Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
Un hombre, que había cuidado de la instrucción de los demás por tanto tiempo, reservó para atender a sí mismo el corto período de vida, que prometía lo avanzado de su edad. La sordera, que empezó a molestarle, la debilidad de la memoria, y la flaqueza de sus piernas, le apartaban de la sociedad, cuya falta recompensaba con la oración, haciéndose en un carretón conducir al Coro.
Lleno de años, y de fama falleció el R. P. Fr. Benito Jerónimo Feijoo en su Colegio de S. Vicente de Oviedo a 26 de Septiembre de 1764, a las 4 horas y 20 minutos de la tarde, de edad de 87 años, 11 meses y 18 días.
(«Noticia de la Vida, y Obras del M.I. y R.P.D. Fray Benito Jerónimo Feijoo», Teatro Crítico Universal, Tomo I, 1726)
El Padre Feijoo, el filósofo más destacado de la España del siglo XVIII con su magna obra compuesta del Teatro Crítico Universal (8 tomos, 1726-1739) y las Cartas Eruditas y Curiosas (5 tomos, 1742-1760), falleció en Oviedo, lugar desde el que produjo su obra de fama universal y residió desde el año 1709, un 26 de Septiembre de 1764. Doscientos años después de su fallecimiento, en 1964, se inauguró en la Universidad de Oviedo la Cátedra Feijoo de Extensión Universitaria con el I Simposio sobre el Padre Feijoo y su siglo, donde junto a los más grandes autores de la España de entonces, desde Gregorio Marañón a José Caso González u otros como el historiador José Antonio Maravall, ya se encontraba un joven Gustavo Bueno, llegado a Oviedo apenas cuatro años atrás precisamente atraído por la figura de Feijoo, en cuya colaboración a este simposio, analizando el concepto de ensayo [«Sobre el concepto de ensayo», en Cuadernos de la Cátedra Feijoo, 18 (I) (1966); págs. 89-112], comenzaba a forjar la arquitectura de su sistema, el materialismo filosófico, siguiendo la trabazón ensayística inaugurada por el benedictino.
Pese a que entonces el análisis de Feijoo le dejaba en una situación muy ajustada a su tiempo y dentro de la tradición española (en 1976, a trescientos años del nacimiento del Padre Feijoo, tuvo lugar un II Simposio sobre el Padre Feijoo y su siglo donde repitió José Antonio Maravall y aún se mantenía la perspectiva del I Simposio), cincuenta años después los tópicos negrolegendarios acerca de una España sin Ilustración ni pensamiento racionalista, donde el benedictino sería una suerte de «preilustrado», han salpicado su figura, bebiendo de las fuentes de hace tres años con el bicentenario del fallecimiento de Jovellanos; precisamente el Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, heredero en cierta medida de la Cátedra Feijoo, celebrará los días 27 y 28 de Noviembre de este año el III Simposio Internacional sobre el Padre Feijoo, titulado «Con la razón y la experiencia», siguiendo estas directrices ideológicas. Incluso autores del prestigio de Miguel Artola, Paul Hazard o Arturo Ardao, eminentes conocedores de la figura de Feijoo, se ponen en evidencia al decir algo tan burdo como que el benedictino no llegó a conocer la Ilustración europea de modo directo, pese a que criticó el famoso discurso de Rousseau sobre las ciencias y las artes de 1751, como señala el benedictino en la Carta número 18 del Tomo IV de sus Cartas Eruditas [1753].
Durante el presente año, en el que se conmemoran los doscientos cincuenta años del fallecimiento del Padre Feijoo, se han producido varios acontecimientos especiales. Recientemente ha fallecido Silverio Cerra Suárez, gran conocedor del Padre Feijoo y autor de importantes trabajos sobre el benedictino, tales como su tesis doctoral, Las ideas antropológicas de Feijoo (1986) o su importante estudio bibliográfico Doscientos cincuenta años de bibliografía feijoniana (1976). Precisamente estos trabajos y mis entrevistas con Silverio Cerra fueron decisivos para elaborar mi tesis doctoral, El alma de los brutos en la Filosofía Española del Siglo XVIII, en el entorno del Padre Feijoo. Análisis desde el materialismo filosófico, defendida hace diez años y de la que pude dar cuenta precisamente en los XIX Encuentros de Filosofía de Oviedo, dedicados al tema El Reino del Hombre. No hay que olvidar que, justo después de doctorarme, presenté una comunicación en los IX Encuentros de Filosofía de Gijón, en el año 2004, dedicados a la figura de Kant, donde trato varias ideas relacionadas con mi tesis doctoral que por la exigencia de ceñirse exclusivamente al tema no aparecieron sin embargo en ella («La influencia del idealismo trascendental en la constitución de la etología», El Basilisco, nº 35, julio-diciembre 2004, págs. 51-56).
Mi tesis doctoral se consagró al estudio del discurso de Feijoo «Racionalidad de los brutos» [Teatro Crítico, Tomo III (1729), Discurso 9º], donde el benedictino defiende, aun en grado de tentativa (según su escolástico proceder) la racionalidad de los animales como algo probable: puesto que hay en los animales principio más que sensitivo, según el árbol predicamental porfiriano han de ser racionales, aunque en menor grado que los hombres; cuestión que incluía también a otros hombres considerados racionales en menor grado, los esclavos, como deduje de la importante defensa que realizó de las tesis feijonianas el portugués Miguel Pereira de Castro Padrao en su libro Propugnación de la racionalidad de los brutos (1753). Precisamente, cuando mi tesis vio la luz en forma de libro en el año 2008 (El alma de los brutos en el entorno del Padre Feijoo. Biblioteca Filosofía en Español, Oviedo 2008), señalé en el número 83 de esta revista varias líneas desde las que profundizar en la problemática de la racionalidad animal durante el siglo XVIII; algunas ya han visto la luz{1} y otras esperan el momento propicio para ser publicadas, más pronto que tarde. Pero mi compromiso con el fundador del ensayo filosófico en lengua española sigue más vigente que nunca.
El Padre Feijoo, como todo autor escolástico, siguió el método crítico, algo que Gustavo Bueno ha señalado que emparenta con la misma línea histórica que El Criticón de Baltasar Gracián y El Criterio de Jaime Balmes{2}. Así el benedictino afincado en Oviedo fue poseedor de una verdadera filosofía crítica, anterior a la filosofía crítica alemana de los siglos XVIII y XIX, y cuyas bases se encuentran en la criba, la clasificación de determinadas posturas enfrentadas entre sí. Frente a las acusaciones de eclecticismo de su obra, Feijoo sostiene su voluntad sistemática, inspirada en la teoría aristotélico-escolástica:
«Yo estoy pronto a seguir cualquier nuevo sistema, como le halle establecido sobre buenos fundamentos, y desembarazado de graves dificultades. Pero en todos los que hasta ahora se han propuesto encuentro tales tropiezos, que tengo por mucho mejor prescindir de todo sistema Físico, creer a Aristóteles lo que funda bien, sea Física, o Metafísica, y abandonarle siempre que me lo persuadan la razón o la experiencia». Benito Jerónimo Feijoo, «Mérito y fortuna de Aristóteles y de sus Escritos», Teatro Crítico Universal, Tomo IV, Discurso 7º, §. XIX, 71.
Ese sistema reside en la forma de presentarse su obra, en los ensayos «en todo género de materias, para desengaño de errores comunes», en la forma ensayística que para Gustavo Bueno es el resultado de una exposición teórica en la lengua nacional, en este caso el español. Como señala el Padre Feijoo, «uno de los motivos que he tenido para escribir en Castellano esta Obra, en cuya prosecución apenas habrá género de literatura, o erudición que no se toque, fue mostrar, que para escribir en todas materias, basta por sí solo nuestro idioma sin los subsidios del ajeno; [...]» (Feijoo, «Paralelo de las Lenguas Castellana, y Francesa», Teatro Crítico, Tomo I, Discurso 15º, §. V, 25.). Una lengua española que, ligada al desarrollo de un imperio, era suficientemente potente en el siglo XVIII para que Feijoo fuera un autor de éxito en España y América (420.000 volúmenes se imprimieron de sus obras en vida de Feijoo), y se convirtiera en el autor que introdujo importantes rótulos en español como «Españoles Americanos», «Contradistinto» o «Filósofos Materialistas». Con Feijoo, la filosofía española se expresa ya no en el latín escolástico, lengua de una clase culta alejada de las clases populares, sino en la lengua nacional, el español, la lengua común del vulgo.
Las temáticas que trata el benedictino, que aparecen bajo el rótulo de «discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes», tal y como se muestra en el título del Teatro Crítico Universal, señalan su característica filosófica, es decir, ligada a la tradición de la filosofía académica, y que no pueden ser contenidas en ninguna categoría concreta, sino resueltas analizando las Ideas filosóficas que implican. Ideas filosóficas que están intersecadas por los distintos campos categoriales, y que por no ser materia de ningún especialista, nadie puede reclamarlas para uso exclusivo suyo. El ensayo filosófico no admitirá demostración (convictio), aunque ello no implica que no pueda ser una forma de conocimiento (cognitio). Como el propio Feijoo reconoce, el ensayo no podía convertirse en un tratado debido al vastísimo campo del Teatro Crítico, de las Ideas filosóficas tratadas que desbordan cualquier categoría:
«Debo no obstante satisfacer algunos reparos, que naturalmente harás leyendo este tomo. El primero es, que no van los Discursos distribuidos por determinadas clases, siguiendo la serie de las facultades, o materias a que pertenecen. A que respondo, que aunque al principio tuve este intento, luego descubrí imposible la ejecución; porque habiéndome propuesto tan vasto campo al Teatro Crítico, vi que muchos de los asuntos, que se han de tocar en él, son incomprehensibles debajo de facultad determinada, o porque no pertenecen a alguna, o porque participan igualmente de muchas. Fuera de esto hay muchos, de los cuales cada uno trata solitariamente de alguna facultad, sin que otro le haga consorcio en el asunto. [...] De suerte, que cada tomo, bien que en el designio de impugnar errores comunes uniforme, en cuanto a las materias, parecerá un riguroso misceláneo. El objeto formal será siempre uno. Los materiales precisamente han de ser muy diversos» (Feijoo, «Prólogo al lector», Teatro Crítico, Tomo I [1726], pág. LXXIX).
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Feijoo ha sido el principal inspirador del filósofo español de nuestro tiempo, Gustavo Bueno, que cumple precisamente ahora noventa años en plenitud de facultades y cuya obra del materialismo filosófico siempre mantuvo la voluntad de mantener la trayectoria de la crítica feijoniana ya desde sus primeras obras. Tal es el caso de títulos como Ensayos materialistas (1972), Ensayo sobre las categorías de la Economía Política (1972), El animal divino. Ensayo de una filosofía materialista de la religión (1985), el Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas» (1991) o El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura (1996), que entroncan con la tradición del ensayo filosófico en lengua española iniciado por el Padre Feijoo.
La propia forma ensayística ha influido sobre el sistematismo del materialismo filosófico y los contenidos sobre los que trabajar. No olvidemos hitos feijonianos tan importantes como el discurso que dedica Feijoo a señalar el lugar que le corresponde a la Historia como disciplina, «Reflexiones sobre la Historia» (Teatro Crítico, Tomo IV, Discurso 8º [1730]){3}, donde el benedictino, como señala el propio Gustavo Bueno a propósito del seudoconcepto memoria histórica, refuta la idea del Canciller Bacon sobre la memoria como facultad principal para la dedicación a la historiografía, mientras que para la poesía se necesitaría de la imaginación y para las matemáticas de la razón:
«En orden a la Historia hay el mismo error en el vulgo, que en orden a la Jurisprudencia: quiero decir, que estas dos Facultades dependen únicamente de aplicación, y memoria. Créese comúnmente, que un gran Jurisconsulto se hace con mandar a la memoria muchos textos, y un gran Historiador leyendo y reteniendo muchas noticias. Yo no dudo, que si se habla de sabios de conversación e Historiadores de corrillo, no es menester otra cosa. Mas para ser Historiador de pluma, ¡oh Santo Dios! sólo las plumas del Fénix pueden servir para escribir una Historia. Dijo bien el discretísimo y doctísimo Arzobispo de Cambray el Señor Saliñac, escribiendo a la Academia Francesa sobre este asunto, que un excelente Historiador es acaso aún más raro que un gran Poeta». (Feijoo, op. cit., §. I, 1.)
Y, especialmente, el benedictino aclara de manera rotunda que para ser historiador hay que ser más que historiador, esto es, que la historiografía como tal no puede circunscribirse a una categoría exenta de otras, sino que necesita del ejercicio de alguna teoría filosófica que la demarque: «Pero lo que sobre todo hace difícil escribir Historia es, que para ser Historiador es menester ser mucho más que Historiador. Esta que parece paradoja, es verdaderísima. Quiero decir, que no puede ser perfecto Historiador el que no estudió otra facultad que la Historia; porque ocurren varios casos, en que el conocimiento de otras facultades descubre la falsedad de algunas relaciones Históricas» (Feijoo, op. cit., §. XLV, 104). Para ser historiador, aparte de la historiografía, hay que conocer Geografía, Astronomía, Dióptrica y otras disciplinas. Parafraseando a Letamendi, diremos que quien sólo sabe de Historia, ni siquiera de Historia sabe.
También los temas «bioéticos» (aunque en tiempos de Feijoo no existiese esa disciplina{4}) como el aborto o los gemelos siameses, tan importantes para el materialismo filosófico (como se aprecia en su obra Qué es la Bioética publicada en el año 2001) presentan en el Padre Feijoo una actualidad asombrosa. Pese a las cuestiones teológicas que envuelven su argumentación, el benedictino es capaz de enmendar la teoría aristotélica de la «animación retardada» del feto (40 días el masculino, 90 el femenino), señalando que el feto se nutre desde el momento de la concepción, y como en el hombre no puede haber forma vegetativa distinta de la sensitiva y la racional, estará vivo como ser humano desde el momento de la concepción:
«La común persuasión de que el feto no se anima, sino muchos días después de la concepción, ocasiona muchos abortos maliciosos; porque juzgando, que no se pierde en la expulsión sino un poco de inánime materia espermática, se quita al delito aquel grande horror, que causa (suponiendo animado el feto) la consideración de quitar la vida a un hombre ya existente, y quitarle, no sólo la vida temporal, mas la eterna también. Es ciertísimo, que muchos, y muchas que por librarse, o ya de la infamia, o ya de la incomodidad, que les ha de ocasionar el parto, procuran el aborto; suponiendo inanimado el feto, temblarían de arrojarse a tan abominable exceso, si le juzgasen animado. Importa, pues, muchísimo, que todos estén en la persuasión de que, si no es cierto, por lo menos es muy probable, que el feto se anima, o en la concepción, o inmediatamente a ella» (Feijoo, «Importancia de la ciencia física para lo moral», Teatro Crítico, Tomo VIII [1739], Discurso 11º, §. V, 31).
Como argumento principal (aparte de la tesis teológica que indica que la fiesta de la Inmaculada Concepción supone que la Virgen María estaba adornada de la Gracia, y ello no sería posible si ella no tuviese alma), señala Feijoo que el feto humano se nutre desde el primer momento de la concepción, y como en el hombre no puede haber alma vegetativa (considerada desde la perspectiva escolástica como la responsable de la nutrición de los seres vivos) que sea distinta distinta de la sensitiva (la propia de los animales) y la racional, el embrión estará vivo y será un ser humano ya perfectamente formado desde el momento de su concepción:
«Sólo propondré dos de sus argumentos. El primero, tomado de que el feto desde el punto de la concepción empieza a nutrirse, y crecer. Esto sin duda en virtud de alguna forma, que le actúa, y que tiene virtud vegetativa; pues todo lo que se nutre, y vegeta lo hace en virtud de alguna forma propia, e intrínseca, que tiene virtud vegetativa, y nutritiva. Pues como en el feto no podemos admitir forma vegetativa distinta realmente del alma racional, pues esto sería caer en el error de Aristóteles, parece preciso concederle alma racional desde el punto de la concepción. ¿Quién no ve, que esta razón por sí sola, y aun separada de todas las demás, tiene suficiente peso para hacer probable la sentencia? El segundo argumento se forma sobre la Festividad de la Concepción Inmaculada de nuestra Señora, en cuyo punto la Iglesia celebra a la Santísima Virgen adornada de la gracia: Luego desde aquel punto la supone animada, pues la gracia supone alma, a quien informe, y santifique» (Feijoo, op. cit., § IV, 22).
De hecho, la legislación actual sobre el aborto que propone una ley de plazos tiene una raigambre metafísica, la de la «animación retardada» que supone la perspectiva aristotélica-escolástica ya citada. Por lo tanto, el aborto no sería justificable desde esa perspectiva extrínseca al proceso biológico, máxime como sabemos, desde la Bioética del materialismo filosófico expresada por Gustavo Bueno en obras tales como El fundamentalismo democrático (2010) o su artículo del número 98 de El Catoblepas sobre el aborto, hay que defender que el resultado de la fecundación del óvulo con el espermatozoide está orientado finalísticamente (en el sentido de la finalidad objetiva) al nacimiento de un nuevo ser humano, por lo que, en un proceso que no admite saltos desde un punto de vista biológico, sólo pueden establecerse plazos de forma pragmática y desde situaciones externas a este proceso. En consecuencia, no al aborto, y la coincidencia de Feijoo con Gustavo Bueno, dejando aparte la distancia histórica (doscientos cincuenta años implican una diferencia notable en conocimientos biológicos), supone una continuidad efectiva dentro de la Filosofía académica en lengua española.
Los problemas sobre la identidad de España y lo que hoy conocemos como Leyenda Negra son también abordados por Feijoo, cuyos dos discursos sobre las «Glorias de España» (Teatro Crítico, Tomo IV, Discurso 13 y Discurso 14 [1730]) y «Amor de la patria y pasión nacional» (Teatro Crítico, Tomo III, Discurso 10 [1729]), evocan obras de Gustavo Bueno como España frente a Europa (1999) o España no es un mito (2005); pese a que en la época de Feijoo no existían aún las naciones políticas resultado de la Revolución Francesa, este último discurso sirve como alerta del nacionalismo exacerbado y étnico que provoca divisiones y fracturas dentro del Estado; en el caso de la España actual, la ruptura de la convivencia histórica entre españoles en nombre del delirio separatista:
«Mas la pasión nacional, de que hasta aquí hemos hablado, es un vicio (si así se puede decir) inocente, en comparación de otra, que así como más común, es también más perniciosa. Hablo de aquel desordenado afecto, que no es relativo al todo de la República, sino al propio, y particular territorio. No niego, que debajo del nombre de Patria, no sólo se entiende la República, o Estado, cuyos miembros somos, y a quien podemos llamar Patria común; mas también la Provincia, la Diócesi, la Ciudad, o distrito donde nace cada uno, y a quien llamaremos Patria particular. Pero asimismo es cierto, que no es el amor a la Patria, tomada en este segundo sentido, sino en el primero, el que califican con ejemplos, persuasiones, y apotegmas Historiadores, Oradores, y Filósofos. La Patria a quien sacrifican su aliento las armas heróicas, a quien debemos estimar sobre nuestros particulares intereses, la acreedora a todos los obsequios posibles, es aquel cuerpo de Estado; donde debajo de un gobierno civil estamos unidos con la coyunda de unas mismas leyes. Así España es el objeto propio del amor del Español, Francia del Francés, Polonia del Polaco. Esto se entiende, cuando la transmigración a otro País no los haga miembros de otro Estado; en cuyo caso éste debe prevalecer al País donde nacieron, sobre lo cual haremos abajo una importante advertencia. Las divisiones particulares que se hacen de un dominio en varias Provincias, o Partidos, son muy materiales, para que por ellas se hayan de dividir los corazones.
El amor de la Patria particular, en vez de ser útil a la República, le es por muchos capítulos nocivo: Ya porque induce alguna división en los ánimos que debieran estar recíprocamente unidos, para hacer más firme, y constante la sociedad común; ya porque es un incentivo de guerras civiles, y de revueltas contra el Soberano, siempre que considerándose agraviada alguna Provincia, juzgan los individuos de ella, que es obligación superior a todos los demás respetos el desagravio de la Patria ofendida. Ya en fin porque es un grande estorbo a la recta administración de Justicia en todo género de clases, y ministerios» («Amor la Patria y pasión nacional», op. cit., § VI, 30-31).
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El Padre Feijoo, tan famoso e influyente en vida, sufrió un notable eclipse tras su muerte. Sus obras completas pasaron más de doscientos años hasta ser nuevamente reeditadas en la Biblioteca Feijoniana del Proyecto Filosofía en Español, y más recientemente ha sufrido la damnatio memoriae más cruel posible, siendo retirado el nombre del Aula Feijoo del edificio histórico de la Universidad de Oviedo donde impartió clases, y destruida la celda donde escribió sus obras y recibió la visita de las personalidades más eminentes de su tiempo, tras la remodelación del edificio del Monasterio de San Vicente, hoy Museo Arqueológico de Asturias. Algo similar a lo que sufrió Gustavo Bueno en 1998 al ser expulsado de la Universidad de Oviedo. Parte del precio a pagar por sostener los cimientos de la filosofía crítica en español...
Sea como fuere, el «natalicio eterno» de Feijoo, a doscientos cincuenta años de distancia, nos arroja una genealogía ciertamente abrumadora (si realmente los sujetos mentados merecieran siquiera ser tomados en consideración) para quienes se empeñan en negar, en su peculiar cerrojo ideológico, la existencia y la pujanza de una Filosofía en Español verdaderamente sistemática. Una filosofía desde luego muy superior a la inexistente filosofía de otros rincones de la moribunda institución universitaria, hoy día reducida al mero estudio de textos de glorias francogermanas ya caducas, o incluso a glosar el fabulado fin de lo que sarcásticamente denominan como «grandes relatos».
Notas
{1} «Fray Antonio de Fuentelapeña y la racionalidad de los animales», en Revista Española de Filosofía Medieval (2010), nº 17, páginas 157-168.
{2} Como defiende Gustavo Bueno, «La filosofía crítica de Gracián», en Baltasar Gracián: ética, política y filosofía. Pentalfa, Oviedo 2002; págs. 137-168 y sostengo en mi trabajo «La filosofía crítica del Padre Feijoo», Revista de Hispanismo Filosófico, nº 18 /(2013), págs. 31-50. No menos destacables al respecto son los artículos publicados por Emmanuel Martínez Alcocer en los números 146, 147 y 148 de esta revista.
{3} Curiosamente, y usando como base la edición digital de las Obras del Padre Feijoo disponible en www.filosofía.org, se ha publicado una reedición, a cargo de Francisco Fuster, de las «Reflexiones sobre la Historia» deBenito Jerónimo Feijoo, Reflexiones sobre la Historia (Del Teatro Crítico Universal). Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2014. Edición, introducción y notas de Francisco Fuster, 153 págs., en Historiografías, 7 [enero-junio 2014], págs 142-146.]
{4} Sobre los precedentes bioéticos en Feijoo se puede consultar mi trabajo «Una protobioética en la España del siglo XVIII: El caso del Padre Feijoo y sus escritos médicos y biológicos», Thémata. Revista de Filosofía.Número 44. 2011, págs. 454-472.