intentado, con obras despiertatontos como La vuelta a la caverna, El mito de la Izquierda, &c.
En suma, más de una vez hemos podido escuchar del Filósofo español que el que sea tonto que espabile y no es mal consejo. Como profesores de Filosofía de la antigua nación española, puesto que no nos dejan ir al País Vasco, &c., sin tener el título por el que a ellos les pagan y exoneran de trabajo durante dos años para mal aprender la gran lengua euskera, nos vemos en la tesitura de no ser tratados como iguales. La situación es igual de belicosa en Valencia, Cataluña, Galicia, &c. (¡Qué pena que no esté la ministra de Igualdad, para resolver este grave problema!). En verdad por otra parte la complicidad de todos los partidos y sindicatos en este asunto es «casus belli», pese a los pacifistas y tolerantes. Al respecto estúdiese la Teselita acerca de la Mentira política de reciente emisión.
Trasímaco y Calicles no eran degenerados sofistas como se suele pensar. Ellos pueden enseñarnos más que la ingenuidad de Voltaire al pretenderse más allá del bien y del mal. Con esto sin caer en la tristeza antiespinosista nos vemos forzados a tomar nota y a saber que el que manda, manda. Así en todo. Basta que sea un tonto el que se pone a cubierto en la institución que le cobija para que se crea algo el susodicho. El psicologismo impera en el político que piensa que le han elegido porque él lo vale o por su cara bonita cuando no es más que un resultado de instancias que le han conformado a estar donde está más allá de su pequeñita «voluntad».
Pero, cuidado, el psicologismo no es baladí cuando toma el Congreso de los Diputados puesto que puede hacer saltar por los aires una Nación en función de sus ideíllas. Psicologismo que no es desdeñable desde el momento que sabemos que las prácticas de condicionamiento operante y clásico no son meras técnicas hipotéticas sino que pueden hacer pensar a las masas en una u otra dirección si no se ejercita constantemente la institución socrática que supone el desmantelamiento de todos los dogmas, fundamentalismos y posiciones acríticas, al menos, in medias res. O sea que una vez que los ciudadanos opinan de todo lo humano y lo divino sin haber leído más que la prensa o escuchado a los grandes opinantes de los medios de comunicación, de los intelectuales del momento, esto es, de los periodistas, ya se creen en el dominio de lo que denominan «verdad». Eso mismo nos tiene que poner sobre aviso al plantear cuál es la función del filosofar que profesamos en el presente que jamás comulgará con ruedas de molino.
Si se supiese lo que se quiere decir quizás estaríamos con cierta posibilidad de entendernos pero sucede que la palabra «aborto» está mal construida. No sólo mal utilizada. No se puede abortar porque orior significa nacer, producirse, y nacer no significa necesariamente salir a la luz, tras el parto, puesto que nascor es ser nacido y orior significa nacer pero ¿cuándo se nace? En la versión clásica abortar refería a lo que llamaban abortos «naturales», esto es, que el feto atravesaba las paredes vaginales muerto pero evidentemente ya había nacido desde el momento de la fecundación porque si no habría habido ab-orto.
Ab-orto precisamente puede significar ser apartado, (ab), de producirse pero para ser apartado de nacer se ha tenido que haber nacido ya en algún instante. Esto es, se da el mal llamado aborto cuando el feto muere pero «tal vez» porque ya estaba vivo. Todo esto nos lleva a problemas mayores en que nos enfrentamos con qué sea la vida o la muerte que, por cierto, aún debe ser pensado por cada viviente mientras que tenga capacidad de hacerlo. A no ser que le interese sólo quién gana la Liga o el Rolland Garros y estas cosas le parezcan cosas nimias. O sea, con esto decimos que lo que se llama aborto, interrupción del embarazo, no son más que eufemismos para salvar las apariencias de lo que es bien real. Llámenle asesinato, trituración de lo ya nacido, de lo producido tras el apareamiento, en que se rompió el condón o que quizá los animalitos «racionales» ni repararon en tales consecuencias materiales. Tal vez, ellos, idealistas románticos.
El mismo Cioran hubiera estado agradecidísimo de haber sido así. Fue para él un gran inconveniente el haber nacido pero es cierto que sin el cigoto constitutivo suyo, el suyo, no se hubiese producido, y la producción es un proceso que desemboca en algo: tal organismo. Por eso no cabe ver inconveniente en haber nacido por imposibilidad de parar el proceso pero si hay posibilidad de no traer a otros a través de, por poner por caso, la cópula. Acaso muchos lo que piensan cuando matan al hijo, al hijo, filum, es en liberarle de lo porvenir, de la ilusión del porvenir y por eso lo asesinan lo cual es muy racional, (¿Qué es lo racional?), por saber que el Mundo, éste, no es muy distinto del que Critilo narra a Andrenio y en consecuencia tal asesinato sea visto a partir de ahora como una liberación de, para y sobre todo.
Si la fracción del Mundo en el que estamos tuviera perdices y codornices ya cocinadas, bebidas deliciosas, calor y protección a raudales, si fuese el cielo coránico, vamos, los hombres y las mujeres traerían criaturas sin cuento. Pero dado que el mundo, la porción telúrica en que vivimos parece cumplir a rajatabla la teoría darwiniana, etcétera, al gentío le da por pensar si es tan bonito poblar la faz de la tierra de organismos humanos que, como los dioses de Anatole France, tienen sed. Se mata porque se atisba un problema futuro no porque los hombres sean malos, otra cosa es que estos sean torpes animales pasionales. El mundo no ofrece caza y pesca abundante ni siquiera para los que están ya en él. ¿Cabe mayor materialismo?
En este sentido nos preguntamos: ¿por qué matan ese «engendro»? (Engendro tomado como tercera acepción del Larousse). Pues porque creen que ese no se sabe qué irá creciendo en el útero muy probablemente y, si no se destruye cuanto antes, ese ser irá creciendo hacia la adultez. Esto es, la contradicción no puede ser mayor puesto que desde el momento en que se tritura el embrión es porque hay algo que amenaza en el futuro a sus padres.
Si se analiza el concepto de Aborto más profundamente que como se ha hecho no es sólo un eufemismo sino que es un sinsentido ya que ab ortar significa separar del nacimiento y esto quiere decir simplemente asesinato, ab, separación, del ortus, del haber ya nacido. El caso es que por un supuesto mágico se cree que si no se ve ese organismo y se hace en el vientre materno la matanza es menor. Pero como no existe ni el dentro ni el fuera podemos estar seguros de que lo mismo da matar en el período de embarazo que después. Ab-ortus no es separar del nacimiento como decíamos como si éste --el nacimiento-- se realizase una vez que el bebé atravesase las paredes uterinas. Separar del nacimiento es matar y por eso se hace. Porque ¿para qué hacer tanto esfuerzos para destruir ese ser si éste no fuese un ser que dará problemas?
Nadie destruye un espermatozoide porque de éste nunca saldrá alguien que pida un puesto de trabajo o la herencia. Se mata a un ser que producirá conflicto y ello es tan racional como puede ser no tener más de dos o tres hijos porque de lo contrario el mundo se llenaría de individuos que quieren comer todos los días. Así como la guerra es racional la destrucción de cigotos también lo es. Ocurre que la guerra no se puede evitar pero el asesinato de seres que todavía no han germinado, sí. Y eso se hace en una sociedad, «tan progresista» como la nuestra, cuando la prudencia es observada y practicada por los sujetos operatorios que se llaman personas.
Se dice más, para mayor abundamiento, lo que las distintas acepciones del aborto hasta ahora tenidas en cuenta no han considerado es la definición que mejor cuadra con la propia etimología latina, a saber, ab ortus sería la de abstenerse de tener conexiones genitales entre los miembros de una especie, separarse de hacer nacer. Ocurre que en consecuencia los más abortistas y sólo ellos, serán los vírgenes puesto que apartan del nacimiento a otros. En puridad son los curas, las monjas, que cumplan voto, los impotentes o los que se mantienen vírgenes los realmente abortistas porque se apartan de hacer nacer a otros y no como los otros que se juntan con la intención la mayor parte de las ocasiones de no hacer nacer pero que pueden hacerlo si no se toman medidas oportunas.
Pese a quien pese nosotros sólo decimos que el aborto es un concepto oscuro y que los más abortistas serán los que se abstienen de tener conexiones genitales. Un error debe ser corregido ya para siempre: Confundir el nacimiento con atravesar las paredes de la vagina. Y es un error veterotestamentario. En efecto cuando se dice: «Puer natus est» se confunde con la expresión tradicional: «el niño es fenómeno visible» ya ante los asistentes al parto. Que el niño ha nacido, natus, hoy, se puede muy bien observar con una simple endoscopia en los primeros momentos de la concepción. Entonces denunciamos aquí ese equívoco radical de denominar a ese individuo nasciturus cuando en realidad él ya es natus (est) desde el momento de la concepción. No es posible haber caído ingenuamente en esta expresión. Ser natus significa por tanto ser hecho nacer y en consecuencia ese ser es hecho nacer no autónomamente sino por la mediación imprescindible de otros. No existe la autonomía en ningún elemento material sino la co-determinación.
Todos los argumentos desde los del pueblo hebreo hasta los actuales pasando por la animación retardada, etcétera, presentan, por sus idiosincráticas nematologías, una vuelta de tuerca por no aceptar radicalmente que destruir el natus es destruir un individuo.
Lo más sorprendente es que los que se llaman a sí mismos progresistas no asuman la crueldad de sus actos y hablen eufemísticamente de interrupción o tonterías por el estilo. Es matar. Y se ha dicho que las razones no son baladíes. Son materiales y no pueden ser otra cosa. ¿No hemos descubierto a estos imbéciles hablar de alianza de civilizaciones como a Isaías decir que el lobo habitará con el cordero? Y lo que es peor, ¿no hemos visto a estos que son votados por otros millones más que carecen de bastón filosófico a su vez y cuya ideología sólo viene propiciada por Buenafuente, Sardá y las parejitas felices del elogio de la Banca: A. Belén, V. Manuel, Rojas Marcos, &c.? Así de cruel, así de cruda la realidad. Real como Sabina mismo.
Es ridículo por tanto decir que el aborto es una separación del nacimiento puesto que ya ha nacido algo en el momento que va aumentando el tal cigoto de tamaño. Asesinato y no interrupción pero, repitamos, tal vez por el bien de la criatura. El mundo en efecto es un campo de minas y no el paraíso feliz. Si fuera tal paraíso ¿por qué los hombres y mujeres no iban a procurar traer a miles de niños a una tierra en que los frutos crecieran solos y las bebidas fuesen abundantes, en un mundo poético en que no hubiera enfermedad ni dolor? Resulta que el problema es político porque la política se basa en las riquezas materiales y no en las ideas del amor y la generosidad fraternales que los obispos, que casi ninguno tiene hijos, Adeodato es uno, tanto encomiendan a sus rebaños para que se cumpla el precepto divino del «creced y multiplicaos». Sí, pero, por favor, no mucho.
Es muy curiosa la estampa de todos aquellos que quieren que haya montones de hijos pero que ellos no los traen y que suplican a otros que pueblen el Mundo que Schopenhauer como buen lector de Gracián y de Calderón proscribiera, (y en el que tanto disfrutó también por otra parte).
Hemos visto cómo «las moscas», esos seres raros o «lo que sean», han tomado al Águila, ¿España?, ya hace tiempo y las consecuencias de ello no son fácilmente reparables. Esa mosca canaria independentista, esa mosquita leonesa, aparentemente muerta, que prometía el oro y el moro, esa mosquita que presume de ser muy igualitaria, aunque hace una ley de desigualdad contra sus iguales los hombres, y su salario es diez veces superior al de sus compatriotas femeninas, y masculinos, sin ningún complejo por su parte pero, dicen ellos: «cómo habla y defiende a la Mujer». De ahí el cambio de lema del «Aquila non capit muscas» por el de «Muscae capiunt Aquilam».
Siento ser esta clase de español, esto es, ser barroco, haber sido influido por los autores citados arriba. Lo siento de verdad en el sentido de que lo siento así, así de bien, vamos. No soy libre y trataré de propagar esta filosofía mientras pueda. También mis arreos son mis armas y mi descanso el pelear. No veo incompatibilidad con el Materialismo del Círculo de Oviedo pese a que siempre tiene que haber inquisidores. Es más, debe haberlos. Luego dicen que la filosofía no es transformadora de la realidad, que es mera especulación, y resulta que son las filosofías y sólo ellas las que hacen ejecutar ideas como tener o no tener hijos. ¿Quién está diciendo en sus clases que la filosofía es simple ocio?
En definitiva y para concluir: el que hace la ley hace la trampa. Agreguemos: «con la complicidad del siervo».