Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
Acaso uno de los determinantes más llamativos que han venido envolviendo en los últimos años el muy equívocamente llamado «proceso de paz» con la organización terrorista antiespañola ETA, lo constituya la persistente involucración en el mismo de grupos «facilitadores» internacionales, comisiones de expertos, grupos de contacto, &c, que parecerían orientados, según se dice muchas veces, a «internacionalizar» la fase de «resolución del así llamado «conflicto vasco.» Semejante proceso de «internacionalización», engranado como es bien sabido en los planes y programas de las facciones secesionistas vascas, pero también catalanas, gallegas, &c., encontraría su inspiración ideológica, por parte de los burócratas especialistas en la «pacificación», en la «resolución» de otros «conflictos secesionistas» (en Irlanda, en Sri Lanka, en el pseudo-estado palestino), tomados como canon, cuyos procedimientos negociadores («hablando se entiende la gente») se trataría de proyectar sobre el propio «conflicto vasco».
Así por ejemplo, últimamente se han constituido dos grupos de «expertos» bajo los rótulos respectivamente de Comisión Internacional de Verificación (CIV) y Grupo Internacional de Contacto (GIC) cuyos cometidos, al parecer, sin dejar por ello de imbricarse mutuamente, no se solaparían del todo. Por un lado, si la Comisión Verificadora, con el profesor universitario de origen tamil Ramalujan Manikkalingam a la cabeza, tendría como objeto la corroboración de la «voluntad» de la ETA en lo referente a su desarme; el Grupo Internacional de Contacto estaría promoviendo, desde su institución en 2011, las conversaciones entre la banda secesionista y el gobierno de la nación española a fin de «consolidar» con ello –como a veces se dice haciendo uso de una metáfora de signo arquitectónica– un «proceso» de «paz» que, al parecer, adolecería aun de cierta fragilidad y que no convendría dejar pudrir como irresponsablemente tendería a hacerlo –y así se le reprocha en ocasiones desde el PSOE, y no ya solamente desde el PNV o Bildu– el propio gobierno del PP.
Pues bien. Por nuestra parte, no pretendemos tanto entrar en la presente ocasión a valorar este diagnóstico sobre el llamado «proceso de paz» (un diagnóstico, con todo, que resulta, según nos parece, harto inadecuado al punto que habríamos de comenzar por recusar enérgicamente las propias premisas de partida) cuanto llamar la atención sobre el rasante gnoseológico del propio lexicón utilizado por los especialistas. De este modo, y por ejemplo, el grupo de Manikkalingam, mediante el uso del concepto de verificación –un concepto, adviértase, que remite expresamente a las premisas gnoseológicas del Círculo de Viena tal y como estas se abren paso, por ejemplo, en las posiciones de Moriz Schlick o del primer Rudolf Carnap– parecería, si no nos equivocamos demasiado en la interpretación, proceder concibiendo sus propios objetivos desde una perspectiva de signo descripcionista. De acuerdo con tal perspectiva –que el propio Círculo de Viena habría heredado de L.Wittgenstein , objeto por cierto de la tesis doctoral del ex etarra «teólogo» y seminarista José Luis Álvarez Santacristina, alias «Chelis»–-, la CIV, desde la plataforma enteramente «neutral» que su misma condición «internacional» garantizaría, se limitará a verificar asépticamente la «voluntad» etarra de continuar con el «alto el fuego», eventualmente entregar las armas, sellar sus arsenales, &c.
Desde esta perspectiva, la circunstancia de que estas actividades verificadoras hayan llevado a la propia Comisión a entrevistarse con individuos, que desde el punto de vista de la Nación española, son asesinos prófugos o simplemente traidores secesionistas, y con ello a hacerse de alguna manera cómplices de los mismos en el caso de no comunicar automáticamente su paradero a la Guardia Civil (algo de lo que el propio Juez Ismael Moreno llegó a pedirles cuentas en su momento), sería visto simplemente, desde las premisas descricipcionistas de partida, a título de una anécdota, suficientemente reveladora de la actitud tendente, por parte de las autoridades españolas de «estorbar» la propia verificación.
Ahora bien, frente a tales pretensiones «neutralistas», el Grupo Promacos ha de empezar por denunciar como enteramente falaz, la «ingenuidad» de tal descripcionismo. Ciertamente, no se trata sólo –aunque ello ya sería bastante– de que, como lo demuestra la misma historia del positivismo lógico, las propias coordenadas gnoseológicas ejercitadas por la CIV puedan y deban darse por liquidadas (en este sentido preciso la historia del Círculo de Viena representa, entre otras cosas, la historia de la rectificación del «criterio verificacionista del significado»), sino de que la «imparcialidad» que se pretende postular como virtud heurística, impide de hecho, «describir» adecuadamente algo que resulta sin embargo central en relación al propio «desarme etarra» y el consiguiente «proceso de paz», a saber: el contenido político mismo de este proceso tendría que ver con el programa, declarado por parte de los grupos secesionistas, de descuartizar la propia soberanía de la Nación española. Sin embargo, como quiera que es así que dicha soberanía, lejos de admitir un tratamiento secundum magis et minus, aparece como esencialmente indivisa, la misma «negociación» sobre ella comenzaría a percibirse como una «negociación vacía», necesariamente equivalente en realidad, si no erramos el tiro, a la «rendición» de una de las partes.
Desde este punto de vista, sin embargo, el rótulo elegido por el Grupo Internacional de Contacto encabezado por Brian Currin mantiene un alcance gnoseológico algo más certero. En efecto, la noción de «contacto» que se estaría empleando ahora, nos remite a una concepción que, frente al ingenuo descripcionismo verificacionista de la CIV, podría reinterpretarse desde unas premisas construccionistas cercanas a la Teoría del Cierre Categorial. Se dará ahora por supuesto, que la labor de los «facilitadores internacionales» no consistirá tanto en verificar el propio «desarme» de la ETA, presupuesto como dado con anterioridad a la misma verificación, cuanto en promover, mediante operaciones muy precisas de «presión diplomática», el contacto entre la banda secesionista y el gobierno de la Nación en orden a iniciar un diálogo que conduzca a la «paz» definitiva. Con todo, lo central es, según nos parece esto: que dado que por las razones expuestas, un tal «diálogo», en virtud de sus mismos contenidos (la soberanía de la Nación española sobre la totalidad del territorio apropiado entre sus fronteras) , en modo alguno admite un tratamiento «neutralista», el sistema de planes y programas del GIC deberá ser re expuesto de un modo próximo al siguiente: se tratará de facilitar un proceso de negociación en el que el gobierno de la nación española termine por aceptar, por razones muy precisas de presión diplomática respecto de terceras potencias, la corrupción de su propia unidad soberana. En este punto, creemos, la «internacionalidad» de los mediadores adquiere un significado muy preciso vinculado, no tanto a una supuesta «comunidad internacional», neutral respecto de las partes «en conflicto», puesto ante todo que tal «comunidad» no existe más que como hipóstasis mítica, cuanto a determinadas sociedades políticas- por ejemplo europeas- que pudiesen contemplar con interés un tal despiezamiento del cuerpo político español.
Ante todo ello, el Grupo Promacos propone a la meditación de los patriotas españoles el teorema de la lógica de enunciados que los escolásticos conocieron como consequentia mirabilis: si tanto de p como de no-p se sigue q, y, dado que p o q ,entonces q. Con la banda terrorista ETA, en su condición de facción anti-española, no es posible, desde luego, negociar en absoluto si no procede a su desarme (si no se rinde), ahora bien, si en efecto procede a su desarme (si se rinde), entonces no es necesario negociar nada. Es así que procede a su desarme o no procede, ergo...