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El Catoblepas, número 162, agosto 2015
  El Catoblepasnúmero 162 • agosto 2015 • página 1
Artículos

Una concepción lisológica de la Geografía

Marcelino Javier Suárez Ardura

Consideraciones gnoseológicas ante la reedicion de Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea de Horacio Capel

Una concepción lisológica de la Geografía

Hace ya tres años y pico que llegó a las librerías la nueva edición ampliada de la obra de Horacio Capel Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea. Una introducción a la Geografía{1} (en junio de 2012 se podían adquirir los ejemplares, en la colección La estrella polar de Ediciones del Serbal de cuya dirección se encarga también el propio autor). La reedición –como hemos dicho, ampliada– de Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea es una buena noticia para los estudiantes y estudiosos de las ciencias geográficas, así como para personas, en general, interesadas por la evolución y transformación del paisaje gnoseológico de las ciencias humanas. Desde 1981 (fecha de la primera edición), generaciones de geógrafos han podido acercarse a la perspectiva de la historia y la filosofía de la geografía que Horacio Capel ofrece en esta obra. Podría decirse que la concepción de la geografía de buena parte de los geógrafos españoles e hispanoamericanos –por circunscribirnos al área de nuestra morfología mora– ha sido tallada a la escala y según la visión que Capel ha proporcionado en este libro. Oleadas de estudiosos y estudiantes (geógrafos, pero también sociólogos, politólogos, historiadores, etc.) podrán dar cuenta de una idea de geografía, pues, escolar: la de la escuela de Horacio Capel –una escuela geográficamente dispersa, pero, ciertamente, cristalizada en torno a una nebulosa de ideas constituida por la trama y urdimbre de las concepciones que aquí se ejercen–.

La edición actual amplía la de 1981{2} mediante un prólogo (Prologo a esta nueva edición ampliada, págs. 11-13) y un nuevo capítulo (Capítulo 14), titulado Nuevas geografías y neogeografía (Págs. 412-438). El resto del libro reproduce el texto de la de hace 31 años. La constatación de este hecho permite que nos planteemos, ya de entrada, algunas preguntas, en un sentido puramente conspectivo –exploratorio–, sin perjuicio de las explicaciones en perspectiva emic ofrecidas por el propio autor. ¿Cómo una obra que trata de una ciencia que al parecer ha experimentado en el último cuarto del siglo XX profundas transformaciones y novedades puede ser reeditada sin apenas modificaciones en su cuerpo (alrededor de 400 páginas de las 477 de que consta) y sus tesis principales? ¿Acaso las transformaciones posteriores operadas en una ciencia no obligan a reorganizar todo el campo de la misma modificando las relaciones de sus partes formales y, por tanto, la representación de esa misma ciencia? ¿Pero, por qué suponemos que con Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea estamos ante una obra ella misma de carácter científico (una Historia de la Geografía, una Sociología de la Geografía)? Y, en todo caso, ¿qué razones hay para que una obra de hace 31 años siga teniendo vigencia y sea reclamada por los propios geógrafos más allá de las consideraciones que pudieran establecerse desde una perspectiva pragmática –relativa a las capas subjetuales de la geografía–?

En efecto, porque el libro de Horacio Capel es una obra aún hoy presente en las relaciones bibliográficas de los trabajos de numerosos geógrafos de distintas lenguas. Una obra cuya sola mención constituye de por sí un argumento de autoridad y no sólo por lo que Capel significó y significa entre los estudiantes y profesores de geografía de lengua española sino por lo que esta obra significa –diríamos– desde un punto de vista semántico.

La visión que de la geografía –y, más específicamente, de la geomorfología– ofrece Horacio Capel{3} en términos de un enfrentamiento entre «epistemologías» geográficas positivistas y antipositivistas constituye una reflexión que incorpora numerosos componentes gnoseológicos –al menos, visto desde una perspectiva etic ella misma gnoseológica– con relación a las ciencias geográficas. Consiguientemente, se le pueden atribuir una serie de rasgos característicos de una reflexión «metageográfica» extrapolables a las ciencias en general. Se hace necesario, pues, profundizar algo más en su teoría. Las tesis de Capel, expresadas en Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea y en «Positivismo y Antipositivismo en la Ciencia Geográfica. El ejemplo de la Geomorfología», podrían exponerse como sigue.

El proceso de constitución de la geografía que tiene lugar ya a partir del siglo XVIII habría traído consigo la eliminación de los contenidos propios de la geografía tradicional{4}. A la vez, se habrían ido formando gran parte de las ciencias que conocemos en la actualidad, las cuales, hasta entonces, no eran otra cosa que subdisciplinas geográficas cuyos objetos de estudio caían también bajo la órbita de la ciencia madre. Pero la aparición de estas ciencias particulares (la geología, la geonomía, la cartografía, la etnografía, la etnología…) habría dejado a la geografía sin objeto de estudio.

Sin embargo, la geografía no desaparecía como ciencia, ya que, paralelamente al proceso de su disolución, se habría ido operando una redefinición de su contenido en el contexto de un proceso de institucionalización académica y de formación de la comunidad de los geógrafos. Tales circunstancias –señala Capel– «desempeñaron un papel esencial en la delimitación de las disciplinas intelectuales»{5}. Se habría entrado en un proceso de redefinición constante de la geografía, dando lugar, consiguientemente, a un gran número de conceptualizaciones que básicamente pueden agruparse en unas pocas tradiciones geográficas según los distintos autores{6}. En cualquier caso, como advierte Capel, es posible reducirlas a lo que serían los dos problemas clave que habrían dado continuidad a la ciencia geográfica hasta nuestros días, a saber: por un lado, la diferenciación del espacio en la superficie terrestre y, por otro, la relación entre el hombre y el medio. Este sería el marco en el que se habrían ido sucediendo las discusiones y polémicas entre las diferentes corrientes, tradiciones o escuelas geográficas.

Generalmente, este contexto de transformaciones habría sido interpretado según los supuestos gnoseológicos de la teoría de las revoluciones científicas de Kuhn, tanto desde dentro como desde fuera de la propia geografía, hecho este que nos pondría ante la misma incapacidad distintiva de paradigma kuhniano. El hecho de la incapacidad resolutiva de las teorías de Kuhn lleva a Capel a interpretar el surgimiento de corrientes, paradigmas o tradiciones geográficos en términos de dos sistemas «más amplios» que estarían en el fondo de las diferentes tradiciones. Estos dos sistemas serían el positivismo y el historicismo (antipositivismo) Así, la historia de la geografía pasará a interpretarse como el resultado de la sucesión de un «movimiento pendular entre posiciones «positivistas» e «historicistas»» {7}. La primera corriente se habría iniciado como una fase protopositivista en la Época de la Ilustración y habría extendido su influencia hasta mediados del siglo XIX. El antipositivismo tendría su momento más importante con el Movimiento Romántico y con la reacción del historicismo de finales del siglo XIX y principios del XX. Nuevamente, el positivismo aparecería a mediados del siglo XX con el triunfo de la revolución cuantitativa. Pero, a partir de los años 60 y 70 del siglo XX, emergerían las reacciones antipositivistas a través de las geografías «críticas» y «radicales».

Según Capel, en virtud de este esquema pendular no sólo sería posible interpretar las diferentes tradiciones geográficas (corológica, paisajística, etc.) sino que también se podría explicar la evolución de determinadas ciencias particulares o subdisciplinas geográficas, como sería el caso de la geomorfología. En este sentido, en la geomorfología cabría distinguir varios periodos evolutivos en los que se plasmaría la oscilación entre posiciones positivistas y actitudes historicistas. Así, el primer periodo coincidiría con la geomorfología davisiana y la teoría del ciclo de erosión; el segundo periodo habría tenido lugar a través de las críticas vertidas sobre el esquema davisiano, desde la geografía regional francesa y por parte de los geomorfólogos alemanes; por último, el tercer periodo constituiría una vuelta al positivismo.

La oposición dicotómica y de dinámica pendular, positivismo/historicismo, presentada por Capel ofrece un buen número de serias dificultades, algunas de las cuales han sido reconocidas por el propio autor. Bien es cierto que Capel no considera que estos problemas invaliden el modelo. A nuestro juicio buena parte de las objeciones planteadas surgen de la misma caracterización lisológica de los miembros de la dicotomía positivismo/historicismo (antipositivismo) y de la dificultad, si no imposibilidad para encontrar unos rasgos morfológicos pertinentes con relación a cada miembro del par. En primer lugar, advierte Capel que «no está clara la forma cómo se relaciona la oposición «positivismo»–«historicismo» con otra gran contraposición que aparece también recurrentemente en la historia de la filosofía, la del empirismo–idealismo. Si el «positivismo» es generalmente empirista, la posible relación entre «historicismo» e idealismo suscita muchas más dudas»{8}. Por nuestra parte, aunque la sola consideración de los desajustes considerados por el propio Capel debería haber bastado para revisar el modelo, señalaremos que probablemente la dificultad estribe en la consideración abstracta, lisológica, de cada una de los miembros del par. Consecuentemente, sería necesario descomponer la oposición positivismo/historicismo en sus elementos constitutivos. Y Capel lo hace mediante una tabla{9} de doble columna en la que contrapone rasgos o líneas de lo que considera como positivismo con rasgos o líneas de lo que considera como historicismo. Pero tanto la lista de los rasgos historicistas, la relación de los rasgos positivistas como el conjunto formado por la contraposición entre ambas no pasan, en cuanto a la unidad de criterios de una lista de lavandería. En efecto, unas veces los pares contrapuestos a través de la oposición entre positivismo e historicismo son de naturaleza lógica (nomotético/idiográfico) o epistemológica (explicación/comprensión); otras veces son de naturaleza histórico–descriptiva (empirismo/idealismo) o completamente eclécticos (Monismo metodológico/contraposición entre Naturaleza e Historia). En todo caso el nivel de confusión y oscuridad objetivas en el que incurre dificulta enormemente una compresión ajustada de la naturaleza de la geografía. Difícilmente podemos entender esta lista de lavandería como dibujando los rasgos esenciales de la oposición entre positivismo e historicismo, toda vez que esta oposición –sin duda, configurada a la escala de las capas metodológicas de la geografía– no parece tener un sentido geográfico recto. En efecto, a la vista del cuadro, se impone la advertencia según la cual es necesario entender los rasgos de esta dicotomía en cuanto incorporados al discurso de la capas metodológicas, emic, de las ciencias geográficas y contraponerlos a la efectiva operatoriedad de las mismos en el taller geográfico –en sus capas básicas–. Con ello, queremos decir, que aún formando parte del ejercicio ideológico de los geógrafos, esta dicotomía (positivismo/antipositivismo) es puramente intencional. Desde luego, no se trata de una distinción entre determinada teoría y su aplicación, porque partimos de la idea según la cual las reflexiones filosóficas se organizan en un plano distinto de los trabajos científicos –disociables aunque no separables–. Se trata más bien de lo contrario, es decir, de ver hasta qué punto es cierto que aquellos rasgos con los que caracterizamos el quehacer científico (geográfico) están efectivamente presentes en las ciencias conforme y según se representa. En lo que sigue no vamos a seguir la vía abierta aquí, sencillamente continuaremos con el análisis del modelo pendular de Horacio Capel.

CUADRO I
Rasgos esenciales de la oposición entre «positivismo» e «historicismo»{10}

POSITIVISMO

HISTORICISMO

Monismo metodológico (Unidad de la ciencia y el método científico).

Contraposición de Naturaleza e Historia.

Reduccionismo científico o naturalismo.

Afirmación de la especificidad de las ciencias humanas.

Nomotético.

Idiográfico.

Explicación.

Comprensión.

·

Conocimiento científico utiliza sólo la razón.

·

Se valora el conocimiento empatético y el uso de las facultades como la sensibilidad y la intuición.

Predicción.

Imposibilidad de realizar las predicciones en las ciencias humanas.

Ahistórico.

Énfasis en el desarrollo histórico.

Indiferencia axiológica.

Valoración.

Importancia de la teoría (tanto en los métodos inductivos, dominantes en el Positivismo del siglo XIX, como en los deductivos de mediados del siglo XX).

Métodos inductivos sin teorías previas.

Empirismo.

Idealismo (?).

En segundo lugar, nos parecen acertadas las objeciones que, a partir de los presupuestos de la teoría del cierre categorial, realiza Juan Ramón Álvarez. Para éste, la oposición positivismo/historicismo constituye un reduccionismo clasificatorio, pues lo que Capel ha caracterizado como rasgos del positivismo no tendrían porque excluirse del historicismo y viceversa ya que, «el monismo excluye al dualismo […] pero no la autonomía gnoseológica de una ciencia respecto a otra», de manera que «se puede ser monista en ontología y antirreduccionista en gnoseología»{11}.

En tercer lugar, es importante considerar las críticas a la dicotomía pendular positivismo/historicismo realizadas por Mario Bunge {12}. Bunge las plantea como un repaso terminológico relativo al significado que se da a los términos del par en cuestión. Para Bunge, el positivismo sería típicamente descriptivista, inductivista, y antiteórico por lo que no entiende la razón por la cual estos tres rasgos los deja caer Capel del lado del historicismo. Sin suscribir completamente la crítica de Bunge, porque se mueve enteramente en la oscuridad y confusión de la teoría de Capel, tendremos que decir que ella misma pone en evidencia los parámetros utilizados por Horacio Capel.

Desde nuestro punto de vista, estas objeciones o críticas no apuntan mal, lo que no quiere decir que acierten el tiro. Pero no se trata propiamente de un confusionismo terminológico –como si estuviésemos hablando, en un plano epistemológico, de errores–. A nuestro juicio, Capel estaría presentando ciertos ortogramas nematológicos utilizados por los propios geógrafos para representar sus propias adscripciones metodológicas; de forma que lo que menos importa es que sus representaciones respondan a su ejercicio, porque lo que interesaría sería el sentido que las comunidades geográficas –las llamadas corrientes epistemológicas– les dan. En el fondo, tal dicotomía no sería sino síntoma de algo más profundo que los especialistas de la geografía no alcanzan a ver. Desde nuestro punto de vista, Capel, desde el plano de las capas metodológicas de la geografía, no rebasaría el horizonte emic de la comunidad de geógrafos, presentándonos la perspectiva paisajística de sus propias miradas y del lugar que ocupan. Consecuentemente, en cuanto que geógrafo –como científico particular– también él está preso de esa manera fenomenológica de mirar.

En suma, Horacio Capel expone las polémicas gnoseológicas de la geografía en términos de la antinomia positivismo/antipositivismo. Para Capel, cuando un movimiento está en el candelero se oscurece el otro (uno sería la sombra del otro), aunque sin apagarse por completo, y viceversa. Ahora bien, en esta interpretación cabe distinguir dos planos, como mínimo, por lo que nos vemos obligados a señalar su indistinción y oscuridad, porque en ella tales planos no aparecen claramente distinguidos.

Un primer plano sería el relativo a las capas básicas, intrínseco al hacer científico categorial. Desde este plano, cuando se habla de positivismo y antipositivismo, se está haciendo referencia, en realidad, a un conjunto de conceptos que tienen mucho que ver con las operaciones de los propios geógrafos in media res. Así, positivismo significa objetividad, frente a historicismo, que significa subjetividad; positivismo significará sistematismo, frente a historicismo que nos remitirá al regionalismo; positivismo querrá decir explicación contradistinguiéndose de antipositivismo cuyo significado será el de comprehensión; el positivismo significará la eliminación de las vivencias, o sea, la neutralidad del científico frente al compromiso, la valoración, la toma de partido, que serían notas del antipositivismo. Desde la perspectiva de la teoría del cierre categorial esta serie de pares de conceptos no sería otra cosa sino diversos momentos y modulaciones constitutivos de la dialéctica interna de las ciencias humanas entre las metodologías a–operatorias y las metodologías b–operatorias. Cuando hablamos de antipositivismo con relación a las categorías geográficas estaríamos reconociendo metodologías b–operatorias. Las metodologías a–operatorias en ejercicio impulsarían a los geógrafos a hablar, desde sus presupuestos emic, de positivismo. Habida cuenta de ello, no es necesario presentar esta dicotomía como la explicación esencial que daría cuenta de la historia de la geografía sino como una representación puramente fenoménica –una apariencia falaz– a partir de los momentos categoriales internos a las propias ciencias geográficas.

El segundo plano ya no sería categorial en el sentido recto de la palabra sino filosófico –relativo a las capas metodológicas–. Capel recogería ahora, una concepción en términos de oposición de tipo epistemológica rastreable a lo largo de la historia de la filosofía. En efecto, la dialéctica entre positivismo y antipositivismo no sería más que una modulación de la dialéctica entre objeto/sujeto (realismo/nominalismo). Ahora bien, todo parece indicar que Capel sólo capta una variante de esta dialéctica, a saber, la que se presenta como una reducción metamérica según la cual uno de los dos términos del par queda reducido a otro.

Consiguientemente, hay que decir que con la exposición de Capel se pierde toda la riqueza de notas que nos hacen ver el problema gnoseológico de la geografía en toda su complejidad. Al exponer la antinomia como una simple cuestión de antagonismo entre positivistas y antipositivistas lo que se consigue es permanecer en el marco en el que está situado. Esto nos debería llevar a plantear la necesidad de revisar la oposición que Capel establece entre positivismo e historicismo. Como hemos visto, la posición de Capel encierra un conjunto de pares conceptos que, cuando se coordinan bajo la rúbrica positivismo–antipositivismo (historicismo), se difuminan predominando la técnica del «esfumado», borrándose el contorno de cada uno de los componentes internos. Lo que interesa desde la perspectiva del cierre categorial es tratar de ver la distinción entre las diferentes partes del cuadro, teniendo en cuenta los distintos planos del mismo.

Acaso sea posible encontrar un precedente de esta interpretación de la evolución de la Geografía en términos dicotómicos en el análisis que Manuel de Terán llevó a cabo en 1957 sobre la controversia entre el determinismo y el posibilismo{13}. Manuel de Terán repasaba la polémica entre los defensores del determinismo y los defensores del posibilismo y, aunque suponía que era una batalla zanjada a favor del posibilismo, no dejaba de reconocer que el «viejo determinismo» no había muerto, pues aún perduraban –decía– determinados «resabios deterministas». En cierta manera, estaba reconociendo la existencia de pulsaciones del determinismo físico en un contexto, al parecer, de pax posibilista; lo que era suficiente para justificar el repaso de los principales argumentos en liza. Terán planteaba su trabajo, así, a la escala de lo que, desde la teoría del cierre categorial, denominamos el eje pragmático de una ciencia{14}.

El artículo de Manuel de Terán presenta la polémica entre deterministas y antideterministas{15} como un debate en el seno de la Geografía humana, pero con numerosos precedentes pregeográficos, a saber: por el lado del determinismo cabría mencionar a Herodoto, Hipócrates, Platón, Aristóteles, Estrabón, Eratóstenes, Ptolomeo, Tucídides, Polibio, Plutarco, Lucrecio, Bodín, Montesquieu, Taine, Buckle y Herder; por el lado del posibilismo, a Buffon y Kant.

Determinismo y antideterminismo formarían de esta manera los dos polos de una compleja y rica diatriba, entre los cuales existirían numerosos planteamientos intermedios (cabría hablar de un determinismo absoluto, pero también de un determinismo crítico, de un determinismo ingenuo y otro atenuado; así mismo, de un posibilismo absoluto y de un posibilismo crítico){16}. Para Terán, el determinismo geográfico, como forma específica del determinismo «supone que la libertad del hombre se halla condicionada y dirigida, en grado de mayor o menor necesidad y coacción, por los factores del medio físico; que estos factores ejercen un influjo directo sobre la constitución física y moral del hombre individual y social; que toda la actividad humana y el resultado de esa actividad acusa la impronta de estos mismos factores; que todos los hechos de la Geografía humana (distribución y movimiento de población, formas de poblamiento rural y urbano, modos de vida, estilos de organización regional del espacio y del paisaje humanizado) pueden ser explicados en virtud de la eficacia de los factores naturales; que en Geografía humana rige una regularidad causal, una relación necesaria de causas naturales y efectos humanos.»{17}

Este tipo de determinismo, en rigor, habría sido ajeno al campo de la Geografía humana. Pero en el siglo XIX, la polémica se habría hecho más sistemática como consecuencia de la influencia de distintas corrientes filosóficas y científicas (positivismo, materialismo, darwinismo, lamarckismo, ecología). Para Terán, los padres de la Geografía (Ratzel y Vidal de la Blache) habrían mantenido posiciones intermedias (menos rígidas de lo que, posteriormente, habrían entendido algunos discípulos –respectivamente, Semple y Le Lannou, por citar dos ejemplos–).

Frente al determinismo geográfico, Terán contradistingue al posibilismo: «el posibilismo renuncia al riguroso encadenamiento causal, que aquél supone anudado entre los factores físicos y los fenómenos humanos; el medio físico no es una constante absoluta, fiel a la repetición inmutable de unos mismos dictados; no existe predestinación geográfica ni predicción, no existen comarcas o formas del paisaje natural destinadas a producir o albergar unas mismas formas de humanidad; el medio físico no es una causa necesaria, sino contingente; no tiene un valor absoluto, sino relativo, es sólo pura posibilidad o posibilidades, cuya actualización depende esencialmente del hombre, de su libertad para elegir entre una y otra posibilidad, de acuerdo con las características de su temperamento y mentalidad, circunstancia histórico–cultural en que su vida se mueve, disponibilidades técnicas e instrumentales, repertorio de ideas, creencias y fines que integran el armazón de su cultura.»{18}

Por último, Terán introduce la idea de probabilismo, asociándola a la de posibilismo a través de una conocida cita de Febvre: «No existen necesidades sino posibilidades […] de las cuales algunas son más posibles que otras»{19}. Con la idea de probabilidad la Geografía recuperaría la idea de explicación causal utilizando los métodos estadísticos.

A nuestro juicio, cabría coordinar la oposición positivismo/antipositivismo con la oposición determinismo/antideterminismo (posibilismo){20}. No obstante, la argumentación de Terán, aun manteniéndose en un plano pragmático, a la manera según la cual Horacio Capel procedería décadas más tarde, introduce también numerosos componentes de los ejes semántico y sintáctico de la Geografía humana. De alguna forma, cabría ver la idea según la cual la evolución de la geografía se habría constituido en términos de la dialéctica entre positivistas y antipositivistas como absorbiendo la oposición entre deterministas y posibilistas (regressus), a la vez que apoyándose en ella (progressus). Consiguientemente, el esquema según el cual la historia de la Geografía quedaría reducida a esta oposición supone una dialéctica continua y recurrente en cuyo despliegue habría que reconocer determinados periodos en los que el paradigma positivista estaría más activo; dicho de otra manera, el paradigma positivista sería la geografía normal, siendo el paradigma antipositivista la ciencia revolucionaria que iría creciendo en número de adeptos hasta derrocar al viejo paradigma positivista e instalarse, así mismo, como nuevo paradigma normalizado. Sin embargo, esta perspectiva es insuficiente en tanto que desplaza la interpretación de la historia de la Geografía hacia el eje pragmático –desde nuestras coordenadas etic– de la Geografía humana anegando los componentes sintácticos y semánticos. En Manuel de Terán, asistimos igualmente a una fase determinista a la que sigue una fase antideterminista (y, tomando en consideración los precedentes antiguos y modernos del determinismo y del posibilismo hasta podríamos interpretar la historia de la geografía conforme a una dialéctica pendular entre determinismo y antideterminismo).

Desde nuestra perspectiva, sin negar un papel central a los dialogismos, como partes del eje pragmático, en el seno de las ciencias, suponemos que se hace necesario introducir los componentes sintácticos y semánticos sin los cuales la polémica (los dialogismos) carecería de sentido. Concediendo ex hypóthesi que la Geografía humana sea una ciencia (una ciencia humana), la dialéctica entre el determinismo y el posibilismo debería entenderse como un proceso interno al campo de la geografía, dado en el momento de las operaciones. El determinismo habría que verlo, entonces, como el proceso operatorio según el cual se tendería a eliminar las operaciones del sujeto gnoseológico (el geógrafo) regresando a contextos gnoseológicos anteriores –independientes de las operaciones humanas–, físicos (geomorfológicos), meteorológicos, edafológicos o bioquímicos (alimentación). El posibilismo, con su insistencia en la libertad de elección humana, reconoce la necesaria recurrencia de las operaciones como factores explicativos inmanentes al campo de la Geografía humana. Consecuentemente, desde la perspectiva de la teoría del cierre categorial, cabría dudar de la adecuación de la interpretación ofrecida por el mismo Manuel de Terán{21}en el sentido de ver al posibilismo como un antideterminismo; más ajustado parecería interpretar el debate como la oposición entre dos determinismos contradistintos. Así mismo, ni siquiera el probabilismo podría ser entendido como un término medio entre el determinismo y el posibilismo, pues también cabría interpretarlo como una suerte de determinismo en un contexto genérico de eliminación de operaciones.

Marcelino Javier Suárez Ardura
27 de julio de 2015
Pola de Lavinana

Notas

{1} Capel, Horacio: Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea. Una introducción a la Geografía. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2012.

{2} Capel, Horacio: Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea. Una introducción a la Geografía. Barcanova. Barcelona, 1981.

{3} Capel, Horacio: «Positivismo y Antipositivismo en la Ciencia Geográfica. El ejemplo de la Geomorfología» en Geo–Crítica, número 43. Febrero 1983. Universidad de Barcelona.

{4} No aclara Capel en ningún momento si esa transformación de la geografía tradicional en una «nueva geografía» ha sido por segregación interna, por segregación oblicua, por intersección de categorías, por descubrimiento, por reorganización o por inflexión.

{5} Capel, Horacio: «Positivismo y Antipositivismo en la Ciencia Geográfica. El ejemplo de la Geomorfología» en Geo–Crítica, número 43. Febrero 1983. Universidad de Barcelona. Pág. 7.

{6} Ibídem

{7} Ibídem, pág. 16.

{8} Ibídem, pág. 39.

{9} Obsérvese que esta «oposición dicotómica entre pares de características enfrentadas» coincide en buena parte con la caracterización que Popper realizó del historicismo (POPPER, KARL R.: La miseria del historicismo. Alianza Editorial. Madrid, 2010.)

{10} Capel, Horacio: «Positivismo y Antipositivismo en la Ciencia Geográfica. El ejemplo de la Geomorfología» en Geo–Crítica, número 43. Febrero 1983. Universidad de Barcelona. Pág. 15.

{11} Álvarez, Juan Ramón: «Reduccionismo clasificatorio y tipologías históricas en el pensamiento geográfico» en El Basilisco, número 21. Oviedo. Enero–Octubre, 1981. Pág. 67.

{12} Capel, Horacio: «Positivismo y Antipositivismo en la Ciencia Geográfica. El ejemplo de la Geomorfología» en Actas I Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias. Pentalfa. Oviedo, 1982. Págs. 255–313. Véase especialmente el COLOQUIO, págs., 304–313.

{13} Terán, Manuel de: «La causalidad en geografía humana. Determinismo, posibilismo, probabilismo» en Estudios Geográficos. Año XVIII. Números 67–68. Págs. 273–308. Madrid, 1957.

{14} La siguiente afirmación es perfectamente interpretable desde el sector pragmático de los dialogismos: «creemos que en toda ciencia la periódica revisión de sus postulados y principios es saludable norma de conducta». Véase Terán, Manuel de: Opus cit. Págs. 274.

{15} Manuel de Terán recorre los argumentos de deterministas y posibilistas vinculándolos a las ideas de causa y ciencia. Sin duda, el par determinismo/posibilismo está relacionado con la idea de ciencia y con la idea de causa, pero es una relación de symploké. Manuel de Terán relaciona linealmente determinismo, ciencia y causa presuponiendo una idea de ciencia tallada a escala del marco formal aristotélico, lo que le impide considerar las connotaciones gnoseológicas de lo que él mismo entiende como causalidad determinista («el posibilismo renuncia al riguroso encadenamiento causal, que aquél supone anudado entre los factores físicos y los fenómenos humanos» Pág. 289)

{16} Vilá Valentí habla de posturas intermedias entre un determinismo extremo y un posibilismo extremo y sostiene que en el fondo la discusión se mantiene en torno a la «exacta definición de posibilismo». Valentí, inteligentemente, acaso estimulado por el lenguaje teológico de Terán (lenguaje que también está en Febvre), advierte el paralelismo entre la polémica en torno al determinismo y el debate De auxiliis de la España de los siglos de oro. Véase Vilá Valentí, J.: «La definición del posibilismo», pág. 656 en dialnet.unirioja. es/servlet/dcfichero_articulo?codigo=1456921

{17} Terán, Manuel de: Opus cit. Págs. 274–275.

{18} Terán, Manuel de: Opus cit. Pág. 289.

{19} Terán, Manuel de: Opus cit. Pág. 306

{20} «Por otra parte, no puede desconocerse tampoco que algunas veces los antideterministas, arrastrados por el juego natural de su propia dialéctica, y como frecuentemente sucede cuando se tensan las cuerdas de la polémica, han forzado sus argumentos más allá de lo que permitía su natural elasticidad.» Véase Terán, Manuel de: Opus cit. Pág.274.

{20} Lo mismo cabría decir, en este sentido, de la lectura que ha hecho Vilá Valentí. Véase la nota número 3.

 

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