El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas

El Catoblepas · número 181 · otoño 2017 · página 7
Artículos

Aranguren y Valverde: desde el recuerdo

Tirso Bañeza Domínguez

Recorrido vital e intelectual por las figuras de José Luis López Aranguren y José María Valverde, desde su cercanía al falangismo hasta su toma de postura antifranquista

ArangurenValverde

Nulla aesthetica sine ethica, ergo: apaga y vámonos.
Para José Luis esta “lección magistral”; José Mª.
Agosto 1965{1}

I. Inicios de una amistad

En el presente trabajo vamos a intentar dar cuenta, siquiera someramente, de la relación que mantuvieron los dos pensadores que figuran en su título, ambos ocupan un lugar destacado en el pensamiento hispano del pasado siglo. Recordémosles también ahora porque en este año hace ya veinte que ambos fallecieron. Es sabido que si redujésemos la relación entre nuestros pensadores a una escueta fórmula ésta fácilmente podría ser la de “No hay estética sin ética”, expresión alusiva a la renuncia de Valverde a su cátedra en solidaridad con una serie de profesores expedientados por el franquismo debido a su oposición al mismo, entre los cuales se encontraba Aranguren, con el cual mantenía una relación y conocimiento mayor que con cualquiera de los otros. No se trata aquí de ver con cierto detenimiento el significado de tal renuncia, pero es evidente que la misma fue un hito destacado en la relación entre ambos. Pero empecemos por el principio, es decir, ¿cómo se conocieron, cuál fue el escenario de fondo sobre el que se gestó la relación de amistad entre ambos?

Como decíamos, es conocida la relación entre José María Valverde (1926-1996) y J.L.L. Aranguren (1909-1996), nuestros autores se habían conocido en el despacho de Luis Rosales en la revista Escorial, mientras ambos esperaban a ser atendidos. Dice Valverde en “José Luis Aranguren, real y posible”{2} que el tipo flaco y calvo que aguardaba sentado a la mesa de Rosales mientras él, muchacho desgarbado y larguirucho, esperaba de pie, le pareció un pobretón que ojeaba para pasar el tiempo un libro de poesía que había delante suyo, y cuyo autor resultaría ser, precisamente, el desgarbado que permanecía de pie. Luego supo que el calvo que parecía un pobretón era en realidad un rentista que incluso tenía un “haiga” y que escribía cómodamente en un amplio piso de Madrid rodeado por su familia. A partir de entonces ambos compartirán un ambiente en el que la oposición al franquismo pasaría con el tiempo de ser discreta a explícita, como transitando primero por un ambiente que la iría propiciando, donde del estado de ánimo (como diría Valverde en alguna ocasión) en el que se contaban chistes contra el dictador, pero sin ir al fondo de la cuestión política, se pasaría al enfrentamiento directo. Comparten también ambos por los primeros años de su relación ciertos gustos intelectuales, como la asistencia a las tertulias de Eugenio D´Ors, aunque a Aranguren le interesaba más Zubiri, a cuyas charlas también acudían los jueves en La Unión y el Fénix. Puede que lo más arriesgado que en tal sentido hicieran por entonces fuese asistir al entierro de Ortega, aunque no era lo más oportuno en tal situación, dirá Valverde, refiriéndose con ello a que por entonces (1955) ambos se encontraban preparándose a cátedras y con el examen en ciernes.

Aranguren estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid; Valverde cursó también allí estudios de Filosofía y Letras, y al terminar marcha a Roma (1950-55) para ejercer como lector de español en su Universidad, dando igualmente clases de lengua y literatura española en el Instituto Español. El lustro que Valverde pasó en la capital italiana le abrirá a la cultura europea y lo alejará del rancio y cerrado ambiente patrio, sirviéndole en lo político para ir más allá del falangismo liberal en el que se movía cuando salió España, aunque en tal disidencia de ciertos falangistas hallemos ya la raíz primera de lo que será con el tiempo su enfrentamiento con el franquismo. La relación de Valverde con Ridruejo será una de las claves que servirán para fraguar los inicios de la crítica y desavenencia con la situación política española, la participación del primero en Revista y la documentada relación epistolar entre ambos así lo demuestran{3}.

Pero hay también, insinuábamos más arriba, en Aranguren una paulatina pero imparable desafección con el régimen que inicialmente se concreta en torno a una reflexión sobre lo cristiano, sobre su sentido y puesto en el mundo, también en el mundo de la política. Es sabido que participó en las Conversaciones Católicas de Gredos{4}, algunas de cuyas temáticas ya nos perfilan hacia un discurso que no podía ser ni iniciado ni mantenido dentro de la angostura franquista; así, por ejemplo, se trataron y debatieron temas como la “Declaración de Derechos de la persona humana”, “Bases cristianas para la unidad europea” o, en 1951, “Punto de vista cristiano sobre el patriotismo”{5}.

Resulta obvio que Aranguren discrepa ya por las fechas antes indicadas con lo que era el fondo sobre el que se levantaba la política española del momento, lo que conocemos como nacionalcatolicismo; una opción en la que el poder político y el religioso van de la mano, una visión en la que lo religioso y su modo de entender lo político no admite otra visión y consideración que la establecida por la jerarquía eclesial. Aranguren está abriéndose a la posibilidad de que la discrepancia dentro de la propia sensibilidad del creyente pueda romper la uniformidad y el ordeno y mando que se dictaba, algo particularmente significativo en el momento en el que tiene lugar. Pero es que resulta que Valverde también, desde su misma vivencia cristiana, coincide con lo anterior, tampoco él entra por el redil que la jerarquía religiosa quiere imponer en su modo de vivir la fe y de acercarse desde ella a lo político{6}, llegando incluso Valverde a citar como argumento de autoridad sobre tal posición al propio Aranguren.

Definitivamente los autores sobre los que venimos tratando nos ofrecen ya en un tiempo relativamente temprano, al inicio de la década de los cincuenta, la reivindicación de un pluralismo dentro del cristianismo y del catolicismo del momento que, por supuesto, no era ni consentido ni auspiciado desde lo político y tampoco desde la institución eclesial. El camino que busca romper el binomio catolicismo-franquismo se ha iniciado, la crítica ha entreabierto un resquicio por el que cada vez entrarán más ideas nuevas que llevarán a actitudes discordantes. Ciertamente esto se verá favorecido con la llegada al Ministerio de Educación Nacional de Joaquín Ruiz Giménez (1951), pero la inercia perdurará una vez que aquél fue destituido (1956), como lo demuestran las conferencias organizadas por el Servicio Universitario del Trabajo que tuvieron lugar en la Universidad de Madrid al inicio de 1958, entre cuyos ponentes están, y no por casualidad, algunos de los asiduos a las conversaciones católicas señaladas más arriba, entre ellos el propio Aranguren o Julián Marías; también otros que desde su fe cristiana buscaban romper con la identificación que había entre catolicismo y capitalismo burgués (podemos citar al respecto a José María Llanos, a Diez Alegría...).

La temprana actitud de Aranguren negando el monolítico catolicismo que se daba en la España del momento antecede temporalmente al interés que ya en la segunda mitad de los años cincuenta suscita el marxismo también desde ciertas posiciones católicas{7}. Aunque es cierto que la crítica explícita de Aranguren al franquismo fue más temprana que la de Valverde, en las líneas que preceden hemos siquiera insinuado dos de los elementos esenciales desde los que se iniciará en ambos: una determinada manera de vivir y entender lo cristiano y el rechazo a la política del régimen; aspectos que, sin embargo, son difíciles de separar para ambos.

La presencia de Aranguren en la obra de Valverde es importante{8}, sobre su amistad ya hemos indicado algo, pero sucede que incluso son incluidos en la misma generación, a pesar de la diferencia de edad, la denominada como “Generación del 36”. Amistad, disidir, pensar... he aquí el trípode que recorreremos sucintamente para acordarnos de nuestros autores.

II. Pensar, crear, disidir

La amistosa relación entre Aranguren y Valverde se prologará durante toda la vida y, de alguna manera, otros de los elementos que trazan el perímetro de la misma es la Generación del 36 y la presencia de ambos en las publicaciones más destacadas de la posguerra. Ya indicamos que ambos comenzaron su discurrir creativo e intelectual en la órbita del falangismo, éste, en ellos y en otros, en una corriente cada vez más crítica e inconformista con el régimen. Es sabido que en lo que respecta a la denominada como Generación del 36, hubo un interés desde el oficialismo cultural para que la misma se consolidara y reconociera como tal, podría decirse que fue, en tal sentido, una generación buscada. Algunas de las personalidades culturales de la inmediata posguerra verán en que dicha generación aflore como alternativa a lo que las muy fructíferas generaciones anteriores del 98 y del 27 habían representado en la cultura más reciente de España, ambas, además, no asumibles ni en cuanto a sus contenidos ni en cuanto al significado de la mayoría de sus miembros por parte del franquismo y de sus prebostes culturales e intelectuales. Está también claro que el ideario que se proponía e imponía como aglutinante para el supuesto grupo tenía mucho que ver con lo que recogía la obra de Ernesto Giménez Caballero Arte y Estado{9}, donde lo creativo se entendía al servicio de lo patrio, donde la crítica era algo denostado porque lo que se buscaba era la monolítica realidad de un Estado totalitario en el que no hubiera discrepancia ni discrepantes, donde lo individual se entendía como una perversión que iba en detrimento de aquello a lo que el arte se debía: el Estado y la religión.

Esto se ve ya en algunos de los canales más tempraneros al servicio de la manifestación cultural del régimen, como se aprecia en la revista Escorial. Ésta será durante un buen tiempo (y desde luego en la más inmediata posguerra) el referente del ideario estético franquista, su publicación se inició en noviembre de 1940 y terminó en febrero de 1950{10}. Ya en el Manifiesto Editorial de su primer número expresa con claridad el ideario y la intención de la publicación, afín a lo indicado más arriba respecto a la inspiración de Giménez Caballero y de su obra referida. Esto no es algo particular de los escurialenses, al contrario, es algo compartido por toda la pléyade de publicaciones que desde lo cultural son canales de propaganda, además en un ámbito como el cultural en el que el falangismo está especialmente presente y activo{11}.

Es cierto que lo que podríamos denominar como “el modelo escurialense” sigue en sus primeros años bastante al pie de la letra el ideario fijado, como decíamos, en Arte y Estado, pero ya hacia 1943 el antirromanticismo estatalista del principio va debilitándose abriéndose a lo que algunos han denominado como etapas neorromántica (entre 1943-1945) y machadiana (desde 1945){12}. Nos parece muy importante señalar lo anterior porque en esa apertura hacia otras sensibilidades estéticas, hacia otros modos posibles de entender lo creativo, va también la impronta de un distanciamiento que con el paso del tiempo se marcará más y más por parte de algunos de los autores que están inmersos en toda esta problemática, en particular a nosotros nos interesa citar al respecto a Ridruejo y a Valverde. Aranguren está menos presente en Escorial, pero en la medida en que tal evolución se da también en la denominada como Generación del 36, igualmente él se ve afectado por lo que señalamos.

Hay cierta coincidencia en considerar que la denominada “Generación del 36” aparece por primera vez en un artículo de Pedro de Lorenzo publicado en Arriba el 14 de febrero de 1943, donde dirigía su suplemento literario, el artículo se titulaba “La creación como patriotismo”{13}. Defiende aquí que lo creativo debe estar al servicio de lo patrio, reniega de toda crítica y aboga por el sometimiento al ideario falangista más ortodoxo, todo ello en línea con lo defendido por Ernesto Giménez Caballero. El empeño por levantar una generación de creadores que rechacen todo esteticismo, que rompan con las generaciones anteriores (ya sabemos, particularmente con los del 27) y que se afanen también en la consolidación del nuevo Estado es algo sobre lo que Pedro de Lorenzo volverá en más ocasiones, por ejemplo en las páginas de Juventud. Además, está también acompañado por otros, como sucede con Juan Aparicio, quien publicará en El Español un artículo en línea con el anterior: “Juventud Creadora: una Poética, una Política, un Estado”{14}. Y encontramos a Valverde incluido en ese grupo del 36 que un tanto artificiosamente se está levantando, aparece citado por Juan Aparicio en su artículo.

El ideario que se manifestaba en todos los anteriores como si de un denominador común de la supuesta Generación del 36 se tratase se buscará que adquiera cuerpo especialmente en Garcilaso, publicación que buscó edificar un sentir en el que lo patriótico sería uno de sus componentes fundamentales, patriotismo al servicio del régimen que había surgido tras la Guerra Civil, aunque esto se quisiera atemperar con un cierto formalismo desde el que afrontar una temática mundana que, sin embargo, está siempre sobrepasada por lo trascendente, por lo religioso{15}.

Pero veníamos tratando sobre la cuestión de la supuesta generación en la que son encuadrados Valverde y Aranguren, y nos hemos desviado hacia el significado e ideario con el que nace Garcilaso, cuestión de cierto relieve debido a que entre sus principales impulsores se hallan, precisamente, quienes más parecen pergeñar los hilos con los que tejer la susodicha generación. Si esto es así, lo será también que se dará un parecido importante entre los contenidos ideológicos del lanzamiento de Garcilaso y el trasfondo también ideológico que se pretende que sea el basamento de la Generación del 36. En el primer lustro de los años cuarenta, el jovencísimo Valverde comparte los ideales que hemos venido señalando en torno a figuras como García Nieto, Vivanco o Ridruejo, ideales que, dependiendo de que se compartan o no, abren o cierran la puerta de entrada a tal generación y a la mayoría de las publicaciones del momento, al menos a las más destacadas (todas en la órbita del régimen, algunas pronto con partícipes discrepantes, como hemos indicado ya).

Y ahí está Valverde, publicando en Garcilaso ya desde su segundo número, escribiendo en algunas de las páginas más destacadas del momento junto a prohombres de la cultura oficial, todos bastante mayores que él, algunos le llevan hasta veinte años (como Vivanco o Panero), todos bregados ya en las cosas de la creación, la cultura y la política. Aunque lo cierto es que nuestro poeta adolescente lo que deja en las páginas garcilasistas son principalmente eso, poemas, echamos de menos artículos con marchamo ideológico, y ni siquiera sus versos son una retahíla de exhortaciones patrioteras. En 1945 tenemos ya sus primeras traducciones, en concreto en el número 22 (febrero) de Garcilaso, se trata de los poemas de Rilke “La muerte de la amada”, “En la vida de un santo” y “Autorretrato en el año 1906”.

Aunque el bisoño Valverde dejó también algunos textos que estarían en cierta sintonía con lo que sus mayores defendían ideológicamente, a lo que él no pudo sustraerse por completo. Así lo vemos en el tercero de los textos que bajo el título de “Tres poemas”{16}aparece en Haz (nº 21, mayo, 1945), titulado “Invocación a España”, donde trata sobre la patria, sobre Dios..., si bien nos reconoce en uno de sus versos que él no había nacido para hablar de estas cosas, / sino de los misterios eternos de la vida... También podríamos entender que en esa pretendida línea más doctrinal e ideológica estaría “Himno a San Miguel”, éste no por casualidad sino porque es el patrón de otra de las revistas en las que nuestro adolescente publicará asiduamente, se trata de Alférez. En su primer número (febrero de 1947) se declara que la revista quisiera tener en su orden juvenil, aquellas virtudes que distinguen a S. Miguel Arcángel, bajo cuyo patrocinio se pone... la familia y la lógica, la fuerza y la inteligencia..., declarándose prestos a combatir a Satanás...; Valverde será uno de sus fundadores{17}.

Más pronto de lo que suponemos, ya en los años cuarenta, aparecen algunas opiniones que sin rechazar los supuestos elementos característicos de la Generación del 36, también remarcarán que los ideales falangistas más genuinos van abandonándose y, de dicha denuncia, se pasará también, como si con ello la puerta a la crítica se hubiera ya entreabierto, a interrogarse por cuáles eran las razones de los adversarios y a ir construyendo una voluntad de acercamiento y encuentro con los de fuera, es decir, con los autores del exilio; Ridruejo será uno de los más decididos impulsores de lo anterior{18}.

Valverde publica también con cierta asiduidad y pronto en Escorial, y no puede decirse que sus textos sean una correa de transmisión por la que circulen los dictados estéticos y políticos del régimen, como puede apreciarse en “De la disyunción a la negación en la poesía de Vicente Aleixandre” y en “César Vallejo y la palabra inocente”{19}, donde, por una parte, reivindica a los del 27 en la figura de Aleixandre y, por otra, resalta y profundiza en la figura de un poeta que, entre otras cosas, era comunista; Vallejo vendrá a ser para Valverde como el arcano referente más primerizo de lo que luego mucho más tarde habrá en él de revolucionario y activista político que mira a iberoamérica.

De alguna manera buena parte del universo poético e ideológico valverdidano, tanto presente como futuro, se plasma en el siguiente texto{20}:

Si fue importante para mí andar durante cinco o seis años como hermano menor de la tríada Rosales-Panero-Vivanco, más decisivo y definitivo me resultaría el influjo de la voz poética hispanoamericana, que, además de las lecturas (Vallejo y Neruda sobre todo), se me encarnaba, principalmente, en varios amigos nicaragüenses que residieron por entonces más o menos largamente en Madrid: Carlos Martínez Rivas, hoy convertido en mítico y recóndito maestro de las nuevas generaciones centroamericanas; Pablo Antonio Cuadra, José Coronel Urtecho, Ernesto Cardenal –que entonces nadie imaginaba que llegaría a ser cura y revolucionario…

Como se puede apreciar, el tema iberoamericano está y será ya uno de referentes en toda la obra y la vida de Valverde, tema que en los plomizos años cincuenta mostraba ya su compromiso político y creativo al recoger y tratar a poetas del exilio tal como vemos en “Exules filii Hispaniae”{21}.

No nos hemos olvidado de Aranguren, quien también escribió en Escorial, principalmente de filosofía (sobre todo de D´Ors) y sobre religión, sobre el exilio lo hace en otras publicaciones, proponiendo el diálogo frente al conflicto{22}.

Valverde y Aranguren, Aranguren y Valverde, ambos también en la primera línea de una de las operaciones literarias más disputadas de los años cuarenta: el conflicto entre las revistas Garcilaso (1943-1946) y Espadaña (1944-1951). Grosso modo, cada una representaba un modelo estético contrapuesto a la otra; los primeros más formalistas, buscando el preciosismo mientras se desentendían de una realidad cruda, doliente. Los leoneses de Espadaña pretendiendo en sus versos plasmar una existencia que rezumaba dolor, injusticia, desigualdad, buscando que el decir literario encarase y afrontase dicha realidad. Es cierto que la oposición Garcilaso-Espadaña era bastante más compleja de lo que hemos dicho, pero también hay algo de cierto en la reducción que continua la oposición entre la primacía de lo formal o la del contenido y la extiende a lo ideológico y lo político.

Créeme, Crémer, el mundo está bien hecho..., responderá García Nieto (el inspirador más destacado del proyecto garcilasista) al espadañista (éste linotipista, de pasado anarco-sindicalista, encarcelado tras la Guerra Civil) en uno de los momentos más álgidos de la disputa. Y es que tanto Crémer como García de Lama (otro importante espadañista... y cura) consideraron una afrenta lo anterior cuando el mundo estaba atravesado por la de muerte debido a la II Guerra Mundial y la propia España seguía doliéndose por las terribles heridas y desgarros de la reciente lucha fratricida. Menos metáforas y más gritos. Menos perfección estilística y más vibración anímica. Vida, vida, vida..., había proclamando ya el sacerdote García de Lama a los jovencitos universitarios garcilasistas, incluso antes de la aparición de Espadaña, confesando: Si Garcilaso volviera, yo no sería su escudero, aunque buen caballero era{23}.

Si esta especie de paseo por algunas de las publicaciones de los años cuarenta y cincuenta lo ampliáramos a otras aún no señaladas, veríamos que Valverde y Aranguren aparecen en buena parte de ellas. Pero en Espadaña no sólo coinciden, sino que lo hacen con la intención de levantar sobre sus páginas un determinado proyecto o modo de entender lo creativo, será la conocida como La operación totalizadora. Dicha expresión no tiene ningún significado ni connotación política, se trataba del deseo que algunos poetas y creadores, no alejados de Garcilaso, tenían en hacerse con la leonesa Espadaña. Esta operación, a su vez, se da en un contexto en el que ambas revistas se enfrentan como modelos diferentes y contrapuestos acerca de cómo entender la poesía. Hay una parte de la crítica y de los estudiosos que ha hablado incluso de que Espadaña nació con la firme y exclusiva intención de oponerse a Garcilaso, tesis que nos parece reduccionista pues el conflicto debe extenderse a lo estético en general e incluso a lo político.

Ya hemos indicado más arriba que en Aranguren y en Valverde hay un interés y ocupación temprana por los exiliados, de cuya creación no desean desligarse buscando conocer sobre aquéllos y darse ellos mismos también a conocer, y esto igualmente en línea con el reconocimiento de las tradiciones del 98 y del 27. Pues bien, a decir del espadañista Eugenio de Nora, otra diferencia entre los garcilasistas y ellos estaba en que los primeros buscaban romper con tales tradiciones, particularmente con el 27, mientras que los de Espadaña no{24}.

Recordemos que en la liza entre las dos revistas Aranguren y Valverde son actores importantes, los dos de la parte que buscaba hacerse con Espadaña, aprovechándose también de que tenía dificultades económicas porque no había buscado nunca ningún tipo de ayuda oficial ya que la misma comprometería su independencia, atándolos al pesebre de la subvención. Es cierto también que aquéllos bajaban a la disputa defendiendo que lo creativo, lo poético, debía entenderse como una superación de lo que ambas publicaciones representaban, había que ir más allá del dicotómico planteamiento que parecía irreconciliable. Lo último se refleja también en que los impulsores de dicha operación (conocido como El grupo madrileño), rebasaban desde sus propuestas estéticas (y también ideológicas) lo que el garcilasismo esencialmente defendía. Los nombres propios más importantes que hubo detrás del impulso de la poesía total fueron Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Dámaso Alonso, Aranguren y Valverde (alguno de los cuales ni había publicado casi nada en Garcilaso, además podrá apreciarse que los más destacados garcilasistas no aparecen).

La muestra de que el nuevo proyecto poético tendrá en Valverde y Aranguren a dos de sus más destacados componentes la tenemos, respectivamente, en sus artículos “Poesía total” y “Poesía y vida”, ambos publicados en Espadaña{25}. El siguiente fragmento del de Valverde recoge bien lo que pretendía ser la nueva propuesta poética:

Poesía total, y no poesía especialista, monográfica; poesía que, sin perder nada de las conquistas de la técnica poética, y del prodigioso aguzamiento de las dimensiones particulares de sensibilidad, inteligencia, etc., logrados por lo que, en sentido muy amplio, llamaríamos los “ismos”, comience por arrancar del hombre entero, dado en su palabra entera, sin eliminar ni abstraer nada de lo contenido en su fluir real. Todo tiene que estar en la poesía, porque todo, de un modo u otro, entra y trasparece en el lenguaje, y la poesía es la plenitud, enteriza y universalizable, del lenguaje.

Hay que incorporar la vida a los versos, como dirá también Aranguren en su texto, afirmación que conecta lo creativo con lo vivido. Resulta curioso, pero la nueva poética necesitaba también satisfacer urgencias crematísticas que requerían de la aportación de los madrileños, siendo precisamente Aranguren el único que hizo una aportación económica para que el proyecto pudiera salir adelante. Victoriano Crémer dirá más tarde que los de Espadaña no llegaron nunca a ver con claridad cuál era la verdadera intención de los madrileños, aludiendo también al reconocimiento de Valverde cuando éste afirmó que en el fondo dicha operación no les interesó suficientemente a los de Madrid{26}. Será también Valverde quien nos señala cuál era el genuino origen del proyecto de la Poesía Total: Luis Rosales, que fue no sólo uno de los inspiradores del modelo garcilasista sino también destacado escurialista, por lo que habría que situar también a Escorial en el centro de todo lo que venimos contando{27}.

El tiempo va pasando... estamos en noviembre de 1967, en la Universidad de Siracusa (EE.UU.), donde se celebra un homenaje a Homero Serís en el que participan Aranguren y Valverde, ambos ya en el exilio. El primero presenta el artículo “Características del pensamiento de la Generación del 36”, Valverde participa con “La generación de 1936: casi desde dentro”. Ambos rememoran y valoran muchos años después lo que fue el devenir y la actuación del grupo en cuyo círculo se movieron en los años cuarenta y cincuenta, retornan a la cuestión de la susodicha Generación del 36, valorando igualmente el exilio. Aranguren es muy explícito al respecto: … los hombres del 36 somos todos, en un sentido o en otro, hombres arrojados a la cárcel, al exilio, de la cátedra, de la vida… Todos somos cambiantes… ideológicamente… sabemos que somos completamente movedizos y que es nuestro destino... Es propio de nuestro grupo el estar sometidos a lo que podríamos llamar “presiones cruzadas”… estar y no estar, encontrarse dividido en nuestro propio interior... Ninguno de nosotros tiene buena conciencia. Unos tendrán peor conciencia porque de alguna manera son colaboracionistas… Otros, porque aun cuando hayamos roto, también sabemos que no hemos hecho tanto como podíamos. Valverde destacará que hubo dos generaciones del 36: la de los que permanecieron en España tras la guerra y los del exilio, más conocidos éstos que los primeros. Y hará una afirmación arriesgada: ... tal vez la tragedia más honda sea la de los que se quedaron..., lo que busca ilustrarnos citando a Ridruejo, Rosales, Laín o Panero. Trágico desgarro lo vivido por éstos porque pasaron de su cercanía al régimen, o cuando menos al falangismo, hasta terminar en posturas democrático liberales, socialistas o comunistas{28}.

La disidencia, efectivamente, sería dolorosa también para los de dentro, tensión que encuentra su expresión más álgida cuando en algunos de ellos el exilio va perfilándose como la única salida. En lo que algunos han llamado como falangismo liberal, se va produciendo un malestar con el régimen porque consideran que el Generalísimo desoye el ideal joseantoniano para abrazar un nacionalcatolicismo que se aleja del más revolucionario nacionalsindicalismo falangista. Esto (siendo más complejo de lo que aquí sólo esbozamos) es algo que se manifiesta bastante pronto en algunos nombres propios muy importantes, como ocurre en Ridruejo, que dejó de ser Director General de Propaganda y director de Escorial para acabar detenido y ser confinado en Ronda en 1942{29}. Si buscásemos precisar algo más las exigencias de dicho falangismo liberal podría indicarse su mayor interés por la cultura moderna, salir de la ortodoxia monocolor, abrirse a las aportaciones más valiosas procedentes de la otra España, su crítica al peso excesivo que lo eclesial está teniendo en el Estado (particularmente en la educación)...

Valverde inicia ya esa transición ideológica que va desde la cercanía al falangismo (pronto disidente en la estela de Ridruejo) hasta la ruptura definitiva con su salida de la Universidad y el exilio en algunos de sus juveniles artículos en la revista Alférez{30}; a lo que habría que añadir la experiencia vital e intelectual de su paso por Roma. De estos años romanos son algunos de sus primeros trabajos como crítico o estudioso de la literario (Estudios sobre la palabra poética), también de filosofía (Guillermo de Humboldt y la filosofía del lenguaje, que será su tesis doctoral), continuando con su creación poética (Versos del domingo). En lo personal son años de cambio: se casa, tiene su primer hijo, contacta con algunos destacados intelectuales italianos del momento como E. Macri o B. Croce. Por entonces mantiene una intensa colaboración con Revista, dirigida por Ridruejo, con quien se cartea, en una de cuyas misivas (de marzo de 1954) le dice que en esos momentos sus referentes políticos son Adenauer, De Gasperi y Bidault, es decir, se trata principalmente de la democracia cristiana.

Creemos que también en Aranguren el inicio claro de su disidencia se produce a comienzos de los años cincuenta, quizás su artículo “A propósito de nuestra generación” pueda servir como muestra de lo que decimos{31}. Aunque, sin duda, la trayectoria contestataria de Aranguren está en sus comienzos mucho más marcada por el activismo público que lo que sucedía por entonces con Valverde, como lo demuestra su conocida posición e implicación en los acontecimientos que tuvieron lugar en febrero de 1956 en la Universidad de Madrid, acarreando la destitución de Laín como Rector de la misma y la de Ruiz Giménez como ministro de Educación.

El tiempo va pasando y el posicionamiento político y las opciones personales van decantando cada vez más a nuestros autores hacia la crítica y oposición al régimen, a pesar de que uno, Aranguren, ha logrado la cátedra de Ética en Madrid y el otro la de Estética en Barcelona. En la segunda mitad de los cincuenta comienza a emerger una disidencia que nace esperanzada por el aperturismo de Ruiz Giménez, y, como ya se indicó más arriba, buena parte de dicho cambio lo promueven jóvenes cuya ideología inicial nacía de un falangismo preocupado por lo social, con deseos transformadores e incluso cierto izquierdismo{32}, y no olvidemos que se trataba también de unos jóvenes que no habían luchado en la Guerra Civil, hijos de una clase media que llegan a la Universidad y se decantan políticamente entre el democratismo liberal y la izquierda.

A comienzos de 1956 va fraguando la idea en círculos universitarios madrileños de organizar un congreso libre de estudiantes, lo que genera tensiones con círculos estudiantiles inmovilistas, encabezados por el sindicato oficial de estudiantes (SEU), degenerando en manifestaciones y choques que provocan algún herido de bala. La respuesta del régimen fue la destitución del Ministro de Educación y del responsable del SEU, declarar el estado de excepción y detener a los que consideró como responsables: Ridruejo, Miguel Sánchez Mazas, J. M. Ruiz Gallardón, Gabriel Elorriaga, Enrique Múgica, Javier Pradera y Ramón Tamames.

Lo anterior tiene lugar en un ambiente en el que cada vez más se suceden manifiestos, protestas, enfrentamientos con las tesis oficiales, promoviendo finalmente un movimiento que fragua en las conocidas como Conversaciones de Munich, celebradas en 1962 como encuentro entre los opositores demócratas, tanto los de dentro (como Ridruejo o Gil Robles) como los de fuera, particularmente con los socialistas (los comunistas fueron excluidos). Ridruejo no pudo regresar a España debido a su participación en dichas Conversaciones, quedándose en París, donde editó en 1965 Mañana[33], que dirigía Julián Gorkín. Aranguren será uno de los más asiduos en sus páginas, quizás debido a que Mañana prestaba un interés especial a la contestación universitaria.

En febrero de 1965 Aranguren es expulsado de la Universidad, su participación directa en los acontecimientos que se habían producido y su estímulo e implicación con el contestario movimiento estudiantil son sus causas directas. Valverde había ido madurando su disidencia de forma más discreta, tanto que el propio Aranguren se sorprende gratamente de su dimisión en solidaridad con él, tal como lo declara en “Mi imagen de José María Valverde”{34}; él lo suponía alejado de las polémicas políticas, expresando igualmente que nada sabe sobre cómo se produjo dicha evolución política. Nos parece sorprendente, sin embargo, que tuviera tal desconocimiento dado que Valverde había participado en algunos de los manifiestos aparecidos en Mañana y, además, participó directamente en algunas de las protestas que se hicieron en el campus barcelonés en solidaridad con los madrileños. Creemos igualmente que Aranguren debió tener relación con Valverde en los años inmediatamente anteriores a su expulsión ya que aquél participó en actos reivindicativos de los estudiantes barceloneses, como el que se produjo en 1962 en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas pidiendo la supresión del SEU, donde Aranguren participó como ponente invitado a una serie de conferencias.

En “José Luis Aranguren, real y posible”{35} es Valverde quien nos habla de todo lo anterior:

Aranguren se convirtió en seguida en cabeza visible de un vago “resistencialismo” intelectual, que en otros llegaría a marxista. Pero él no sería nunca hombre de partido, ni aun de grupo, ni de ideología, satisfecho –con ese ánimo “batallón” que él siempre reconocería, incluso con ufanía– con ser el gran crítico, el defensor de las libertades negadas, el punto de referencia de los descontentos... Y no es que él lanzara ataques políticos concretos, pero el tono y el estilo bastaban para convertirse en signo y bandera. La palabra “Aranguren” llegaba a valer como santo y seña de una difusa conjuración sin programa concreto...

No sé si se recuerda ahora lo que pasó en 1965… Una gran asamblea estudiantil madrileña, en la Ciudad Universitaria, redactó unas conclusiones y peticiones, dirigiéndose al Rectorado para entregarlas –aun sin esperar respuesta–, llevando por delante un pequeño grupo de profesores, encabezado, claro está, por Aranguren. El camino era muy largo, y la policía tuvo tiempo sobrado de caer sobre aquella manifestación con chorros de agua y porrazos contundentes. Los profesores fueron metidos en coches policiales y paseados por extraños itinerarios como si fueran a eliminarlos. Luego se abrió el “expediente”. (Mientras tanto, en Barcelona había ocurrido algo análogo, pero, dado que para ir desde la asamblea en el patio de Ciencias hasta el Rectorado no había que salir a la calle donde acechaban los “grises”, no hubo ninguna violencia, y la comisión de estudiantes, llevando como “introductores de embajadores” a Manuel Sacristán y a mí, pudo entregar sus inútiles papeles a toda la Junta de Gobierno, que nos recibió de pie y en silencio)... en agosto de 1965 –tales cosas se hacen siempre en agosto– el BOE decretaba la “separación del servicio” definitiva de los profesores José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo, así como la separación temporal –un año o dos– de Santiago Montero Díaz –aquel exjonsista, tan extravagante como sabio–... En cuanto a mí –que me había venido radicalizando en mis opiniones políticas a lo largo de esos años– pensé que esa podía ser la ocasión apropiada para romper vínculos con el régimen, y presenté mi instancia, con póliza y todo, pidiendo el cese, “por motivaciones de índole personal” –si hubiera dicho que eran de índole pública no me habrían admitido a trámite el documento–. Después hice un collage con una foto mía, revestido de toga académica, junto a una pizarra en la que escribía: “Nulla aesthetica sine ethica, ergo: Apaga y vámonos”, y se la mandé a Aranguren. Ese es el chiste que luego me estropearían convirtiéndolo en una declaración solemne del tipo de “Más vale honra sin barcos”, etc. Nadie habría imaginado, veinte años antes, que una amistad empezada en clima literario, al margen de lo universitario, y que llegó a ser también relación entrañable y familiar –lo cual no tiene espacio aquí–, llegaría a ese episodio de encontronazo con la historia política.

Efectivamente, “Nulla aesthetica sine ethica, ergo: apaga y vámonos”. Aranguren fue alejado de su tarea docente en febrero de 1965, expulsado luego en agosto, Valverde presentó su renuncia también en agosto. Los dos comienzan un exilio que en Valverde aún tendrá que esperar un par de años, tiempo durante el cual intenta salir adelante multiplicando sus trabajos en editoriales y como traductor. Uno y otro recalarán en universidades de Estados Unidos, si bien Valverde no se siente cómodo allí debido al militarismo gubernamental respecto a Vietnam y decide asentarse en Canadá. Ambos han recorrido un largo camino desde su falangismo más juvenil, iniciando con el exilio y el posterior regreso de ambos con la reinstaurada democracia una etapa de influencia pública e intelectual como referentes morales y políticos. Aranguren con un claro matiz crítico, polemista, sin adscripción política o partidista bien asentada, como fuente de referencia ética siempre respetada, en una dimensión moralizadora que él ya venía cultivando (como, por ejemplo, en Lo que sabemos de moral, 1967) y en la cual la propia moralidad es entendida precisamente como crítica hacia cualquier código moral ya asentado e incuestionado, referente asimismo en su crítica mordaz hacia ciertos aspectos de la contemporaneidad de finales del s. XX: la americanización de una existencia en la que predomina un zafio materialismo práctico, el interés centrado en lo inmediato, la presencia agobiante de una propaganda manipuladora, el consumismo rampante...

Aranguren y Valverde se enfrentan, tanto a nivel intelectual como vital, al binomio marxismo-cristianismo, ambos son creyentes y los dos encuentran en la teoría marxista la posibilidad de hallar respuesta y solución a algunos de los laberintos sociales, económicos y políticos de su mundo, pero ¿cómo hacerlos compatibles? En El marxismo como moral (1968) y en La crisis del catolicismo (1969) busca Aranguren sondear los vericuetos de una respuesta, huye Aranguren de una visión cerrada y ortodoxa de ambos, acercándose a los dos desde la problemática y sin renegar de las contradicciones que pudieran darse en los mismos. En definitiva, parece orientarse hacia un horizonte en el que tanto el marxismo como el cristianismo ofrezcan respuestas a los hombres desde una renovación que se acompañe de una actitud moral donde la crítica y el cerco al conformismo moral y político serán algunas de sus señas.

La democracia establecida (1979) y Sobre imagen, identidad, heterodoxia (1982) son dos textos en los que, con diferentes matices, Aranguren está atento, alerta ante los cambios morales, sociales y políticos que aceleradamente van emergiendo en un mundo que cada vez se parece menos al anterior y ante al cual nuestro pensador no termina de hallar acomodo, ¿acaso será mejor lo por venir? La democracia llegó a España, se promulgó la Constitución, la sociedad española de los años ochenta se volvió más diversa en todos los aspectos, lo político va perdiendo terreno e interés frente a lo individual, un individuo que es más tolerante y libre, no hay un sentimiento de opresión y la sociedad de consumo va calando en los hábitos y estilos de vida. Se acepta que sea la democracia parlamentaria la que cobije políticamente los cambios de los nuevos tiempos, aunque esto suponga cada vez más que no habrá ruptura, sino un continuismo posibilista en el que la mayoría está cómoda, aunque se hayan perdido el empuje crítico y la ilusión de una revolución contracultural frente al realismo político que se va asentando. Para Aranguren lo anterior suponía también que el diálogo entre ética y política se marchitaba, aunque él seguiría tan contestatario e inconformista como antes porque será en esta lucha contra el conformismo y el marasmo, donde cobra todo su sentido la actividad de los “intelectuales”. Si “conviene que haya herejes” y la auténtica democracia requiere siempre discrepancia, nadie como el intelectual...{36}

Decía Valverde, recordemos, que La palabra “Aranguren” llegaba a valer como santo y seña de una difusa conjuración sin programa concreto...; pues bien, en él el partidismo y la adscripción política serán cada vez más evidentes y manifiestas. Lo que hubo de ideario liberal o democratacristiano se abandonó claramente ya con su experiencia del exilio y la reflexión política que lo acompañó, siendo algunos de los aspectos en los que se concretan lo anterior su crítica a la burguesía, la defensa del socialismo y de la figura de Marx, su oposición también a la jerarquía eclesial (a la que ve al lado de los poderosos) y su defensa de la revolución (ésta particularmente encarnada en los movimientos revolucionarios iberoamericanos, como el sandinismo nicaragüense{37}).

El izquierdismo de Valverde se acrecienta con su regreso a España (recuperando su cátedra de Estética en Barcelona) afiliándose al Partido Comunista de Cataluña por cuyas listas se presenta a las elecciones de 1993, sin resultar electo. Colabora también con multitud de asociaciones y propuestas del ámbito de la izquierda, activismo que es especialmente significativo en todo lo que tiene que ver con las reivindicaciones de los pueblos latinoamericanos, vocación latinoamericana, particularmente centroamericana, que viene de muy atrás, desde cuando estableció amistad con algunos poetas centroamericanos que pasaron por el Madrid de su juventud. Él siempre se sintió identificado con su vocación hispana, recuerdo con orgullo que, hacia 1951 ó 1952, el gran hispanista Oreste Macri me dijo una vez “A usted lo que le pasa es que es un poeta nicaragüense”{38}. Ese contagio literario pasaría a serlo también social y político, promoviendo un antiamericanismo que rechazaba el imperialismo yanki y se definía a favor de toda política o movimiento hispanoamericano que se le enfrentase. Critica también la opción europea como salida de integración para España en el contexto de una democracia liberal, declara al respecto que no le interesa ninguna perspectiva de europeización y democratización en España, triste satélite del Mercado Común. Lo único que no me deja frío es nuestro Tercer Mundo hispánico, con Cuba y Chile a la cabeza{39}.

Su fe cristiana es algo que siempre lo acompañó, aunque cada vez más la buscaba en una iglesia de los necesitados en la que el cristianismo debe tomar partido a favor de los pobres, para empezar, en lo económico y en lo político. Eso es todo{40}, denominándolo como “cristianismo liberador”, en lugar de “teología de la liberación”.

III. Conclusión

Cada uno de los dos autores objeto de nuestro interés tejen una trayectoria vital en la que la creación, el pensar y la disidencia crítica se presentan como un todo que tiene difícil separación. No podemos detenernos aquí en el alcance que, por ejemplo, lo puramente creativo y poético tuvieron en Valverde, baste recordar que fue destacado poeta ya con sus versos más tempraneros, cuando aún no había siquiera abandonado el Instituto Ramiro de Maeztu, donde cursó el Bachillerato, reconociéndosele tan prontamente lo meritorio de su poesía, ya en 1949 se le concede el Premio Nacional de Poesía. Tampoco nos detendremos en su quehacer como traductor, siendo ésta, sin embargo, una tarea ingente e igualmente meritoria que se le reconoce con la concesión del Premio Nacional de Traducción en dos ocasiones.

Los dos ejercieron también como docentes, haciéndolo desde un conocimiento y preparación destacadas en las materias que impartieron, sabiendo aunar al dominio de su disciplina, ser también referentes morales en los que la libertad y la oposición a la dictadura se presentan en el frontispicio de su compromiso político, guías de la juventud universitaria del momento. Tal vez lo meritorio de dicho recorrido se halle en que surgiendo de los aledaños del régimen, evolucionaron muy pronto hacia la disidencia comprometida con unos valores que el franquismo quería ahogar en su páramo totalitario.

En definitiva, con nuestro texto hemos buscado recuperar someramente el trazo de dos autores que tuvieron destacada presencia y realizaron aportaciones importantes a nuestra historia intelectual durante el pasado siglo, máxime cuando aún hoy nos siguen interpelando desde sus textos con ideas sugerentes y fructíferas, ideas que, incluso aunque no sean compartidas, tienen el valor de la originalidad, la seriedad que nace del saber profundo y la osadía de presentárnoslas como propuestas para un mundo que hoy no sólo lo es complejo y de volátiles referentes, sino además traspasado por un tiempo huérfano de originalidad y de hondo saber. Valga todo lo que hemos dicho para que el lector llegue a la conclusión de que, efectivamente, Aranguren y Valverde, así, entrecruzados, bien merecen un recuerdo.

——

{1} Texto de la postal enviada por Valverde a Aranguren con motivo de su dimisión en solidaridad con los profesores expulsados de la Universidad en 1965. Además de Aranguren, fueron expulsados García Calvo, Tierno Galván, Aguilar Navarro y Montero Diaz, los dos últimos suspendidos por dos años.

{2} Artículo publicado dentro del texto colectivo Homenaje a Aranguren, Revista de Occidente, Madrid 1972.

{3} Puede verse al respecto nuestro artículo “José María Valverde y Dionisio Ridruejo: Disidencia y amistad”, Revista de Estudios Extremeños, I , enero-abril, 2008.

{4} Luego participaría también en las de San Sebastián, recogiendo ambos encuentros en “Crónicas y recuerdo de dos conversaciones católicas: Ávila y San Sebastián, 1951”, Cuadernos Hispanoamericanos, nº 24, noviembre-diciembre, 1951. La parte referida a Ávila está recogida por Emilio Lledó, la de San Sebastián por Aranguren.

{5} La cuestión sobre el patriotismo se discutió en la reunión donostiarra, negando Aranguren que desde el cristianismo se pueda lanzar un programa detallado sobre lo que en el plano ideológico se podría o no hacer o decir, huyendo de la posibilidad de que se dieran consignas que unificasen su actuación, también en lo político y en lo patriótico. En la crónica que escribe sobre el encuentro que tuvo lugar en la ciudad donostiarra dirá incluso que dos cristianos pueden pertenecer a partidos diferentes y aun opuestos; pueden pensar de una manera radicalmente distinta...

{6} Así lo encontramos en su artículo “Sobre el mito de una nueva cristiandad”, Alcalá, nº 4, marzo, 1952.

{7} Muestra de ese interés y apogeo por el estudio del marxismo lo tenemos en Introducción al pensamiento marxista, que recoge una serie de conferencias pronunciadas durante el otoño de 1958 en la Universidad de Santiago de Compostela. Igualmente podría citarse al respecto lo publicado desde el Boletín de la Cátedra de Derecho Político de la Universidad de Salamanca que dirigía Enrique Tierno Galván (publicado desde mediados de los cincuenta). Desde la revista Praxis (publicada en Córdoba) se aborda también el acercamiento entre catolicismo y marxismo, e igual intención hallamos en las ponencias presentadas por jóvenes sacerdotes y seglares católicos al Congreso del Apostolado Seglar que se celebró en noviembre de 1957 en El Escorial.

{8} Aparece citado en numerosos artículos, por ejemplo en los que siguen: “Sobre el mito de una nueva cristiandad”, Alcalá, nº 4, marzo, 1952); “Catolicismo y protestantismo como formas de existencia” (aquí hace un comentario al homónimo libro de Aranguren), Cuadernos hispanoamericanos, nº 35, 1952; “Paréntesis”, Revista, nº 206, 1956; “La humildad de ser poeta”, Cuadernos Hispanoamericanos, nº 13, febrero, 1959 ... También le escribe y dedica poemas, como sucede en La Espera (1949) o en Versos del domingo (1952).

{9} Texto publicado ya con anterioridad a la Guerra Civil, en 1935.

{10} Entre las firmas más asiduas en sus páginas encontramos a Dionisio Ridruejo (que fue director de la misma desde noviembre de 1940 hasta octubre de 1942), Pedro Laín Entralgo, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Luis Rosales, también figuran Valverde y Aranguren (éste menos).

{11} Pensamos en publicaciones como Garcilaso, Alférez, Haz, Juventud, etc.

{12} Sobre la influencia de la obra de Giménez Caballero en la estética del primer franquismo y sobre el ideario estético escurialense podemos consultar a Sultana Wahnón en Estética y crítica literarias en España (1940-1950), Universidad de Granada, 1987.En sentido similar puede ser la consulta de M. Isabel Navas Ocaña en Vanguardias y crítica literaria en los años cuarenta. El grupo de Escorial y la “Juventud Creadora”, Universidad de Almería, Servicio de Publicaciones, 1995.

{13} Este artículo es conocido también como “El manifiesto Larra”, al que alude el propio Pedro de Lorenzo en “13 de febrero, fecha mayor”, ABC, febrero de 1966, donde conecta con el 13 de febrero de 1837, el día en el que Larra se suicida.

{14} Publicado el 17 de abril de 1943.

{15} No podemos extendernos aquí por los antecedentes y autores más significativos en la creación e impulso del modelo estético e ideológico de Garcilaso. Baste con recordar que Luis Rosales en Abril (1935), José Bergantín en “El pensamiento hermético de las artes” (1933), Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo en su Poesía heroica del imperio (1940) o García Nieto con “Una poética, una Política un Estado” (1943), son algunos de los más destacados.

{16} Dice aquí que estos poemas pertenecen al libro en formación Versos del séptimo día, obra que nunca verá la luz.

{17} Le acompañaron en tal tarea fundacional Ángel Álvarez de Miranda, Rodrigo Fernández Carvajal, José María de Labra, Ángel Antonio Lago Carballo, Juan Antonio de Luis Camblor, Miguel Sánchez Mazas y Juan Ignacio Tena Ybarra.

{18} Aunque en sus artículos “El 98 en nosotros” (recogido en su libro En algunas ocasiones. Crónicas y comentarios (1943-1956), Madrid, 1960) y en “Conciencia integradora de una generación” (Revista, marzo, 1953) Ridruejo aún mantiene cierta sintonía con los elementos nucleares que enarbolan la Generación del 36, tal vez no fueron vanas para él las palabras que aparecen en el Manifiesto Editorial del primer número de Escorial, del que fue director desde su primer número (noviembre de 1940) hasta el 24 (octubre de 1942). Decía allí que no era una revista de propaganda, sino profesional de cultura y letras, declarando incluso que no harían apologías líricas del régimen o justificaciones del mismo... También Vivanco parece ir en dicha línea cuando en “Filosofía del verso” (Escorial, Cuaderno 39, enero, 1944) defiende la distinción y separación entre el poeta (creador) el ideólogo (político).

{19} El primero aparece en el nº 52 (1944), el que trata sobre el peruano es de octubre de 1949. Sobre éste escribe también “Notas de entrada a la poesía de César Vallejo”, ahora en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 7, 1949.

{20} Antología de sus versos, Madrid, Cátedra, 1978. Para valorar mejor la importancia de lo iberoamericano y la intensa relación que Valverde mantuvo con los autores citados en el texto puede consultarse nuestro artículo “Lo iberoamericano en el Valverde juvenil: 1943-1955”, en El pensamiento hispánico en América: siglos XVI-XX, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2007.

{21} Cuadernos hispanoamericanos, nº 10, 1949.

{22} Sobre lo filosófico destacamos “La filosofía de Eugenio D´Ors” (nº 48 y 49 -1944-) y “Libertad religiosa y catolicismo” (octubre, 1944). Sobre el exilio destacamos “La evolución espiritual de los intelectuales españoles en la emigración”, Cuadernos hispanoamericanos, nº 38, febrero, 1953, y “La condición de la vida intelectual en la España de hoy”, publicado en La Torre, año I, nº 4, Puerto Rico, 1953. Gregorio Morán afirma en El maestro en el erial(Tusquets, Barcelona, 1998, pág. 409), que Aranguren fue el primero que abordó en la España franquista de la posguerra la obra de los exiliados en América; ya hemos visto que el artículo de Valverde es de 1949. Por estos años Julián Marías publicará también textos en la misma línea que los de Valverde y Aranguren, defendiendo el acercamiento con los exiliados.

{23} Cisneros (publicada por el homónimo Colegio Mayor madrileño), nº 6, 1943.

{24} Eugenio de Nora, “Espadaña, 30 años después”, edición facsímil de Espadaña. Revista de poesía y crítica, Espadaña Editorial, León, 1978.

{25} Ambos aparecen publicados en el nº 40, 1949.

{26} Edición facsímil de Espadaña..., pág. XXVIII.

{27} Así lo recoge Víctor García de la Concha en La poesía española de 1935 a 1975, Cátedra, Madrid, 1987, pág. 472.

{28} Indica Valverde que el caso de Panero podría ser el más desgarrador, quien en los años 45 ó 46, era en mi ambiente “el rojo” por antonomasia, después atravesase una fase casi de poeta oficial...

{29} Sobre la figura de Ridruejo como iniciador de tal disidencia y su seguimiento por parte de otros véase la obra de Mónica y Pablo Carbajosa La corte literaria de José Antonio, Crítica, Barcelona, 2003.

{30} Puede verse al respecto nuestro artículo “Aproximación a algunos artículos en la bibliografía inicial de José María Valverde: 1943-1949”, Revista de Estudios Extremeños, I, enero-abril 2004.

{31} Aparece recogido en Crítica y meditación, Taurus, Madrid, 1977. Curiosamente, Valverde había publicado otro en el que también mostraba su no identificación con “su generación” (las comillas son nuestras). Se trataba de “La degeneración de la generación”, Alférez ,1949.

{32} Publicaciones como Alférez, La Hora o Laye (ésta en Barcelona, con Manuel Sacristán o Juan Ferraté como redactores, entre otros) acogen los inicios de todo ello. Sobre esa dimensión social, renovadora e izquierdista de sus jóvenes mentores véase “Historia literaria de una vocación política (1930-1950)”, en Falange y literatura,de José Carlos Mainer, Labor, 1971.

{33} Se subtitulaba “Tribuna democrática española” y aspiraba a promover una solución democrática con miras a la convivencia civil y a la integración de España en el mundo moderno. Otros de sus destacados articulistas fueron Salvador de Madariaga y Julián Marías.

{34} Publicado en el diario Hoy, 18 de febrero de 1992.

{35} Se encuentra en Homenaje a Aranguren, Revista de Occidente, Madrid, 1972.

{36} Ética y política, Orbis, Madrid,1985, pág. 255.

{37} Dichas ideas las podemos ver en obras como Vida y muerte de las ideas: pequeña historia del pensamiento occidental (1980), La mente de nuestro siglo (1982); en poemarios como Enseñanzas de la edad. Poesía 1945-1970 (1971); en artículos: “Notas de octubre”, “Mil novecientos diecisiete”, “Sobre la palabra fascismo”, todos tras su regreso a España en 1977.

{38} Tomado de la ponencia presentada al XXV Congreso del Instituto Internacional de Literatura Hispanoamericana, celebrado en la Universidad de Bonn en agosto de 1986.

{39} Así lo declara en una carta dirigida a Ridruejo el 19 de noviembre de 1971, él está aún en Canadá.

{40} “Sobre la mentalidad cristiana actual”, Realitat (revista del Partido de los Comunistas de Cataluña), nº 19, mayo, 1990.

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