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El Catoblepas, número 126, agosto2012
  El Catoblepasnúmero 126 • agosto 2012 • página 10
Artículos

Cien años de Kultura con K

Gustavo Bueno Sánchez

Llevan un siglo intentando definir en español qué es la Kultura con K

Kultura Santa: Sucios, tempo al tiempo, Venezuela 2011

«Siga usted, amigo Méndez, siga haciendo experimentos sobre la ingenuidad pública, y es posible que de aquí a cien años, cuando se historie el Renacimiento español que empieza ahora, con nosotros, –en especial con usted y conmigo– reconozcan que es usted uno de los más activos obreros de este maravilloso resurgimiento a que estamos asistiendo, de esta transformación de nuestra vieja y caduca cultura con c minúscula en una juvenil y rozagante Kultura con K mayúscula.» (Unamuno, «La Kultura y la Cultura», Mundo Gráfico, Madrid 26 febrero 1913.)

Hace poco más de un siglo comenzaba a abrirse camino en España la «cultura circunscrita»{1}, al constituirse instituciones nuevas cuyos inspiradores decidían incorporar el término cultura a su mismo nombre, primeras de un sorprendente e ininterrumpido proceso expansivo donde la cultura ha ido sirviendo para nombrar ministerios, fundaciones, cátedras, consejerías, sociedades, departamentos, concejalías, asociaciones, &c., un proceso cuyo crecimiento sólo se ha visto frenado por el presente de ruina económica que atravesamos, pues todavía sería gratuito aventurar que estemos asistiendo también al inicio efectivo del estancamiento o incluso de la decadencia del mito de la cultura.

En efecto, en 1908, mientras España celebraba el centenario del alzamiento nacional contra el pueblo francés que buscaba apropiarse, con Napoleón al frente, del Imperio español, y diez años después del final de la transformación del Imperio en las veinte Naciones políticas que desde entonces constituyen la Hispanidad, el Ayuntamiento de Barcelona aprobaba un «Presupuesto extraordinario de Cultura» (su versión impresa –Ayuntamiento Constitucional de Barcelona, Imprenta de Carbonell y Esteva, Barcelona 1908– ocupa 155 páginas) por el que se constituía una fundación que también llevaba la cultura a su rótulo, la «Institución de Cultura Popular».

La Institución de Cultura Popular quedaba dotada con un presupuesto de dos millones ochocientas mil pesetas (el presupuesto español de Instrucción pública aprobado ese año ascendía a 52 millones; un catedrático de universidad tenía un sueldo anual, en función de su antigüedad, de entre cuatro mil y doce mil pesetas: el presupuesto extraordinario de cultura del ayuntamiento barcelonés podría cubrir los sueldos de los 500 catedráticos que tenían entonces las diez universidades españolas), y tenía previsto conceder diversas subvenciones: 500.000 pesetas al Institut d’Estudis Catalans para adquirir libros destinados a la Biblioteca Nacional de Barcelona; 250.000 pesetas a la Escuela Industrial de Barcelona, para fomentar ciertas hilaturas; 200.000 pesetas a la Junta de Museos de Barcelona; 70.000 pesetas a la Junta Municipal de Ciencias Naturales; 5.000 pesetas al Ateneo Barcelonés para organizar un ciclo de conferencias; 75.000 pesetas al Orfeo Catalá para terminar su edificio social, y, sobre todo, destinaba 1.735.000 pesetas para crear una «una escuela maternal con dos secciones de Jardines de la Infancia y una escuela primaria de seis grados correlativa», donde la enseñanza sería en catalán y doctrinalmente neutra: «La enseñanza en estas escuelas será neutra en materia religiosa, sin contener afirmaciones ni negaciones ofensivas para los sentimientos de los creyentes. Un día cada semana, por la tarde, se dedicará exclusivamente a enseñar la religión católica a los niños que voluntariamente asistan a la escuela aquella tarde. En estas escuelas se dará la enseñanza en catalán y se adoptarán aquellos procedimientos pedagógicos que se consideren más eficaces en el estudio de la lengua castellana para asegurarse de que los niños asistentes a ellas lleguen a dominarla perfectamente.»

El Institut d’Estudis Catalans, que debía recibir medio millón de pesetas de la Institución de Cultura Popular, había sido impulsado pocos meses antes, en junio de 1907, por Enrique Prat de la Riba, adalid de la Lliga Regionalista, presidente de la Diputación Provincial de Barcelona y, como es natural, presidente de la nueva institución privada que con los auspicios de la Diputación de Barcelona buscaba impulsar la cultura catalana: «En la Diputación provincial se reunirán esta tarde, a las seis, los señores que componen el Instituto de estudios catalanes para la investigación y publicación de documentos inéditos de cultura catalana» (La Vanguardia, 4 de julio 1907).

«Ayer por la mañana visitó al alcalde el Institut d'Estudis Catalans en pleno, formado por los señores Rubio y Lluch, Puig y Cadafalch, Pijoan, Pedro Corominas, Massó y Torrens, Miguel de los S. Oliver, Broca y Miret y Sans. El señor Prat de la Riba felicitó al Instituto y al alcalde, manifestando que esperaba que del mismo modo que la Diputación provincial acogió la iniciativa del Ayuntamiento en lo referente a la refundición de los respectivos Museos, el Ayuntamiento acogerá la de la Diputación cooperando a la consecución de los fines que se propone aquella entidad, cuyo objeto no es otro que contribuir a la difusión de la cultura y fomentar el conocimiento de los escritores catalanes. El señor Sanllehy felicitó al señor Prat de la Riba por sus patrióticas iniciativas ofreciendo su concurso incondicional. El señor Rubio y Lluch entregó al alcalde un proyecto para la fundación de una biblioteca nacional en Barcelona, y solicitó el concurso del Ayuntamiento para una obra tan meritoria, habiéndole manifestado el señor Sanllehy que se consideraba muy honrado al servir de intermediario entre el Institut y el Ayuntamiento, al que dará cuenta del proyecto en la próxima sesión, no dudando que el consistorio lo acogerá con gran entusiasmo.» (La Vanguardia, Barcelona, 8 noviembre 1907.)

Antes de una semana ya tenía en su poder el Ayuntamiento de Barcelona el proyecto de esa Biblioteca nacional catalana, que se justifica porque servirá, precisamente, para llenar un vacío en la cultura de esta ciudad: «La biblioteca catalana. De la Alcaldía, trasladando la petición del Institut d'Estudis Catalans, para que el Ayuntamiento coopere a la fundación de una biblioteca catalana y acompañando el proyecto correspondiente. El señor Durán y Ventosa elogia calurosamente la iniciativa del Institut d'Estudis Catalans, el cual con su proyecto viene a llenar un vacío que se advierte en la cultura de esta ciudad, falta de una biblioteca donde las personas aficionadas al estudio puedan satisfacer su sed intelectual.» (La Vanguardia, 13 noviembre 1907.)

Conceptos como filosofía o pensamiento poco tenían que hacer frente al potencial que encerraba el emergente de cultura: unos años antes, en 1902, el reverendo Salvador Bové había defendido la «filosofía nacional de Catalunya» como emanación del «pensament nacional de Catalunya» o del «pensament de la Nació catalana», pero la cultura (popular nacional catalana, por supuesto), al ser capaz de englobar todo eso y mucho más, estaba destinada a convertirse en la oscura idea fuerza vencedora y triunfadora.

Se da la circunstancia de que ese mismo año de 1908, cien años después del comienzo de la revolución española que había de liquidar formalmente el Antiguo Régimen mediante la Constitución de 1812, procuraban algunos que se avanzase más en la separación efectiva de la Iglesia y del Estado, proponiendo incluso la «supresión del presupuesto de culto y clero». El presupuesto de culto y clero, propio de los tiempos del Reino de la Gracia, comenzaba a ser transformado y sustituido por presupuestos que alimentasen el Reino de la Cultura{2}.

El Presupuesto extraordinario de Cultura y la Institución de Cultura Popular eran los instrumentos ideados por el catalanismo político para lograr sus propósitos secesionistas, inflamados de odio a España y a la lengua española (dicha por ellos castellana). De hecho no se llegó a ejecutar, pues fue suspendido por el Gobierno Civil provincial en febrero de 1909, seis meses antes de la semana trágica, tras un año de torcidas discusiones que en absoluto resultan lejanas, por supuesto, a lo que sucede en nuestros días, pues no dejan de ser su embrión.

La Iglesia católica combatió decidida el Presupuesto extraordinario de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, pero no por su catalanismo, ni porque buscase implantar el catalán en las escuelas municipales barcelonesas, sino por el carácter religiosamente neutro con el que se definía la Institución de Cultura Popular. Faltaban unos años para que la Iglesia incorporase sin recelos la cultura a su vocabulario (por ejemplo, la Biblioteca de Autores Cristianos, iniciada en 1944 por la Editorial Católica, adoptó como slogan: «La BAC es hoy el pan de nuestra cultura católica»), y todavía la cultura era vista con cierta prevención, pues Kulturkampf había rotulado décadas atrás el famoso médico Virchow, en funciones de ideólogo político, el eficaz activismo pangermano y antipapista impulsado durante años por el canciller Bismarck.

Y así, en marzo de 1908, Salvador Casañas, Arzobispo de Barcelona y Cardenal de la Iglesia de Roma, «catalanista furibundo» e impulsor de Solidaridad Catalana, se apresuró a publicar una carta pastoral contra el proyecto de Presupuesto de cultura del Ayuntamiento de Barcelona; se celebró en el teatro del Tívoli «un mitin de propaganda católica contra el llamado presupuesto de cultura, o sea la neutralidad de la escuela»; tuvo lugar el 19 de abril otro mitin en el Frontón Condal...

Mitin contra el Presupuesto de Cultura en el Fronton Condal de Barcelona, domingo 19 de abril de 1908 [Actualidades, semanario ilustrado, 23 abril 1908]
El mitin contra el Presupuesto de Cultura, en el Fronton Condal de Barcelona, se celebró el domingo 19 de abril de 1908: «El presupuesto de cultura ha descubierto la hilaza catalana; en él, según oradores notables que hablaron en el mitin del Frontón Central, se atenta contra Dios, contra la patria y contra el catolicismo. También se ha dicho que un Centro Catalán estaba en tratos con el Teatro Real para dar conciertos, en los que oiríamos Los segadores y toda la música clásica del infame separatismo. Es de esperar que Madrid entero se oponga a tal atrevimiento. Coméntase mucho entre militares que se toleren mitins organizados por elementos anarquistas, los cuales debían disolverse con el mauser.» (El Día. Diario político neutral, Madrid, 22 de abril de 1908.)

Y, mientras, Ángel Guimerá presidía en mayo de 1908 los literarios Juegos Florales de Barcelona, en catalán, por supuesto, que celebraban su cincuentenario e incluían un homenaje a su fundador, Manuel Milá Fontanals (1818-1884), cuyo plato fuerte consistía en un discurso a cargo de su discípulo Marcelino Menéndez Pelayo, pronunciado en la velada literaria del día 8 de mayo en el Ateneo barcelonés. Menéndez Pelayo representaba oficialmente en los actos del homenaje al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Faustino Rodríguez San Pedro (promotor, en 1913, de que las celebraciones del doce de octubre se denominasen Fiesta de la Raza), y como tal asistió el día 10 de mayo a la ceremonia de colocación de la primera piedra del monumento a Milá Fontanals en Villafranca del Panadés: en las fotografías podemos ver a don Marcelino al lado del Cardenal Casañas. Como Menéndez Pelayo era políticamente bobo y en la exaltación de las lenguas se quedaba en su interés literario, filológico e histórico, pudo decir entonces cosas como las siguientes, en plena ingenuidad armoniosa que era de hecho descarada complicidad con el catalanismo:

«Su nombre es, además, símbolo y prenda de reconciliación entre dos pueblos hermanos. Es gloria de Cataluña y gloria también nuestra. Ha hecho a Castilla el mayor servicio que ninguno de sus hijos podía hacerle: ha escrito el tratado de nuestros orígenes épicos. Nadie le superó en amor a la tradición catalana: en amor a la común patria española tampoco le ha superado nadie, aunque su espíritu fuese de los más abiertos a la cultura europea y jamás aconsejase a sus discípulos el aislamiento ni un mal entendido españolismo.»

El Cardenal Casañas y Marcelino Menéndez Pelayo en la colocación de la primera piedra del monumento a Mila y Fontanals, Villafranca del Panadés, 10 mayo 1908 / Cu-Cut numero 313 pagina 313

Marcelino Menéndez Pelayo quedó, además, encantado de lo bien que le habían vuelto a tratar clero y catalanistas: «El lunes volví de Barcelona después de una excursión verdaderamente triunfal» (carta a Enrique Menéndez Pelayo, Madrid 16 mayo 1908, EMP 19:613).

Fue don Miguel de Unamuno, que no era meapilas y tampoco ingenuo político, quien tuvo que ir denunciando implacable aquellos planes basados en falsedades y ocultaciones, así como las irresponsables complicidades del gobierno y de la corona de España: léanse, por ejemplo, estos tres artículos suyos publicados ese año en la prensa: «Por el Estado a la cultura» (22 de marzo), «El presupuesto de cultura de Barcelona» (5 julio), «Su Majestad la Lengua Española» (1º de noviembre de 1908). Y compárense, por ejemplo, con el optimismo de Leopoldo Palacios Morini en su artículo «El presupuesto de cultura» (publicado por Faro el 3 de mayo e incorporado después como un capítulo de su libro Las universidades populares, 1908).

Cinco años después la cultura había seguido avanzando posiciones en todos los frentes: en 1910 se publicaron en Madrid trece números de Europa, revista de cultura popular, y aparecieron Patria y Cultura (1910-1911) y La palabra libre, periódico republicado de cultura popular (1910-1912); en junio de 1911, a propuesta de Canalejas, se crea por Real Decreto la Comisaría Regia de Turismo y Cultura Artística Popular; en 1912 el Centro de Cultura Hispanoamericana comienza a publicar su órgano, Cultura hispano-americana (Madrid 1912-1925); en Barcelona aparece la publicación bimestral Cultura popular, &c. A Unamuno, intentando perfilar qué sea la cultura, se le ocurre entonces introducir una distinción entre dos clases de cultura, la Cultura con c y la Kultura con k.

El diccionario de autoridades reconocía en 1734 que la letra k «tiene poquísimo uso en nuestra lengua, y sólo en aquellas voces que se toman de otro idioma, y absolutamente se pudiera excluir de nuestro alfabeto». Pero a principios del siglo XX el uso de la letra k había conocido cierto renacer, por diversas razones, y no sólo en las provincias vascongadas (Baskonia, Biskaia, Euskera). Por ejemplo, por el camino del fundamentalismo fonético, Felipe Robles Dégano, un presbítero nacido en un pueblo de Ávila que había dejado de ser jesuita tras diez años en la Compañía, publicó en 1905 una Ortolojía klásika de la lengua kasteyana, kon una karta-prólogo de Menéndez Pelayo; su seguidor Ramón Robles Rodríguez, del cuerpo facultativo de archiveros, preparó una amplia reseña de la obra adoptando la nueva ortolojía, glosando sus ventajas: «la de disminuir el bochornoso tanto por ciento de nuestros analfabetos, ke oi se eleban al 64; la de ekonomizar en benefizio de la kultura nacional el mucho tiempo, espazio i enerjias ke oi se pierden kon los signos inútiles de nuestra eskritura etimolójika...» (Nuestro Tiempo, octubre 1905, pág. 78): en 1913 Ramón Robles, el autor de esa reseña, director entonces de El Lenguaje, revista de filología, la reprodujo, salvando a lo que parece algunas faltas, como puede advertirse comparando la versión corregida de la frase anterior: «la de disminuir el bochornoso tanto por ziento de nuestros analfabetos, ke oi se eleban al 64; la de ekonomizar en benefizio de la kultura nazional el mucho tienpo, espazio i enerjías ke oi se pierden kon los signos inútiles de nuestra eskritura etimolójika...» (El Lenguaje, febrero 1913, nº 14, pág. 58). En otro género literario un crítico taurino, Juan Álvarez Martínez, bajo su famoso alias Kurro Kastañares, editaba en Madrid, a comienzos de 1912, el primer número de The Kon Leche. Kronika tauromaka (1912-1916). La k se expandía…

En efecto, en noviembre de 1912 Unamuno se duele desde aquí –«y al decir aquí, quiero decir España y no Europa, y menos la Tierra»– de la arrasadora invasión ideológica germana, y recordando sin duda el Kulturkampf de Bismarck, decidió escribir Kultura, con K, y no precisamente por razones fonéticas:

«Lo importante es la forma; esto es, la idea. Un pueblo o un hombre que no elaboran ideas no son ni pueblo ni hombre. ¿Quién duda de que Platón, Descartes, Newton o Kant, han influido más en la cultura –o mejor dicho Kultura,– que Alejandro Magno, Colón, Napoleón o cualquier otro hombre de acción? ¿A quién se le va a ocurrir que el descubrimiento, conquista y colonización de América por los españoles sea un acto cultural? No, lo cultural es el pensamiento de aquel que nos exponga el contenido ideal, si es que le tuvo, de aquel acto del descubrimiento, conquista y colonización de América por los españoles.» (Miguel de Unamuno, «Un postulado de sentido común español», Mundo Gráfico, Madrid, 13 noviembre 1912.)

Y en el número de La España Moderna correspondiente al mes de diciembre de 1912 (año 24, número 288), donde aparece la conclusión a Del sentimiento trágico de la vida, que titula «D. Quijote en la tragi-comedia europea contemporánea», reitera Unamuno otras pocas Kulturas (ya sin cursiva):

«Aparecéseme la filosofía en el alma de mi pueblo como la expresión de una tragedia íntima análoga a la tragedia del alma de Don Quijote, como la expresión de una lucha entre lo que el mundo es según la razón de la ciencia nos lo muestra, y lo que queremos que sea, según la fe de nuestra religión nos lo dice. Y en esta filosofía está el secreto de eso que suele decirse de que somos en el fondo irreductibles a la Kultura, es decir, que no nos resignamos a ella. No, Don Quijote no se resigna ni al mundo ni a su verdad, ni a la ciencia o lógica, ni al arte o estética, ni a la moral o ética.» (pág. 25) «Y volverá a preguntársenos: ¿qué ha dejado a la Kultura Don Quijote? Y diré: ¡el quijotismo, y no es poco! Todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una ética, toda una religión sobre todo, es decir, toda una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo absurdo racional.» (págs. 28-29) «Y vosotros ahora, bachilleres Carrascos del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea, con método y crítica… científicos, haced riqueza, haced patria, haced arte, haced ciencia, haced ética, haced o más bien traducid sobre todo Kultura, que así mataréis a la vida y a la muerte. ¡Para lo que ha de durarnos todo…!» (pág. 32)

En febrero de 1913 vuelve Unamuno a referirse a la Kultura, en un artículo que dedica a Félix Méndez, redactor de Mundo Gráfico, a quien invita a escribir un ensayo filosófico sobre la ingenuidad pública. Félix Méndez declina el honor, pero acuña el rótulo «Kultura con K», al preguntarle a Unamuno el por qué de la K, que permitió al rector de la Universidad de Salamanca extenderse en razones:

«La Kultura es como Dios; premia siempre bien a quien bien la sirve.» «¡Loada sea la Kultura! Bien se dijo aquello de buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura.» (Miguel de Unamuno, «El alma ingenua del público», Mundo Gráfico, 5 febrero 1913.)

«Post scriptum.– Cuando me explique usted por qué escribe Kultura con K, porque yo no lo sé, le explicaré a usted por qué escribo herudito con hache, porque usted no lo sabe. Vale.» (Félix Méndez, «Declino el honor», Mundo Gráfico, Madrid, 12 febrero 1913.)

«En Alemania, pues, donde las señoritas son neutras, la cultura se convierte en Kultur, y cuando yo escribo Kultura con k mayúscula, quiero decir, cultura a la alemana; y cuando la escribo con una modesta c minúscula, es una culturilla latina, superficial, inconstante, como la que por acá nos permitimos.» «Y todo esto es Kultura. Siga usted, amigo Méndez, siga haciendo experimentos sobre la ingenuidad pública, y es posible que de aquí a cien años, cuando se historie el Renacimiento español que empieza ahora, con nosotros, –en especial con usted y conmigo– reconozcan que es usted uno de los más activos obreros de este maravilloso resurgimiento a que estamos asistiendo, de esta transformación de nuestra vieja y caduca cultura con c minúscula en una juvenil y rozagante Kultura con K mayúscula. Y dentro de poco, no lo dude usted, nuestro Sol, este Sol que era nuestro consuelo y que tantas brumas nos disipaba, se afeminará, se convertirá en la Sol; la Luna se nos virilizará en cambio; será el Luna, que suena a torero, y nuestras señoritas se harán neutras y usarán todas antiparras. Y entonces estaremos salvados. Gracias sobre todo a usted y a mí. Y ahora explíqueme la h de herudito.» (Miguel de Unamuno, «La Kultura y la Cultura», Mundo Gráfico, Madrid, 26 febrero 1913.)

«Yo no sabía realmente por qué escribía usted Kultura con K mayúscula; pero como tengo una regular intuición y un discernimiento más que regular, sin jactancia, como probaré en este caso, necesitaba demostrar que algo había yo colegido del fundamento y razones que usted me expone con suprema claridad y justeza. ¿Cómo demostrarle yo eso? Haciendo empleo de otra ortografía que significase todo lo contrario. Seré conciso, breve.» (Félix Méndez, «El que paga descansa», Mundo Gráfico, Madrid, 12 marzo 1913.)

«Félix Méndez, el graciosísimo escritor jocoso de nuestro Mundo Gráfico, para sonsacarme lo de la K con que a las veces escribo la palabra Kultura –con K mayúscula, y es la de la Kultura a la alemana, para diferenciarla de nuestra pobre cultura latina, con c minúscula– inventó la h de su herudición; mas luego, al tratar de explicarla en pago a mi explicación, no dio pie con bola, según creo.» (Miguel de Unamuno, «Eruditos, heruditos y hheruditos», Caras y Caretas, Buenos Aires, 16 agosto 1913.)

Un año después se desencadena la Gran Guerra europea y la Kultura pronto se convertirá en arma arrojadiza y criterio de distinción entre germanófilos y francófilos (más adelante aliadófilos). El propio Unamuno, en una carta fechada en Salamanca el 9 de octubre de 1914 (hacía mes y medio que había sido destituido como rector), escrita a petición de Romain Rolland y René Morax tras la destrucción de Lovaina, Malinas, Dinant, Reims, &c., y difundida en francés como propaganda ideológica, traslada a la Europa su concepto de «Kultur avec un K majuscule». La propia Guerra era, sin duda, efecto grandioso del potente mito de la cultura, pero las explicaciones que podían valer para los entretenidos artículos entre un rector y un humorista requerían una mayor finura, que Unamuno no podía ofrecer desde sus postulados espiritualistas, aunque era consciente que rondaba en torno a las claves de la cosa: preso como estaba del propio mito de la cultura, sus intentos de intentar distinguir entre cultura y Kultura resultan filosóficamente fallidos, aunque para la urgencia del momento cualquier cosa podía servir:

«La vieille culture, d'origine gréco-latine, la culture avec un c minuscule, modeste, rond et de deux pointes seulement, est la culture d'un Luther, d'un Leibnitz, d'un Goethe, la noble culture de la Réforme et de la Sturm und Drang. La Kultur avec un K majuscule, rectiligne et de quatre pointes, comme un cheval de frise, la Kultur qui, selon les professeurs prussiens, a besoin de l'appui des canons, n'est que technicisme, statistique, quantitativisme, antispiritualité, pédanterie d'énergie et de brutalité voulues, –au fond, négation de l'esprit et de l'espoir éternel de l'âme humaine qui veut être inmortelle.– Et la pédanterie n'est que mensonge, manque de vrai courage, du courage de vouloir se connaître… «Quis sibi verum dicere ausus est?» se demandait un autre Espagnol, Seneca. Et moi, Espagnol aussi, de la patrie de Don Quichotte, le héros de la déroute, le maître de la sagesse la plus haute et difficile, celle de savoir être pauvre et vaincu, le Chevalier de la Triste Figure, celui qui avait les moustaches, grandes, noires et tombantes –los bigotes grandes, negros y caidos,– je me crois obligé en protestant contre la destruction de Reims, Louvain et Malines, de renier une Kultur qui aboutit à la négation de l'humanité au nom d'une prétendue surhumanité, et à la négation de la «culture» qui nous a faits hommes, rien que des hommes, c'est-à-dire rien de moins que des hommes, chacun dans sa patrie, tous en Dieu, l'Homme éternel et infini et absolu.» («Miguel de Unamuno, ex-recteur de l'Université de Salamanque. Salamanque, 9 octobre 1914» [cartas enviadas a los señores Romain Rolland y René Morax, recopiladas en] Louvain…, Reims…, vol. I, á Lausanne chez C. Tarin (Édition des Cahiers Vaudois, pendant la guerre), 1914, págs. 67-68.)

«Guardándose la carta, murmuró el oficial: —¡Me alegro!… ¡No faltaba más!… ¡Esa no es manera de luchar!… Se combate cara a cara, con las armas en la mano; pero con intrigas, con bajezas, embaucando los espíritus… esa no, esa no es lucha… Por supuesto, son los mismos que destrozan la catedral de Reims, los mismos de Lovaina… Y luego hablan de la herencia de Goethe, Beethovem y Kant… No… ¡Son los herederos de Atila!…
Desde donde estábamos veíamos la Vía Appia, y una visión de antigüedad nos sobrecogió; las ruinas de los monumentos, que recordaban un Imperio […] y el Foro romano, el Coliseo, el circo Máximo, entre los montes Palatino y Aventino, todo aquello que evocaba un César y un Nerón, victorias y desastres, civilización y decadencia, se estremecía en la historia ante la hecatombe actual. Y mi amigo, fijo en sus pensamientos, murmuró después de una gran pausa: —¡Y pensar que esa gente, que está procediendo como está procediendo, alardeaba de su cultura, ¡única!. —Cultura con K –añadí yo, sonriendo. Y el oficial, sonriendo también, suspiró y dijo: —¡Sí, yo presumo antes lo que era esa familia…!» (Rafael, «Heraldo en Italia. La guerra ciega. Las intrigas. Impresiones de un corresponsal», Heraldo de Madrid, sábado 17 de octubre de 1914, pág. 4.)

«Siguen, pues, ofreciendo noticias terribles. Una de estas noticias afirmaba lo siguiente: En un reconocimiento que realiza una patrulla sanitaria belga tropieza con un soldado alemán, herido, sanguinolento. El alemán grita como un cochino. «¡Hola, aquí hay un herido alemán!» «Bien, vamos á curarle, dicen los médicos belgas. Para que vean esos salvajes que nosotros somos diferentes á ellos.» Pero cuando lo cogen en volandas, ¡qué es lo que descubren! ¡En el capote del miserable encuentran cuatro manos de niño, y de cuatro niños diferentes…! «¡Ah, canalla, representante de la "kultura" alemana! ¡Muérete ahí como un perro!» Y la patrulla sanitaria sigue su camino. Pero al cabo de un rato de marcha, el médico rectifica. «¡Ea, volvamos donde ese desgraciado! Le demostraremos que no somos como los salvajes».» (José María Salaverría, «Los belgas en Londres», ABC, Madrid, 22 noviembre 1914.)

«Es muy divertida la división de la Humanidad que habita los países neutrales en germanófilos y francófilos. […] Y, ¡claro!… No saben que Alemania ha sido y es un país de ateos, donde la religión es un mito: Prusia, con su «Kultura», abstrae a los alemanes de toda idea empírico-religiosa, y el pueblo alemán, ese pueblo cuyo triunfo desean algunos católicos españoles, escéptico y burlón, desprecia las cosas divinas, sin preocuparse nunca de ellas…» (Rafael, «Heraldo en Italia. ¡¡Germanófilos!! ¿Por qué…? ¿…? Impresiones de un corresponsal», Heraldo de Madrid, martes 24 de noviembre de 1914, pág. 4.)

«Del Mikado al kaiser. Guillermo II ha querido y ha propuesto la paz al Japón. Le propuso que se firmase un concierto y aceptaba todas las condiciones que los japoneses fijaran, no poniendo por su parte más que una: la de que el Japón declarase la guerra a Rusia. El Mikado contestó a esa proposición en forma adecuada. No le dijo nada más sino que la rechazaba de plano, porque estima "que el día que caiga la última base de la cultura alemana en el Extremo Oriente, será el día más glorioso de la historia japonesa". Y por si todavía hiciese falta mayor claridad en la repulsa añadió el Mikado que «sólo quien violó la neutralidad de Bélgica es capaz de creeer al Japón dispuesto a cometer una acción como la que se le propone». Además, el gobierno japonés remitió copia de la carta del kaiser al embajador de Inglaterra. Y pocos días después de esa tentativa alemana caía en poder de los japoneses Kiao-Tchen y desaparecía, por lo tanto, del Extremo Oriente "la última base de la kultura germánica".» (El Liberal, Madrid, 7 diciembre 1914, pág. 2.)

Turquia se prepara: Yo también quiero hacer algo por la kultura
«Turquia se prepara. —Yo también quiero hacer algo por la 'kultura'. (Punch, Londres.)» (reproducida el 8 de diciembre de 1914 en El Imparcial, diario liberal de Madrid, y el 23 de enero de 1915 en Caras y Caretas, de Buenos Aires.)

En estas culminó el ex-rector Niebla, que preparaba desde 1907, y fue publicada en Madrid, por Renacimiento, con fecha 1914, aunque en realidad su difusión no se realizó hasta pasados los dos primeros meses de 1915: hasta marzo no aparecen anuncios en los periódicos o comentarios. En el prólogo, que firma como Víctor Goti, no se olvida Unamuno de su querida Kultura con K mayúscula:

«Yo no puedo prever ni la acogida que esta nivola obtendrá de parte del público que lee a don Miguel, ni cómo se la tomarán a éste. Hace algún tiempo que vengo siguiendo con alguna atención la lucha que don Miguel ha entablado con la ingenuidad pública, y estoy verdaderamente asombrado de lo profunda y cándida que es ésta. Con ocasión de sus artículos en el Mundo Gráfico y en alguna otra publicación análoga, ha recibido don Miguel algunas cartas y recortes de periódicos de provincias que ponen de manifiesto los tesoros de candidez ingenua y de simplicidad palomina que todavía se conservan en nuestro pueblo. Una vez comentan aquella su frase de que el señor Cervantes (don Miguel) no carecía de algún ingenio, y parece se escandalizan de la irreverencia; otra se enternecen por esas sus melancólicas reflexiones sobre la caída de las hojas; ya se entusiasman por su grito ¡guerra a la guerra! que le arrancó el dolor de ver que los hombres se mueren aunque no los maten; ya reproducen aquel puñado de verdades no paradójicas que publicó después de haberlas recogido por todos los cafés, círculos y cotarrillos, donde andaban podridas de puro manoseadas y hediendo a ramplonería ambiente, por lo que las reconocieron como suyas los que las reprodujeron, y hasta ha habido palomilla sin hiel que se ha indignado de que este logómaco de don Miguel escriba algunas veces Kultura con K mayúscula y después de atribuirse habilidad para inventar amenidades reconozca ser incapaz de producir colmos y juegos de palabras, pues sabido es que para este público ingenuo el ingenio y la amenidad se reducen a eso: a los colmos y los juegos de palabras.» (Miguel de Unamuno, Niebla (prólogo que firma como Víctor Goti), Renacimiento, Madrid 1914.)

«Dice mi amigo que no es también germanofilófobo, es decir, que no siente aversión hacia el germanofilismo español, porque las influencias alemanas son menos temibles en España y la alianza política con aquellos imperios tan absurda que no es para temida. Pero es que no se trata de alianza política con aquellos imperios –harto mal nos hizo antaño la inteligencia con el imperio austriaco, hogar de podredumbre política– sino de la influencia moral del tremendo ideal político, o más bien apolítico, que representan. Y no de la kultura, que, aunque haya sido no pocas veces blanco de mis burlas, es muy otra cosa. La influencia alemana es temible, muy temible en España.» (Miguel de Unamuno, «La guerra de la independencia espiritual de España», Mundo Gráfico, Madrid, 2 de enero de 1915.)

«Y esta suma de ideales es lo que llamamos cultura moderna. La raza alemana desdeña el sentido común, no es sutil, ni graciosa, ni bella; es fuerte. Lo que los alemanes denominan su ideal, su kultura, es la teorización de sus deficiencias, ayudada de la fuerza y de la ambición de imponerla sobre el ideal complejo de las demás razas. El ideal teutónico es incompatible con el ideal de la humanidad.» (Ramón Pérez de Ayala, «Carta abierta», Mundo Gráfico, Madrid, 23 enero 1915.)

«La kultura alemana. Destrucción de Bélgica. París, 30. Hoy publica el Manchester Guardian los siguientes datos: "La población de Bélgica era de habitantes 7.750.000 antes de la guerra. Doscientos mil habitantes han perecido probablemente en los combates, bombardeos y matanzas. Más de 500.000 belgas se han refugiado en países extranjeros…» (El País, Madrid, 31 enero 1915.)

«De otros frentes, poco o nada. La iglesia de Fouquevillers, cerrada al culto por obra y gracia de los representantes de la "kultura".» (El Liberal, Madrid, 1 de febrero de 1915.)

«La "kultura" verdadera / tan sólo está en la "afición", / que indica esta solución: / "¡Viva la sangre torera!".» (Carlos Miranda, «Pan y toros», El Liberal, Madrid, 8 de febrero de 1915.)

«Yo creo que sí, y conmigo muchos buenos aficionados –aunque lo ponga en duda, "doctrinal taurómaco"–, fundándome para lo primero en que Belmonte –como la generalidad de los de su clase– posee una "kultura" muy mediana para leer y comprender las definiciones que de las distintas suertes clásicas del toreo se hacen en los "diccionarios y doctrinales de la tauromaquia" –a más del gran tiempo que para ello se necesita…» (Francisco de Bartha, «¡Adiós, gran "Pensamientos" (?)!», Palmas y pitos, Madrid, 14 febrero 1915.)

«Esta poética estación suele en sus comienzos ser más cruda que el invierno. La primavera hace años que es una leyenda, algo tan desacreditado como la "kultura" alemana y la civilización europea.» («La primavera bélica», El País, Madrid, 2 marzo 1915.)

«Y, puestos a ser crueles con el enemigo, debe morir el cerdo para guisarle con las patatas que tuvo la osadía de disputar al hombre. Estaría fuera de toda lógica y de toda "kultura" que el irracional se comiera al racional.» («El día de ayer», El Liberal, Madrid, 11 marzo 1915.)

«El Telegraff, de Amsterdam, declara que ya no existe ningún holandés inteligente, intelectual, jefe comercial, industrial o político, que no esté enterado de lo que es la kultura alemana.» (La Correspondencia de España, Madrid, 21 marzo 1915.)

«En España, en cambio, además del elemento militar, francamente germanófilo, hay entre las clases conservadoras y carlistas sobre todo, mucho francófono y anglófobo, y existen también muchos admiradores de la Kultura y de los procedimientos germánicos.» (J. Eugenio Ribera, «La conveniencia española», Madrid científico, nº 842, marzo 1915, pág. 191.)

«En un artículo titulado "Kultura en su cúmulo", el Herald, de Nueva York, hace el siguiente comentario sobre el caso del Falaba. Una prueba de esta "kultura" es que más de cien no combatientes, algunos de ellos mujeres, han sido asesinados en alta mar.» (La Correspondencia de España, Madrid, 31 marzo 1915.)

«¡Viva Turquía! ¡Viva la ínclita Compañía de Jesús! ¡Vivan los requetés! ¡Viva la kultura de las elevadas clases sociales de España! ¡Viva la neutralidad de Dato! ¡Vivan los Conserjes del ministerio de la Gobernación! ¡Vivan los reverendos y virtuosos sacerdotes del Señor, que con sus gritos entusiastas matizaron piadosamente el acto!» («Neutralidad a estacazos», El Motín, año XXXV, nº 22, Madrid, 3 de junio de 1915.)

«Si ha de "civilizarnos" su "kultura", me labraré mi propia sepultura.» (Carlos Miranda, «Diario de un coplero. Aleluyas», El Liberal, Madrid, 6 junio 1915.)

Qué sabes tú de los milagros de la Kultura científica
«En la clínica. Doctor Fritz. —¿Y a esto se le llama una operación?… —¿De esto voy hacer una cabeza nueva, animal?… ¿Qué sabes tú de los milagros de la Kultura científica? (De La Esquella de la Torratxa, Barcelona.)» (reproducida el 17 de julio de 1915 en Caras y Caretas, de Buenos Aires.)

«…hasta en la ortografía, como lo ha hecho notar la prensa latina de Europa y nuestra América; una cultura con k, pero K mayúscula y prodigada a destajo; cultura salida simultáneamente de los cuarteles y las universidades germanas, cuya forma se levanta entre la mirra de la sabiduría y el humo de los cañones, sin que el mundo acierte a discernir.» (Dr. Sich Versagen [pseudónimo de Juan Estévan Guastavino, 1868-1947], Al resplandor del incendio. Kaiserismo y democracia. Desde campo argentino, J. Lajouane & Cia Editores, Buenos Aires 1915, pág. 208.)

La guerra de la Kultura
«La guerra de la Kultura. —Equipo de un soldado alemán en 1915. (De Alba.)» (reproducida el 14 de agosto de 1915 en Caras y Caretas, de Buenos Aires.)

La guerra determinó la popularización y extensión de la Kultura con K, al punto de que Unamuno, en el verano de 1915, se vio obligado a retomar su conversación con Félix Méndez, que ya llevaba año y medio «en el otro mundo», para recordar y reivindicar, con precisión de fechas y citas, la prioridad que se le debía en la introducción de la Kultura con K mayúscula. Un Unamuno que ya había suscrito, a principios de julio, el Manifiesto de adhesión a las naciones aliadas (que se supone escribió Ramón Pérez de Ayala), y que también firmó, por cierto, Ortega (aunque, tres años después, Ortega pidió que su nombre fuese retirado de la relación de colaboradores de Los Aliados, revista cuyo primer número se abrió precisamente con un artículo de Unamuno: «España protegida»):

«¿Se acuerda usted, amigo Méndez, lo que me preguntaba al final de un artículo, que me dedicó en el Mundo Gráfico a primeros del mes de Febrero de 1913, año y medio antes de estallar la actual guerra europea? Pues me decía esto: «Cuando me explique usted por qué escribe Kultura con K, porque yo no lo sé, le explicaré a usted por qué escribo herudito con hache, porque usted no lo sabe». Y yo no sólo le expliqué a usted –en el número del 26 de Febrero de 1913, en el mismo Mundo Gráfico– por qué escribía Kultura con K mayúscula, para distinguirla de la cultura con c minúscula –o sea de la civilización– sino que expliqué más tarde la diferencia que había de erudito sin hache, a herudito con hache muda y hherudito con hache aspirada. Pero hoy, querido amigo, a nadie que lea un poco se le ocurrirá preguntar qué es eso de escribir Kultura con K mayúscula. Mi paradoja de entonces es hoy ya una vulgaridad, y no sólo en España, sino en todo el mundo civilizado. ¿Lo ve usted?» (Miguel de Unamuno, «Mis paradojas de antaño», Mundo Gráfico, Madrid, 25 agosto 1915.)

«Los panaderos, como los germanófilos, quieren demostrar con montañas de papel impreso la razón que les asiste de dar kilogramos de pan con 700 gramos de peso, como los otros justificar su "kultura" con la destrucción de Lovaina.» («La cuestión del pan», El País, Madrid, 7 sept 1915.)

«¿Es que a tí se te figura / que prueba la grey germánica / su "kultura" / con esa muestra vesánica / de su demencia y locura?» (Carlos Miranda, «Diario de un coplero. A un panegirista ruin / del Conde de Zeppelin», El Liberal, Madrid, 11 septiembre 1915.)

La Kultura iluminando el mundo
«La Kultura iluminando el mundo. Cuando los alemanes invadan a América. (Página humorística de Puck, Nueva York.)» (reproducida el 4 de diciembre de 1915 en Caras y Caretas, de Buenos Aires.)

«La Región Cántabra hace el siguiente comentario: […] El Peña Castillo fue hundido por un submarino alemán, pereciendo veintidós tripulantes. Las familias de las víctimas tienen derecho a que el Gobierno reclame de Alemania una indemnización que alivie su precaria situación, ya que no es posible dar vida a los que sucumbieron ante el barbarismo y la kultura alemana.» (El País, Madrid, 9 octubre 1915.)

Les quitan la letra K, por ser germana, y los dejan sin kultura
«A lo que nos exponermos por las represalias. […] Para lavar esta afrenta con el mayor daño posible, los de Albión les quitan la letra K, por ser germana, y los dejan sin kultura.» (Caras y Caretas, Buenos Aires, 22 de enero de 1916, dibujo de Redondo.)

«La "kultura" alemana. (Por telégrafo.) Faltas a la moral y la decencia pública. Pamplona, 21. Esta madrugada, tres internados alemanes promovieron un gran escándalo en la casa de huéspedes de la calle de San Francisco, penetrando en paños menores en diversas habitaciones, alarmando a las mujeres. Intervinieron los serenos y la Policía, que tuvieron que sacar los revólvers, costando gran trabajo reducir a los alemanes, que poseían una regular borrachera. La opinión está indignada de las frecuentes borracheras de los alemanes y de los escándalos que dan a diario.» (El País, Madrid, 22 junio 1916.)

Hoy sólo se viene a predicar kultura
«Jesús vuelve. —¿Con que venías otra vez a predicar amor a la humanidad?… Hoy sólo se viene a predicar kultura.» (portada de España, Madrid, 20 de abril de 1916, reproducida por Caras y Caretas, Buenos Aires, 3 de junio de 1916.)

«Protesta de los diputados negros franceses. París 17. Los diputados negros franceses de Guadalupe y Senegal, M. Boisneuf Caudade y M. Diague, publican un manifiesto contestando a la protesta del Kaiser contra el empleo de tropas de color en Europa. […] Terminan los comunicantes afirmando que se dan por enterados de la "kultura" alemana, que consistió hasta ahora en deportaciones, asesinatos, "razzias" y violaciones.» (Heraldo de Madrid, 18 enero 1917)

«La exposición de los legionarios. Como anunciamos en el último número, la Exposición de los Legionarios quedó clausurada el jueves de la semana pasada. Ha sido un gran éxito, no igualado por muchas Exposiciones de arte organizadas con más pretensiones y más recursos. Sabemos que en la sombra han trabajado incesantemente los que se sentían un poco en ridículo al contrastar nuestra Exposición con la Exposición germanófila que ellos organizaron, pagando a peso de oro obras de escaso valor artístico, mientras todas las nuestras fueron donadas por sus autores. La clausura de unas horas por la policía obedeció, ahora podemos decirlo, a la presión extranjera que gravita sobre toda la vida española, aunque el pretexto fuera una tecniquería ordenancista. Pero fracasó aquel golpe y cuantas tentativas se hicieron posteriormente en idéntico sentido. Bastó con no colgar dibujos como el titulado Ensayo de Kultura, que representa un obeso soldado con casco en punta descuartizando a un niño; pero estos dibujos estaban en la Exposición, aunque no en las paredes, y pudieron verlos cuantos tuvieron gusto en ello.» (España, Madrid, 1 febrero 1917.)

«La kultura alemana. Fusilamiento de una familia completa. Londres 1. Los periódicos publican un telegrama de Amsterdam, según el cual los alemanes han condenado a muerte al negociante Gropelet, a su mujer y a sus dos hijas, de catorce y veinte años, por haber sido acusados de espionaje.» (El Liberal, Madrid, 2 agosto 1917.)

S. M. haría también obra de Kultura movilizando a los germanófilos españoles
«Apa y Bagaria sitian al Kaiser. […] S. M. haría también obra de Kultura movilizando a los germanófilos españoles y ordenándoles que se entrenasen destruyendo catedrales españolas…» (España, Madrid, 16 de mayo de 1918.)

Germanófilos cobijados en la revista Renovación española aprovechaban los enfrentamientos internos de la intelectualidad anti-kultural para sugerir «un poquito de cultura! Con k, o con c, da lo mismo»:

«Varios. En la acera de enfrente. El Sr. Oteyza dice, a voz en grito, que el señor Araquistain se deja patear como un felpudo y que, cuando la revolución de Agosto, fué cazado –tras una chimenea– por el procedimiento que se caza a los gatos, diciéndole: "Micho, michito". Certifica, además, que para el señor Aranquistain, ocultarse de la policía, ya que asegura no haber hecho nada, es lo mismo que si, perteneciendo al sexo masculino, hiciera una novena para evitar fiebres puerperales, y que, en el género bufo, el Sr. Araquistain puede conseguir algunos éxitos.
El Sr. Araquistain llama al Sr. Oteyza gozque, anormal, cretino, analfabeto, indocumentado del espíritu sin la menor sombra de célula intelectual, gorila del siglo M antes de nuestra era, clown, troglodítico personaje. Dice, además, que el oficio del Sr. Oteyza es hablar de libros sin haberlos leído, que fué expelido a patadas de Barcelona y que, con pretexto de artículos, escribe una guía de Madrid que es algo así como un Baedeker de la estupidez. Sin contar con que, entre otras amenidades, habla de su "simiesca figura". En la chére France se dice que "les loups ne se mangent pas entre eux". ¡Por favor, señores intelectuales, representantes de la intelectualidad anti-kultural, un poquito de cultura! Con k, o con c, da lo mismo.» («De la semana», Renovación española, Madrid, 5 de febrero de 1918, nº 2, pág. 10.)

Terminada la primera Gran Guerra europea, procedía ir curando las heridas…, hasta la próxima, y la kultura parece diluirse poco a poco:

«Durante la guerra, un agudo publicista nuestro –queremos recordar que fué Pérez de Ayala– propuso que los antigermanófilos nos sorteáramos, para dedicarse algunos a defender, por vía de polémica, la germanofilia y el germanismo, para que así los alemanes pudiesen luego no juzgar a los españoles con el desprecio con que nos juzgarán cuando se enteren de cómo se defendió aquí la causa del Kaiser y de la kultura. Yo me ofrecí entonces a hacer de germanófilo hipotético, al modo que en las academias de los seminarios conciliares y de las órdenes religiosas hace uno de arriano, de maniqueo, de calvinista o de panteísta. Y ahora me entran ganas de hacer de hombre de orden portugués, de lusitano de la extrema derecha. Y diría…» (Miguel de Unamuno, «El orden y la monarquía», España, Madrid, 30 enero 1919.)

«España permaneció insensible, agazapada y neutral; pero con neutralidad vergonzante, que era un insulto a la verdadera neutralidad por cuanto solapada y arteramente favorecía a los defensores de la "Kultura" y la Barbarie.» (José Subirá, «Héroes del frente. Los que reforman a España», El País, Madrid, viernes 21 marzo 1919.)

«No son germanófilos de las Repúblicas alemanas, de los espartaquistas, de la que podemos llamar nueva Germania, que esto sería noble y bello; son germanófilos del imperio, del káiser, del prusianismo, de los bandidos invasores de Bélgica, de los piratas submarinos, de los que deshonraron con su "kultura" la civilización, la ciencia.» («¡Aun hay germanófilos!», El País, Madrid, martes 18 noviembre 1919.)

«…l'armée prussienne, la Kultur avec K et l'humanité. Ils oubliaient que tous les grands écrivains allemands étaient antérieurs à l'Empire allemand, qu'ils avaient méprisé le nationalisme, et qu'ils avaient eu un idéal universel.» (La Revue générale, 1920, vol. 103, pág. 59.)

Diez años después del hallazgo de la Kultura con K, incluso Unamuno lo recordará como algo ya lejano, bromas de los tiempos de la pasada guerra (en ese mismo artículo de Caras y Caretas de 12 de noviembre de 1921, compara cruces y svasticas, la recta –«la que hoy se usa»– y la curvilínea «que parece representar al sol, como signo de resurrección», aunque ambas signos de muerte…):

Unamuno y la svastica en 1921
Unamuno, «La cruz y la media luna»,
(Caras y Caretas, Buenos Aires, 12 noviembre 1921.)

«La letra cursiva alemana, el manuscrito gótico, se compone de líneas rectas; es una escritura lógica. Durante la guerra nos permitimos no pocas bromas acerca de la Kultura, con K, letra angulosa, rectilínea, con sus cuatro picos –como un caballo de frisa– y la cultura con c curva y redonda. El alemán, además, propende a usar de muchas mayúsculas, escritura de epitafio, grabada.» (Miguel de Unamuno, «La cruz y la media luna», Caras y Caretas, Buenos Aires, 12 noviembre 1921.)

«¡Qué descenso tan enorme en el orden moral! La Moral queda supeditada a aquella "kultura" con "k" de que hablaba el Sr. Unamuno, elogiándola tanto y tan si base racional, allá, mucho antes de sus desencantos.» (Antonio Zozaya, «Moral científica», La Libertad, 23 de julio de 1927.)

«¿Han visto ustedes esa foto donde los futbolistas españoles, después de su victoria en Berlín, abandonan el campo de juego…? Zamora, el guardameta nacional y eximio compañero nuestro en la Prensa, está materialmente rodeado de niños entusiastas, como en casi todas partes cuando da fin a su espectacular actuación. Ahora, que este grupo de niños berlineses no parece ir a coger «al ídolo» en hombros, como lo haría un grupo de niños sevillanos, ni siquiera está en la actitud de agredir al ganador forastero, como se haría probablemente en Matalapuerca de Abajo. La actitud del grupo es más metafísica, más civilizada, más kultural (con k; para que parezca mayor cultura todavía). Cada niño de Berlín tiene un álbum y una estilográfica en las manos que tienden a Zamora. Piden la limosnita de un autógrafo.» (J. Spottorno y Topete, «Limosna espiritual», Blanco y Negro, Madrid, 20 de septiembre de 1931, pág. 51.)

«Pasa a ocuparse de la cultura, y dice que ha llegado a no saber, lo que es cultura. Cree que es más precisa la civilidad que la cultura, que aquella kultura con "k", que trajo una guerra contra la cultura con "c". Rechaza las culturas regionales en oposición a la nacional, y no admite la Universidad vasca, ni la catalana, ni la valenciana, porque es restringir y achicar la cuestión hasta un sentimentalismo rural y aldeano. (Aplausos.) Puede haber catalanidad y vasconidad con cualquier lengua. Ejemplo: Pi y Margall y Balmes, que vertieron su espíritu en una lengua más universal que la que recibieron de sus padres.» («Conferencia de D. Miguel de Unamuno en el Ateneo», ABC, Madrid, 30 abril 1932, pág. 42.)

«De todos modos, es consolador saber que nuestros choznos serán tan sabios que se comerán los unos a los otros, como se devoran hoy las naciones más adelantadas, para imponer su cultura con K o su ciencia con S líquida.» (Antonio Zozaya, «La Jauja futura», Mundo Gráfico, Madrid, 29 de mayo de 1935.)

«Sí, eufóricos de Kultura –con K–, fue escrito "Merchor" deliberadamente, porque "acá", aunque no poseemos título alguno y una medianeja cultura, distinguimos la construcción gramatical hasta el punto de no confundir un r por una l; pero nuestro amigo Melchor nos rogó que, harto de llamarse Melchor, quería llamarse Merchor.» («Merchor», Ágora. Voces del pueblo los sábados, Córdoba, 24 de agosto de 1935.)

La guerra civil española sirvió para reverdecer la kultura con k, asociada ahora al nazismo y a Franco:

«Cultura con "K" alemana. Ha estado a punto de ser destruído el Museo del Prado. Los aviones facciosos concentraron sus fuegos sobre esa zona de Madrid. En la Biblioteca Nacional cayeron 21 bombas incendiarias.» (La Voz, Madrid, jueves 10 de diciembre de 1936.)

«Ni el panorama de la guerra, ni siquiera los agresores, que siguen operando –a los veinte años– en nombre de la cultura con "k".» («Alemania, a los veinte años. Franco se orienta en la colección del Berliner Tageblatt», La Voz, Madrid, jueves 31 de diciembre de 1936.)

«Pues bien, mirad la España. Franco lleva de la mano a los conquistadores de su propia tierra, igual que los indios de América guiaron al conquistador que habría de asesinarlos. Cuando los rubios moros que escriben cultura con K cierren su obra de guerra y asesinen a un pueblo, los españoles podrán ser los indios de la Europa. (Aplausos nutridos). ¡¡Leales, a vencer!! De vuestra victoria nacerá la definitiva unión de los trabajadores del mundo. Señor don Manuel Azaña, Jefe del Estado Español: señores diputados a Cortes; señor don Juan Negrín, Jefe del Gobierno; señor General Miaja, heroico defensor de Madrid: Haced llegar a todos los leales que defienden la democracia del mundo desde vuestras trincheras, el saludo cordial y solidario, el voto de triunfo que os envía la XXXVII Legislatura Mexicana, integrada por representantes de trabajadores mexicanos.» (Miguel Ángel Menéndez Reyes [1904-1982], Ideas y direcciones políticas: discursos y artículos en ejercicio de una representación popular, 1937-1940, Editorial Al Servicio del Pueblo, México 1940, pág. 23.)

Los sucesores más o menos canónicos

La Kultura con K, superviviente de la Gran Guerra y de la Guerra Civil española, se convirtió en fórmula ampliamente disuelta, pero de referencias cada vez más difusas: las sucesivas recopilaciones de obras de Unamuno y docenas de ediciones de Niebla, con miles y miles de lectores renovados cada generación, al ser durante décadas obra de lectura obligatoria en la enseñanza de muchos países, garantizaban su presencia en el tiempo. Los sucesores más o menos canónicos seguirán vinculando la Kultura con K a Alemania, incluso con mencion expresa a Unamuno.

«He votado en contra de esa Enmienda principalmente porque hemos visto con gran simpatía como la Universidad, al tener su propia autonomía y al apartarse, por lo tanto, de la intervención congresional, ha podido aumentar sus edificaciones y sus posibilidades de cultura; pero no me sorprende este ataque ni se me ocurre llamar a las derechas comunistas, ni a los comunistas derechas, pues ya estoy prácticamente acostumbrado en esta Asamblea a ver los grandes interventores del Estado, y a ver a los directores de la cultura, con "k", como se internan en la derecha o en la izquierda, para quitarle a la cultura y a la Universidad el concepto de libertad que siempre deben tener.» (Constitución de Cuba, con los debates sobre su articulado y transitorias en la Convención constituyente, Cultural, Habana 1941, pág. 299.)

«En el curso de estos años de lucha contra la oprobiosa tiranía franquista, en la marcha de la cual el pueblo, encabezado por la clase obrera, fue paso a paso recuperando fuerzas y acumulando energías, el franquismo vio alzarse frente a él una poderosa e irreductible opción intelectual, que de un pequeño movimiento cultural llamado «marginal» ha llegado a ser hoy una oposición intelectual ampliamente mayoritaria, junto a la cual lo marginal, lo ínfimo e insignificante, pasó a ser un pequeño grupo de rastacueros franquistas atrincherados en las instituciones y dependencias oficiales, los representantes públicos de la «kultura» oficial. Que esta oposición sea todavía esporádica, que conserva caracteres de espontaneidad y de confusionismo en cuanto a los métodos de lucha, así como sobre el objetivo mismo de la lucha, ello se explica por las circunstancias concretas, históricamente determinadas, en que se desenvolvió hasta ahora.» (Mensaje del Partido Comunista de España a los intelectuales patriotas, abril 1954.)

«Llegaron a Madrid –de una provincia cercana– dos hermanos ricos en dinero físico y en deseos de medro y popularidad. A uno de ellos, más letrado, le dio por la kultura –con k– y llegó a extremos de enloquecimiento, queriendo entrar en la ciencia de los grandes filósofos alemanes… ¡sin que ella, naturalmente, entrase en él!» (Manuel Merino, «Con las alas rotas», Hoja del Lunes, Madrid 20 de septiembre de 1954.)

«Pero resulta que esta distinción entre ambos conceptos no está universalmente admitida, sino que más bien reina una gran confusión en lo que a eso se refiere. Son precisamente los alemanes los que han dado más curso y más validez tanto al vocablo como al concepto de cultura, hasta tal punto que ha llegado últimamente a hacerse famosa la Kultur germánica, la cultura con K mayúscula. Tanto han abusado de ella. En cambio, la voz Zivilisation nunca ha logrado gran favor entre ellos. En énfasis de este término: civilisation ha sido más francés e inglés. Y junto a él tenemos la civiltá, la civilidad italiana, que adquiere otro matiz.» (Miguel de Unamuno, Obras Completas [Desde el mirador de la guerra, colaboración en La Nación de Buenos Aires, 1914-1919] Escelicer, Madrid 1966, tomo IX, pág. 1296.)

«Los alemanes tienen –los más incultos incluso, como debía ser aquella hermosa mozuela– la superstición de la cultura, con K. Hay supersticiones peores que ésa, claro.» (Ramón José Sender, Relatos fronterizos, Destino, Barcelona 1972, pág. 150.)

«La cultura (con k, como la entienden los alemanes) llegaría a significar algo más y algo menos que conocimientos profundos sobre las ciencias humanísticas, y sería posible hablar sin rubor de sociología literaria, y del sadismo de los tebeos, y de la mitificación de Nobleza baturra, La tonta del bote o Cadetes con faldas.» (María Aurelia Capmany, «Lo popular, la popularidad y el prestigio del producto mayoritario», Triunfo, Madrid, 18 agosto 1973, nº 568, pág. 34.)

«Pellicer bromea como suele hacerlo, siempre bromea mostrando una alegría por vivir que deberían imitar jóvenes atormentados por la metaffsica y que, como decía burlonamente Unamuno de Ortega, escriben cultura con "K"…» (Cuadernos Universitarios, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León 1974, pág. 65.)

«Vivimos como si esta ruidosa querella –como de «trinca» oposicional– entre la cultureta y la cultura con K mayúscula, traducida del alemán o de cualquier otro idioma demócrata-popular, fuera el fin del mundo.» (Josep Meliá, Joan Miró, vida y testimonio, Dopesa, Barcelona 1975, pág. 36.)

«Lo nuevo, ¿continúa, desarrolla o aniquila? ¿Es enriquecimiento o es decadencia lo que viene? Porque lo contemporáneo tiene validez cuando parte de la raíz, no de la nada. El problema no es la cultura individual o de elite, sino la colectiva o social. Un genio aislado no es una cultura. La propia cultura se debate en una definición vaga, problematizada. ¿Hablamos de la cultura con K mayúscula, o con minúscula? ¿De los negocios del barón Thyssen o de las vallas publicitarias y los graffitis menos publicitarios que adornan la ciudad?» (Andrés Sorel, «Europa, los escritores y la cultura», República de las Letras, Madrid, enero 1993, nº 36, pág. 7.)

«El mito de la Cultura es en definitiva una Antropología filosófica materialista en español, porque es en español –aunque no sólo, desde luego: La Ideología alemana está escrita en alemán– como se ha organizado durante siglos la resistencia racionalista a la Teología protestante que es, en suma, el caldo de cultivo del uso desquiciado de la idea de Cultura –esa Kultura con «K» amenazante, de la que ya nos advertía Unamuno–, caldo de cultivo del mito oscurantista de la Cultura.» (Pedro Insua, «El mito de la Cultura, en su idioma original», El Catoblepas, abril 2002, nº 2:15.)

«Unamuno siente una profunda aversión hacia el dogmatismo germano, hacia los que admiran la técnica alemana. Piensa que la razón dogmática y científica no es vital, sino anti-vital y enemiga de la vida. Rechaza tajantemente el culto a la técnica como un fin en sí mismo, como una postura intelectual sin contenido ético. En su opinión, en esa actitud subyace una "Kultur" típicamente germánica, una "cultura" con "K" mayúscula, que es tecnicista, cuantitativa y antiespiritualista.» (Manuel Maldonado Alemán, «La Primera Guerra Mundial y Europa según Miguel de Unamuno y Robert Musil», en Austria, España y Europa: identidades y diversidades, Actas del X Simposio Hispano-Austriaco –Sevilla, 9-13 de noviembre de 2004–, Universidad de Sevilla 2006, pág. 48.)

La hemorragia de sucesores despistados, extravagantes y universitarios

Pero, poco a poco, «Kultura con K» se fue convirtiendo en fórmula de oídas, huérfana de otras referencias, susceptible, además, de ser, tarde o temprano, okupada. Podría señalarse como hito en este proceso de transición al autor que no tuvo inconveniente en pontificar sobre la cultura en un libro colectivo, encabezado por José María de Areilza, publicado en 1988 por la Universidad de Deusto. Este autor se lanza, de oídas, a tratar de la cultura, y deja por escrito, por los siglos de los siglos, que «el polígrafo germano Herbert, a mediados del siglo XVIII, definió la palabra cultura con K mayúscula». El autor habría escuchado en algún momento algo relacionado con Herder y la cultura, su cerebro lo asoció a un tal Herbert... que al ser alemán habría de tratar la cultura con K mayúscula, por supuesto, y a mediados del siglo XVIII... (cuando Herder aprendía a leer); y, también de oídas, desvela una anécdota que el autor vio por televisión, del historiador Pierre Vilar que, como era francés, parece que debiera escribirse Pierre Villard... ¡Y los editores del libro, los jesuitas de Bilbao, sin inmutarse!:

«Desde que el polígrafo germano Herbert, a mediados del siglo XVIII, definió la palabra cultura con K mayúscula, ese vocablo ha sido interpretado, definido y analizado de muchas maneras. Pierre Villard, el gran historiador francés de la cultura, declaró en una famosa entrevista en televisión en medio del regocijo de los televidentes, que tenía en su fichero de trabajo trescientas definiciones distintas del concepto de cultura.» (José María de Areilza & al., Hombre y cultura. Reflexión sobre nuestro mundo actual, Universidad de Deusto, Bilbao 1988, pág. 31.)

La «Kultura con K», huérfana de referencias, las irá tomando de las ocurrencias de los autores, especialmente creativos por México a principios de los noventa: en 1989, en una revista de ciencias sociales de Guadalajara, se asegura que de las élites de poder surge la «"cultura con K", la "alta" cultura, que se autodefine como "sofisticada", "académica", "exclusiva", "clásica"»; en 1990 otro autor mexicano dirá que el nuevo género policiaco «rompe con el prejuicio de la cultura con K y semi-analfabeta que practican las élites en todo el mundo»; y en 1991 otro pensador acuñará de nuevo el rótulo, ochenta años después, y será citado: «lo que Bonfil ha llamado la cultura con K»:

«Arrancan así las relaciones de poder, con la conformación de las élites locales, las cuales adoptan modalidades culturales específicas; surge así la "cultura con K", la "alta" cultura, que se autodefine como "sofisticada", "académica", "exclusiva", "clásica" y cuyas manifestaciones son las únicas que merecen el epíteto prestigioso de "culturales".» (Cuadernos de Ciencias Sociales, CICS, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Guadalajara, 1989, nº 9-19, pág. 28.)

«El nuevo policiaco, pues, rompe con el prejuicio de la cultura con K y semi-analfabeta que practican las élites en todo el mundo.» (Entrevista con Paco Ignacio Taibo II, por Juan Domingo Argüelles, Tierra adentro, Revista del Consejo Regional de Bellas Artes, Aguascalientes, México, nº 49, 1990, pág. 6.)

«Este panorama ha configurado una seperación entre la oferta cultural del estado y la oferta privada. El primero, especialmente a través de las universidades públicas y departamentos culturales, se dedicó a lo que Bonfil ha llamado la cultura con K (Bonfil, 1991 [Guillermo Bonfil Batalla, Pensar nuestra cultura, Alianza, México 1991]), cuyo principal soporte ha sido un discurso nacionalista, mientras que la iniciativa privada se hacía cargo de la parte "espectacular" y mediatizada de la cultura.» (Comunicación, nº 81-88, Centro de Comunicación Social Jesús María Perllín, Centro Gumilla, 1993, pág. 5.)

Pero fue en 1992 cuando dos profesoras españolas de idiomas, Lourdes Miquel y Neus Sans, en el contexto de la enseñanza de la lengua española a extranjeros, propusieron una clasificación de la cultura en tres géneros que había de hacer fortuna en ese entorno. La clasificación no puede ser más imprecisa y pedestre: cultura con mayúsculas, cultura a secas (con minúscula) y kultura con k. Por el ejemplo que ofrecen en 1992, «Vallekas, colega», hay que suponer su distancia absoluta, al acuñar tal rótulo con k, respecto de la Kultur germana.

La epidemia de congresos, universidades e instituciones educativas; la obligación impuesta a los educadores de tener que hacerse doctores, investigar –«¿no se dice así?», ironizaba Unamuno en 1912– y presentar comunicaciones a congresos; lo mucho que está tardando en desencadenarse una nueva guerra mundial regeneradora... hicieron el resto. Véase por la siguiente selección de ejemplos, que hacen superfluos otros comentarios, cómo la nueva «kultura con k» va floreciendo por la corrompida y degenerada superestructura universitaria:

«Estas definiciones pueden, seguramente, ser suscritas por la mayoría de los profesores de lengua, pero eso no garantiza que en ese gran marco que toda definición circunscribe, todos incluyamos los mismos conceptos. A nuestro entender, lo cultural incluye una serie de fenómenos variopintos, pero sin embargo, clasificables, que podrían agruparse de este modo:
• La cultura con mayúsculas: ¿Pero usted no sabe…? –quién escribió El Quijote. –la fecha de la batalla de las Navas. –que Madrid es una Comunidad Autónoma. –que Picasso pintó El Guernica.
• La cultura (a secas): Todo lo que usted quiso sabe y jamás se atrevió a preguntar sobre: –cultura para entender. –cultura para actuar. –cultura para interactuar comunicativamente.
• La kultura con k: Cómo conducirse en… –Vallekas, colega. –Marbella, señora marquesa. –En las Ventas y olé.» «Sólo a partir de este conocimiento, los miembros de una cultura pueden acceder (ser actores y receptores eficaces) a lo que hemos llamado "dialectos culturales", la "kultura con k" y la "Cultura con mayúsculas" (no siempre compartidos del mismo modo por todos los individuos): leer un poema surrealista o una novela picaresca, redactar una instancia, identificar social o culturalmente a un interlocutor y actuar lingüísticamente adaptándose a ese interlocutor, reconocer el argot juvenil a pesar de su continua variación, etc. Por otra parte, hay que tener muy en cuenta que no nos estamos refiriendo a compartimentos estancos ya que, en bastantes ocasiones, la "Cultura con mayúsculas" y la "Kultura con K" van a revertir en el cuerpo central de la cultura, engrosando la zona de lo compartido por todos.» (Lourdes Miquel & Neus Sans, «El componente cultural: un ingrediente más en las clases de lengua», Cable. Revista didáctica del español como lengua extranjera, 1992, 9:15-211. Reproducido «con ligeras modificaciones realizadas por sus autoras» en red ELE revista electrónica de didáctica / español lengua extranjera, nº 0, marzo 2004, por donde citamos.)

«Una de las conclusiones a que llegaban Lourdes Miquel y Neus Sans […] unas pautas para la comprensión y delimitación del concepto que se reducían a tres instancias básicas por ellas denominadas. "la cultura con mayúsculas", "la cultura (a secas)" y "la kultura con k". […] Según las autoras, ésa sería la verdadera integración entre lengua y cultura, posibilitándole al aprendiz entender las cosas que suceden a su alrededor y acceder a los otros dos niveles: "la cultura con mayúsculas" y "la kultura con k".» (Ana Lúcia Esteves dos Santos Costa [Universidade Federal de Minas Gerais], «El espacio de la cultura en los libros de texto de español como lengua extranjera», en Lengua y cultura en la enseñanza del español a extranjeros, Actas del VII Congreso de ASELE, Almagro 1996, Ediciones Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca 1988, pág. 194.)

«Miquel y Sans (1992), citadas por Cruz (1998 [M. Cruz, «La enseñanza de la cultura a través de los manuales», en Frecuencia. Revista de didáctica del español como lengua extranjera, Edinumen, Madrid, noviembre 1998, 9:53-56]), se refieren respectivamente a estos dos términos como cultura con mayúsculas, que comprende la historia de un país, la literatura, el arte, y cultura a secas, que sería lo compartido y dado por sobreentendido por todos los miembros de una sociedad y agregan aún una tercera categoría que sería la "cultura con k", es decir, la que se refiere a la manera de comportarse de grupos sociales específicos en determinados ambientes y lo oral, lo público. Definen de forma general el término cultura como "una adhesión afectiva, un cúmulo de creencias que marcan cada una de nuestras actuaciones como miembros de una sociedad".» (Marina Machain Franco [Universidade Federal de Uberlândia], «Puesta en escena: el español en 1r Salón de Cambios Interculturales de la CELIN y sus consecuencias», en Actas del IX Congreso Brasileño de Profesores de Español [Brasilia 2001], Embajada de España en Brasilia 2002, págs. 324-325.)

«Many scholars define culture by accommodating their interpretations of the term to their own needs. Scholars have been struggling to define culture within the current curriculum. However, many foreign language programs acknowledge that culture has many components, and it must be taught within the context of the foreign language learning.
Tang (2006), in his article Beyond behavior: Goals of cultural learning in the second language classroom, points out the Hammerlian model as one of many formulated to be followed by today’s foreign-language programs. This model explains culture within the parameters of achievement culture, informational culture, and behavorial culture. Another model advocated by many scholars is the concept of culture with big "C" and culture with small "c" and the concept of culture with "K". Each one of the above promotes the study of culture in a different way:
• Culture with a big "C" refers to the study of formal cultural aspects of art, history, literature and acknowledged writers and language scholars.
• Culture with a small "c" refers to the study of cultural customs, colloquial uses of language, and understanding and communicating with people who speak the target language.
Culture with "K" refers to the study of language usage by the young generation (et. al. communicating messages by phone text message using abbreviated symbols instead of a complete sentence) (Mir, 2005).» (Lucy Campbell, Attitudinal and Motivational Factors that Most Influence a Change of Attitude toward the Learning of Spanish Language and Culture, Tesis doctoral en la Indiana State University, Terre Haute IN 2008, pág. 17.)

«Un comentario crítico sobre lo que se enseña y sugerencias de qué se debe enseñar en las clases de E/LE comparten Benítez Pérez (2001) y Miquel y Sans (2004). Estas últimas, además, opinan sobre manuales dedicados al asunto y aclaran las metas de la cultura con mayúsculas ("leer un poema surrealista o una novela picaresca, redactar una instancia, identificar social o culturalmente a un interlocutor y actuar lingüísticamente adaptándose a ese interlocutor, reconocer el argot juvenil a pesar de su continua variación, etc."), cultura a secas ("abarca todo lo pautado, lo no dicho, aquello que todos los individuos, adscritos a una lengua y cultura, comparten y dan por sobreentendido") y cultura con k (lo que las autoras nombran dialectos culturales). […] En ese sentido, nos parecen acertados los comentarios de Miquel y Sans (2004) al afirmar que de entre la cultura con mayúsculas, cultura a secas y cultura con k la segunda es la más importante, pues prepara al extranjero para decodificar los signos de una cultura que no es la suya.» (Amanda Dantas (PCR) / Cristina Huggins (FIR) / Janayna Vieira, «Las notas de Ricardo Arjona: actividades para trabajar la cultura en el aula de E/LE», en I Congresso Nordestino de Espanhol, Recife 2008, págs. 108-109.)

«Algunos autores, sin embargo, defienden además la existencia de un tercer tipo de cultura, la kultura con 'k'. Con este término se hace alusión al hecho de que la cultura no debe mirarse como un bloque monolítico sino más bien como un conglomerado de subculturas, según lo cual, no todos los miembros de una comunidad comparten todos y cada uno de los aspectos de su cultura, ya que diferencias geográficas, sociales, etarias, genéricas, religiosas, etc. implican también diferencias culturales. Miguel & Sans (2004) consideran que la cultura con minúscula (para ellas, la 'cultura a secas') constituye el estándar cultural de una comunidad, el conocimiento operativo de todos los nativos que les permite participar en las prácticas cotidianas. Por eso, en su representación gráfica de las 'tres' culturas ocupa el lugar central. Hacia arriba y hacia abajo se encuentran lo que estas autoras denominan 'los dialectos culturales' (la Cultura y la kultura), que en ningún caso son compartidos por la totalidad de los ciudadanos. Los tres compartimentos están, por supuesto, interrelacionados, de manera que, a menudo, elementos pertenecientes a la periferia cultural (tanto de la Cultura con mayúsculas como de la kultura con k) pueden pasar al cuerpo central (por ejemplo, una frase literaria o un término de un determinado argot que luego pasan a boca de todos). Si pensamos este esquema tríptico a partir del tipo de competencias que establece el Marco Común de Referencia para las Lenguas (Consejo de Europa 2001), podríamos sostener que la Cultura con mayúsculas se relaciona con el 'saber', es decir el conocimiento declarativo; la cultura a secas, con el 'saber hacer' y la kultura con k, con una especie de 'saber dónde y cuándo' –claro que siempre teniendo en cuenta la estrecha interrelación que existe entre las tres–. Especialmente interesante resulta la inclusión de la tercera forma de cultura, la kultura con k, que hace eco de las propuestas más recientes de evitar una mirada monolítica de la cultura.» (Susana Silvia Fernández [Universidad de Aarhus, Dinamarca], «Estereotipos y concienciación intercultural», en Migraciones y formación docente, Peter Lang [con la ayuda del Ministerio de Educación de Argentina], Berna 2009, pág. 244.)

«Miquel y Sans [1992, 16], en su revelador y conocido artículo de la revista Cable, realizan un análisis muy completo de los distintos términos de cultura. Habría que enmarcar esta visión de las autoras, dentro de una perspectiva sociolingüística, en la que distinguen tres tipos de cultura: Cultura con mayúsculas, cultura con minúscula (cultura a secas) y Kultura con k. […] Kultura con k: se refiere al tipo de conocimiento que es utilizado en contextos determinados, como el argot de ciertos sectores de la población, o los tipos de lenguajes que están de moda durante un tiempo determinado; son los usos y costumbres que difieren de estándar cultural y que no son compartidos por todos los hablantes. A este tipo de cultura, Miquel lo redefinió como «cultura epidérmica» [2004, 517 = «La subcompetencia sociocultural», en Vademécum para la formación de profesores].» (Rocío Santamaría Martínez [doctora en Humanidades por la Universidad Carlos III, 2008, con una tesis titulada como este libro], «La competencia sociocultural en el aula de español L2/LE: una propuesta didáctica», Gobierno de España, Ministerio de Educación, Secretaría General Técnica, Madrid 2010, págs. 30-31 [págs. 45-46 en la tesis doctoral].)

«Para el problema del tratamiento de la cultura en la enseñanza del español como lengua extranjera, una referencia obligada de muchos estudios es el artículo "El componente cultural: un ingrediente más en las clases de lengua" de L. Miquel y N. Sans (1992), en el que la autoras proponen una clasificación de los diferentes componentes de la cultura que puede ser útil en el contexto del aprendizaje de un idioma extranjero. [...] A partir de estas definiciones, las autoras identifican tres categorías en las que se podría repartir la cultura:
• "cultura con mayúscula", que agrupa las manifestaciones culturales y artísticas en una determinada lengua;
• "cultura (a secas)", que representa todo lo que se necesita saber para comportarse de manera apropiada en el ambiente en el que se habla una determinada lengua o en la interacción con hablantes nativos de esa lengua;
"kultura con k", es decir la capacidad de identificar el nivel cultural y social del interlocutor y adapartase a ello (Miquel, 1992:4).» (Valentina Nanetti, El material didáctico para la enseñanza del español como lengua extranjera en Italia: el papel de los elementos culturales en la construcción de la imagen de "lo hispánico", Tesis doctoral en la Università di Bologna, Bolonia 2011, págs. 157-158.)

La democracia, la ignorancia y la osadía favorecerán que el seguimiento del rótulo kultura con k vaya ofreciendo, con el tiempo, perlas insospechadas. Unos atribuirán a Cortazar el haber acuñado el rótulo, «con su rica lengua cronopia», otros dirán que es cosa de un tal Puig; el pedagogo juvenil abrirá los ojos de ciertos padres para que se preocupen de la Kultura con K o con C de sus hijos de 15 a 16 años; reivindicarán el rótulo como propio ciertos sefarditas, y a los lectores de El amor y la furia se les humedecerán los ojos al leer que Richard Burton aportaba cultura con K mayúscula a la Taylor:

«No logro concebir la identidad sino en términos de cultura, hasta el punto de que se me ocurre que la expresión «identidad cultural», que yo mismo he empleado, es redundancia más que reiteración: nada escapa a la cultura, ni siquiera la noción errónea de raza –cuyos caractéres, la alimentación, el ejercicio físico y la gimnasia transforman hasta el punto de que puede afirmarse que el cuerpo es un producto cultural–, ni siquiera el factor geográfico: determinante en la formación y definición de la cultura, ha sido, a su vez, modificado por ella: basten como ejemplo la doma –también la destrucción– de la naturaleza y la fundación de ciudades: centros donde la actividad creadora es más visible para los demás y donde, en la práctica, suele confundirse la cultura con cierta noción de bellas artes o de la llamada cultura «alta» o «ilustrada» o, más popularmente, «Cultura con mayúscula» o «entre comillas» y, más despectivamente, «cultura con K».» (Jorge Enrique Adoum [1926-2009], Ecuador: señas particulares, Quito 1998, pág. 28.)

«A tal punto nos hemos convertido en sumisos siervos del mercado, en adoradores del becerro de oro cultural (de eso que Cortázar llamaba, con su rica lengua cronopia, "la cultura con K").» («Una apuesta a favor de la cultura sin K», Quimera, revista de literatura, Mataró 1999, nº 186.)

«Me refiero a que un grupo minoritario pero bien organizado de sefardíes, militantes de la conservación –o más bien exhibición– de su lengua, les ha dado por inventarse un sistema ortográfico medio fonético y medio bárbaro, en cuyo uso cifran el mantenimiento de su identidad lingüística, aunque sea a costa de ridiculeces tales como considerar, por ejemplo, que kultura con k es sefardí, mientras que cultura con c es español. En su obcecación no reparan quienes así actúan en la imposibilidad de convertir en norma ortográfica de una lengua de cultura un sistema gráfico que tiene su origen en una transcripción fonética.» (Iacob M. Hassan [CSIC], «La cultura sefardí entre la tolerancia y la intolerancia», en Mediterráneo. Memoria y utopía, Fundación Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo, Universidad de Murcia 2001, pág. 143.)

«Capítulo 4: El estudio y el esfuerzo: a) Dos extremos no muy extremos, el empollón y el vago; b) El horario y la actitud en clase; c) Enseñar a acabar las cosas; d) Kultura con K, o con C
«d) Kultura con K, o con C. Me detengo, dentro de este capítulo sobre laboriosidad y estudio, en unos aspectos que tantas veces sirven de detonante para inculcar un mayor deseo de saber: —la afición por la lectura; —la progresiva cultura de la imagen –televisión y cine, especialmente–; —el interés por visitar lugares de renombre –museos, exposiciones, rutas culturales, etc.–; —junto con el cultivo de aficiones cultas.» (Santiago Herráiz Solla [Vigo 1963, de la Asociación de Cooperadores y Amigos del Opus Dei, desde 2009 director general de Ediciones Rialp], Tu hijo de 15 a 16 años, 2ª ed., Ediciones Palabra (Hacer Familia), Madrid 2002, págs. 135-136.)

«¿Sospecha usted por qué los jóvenes de este país escriben cultura con k? Problemas de mercado: se la quiere vender por kilos. Les parece más radikal. También es una forma de darle un vuelko a la kultura oficial.» (Tiempo de hoy, nº 1130-1131, Madrid 2004, págs. 97 y 183.)

«El peso de la cultura con K mayúscula, como la llamaba Puig, es muy fuerte y la posición de López, sumamente iconoclasta. El lector se encuentra ante una obra que, lejos de provocar algún efecto inmersivo, provoca el rechazo, pues no se condice con el universo habitual del lector medio.» (Norma Carricaburo, Del fonógrafo a la red: literatura y tecnología en la Argentina, Ediciones Circeto, Buenos Aires 2008, pág. 186.)

«York observó asimismo que cada uno aportaba a la relación lo que al otro le faltaba: "Richard aportaba a Elizabeth cultura con K mayúscula", y ella "le daba más coraje, hacía que se diera cuenta de sus posibilidades. Era su regalo".» (Sam Kashner & Nancy Schoenberger, El amor y la furia. La verdadera historia de amor de Elizabeth Taylor y Richard Burton, Editorial Lumen, Barcelona 2010.)

Todo Kultura, aja, si, es con K

«En Alemania, pues, donde las señoritas son neutras, la cultura se convierte en Kultur, y cuando yo escribo Kultura con k mayúscula, quiero decir, cultura a la alemana; y cuando la escribo con una modesta c minúscula, es una culturilla latina, superficial, inconstante, como la que por acá nos permitimos. La diferencia es poco más o menos la que va de Cant a Kant. Pues cant, con c minúscula, es una palabra inglesa que significa, primeramente, el tono gangoso de los puritanos sermoneadores, y luego la hipocresía puritana. Y Kant... ya habrá llegado a sus oídos quién es Kant, a quien acaba de inventársele en España. Kant, con K mayúscula, es el cant mayúsculo y germanizado. Y, ¿en qué consiste la Kultura y en qué se diferencia de la cultura? –me preguntará usted–. Pero eso es muy arduo de responder, y exige una preparación de que usted y yo, y todos los que en España pasamos ya de los cuarenta años, carecemos.» (Unamuno, «La Kultura y la Cultura», Mundo Gráfico, Madrid 26 febrero 1913.)

Notas

{1} «Cultura circunscrita. Denominamos de este modo (buscando la mayor neutralidad axiológica posible) al conjunto de aquellos contenidos culturales (teatro, música, pintura, danza, literatura, cine, folclore…) que, desde el punto de vista de la idea del «todo complejo» pueden considerarse como «circunscritos» (a efectos de tutela, promoción, &c.) por instituciones tales como puedan serlo un Ministerio de Cultura o análogos, públicos o privados (Consejerías de Cultura, Casas de Cultura, Fundaciones de Cultura, Concejalías de Cultura, &c.). Los contenidos denotados en estas «culturas circunscritas» o «selectas» suelen, por otra parte, sobreentenderse como los contenidos más característicos de la «cultura por antonomasia» (la tecnología industrial, la ciencia o incluso la educación, aunque son también partes del «todo complejo», quedan fuera, en general, del círculo de la «cultura circunscrita»; pertenecen a la jurisdicción de los Ministerios de Industria, de Ciencia o de Educación).» (Gustavo Bueno, El mito de la cultura [1996], séptima edición, Barcelona 2004, página 253: en «Yacimientos de libros en internet» pueden encontrarse enlaces a distintos lugares en los que está libremente disponible la versión facsímil de la edición 2004 de este libro.)

{2} Gustavo Bueno, «El reino de la Cultura y el reino de la Gracia», El Basilisco, 2ª época, nº 7, 1991, páginas 53-56.

 

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