Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
Mucho se ha escrito sobre el reinado de los Reyes Católicos y una de sus medidas claves: la expulsión de los judíos de España. La obra de Joseph Pérez nos enseña ejemplarmente –apoyándose en estadísticas de la época y, sobre todo, en los testimonios de Yitzhak Baer y de Luis Suárez Fernández– cómo era la realidad de los judíos en la España medieval y cuáles fueron las verdaderas razones de la tan controvertida medida.
Frente a lo que hoy día suele pensarse de ella, la decisión fue verdaderamente celebrada, no ya en Castilla y Aragón, sino en Europa. Ejemplo de ello fue la felicitación de la universidad de París por el acto de buen gobierno.{1} Como veremos, se trata de una cuestión bien compleja, a saber, el nacimiento del Estado moderno. De ahí que, de acuerdo con el autor, no sea adecuado hablar de intolerancia en la España de 1492 –como suelen hacer los intoxicados por la leyenda negra– sino de la vuelta a una nación como las demás en la cristiandad europea.{2}
Uno de los mitos más extendidos y que más urge demoler sobre la cuestión es el que nos presenta una población judía como el motor de la economía, del capitalismo y del progreso.{3} Mito que a su vez supone otro: el de la incapacidad de los cristianos para esos mismos asuntos. La consecuencia es que su expulsión habría traído la inevitable la ruina de España. De acuerdo con el autor, ninguna información de la época da pie a sostener semejante tesis. Y es que este prejuicio está sujeto –una vez más– por el mito de la predilección de los judíos por los oficios relacionados con la economía (especialmente con la recaudación de impuestos). Lejos de lo que muchos estamos acostumbrados a escuchar, los judíos nada tenían de homogéneo entre sí, salvo su religión. Ser judío no era sinónimo de prosperidad económica (sin perjuicio de que algunos lo fueran). Había judíos ricos y pobres, no siendo la riqueza la divisa de su comunidad.
Otra de las claves para comprender la situación de los judíos en España es su condición de minoría religiosa, que no étnica. Frente a la falsa creencia de la figura del judío como alguien excluido de ciertos ámbitos de la ciudad, Joseph Pérez defiende que, en la España medieval, los matrimonios mixtos eran bien comunes, no habiendo más diferencias con respecto a la población cristiana que sus creencias (y con ellas, sus celebraciones). No había segregación.
Entonces, ¿cuándo y por qué comenzó la hostilidad? Las persecuciones de los sefardíes comenzaron en época visigótica: el punto de inflexión fue la conversión de Recaredo al catolicismo (año 589). Fue en ese momento cuando se puso en marcha la política discriminatoria (se trataba de una prohibición de tener esclavos cristianos, privación de cargos públicos, etc.) Hasta ese momento, los judíos no vivían en zonas separadas de los cristianos, ni tampoco tenían especial predilección por ciertos oficios: en los primeros siglos de la Edad Media, ocuparon la misma variedad de oficios que los cristianos.{4}
De modo que quedando descartada la tesis de la codicia cristiana como motivador del odio contra los judíos (por no ser cierto su supuesto poderío económico), nos queda, como hemos señalado, la cuestión religiosa, único y verdadero denominador común de la población judía. Y es que tanto la Iglesia como el rey se vieron beneficiados por la política antijudía:{5} por su proselitismo la primera; por la posibilidad de que la disidencia religiosa deviniera política el segundo. A raíz de estas medidas y con el paso de los siglos, las políticas para con los judíos son ya más agresivas, siempre con vistas a evitar la difusión de sus creencias entre la población cristiana. La clave es dejar bien claro que hasta finales del siglo XIII, los judíos tienen total libertad para fijar residencia (si bien solían elegir agruparse en aljamas).{6} Las aljamas, por su parte, tenían potestad para administrar justicia, recaudar impuestos y regular la vida religiosa de los judíos.
La crisis del siglo XIV supuso un cambio a peor para los judíos: la victoria de Enrique de Trastámara sobre su hermano Pedro I fue decisiva. El futuro rey Enrique II jugó hábilmente la carta del favor que existía para con los judíos, acción que, junto con la crisis que vivía Castilla, contribuyeron a satanizarlos. La propaganda del Trastámara se ocupó de estereotipar a los judíos de las aljamas como gentes muy pudientes, acentuando así el odio hacia ellos y de algún modo, vinculándolos con las calamidades que toda Castilla estaba atravesando. Las presiones a las que estaban sometidos culminaron en un gran número de conversiones entre 1391 y 1415. En este intervalo, nace una nueva categoría religiosa en España: la de los conversos.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaban los judíos que decidieron convertirse fue sin duda el de las sospechas de su falta de honestidad para con su nueva fe cristiana, sin duda alentada en muchos casos por la envidia e indignación que producían sus nuevos privilegios. Y es que la conversión al cristianismo ponía fin a la imposibilidad de acceder a determinados oficios y cargos públicos. Dada la cantidad de judíos conversos que habían ingresado en el clero y en concejos municipales,{7} los llamados cristianos viejos eran presa de la envidia y la indignación (sentimientos que se acentuaban en momentos económicamente difíciles). Si bien es cierto que el criptojudaísmo llegó a darse en España, no es menos cierto que fue a nivel residual y que las acusaciones de no profesar verdaderamente la nueva fe solían estar motivadas por cuestiones personales.
Lejos de poner fin al calvario, los conversos siguieron siendo en muchos casos contemplados como enemigos por no haberse convertido verdaderamente. ¿Tenían fundamento las acusaciones de los cristianos? Joseph Pérez señala acertadamente que la mayoría de los casos lo fueron, siendo el mantenimiento de ciertas costumbres (costumbres a la hora de cocinar, por ejemplo) lo que servía de fuente de acusaciones de falsas conversiones.{8} Fue el extremismo religioso el que condujo a confundir costumbres con creencias, interpretando equivocadamente que ciertos hábitos –a la hora de alimentarse, por ejemplo– enmascaraban prácticas relacionadas con las creencias de sus antepasados.{9}
En lo que respecta al reinado de los Reyes Católicos, que suelen ser presentados como los grandes enemigos de los judíos debido al famoso edicto de expulsión, Joseph Pérez pone en evidencia el fraude historiográfico del que –para variar– vienen siendo víctimas. Y es que, los primeros años de su reinado se caracterizaron por una misma política: amparo y protección a los judíos contra toda clase de desmanes, atropellos y vejaciones.{10} Para comprender lo que sucedió en dicho reinado, se debe tener en cuenta el panorama que tuvieron que afrontar cuando ceñían la corona, a saber, una convivencia conflictiva entre cristiano, judíos y judíos conversos. Y es que la tan celebrada tolerancia de la España previa al reinado de los Reyes Católicos suele estar mal entendida. En efecto, las minorías (tanto las judías, como las mozárabes y las mudéjares) eran toleradas, pero basadas en estrictas necesidades económicas. La existencia de criptojudaísmo, de conversiones no sinceras, no era únicamente una cuestión religiosa. Tiene razón el autor cuando señala que la religión era, para la sociedad cristiana de la Edad Media, un asunto social: un individuo que desentonase en materia de creencias no sólo pecaba, sino que constituía un peligro para la cohesión social (cohesión en la que se funda la propia fe cristiana). De ahí que Joseph Pérez escriba que al falso converso se le castiga, no como pecador, sino como «alborotador de la república», enemigo público.{11}
Por tanto, se trataba esencialmente de una cuestión de orden público.{12} Desde esta perspectiva, se comprenden mejor las medidas que los Reyes Católicos tomaron en el año 1480: la segregación de los judíos (recordemos que, si bien se daba de forma espontánea, ahora pasa a tener carácter obligatorio) y la creación de la Inquisición, como castigo para judaizantes. Los judíos eran una microsociedad conviviendo con población cristiana. Y he ahí la clave para comprender su expulsión. En el proyecto de los Reyes Católicos de forjar un Estado moderno no parecía tener cabida una minoría regida por reglas propias. Dice el autor –sin dejar de defender que la medida fue una auténtica tragedia (tal y como reza el título de la obra)–, que, en ese momento, el Estado podía prescindir de los judíos.{13}
Claro que del hecho de poder prescindir, no se sigue necesariamente que tuvieran que hacerlo. ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a los Reyes Católicos a tomar la determinación drástica de expulsarlos? Es otro error interpretar la situación en clave de lucha de clases, o como una variante de ella.{14} Defender tales tesis responde más bien a segundas intenciones, queriendo legitimar ciertas ideologías.{15} Tampoco es razonable pensar que el rey Fernando –tal y como defendió Américo Castro– pretendiera congraciarse con la población, mayoritariamente cristiana, dándoles la satisfacción de ver como los judíos eran expulsados. Como ya hemos adelantado, Joseph Pérez descarta el argumento simplista de la voluntad de apropiación de las fortunas judías, movidas por la codicia económica.{16} La clave estaba en el proyecto ideológico de cómo debía ser el Estado moderno, asunto que a su vez, está íntimamente entrelazado en la época con el cuidado extremo por las creencias religiosas{17}. Si bien la medida tomada en 1492 pudo lastimar a la economía de las Coronas, no supuso en absoluto la ruina de ellas (ni mucho menos condenó a España a la decadencia). De hecho, el autor pone este hecho histórico como ejemplo de cómo en ocasiones los Estados no siempre están guiados por motivos económicos.{18}
Asimismo, la toma de Granada fue clave en la forja del edicto de expulsión. De acuerdo con el autor, no es casualidad que se firmase tan sólo tres meses después de la expulsión de Boabdil. El final de reino nazarí de Granada cerraba el proceso iniciado hacía siglos por el rey Pelayo y con ello, deja de tener sentido la tolerancia que la mayoría cristiana practicó durante siglos. España se convierte en una nación cristiana más, como todas las que existen en Europa.{19}
Notas
{1} Pérez, J. Historia de una tragedia. La expulsión de los judíos de España. Ed. Austral. 2013. Pág. 135.
{2} Ibíd. Pág. 137.
{3} Ibíd. Pág. 83.
{4} Ibíd. Pág. 24.
{5} Conviene señalar la diferencia entre cultura judía y cultura de los judíos. Como bien señala el autor, figuras como Marx o Einstein no constituyen cultura judía.
{6} Ibíd. Pág. 28.
{7} Ibíd. Pág. 88.
{8} Ibíd. Pág. 67.
{9} Ibíd. Pág. 93.
{10} Ibíd. Pág. 77.
{11} Ibíd. Pág. 89.
{12} Ibíd. Pág. 96.
{13} Ibíd. Pág. 83.
{14} Ibíd. Pág. 122.
{15} Ibíd. Pág. 124.
{16} Ibíd. Pág. 117.
{17} Ibíd. Pág. 126.
{18} Ibíd. Pág. 119.
{19} Ibíd. Pág. 131.