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El Catoblepas, número 154, diciembre 2014
  El Catoblepasnúmero 154 • diciembre 2014 • página 5
Voz judía también hay

La sumisión al mal como inspiración

Gustavo D. Perednik

Basado en la conferencia dictada por el autor el mes pasado en el paraninfo de la Universidad ORT Uruguay.

Patrick Modiano

La semana pasada, el 7 de diciembre en Estocolmo, Patrick Modiano pronunció su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, confesadamente sorprendido ante el honor. El Nobel ha venido limando todas las sorpresas reales, especialmente debido a las omisiones de las más brillantes plumas en varias lenguas. Notable entre ellas, Jorge Luis Borges en español, el único idioma que prodigó fama a Patrick Modiano allende su Francia natal.

A treinta idiomas fueron traducidas algunas de sus cuarenta obras, que incluyen cuatro novelas llevadas al cine. Verbigracia Una juventud, del israelí Moshé Mizrahi quien la adaptó junto al autor.

A la pregunta de si hay en su obra una constante, Modiano responde que «durante 45 años he venido escribiendo versiones diversas del mismo libro». Por lo menos tres títulos podría tener ese único volumen imaginario: En busca retrospectiva de la identidad, El desamor en la infancia y La evolución de las calles parisinas.

En efecto, su novelística rastrea el enigma de la identidad en el pasado personal. El protagonista de Calle de las tiendas oscuras (1978) viaja amnésico desde la Polinesia hasta Roma para reconstruir su biografía. En contraste con la memoria en el pasado –opina el autor–, la de hoy está insegura de sí misma, «comprometida en una constante lucha contra la amnesia y el olvido».

Desamor, dijimos en segundo lugar, porque los padres de Modiano nunca se interesaron por él: «Pertenezco a una generación en la que los niños eran vistos pero no oídos, salvo en raras ocasiones». Fue educado por sus abuelos maternos, o bien por instituciones que le legaron una impronta de vulnerabilidad emocional, y su consecuente apego al hermanito menor del que hablaremos.

Terminada la guerra sus padres se separaron, y el pequeño Patrick vivió con su madre, frecuentemente en la indigencia. A los quince años huyó de su hogar, y a veces sobrevivía del robo de libros raros que vendía a coleccionistas. Su padre lo despreciaba, intentó enlistarlo en el ejército, y llegó a llamar a la policía para que lo arrestaran.

De aquellas tinieblas emergió una obsesión conspicua y permanente. El motivo fundamental en su obra es la ocupación alemana de Francia, en una época que no conoció porque nació en 1945, pero a la que denomina "mi prehistoria personal». Modiano es cautivo del bochorno derivado de la sumisión de los franceses al implacable invasor.

Cabe recordar que en Berlín se mofaban durante el primer semestre de la contienda, meramente nominal. La llamaban «sitzkrieg» o batalla sentados, una «guerra de broma». Mientras Polonia era devorada, sus dos aliadas de la Entente Cordiale, aunque estaban en estado de guerra con el invasor, quedaron atascadas en su impávido sopor. Sólo cuando fueron directamente atacadas unos meses después en la Batalla de Francia, no tuvieron más opción que replicar militarmente. Y lo hicieron mal. Al ejército alemán que invadió por vía Bélgica, lo tomó un mes ocupar París sin resistencia. La caída del 14 de junio de 1940 fue emblemática: casi sin chistar, Europa se entregaba.

Peor aún: muchos franceses recibieron a las tropas devastadoras con simpatía, y otros muchos huyeron sin resistencia alguna, entre ellos casi la mitad de los tres millones y medio de parisinos. Ante la ignominia de la pasividad colaboracionista, se abate el ánimo de Modiano.

La cuestión de la complicidad filonazi se reiteró este mes con la emisión del documental París 1940-1944: ¿los artistas muy ocupados?, un capítulo de la serie televisiva La sombra de una duda del historiador Franck Ferrand.

El capítulo revela la documentación del Ministerio de Defensa probatoria de que, entre otros, la ícono de la moda Gabrielle "Coco" Chanel fue, además de amante de un oficial de la Gestapo, una activa espía nazi que medró con el despojo de los judíos (intentó recuperar su perfumería, que había vendido previamente a la familia Wertheimer).

En la trilogía de las primeras novelas del reciente Premio Nobel, el motivo central es en efecto la ocupación germana.

La primera lo lanzó a la fama, gracias a su mentor Raymond Queneau (éste y André Malraux fueron los testigos de su boda con Dominique Zerhfuss, una artista de familia judía tunecina). Su título La Place de l'Étoile (1968) es intraducible, porque «place» significa tanto «lugar» como «plaza», y en el epígrafe un oficial alemán pregunta a un joven por la tradicional Place de l'Étoile y el interrogado, quien resulta ser judío, muestra en silencio el lado izquierdo de su pecho.

El narrador, Raphaël Schlemilovitch, es un anti-héroe, un judío colaboracionista. Y entre algunos personajes ficticios se incluyen escritores verídicos como Louis-Ferdinand Céline y Pierre Drieu La Rochelle, ambos filonazis consumados. Estos protagonistas grotescos, como judíos que ayudan a los nazis a exterminarlos, son el epicentro de la inspiración de Modiano.

También lo son en la segunda novela de la trilogía, La ronda nocturna (1969), narrada por un agente doble que trabaja al mismo tiempo para la Gestapo y la Resistencia. En tercera y última, Los bulevares periféricos (1972) se introduce el otro tema siempre presente: la búsqueda y rechazo del padre.

Ambos temas (por un lado los nazis y sus víctimas complacientes, y por el otro el padre remoto y rechazado) pueden entenderse como las dos partes de una misma temática: la figura virtualmente ficticia del judío que colabora con sus verdugos, y el hijo que se entrega a un padre que lo maltrata.

Se ha escrito que Modiano, anunciado como «un escritor sefardita», cuenta entre sus ancestros a eminentes rabinos de Salónica. Su padre Albert (1912-1977) sobrevivió en París sin decoro, como vendedor ambulante en el mercado negro de los negocios con los nazis. En ese contexto conoció a su mujer, y de su relación clandestina nació Modiano: «Como todos los nacidos en 1945, fui un hijo de la guerra y, debo mi nacimiento a la París ocupada. Quienes allí vivieron quisieron olvidarla rápidamente… todo fue un mal sueño, con un vago remordimiento por haber sobrevivido».

Albert decidió no registrarse como judío, nunca usó la estrella, y escapó a la redada de judíos parisinos cuando fueron deportados. Vivía furtivamente en la París de la Carlingue –la rama francesa de la Gestapo, de la que pudo incluso haber sido un agente–. Su biblioteca incluía libros judeofóbicos, como los del mentado Céline, y los de Robert Brasillach, quien escribió un ensayo sobre el Alcázar de Toledo, y una Historia de la guerra civil (1939) y al fin de la guerra fue fusilado muy joven por alta traición.

La trilogía de Modiano parodia a los absurdos judíos judeofóbicos, como Joseph Joanovici y Maurice Sachs. El primero, rumano-francés, vendía hierro tanto a los nazis como a la Resistencia. El segundo se convirtió al catolicismo e iba camino al sacerdocio cuando se enamoró de un joven. Mantuvo tormentosas relaciones con escritores como Cocteau y Gide, a quienes robaba mientras trabajaba para ellos. Durante la guerra fue movilizado, subsecuentemente expulsado del ejército, y finalmente encarcelado en Alemania donde fue linchado por los presos antes de cumplir los 40.

Aunque Modiano rechazó que se endilgara a sus personajes trazos autobiográficos, el protagonista de La plaza de la estrella es un judío francés nacido justo después de la guerra, acosado por imágenes bélicas y la manía de persecución, y por la figura de un padre ausente y omnipresente a la vez.

Además de ello, el judeófobo Schlemilovitch pertenece a la Gestapo francesa. En el bachillerato es influido por su profesor de literatura, otro colaboracionista que había militado a favor de Vichy, y que por ello es burlado por sus estudiantes… y defendido por el protagonista de la novela. Ya en Viena y convertido en proxeneta, pasa a ser el judío oficial del Tercer Reich, amigo de Heydrich, proveedor de las SS y, por si este delirio no alcanzara, también es amante de Eva Braun.

Después de tal enorme amasijo de degeneración y autoodio, Schlemilovitch parte a Israel donde se interna en un campo de reeducación (que se parece a uno de concentración) en el que el ejército "reforma" a los judíos europeos para hacer de ellos «buenos» israelíes: libres de sus obsesiones sobre la desgracia de los judíos, y de su pensamiento judío. La historia israelita acecha como un temible fantasma, y la bajeza desgranada termina por desvanecerse en una mera ilusión, cuando todos los personajes reaparecen en la última escena y el protagonista es psicoanalizado supuestamente por Sigmund Freud.

Los fantasmas de Modiano

Albert, disgustado por la obra de su hijo, intentó adquirir todos los ejemplares para enterrarlos. Desde aquella novela de 1968, hace 45 años, Modiano no deja de sondear los secretos de su familia envueltos en las sombras de la ocupación.

Un pedigrí (2004), su relato autobiográfico, desvela sus orígenes y su propia ambigüedad frente a la dudosa figura paterna: "Llevaba diez años sin tener noticias suyas y supe de repente que se había muerto".

Resume el autor: «Nací de un judío y una flamenca que se conocieron en París bajo la ocupación». Ha omitido lo más grave: que el judío hormigueaba en el mercado negro y coqueteaba con Henri Lafont (el malandra devenido en jefe de la Gestapo local y fusilado en 1944); y que la belga trabaja para una empresa nazi (escribía subtítulos de películas holandesas para la propaganda de Continental-Films).

Patrick vivió con culpa la fecha de su concepción: otoño de 1944. Como una herida que no cicatriza «me angustiaba y atormentaba haber nacido en 1945… un producto del estiércol de la ocupación, ese tiempo extraño en el que nadie debía encontrarse, y dos se encontraron y casualmente produjeron un hijo».

Después de la referida trilogía un nuevo escenario pareció abrirse paso, y Modiano escribió un par de novelas no ambientadas en la París ocupada, sino en la de comienzos de la década de 1960. A su padre, que acaba de fallecer, dedica su sexta novela, Calle de las tiendas oscuras (1978, Premio Goncourt).

Pero el fantasma de la ocupación nazi no tardó en regresar en pleno, con Dora Bruder (1997), una mezcla de breve biografía, relato, e investigación, comenzada hacia 1990 con la lectura de una edición de Paris-Soir de 1941, en la que una pareja judía anunciaba buscar a su hija escapada de 15 años (la edad a la que el autor había huido de su hogar).

Más que ese paralelo, llamó su atención que se tratara de quizás la última vez en la que judíos se atrevieran a apelar a las autoridades en Francia para encontrar a su hija.

Para la redacción, Modiano solicitó la ayuda del historiador Serge Klarsfeld, especialista en la deportación. Como nunca mencionó esta ayuda, Klarsfeld terminó disgustado.

Identificado con la perdida Dora Bruder, el autor rescata la capacidad de la literatura para recuperar la realidad pretérita y devenir en memoria colectiva.

Años después, en 2008, fue publicado en París el diario de quien fuera llamada «Ana Frank francesa»: Hélène Berr (1921-1945). Se requirió de Modiano escribir el prólogo.

Sus heridas regresaban, especialmente la más honda: su amado hermano Rudy fallecido de leucemia a los 10 años de edad. Dedicó su primera novela "A Rudy Modiano». Y la segunda, y la tercera, y la cuarta… inédito en la literatura: hasta la octava todas comienzan con «A Rudy Modiano», sus libros durante tres lustros fueron así dedicados.

«Aparte de su muerte –escribe en Un pedigrí– nada de lo que aquí contaré me concierne en profundidad. Escribo estas páginas como quien redacta una constancia o un currículum vitae, a título documental… No tengo nada que confesar ni que aclarar y no siento el gusto por la introspección».

Un trauma adicional derivó de que su habitación durante la adolescencia rezumara las memorias de la ocupación. En los anaqueles del cuarto permanecieron los libros de los inquilinos previos, asesinados en Dachau: François Vernet, Joseph Rovan, y aun Maurice Sachs (1906-1945), quien había colaborado con los nazis y murió en el misterio después de residir en el mismo recinto en el que unos meses después naciera Modiano. Sachs, emblemático del patetismo colaboracionista, había dejado allí una parte de su biblioteca, y en ese antro Modiano se inició en la literatura.

Otro obra notable es su larga entrevista, a modo de homenaje póstumo, a un historiador judeofrancés: Emmanuel Berl, interrogatorio (1976). Al rebuscar en Berl nos topamos una vez más con el rastro que le obsesiona: el del judío paradojal que trastabilla. Por una breve temporada, Berl había redactado los discursos del Mariscal Pétain, jefe del gobierno filonazi en Vichy.

Modiano fue asimismo co-guionista de la exitosa película Lacombe Lucien (1974), dirigida y producida por Louis Malle. Previsiblemente, la tragedia se desarrolla en la Francia ocupada y el protagonista es un joven colaboracionista, un campesino de 17 años. Transcurre en 1944, precisamente en junio, el mes del desembarco en Normandía.

Frustrado por el hecho de que la Resistencia rechazara sus servicios por considerarlo inmaduro y falto de principios, esos defectos sirven a Lucien para reclutarse en la Milice Francaise, la policía nazi que perseguía a la Resistencia.

El adolescente disfruta de su posición, y se enamora de France Horn, una joven judía que vive en la clandestinidad con su padre, el sastre Albert, y su abuela materna. Lucien se impone a France y pasa a proteger a su familia, perseguida por sus jefes. Sabe que está en el bando equivocado, y que habrá de pagarlo con su vida, como en efecto se narra lacónicamente al final de la película.

Modiano hace hincapié en que ninguna de las personas involucradas ven más allá de sus narices, y el mal se torna en banal, aunque no al modo de Hannah Arendt que vio banalidad aun en los jerarcas del nazismo.

La obsesión temática de Modiano, su «recuerdo» de una París ocupada que en rigor nunca conoció, se proyecta en la adoración por su hermanito muerto. Al respecto, la contratapa de la primera edición de su primera novela dice que: "Patrick Modiano nació en 1947 en París". Tres inexactitudes se habían concentrado en una sola oración: la omisión de su primer nombre Jean, la imprecisión de su lugar de nacimiento Boulogne-Billancourt, y la reveladora fecha de nacimiento.

Durante mucho tiempo, Modiano declaró haber nacido en 1947 (en vez del correcto 1945). Una vez explicó la mentirita con el pretexto absurdo de que en su juventud había falsificado la edad en su pasaporte para parecer mayor de edad y evitar a la policía al deambular por París, y para ello colocó 1943, y que cuando más tarde quiso corregirlo le pareció más fácil cambiar el 3 por un 7 que por un 5.

Semejante disparate oculta un argumento subyacente, que ya hemos mencionado: le perturbaba haber sido engendrado durante una época tenebrosa que debía excluir el amor. Pero hay algo aún más profundo en la falsificación. El año 1947 es el del nacimiento de Rudy, su hermanito enterrado en la sección judía del cementerio Père Lachaise. Cambiar la fecha era un modo de prolongar la vida del niño fallecido, que aventajaba a Patrick en no haber sido un hijo de la guerra, y por ello eludía el lastre de un pedigrí considerado oprobioso. Al trastocar la fecha se alejaba de la guerra vergonzante, y ahuyentaba los fantasmas del colaboracionismo.

 

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