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El Catoblepas, número 141, noviembre 2013
  El Catoblepasnúmero 141 • noviembre 2013 • página 11
Cine

Jobs (tareas)

Sigfrido Samet Letichevsky

Es hora de abandonar antiguos prejuicios y teorías que alguna vez fueron plausibles (no ciertas) y comprender la importancia crucial de la empresa y de la «empresarialidad».

Cartel de la película Jobs

Sugerente, pero no del todo lograda

La película «Jobs» se estrenó en Madrid el 20-9-2013. No he visto ningún comentario hasta una semana después... Metrópolis (suplemento semanal de El Mundo, dice que «quienes no están familiarizados con la figura de Steve Jobs, fundador y alma mater del gigante informático Apple, seguirán sin saber mucho acerca de él. (…) No acaba de quedar muy claro si era un genio irrepetible o un ambicioso sin escrúpulos.» Y, en consecuencia, asignaron a la película una sola estrella.

¿Por qué esa alternativa? Steve Jobs pudo haber sido ambas cosas a la vez. La película dice que fue un genio (y comparando los resultados de Apple sin su presencia y con ella, parece haber sido así), pero no lo muestra.

En un reportaje (en el programa del cine) dice el director (Joshua Michael Stern): «me centré en contar la historia de un hombre que hizo una cosa asombrosa e inspiradora.» Y a una pregunta responde: «pasó a cambiar la manera en que todos nos manejamos a diario...» Lo dice, pero no lo muestra, al igual que la película. Wittgenstein escribió: «Lo que se puede mostrar no puede decirse.»{1} Ni la película ni los comentarios lo muestran, por eso pueden decirlo.

Empresarialidad

No está claro para mi si Jobs era un buen técnico, si era él mismo capaz de planificar los desarrollos de productos concretos y construir un modelo. Pero lo que parece evidente por el gigantesco impulso que fue capaz de imprimir a Apple, es que tenía en grado sumo esa característica que Israel Kirzner{2} llama «empresarialidad». Dice Kirzner en pg.49: «califico a ese elemento de perspicacia hacia posibles fines nuevos y provechosos y hacia posibles nuevos recursos disponibles –que, como hemos visto, está ausente de la noción de economicidad, pero muy presente en la acción humana– como el elemento empresarial en la toma de decisión humana.» Luego, en pg.70: «Dado que desde el punto de vista de Gordon el control de la empresa lo ejercitan los gerentes y no los accionistas, son los primeros los verdaderos empresarios, y no los últimos.» Y en pg.71: «Para nosotros la cuestión crucial consiste en saber cuál es la persona cuya visión y descubrimiento de las oportunidades hasta ahora inadvertidas es responsable de las decisiones efectivas de la empresa colectiva.» Leemos en pg.83: «la empresarialidad, tal y como yo la he desarrollado, constituye de hecho el elemento crucial del proceso de mercado.» Luego en pg.107: «afirmo que la empresarialidad y la competitividad son dos caras de la misma moneda: que la actividad empresarial es siempre competitiva y que la actividad competitiva es siempre empresarial».

Finalmente, en pg.291: «La teoría de la creatividad empresarial se concibe así como un conjunto de ideas que es capaz de inspirar el desarrollo de nuevos programas y líneas de investigación, más que como un cuerpo cerrado que se haya convertido en una ortodoxia definitiva.»

Resulta evidente que la «empresarialidad» es una condición imprescindible para el desarrollo de la empresa, y que engloba entusiasmo, tenacidad, inteligencia, creatividad y feeling del mercado.

En 1977, la revista inglesa International Management{3}, publicó una carta que finalizaba así: «Surveying profesional performance in industry leads to the conclusión that almost always success or failure can be related to personality traits, and not to the amount of knowledge.» El tema era el reclutamiento de profesionales, pero la «empresarialidad» es condición sine qua non para el desempeño fructífero de cualquier actividad (y muy especialmente en la docencia y en la política).

Funciones no previstas de los precios

Cuando la empresa se dedica a fabricar y/o vender productos ya existentes, tiene una importante guía para decidir en qué invertir, en los precios del mercado.

Aunque se vienen utilizando desde hace mucho tiempo, fue Hayek{4} quien en 1945 explicó su función de índices para la inversión y de coordinadores de la división del trabajo, logrando la mejor asignación de recursos en beneficio de la humanidad. En sus propias palabras (Pg.5): «The peculiar character of the problem of a rational economic order is determined precisely by the fact that the knowledge of the circumstances of which we must make use never exists in concentrated or integrated form but solely as dispersed bits of incomplete and frequently contradictory knowledge which all the separate individuals posses». Leemos en Pg.13: «Fundamentally in a system in which the knowledge of the relevant facts is dispersed among many people, prices can act to coordinate the separate actions of different people in the same way as subjective values help the individual to coordinate the parts of his plan (…) The mere fact that there is one price for any commodity (…) brings about the solution which (it is just conceptually possible) might have been arrived at by one single mind possessing all the information which is in fact dispersed among all the people involved in the process». pg.14: «I am convinced that if it were the result of deliberate human design and ,if the people guided by the price changes understood that their decisions have significance far beyond their immediate aim, this mechanism would have been acclaimed as one of the greatest triumphs of the human mind. Its misfortune is the double one that it is not the product of human design and that people guided by it usually do not know why they are made to do what they do. But those who clamor for «conscious direction» –and who cannot believe that anything which has evolved without design (and even without our understanding it) should solve problems which we should not be able to solve consciously- should remember this: The problem is precisely how to extend the span of our utilization of resources beyond the span of the control of any one mind; and therefore, how to dispense with the need of conscious control, and how to provide inducements which will make the individuals do the desirable things without anyone having to tell them what to do.»

¿Alianza progresista-empresarial?

Fernando Flórez, que fue Ministro de Economía de Chile con Salvador Allende, publicó en 1988 un magnífico artículo («Progresistas y emprendedores», Ref.5). Permítaseme citarlo largamente: «(…) en el fondo vemos al empresario moviéndose en una trocha angosta, imbuido del ethos del capitalismo con las imágenes que ello comporta: ganar dinero, vivir del trabajo ajeno, etc.»

«El emprendedor (…) es una especie de productor de cine; alguien que, sin mucho capital, busca la oportunidad de realizar una obra. Para lograrlo convoca a otras personas: inversores, directores, artistas, técnicos… Supervisa el guión y mantiene la mirada puesta en el público, al que quiere interesar y gustar, al tiempo que gozar él mismo con lo que hace. (…) El emprendedor del que hablo es un innovador cultural –como lo puede ser el artista o el líder político– capaz de poner en movimiento nuevas pautas culturales y crear mutaciones, porque en sus actitudes está presente la preocupación por el modo de vida de la comunidad. (…) {Henry Ford} Creó masivamente coches baratos y duraderos, a unos precios que pudieran pagar sus propios trabajadores, a los que mejoró sus retribuciones. Con ello alteró nuestras vidas en esferas totalmente alejadas de su idea original».

No es que Ford fuera muy bondadoso. Su objetivo era ganar dinero, y lo logró inventando la cadena de montaje, que disminuía drásticamente los costos y le permitía desplazar a sus competidores. Y también le permitía aumentar salarios –un trabajador bien pagado trabaja mejor– y hasta sus trabajadores fueron parte de sus clientes. Pero sigamos escuchando a Flórez: «El verdadero emprendedor está más cerca de lo que se supone del político de izquierdas que busca cambiar la realidad para mejorar la situación de los seres humanos, o de los creadores culturales que llaman la atención sobre las desigualdades o la opresión. Como ninguno de ellos trabaja en contra, sino a favor del cambio histórico, se convierten en sus agentes aceleradores. Es difícil no admirar sus esfuerzos cuando advertimos su capacidad para crear nuevas pautas culturales, nuevos modelos de ver o hacer las cosas.»

«Dirección consciente»

Esta idea de la afinidad natural de la izquierda con los empresarios, tal vez suene a algunos como una «similitud» mencionada por Ortega y Gasset: «Los caballos y las ostras se parecen en que no se suben a los árboles.»{6} Quisiera matizar lo dicho por Flórez: Los izquierdistas honestos, quieren sinceramente mejorar la vida de todos los seres humanos. Pero son, como dijo Hayek: «aquellos que claman por dirección consciente» y que no pueden creer que cualquier cosa que haya surgido sin diseño (y aún sin nosotros entenderlo) pudiera resolver problemas que no seríamos capaces de resolver conscientemente.

Todos los cambios radicales efectuados conscientemente (siguiendo a ideólogos), para traer el paraíso a la tierra, en la realidad trajeron el infierno.

Los izquierdistas quieren pero no pueden. Los empresarios no quieren (es decir: no es su propósito). Pero lo hacen. Mike Moore, director general de la OMC, escribió: «El nivel de vida tanto de los países desarrollados como en vías de desarrollo se ha triplicado, lo que ha sacado a millones de personas de la pobreza.»{7}

El objetivo del empresario es ganar dinero; para hacerlo tienen que ofrecer lo que la gente quiere, al menor precio posible y con la mayor calidad posible; esto es imprescindible para resistir a los competidores. Por eso se dice que el egoísmo individual, paradójicamente, favorece a todos. Pero muchos de los multimillonarios más ricos del mundo tienen además buen corazón y devuelven a la sociedad gran parte de lo que han ganado. Por ejemplo{8}: «El financiero Soros donará 500 millones de dólares para ayudar en el reciclaje del Ejército ruso para usos civiles.»{9}: «El primer filántropo del mundo». El artículo describe las numerosas actividades de Bill Gates y su esposa Melinda.

La Fundación Gates tiene un presupuesto de 25.000 millones de dólares. Al parecer es muy eficaz; otro multimillonario, Warren Buffet, en lugar de crear una Fundación propia, entregó a Bill Gates buena parte de su fortuna, confiando en su buena administración.

También vale la pena mencionar que, cuando el Gobierno norteamericano propuso suprimir el impuesto a la herencia, casi todos los multimillonarios se opusieron firmemente, alegando que sería un perjuicio para los ciudadanos más necesitados. Finalmente leemos en ABC que «Inditex aporta 10 millones de euros para educación en África y América.»{10} Y recordemos que hace poco tiempo, Diego Cañamero, portavoz del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Juan Manuel Sánchez Gordillo, Alcalde de Marinaleda, robaron en varios supermercados, carritos llenos de mercancías, con el pretexto de «entregarlo a los pobres». Sabemos que por lo menos uno de esos supermercados, Mercadona, dona 43.000 kg cada año a Cáritas, para sus comedores para pobres.

Pero continuemos leyendo a F. Flórez: «Es curioso que si los progresistas han cultivado las relaciones con el mundo de la cultura, nunca se hayan acercado a los emprendedores, salvo en contadísimas excepciones, como en Italia del norte. La izquierda, ocupada en regular y controlar ad limitem el mercado (el ámbito en que se mueven los emprendedores), con indiferencia, y a veces con hostilidad, arroja a los empresarios en brazos de la derecha. Esta falta de reconocimiento tiene sus consecuencias». Y más adelante: «Sería conveniente que los socialdemócratas reconocieran, apreciaran y cultivaran a estos agentes del cambio, porque de la transformación del capital que ellos están produciendo podría derivarse una redistribución de acceso al capital .Los expertos empiezan a ver aquí una nueva especie de capital: el capital intelectual. Es apenas la punta del iceberg. (…) Pero la historia nos abre otra posibilidad en la hora presente: entregar a millones de ciudadanos un poder que les permita desarrollarse en la medida de sus posibilidades. Concederles una autonomía que hasta ahora sólo estaba al alcance de los muy ricos o con mucho talento. No es el tipo de autonomía para asegurar las necesidades básicas. Consiste en dar libertad para hacerse a sí mismos, para explorar la propia capacidad de hacerse cargo de una necesidad social y establecer una empresa. Está aumentando el número de personas que disfrutan con esa autonomía empresarial.»

Sin paranoia, reconocer al auténtico agente del cambio

Estamos ya en la Sociedad del Conocimiento. Este es el verdadero (y escaso) capital. Es hora de abandonar teorías paranoides (cuya falsedad han demostrado los hechos) y reconocer que el emprendedor –sobre todo cuando tiene un alto grado de «empresarialidad»– es el auténtico agente del cambio y crecimiento social (junto a los científicos y técnicos, cuyos avances utiliza y por ello estimula).

Notas

{1} L. Wittgenstein, Tractaus Logico-Philosophicus, Alianza Universidad, 1973

{2} Israel M. Kirzner, Competencia y Empresarialidad, Unión Editorial, 1998.

{3} Sigfrido Samet, Carta en el International Management (Inglaterra), Noviembre 1977.

{4} Friedrich von Hayek. The use of knowledge in Society, 1945, The Online Library of Liberty Collection.

{5} Fernando Flórez, «Progresistas y emprendedores», El País, 19-1-1998.

{6} José Ortega y Gasset. La deshumanización del arte, p.272. Planeta De Agostini, S.A. (2010).

{7} Mike Moore. «El comercio como generador de crecimiento y riqueza», El País, 9–12–2000.

{8} «El financiero Soros…» «El País», 21–10–1997.

{9} «El primer filántropo del mundo». «El País», 2–10–2003.

{10} «Inditex aporta…» «ABC»,27–9–2013

 

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