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El Catoblepas, número 169, marzo 2016
  El Catoblepasnúmero 169 • marzo 2016 • página 9
Artículos

De la Genética a la Genómica

José Alsina Calvés

Acerca de la llamada revolución biotecnológica.

La transformación de la Genética en Genómica significa pasar de la ciencia de la herencia biológica a la tecnología de la manipulación del ADN. Este proceso coincide con la emergencia de las nuevas biotecnologías, proceso que algunos han bautizado como Revolución Biotecnológica, análoga por sus impactos, a la Revolución Industrial o a la de las nuevas tecnologías de la información.

Ahora bien, un proceso de este tipo no puede explicarse únicamente por la aplicación de unos conocimientos científicos a una tecnología concreta. La Revolución Industrial, por ejemplo, está vinculada a la máquina de vapor primero y a la electricidad después, pero sería inexplicable sin tener en cuenta otros factores de índole ideológico, político o económico, como la valorización del trabajo y del ahorro por el calvinismo y otras sectas protestantes, la conformación del Estado Nacional como unidad de mercado, o la ideología económica del librecambio.

Para Rifkin{1} los grandes cambios económicos de la historia suceden cuando confluyen una serie de fuerzas tecnológicas y sociales y se crea una nueva matriz operativa. Para el economista norteamericano, en el caso de las nuevas biotecnologías han sido siete los elementos diversos que han confluido:

1. La capacidad de aislar, identificar y recombinar genes.

2. La concesión de patentes sobre genes, líneas celulares y organismos, como incentivo comercial para las multinacionales de la vida.

3. La mundialización del comercio y los negocios, es decir, la Globalización.

4. El mapa de genes del Genoma Humano y el de otros organismos.

5. La nueva sociobiología, con su énfasis en la base genética de la conducta humana.

6. La Revolución Informática

7. Una nueva concepción de la evolución biológica compatible con los supuestos operativos de las nuevas tecnologías y la economía global.

Vamos a utilizar estos siete puntos como columna vertebral de nuestro estudio, aunque subsumiremos los puntos 5 y 7 en un único apartado, pues consideramos que forman parte del mismo proceso de manipulación ideológica de la biología como legitimación de las nuevas biotecnologías.

Aislar, identificar y recombinar genes

Las tecnologías que permiten la identificación y la manipulación de genes marcaron el inicio de esta nueva «matriz operativa» de la que habla Rifkin. En 1968 Torbjorn Caspersson y Lore Zech, del Instituto Karolinskia de Suecia, inventaron un proceso que identificaba los cromosomas, abriendo así la posibilidad de elaborar mapas genéticos. Constataron que en los genes las cuatro bases nitrogenadas, G, A, T y C estaban en diferentes proporciones, y encontraron una substancia química, la mostaza de acridina quinacrina que presentaba una gran afinidad por la unidad G. Tiñeron los cromosomas con esta substancia, y observaron que, al ponerlos bajo la luz ultravioleta, brillaban con un patrón de manchas luminosas y oscuras, que indicaban la concentración de la unidad G{2}.Con la nueva técnica de bandeo se pudieron identificar cromosomas humanos individuales.

Al finalizar la década de los 60 y al comienzo de los 70, Smith, Nathans y Arber aislaron unas enzimas provenientes de bacterias que llamaron endonucleasas de restricción. La característica que hacía a estas enzimas tan especiales era que podían cortar el ADN en secuencias específicas de nucleótidos, funcionaban como un bisturí molecular.

Podemos usar endonucleasas de restricción para elaborar mapas de restricción de una muestra de ADN y compararlo con otra muestra de ADN donde se sospecha que ha sucedido una mutación. Si la mutación afecta la secuencia de un sitio de restricción entonces este desaparece y el patrón de digestión del ADN cambia.

También por este tiempo se descubre otra enzima llamada ADN ligasa, la cual se encarga de unir pedazos de ADN, como especie de suturas moleculares. No es difícil imaginar que sucedió luego al combinar estas dos tecnologías, la posibilidad de hacer «ADN recombinante»; al unir pedazos de ADN que no necesariamente provienen del mismos organismo. En 1972, Berg realiza la primera molécula de ADN recombinante y nace la Ingeniería Genética una forma de cirugía molecular.

El avance fundamental lo consiguieron Herbert Boyer, de la Universidad de California y Stanley Cohen de la de Staford: aislaron ADN de dos organismos no emparentados y lograron recombinar los dos fragmentos. Así se obtuvo el llamado ADN recombinante.

Cohen dividió la cirugía del ADN en varios pasos. Primero se separan las moléculas de ADN de una fuente, por ejemplo un ser humano, utilizando una enzima de restricción que lo corta en puntos determinados. Una vez troceado el ADN se separa un pequeño segmento (un gen o unos pocos). A continuación se corta con un enzima de restricción un plásmido{3}. Los extremos de los dos fragmentos de ADN (el humano y el bacteriano) se unen entre sí mediante una ADN ligasa y ya tenemos el ADN recombinante.

El plásmido modificado o recombinante se usa como vector, es decir, como vehículo que mueve el ADN hacia una célula hospedadora, normalmente una bacteria. Al absorber el plásmido e incorporarla a su ADN{4} la bacteria incorpora los genes humanos, que se duplican cada vez que la bacteria se divide. Es lo que se llama ADN clonado. Los organismos que han incorporado a su genoma ADN extraño, sean bacterias, animales o plantas, se les conoce como Organismos Genéticamente Modificados (OGM) u organismos transgénicos.

El primer uso comercial de la ingeniería genética fue el traslado del gen de la insulina humana a la bacteria E. coli{5}. La insulina es una hormona que se produce en el páncreas, y que permite el paso de la glucosa que circula por la sangre al interior de las células. La insuficiencia o ausencia de insulina produce una enfermedad llamada diabetes; las personas que la sufren deben recibir periódicamente dosis de insulina, de lo contrario coreen peligro de una insuficiente alimentación de sus células, lo cual puede ser especialmente grave para las neuronas cerebrales. En el peor de los casos se puede llegar a producir un coma diabético y la muerte.

Hasta hace poco la mayor parte de la insulina que se administraba a los diabéticos era insulina de cerdo, muy parecida a la humana pero no exactamente igual. Con las técnicas de ingeniería genética se pude modificar células bacterianas para que produzcan insulina humana, idéntica a las que segrega en el páncreas humano.

Pero la producción de organismos transgénicos no se limita a las bacterias. También se pueden producir animales y plantas transgénicos. El caso de los animales es bastante más complicado: se tiene que obtener el óvulo fecundado del animal antes de que empiece a dividirse e inyectarle el ADN extraño con una micropipeta. Este ADN contiene los genes que queremos incorporar que se unen al azar en alguno de los cromosomas del animal.

Posteriormente el óvulo (si se trabaja con mamíferos) debe ser implantado en el útero de una hembra para su desarrollo embrionario. En conjunto solamente se tiene éxito entre el 1% y el 2% de los casos. La mayoría de los fracasos son debidos a la implantación del óvulo fecundado en el útero más que a los proceses de micro inyección. Trabajando con otros vertebrados, como los peces, el porcentaje de éxito es mucho mayor, pues no son necesarios los procesos de implantación.

Las utilidades de los animales transgénicos son muy variadas. En algunos casos lo que se intenta es lograr una «mejora» en una especie determinada para su mayor aprovechamiento. Así se han conseguido siluros y carpas que crecen un 60% más aprisa después de que se les insertara el gen de la hormona de crecimiento de las truchas. También se ha producido una cepa de salmones que pueden vivir en aguas mucho más frías de lo normal después de que se les trasplantara el gen de la proteína «anticongelante» de la platija del ártico.

Estos experimentos pueden conducir a resultados absolutamente aberrantes. Se ha hablado de la posibilidad (aunque no está confirmado de que se haya realizado) de manipular los genes Hox{6} de los pollos para producir monstruos de cuatro patas. Así cada pollo daría cuatro muslos en vez de dos, aumentando enormemente su rendimiento.

Otra posible utilidad de los animales transgénicos es usarlos de «biorreactores». A estos animales se les ha insertado un gen que produce alguna substancia de interés farmacéutico o industrial. Están ya avanzadas las investigaciones que pueden dar lugar a la producción de la proteína alfa-1-antitripsina (AAT) en la leche de ovejas transgénicas{7}. La ausencia de esta proteína reguladora puede elevar los niveles de otra proteína, la elastasa, producida por los glóbulos blancos neutrófilos, lo cual puede provocar daños en diversos tejidos corporales, especialmente en el tejido pulmonar.

La deficiencia hereditaria de AAT es uno de los trastornos genéticos en Europa y en los Estados Unidos. Las personas que lo sufren presentan una enfermedad llamada enfisema, con graves dificultades para respirar debido a la destrucción de tejido pulmonar. Un tratamiento con AAT puede resultar eficaz, especialmente antes de que aparezcan los síntomas, pero hay grandes dificultades para obtener AAT, pues su concentración en el plasma humano es pequeña.

Las ovejas transgénicas han sido creadas mediante la micro inyección de ADN recombinante a óvulos fecundados de oveja. Este ADN contiene el gen humano de la ATT unido a un promotor para el gen de la beta-lacto globulina (BLG) de las ovejas. El promotor es un gen que dirige la expresión del gen de la ATT hacia la glándula mamaria de la oveja, para que la proteína sea producida en la leche de donde es más fácil extraerla.

En diversos ensayos se ha conseguido obtener 35 gramos de ATT por litro de leche de ovejas transgénicas. Las estimaciones sugieren que un rebaño de mil ovejas transgénicas podría satisfacer la demanda mundial de ATT. También se ha sugerido la posibilidad de obtener hemoglobina humana a partir de cerdos transgénicos. La hemoglobina es una proteína que se encuentra en la sangre (concretamente en el interior de los glóbulos rojos) y es la responsable del transporte de oxígeno.

La producción de estas substancias a través de animales transgénicos convertidos en «biorreactores» es mucho más eficiente que si utilizamos bacterias o levaduras. Se especula que en el futuro muchas substancias de interés pueden ser producidas a gran escala en estas «granjas farmacéuticas».

Otra posible utilidad de los animales transgénicos se relaciona con los llamados xenotrasplantes, es decir, trasplantes de órganos de alguna especie animal al ser humano. El primer trasplante de corazón humano se llevó a cabo en 1967 en la ciudad del Cabo. El paciente, de 56 años, murió 18 días más tarde. Aunque fue un éxito desde el punto de vista quirúrgico, el sistema inmunológico identifico al corazón trasplantado como un órgano extraño y produjo anticuerpos contra él.

El descubrimiento del fármaco ciclosporina en 1980 mejoró enormemente las perspectivas de los pacientes trasplantados. Esta substancia suprime la respuesta inmunitaria al nuevo órgano, pero esta supresión de la respuesta inmunitaria hace al paciente muy vulnerable a diversas enfermedades, como diversos tipos de cáncer o de infecciones.

Desde 1960 los cirujanos se plantearon la posibilidad de utilizar animales como donantes de órganos para humanos. El problema es que en estos casos la respuesta inmunitaria en mucho más drástica: si la sangre humana circula a través del corazón de un cerdo el órgano se destruye a los pocos minutos por un mecanismo llamado rechazo hiperagudo, demasiado rápido y violento para ser neutralizado por fármacos inmunodepresores como la ciclosporina.

John Wallwork y David White estudiaron el mecanismo del rechazo hiperagudo, y encontraron y encontraron que estaba relacionado con un conjunto de proteínas que formaban un sistema llamado complemento. Buscaron los genes responsables y lograron crear un cerdo transgénico, con los genes humanos que codifican para las proteínas «bandera blanca» (FAC) que hacen que el sistema inmunitario humano identifique al corazón de cerdo como humano. En 1992 nació Astrid, cabeza de familia de más de doscientos cerdos transgénicos, que pueden ser futuros donantes de corazón para trasplantes a humanos.

Finalmente también se pueden utilizar animales transgénicos como «modelos animales» para estudiar determinadas enfermedades genéticas. La mayoría de experiencias al respecto se han realizado con ratones, a través de una técnica llamada «sustitución de genes», que es una mezcla de ingeniería genética y cruzamiento tradicional. Si el gen insertado es responsable de alguna enfermedad genética, como el Alzheimer o la hemofilia, los ratones desarrollan esta enfermedad. También se han utilizado estas técnicas para el estudio de los genes Hox, responsables de los patrones de desarrollo embrionario.

Sin embargo el campo de aplicación preferente de las nuevas biotecnologías es el reino vegetal. Ello es debido a diversas razones. En primer lugar tenemos que las células de las plantas son totipotentes, lo cual significa que cualquier célula vegetal puede, en principio, desarrollarse y convertirse en una planta madura, lo cual facilita enormemente el proceso de implantación del ADN recombinante. En segundo lugar, las plantas presentan un enorme potencial económico, pues solamente ellas pueden realizar la fotosíntesis y la fijación de nitrógeno. Esto tiene importantes implicaciones en el terreno de la alimentación humana: comemos plantas o animales que a su vez comen plantas.

Por otra parte, la mayoría de las substancias de interés médico y farmacológico proceden del mundo vegetal. Como veremos, las grandes multinacionales biotecnológicas y farmacéuticas han encontrado en la producción de vegetales transgénicos y en la búsqueda de genes vegetales con interés económico, su mayor fuente de negocio.

Monsanto y Novartis, dos gigantes de las empresas biotecnológicas, han producido diversas cepas de plantas tolerantes a los herbicidas. Los herbicidas son substancias químicas que matan a las malas hierbas, plantas que se desarrollan en los campos cultivados y disminuyen su rendimiento. Las mismas empresas fabrican los herbicidas y manipulan a las plantas para que las semillas sean estériles y el agricultor no pueda replantar y deba comprar cada año semillas nuevas.

Con las plantas resistentes el agricultor emplea cantidades mucho mayores de herbicidas pues no teme dañar a los cultivos. El negocio es doble: por un lado venden las semillas de las plantas transgénica y por otro venden cantidades mayores de herbicidas.

La consecuencia de todo ello es que las malas hierbas aumenten su resistencia a los herbicidas, por lo que las dosis empleadas deban ser aún mayores. Un estudio de la Universidad Charles Sturt, de Nueva Gales del Sur, reveló que el ballico, una mala hierba común en Australia, era cada vez más resistente la Roundup de Monsanto, un herbicida fabricado por esta empresa, que podía tolerar hasta un quíntuplo de la dosis recomendada{8}. Los posibles efectos nocivos en la fertilidad del suelo o la calidad el agua que puedan causar los herbicidas venenosos, como el Roundup, son un intranquilizador recordatorio de los nefastos efectos medioambientales de estas tecnologías, especialmente cuando se aplican con el beneficio económico como único criterio.

Otro producto favorito de las multinacionales biotecnológicas son las plantas transgénicas resistentes a las plagas de insectos. Son plantas que producen insecticida en cada célula. Se les ha inoculado un gen que procede de una bacteria, el Bacillus thuringinensis, que produce una substancia llamada prototoxina-Bt. Cuando los insectos consumen este tóxico, los ácidos de sus estómagos lo activan y destruye el tubo digestivo provocándoles la muerte.

En agricultura biológica se usa la toxina-Bt como biopesticida natural contra las plagas de insectos. Pero la toxina transgénica ha sido alterada de tal manera que no necesita activarse y puede atacar a una mayor gama de insectos y organismos del suelo. Además sigue siendo toxica en el suelo y tarda en desaparecer el triple de tiempo que su homóloga natural{9}.

El temor a que el uso de la toxina Bt transgénica creara una nueva generación de «superbichos» resistentes se disparó en 1996, cuando una estación inusualmente cálida y seca en el sur de los Estados Unidos provocó una serie de sucesos. Se plantaba por primera vez el algodón transgénico de Monsanto Un Cotn, y los inversores contaban con el éxito para afianzar la suerte de la biotecnología agrícola.

El estrés por el calor y la sequía en las plantas hace que estas reduzcan su síntesis de proteínas, por lo que el algodón transgénico redujo su producción de toxina Bt. En cambio el gusano del algodón prospera en condiciones cálidas y secas. La combinación de las dos circunstancias provoca una gran proliferación de estas orugas (son larvas de un coleóptero: el gorgojo del algodón) y provocó el desastre de la cosecha «prodigiosa» de Monsanto.

Fred Gould, profesor de entomología de la Universidad del Estado de Carolina del Norte advirtió que en condiciones normales, el gen utilizado en las plantas de algodón transgénico mataba solamente al 80% de los gusanos del algodón, y que el porcentaje de supervivencia del 20% conduciría a una estirpe de «superbichos» inmunes al pesticida.

Sin tener en cuenta otras cuestiones y ateniéndonos solamente a lo práctico, muchas de las biotecnologías desarrolladas por estas multinacionales están muy lejos de ser óptimas. La necesidad de beneficio inmediato por la presión de los inversores no solamente hace que se ignoren completamente los efectos negativos a largo plazo para el medio ambiente o la salud humana, sino que confiere una prisa que interfiere con la calidad y eficiencia de los productos comercializados.

La vida patentada

La posibilidad de patentar genes, organismos modificados genéticamente o líneas celulares ha sido un elemento importantísimo en el desarrollo de las biotecnologías, pues se ha convertido en la garantía de negocio y de propiedad intelectual e industrial para las grandes multinacionales de la vida, que han sido las principales protagonistas del desarrollo de estas biotecnologías.

Pero aparte de las cuestiones económicas y legales el tema tiene importantes implicaciones filosóficas y antropológicas. La posibilidad de patentar genes y OGMs es la culminación de dos corrientes de pensamiento características de la Modernidad. Por una parte la visión mecanicista y reduccionista de la Naturaleza en general y de la vida en particular, que arranca de la filosofía cartesiana; si los seres vivos no son más que mecanismos, si la vida es explicable únicamente como interacciones entre moléculas, nada se opone a que los seres vivos, o sus partes, puedan ser patentados. Por otra parte el individualismo economicista, que procede de la filosofía de Locke, Smith o Ricardos, según la cual la sociedad se reduce a individuos, y el derecho a la propiedad es el principal e inalienable derecho de estos individuos.

El proceso que ha llevado a la privatización de la vida se inició el año 1971, cuando Ananda Chakrabarty, microbiólogo que trabajaba para la General Electric Company solicitó a la oficina de patentes de EEUU la patente de una bacteria transgénica, capaz de digerir hidrocarburos. Este organismo podía tener una gran importancia para consumir los vertidos de petróleo en el océano. La oficina de patentes rechazó la solicitud, alegando que los seres vivos no podían ser patentados.

Chakrabarty y la General Electric apelaron está decisión, y se produjo una batalla judicial que dio lugar a un amplio debate. La Comisión Económica del Pueblo, plataforma que posteriormente se transformaría en la Fundación de Tendencias Económicas, publico un texto, escrito por Ted Howard{10} donde, a nuestro modo de ver, se tocaba el «quid» de la cuestión: si se admitían estos patentes se reducían a los seres vivos a un montón de productos químicos.

En 1980, por un estrecho margen de cinco votos contra cuatro, el Tribunal Supremo se pronunció a favor de Chakrabarty y la concedió la patente sobre el primer organismo transgénico. Esta sentencia puso el importantísimo fundamento legal a la privatización y comercialización del patrimonio genético común. La biotecnología se desprendió de sus «caducas» vestimentas académicas y se lanzó al mercado. En Wall Strett se desencadenó una estampida compradora de acciones de empresas biotecnológicas.

La firma Genentech proclamó con entusiasmo: «El tribunal ha asegurado el futuro tecnológico del país». El 14 de octubre de 1980 está empresa ofreció un millón de acciones a 35 dólares cada una: en los primeros veinte minutos su valor había ascendido a 89 dólares, y al final de la tarde la empresa se había hecho con 36 millones de dólares, y su valor total se cifraba en 532 millones. Todo ello SIN HABER SACADO NI UN SOLO PRODUCTO AL MERCADO.

Las empresas químicas, farmacéuticas, agropecuarias y biotecnológicas aceleraron sus trabajos de investigación y desarrollo, conscientes de que la concesión de una patente que protegiera sus intereses significaba la posibilidad del obtener del patrimonio genético común grandes ganancias comerciales.

En 1987 la Oficina de Patentes de los EEUU dio un giro de 180 grados respecto a su posición inicial y publicó una directriz según la cual todos los organismos vivos, incluido animales pluricelulares, que hubieran sido transformados por ingeniería genética, eran susceptibles de ser patentados. El comisionado Donald J. Quigg aclaró que los seres humanos quedaban fuera, pues la decimotercera enmienda de la Constitución Norteamericana prohibía la esclavitud humana. Pero un embrión humano modificado genéticamente era, en principio, patentable, con lo que quedaba abierta la posibilidad de patentar, sí no todo un ser humano, sus partes por separado.

La cuestión fundamental es la siguiente: para que a un inventor se le patente su obra como invento debe demostrar que es novedosa, que no es trivial y que es útil. Pero además, y esto es lo relevante, que es realmente una invención, y no un descubrimiento. Esto último es el motivo de que no se pueden patentar, por ejemplo, los elementos de la tabla periódica. En este sentido la decisión del Tribunal Supremo y la directriz de la oficina de patentes son ampliamente discutibles. Ningún biólogo molecular ha creado jamás un gen, un célula, un tejido, ni mucho menos un organismo, sino que se ha limitado a modificarlos.

El chimpancé es un animal que comparte el 99% de la constitución genética del ser humano ¿Debería reconocerse a una chimpancé como un invento humano, y por tanto patentable, solamente porque se le injerte un solo gen? La respuesta, según la oficina de patentes norteamericana, es que sí.

Un año después de publicarse las nuevas directrices la oficina de patentes concedió la primera patente sobre un mamífero: un ratón transgénico que contenía genes humanos que predisponen a sufrir cáncer. El llamado «oncoratón» fue «inventado» por Harvard Philip Leder, y la patente fue concedida a la empresa Du Pont. Desde entonces se han concedido en EEUU más de doscientas patentes sobre animales modificados genéticamente.

Mayor importancia económica tienen las patentes concedidas sobre vegetales transgénicos, algunas de las cuales son, además, de carácter muy genérico. La empresa Agracetus, antes filial de W.R. Grace Company y ahora en Monsanto recibió una patente sobre todas las semillas y plantas de algodón que contengan algún gen recombinante{11}.

La feroz competencia entre empresas químicas, biotecnológicas y farmacéuticas no tiene precedentes, y ha dado lugar a un auténtico record de pleitos y reclamaciones legales, pero también a otro fenómeno, denominado biopiratería que consiste en la búsqueda y explotación de recursos genéticos en países del Tercer Mundo.

Las multinacionales de la vida financian expediciones a los países del Hemisferio Sur en busca de caracteres genéticos inusuales que puedan tener valor comercial. A veces afectan a plantas cuyas características medicinales o de otro tipo son conocidas y utilizadas por la población indígena desde tiempo inmemorial, y que forman parte de un patrimonio cultural común. El caso más escandaloso, y que dio lugar a una fuerte polémica fue la patente concedida a W-R. Grace sobre el neem, árbol de la India.

El neem es un símbolo de la India, y los antiguos textos se refieren a él como «árbol bendito» que cura todos los males. Los indios usan bactericidas{12}. Además esta planta ha resultado particularmente eficaz como pesticida natural, mucho más que otros pesticidas sintéticos y sin efectos nocivos para el entorno.

Grace había logrado aislar el principio activo más potente de la semilla de neem, la azadiractina, y consiguió la patente de unos cuantos procesos para la producción del extracto de neem. La compañía alegó que los procesos que usó para separar y estabilizar la azadiractina eran únicos y no obvios, pero diversos científicos indios argumentaron que ellos habían estado tratando semillas de neem con los mismos procesos, pero que nunca habían pretendido una patente al considerar que la información acerca de los usos del neem era el resultado de siglos de acumulación de conocimientos indígenas, y debía ser considerado un patrimonio colectivo.

El afán privatizador de genes de las multinacionales y de algunos gobiernos no se detiene ante los genes humanos. En 1993 la Fundación Internacional para el Avance Rural descubrió que el gobierno de los Estados Unidos había solicitado patentes sobre un virus derivado de la línea celular de una india guaymi panameña de 26 años. Un investigador de los Institutos Nacionales de la Salud le había tomado una muestra de sangre y había desarrollado una línea celular. Parece ser que miembros de esta remota comunidad india son portadores de un virus que estimula la producción de unos anticuerpos que pueden ser útiles en el estudio de la sida y la leucemia{13}.

La polémica obligo al gobierno de los EEUU a retirar su petición, pero solamente dos meses más tarde presento dos nuevas peticiones sobre las líneas celulares de unos ciudadanos de las Islas Salomón, y de Papúa Nueva Guinea. Frente a las protestas del gobierno de las islas Salomón el secretario de comercio Ron Brown contestó:

Según nuestras leyes, y las de muchos otros países, lo relativo a las células humanas es patentable y no se estipula nada acerca de la fuente de las células que puedan ser el objeto de una solicitud de patente{14}.

Obtener los derechos de un gen o una línea celular puede traducirse en enormes beneficios económicos. La firma biotecnológica Agemen pagó 20 millones de dólares a la Universidad Rockefeller por el derecho a desarrollar productos a partir de un gen humano relacionado con la obesidad que había sido patentado por esta Universidad{15}.

En EEUU la legislación sobre patentes biológicas es enormemente permisiva, a pesar de las muchas protestas, y es evidente que ha estado elaborada a la medida de los intereses de las grandes multinacionales de la vida. En Europa el debate ha sido más vivo y ha enfrentado al Parlamente Europeo con la Comisión Europea, organismo supervisor de la UE, muy permeable a los intereses de las grandes corporaciones biotecnológicas.

En 1995 la Comisión elaboró una propuesta titulada «Directriz de las Patentes de la Vida», que pretendía armonizar los distintos sistemas de patentes de los estados miembros de la UE y asemejarlos a la tolerante política de los EEUU. El Parlamente Europeo rechazó la propuesta y se pronunció en contra de que se patentaran genes, células, tejidos, órganos u embriones humanos, fundamentándose en razones morales, religiosas y filosóficas (es decir, estableciendo un límite de la «sagrado»). Se alegaba que el genoma humano no puede reducirse a una propiedad comercial, que el material genético humano debe ser considerado un «descubrimiento» y no una «invención», y además que la concesión de monopolios desalentaría el intercambio de informaciones vitales y retardaría o bloquearía el esfuerzo cooperativo para la curación de determinadas enfermedades{16}. Linda Bullard, del partido europeo de los Verdes, alegó en contra del proyecto, diciendo que «no era una cuestión de dignidad individual, sino colectiva». En marzo de 1995 240 parlamentarios votaron en contra, 188 a favor y 23 se abstuvieron{17}.

Esta derrota no desalentó a la Comisión Europea ni a las empresas biotecnológicas. Interpharma, una asociación que representa a compañías farmacéuticas suizas, se manifestó a favor de la patentabilidad de los genes humanos y sus fragmentos. A partir de 1996 el gobierno federal alemán empezó a ofrecer incentivos económicos para animar el desarrollo de las biotecnologías del país. Tal como explica María Leptin, directora de la Facultad de Genética de la Universidad de Colonia: «Si hay algo que importe más a los alemanes que la conservación del medio ambiente es la conservación de sus puestos de trabajo. En cuanto han visto la posibilidad de que la industria farmacéutica desaparezca han echado la ética por la ventana»{18}.

En julio de 1997 la industria biotécnica logró «convencer» al Parlamento Europeo (no sabemos cómo) de que aprobase la nueva directriz de patentes por 388 votos contra 310. Se aprobó de forma definitiva en 1998. La normativa europea es algo más restrictiva que la de EEUU, pero sirve perfectamente a los intereses de las multinacionales. La próxima aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Europa y los Estados Unidos (TTIP) puede hacer desaparecer estas pocas restricciones.

La Globalización

La libertad de comercio y el flujo de capitales que la Globalización ha traído consigo han sido elemento fundamental en el desarrollo de las nuevas biotecnologías. La Globalización se puede resumir como la conjunción de tres elementos: la libre circulación de capitales, la libre circulación de mercancías y la «libre» circulación de personas. Una serie de tratados internacionales, impuestos por organizaciones transnacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Unión Europea hacen posible esta libre circulación. Destacaremos entre ellos el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), el Tratado de Maastricht (que dio origen a la actual UE), el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA){19} y, dentro de poco, el Acuerdo de Libre Comercio entre Europa y Estados Unidos (TTIP).

La práctica desaparición de las fronteras, al permitir el flujo de mercancías, capitales y personas, da lugar a fenómenos como la inmigración masiva o el fenómeno de la deslocalización de empresas{20}, y significan una enorme presión sobre cualquier Estado que intente una legislación restrictiva sobre las nuevas biotecnologías. Las inversiones huirán de este Estado y las empresas biotecnológicas se deslocalizaran, e irán a ubicarse en otro Estado con legislación más permisiva. En un futuro próximo, cuando entre en vigor el TTIP, las empresas podrán incluso demandar a los Estados cuyas legislaciones perjudiquen sus intereses.

Mapas de genes: el Proyecto Genoma Humano (PGH) y de otros organismos.

La manipulación de genes y su trasplante de un organismo a otro necesita conocer la localización exacta de estos en los cromosomas de los distintos organismos. Una gran cantidad de información al respecto ha venido del llamado Proyecto Genoma Humano (en adelante PGH) que consiste en la localización de todos los genes humanos en los distintos cromosomas y descifrar la secuencia de bases nitrogenadas en cada uno de estos genes. El proyecto, que se inició en 1990 y se dio por concluido en el año 2000, incluía además la secuenciación del genoma de otros organismos, como la mosca del vinagre Drosophila melanogaster o del gusano Caenorhabditis elegans, así como de diversos microorganismos.

El tema del PGH, por su complejidad e importancia, merece ser tratado con más detalle. Aquí solamente diremos que fue fundamental para generar grandes inversiones tecnológicas, para desarrollar potentes herramientas informáticas, y para generar grandes expectativas entre el público sobre la identificación y cura de enfermedades diversas, como el cáncer, lo cual contribuyó de forma notable a la «buena prensa» de las nuevas biotecnologías.

La Revolución Informática

El desarrollo de las nuevas biotecnologías y de los ordenadores de última generación ha ido de la mano. La secuenciación del Genoma Humano y de otros organismos hubiera sido imposible sin la existencia de potentes ordenadores y sofisticados programas que han permitido la automatización de los procesos.

Un personaje clave en el desarrollo de la bioinformática fue Michael Hunkapiller{21}. En los años ochenta los encontramos trabajando en el laboratorio de Leroy Hood, en el Instituto de Tecnología de California, intentando construir un sistema capaz de secuenciar el ADN de forma automática. El propio Craig Venter, uno de los principales protagonistas del PGH había reconocido que sin Hunkpiller el campo de la genómica no existiría{22}.

El método de Hood y Hunkapiller era una alternativa al ya existente, desarrollado por Fred Sanger, el cual se basaba en un indicador radioactivo para distinguir fragmentos de ADN. El nuevo método empleaba tintes fluorescentes para etiquetar cada una de las letras del ADN (las cuatro bases A, T, C y G) con un color diferente. A medida que los fragmentos de ADN iban pasando bajo un láser, la longitud de onda de la luz emitida indicaba la identidad de cada base en la secuencia de este fragmento. El ordenador grababa las huellas de los cuatro tientes y «cantaba» la secuencia de forma automática{23}.

En 1983 Hood fundó la empresa Applied Biosystems y nombró a Hunkapiller como director. Al principio trabajaron en colaboración con en California Institute of Technology (Caltech), y en 1986 el secuenciador automático 377 estaba listo para las primeras pruebas, siendo el laboratorio de Craig Venter en los NIH (Institutos Nacionales de la Salud) su primer cliente. En 1988 Applied Biosystems adquirió la parte de derechos del Caltech y el ABI 377 salió al mercado.

Posteriormente, en 1993 la empresa Applied Biosystems fue comprada por la Perkin-Elmer Corporation, fabricantes de instrumentos con más de setenta años de experiencia, siendo nombrado Hunkapiller presidente. Posteriormente mejoraron el dispositivo, combinando un método de tubos capilares para separar fragmentos de ADN con la tecnología de los tintes fluorescentes. El resultado fue ABI PRISM 3700, instrumento cuyo precio ascendía a 300.000 dólares.

Los potentes ordenadores y el Software innovador han sido una pieza fundamental en la transformación de la Genética en Genómica. Aparte de los métodos automáticos de secuenciación descritos, la enorme cantidad de información generada necesitaba potentísimos instrumentos para su almacenaje y gestión. Por otra parte, el entramado económico, empresarial y financiero que ha rodeado a todo este proceso, y la transformación de científicos en empresarios, cosa hasta entonces inédita, nos dan algunas de las claves para entender la magnitud de esta transformación.

Sociobiología y darwinismo social: la legitimación de la Genómica.

La legitimación social de una tecnología es un proceso complejo y no lineal. El modelo positivista, según el cual el científico «descubre», el técnico «aplica» y la sociedad de conformo y se adapta está ampliamente superado. Los modernos estudios interdisciplinares de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) muestran las interacciones mutuas y no lineales entre estos tres elementos. El modelo que hemos seguido de la «matriz operativa» de Rifkin está en esta línea.

Las teorías científicas no son solamente las bases del conocimiento operativo que permiten la manipulación de la realidad. Convenientemente manipuladas, pueden jugar un papel importante como factor ideológico que penetre en el cuerpo social y facilite la adaptación del mismo a los grandes cambios que las nuevas tecnologías provocan en el mismo. En el caso que nos ocupa veremos cómo determinadas versiones del neodarwinismo y de la Genética sirven como elemento ideológico legitimador de las nuevas biotecnologías en la sociedad.

Acto 1: La Teoría Sintética de la Evolución.

Se conoce con el nombre de Teoría Sintética de la Evolución (TSE) o neodarwinismo a la fusión de las ideas de Darwin sobre la evolución por selección natural con la genética mendeliana, y sus ejes centrales los encontramos en cuatro libros fundamentales: Genetics and the Origin of Species de Theodosius Dobzhansky, en sus dos ediciones de 1937 y 1941, Systematics and the Origin of Species de Ernst Mayr (1942) y Tempo and Mode in Evolution de George G. Simpson (1944){24}.

Por su parte Gould{25} sostiene que entre la publicación de Dobzhansky de 1937 y la de 1941 hay cambios importantes con referencia a la Selección Natural, que pasa de ser el principal factor del cambio evolutivo a ser el único Según este autor la versión definitiva de la TSE se caracteriza por el siguiente trípode ideológico:

1. La Selección Natural solo opera a nivel de organismos.

2. La Selección Natural es la única causa del cambio evolutivo.

3. La macroevolución es solamente el resultado de los pequeños cambios evolutivos provocados por la microevolución.

La consecuencia de todo ello es el rechazo de la selección de grupo, de que la población o la especie puedan ser niveles operativos de la selección natural, de la minusvaloración de campos de la biología, como el desarrollo, y de los datos de la paleontología.

La TSE, en su versión fuerte, se ha convertido en auténtico paradigma de la biología, y, tal como sostiene Kuhn{26} ello significa que no solamente orienta la investigación como «ciencia normal», sino que marca la educación científica de los futuros biólogos e incluso del público en general. Donde mejor se refleja un paradigma es en los libros de texto, tanto universitarios como de educación secundaria.

Por otra parte la TSE se organiza como una teoría axiomática, con la genética de poblaciones como «núcleo duro» del cual se deducen los principios de las demás áreas de la biología, como la sistemática, la paleontología, la morfología, la embriología y otras, que de alguna manera, quedan subordinadas{27}.

La popularización y, a veces, simplificación de la TSE ha contribuido en gran manera al desarrollo de la matriz operativa que facilita la aceptación, e incluso el entusiasmo, de parte de la población hacia las nuevas biotecnologías. El énfasis en que el sujeto de la selección es el individuo, o incluso los propios genes, y, sobretodo, la visión del organismo como un mosaico de genes, en que cada uno actúa por su cuenta, han sido los elementos más importantes. Se objetará que la TSE no dice, en realidad, nada de esto, pero aquí estamos hablando de la vulgarización y deformación de la teoría, a la cual han contribuido, de forma notable, muchos periodistas indocumentados. Continuamente de nos «informa» del descubrimiento del gen de la calvicie, de la homosexualidad o del alcoholismo, y no se dice nada de los efectos varios (pleitropia) que puede tener un mismo gen, o de la interacción de los genes con el medio.

Acto 2: la biología molecular

El descubrimiento de la estructura helicoidal del ADN por Watson y Crick, el descifrado del código genético y los conocimientos sobre la estructura de las proteínas han marcado el nacimiento de la biología molecular, de la cual la genética molecular es la parte más importante. La biología molecular ha sido, por una parte, el fundamento de las técnicas de manipulación e hibridación del ADN, es decir, de las nuevas biotecnologías, pero también uno de los fundamentos teóricos para la legitimación social de las mismas.

Aunque no todos los biólogos moleculares compartirían esta afirmación, la idea de que la vida «no es más que un conjunto de reacciones físico-químicas» aparece implícita en muchos de los contenidos de la biología molecular, y es uno de los corolarios que aparece fácilmente en la divulgación de sus contenidos en el conjunto de la población.

La biología molecular es parte fundamental del paradigma de la biología moderna, y ello supone una marginación académica e intelectual de las tendencias holistas o emergentistas en biología, a pesar del prestigio científico de algunos de los biólogos que las defienden (Waddington, Gould, Bertalanffy). El holismo o emergentismo{28} no es una vuelta al antiguo vitalismo: en ningún momento sostiene que la vida contenga algún componente misterioso, inaccesible al conocimiento. Lo que sostiene es que el conjunto o sistema tiene propiedades que son algo más que la simple suma de las partes, y esto es biología significa tomar al organismo en su conjunto como tema de estudio y no únicamente el análisis de sus partes o de las moléculas que lo integran.

Desde el momento en que consideramos a los seres vivos únicamente como conjuntos de moléculas, cualquier manipulación de las mismas en pro de un supuesto beneficio aparece como legitimada.

Acto 3: la sociobiología.

El tercer elemento a tener en cuenta para la legitimación que las nuevas biotecnologías es la sociobiología. Entendemos como tal a la ciencia que se ocupa de los fundamentos biológicos el comportamiento social. Aparece en el panorama intelectual gracias a la obra del entomólogo norteamericano Edward Wilson qué lleva por título Sociobiología la nueva síntesis{29}, y también en otras obras cómo Sobre la naturaleza humana{30}.

Aunque la sociobiología ha querido presentarse cómo una nueva formulación del neodarwinismo, en realidad es totalmente ortodoxa con respecto a la Teoría Sintética de la Evolución, especialmente tal como quedó esta teoría después de la reformulación de 1959{31}.

No hay que confundir a la sociobiología con la etología o estudio biológico del comportamiento desarrollada por Konrad Lorenz, Nicolás Timbergeny Irenäus Eibl-Eibesfeldt. Aunque ambas se ocupan del comportamiento animal parten de presupuestos teóricos muy distintos, lo que da lugar a interpretaciones divergentes, como puede ser por ejemplo la explicación el comportamiento altruista, que para la etología es debido a la selección de grupo mientras que para la sociobiología no es más que el resultado de la maximización de la eficacia individual a través de la selección familiar.

El representante más radical del pensamiento sociobiológico es Richard Dawkins, que en su libro El gen egoísta{32} defiende la tesis de que los organismos no son más que instrumentos de los genes para perpetuarse

La sociobiología, y especialmente su divulgación no siempre bien documentada, ha reforzado la idea de que el individuo es el único factor a tener en cuenta en la selección natural y en sus versiones más radicales, como es el caso de Dawkins, de qué es el gen individual el único factor importante en la selección natural. La imagen del genoma como un simple mosaico de genes, sin tener en cuenta sus relaciones y sus efectos pleiotrópicos{33}, ha funcionado como un poderoso factor de legitimación social de las nuevas tecnologías de manipulación del ADN, independientemente de los méritos propios de algunos autores, como propio Wilson, y sin menoscabo de sus aportaciones la biología de la conducta social.

Crítica, resistencia y oposición

La crítica a las nuevas biotecnologías no hay que entenderla en un plano puramente teórico. Tal como hemos visto la aplicación de estas nuevas biotecnologías está cargada de significado social, político y económico; por tanto, la oposición a las mismas no se reduce a escribir libros o artículos críticos si no qué va aparejada a un activismo social y político.

Movimientos ecologistas y contrarios a la globalización y otros tipos de organizaciones ciudadanas han sido los principales protagonistas de esta crítica tecnológica y sociopolítica a las nuevas biotecnologías. Destacaremos la lucha de la organización ecologista Greenpeace por el etiquetado de los alimentos elaborados a partir de organismos genéticamente modificados, la Fundación para el Estudio de las tendencias económicas, de Jeremy Rifkin y su oposición a las patentes de genes, y la Confederatión Paysanne, de José Bove y Fransçois Dufour y su lucha contra los transgénicos y la comida basura.

Greenpeace ha elaborado un documento llamado «Guía roja y verde de los alimentos transgénicos»{34}, que se va renovando periódicamente y donde ofrece una guía al consumidor de las distintas marcas de alimentos qué considera libre de transgénicos, de aquellos que pueden contener material procedente de transgénicos, y también de las que están etiquetadas advirtiendo al consumidor de la presencia de transgénicos. En este sentido hay que señalar que la legislación europea es en general más restrictiva que la norteamericana con respecto a la presencia de transgénicos en los alimentos, que dentro del panorama europeo España presenta la legislación más laxa, y que todo este panorama podría cambiar con la aprobación del TTIP en el sentido de una actitud mucho más laxa y permisiva respecto a los transgénicos.

El economista norteamericano Jeremy Rifkin y su plataforma, la Fundación de Tendencias Económicas, ha protagonizado la lucha mediática y política contra los patentes de genes humanos en Estados Unidos{35}. En 1994 la Fundación protagonizó la lucha contra la patente del gen BRCA-1, relacionado con el cáncer de mama, por parte de la firma Myriad Genetics, logrando el apoyo destacadas líderes feministas. En 1995 la Fundación logró reunir a más de 200 líderes religiosos de las principales confesiones del mundo y que aprobaran un manifiesto en contra de las patentes de genes órganos tejidos y organismos animales y humanos. La argumentación de la Fundación se fundamenta en dos ideas: la primera es de tipo económico al considerar qué es muy peligroso qué genes relacionados con la salud y la alimentación humana estén privatizados en manos de poderosas multinacionales. La segunda es de tipo ideológico a considerar que la vida es algo más que un conjunto de sustancias químicas. Este segundo argumento nos remite a la apelación de Heidegger a lo sagrado.

El 12 de agosto de 1999, en la localidad francesa de Millau, una manifestación organizada por diversos colectivos de criadores de ovejas interrumpió la construcción de un restaurante McDonald's como protesta por las represalias norteamericanas en contra de la comercialización del queso roquefort{36}. Fue el salto a la fama el activista José Bove que contribuyó a desmontar las instalaciones de McDonald's con un bulldozer y que fue detenido y encarcelado junto a otros compañeros que organizaron la protesta. Bove, junto a François Dufour, eran dirigentes del sindicato de agricultores Confederation Paissene, qué ha protagonizado gran número de acciones reivindicativas en contra el cultivo de transgénicos, de la comida basura y de la agricultura mecanizada y a favor de un modelo de desarrollo agrícola basado en el cooperativismo, la pequeña explotación familiar y la elaboración artesanal de alimentos. Curiosamente las reivindicaciones de Bove y sus seguidores parece que también nos remiten a las reflexiones de Heidegger sobre el campesinado que cultiva el campo respetando los ritmos naturales y en contra de la agricultura mecanizada.

Notas

{1} Rifkin, J. (1999) El siglo de la biotecnología. Barcelona, Ed. Crítica, pp. 25-26

{2} Bischop, J.E. y Waldhoz, M. (1992) Genoma. Barcelona, Plaza y Janes.

{3} Un plásmido es una pequeña molécula circular de ADN que se encuentra en el citoplasma de las bacterias

{4} Las bacterias presentan un único cromosoma circular que no está encerrado en un núcleo, sino que flota libremente en el citoplasma. Esta estructura celular se denomina procariota para diferenciarla de las células que tienen el ADN encerrado en el núcleo, que se denominan eucariotas.

{5} Aldridge, S. (1999) El hilo de la vida. De los genes a la ingeniería genética. Madrid, Cambridge University Press, p. 95.

{6} Son genes que regulan la arquitectura espacial y la distribución de las extremidades.

{7} Aldridge, S. obra citada, pp. 106-107

{8} Busch, L., Lacy, W.B., Burckhardt, J y Lacy, L.R. (1991) Plants, Power and Profit: Social, Economic and Ethical Consequences of the New Biotechnologies, Cambridge, Basic Blackewll, p. 173. Rogoff, M.H. y Rawlins, S.L. (1987) «Food security: a technological alternative» Bio Science, diciembre, pp. 800-807.

{9} Steimbrecher, R.A. (1996) «From Green to Gene Revolution: The Enviromental Risks of Genetically Engineered Crops» Ecologist noviembre/diciembre p. 277.

{10} Ted Howard The Case Against Patenting Life, escrito pericial de la Comisión Económica del Pueblo ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos, nº 79-136.

{11} Powledge, F. (1995) «Who Owns Rice and Beans?» BioScience, julio/agosto, p. 440.

{12} Shiva, V. (1997) Biopiracy: The Plunder of Nature and Knowledge. Boston, South End Press, p. 69

{13} Bright, C. (1995) «Who Owns Indigenous Peoples' ADN?» Humanist, enero, p. 44.

{14} Shand, H. (1994) «Extracting Human Resources» Multinational Monitor, junio, p. 11

{15} Dickson, D. (1996) «Whose Genes are they anyway?» Nature, mayo, p. 11.

{16} Emmot, S. (1997) «The directive risis again» Seedling, marzo.

{17} Kevles, D. J (2000)» El poderoso ascenso de la ética».Mundo Científico, nº 215, septiembre pp. 32 - 37

{18} Idem.

{19} Alsina Calvés, J. (2011) «La Globalización: Introducción» Nihil Obstat. Revista de Historia, Metapolítica y Filosofía, nº 17, pp. 113- 119.

{20} Luna Cabañero, L. (2015) La lucha obrera en la era del capitalismo global. Alicante, Editorial EAS, pp.64-71

{21} Davies, K. (2001) La conquista del Genoma Humano. Barcelona, Ediciones Paidos, pp. 196-200.

{22} Konx, K. (2000) «Hot rot of a sequecer pushed Genome effort» Philadelphia Inquirer, 27 de junio.

{23} Smith, M.L. et al. (1984) «Fluorescence detection in autonated DNA sequence analysis» Nature, nº 321, pp. 674-679.

{24} Moya, A. (1989) Sobre la estructura de la Teoría de la Evolución. Barcelona, Ed. Anthropos y Servicio Editorial de la Universidad del Pais Vasco, p. 21.

{25} Gould, S.J. (2004) La estructura de la Teoría de la Evolución. Barcelona, Tusquets Editores

{26} Kuhn, T.S. (1975) Le estructura de las Revoluciones Científicas. Madrid, Fondo de Cultura Económica.

{27} Ruse, M. (1979) La filosofía de la biología. Madrid, Alianza Universidad.

{28} El término «holismo» procede del griego todo o totalidad. «Emergentismo» se refiere a que un sistema tiene propiedades que son algo más que la suma de las partes, y que, por tanto emergen.

{29} Wilson, E.O. (1980) Sociobiología: la nueva síntesis. Barcelona, Ed. Omega.

{30} Wilson, E. O. (1980) Sobre la naturaleza humana. México, Fondo de Cultura Económica.

{31} En 1959, centenario de la publicación de El Origen de las Especies, tuvo lugar un importante simposio en Cambridge, donde se puso en manifiesto un amplio consenso entre los biólogosevolutivos en torno a la Teoría Sintética de la Evolución.

{32} Dawkins, R. (2000) El gen egoísta. Barcelona, Ed. Salvat.

{33} Nombre que reciben las diferentes manifestaciones de un mismo gen en el fenotipo.

{34} Guía roja y verde de los alimentos transgénicos, edición 2015. GREENPEACE España.

{35} Rfifkin, J. obra citada, pp. 72-74

{36} Bové, J. y Dufour, F. (2001) El mundo no es una mercancía. Los agricultores contra la comida basura. Barcelona, Icaria Antrazyt.

 

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