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El Catoblepas, número 145, febrero 2014
  El Catoblepasnúmero 145 • marzo 2014 • página 9
Artículos

La sinología espontánea de los políticos

Iker Izquierdo

Las relaciones entre las «dos chinas» a traves de los puntos de vista de los políticos.

Taiwan en el mundo

Hablar de China se ha convertido en una moda, si queremos, espoleada por la realidad efectiva del ascenso de este país a candidato a sustituir a los EEUU como única superpotencia mundial. En este sentido, son muchos los que se animan a hablar del gigante asiático como si lo conocieran de toda la vida. En España es una actitud de la que ya se tiene una cierta experiencia, al fin y al cabo sucedió el milagro de que a finales de los 70 surgieron antifranquistas hasta de debajo de las piedras. Análogamente, se puede decir que el ascenso de China y su presencia en la realidad española ha hecho salir a ese sinólogo de toda la vida de debajo de las mismas piedras que incubaron a tantos antifranquistas.

Y la analogía no es vana, pues puede ser efectivamente comprobada en las páginas del diario El País, ese periódico de curiosa ideología, por medio de un artículo publicado el 27 de febrero «Las dos Chinas» en El País{1} por el diplomático y eurodiputado socialista Emilio Menéndez del Valle, el cual, al calor de la multitud de noticias aparecidas como consecuencia de la visita a China del presidente del Consejo para los Asuntos de China Continental, dependiente del Yuan Ejecutivo de la República de China (Taiwán), se atrevió con un análisis comparado entre «las dos Chinas», y además, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, destiló unas gotas de su antifranquismo retrospectivo.

El análisis de Menéndez del Valle se inscribe en el marco general de la dialéctica política mundial actualmente imperante, que no es otra que la de las democracias contra el eje del mal (léase anti-demócratas y anti-derechos humanos), y que ha sustituido a la dialéctica propia de la Guerra Fría, comunismo-anticomunismo, sobre todo después de la caída de la Unión Soviética, pero de manera más acusada tras el atentado contra las Torres Gemelas.

Las dos Chinas, la demócrata (Taiwán) y la autócrata (China), la defensora de los derechos humanos y la violadora de los derechos humanos, la que alberga un fuerte movimiento abolicionista de la pena de muerte, la que aboga por los derechos de los homosexuales, la de la libertad religiosa y de prensa y la que mete a sus políticos corruptos en la cárcel; y la que ejecuta a más de mil presos al año, la que no respeta a los homosexuales, la que prohíbe la libertad de cultos y de prensa, y la que tiene a los políticos corruptos amarrados al poder.

Esta manera dicotómica de analizar el mundo por parte del eurodiputado socialista, es muy propia de lo que Gustavo Bueno ha analizado en «El mito de la Derecha»: la luz frente a las tinieblas, el progreso frente a la caverna, el futuro frente al pasado. Este modo de filosofar, más bien propio de un niño de ocho años que ve demasiadas películas de superhéroes, es no obstante el que informa actualmente a la mayoría de la clase política y de la «inteligentsia» española (y también de otras partes del mundo).

Frente a este modo de analizar el presente en marcha, el materialismo filosófico hace gala de un pluralismo radical y un realismo político que es desde el cual presentaré las objeciones a la visión de Menéndez del Valle, que además está muy extendida en prácticamente todo el mundo.

El Materialismo Filosófico, dicho muy a grandes rasgos, declara la naturaleza plural de la realidad, la de un planeta habitado por diferentes comunidades de seres humanos agrupadas en torno a naciones políticas, lenguas y culturas, con instituciones diferentes y enfrentadas entre sí, incluso a muerte. El término esencial del campo de lo político es el Estado, y concretamente, la eutaxia, es decir el buen orden, duración y reproducción de un estado a lo largo del tiempo. De ahí que el estado sea nuestro parámetro principal, y no ninguna especie fuerza mística o espíritu absoluto que hace avanzar a los pueblos hacia la democracia, el fin de la historia, y que los pueblos que la han alcanzado han de ayudar, por generosidad se supone, al resto de pueblos que aún no la han alcanzado o que incluso se oponen a ella.

Por el contrario, desde el Materialismo Filosófico constatamos la dialéctica de estados como motor de la historia; la lucha por la supervivencia en un supuesto estado de naturaleza tal como el que cogitó Hobbes para los hombres, sería más o menos aplicable a la lucha de estados. En este sentido, el choque entre plataformas imperiales, como únicas que pueden realmente dirigir a la «Humanidad» desde sus presupuestos, y la guerra como instrumento propio del estado para llevar adelante esos presupuestos o para resistirlos, son los dos factores principales de esta dialéctica de estados.

Así, podemos analizar las relaciones en el Estrecho de Formosa como un remanente de la Guerra Fría que enfrentó al bloque comunista con el bloque capitalista y que ahora se ha transmutado en un enfrentamiento entre la plataforma anglosajona liderada por EEUU (el imperio realmente existente) y la plataforma China, heredera del Celeste Imperio y aspirante a suceder a EEUU como centro del mundo, pero esta vez no como centro irradiador de democracia (caso de Washington) sino como sumidero que atrae centrípetamente recursos e ideas. E inmediatamente junto a ese centro, en los límites del Imperio, se halla la isla de Taiwán, cuya historia es motivo actual de controversia en el país, en el que, al igual que en España, se juega peligrosamente con las ideas de memoria histórica, autodeterminación, etc.

Menéndez del Valle comienza su artículo comparando la historia reciente de Taiwán con la de España. Ambas viven hoy en democracia después de cuarenta años de dictadura. Un régimen autocrático que prohibía la disidencia política y las libertades personales, que reprimía violentamente cualquier disidencia y que se constituía en una rígida estructura de partido único. En definitiva, una dictadura que habría reprimido una ola de ansiadas libertades que pudieron por fin ser expresadas con la muerte de los dictadores respectivos. Menéndez del Valle tiene que especificar (si no, se muere) que Chiang Kai-shek era un buen amigo de «Francisco Franco Bahamonde», y lo escribe así, como con retintín, como si todo el mundo no conociera a Franco, precisamente como «Franco».

Lo que no dice Menéndez del Valle es que tanto el régimen de Franco como el de Chiang Kai-shek, muy al contrario de lo que dice su análisis, desplegaron efectivamente las fuerzas productivas del país, convirtiéndose España en la 10ª potencia mundial a mediados de los 70, y Taiwán en uno de los cuatro dragones asiáticos a mediados de los 80, en esos momentos bajo Chiang Ching-Kuo, hijo de Chiang Kai-shek y su heredero político. Desde un punto de vista estrictamente marxista, las épocas de Franco y Chiang coincidirían con el periodo de acumulación capitalista que acentúa la división de clase y las contradicciones del capitalismo para dar paso a la revolución y a la sociedad comunista. Irónicamente, podría ser aplicado también a la época de Deng Xiaoping, en una especie de vuelta atrás desde la revolución a la época de acumulación capitalista para llegar de nuevo al socialismo de características chinas.

Pero como desde que Felipe González se hizo con las riendas del PSOE en los años 70 los socialistas ya no leen a Marx sino que nombran avenidas con el título de Avenida de la Ilustración y Víctor Manuel y Ana Belén cantan a Carlos III y la Puerta de Alcalá, es muy probable que a ninguno de ellos se le ocurra este análisis. Y lo cierto es que, el mercado pletórico creado por los regímenes de Franco y Chiang es la base principal para las democracias homologadas que se instalan en 1978 y 1987 respectivamente, y ambas bien vigiladas por los EEUU de Norteamérica, cuyos servicios secretos culturales han venido haciendo el trabajo en la sombra de ideologizar convenientemente a los que serían los posteriores dirigentes del país.

Menéndez del Valle pasa a comparar entonces la trayectoria de Taiwán, modélica en su transición democrática, a la de China, que tendría muchos «déficits democráticos». En términos de la China actual, le faltaría acometer la «quinta modernización». Menéndez del Valle compara a Chiang y Mao como dos caras de la misma moneda, ambos serían los «grandes indoctrinadores» (como si él mismo no «indoctrinara» en su artículo ) que habrían aplastado al pueblo, siendo la diferencia actual que los chinos siguen aplastando la libertad del pueblo y los taiwaneses la cuidan.

No obstante, el insigne eurodiputado y columnista, ve con buenos ojos la reciente visita de Wang Yu-chi a China, que supone la primera reunión de funcionarios de alto nivel de ambos lados del Estrecho desde la separación en 1949. Esta reunión probaría los resultados siempre positivos del diálogo frente a la fuerza. La fuerza bruta sería propia de China, mientras que el poder blando (el soft-power) sería propio de Taiwán.

Como podemos ver, Menéndez del Valle hace acopio de una serie de valores positivos y los asocia acríticamente a la democracia, haciendo lo contrario con China. Esta última es la que tiene varios cientos de misiles en la costa de Fujian apuntando hacia Taiwán, mientras que la isla pregona la democracia en el mundo y a sí misma como ejemplo de que la democracia es universal porque ha podido prender con fuerza en una sociedad mayoritariamente confuciana (aunque eso es más que discutible), y es amante de la paz y el diálogo. Sin embargo, olvida o desconoce la profunda reorganización del ejército llevada a cabo por el actual presidente Ma Ying-jeou, el mismo que inició la era de relaciones amistosas con China, y la compra masiva de cazas de combate y misiles tierra aire a EEUU.

Allá donde encuentra alguna dificultad, como en el hecho de que Taiwán haga uso habitual de la pena de muerte, Del Valle agrega inmediatamente que, no obstante, «existe un fuerte movimiento abolicionista». Lo que no dice, por que no le interesa o porque no lo sabe, es que más de un 80% de la población taiwanesa aprueba el uso de la pena de muerte para criminales horrendos.

También dice Del Valle que el encarcelamiento de un presidente por corrupción es un hecho imposible de ocurrir en China (y debería haber añadido que tampoco puede ocurrir en su querida democracia española, pero de eso ¡ay! también se olvida). Del Valle se refiere al expresidente Chen Shui-bian, que lo fuera entre 2000 y 2008, acusado, él y miembros de su familia, de abuso de poder para enriquecimiento ilícito. Lo que no dice tampoco Del Valle es que muchos políticos locales son juzgados y encarcelados en China por corrupción, e incluso algún ministro ha sido convenientemente «neutralizado» por delitos económicos contra la población.

Probablemente, la única cosa con cierto fundamento que señala Menéndez del Valle en su artículo sea el hecho de que los taiwaneses, en su gran mayoría no desean ni la unificación ni la independencia, sino el mantenimiento del actual y especialísimo statu quo de la isla. En todo lo demás, podemos decir que las ideas destiladas por el eurodiputado giran en torno a la dialéctica democracia-antidemocracia (luz-tinieblas) y que por su carácter simplista y oscurantista es incapaz de dar cuenta de los fenómenos.

¿Cómo explicar desde esta perspectiva que la China represiva sea una de las mayores productoras de tesis doctorales del mundo? ¿Cómo explicar desde esta perspectiva que la economía de la China represiva siga creciendo en torno al 8% y la de Taiwán esté luchando cada año por no bajar del 2%? ¿Cómo explicar desde esta perspectiva que muchos licenciados taiwaneses prefieran encontrar trabajo en China (las tinieblas antidemócratas) antes que quedarse a calentar las listas del paro en Taiwán? ¿Cómo explicar que los chinos estén tan perfectamente informados de todo lo que pasa en el mundo si su gobierno coharta sus libertades? ¿Cómo es posible que todos los disidentes chinos famosos tuiteen libremente todos los días diatribas contra el Partido Comunista si están brutalmente controlados e internet vigilado por la Gran Muralla digital?

Simplemente, no es posible dar cuenta de todo esto y mucho más, porque tan burda ideología no sirve ni para pedir una hamburguesa en el MacDonalds. No sirve porque la dicotomía democracia-antidemocracia es falsa o simplista y pretende cubrir la realidad de la dialéctica de imperios que se está lidiando en el Estrecho de Formosa y en el Mar de China en general. Ni siquiera la mejora ostensible de las relaciones entre ambos lados del Estrecho puede entenderse desde esta perspectiva. ¿Cómo una democracia va a ser amiga de una dictadura?

¿Por qué EEUU iba a ceder parte de su imperio al imperio rival? Sólo la dialéctica de estados y las acciones dirigidas a mantener la eutaxia de cada uno puede ayudarnos a desbrozar este entuerto en el que nos mete la viscosa ideología que destila Menéndez del Valle y, en general, la mayoría de la clase política y periodística del país (y de El País).

Todos los estados tienen sus arcana imperii y probablemente EEUU pretenda rebajar la tensión en Asia Oriental mientras termina de reorientar su política internacional y su fuerza militar del Atlántico Nororiental hacia Asia-Pacífico. Además, necesita que China siga comprando masivamente su deuda y Japón se rearme.

Por su parte, China no tiene prisa y pretende ir poco a poco conquistando Taiwán por medio de la dependencia económica, creando lazos y situaciones de no retorno pero sin forzar la máquina aunque también, no dispuesta a dar ni un solo paso atrás, de ahí que a pesar de las buenas relaciones en el Estrecho no haya retirado sus misiles de Fujian y se encuentre construyendo un segundo portaaviones que podría derrumbar el equilibrio de poder en la costa asiática del Pacífico a su favor. Al fin y al cabo, Taiwán es «tierra sagrada» y se considera una pérdida sufrida por las «agresiones imperialistas» del Siglo de las Humillaciones, concretamente por la Guerra Sino-japonesa de 1894-1895.

Y mientras tanto, los taiwaneses no están precisamente preocupadísimos, pensando a todas horas qué será de ellos si caen en manos de los autoritarios chinos. Si uno visita Taiwán y habla con los taiwaneses, incluso sabiendo mandarín como dice Menéndez del Valle, no se dará cuenta de esta «angustia política» sino que más bien se dará cuenta de que sus preocupaciones son las habituales de una sociedad de mercado: el partido de béisbol, el cole de las nenas, la ropa de la lavandería, echar gasolina al coche, las vacaciones en Kioto, el jefe que no me deja en paz y la hipoteca, que probablemente tenga que terminar de pagar sus hijos.

Notas

{1} http://elpais.com/elpais/2014/02/01/opinion/1391288591_988758.html

 

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