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El Catoblepas, número 127, septiembre 2012
  El Catoblepasnúmero 127 • septiembre 2012 • página 3
Comentarios

Las sombras chinescas de Menzies

Lino Camprubí Bueno

Aviso a navegantes: el libro de Gavin Menzies, 1421. El año que China descubrió el mundo, es un timo. Se recogen algunas de las acusaciones, demandas judiciales, insultos y refutaciones definitivas sobre el autor y sus libros

Gavin Menzies, 1421: el año que China descubrió el mundoGavin Menzies, 1434: el año que una flota China llegó a Italia e inició el RenacimientoGavin Menzies, El imperio perdido de la Atlántida
Los tres libros de ficción de Gavin Menzies

El libro más famoso de Gavin Menzies –1421. El año que China descubrió el mundo– lleva vendidas en diez años poco menos de dos millones de copias en más de veinte idiomas.{1} Su historia es la de cómo se produce un best-seller: Menzies, su agente Luigi Bonomi, y la agencia de relaciones públicas Midas lanzaron la idea-gancho publicando en varios periódicos que viajeros chinos descubrieron América setenta años antes que Colón. Esta idea se convirtió en oro cuando Menzies anunció a toda voz que daría pruebas de su tesis en una charla en la Royal Geographical Society de Londres: dada la expectación generada en torno aquella presentación, la editorial Transworld (conocida por el lanzamiento en inglés de El código da Vinci) decidió adelantarse a la misma y comprar los derechos del libro por medio millón de libras para evitar que subieran de precio. Con ese dinero se reunió un equipo de escritores para la producción del libro 1421, dirigidos por el escritor por encargo profesional Neil Hanson. También se financiaron varios negocios paralelos al best-seller en ciernes: películas documentales, congresos, ruedas de prensa, artículos de periódicos, &c. Menzies no tiene empacho en reconocer este proceso de producción y la editora de Transworld admite sin reparos que no trató de determinar la veracidad de las tesis de Menzies, sino que se esforzó en darles verosimilitud histórica y carácter comercial.{2}

Entre los atractivos de 1421 se encuentra su estilo ameno contado en la primera persona de un marino audaz y autodidacta que se mete a historiador y va poco a poco desvelando los misterios de una historia escondida durante siglos y que sólo él estaba llamado a desenterrar. Un hombre sólo ante la Historia, sin prejuicios y con conocimientos oceanográficos, va abrumando al lector con «pruebas evidentes» de que China descubrió el Nuevo Mundo antes que los portugueses y españoles, quienes, servidos de mapas chinos, sólo habrían recorrido un camino ya trazado, como enanos subidos a hombros de gigantes.

El estilo, las «pruebas», y la ambición de Menzies son suficientes para seducir al lector poco avisado y tal vez ávido de nuevos datos para reforzar su desconfianza ante el imperio español y su ciencia o, al menos, su oposición al «eurocentrismo» desde el que estaría escrita la Historia Universal.{3} El éxito de Menzies viene también preparado por el ascenso vertiginoso del prestigio de China en los últimos años, que convierte al gigante asiático en candidato a imperar en las naciones del mundo incluso retrospectivamente.

En cualquier caso, lo más peculiar de 1421. El año que China descubrió el mundo, es la habilidad de su(s) autor(es) de, partiendo de fenómenos históricos comúnmente aceptados, intercalar otros de su propia invención (por tanto, ya no fenómenos históricos) para dar cuerpo a un relato que no es histórico, sino ficticio, pero que se presenta como histórico (condición indispensable para su éxito editorial).

Las primeras 100 páginas del libro narran los famosos viajes de la dinastía Ming de modo, si bien divulgativo, bastante acorde con las interpretaciones más comunes. Durante los años 1405 y 1434 el eunuco musulmán Zheng He lideró varios viajes por costas ya conocidas para los chinos en el mar Pacífico, desde Indonesia a Somalia pasando por los importantes puertos de la India. Para ello utilizó una flota de dimensiones mastodónticas, cuyas cifras en número de barcos y número de soldados no se volverían a producir hasta la Primera Guerra Mundial: unos 300 barcos –varios de ellos, los llamados «juncos del tesoro», llegaban hasta cerca de 100 metros de eslora y eran capaces de alojar mercancías de todo tipo– transportaron a miles de soldados, intérpretes, escribas y diplomáticos a todos los reinos conocidos del Pacífico para obligarles a rendir pleitesía al nuevo emperador Zhu Di, segundo de la dinastía Ming, sustituta de la mongola Yuan. Con aquellos reinos que accedieran someterse a la supremacía china, el «imperio del centro» comerciaría y agasajaría a sus diplomáticos, llevándolos incluso a la nueva Ciudad Imperial de Pequín. Aquellos que opusieran resistencia, serían sometidos por las numerosas tropas chinas.

Sin embargo, ya en esas primeras páginas del libro hay varios elementos sospechosos que Menzies va introduciendo para allanar el camino a sus posteriores patrañas. El primero es el hecho de que, con la excusa de estar escribiendo para el gran público, omita muchas de las referencias en las que dice basar sus afirmaciones y dirija a la documentación de su página web, que luego no contiene todo lo que se promete.

En segundo lugar, sostiene que los viajes Ming habrían estado apoyados en la geografía esférica, en un sistema de meridianos y paralelos parecido al tolemaico, y en una capacidad de medir la longitud inimaginable en la Europa de aquel tiempo. Tiene razón Menzies en atribuir importancia capital a la geografía esférica en los viajes de descubrimiento, pero no hay ningún vestigio histórico que haga pensar que los chinos aplicaban la idea de globo esférico a la Tierra o que tenían nociones de latitud y longitud. Además, sin la idea de la Tierra como una esfera, es difícil imaginar que pudieran tener una idea de imperio universal como las que Menzies atribuye a la dinastía Ming en contra de todas las interpretaciones históricas existentes.{4}

Por último, Menzies insiste en la falta de documentos existentes sobre los viajes Ming, dado que algunas relaciones fueron quemadas como resultado del rechazo de los viajes que se produjo al caer el emperador Zhu Di, que había dejado la hacienda pública en estado de ruina. Si bien eso es cierto, sobrevivieron numerosos testimonios de capitanes eunucos, memorias de viaje, publicaciones oficiales propagandísticas, &c. Ninguno de ellos habla de viajes más al sur de Tanzania ni de juncos tan gigantes como los que supone 1421. Menzies necesita decir que en los documentos perdidos se halla la narración de los viajes que él se dispone a reconstruir. Por supuesto, tampoco ningún documento renacentista portugués, español, italiano, o británico, hace mención a ninguno de estos viajes.

Los viajes imaginarios de la dinastía Ming
Los viajes imaginarios de la dinastía Ming

A partir de aquí, la imaginación del equipo editorial de Menzies lleva a Zheng He hasta Nueva Zelanda y Australia, y, por el sur de África, más allá del Cabo de Buena Esperanza, después a Cabo Verde y, a través del Atlántico, las Antillas, para, pasando por la Antártica, completar la primera circunnavegación del globo terráqueo en 1421, un siglo antes de la de Magallanes y Elcano. Según Menzies, en todos esos lugares los chinos habrían fundado puertos comerciales, erigido monumentos conmemorativos, intercambiado plantas y animales con los nativos, y producido detalladas cartografías. Los marinos portugueses (los capitanes de Enrique el Navegante) y españoles (Cristobal Colón al servicio de los Reyes Católicos) se habrían basado en esos mapas para sus posteriores viajes y el descubrimiento de América se revelaría como producto de un proyecto supuestamente imperial-exploratorio chino del que, al retraerse del trono sus promotores, se habrían borrado todas las huellas. Por fortuna, la Humanidad tiene a Menzies, quien va rescatando esas pruebas una a una del olvido en forma de estelas talladas con inscripciones en códigos chinos, rampas portuarias, variedades botánicas, análisis genéticos y mapas de África, América y Oceanía.

Estas tesis inverosímiles van reforzándose a medida en que las «pruebas» desfilan ante los ojos del inocente lector de 1421. Algunas son demasiado pobres para convencer al lector atento no especialista, pero otras parecen incontrovertibles si se dieran por verdaderas. Pues bien: son todas falsas.

Para desmontarlas es ya necesario tener conocimientos más específicos, y a ello se han dedicado un número importante de sinólogos, historiadores de la cartografía, marinos, geólogos y botánicos. Se han organizado asociaciones en contra de las tesis de Menzies, elaborado páginas web para denunciar sus fabulaciones, iniciado pleitos por estafa, exigido que se quiten nombres de los agradecimientos del libro, pedido formalmente a bibliotecas de todo el mundo que lo clasifiquen en la sección «ficción» en lugar «historia» y dirigido contra Menzies y su equipo todo tipo de insultos y descalificaciones tan justificados y merecidos como necesarios: «El razonamiento de 1421 es circular, sus pruebas espurias, sus investigaciones irrisorias, sus deudas no reconocidas, sus citas resbaladizas y sus tesis absurdas.»{5}

Lamentablemente, los resultados de estas críticas, aunque disponibles fácilmente en Internet, lo están mayoritariamente en lengua inglesa, tanto que sorprende la falta de referencia a ellos en español. Por el contrario, la mayoría de las reseñas del libro en español son totalmente favorables y acríticas y están alojadas en sitios de dudosa reputación (como el negocio de reseñas Shvoong): parecen encargos de la propia editorial para alimentar el fenómeno Menzies.

Conviene enumerar algunos de los engaños más sonados de las tesis de 1421.{6} Dado que el libro sigue vendiéndose a buen ritmo y las librerías y bibliotecas, encantadas con el fenómeno editorial de turno, siguen clasificando este libro en sus secciones de historia,se hace necesario este aviso a navegantes:

1. Falsos relatos: los relatos históricos relacionan unas reliquias presentes con otras regresando a los sujetos operatorios que las produjeron{7}. Sin embargo, no todo relato sobre reliquias es histórico, sino que puede ser ficticio. Así, 1421 habla de pecios y otros restos de supuestos naufragios chinos, tales como figurinas o porcelanas que Menzies dice haber encontrado tanto en Australia como en América y la costa oeste africana. Sin embargo, los especialistas identifican aquellas de estas reliquias que de hecho existen (que no son todas) como del siglo XIX o, en su caso, procedentes de viajes españoles o ingleses.

Por otro lado, algunas de las afirmaciones de Menzies de carácter no histórico, sino astronómico u oceanográfico, son igualmente ficticias, como la de que el ecuador terrestre habría variado su posición desde la dinastía Ming o la existencia de corrientes que habrían permitido a los juncos, incapaces de ceñir contra el viento, realizar la supuesta circunnavegación del globo terráqueo.

2. Falsas reliquias-monumento: en otras ocasiones, Menzies reconstruye como si fueran fenómenos históricos, beta-operatorios, formaciones que para los geólogos son sin lugar a dudas naturales, como unas laderas submarinas que Menzies reinterpreta como rampas artificiales supuestamente construidas para izar los juncos a tierra.

3. Falsas reliquias-documento: 1421 tergiversa documentos históricos existentes, como unas inscripciones talladas en estelas en Cabo Verde, y finge que están escritas en códigos chinos pese a la oposición autorizada de paleolingüistas y filólogos.

Lo mismo ocurre con conocidos mapas europeos que Menzies insiste no se podrían haber escrito sin fuentes chinas, mientras que los historiadores de la cartografía han demostrado que tales fuentes eran inexistentes e innecesarias. Uno de los recursos más recurrentes del equipo editorial de Menzies es precisamente la interpretación retrospectiva de mapas chinos y europeos medievales como señalando tierras después descubiertas por navegantes ibéricos de los siglos XV y XVI. Los mapas de Kangnido, Piri Reis, Jean Rotz, Pizzigano, Cantino e incluso Waldseemüller se convierten en su libro en instrumentos para encontrar las tesis que él previamente ya había dado por supuestas.{8} Para ello 1421 ignora escrupulosamente todo cuanto la abundante historiografía sobre la cartografía tiene que decir sobre esos famosos mapas y sus fuentes.

En otras ocasiones el engaño es aún más descarado: Menzies y su banda directamente inventan el documento. En este sentido conviene citar una de las pruebas principales aducidas a favor de la tesis de Menzies, aunque apareciera después de la primera edición de 1421. En el año 2006 Menzies y Liu Gang anunciaron que tenían un mapamundi chino de 1418 (supuestamente reproducido en 1763) y en el que se detallan los contornos del nuevo mundo con precisión admirable. En él se habrían basado los españoles para sus viajes y los europeos para sus grafos en doble hemisferio, tan representativos de la llamada «era de los descubrimientos.»

Falso mapa del mundo
Falso mapa del mundo

Sin embargo, Geoff Wade demuestra que este mapa es una fabricación de principios del presente siglo XXI, hecha con tanta torpeza que está plagada de anacronismos, empezando por la propia representación en hemisferio doblado, que requería dos herramientas de las que los chinos Ming carecían: la idea de la Tierra como una esfera y los métodos de proyección en planisferios (el más conocido el de Mercator de 1569).{9} Wade señala varios anacronismos en las anotaciones que señalan que el dibujante del mapa ni siquiera sabía suficiente historia imperial como para hacer pasar su trabajo por original: los nombres dados a varias regiones no son los del periodo Ming, el propio nombre del mapa no refleja la imagen que los Ming tenían de su reinado, el conocimiento de regiones interiores de otros continentes no corresponde a un mapa presuntamente marítimo, el título otorgado al eunuco del emperador por su nombre de nacimiento hubiera sido impensable, &c. La cosa es aún más ridícula por su crudeza: en tres ocasiones el mapa echa mano de los caracteres chinos simplificados (en la segunda mitad del siglo XX).

Por todo lo anterior, algunos de los críticos de Menzies y su grupo han calificado 1421 de junk history, jugando con los dos significados de junk: junco y basura.{10} Podríamos traducir junk history por «historia basura» más que por «basura historiográfica». La distinción se entiende bien a la luz de la clasificación por parte de Gustavo Bueno en Telebasura y democracia de dos tipos de telebasura, la desvelada por la televisión (por ejemplo, imágenes en directo de una violación) y la fabricada por ella (por ejemplo, las opiniones televisadas del violador en un plató que termina por convertirle en famoso).

En efecto, el concepto de «basura historiográfica», tal como ha sido elaborado por Pedro Insua, se refiere a aquellas reliquias-documentos históricos que los historiadores deben barrer dialécticamente del campo mediante relatos históricamente verdaderos capaces de dar cuenta de las relaciones entre reliquias presentes ante ellos.{11} Por ejemplo, la donación de Constantino es un documento falso, pero de suerte que ha jugado un papel en la conformación de los relatos históricos formados durante siglos y que el historiador presente debe tener en cuenta. Digamos que el historiador, al barrer la «basura historiográfica», primero debe desvelarla como parte del campo histórico (aunque ésta a su vez entrara en él como fruto de una fabricación tramposa, lo importante es que ya figura como reliquia en nuestro presente).

La «historia basura», en cambio, fabrica ella misma los relatos falsarios desde el presente, de modo que el barrerlos del campo ya no será tarea solamente del historiador sino de jueces, editores, o consumidores de éxitos de ventas en tanto cómplices de la producción de falsas reliquias y relatos. El problema es que «historia basura» no es un concepto, sino un pseudoconcepto, puesto que una producción comercial como 1421 no es historia, sino ficción. Gnoseológicamente, las falsas reliquias y falsos relatos de 1421 no son parte del campo histórico, sino del de la ficción; y, si el autor y la editorial fingen que sus invenciones son reliquias verdaderas, entonces se convierten en superchería, en sombras chinescas.

Visto el éxito comercial de sus inventos, Menzies sacó también a la luz 1434: el año que una flota China llegó a Italia e inició el Renacimiento y, más recientemente, un inevitable libro sobre la Atlántida (El imperio perdido de la Atlántida) que seguramente haría las delicias del degenerado Canal de Historia. Siempre que aumente su margen de beneficios, editoriales y productoras corruptas estarán dispuestas a pasar obras de ficción por obras históricas.

Oficialmente, ni Estados Unidos ni China quieren incorporar las burdas ficciones de 1421 en sus respectivos elencos de mitos y mentiras políticas. China está haciendo grandes esfuerzos por dar a conocer la grandeza de los viajes de Zheng He a través de libros, series televisivas, documentales, &c. Los encargados de esta impresionante obra de propaganda no deberían dejar que el tinglado de Menzies la empañe, aunque la tentación es tan fuerte que ya en el 2003 el presidente Hu Jintao, de visita en Australia, se atrevió a seguir a Menzies, aunque añadiendo inventos de su propia cosecha y la inevitable nota de «armonía» cultural confuciana universal:

«Aunque estén en diferentes hemisferios y separadas por profundos océanos, las gentes de China y Australia disfrutan de intercambios amistosos desde hace siglos… Ya en 1420 las flotas exploradoras de la dinastía Ming alcanzaron las orillas australianas. Durante siglos, los chinos surcaron procelosos mares y se instalaron en lo que llamaron «la tierra del sur», la Australia actual. Trajeron la cultura china y vivieron armoniosamente con las gentes locales, contribuyendo de un modo que nos enorgullece a la economía, sociedad, y pluralidad cultural australianas.»{12}

El éxito de las tesis de Menzies tiene que ver con la potencia de la casa editorial y el afán lucrativo de quienes pueden vivir de su ímpetu comercial alimentándolo, por ejemplo a base de nuevas películas documentales.{13} Se escudan en la ideología democrática que supone que todas las opiniones valen lo mismo; la defensa de Menzies consiste en decir que el 90% de los correos electrónicos que recibe a través de su muy visitada página web son favorables: «el público está de mi lado, y lo que cuenta es la gente.»{14} Tiene que ver también con el modo de presentar las «pruebas» frente a toda la historiografía previa, un modo que hace que el lector sienta que «está en el secreto», que con poco esfuerzo su sabiduría gnóstica se eleva frente a siglos de historiografía pretendidamente sesgada, anti-china. Este público, además, se ve abrumado por la colección de datos y carece de elementos críticos con que combatirlos. Dice el historiador Felipe Fernández-Armesto:

«Lo preocupante [de 1421] es que demuestra la falta de juicio crítico de cientos de miles, o incluso millones, de lectores… Damos demasiada importancia a la información, de suerte que si alguien produce un libro inmenso repleto de datos, incluso si son falsos, la gente quedará impresionada. Deberíamos valorar más las herramientas críticas que la cantidad de información.»{15}

Esta «crítica» se puede llevar a cabo desde diferentes perspectivas, no siempre compatibles entre sí: oceanográficas, históricas, filosóficas (a su vez: espiritualistas o materialistas), &c. Aquí se han apuntado algunas de ellas, pero seguramente sea útil concluir recalcando que, desde el punto de vista de la filosofía de la historia, el éxito de este cuidado timo editorial se debe sin duda a su capacidad de engranar con la basura historiográfica conocida como «leyenda negra» anti-española, cuya forma ficticia que imagina al imperio español como encarnación de la barbarie hace incomprensibles los fenómenos históricos envueltos en el relato de su expansión por el globo terráqueo, que precisó de un estado de avance técnico y científico incompatible con esa forma ficticia.

Notas

{1} Gavin Menzies, 1421. El año que China descubrió el mundo (Grupo Editorial Mondadori, Barcelona 2003; traducción de Francisco J. Ramos Mena). El grupo Mondadori lo ha publicado también en su editorial DeBolsillo, que lleva del orden de 10 ediciones y, en la América hispana, en su editorial Grijalbo, añadiendo en el título el aclaratorio «nuevo» antes de «mundo».

{2} Ver la transcripción de las entrevistas de Quentin McDermott «Junk History», en su programa «Four Corners» dedicado a 1421 en la televisión australiana ABC TV, 31 de julio de 2006, http://www.abc.net.au/4corners/content/2006/s1702333.htm

{3} Sobre el concepto de Historia Universal y su conexión con la idea de imperio, Gustavo Bueno, España frente a Europa (Editorial Alba, Barcelona 1999).

{4} Gustavo Bueno, «La teoría de la esfera y el descubrimiento de América», El Basilisco, 2ª época, 1:3-32 (1989). Lino Camprubí, «Viaje alrededor del Imperio: rutas oceánicas, la esfera y los orígenes atlánticos de la revolución científica», El Catoblepas, 95:1 (enero 2010).

{5} Robert Finlay, «How Not to (Re)Write World History: Gavin Menzies and the Chinese Discovery of America», Journal of World History 15,2.

{6} Estos engaños y algunos otros aparecen ricamente documentados y desmontados mediante varios artículos de especialistas disponibles en la web «The ‘1421’ mythexposed» (www.1421exposed.com).

{7} Gustavo Bueno, «Reliquias y relatos: construcción del concepto de «historia fenoménica», El Basilisco, 1:5-16 (1978).

{8} Hay una crítica a este método escrita desde perspectivas popperianas, Avan Judd Stallard, «Better than The Da Vinci Code: The Theological Edifice that is Gavin Menzies’1421», History Australia 5 (3):77.1-77.12.

{9} Geoff Wade, «The ‘Liu/Menzies’ World Map: A Critique», e-Perimetron, 2, 4 (2007): 273-280.

{10} Por ejemplo, el programa de televisión antes citado dirigido por Quentin McDermott.

{11} Pedro Insua, «Sobre el concepto de basura historiográfica (diferencias gnoseológicas entre historia, leyenda y ficción)», El Basilisco, 33:31-40 (septiembre 2003).

{12} Commonwealth of Australia, joint meeting 14, 24 octubre 2003: 21697.

{13} Como el producido por Phoenix Televisión, basada en Hong-Kong y en parte propiedad de Robert Murdoch.

{14} De nuevo, ver el programa «Junk History» de Quentin McDermott.

{15} Felipe Fernández-Armesto, Times Higher Education Supplement, 4 agosto de 2006: 13.

 

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