El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 30
Artículos

Qué tipo de filósofo es Salvador Illa

Paloma Villarreal Suárez de Cepeda

La reducción de la filosofía a una licenciatura

Salvador Illa

Salvador Illa, actual Ministro de Sanidad, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, estudios que finalizó en el año 1989, es decir, hace más de treinta años. A partir de esa fecha e incluso antes ya se dedica a la política. Podríamos entonces decir que Salvador Illa ha estudiado Filosofía pero no se ha dedicado a la Filosofía. Salvador Illa, por lo tanto, diríamos, es licenciado en Filosofía pero no es filósofo. Este sería un argumento para defender la valía de Salvador Illa como político ante los que le echan en cara su falta de formación espetándole que es “filósofo”, es decir, que no tiene conocimiento alguno sobre la gestión de un Ministerio y menos de un Ministerio de Sanidad: “¿Un filosofo, ministro de sanidad? ¿En serio, Pedro? Así nos va….”, “Increíble que un filósofo se ocupe de Sanidad. Es de risa si no fuera tan grave lo que está pasando”.

Los que así hablan, primero, desconocen la trayectoria política de Salvador Illa y, segundo, tienen una idea equivocada sobre qué sea la filosofía. En relación con lo primero cabe decir que Salvador Illa cumplió con el servicio militar, graduándose como alférez en una compañía del Cuartel del Bruc. De los Ministros que forman el equipo de gobierno en edad de haber hecho el servicio militar (Juan Carlos Campo, Fernando Grande-Marlaska, Jose Luis Ábalos, Luis Planas Puchades, Jose Manuel Rodríguez Uribes, Pedro Duque, José Luis Escrivá y Manuel Castells que lo evitó yéndose a vivir a Francia) es el único del que consta públicamente haberlo llevado a cabo. Su primera experiencia de gestión política data del año 1987 cuando es nombrado concejal de cultura en el Ayuntamiento de La Roca del Vallés, pueblo de 6.000 habitantes en aquel momento. Transcurren siete años y es nombrado alcalde de esta ciudad puesto que ocupa durante unos diez años. Plenamente integrado en el Partido de los Socialistas de Cataluña es nombrado Director general de Infraestructuras de la Generalidad durante el mandato de José Montilla. Tras una brevísima experiencia en el sector privado, concretamente en una empresa de producción de dibujos animados, se incorpora de nuevo al servicio público como Director del Área de Gestión económica del Ayuntamiento de Barcelona, cargo que ocupa apenas dos años pasando a continuación a ejercer funciones de coordinación interna en el PSC. Es decir, será a la edad de 45 años cuando Salvador Illa abandona la política municipal para participar con un papel más señalado en la política interna del PSC y por tanto en sus relaciones con otros partidos a nivel regional y nacional. Durante todo este tiempo Salvador Illa no ha abandonado el estudio. Realiza un máster en Economía y Dirección de Empresas en el IESE, es profesor asociado de la asignatura Introduction to Economics del Grado de Relaciones Internacionales de Blanquerna (Universidad Ramon Llull), también profesor asociado de la asignatura Gestión Financiera del Máster de Gestión Pública avanzada de la Universidad de Barcelona.

Cercano a la línea de Pedro Sánchez a través de Miguel Iceta, Salvador Illa tras una vida profesional dedicada a la gestión pública municipal y autonómica se incorpora al Gobierno de España como Ministro de Sanidad. Tomó posesión del cargo el 13 de enero de 2020. Siete días más tarde el gobierno chino impone una cuarentena a la ciudad de Wuhan de 11 millones de habitantes, cuarentena que se extiende en pocos días a la provincia de Hubei, de 60 millones de habitantes ante la epidemia ocasionada por un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2. Un mes más tarde se cancela el Mobile World Congress de Barcelona ante el riesgo de pandemia y dos meses más tarde, el 13 de marzo, el Gobierno de España anuncia el decreto que declarará, al día siguiente, el estado de alarma en todo el país.

Llegados a este punto pudiéramos concluir que Salvador Illa es un experimentado gestor municipal. Es decir, sin mérito alguno por experiencia o conocimiento para ocupar el Ministerio de Sanidad, pero no por haber estudiado la licenciatura de Filosofía hace treinta años sino por haberse dedicado a la gestión municipal durante otros treinta. Y, sin embargo, ha sido y es criticado, entre otras razones, por ser filósofo. Es cierto que no es una sorpresa observar cómo se utiliza el término “filósofo” para desmerecer a una persona como tampoco es una sorpresa observar cómo se utiliza para conseguir el efecto contrario: elogiarla. En el caso de Illa se han producido reacciones de los dos tipos con amplísima preponderancia de la primera.

Veamos algunos ejemplos tomados de los comentarios a diversas noticias que le tienen como protagonista{1} de manera que podamos hacer un repaso sobre algunas de las ideas que sobre la filosofía y el ser filósofo tienen los españoles, en general. En un sentido positivo, que son los menos, cabe mencionar los siguientes:

Filósofo. Luego sabe pensar. Y parece ser que lo ejerce. ¿Y si todos jugáramos a pensar y no a descalificar? Claro que para eso hay que pensar”. En este primer ejemplo el lector comentarista utiliza un argumento que deriva de la popular creencia de que la filosofía tiene como objetivo enseñar a “pensar”. Se trata de un argumento muy utilizado por el gremio de filósofos para justificar la presencia de la asignatura de filosofía en la enseñanza media.

Siguiendo este argumento y a contrario, otras disciplinas no enseñarían a pensar, es más, no sería necesario pensar para ejercerlas lo cual equivaldría a decir, por ejemplo, que un médico no sabe pensar porque no ha estudiado filosofía. Si nos encontráramos con un Salvador Illa pensativo siempre podríamos pensar que está filosofando aunque esté pensando en si ir al fútbol o a los toros un sábado por la tarde. Decir que Salvador Illa sabe pensar por haber estudiado filosofía nos llevaría a afirmar que Pedro Sánchez no sabe pensar por no haberlo hecho. Es evidente que si preguntamos a un niño de siete años en qué está pensando no damos por hecho que haya estudiado filosofía. El pensar no es más que una función orgánica que se desarrolla a medida que se adquiere el lenguaje en el que necesariamente se piensa. Sin lenguaje no hay pensamiento y el pensamiento es una cualidad distributiva a todos los seres humanos insertos en una sociedad de personas. La idea de que se pueda aprender a pensar es similar a la idea de que se puede aprender a ser ciudadano, idea combatida por Platón con sólidos argumentos ya en el siglo IV antes de Cristo en su Protágoras, lo cual no ha evitado que surjan remedos de aquellos antiguos sofistas a lo largo de los siglos dispuestos a enseñar a “pensar” por un módico o no tan módico precio.

Aún así, sus intervenciones transmiten serenidad, rebajan tensiones y silencian a la oposición. Aflora el licenciado en filosofía que, siguiendo la senda de Epicuro, sabe que son los razonamientos los que procuran una vida feliz. Y que es absurdo pedir a los dioses lo que cada uno es capaz de procurarse por sí mismo.” En este caso el comentarista, con una gran carga retórica sin que se entienda muy bien qué tienen que ver aquí los dioses de Epicuro, considera que un filósofo transmite serenidad, templa y modera a la oposición, entendemos que política, es decir, infunde paz y armonía.

En este caso se confunde al filósofo con una especie de pacificador o con un sacerdote, algo que no puede sorprender teniendo en cuenta que la asignatura de filosofía ha sido impartida en este país durante años principalmente por sacerdotes y, en su sustitución, una vez en democracia ya en los años ochenta, por esos mismos sacerdotes ya fuera de la Iglesia y habiendo contraído matrimonio. En este proceso se ha sustituido la doctrina católica por doctrinas más variadas aunque igual de metafísicas e idealistas. En paralelo la filosofía se ha popularizado como un conjunto de recetas de tipo moral a través de la cuales alcanzar la felicidad en sustitución de la vida eterna, una felicidad que no se sabe lo que sea más allá de encontrarse a gusto o disfrutar de algún refresco de cola. En este sentido es notable la presencia en televisión y en los medios de comunicación de filósofos retóricos que ofrecen este tipo de frases poéticas, percibidas como “profundas” y muy aplaudidas por el público{2}. Este tipo de filósofos morales generan una sorprendente admiración que les sitúa automáticamente a otro nivel, superior por supuesto, de aquellos a los que se dirigen, enfatizando esa percepción de estar en posesión de unos conocimientos cuasi-divinos de difícil o imposible aprehensión por los ciudadanos no filósofos. No por sabido deja de sorprender la reacción de los compatriotas ante este tipo de filósofos a los que no tratan como hombres, ni siquiera como hombres sabios, sino como ángeles.

Entendemos que un filósofo no es una persona de la que se esperan reflexiones sentimentales sobre qué sea la felicidad sino análisis racionales sobre la idea de la felicidad. Si el objeto de análisis no es la idea difícilmente se podrá hacer verdadera filosofía.

Los filósofos conocen mejor el dolor humano que otros profesionales”. En este caso la afirmación encierra la convicción de que la filosofía es un saber transcendental o especial que tiene por objeto la naturaleza humana. ¿No conoce el abogado el dolor humano? ¿No lo conoce el sacerdote? ¿No lo conoce cualquiera? Si hay un profesional que conoce mejor el dolor humano que el resto ese será un médico de la Unidad del Dolor de cualquier hospital.

La filosofía no se puede reducir a filosofía moral y mucho menos a filosofía sentimental. Que las pasiones del alma o los sentimientos han sido objeto de análisis filosófico no es suficiente para reducir a la filosofía a ese campo concreto. Y, además, ¿por qué humano? ¿Le es ajeno al filósofo el sufrimiento animal no humano? Por supuesto que no. En el momento de intentar una definición de hombre el filósofo de cualquier tiempo ha tenido en cuenta a los animales bien sea para reducirlos a la categoría de cosa, bien para elevarlos a la categoría de persona en la visión tradicional que enfrenta lo animado con lo inanimado. De hecho en la filosofía del presente en marcha se tiene en cuenta el dolor animal, los sentimientos de los animales, como un criterio sobre el que basar su incorporación a la sociedad de personas. Así, los animales, en tanto “sienten”, deben ser considerados sujetos de derechos. He aquí un ejemplo de conceptos relacionados a través de una ideología que merece análisis y confrontación.

En conclusión, el filósofo no puede quedar reducido a la función asistencial del sacerdote, psicólogo o chamán. El (verdadero) filósofo analiza la realidad y la critica desde el análisis de las ideas utilizadas in medias res en ideologías muy variadas como puede ser, siguiendo con el ejemplo, el animalismo.

Visto así, para actuar, tomar decisiones, tener un código de valores, saber qué se es y dónde se está, ¿qué mejor que la filosofía? Pues eso, que tenemos un filósofo al frente de la Sanidad y confío en que sepa actuar, tomar decisiones, tenga un código de valores y sepa lo que es y dónde está. La Sanidad lo necesita”. En este caso el comentarista parafrasea una famosa cita de la filósofa norteamericana Ayn Rand sobre la que se puede hacer una crítica casi filológica analizando palabra por palabra para concluir que la frase es muy bonita pero incapaz de explicar nada. Vive quien respira y, en todo caso, sobrevive quien actúa o gracias a quien actúa por él, pero en muchos casos no se actúa mediante la toma de decisiones. Por terminar con la cita, contar con un código de valores no significa nada. Hitler también contaba con un código de valores y, por supuesto, supo actuar, supo tomar decisiones y sabía quién era y dónde estaba.

En relación con esto último y la necesidad de que Salvador Illa sepa lo que es y dónde está, tan solo añadir que este tipo de preguntas: ¿quién soy? ¿a dónde voy? ¿de dónde vengo?,{3} reducen la filosofía a un conjunto de interrogantes de tipo psicológico, reducción útil sin duda ante la necesidad de sustituir las respuestas tradicionalmente dadas por las doctrina católica (hijo de Dios, al Cielo o al Infierno en función de mis obras, de la voluntad divina, etc.) en un Estado declarado no confesional que, además, mantiene la máxima distancia con cualquier atisbo de relación con el régimen franquista inmediatamente precedente en el que se declaraba que la nación sí profesaba una religión, como todo el mundo sabe, la religión católica.

En cualquier caso, la frase de Rand no sirve para dar cuenta de las virtudes que deben adornar a un buen gobernante, haya estudiado o no filosofía, por lo que poco puede informar de las virtudes de Salvador Illa.

En un sentido negativo, como ejemplos, podemos considerar los siguientes:

Para poder hacer un pronóstico tiene que haber una tendencia. Sin tendencia, todo lo que se quiera pronosticar es pura elucubración. En la situación que estamos, y si el presidente tuviera vergüenza, debería cesarle de inmediato. Esto no es filosofía, Sr. Illa, por lo tanto deje ya de elucubrar y gestione la poca sanidad disponible y que dejen de contagiarse nuestros sanitarios. Es lo poco que Ud. puede hacer ya.” En este caso observamos cómo la filosofía se enfrenta a un saber técnico, la estadística, y sale mal parada muy probablemente porque el comentarista conoce la distinción ciencias vs. letras, división, por lo demás, artificiosa aunque muy probablemente útil en términos de gestión educativa. Sorprende saber que esta división “ciencia-letras” no aparece en el bachillerato hasta la promulgación de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 1953. Con el transcurso de los años esa división corre paralela a la de carreras con salidas laborales (ciencias) y carreras sin o con pocas salidas laborales (letras), es decir, carreras útiles y carreras inútiles.

Nos situamos entonces en la más clásica dicotomía saber/hacer, teoría/práctica, dicotomía falaz por cuanto el hacer es un saber y el saber es un hacer. Tanto sabe y tanto hace el que dice ser un práctico del que dice ser un teórico. En este caso el argumento es: si ha estudiado Filosofía, es filósofo y, por tanto, no hace en el sentido de que no produce bienes, mercancías, sino que elucubra sin nada entre sus manos (ni siquiera un libro). Concediendo que Salvador Illa sea filósofo lo cierto es que este argumento elimina de un plumazo toda la actividad desarrollada por Salvador Illa como gestor municipal y autonómico. Bien podría decirse “Increíble que un alcalde se ocupe de Sanidad” pero no se dice porque en la calificación de filósofo está contenida la crítica: no sabe hacer nada, nada útil, nada productivo.

Sin embargo, no deja de ser curioso que Pedro Sánchez que no ha ocupado ningún puesto de gestión ni en la Administración local, provincial o estatal hasta su llegada a la Presidencia del Gobierno sea, a juicio del autor de este comentario, el que debe darse cuenta de la inutilidad del filósofo e incorporar a un estadístico, por ejemplo, al frente del Ministerio. Es posible que Pedro Sánchez mantenga en el puesto a Salvador Illa por haber encontrado en él a su Aristóteles aunque lo consideramos poco probable y, sin embargo, consideramos probable que lo haga porque cuenta con amplia experiencia en gestión aunque de corte local y autonómico además de contar, muy probablemente, con su confianza personal. Se podrían añadir más razones que no serían más que elucubraciones.

En cualquier caso, un filósofo no elucubra sino que critica, analiza y toma partido. No parece que Salvador Illa esté en este puesto por su calidad de filósofo sino de político y gestor experimentado en la Administración pública.

Cuando esto termine va a tener tiempo más que de sobra para lo suyo, filosofar sobre la existencia y el ser o no ser, pensando en todos aquellos a los que su indigencia intelectual condenó a otra vida en el más allá”. En este caso podemos observar cómo el comentarista considera la filosofía como un saber ajeno a la realidad del presente en marcha, establecida fuera y sin conexión con la realidad de la vida. Así, una vez superada la urgencia del presente, la urgencia de la enfermedad COVID-19, el filósofo, ya ex-ministro, podrá alejarse y filosofar en la distancia. La filosofía no sería una disciplina que se ejerce en sociedad sino en un necesario aislamiento, lejos de ella, aislados del mundo. Bueno ha denominado a esta percepción de la filosofía como “filosofía exenta”, independiente de otras disciplinas, frente a la “filosofía inmersa” o dependiente de otras disciplinas de las que se nutre para poder tratar de ideas que de ellas van surgiendo.

La filosofía exenta sería transcendental al tiempo vivido, es decir, no se vería afectada por las tribulaciones del presente. Pareciera una filosofía flotante en algún sitio sobre nuestras cabezas y no sometida a la fuerza de la gravedad. El filósofo, siguiendo esta percepción se sitúa tan fuera del mundo que pareciera que ni siente ni padece, acercándose a la idea popular de una especie de monje tibetano. Y cada filósofo desde su Tíbet particular se dedicaría a filosofar sobre la existencia y el ser o no ser, ideas que como todo el mundo sabe, no sirven para nada. De la misma manera que el tibetano no sale de su Tíbet si no es por razones de fuerza mayor, muy fundamentalmente económicas, el filósofo alejado de la realidad social pretende alcanzar razones sobre el ser o no ser prescindiendo de otros saberes ya sean otras doctrinas filosóficas o disciplinas biológicas, médicas, sociales, políticas, etc. Se trata de intuir más que de razonar para llegar a alcanzar determinadas verdades de tipo existencial.

En cualquier caso, en esta crítica la filosofía queda reducida necesariamente a una ontología (una mala ontología), cuando la filosofía abarca campos de la realidad diversos que se pueden delimitar desde instituciones del mundo práctico como el Estado, la religión, la música, la ciencia, etc. o bien, como es el caso de la ontología, abstrayendo e institucionalizando el estudio de ciertos temas en concreto alejadas de esas instituciones fenoménicas. Así Bueno distingue las filosofías centradas (Filosofía del Estado, de la Religión, etc.) de las filosofías no centradas (la ontología del ejemplo, la estética, la lógica, la epistemología, etc.) siempre en el mundo, nutriéndose de esas disciplinas y dadas en un presente histórico que las determinan necesariamente.

Cada sistema filosófico responde a un momento histórico y al desarrollo del resto de disciplinas en ese momento histórico. La capacidad de trascender generaciones y ofrecer un sistema útil para entender el mundo será la medida de un sistema frente a otro.

¿Me va a comparar los conocimientos legales de un licenciado en derecho y a la vez abogado del estado con un licenciado en filosofía o una licenciada en psicología? En esta afirmación, sin duda alguna, subyace la tensión saber vs. hacer pero también hace referencia a otra tensión o diferencia que se puede detectar entre los estudios de filosofía y los de Derecho o los de Psicología. Y es que, por lo general, se entiende la filosofía como un estudio sobre figuras del pasado, por decirlo de una manera editorial y para un público de masas, sobre “grandes filósofos”. Pareciera que mientras en carreras como Derecho o Psicología la atención está puesta en el presente, en las normas o conductas observables en la actualidad, la Filosofía dedicara sus esfuerzos a la loa al filósofo muerto. De hecho, los filósofos vivos no se estudian en la Universidad. El público se acostumbra a que salgan en los medios de comunicación, muy principalmente y como ya hemos señalado, en tanto que filósofos morales pero sorprendería que sus tesis fueran objeto de estudio en la Universidad. La figura del filósofo lo es de un personaje ya fallecido.

Pero la verdadera filosofía no es doxografía. De hecho, estos filósofos muertos largo tiempo ha no llegaron a esta exclusiva lista de “grandes filósofos” por haber hecho historia de la filosofía sino todo lo contrario. Se trata de personas que han actuado en su tiempo a través del análisis de la realidad y de la organización de las ideas vigentes en su presente en marcha. La filosofía, al menos, la verdadera filosofía, es un saber acerca del presente y desde el presente con un indiscutible asiento en el pasado del que no se puede prescindir porque sin él no se entiende nada. La necesidad de conocer el pasado es indispensable y previa al análisis del presente que no podrá ser certero sin ese conocimiento.

Evidentemente no se pueden comparar los conocimientos legales de un licenciado en Derecho con los que pueda tener un licenciado en Filosofía al menos si se pretende comparar en abstracto a dos jóvenes recién licenciados de estos estudios. Pero, ¿hace la licenciatura en Derecho por sí misma competente a un Ministro licenciado en estos estudios en lugar de en Filosofía? ¿seguro?

“Para un puesto así tendría que ser médico.” En este caso se puede caer en la idea de que hay saberes que agotan la realidad, que son omnicomprensivos. Por ejemplo, un licenciado en Medicina sería mejor Ministro de Sanidad que Salvador Illa, pero esto es mucho decir porque un Licenciado en Medicina sabrá auscultar, diagnosticar una enfermedad, recetar un medicamento, etc. pero no tiene por qué saber cómo gestionar un Ministerio de Sanidad. Imaginemos que Salvador Illa no fuese licenciado en Filosofía y lo fuese en Medicina pero hubiese tenido la misma trayectoria política, es decir, que no hubiese ejercido la medicina ni hubiese tenido contacto con ella durante más de veinte años habiéndose dedicado a la gestión municipal, ¿sería mejor Ministro de Sanidad? ¿no es médico Fernando Simón?

De nuevo, cabe plantearse en términos de filosofía política y a la manera clásica, la pregunta retórica de qué virtudes deben adornar al buen gobernante.

Entonces ¿es filósofo Salvador Illa? Sin duda, sí, lo es. Si bien para poder afirmar que lo es, en primer lugar, debiéramos descartar la presunción de que es filósofo el Licenciado en Filosofía y no lo es el licenciado en otras disciplinas o en ninguna. Se debe descartar la trampa de considerar a la Universidad como el lugar en el que residen las esencias de la filosofía.

Distinguía Bueno la filosofía administrada de la filosofía mundana, siendo la administrada aquella institucionalizada, proveída, por el Estado. La filosofía mundana estaría ajena a esta institucionalización. Un ejemplo de esa filosofía administrada lo son las facultades de filosofía de la Universidad española pero también los institutos de enseñanza secundaria. Observaba Bueno que en la Universidad los profesores de filosofía se rodean y aleccionan a futuros profesores de filosofía lo cual provoca cierto aislamiento y anquilosamiento de su ejercicio, mientras que en los Institutos los profesores de filosofía se encuentran rodeados y aleccionan a futuros fontaneros, peluqueros, psicólogos, empresarios, farmacéuticos, etc. Si acaso hay un profesor más cercano a la práctica de una filosofía mundana ese será el profesor de instituto.

Por lo tanto, Salvador Illa no es filósofo por el hecho de contar con una licenciatura en Filosofía y tampoco es mejor o más filósofo que una persona que no habiendo cursado esa carrera ejercita ideas filosóficas en una academia ajena la filosofía. En este sentido, la filosofía académica puede estar en todas partes o al menos allí donde se encuentre un filósofo dispuesto a partir de un sistema. Una licenciatura en Filosofía no hace a un filósofo. Como un profesor universitario de filosofía no es mejor filósofo que un profesor de instituto per se. Sin duda alguna Salvador Illa ha podido ver facilitado por su licenciatura el conocimiento ordenado de determinadas ideas o sistemas de ideas pero la Facultad de Filosofía no es un lugar productor de filósofos o buenos filósofos como si se tratara de una denominación de origen. Si acaso produce o genera más profesores de filosofía pero no filósofos. Platón no fue licenciado en Filosofía, tampoco Aristóteles, Ortega y Gasset, tampoco lo fue Hegel, Marx, Husserl, Feijoo, Suárez, Mariana, etc. etc. etc. Y sin embargo, todos, indiscutiblemente, son filósofos pero son filósofos enfrentados entre sí. Porque “la filosofía” no existe. Existen diversas filosofías en permanente conflicto.

De hecho, para saber qué tipo de filósofo es Salvador Illa habría de acudir al Plan de Estudios de la Universidad de Barcelona y a su elenco de profesores para analizar qué tipo de filosofía enseñan y, así, presumir qué ideas filosóficas son las que maneja el Ministro de Sanidad como residuo de aquellos estudios sin que sean, ni mucho menos, las únicas ideas filosóficas que pueda tener. Es más probable que sus ideas procedan de una filosofía administrada por el partido al que pertenece que de aquella licenciatura cursada hace más de treinta años.

Decía, y dice, Gustavo Bueno que filósofos somos todos, algunos mejores que otros. Según Bueno, licenciados en Filosofía o no, todas las personas que no sean débiles mentales tienen un mapa del mundo que les hace entender, valorar, criticar los hechos de la vida, en general. Todos tenemos ideas sobre las cosas del mundo, sin embargo, no todos tenemos las mismas ideas sobre las cosas del mundo ni las distinguimos utilizando los mismos criterios. ¿Es filósofo Pedro Sánchez? Sin duda filosofa cuando trata de responder a la pregunta ¿qué es Europa?, respondiendo “Europa es una filosofía”{4} de lo cual concluimos que filosofa mal, es un mal filósofo que en este caso demuestra desconocer qué sea Europa y qué sea la filosofía para afirmar semejante cosa. Pedro Sánchez utiliza la palabra filosofía como un comodín. Bien pudiera haber dicho, si se le hubiera ocurrido, que “Europa es un estilo de vida” y es posible, incluso, que le resultase más adecuada esta opción.

Entonces ¿qué es la filosofía? Un término confuso. ¿Para qué sirve? Depende de lo que entendamos por filosofía, habría qué precisar de qué estamos hablando y según el resultado de esta precisión determinar qué utilidad puede tener esa filosofía que puede ser muy variada según el plano en el que nos situemos. Digamos que, en principio, la filosofía, en general, serviría para contestar a esa pregunta aunque las respuestas serán muy distintas según lo que entendamos por filosofía y el alcance que le demos a esa utilidad. ¿Y el materialismo filosófico?

El materialismo filosófico es una doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad, caracterizada por su oposición al materialismo monista (propio del Diamat) y al idealismo o espiritualismo monistas de cuño teológico. El materialismo es un pluralismo de signo racionalista, que postula, sin embargo la unicidad del mundo en cuanto desarrollo de una materia ontológico general que no se reduce al mundo empírico. El materialismo filosófico niega, contra el monismo continuista, y de acuerdo con la doctrina de la symploké, que “todo tenga influencia en todo”, y niega, contra el atomismo pluralista, que “nada tenga influencia en nada”{5}.

Entonces ¿qué tipo de filósofo es Salvador Illa? No lo sabemos. Desconocemos cuáles sean las ideas filosóficas de Salvador Illa porque en sus intervenciones como Ministro de Sanidad se ha limitado a mantenerse en un ámbito conceptual sin necesidad de aplicar ideas filosóficas. Sin embargo, podemos presumir que son compatibles con las ideas filosóficas que se encuentran dispersas en el discurso y el programa del Partido Socialista Obrero Español (o en el Partido de los Socialistas de Cataluña), discurso del que hace gala el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en cada una de sus intervenciones plagadas de referencias a ideas metafísicas, idealistas, monistas que nos llevan a pensar, son compartidas por Salvador Illa.

También es verdad, y hay que decir como elogio a Illa, que en sus intervenciones no utiliza el desquiciante lenguaje inclusivo de manera que se expresa con claridad y corrección, que no es poco como tampoco cae en un irritante lenguaje retórico. Por lo tanto, enmarcamos a Salvador Illa, en principio y con posibilidad de enmienda, en el grupo de personas cuyas ideas filosóficas y método filosófico están alejados de un materialismo pluralista como es el materialismo filosófico, y desconocemos si se siente cómodo en el esquema mental transmitido por el Presidente del Gobierno o, sencillamente, ni siente ni padece y estamos ante un estoico.

Por lo tanto, se nos aparece como evidente que Salvador Illa, habiendo estudiado filosofía y siendo muy criticado por ello, es el ministro que menos se expresa en términos filosóficos de todos los que comparecen en estos últimos días, ganando por goleada en cuanto al ejercicio de ideas filosóficas el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Es este último al que hay que acusar de hacer mala filosofía. Es Pedro Sánchez un filósofo a combatir, un filósofo contra el que pensar. Una manifestación de este combate que no cesa es este conjunto de textos que forman el número 191 de El Catoblepas, una suerte de ametralladora filosófica dado el volumen y la frecuencia con la que son lanzados a este campo de batalla que, en estas circunstancias más que en ninguna otras, es la opinión pública.

Sábado, 4 de abril de 2020.

Bibliografía

Gustavo Bueno, ¿Qué es la filosofía?, Pentalfa, Oviedo, segunda edición aumentada de noviembre de 1995.

Gustavo Bueno, El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Editorial Ciencia Nueva, Madrid, 1970.

Gustavo Bueno, Análisis del Protágoras de Platón, Pentalfa, Oviedo, 1980.

Santos Campos Leza, Conversaciones con Gustavo Bueno, Senderuela, Logroño, 2008.

Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, Pentalfa, Oviedo, 2000.

Consultas en internet

Consultado el 26 de marzo de 2020, https://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Illa

Consultado el 27 de marzo de 2020, https://www.modelocurriculum.net/biografias/politicos/salvador-illa

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{1} Las citas han sido tomadas aleatoriamente de comentarios de lectores a diversas noticias publicadas en las páginas web elespañol.com y redaccionmedica.com entre los días 17 de enero y 26 de marzo de 2020. Como estas se pueden encontrar centenares en las páginas de tantos otros medios de comunicación durante estos días de marzo de 2020.

{2} Programa Sálvame, sección Naranja, de 27 de marzo de 2020, intervención de Javier Gomá: “Feliz es aquel que no tiene deudas con la vida”. El Español, entrevista a Adela Cortina, 30 de marzo de 2020: “El mundo interior es el más propio de cada ser humano, aquel del que habla en primera persona del singular y al que tiene un acceso privilegiado”.

{3} ¿Quién soy? Paloma Villarreal Suárez de Cepeda, española, natural de Sevilla, 50 años, soltera, sin hijos, empleada por cuenta ajena, &c. ¿A dónde voy? A la cocina a hacerme un café, a dar una vuelta a la manzana con el perro… en esta situación, a pocos sitios puedo ir.

{4} Intervención televisiva del día 14 de marzo informando de la declaración del estado de alarma.

{5} Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, pág. 27. Pentalfa, Oviedo, 2000.

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