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El Catoblepas, número 124, junio 2012
  El Catoblepasnúmero 124 • junio 2012 • página 11
polémica

En entelequia se queda
el rebate de la Entelequia anti-genética indice de la polémica

Marino Pérez Álvarez

Respuesta a Sergio Bordel

entelequia genética

El propósito de este artículo es dar respuesta al artículo de Sergio Bordel Velasco (SBV) titulado «La entelequia anti-genética», publicado en El Catoblepas nº 123, de mayo de 2012, dirigido a rebatir la conferencia del autor Entelequia Genética: Ni en las Estrellas ni en los Genes está Nuestro Futuro, ofrecida dentro del marco de los XVII Encuentros de Filosofía, dedicados a la Finalidad y Teleología, que tuvieron lugar en la Fundación Gustavo Bueno, el 30-31 de marzo de 2012.

La respuesta tiene dos momentos: uno de agradecimiento por las precisiones realizadas y, otro, de rebatimiento del pretendido rebate.

Agradecimiento no sin grano salis

Es de agradecer, en principio, la atención prestada, siquiera a una parte de la conferencia y la aportación de precisiones en relación con ciertas aseveraciones erróneas (aunque este no es el tono empleado), supuesta la competencia y buena voluntad del comentarista, aun cuando metido en el papel de furibundo refutador. Las precisiones se refieren a los 29 millones de nucleótidos diferentes entre humanos y chimpancés y al 71% de diferencias en algún aminoácido, asumido que yo afirmo «taxativamente que no se encontraron diferencias entre el genoma humano y el del chimpancé, sin la más mínima puntualización ni indicación de que tal afirmación no es literal.» (p. 2). Las diferencias millonarias y de elevados porcentajes que refiere SBV seguramente son así. Cualquiera que, sin escuchar la conferencia, lea el artículo de SBV, no puede por menos de sacar la conclusión de que es disparatada y, como reitera SBV, con «argumentos falaces», «aseveraciones falsas» y hasta alguna «pintoresca aseveración».

Todavía antes de entrar en el momento del rebatimiento, se han de tener presentes tres cosas.

1) La afirmación no es «taxativa» como afirma SBV, sino que la aseveración en cuestión está introducida por un «matizador discursivo», en este caso, el adverbio «prácticamente». En concreto, lo que se puede oír perfectamente en la conferencia es: «resulta prácticamente imposible encontrar diferencias entre el genoma humano y el del chimpancé.» En el contexto previamente dado, relativo a que se esperaba encontrar «escrito» en los genes nuestro futuro, este «prácticamente», a la vez que reconoce que hay diferencias, sugiere que son insignificantes respecto de lo que se esperaba y, para el caso, los hallazgos de la descripción del genoma no reflejan la diferencia entre el chimpancé y Kant (según una conocida comparación, también introducida en la conferencia). De acuerdo con una referencia en la que el conferenciante se ha basado, esta diferencia en el genoma se describe en neurociencia «como buscar una aguja en el pajar» [Varki, A., y Altheide, T. K. (2005). Comparing the human and chimpanzee genomes: Searching for needles in a haystack. Genome Research, 15, 1746–1758.]

2) La diferencia millonaria, 29 millones de 2.400 millones, es en realidad el 1,23% de diferencia, según los datos del propio comentarista. Uno podría ser millonario en liras italianas y seguir siendo prácticamente pobre. Alguien podría ver en este alarde de precisión del comentarista una actitud de prepotencia, pero yo personalmente no lo creo; si lo fuera probablemente utilizaría los átomos que son más en vez de los nucleótidos.

3) El 71% de diferencias en algún aminoácido, ¿qué significan respecto de la diferencia entre chimpancés y humanos? ¿Se puede decir que en ellas están las diferencias? Dependiendo de dónde se ponga la lupa, las diferencias aparecen. No faltaría más que no hubiera ninguna diferencia entre el genoma de un chimpancé y el de Kant. Pero, en relación con la elucidación del «lenguaje de la vida» supuestamente escrito en el genoma, sigue siendo como «buscar una aguja en un pajar». Por lo demás, en la perspectiva de la conferencia, como podría apreciar cualquiera que la escuche desde el principio, no se están negando las diferencias genéticas, sino tratando de reconstruirlas en una perspectiva teleológica materialista, a desarrollar a lo largo de la conferencia o al menos dejar la cuestión planteada para quien pueda desarrollarla (con más tiempo, conocimientos y sabiduría que los del propio conferenciante).

Rebatimiento de un pretendido rebate

El rebatimiento del pretendido rebate de SBV empieza por la sorpresa ante un propósito tan petulante como mísero en los esfuerzos puestos en juego para semejante empeño. La posible buena voluntad del comentarista (ya agradecida), parece más furiosa que lúcida. Como se recordará, el propósito del artículo de SBV es doble, como ya anuncia en la primera línea: «tanto rebatir como poner en un contexto más amplio parte de la conferencia impartida».

En vista de los resultados, algunos ya apuntados, y del método empleado, consistente en fijarse en una «parte» de la conferencia y circunscribirse a un «plano científico categorial», en cuyo plano insiste varias veces, cabe preguntar qué entiende SBV por «poner en un contexto» e, incluso, por «más amplio», toda vez que se fija y queda fijado en una «parte» y, a su vez, mal leída, pasando por alto matizadores discursivos. Al final, uno todavía se preguntaría si con el propósito de «rebatir» se refiere, en realidad, a «batido» en el sentido, por ejemplo, de «masa con la que se hacen hostias» (según el diccionario de la RAE), más que propiamente a rebatir en el sentido de rechazar o contrarrestar la fuerza de ideas, planteamientos y argumentos (sin duda discutibles y hasta rebatibles). Por si fuera poco, SBV no capta el objetivo de la conferencia, expresamente resaltado, consistente en «mostrar la ‘quimera genética’ y tratar de reconstruir su sentido teleológico», de modo que carece del contexto más amplio de la argumentación.

Dice que «La exposición del conferenciante comenzó con un comentario acerca de los resultados de los proyectos de secuenciación del genoma humano y del chimpancé que se publicaron entre los años 2000 y 2005.» Ciertamente, el conferenciante no comenzó así, sin más, sino que antes de llegar a la «parte» en la que se fija y parece quedar fijado el comentarista, ya se había hecho una «glosa y desglose» del título y se habían señalado los objetivos y el universo del discurso en el que se iba a mover la conferencia, por así decir, su contexto más amplio. No es de extrañar que SBV haya pasado por alto el sentido filosófico de «entelequia», quedándose solo en el «coloquial de cosa irreal». De hecho, se le escapa el doble sentido que a la vez tiene «entelequia», por más que hecho expreso ya en los primeros minutos de la conferencia. El tema «estrella», si se permite decir, al que apuntaba la conferencia era la reconstrucción de la «entelequia genética», en su sentido filosófico aristotélico, a la luz de la epigenética, del sentido trascendental del organismo en el desarrollo y en la evolución y de una idea materialista de la teleología, haciendo pie en Aristóteles en vez de en Kant (como suele hacer la biología moderna). La conferencia apuntaba a este «contexto más amplio» de una idea materialista de la teleología, desaparecida de la biología moderna pero ahora reivindicada por la biología actual (según referencias que se han aportado). Sin embargo, SBV se quedó fijado en los detalles, como aquel que se queda mirando al dedo cuando le apuntan a las estrellas.

La idea de entelequia en sentido filosófico aristotélico y de teleología en sentido filosófico materialista, ni que decir tiene, no hacen tabula rasa de la genética (ahí estaba al principio de la conferencia el ejemplo del roble como entelequia de la bellota), lo que podría tranquilizar la preocupación del comentarista por si, realmente, se estuvieran negando «taxativamente» las diferencias entre el genoma humano y el del chimpancé. [De paso, todo habría que decirlo, el autor de la conferencia podría ser todavía más matizado, pensando en público como nuestro comentarista.] Lo cierto es que no se dice que nada está en los genes. Lo que se niega es que los genes sean los pilotos del organismo. Antes bien, según se dice en la conferencia, los genes tienen las funciones que tienen por formar parte de los organismos, a su vez, en contextos evolutivos, ecológicos, culturales y sociales. También se dice que no está en los genes lo que andaban buscando en ellos: nuestro futuro. De hecho, no parece que haya genes de esto y lo otro, lo que se toma en la conferencia, irónicamente, como un gran hallazgo de la descripción del genoma, siquiera un hallazgo negativo, según lo esperado. Se trata de un hallazgo negativo que, sin embargo, puede ser muy positivo, en la medida en que la investigación y la política científica se interesen en estudiar los «contextos sociales e interpersonales» en los que de hecho viven los humanos. Al menos que se interesen con el mismo entusiasmo y esfuerzos científicos, económicos y políticos que los invertidos en pro de la genética.

Por lo que respecta al plano «puramente dentro del campo categorial circunscrito por las tecnologías de secuenciación de ADN» que se arroga el comentarista, aparte de ser, a mi juicio, un simple «tic» de materialismo filosófico, revela que su contexto, lejos de ser «más amplio», es limitado. Como dice, «se va a limitar a la introducción de la charla» (así ve ahora la conferencia). Y, sin duda, limitado es. Dos sorpresas del comentarista muestran su propia limitación. Así, advierte un cambio de tema abrupto en el curso de la conferencia. Como dice: «La ponencia, tras un cambio de tema abrupto, prosiguió con una comparación de las ideas de finalidad (referida a los organismos vivientes) en Aristóteles y Kant.» Bueno, ese era el tema. La brusquedad percibida, no es de extrañar, en vista del método empleado. Una sorpresa semejante también le podría pasar al que de pronto se sube a un autobús pensando que es de transporte escolar, siendo que era el autobús que iba al aeropuerto. Asimismo, se sorprende SBV de la «ausencia de comentarios por parte de los asistentes durante el debate que siguió a su ponencia.» (p. 2), se entiende, ante tamañas aseveraciones falsas y falaces (según él). Esta falta de espanto de los asistentes probablemente se deba a que los asistentes tenían presente el «contexto más amplio» de la conferencia, incluyendo la glosa y desglose del título, los objetivos y los «matizadores discursivos», todo ello, sin menoscabo de cuestiones y objeciones que hasta yo mismo, como autor de la conferencia, me podría hacer.

Para más sorpresa mía, en este caso, ante un propósito tan presuntuoso como falto de miras, es la explicación con la que se despacha el furioso comentarista acerca del origen científico y metafísico de la «entelequia anti-genética». Únicamente, por alusiones y sin perjuicio de la relevancia de lo que plantea y apunta, diría dos cosas. Una es que me sorprende el achaque del «símil lingüístico», cuando la «teoría de la información» y sus variantes del «libro de la vida», «código», «instrucciones», &c., están señaladas en la conferencia como origen del mal entendimiento de la genética, presidido por el idealismo y el dualismo. Precisamente, en respuesta a esta filosofía idealista y dualista que reina en la biología, así como en el folklore genetista popular, la conferencia apunta, por más que modestamente, alternativas realmente existentes (a citar después). La otra cosa es que también me sorprende su falta de apreciación del papel transcendental asignado al organismo como solución a la hipostatización de lo genético y de lo ambiental. Este papel del organismo puede ser concebido y fundado en el materialismo filosófico, en el que el comentarista parece moverse, aunque sea con «tics». Aunque también es posible que esta concesión al comentarista de una «inspiración» o «aspiración» filosófica materialista sea excesiva, pero concédase por bien suyo. Por todo ello, me sorprende el reproche ambientalista hipostático, si bien reconozco que expresiones mías debidamente descontextualizadas podrían dar para ello, máxime en quienes tengan pereza intelectual.

Como alternativa a la usual consideración hipostática de la genética y del ambiente, he aducido varios planteamientos de la biología del desarrollo y evolutiva que, en su ejercicio, según yo lo veo, vienen a ser importantes ejemplos de materialismo filosófico, aun sin tener esta representación filosófica. Así, he citado la plasticidad del desarrollo y de la evolución (West-Eberhard), los sistemas del desarrollo y de la evolución (Oyama), la teoría de la construcción del nicho (Odling-Smee), entre otros más posibles, todos ellos ejemplos andantes de co-determinación y co-construcción material de materias biofísicas (incluyendo el material genético), conductuales (el antedicho papel trascendental de la conducta de los organismos) y tercio-genéricas relativas a ambientes («nichos», instituciones, &c.).

A poco que se esforzara el comentarista, y en algo debiera esforzarse al emprender tan arrebatado rebate, vería que en realidad no lucha contra lo que dice el conferenciante, como cree, sino contra una quimera que él mismo ha creído ver, seguramente, por precipitación y quizá deslumbrado o iluminado (que en esto no sabría decir) por la manera de magnificar los datos que aporta (29 millones = 0; 71%= 0), los cuales al final se quedan en nada respecto de la conferencia. Las críticas lanzadas y los datos aportados no cambian en nada la tesis y el argumento, puesto que no se negaban «taxativamente» las diferencias entre genomas. Después de advertir el conferenciante que las diferencias no eran tantas como se pensaba en los albores de los proyectos del genoma (recuérdese que se iban a desvelar el lenguaje de la vida y el futuro del hombre, incluyendo la causa de las enfermedades), la cuestión era reconstruir las diferencias que fueran en una perspectiva co-evolutiva, epigenética, centrada en la selección orgánica más que genética, &c. Si SBV percibiera el sentido de la conferencia, se podría ahorrar la urgencia con la que parece precipitarse a rebatirla, sin menoscabo de las precisiones que aporta. Asimismo, sería innecesario el ofrecimiento que hace, a mi juicio innecesario amén de petulante, para explicar el origen científico y metafísico de la «entelequia anti-genética» con base en el «símil lingüístico». Podríamos coincidir en este desenmascaramiento del «símil lingüístico» (que yo achaco a la teoría de información), en la perspectiva del materialismo filosófico, pero el precipitado e impetuoso comentarista no parece reconocer a quienes pudieran estar en su línea, concediéndole que pudiera tener una línea como ésta. Una lástima.

 

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