El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 24
La hora de las críticas
Emmanuel Martínez Alcocer
Una crítica a la voluntad de no criticar en la pandemia mundial del virus Covid-19
No es tarea de la filosofía prescribir cómo deban ser las cosas, no es cuestión de deber, ni de pronóstico ni de consuelo. Tampoco de cómo debió ser, porque tampoco es cuestión de hacer juicios morales, ni históricos ni lamentos. Que de nada sirven. Nuestra tarea está en criticar. Pero no criticar por criticar, sino a partir de criterios, pues sólo así tiene sentido la crítica.
La palabra o voz crítica era una voz ya introducida originariamente en el siglo XVII como la parte de la lógica que trataba del juicio en la filosofía escolástica. Y antes de las afamadas críticas kantianas ya tenemos múltiples ejemplos de su ejercicio en la tradición hispana, como puedan ser en Lope o en Quevedo así como en El Criticón de Gracián o Feijoo y su Teatro Crítico Universal. Por citar a autores bien conocidos. Esa tradición será seguida por otros como Jovellanos, Campomanes, Moratín, Forner…
Así pues la crítica, como decimos, ya en el XVII era entendida como la parte de la lógica que trata del juicio. Es decir, la crítica no es sólo un juicio negativo –lo que mundanamente se entiende como criticar–, sino que refiere también a algo positivo, esto es, la operación de clasificar los conceptos y sistemas de ideas. Y es que si no se clasifican y ordenan las cosas la tarea filosófica es imposible. Podrá haber juicios más o menos acertados, ingeniosidades más o menos agudas, pero no filosofía. Porque es mediante la crítica como podemos asociar las categorías a los estromas del mundo. Sólo cuando mediante criterios determinados a la materia en cuestión asociamos, agrupamos, clasificamos y por tanto totalizamos objetivamente los elementos de la realidad y los definimos podemos dar claridad y distinción a lo que tenemos entre manos. Objetivamente, sí. En función de unos criterios, desde una premisas, un sistema, sí. Pero objetivamente, no en función de ocurrencias o gustos particulares. Sin clasificar no hay discusión que valga, ni hay forma de entender nada. A pesar de que esto se muy difícil en muchos casos (para muestra la multitud de temas que se tratan y debaten en esta propia revista).
Y decimos esto porque en estos días de aislamiento y disminución de las conexiones sinalógicas entre los ciudadanos españoles (no entre todos, pues es imposible que nada no se conecte con nada) a menudo escuchamos que no es momento de criticar, sino de sumar. Que es lo mismo que decir que no es momento de filosofar sino de ser sumisos y crédulos, esto es, de suspender el juicio, de aceptar las cosas tal y como nos las cuentan. Es momento de no querer clasificar, de aclarar el juicio y analizar las acciones –u omisiones– del Gobierno en función de ideas como libertad, causalidad o responsabilidad. Y es que si en España hemos llegado a esta situación de infecciones, muertes y falta de materiales médicos y organización es por culpa de algo o alguien. Sería difícil que echáramos la culpa a una persona, pues estamos hablando de una sociedad política. No nos queda más que fijar el foco en los dirigentes de esa sociedad política, que son los máximos responsables –esto es, los que son capaces de dar respuesta– de la eutaxia de la misma, sobre todo después de la declaración del Estado de alarma. Y más aún después de las informaciones que están saliendo con el pasar de los días.
¿Pero qué implica la culpa? La culpa implica, para empezar, una causalidad –aunque la causalidad no siempre implique culpa–. Por tanto la culpa implica la atribución de causalidad a una persona o a un grupo de personas. Esta causalidad de la culpabilidad supone que esa causalidad debe desconectarse de las otras causalidades que puedan estar entretejidas con dicho proceso causal, ya que si dicho proceso causal al que nos estamos refiriendo se entendiese como un simple aspecto o una línea causal más dentro del contexto causal envolvente no podríamos hablar en ningún momento de responsabilidad. Si fuera así todos seríamos, en nuestro caso vírico, los responsables de la situación de España en esta pandemia. ¿Pero si todos fuéramos los responsables de esta situación quienes serían los culpables? Nadie lo sería, pues sólo hay culpables cuando hay inocentes.
Y, además, todo esto sería imposible sin libertad, pues si quien realiza, ejercita o deja de ejercitar unos procesos causales en vez de otros puede responder de ellos y, por tanto, se le puede declarar culpable de sus consecuencias –o efectos– es porque ha sido libre al realizarlo o no realizarlo (de ahí la necesaria desconexión del proceso causal que comentábamos).
Siendo esto así, habiéndolo clasificado filosóficamente aunque con brevedad tal y como hemos hecho, y sabiendo lo que sabemos sobre la situación presente sobre España, podemos decir que el Gobierno de España, en el ejercicio de su libertad, es, en gran medida, responsable y por tanto culpable del crecimiento acelerado de ciudadanos españoles infectados y muertos. Quizá no haya sido libre de que el Coronavirus llegara a territorio español y por tanto culpable de ello. Pero sí fue libre al decidir obviar los sucesos que ya estaban ocurriendo en China y en Italia, centrando su atención en desencadenar otros procesos causales como el aumento en el techo de gasto de las autonomías, el diálogo con los dirigentes secesionistas –a pesar de que su interés sea la ruptura de la nación española– o las manifestaciones masivas del 8M, cuando ya tenía conocimiento del crecimiento de los contagios y muertes en España y del peligro del virus. Así como libre de no prohibir, por ejemplo, eventos deportivos que implicaban la asistencia de miles de personas. También fue libre de obviar las compras masivas de material médico que otros países, como Alemania o Francia, sí estaban haciendo y que ahora falta a sanitarios y pacientes así como al resto de ciudadanos españoles. También fue libre de, aun sabiendo desde enero del peligro de la pandemia y de su progreso en el país, seguir con sus campañas encaminadas a ganar apoyos y subir puntos en el CIS.
Y es por el ejercicio de su libertad en múltiples casos como los indicados, y otros muchos, por lo que podemos clasificar, criticar las acciones y omisiones del Gobierno, y por lo que se puede decir que el Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez ha sido y es el responsable, y por tanto culpable, de la situación catastrófica de España. Y lo que nos queda.
Sólo nos queda decir: a todos los españoles, fortaleza. De todos y para todos.
Viernes, 27 de marzo de 2020